Del informe del Banco Mundial sobre la desigualdad en Colombia, que se presentó el pasado 27 de octubre, se pueden extraer varios datos. Por ejemplo, que éste es el segundo país más desigual entre dieciocho de América Latina y el Caribe, sólo precedido por Brasil, y el que padece más desigualdad entre los 38 que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos; que el ingreso del 10% de la población más rica es once veces mayor que el del 10% más pobre; o bien, que en 2019 el coeficiente de Gini –el número entre cero y uno con el que se mide la desigualdad de ingresos– fue de 0.53 y para 2020, tras el impacto económico de la pandemia, subió a 0.54 y eso provocó que 3.6 millones de colombianos pasaran a ser pobres en un solo año; que en Colombia una mujer tiene 1.7 más probabilidades de ser desempleada que un hombre, y un habitante del departamento de Chocó, de mayoría afrodescendiente, tiene cinco veces más probabilidad de nacer en la pobreza que uno de Bogotá; también, que la desigualdad en Colombia se hereda de una generación a otra: el hijo o hija de un persona pobre lo será en su adultez; finalmente, que superar esto podría llevarle al país más de treinta años.
El informe, titulado “Hacia la construcción de una sociedad equitativa en Colombia” y elaborado por un equipo bajo la dirección de los economistas sénior del Banco Mundial María Eugenia Dávalos y Paolo Dudine, expone que la desigualdad se manifiesta en múltiples dimensiones. Hay desigualdad entre grupos poblacionales –la mención a la brecha entre comunidades indígenas y afrodescendientes y el resto de la población es recurrente–. La desigualdad en Colombia también sobresale entre una región y otra, como sucede en la Amazonía, al sur del país, que es dos veces más vulnerable que la región central en variables como la conectividad a internet y la falta de gas natural –no obstante, ahí existe la mayor diversidad étnica y lingüística del país–. La desigualdad se reproduce, además, entre géneros y entre áreas rurales y urbanas, aunque también la sufren aquellos que viven en la periferia de las ciudades. Sin embargo, ya en las primeras líneas, el informe del Banco Mundial arroja una conclusión: “Las desigualdades comienzan en la vida temprana, con brechas en la educación y la atención médica”, y advierte que las oportunidades de aprendizaje no son las mismas para todos los niños y niñas.
“Un niño pobre recibe dos años y medio menos de aprendizaje que uno rico y tiene tres veces más probabilidades de sufrir malnutrición crónica”, dijo María Eugenia Dávalos en la presentación virtual del informe. “¿Qué significa esto en el futuro?”, continuó Dávalos: “Nos muestra que el capital productivo que esperan alcanzar los niños es diferente, dependiendo del nivel de ingreso de la familia. Un niño pobre sólo alcanzaría la mitad de su potencial, mientras que uno rico, alrededor de tres cuartos”.
La rectora de la Universidad de Los Andes Raquel Bernal lo explicó mediante una comparación sencilla: “El proceso de aprendizaje es como un lego”. Como si se tratara de bloques de construcción, las competencias básicas son la primera capa de una estructura, a la que luego se añaden otras competencias intermedias y avanzadas. Cuando las primeras no quedan bien puestas, el resto no encaja. “Entonces, si una persona se queda con esas capacidades básicas débiles, se reduce el potencial a lo largo de su vida; la productividad y los ingresos se limitan”. Ya a los tres años, un niño cuya familia forma parte del quintil más bajo en la distribución de ingresos puede presentar una diferencia en el lenguaje en comparación con otro del quintil más alto. “A los cinco años el niño del quintil alto habla o reconoce tantas palabras como debería, pero el del más bajo reconoce palabras como si tuviera tres años y medio”, contrastó Bernal. En suma, la desigualdad en Colombia inicia desde antes de que las personas nazcan.
De acuerdo con el informe del Banco Mundial, en la brecha de las oportunidades educativas destacan dos factores. El primero es el aprendizaje real en oposición a la escolarización. Al contrastar ambas variables, los niños y niñas que pertenecen a comunidades afrocolombianas e indígenas pierden el equivalente a 4.7 y 4.5 años de educación. El segundo es la repetición de grados y el abandono de la escuela en áreas rurales. Entre los motivos que el informe subraya para explicar los resultados limitados en el aprendizaje están la baja calidad de la formación docente, la falta de un plan de estudios nacional y la ausencia de inversión: “Las escuelas con peores resultados reciben sistemáticamente menos fondos”.
La desigualdad en Colombia también se extiende a la salud, donde ocurre algo similar que en la educación. Según el informe, también desde una edad temprana existen diferencias en el acceso a un servicio médico de calidad, lo que conduce a que la tasa de retraso en el crecimiento de los niños pobres sea tres veces mayor que la de los niños más ricos.
A los costos y distancias de los servicios de salud –barreras históricas que han enfrentado las personas de menos ingresos para obtener atención médica– se suman los estragos de la pandemia respecto a lo que el informe del Banco Mundial llama “inversión en capital humano”, es decir, salud y educación: “Los servicios médicos no relacionados con el covid, incluida la atención de rutina como vacunas básicas y visitas prenatales, han disminuido. El aprendizaje ha disminuido como resultado de los cierres en las escuelas. Se ha perdido entre el 10% y el 25% del nivel de aprendizaje previo al covid”.
En sus más de cien páginas el informe del Banco Mundial recorre el problema de manera orgánica, siguiendo el curso de la vida. Por eso, de la desigualdad en la primera infancia pasa a aquella que existe para acceder a un buen trabajo. “Sólo el 40% de los colombianos que trabaja tiene empleo en el sector formal, una de las tasas más bajas de América Latina y el Caribe”. Como indica el título, al panorama de desigualdad en Colombia se suman recomendaciones para reducirla “no sólo por motivos morales […] Abordar las desigualdades puede conducir a una fuerza laboral mejor preparada, capacitada y productiva; a un crecimiento económico fuerte y sostenible y a una cohesión social estrecha”.
En esto coincide María Fernanda Valdés, doctora en Economía y coordinadora de proyectos de la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung en Colombia (Fescol) que, en entrevista con Gatopardo, explica: “Los países con mayor desigualdad en la lista somos los más pobres y los países que crecen y logran sostener el crecimiento tienen baja desigualdad. Esto es así porque la desigualdad afecta variables que determinan el crecimiento y la prosperidad, por ejemplo, afecta la calidad de las instituciones, se tiende a democracias más frágiles y a una violencia relacionada con lo político o a guerras, como ha pasado en Colombia, que impiden la inversión y el crecimiento. Pero también está el tema del capital humano que para muchos expertos describe por qué algunas economías crecen y otras no. En países como el nuestro ése es un gran problema porque todos los días desperdiciamos talento”.
Entre las recomendaciones del informe del Banco Mundial respecto a la educación están simplificar los procedimientos administrativos para el acceso a los servicios destinados a la primera infancia, la creación de un plan de estudios básico, el apoyo pedagógico a los maestros y el fortalecimiento de vínculos entre la educación terciaria y las habilidades sociolaborales. En salud, por su parte, aconseja la consolidación de un sistema de atención primaria adaptado a las necesidades locales; y en lo que tiene que ver con empleo, la creación de un mercado laboral que atienda a los grupos tradicionalmente excluidos.
María Fernanda Valdés comenta que los hallazgos del Banco Mundial sobre la desigualdad en Colombia no la sorprendieron en absoluto, puesto que el país suele ocupar los primeros puestos en la lista y está en la región más desigual del mundo. Aclara que, aunque el informe hace énfasis en los ingresos, la desigualdad no sólo tiene que ver con lo económico, sino que es un asunto étnico, cultural y de género. “Todas las dimensiones están entrelazadas y por eso es tan complicado salir de la trampa. Uno de los grandes hallazgos de Thomas Piketty, en su libro El capital en el siglo XXI, es que sin políticas redistributivas, la tendencia de las economías es hacia la concentración del ingreso. Para lograr los niveles de desigualdad de los países escandinavos [cuyos Gini no sobrepasan de 0.30] se necesita un cambio mayor que uno de ingresos, por ejemplo, el tema de género es importante: si no se atiende la economía del cuidado, a las mujeres que dejan el mercado remunerado por trabajar en la casa o [que son parte del] mercado no remunerado, [será] difícil reducir la desigualdad de ingresos que plantea el Banco Mundial”.
Tras un repaso a las desigualdades territoriales, el informe concluye que “la brecha entre la región más rica y la más pobre de Colombia es más del doble que la de otros países de la OCDE”. Esas disparidades se acentúan en zonas rurales donde habitan comunidades indígenas, mientras que la población afrodescendiente vive en áreas urbanas con un índice de necesidades básicas insatisfechas superior al de otras ciudades del país. Durante la presentación del informe del Banco Mundial, el tema de la conectividad y el transporte preocupó de manera puntual a la directora del Departamento Nacional de Planeación, Alejandra Botero, quien agregó nuevas cifras: “Sin vías y conectividad no sirven los programas ni los proyectos productivos”; sólo el 25% de la red de vías terciarias en Colombia está en buen estado. Además, agregó que una de cada tres viviendas del país tiene condiciones inadecuadas de calidad.
En uno de sus puntos clave, el informe del Banco Mundial menciona que “Colombia se encuentra entre los primeros cinco países más desiguales del mundo en términos de concentración de tierras: el 81% de la tierra privada se concentra en el 1% superior de las fincas”. “En Colombia no sabemos cuánto valen las tierras, así de sencillo, y muchas veces no sabemos quiénes son los dueños de las tierras. Eso hace que la tributación sea mínima y estimula la acumulación. Lo que se debe mejorar es el catastro multipropósito que llevamos cien años discutiendo y que está en un 15%”, explica Valdés y el tema la lleva a hablar de una de las recomendaciones del Banco Mundial en materia tributaria para disminuir la desigualdad en Colombia: focalizar las transferencias y subsidios para que lleguen a quien más los necesite y ampliar el umbral de la población que paga el impuesto a la renta personal y gravar algunos productos y bienes más con IVA. Sobre estas dos últimas medidas, reprocha Valdés:
“A mí esa propuesta me pareció un desatino. Faltó mucho profundizar en las causas verdaderas de nuestra desigualdad fiscal. Nuestro IVA no es regresivo, o sea, es neutro, y gracias a las tarifas diferenciales no afecta tanto a las clases más bajas. Entonces, si lo que le preocupa al Banco Mundial es el poder redistributivo de los impuestos, no debería obsesionarse con el IVA. Lo que sí debería preocuparle es el impuesto a la renta. Nosotros recaudamos muy poco de ese impuesto porque en Colombia solamente la gente que tiene muy altos ingresos lo paga, pero además cobramos poco porque hay un grupo de gente con mucho dinero que paga unas tarifas irrisorias. Los megaricos pagan impuestos irrisorios en el país y de eso, increíblemente, el Banco Mundial no habló nada”.
Valdés considera que, contrario a otras épocas, varios de los candidatos a la presidencia de la nación –le elección sucederá el próximo año– plantean en sus agendas de campaña el tema de la desigualdad en Colombia. Gustavo Petro, líder del Pacto Histórico, una coalición de centroizquierda, y quien encabeza las encuestas presidenciales, tuiteó el 28 de octubre: “La desigualdad es el principal problema de Colombia. Solución: distribuir extensamente los activos productivos que generan ingresos. Activos productivos: tierra, agua, conectividad, crédito y saber, mucho saber”.
También en 2018, durante la campaña del hoy presidente Iván Duque circuló un video en el que una joven votante asegura que en Colombia “tenemos un gran problema de desigualdad” y que “la única opción para disminuir esa brecha es la equidad”. Pero esta vez, tras la salida del informe, el presidente Duque no se pronunció. En la presentación se transmitió un video enviado por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público que agradece al Banco Mundial y afirma que su análisis es una “hoja de ruta para la política económica y social del país”. Por su parte, algunos políticos de centroizquierda o de oposición replicaron la noticia, mientras que la periodista Claudia Morales dedicó su columna de El Espectador al capítulo del informe sobre los efectos del cambio climático que, como sucedió con la pandemia, podrían ampliar todavía más las brechas de desigualdad en Colombia.