En la provincia de Pinar del Río, Cuba, casi doscientas personas viven aisladas en las montañas del valle de Viñales. No acuden a consultas médicas ni a hospitales porque se tratan con el agua de los manantiales, siguiendo la leyenda de Antoñica Izquierdo y el poder curativo de estas aguas. Los “acuáticos” viven hoy desligados de todo. Llevan vidas rústicas y perentorias. Este texto forma parte de La isla oculta (Libros del K.O., 2023), del periodista Abraham Jiménez Enoa.
Esa ruleta para hacerte comprar y comprar y comprar más, la vi con nitidez extrema ese día que decidí entrar a una tienda a comprarme la ropa de invierno. Era una tienda enorme, de no sé ni cuántos pisos y donde todo está diseñado para que no encuentres las salidas.
No es lo mismo salir de Cuba que de cualquier otro país por primera vez. Salir de Cuba es caer en el mundo, comprobar que se vivió secuestrado. Al poner un pie en el aeropuerto de Madrid sentí que estaba abriendo la puerta de otro planeta.
La historia de una mujer que quiso ser boxeadora en Cuba, un país donde sólo los hombres pueden subirse al ring.
En su tercer día de arresto domiciliario, Abraham Jiménez Enoa intenta hacer, desde su balcón, una crónica de la represión a una protesta más contra el régimen cubano. Desde ahí, es muy difícil llevar la cuenta de quienes fueron víctimas de desaparición forzada.
El colapso del sistema funerario del país durante la pandemia, sumado al mal funcionamiento del protocolo sanitario que no permite que los ataúdes sean abiertos por los familiares para reconocer los cuerpos, ha provocado muchas confusiones.
Esta es la historia de Reinaldo, quien al aceptar compartir el internet de su celular con un periodista, le permitió seguir haciendo su trabajo en un momento de históricas protestas en La Habana.
Hay montones de heridos, de detenidos, de desaparecidos, aun sin poder cuantificar. El estallido fue tan inesperado y tan masivo que los cubanos no sabemos cuántos participamos y cuántos de esos ahora nos faltan.
Un pueblo de viejitos caminantes que se mueven en masa de madrugada, a comprar lo que pueden para sobrevivir lo que les queda de vida. Un pueblo en el que se nace, se crece y se migra.
Esta es la historia de Nicolás Sirgado, quien pasó diez años de su vida infiltrado en la CIA para reportarle al gobierno de Fidel Castro las intenciones de su más poderoso enemigo: los Estados Unidos de América.
El régimen cubano no tiene la más mínima intención de pegarle un disparo en la sien a alguien, para luego lanzarlo a una cuneta de noche en un campo perdido. Le es innecesario. Estrangularte cívicamente y en el día a día es su estrategia: aniquilar la mente, para apoderarse del cuerpo, de los cuerpos todos, de la masa.
Es una idea que repito como un loro: que falta mucho, que nadie sabe cuánto, que hay que ser consecuente con esa idea y dejar de exigirse tanto. Una idea terrible, que me da mucho miedo, porque siento que estoy ya al límite. Pero una idea que me he propuesto asumir desde lo inevitable, algo así como uno enfrenta la muerte.
La radio, la televisión y los periódicos del régimen cubano comenzaron una campaña de difamación contra el Movimiento San Isidro, los protestantes del 27 de noviembre y la prensa independiente, cuyas plumas seguían siendo desconocidas en la isla, hasta hace poco.
Estaban demasiado lejos para haber remado tan poco, La Habana les pareció una ciudad construida con piezas de Lego. Minutos después, olas furiosas comenzaron a subirlos a sus crestas y a dejarlos caer.
Uno podría pensar que en Cuba de Celia Cruz ya no queda nada. Que el tiempo borró sus huellas tras su partida en 1960. Pero no, Cuba es experta en guardar reliquias, en esconder entre sus entrañas la más inesperada de las historias, el testimonio perdido.
Es desesperante no encontrar un escudo para que a tu gente querida no le hagan daño por el sencillo hecho de que tú te dedicas a contar historias, realidades. Es difícil asumirlo, procesarlo.
“No estoy de acuerdo con lo que dijo Ernesto Guevara: ‘Hace falta gente que trabaje más y critique menos’. La crítica es una herramienta de construcción y en Cuba lo único que puede expresar un artista es hambre, miedo, desesperación”.
Tragarse un tornillo, una arandela, una cuchilla, cortarse las venas o fingir un intento suicidio, son algunas de las alternativas a las que se aferran los reclutas para evadir los 14 meses o los 2 años de servicio militar.
Que una mujer embarazada se alimente como es debido, es hoy todo un reto en Cuba. Aún teniendo con qué pagarla, en las tiendas simplemente no hay comida. La escasez es tal que los cubanos reconocen aterrados la posible llegada de un segundo Periodo Especial.
“Mami, escucha bien lo que te voy a decir. No me puedes parar, no intentes convencerme. Es una decisión que ya está tomada. Te estoy llamando para informarte que me voy del país ya, de inmediato, porque no aguanto una mierda más, me voy a tirar al mar y llegaré como sea, a donde sea”.
“Cómo le explico a sus 84 años que el universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que la Cuba que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de entelequias”.
“Los que como yo no tienen ni refrigerador, los de los campos, los de la Cuba profunda, nos vamos a extinguir”.
Tomás Mora Fabré es un músico de 80 años que analiza la historia de la isla desde la puerta de su casa, donde toca canciones de todos los géneros para los turistas que intentan entender La Habana.
“El 2020 va a ser igual al 2019 o al año 2000, porque Cuba está parada en el tiempo”.
Es la capital de un país que considera ilegales a los cubanos sin carnet de residencia local.
Al parecer, en el gobierno están temiendo una nueva revolución, una revolución virtual.
Desde el Malecón llega la historia de otra protesta que no sucedió en La Habana.