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5G: ¿podremos manejar esa velocidad de transferencia?

5G: ¿podremos manejar esa velocidad de transferencia?

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
29
.
09
.
22
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

La quinta generación de internet traerá grandes beneficios pero también un lado oscuro: hay preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo. Con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. Habrá varios obstáculos que superar.

La película 2001: odisea del espacio (1968), del director Stanley Kubrick, basada en los textos de Arthur C. Clarke, plantea un escenario futurista en el que una máquina inteligente, diseñada por el ser humano, procesa datos a una velocidad tan alta que permite analizar las necesidades de nuestra especie de una manera muy profunda y proponer soluciones de forma inmediata. Ese momento ya llegó y se llama 5G.

Cuando navegar por la web se hizo popular y accesible, alrededor del año 2000, es cierto que nuestras vidas cambiaron radicalmente. En aquellos días el internet funcionaba diferente, la gente se conectaba a través de la línea telefónica y el módem emitía una secuencia de sonidos monótonos, arrítmicos y agudos, que funcionaban como lenguaje para conectar la computadora, el módem y el teléfono de casa.

Puede que sea un sonido que recordamos con cierta nostalgia, pero en ese entonces descargar una foto tomaba de diez a veinte segundos, un tiempo que ni la persona más paciente esperaría hoy, cuando la velocidad de internet permite descargar todo el contenido de una página web en menos de tres segundos y muchas tareas cotidianas dependen de una conexión a internet: comunicarnos, desplazarnos, escuchar música, ver películas, inscribirnos a la escuela o pagar impuestos. Lo que se aproxima al final de esta década con la implementación de la quinta generación de internet —5G— representará un antes y un después en la era digital, aunque debemos analizar las muchas implicaciones que esto traerá y preguntarnos si algún día podremos todos gozar de sus beneficios.

La 5G plantea una velocidad de transferencia de datos inalámbrica diez veces más rápida que la actual. No habrá videollamadas congeladas ni videos pixelados. Una investigación titulada “Role of Internet of Health Things (IoHTs) and Innovative Internet of 5G Medical Robotic Things (IIo-5GMRTs) in covid-19 global health risk management and logistics planning”, publicada por la editorial Springer, analiza los alcances técnicos de la velocidad de la 5G y plantea que, al contar con la infraestructura adecuada, los hospitales podrán emplear robots para responder a emergencias, documentar información, analizar expedientes, diagnosticar y sugerir tratamientos y terapias, interpretar imágenes de radiología y mejorar los cuidados de los pacientes. Ya en el año 2019 en el Hospital Clínic, de Barcelona, Antonio de Lacy se convirtió en el primer cirujano digital cuando se conectó a la 5G y lideró a distancia a un equipo de médicos para extirpar tejido canceroso.

Durante la pandemia, el internet de alta velocidad permitió que el Gobierno de Hong Kong conociera la ubicación de las personas en cuarentena por medio de pulseras. En Pekín, robots supervisaron el uso de cubrebocas y la temperatura de hasta diez personas a la vez. Con tecnologías como esta, países como Italia, Estados Unidos y China desinfectaron hospitales; de nuevo en China, pero también en España, las autoridades vigilaron a la población para que cumpliera el distanciamiento social mediante la utilización de drones.

Una vez que esta tecnología se generalice, cualquier persona con acceso a un dispositivo inteligente podrá utilizarla, y las posibilidades son infinitas, pues permitirá la conexión de hasta cien dispositivos por metro cuadrado. Estos dispositivos estarán por todos lados: en las puertas, en las cámaras de seguridad, en el alumbrado de las calles, en semáforos y hasta. en el transporte público, que, por cierto, ya no necesitará conductores. Todo esto será de gran utilidad para tener una mejor planeación urbana y seguridad pública, reducir el número de viajes, aumentar el control de la contaminación ambiental y el uso eficiente de energía.

En México, la navegación de internet a alta velocidad se ha usado en servicios de emergencia a través de la Ultra Emergency Network, una red de respaldo que se activa temporalmente durante momentos críticos, como sismos y huracanes, para que las personas puedan pedir ayuda a servicios como el 911, aun en medio del caos. Claro que la disponibilidad de esta red depende de la cobertura y el número de antenas disponibles, que es como funciona en la actualidad. El país que más ha avanzado e invertido en esta tecnología es China: su Ministerio de Industria y Tecnología Informática registró 143 millones de estaciones base de 5G a finales de 2021, tras una inversión de casi treinta mil millones de dólares. Hoy ha llegado a casi quinientas ciudades. En nuestro país, una empresa del tamaño de América Móvil hizo una inversión de 1 800 millones de dólares en 2021 para lograr cobertura en dieciocho ciudades, lo que representa una diferencia abismal con China.

El lado oscuro

Si bien la 5G ha dado demostraciones deslumbrantes de los beneficios que puede traer a la sociedad, existen muchas preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo, pero que con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. El FBI ha documentado los costos de los ciberataques, que crecen cada año en Estados Unidos, con tecnologías de internet previas, como la 4G. Según su informe “Reporte del crimen en internet”, de 2017, las pérdidas fueron de 2 700 millones de dólares, pero para 2021 la cifra rozó los siete mil millones. Una investigación del especialista en ciberseguridad Javier Alonso Lecuit, del Real Instituto Elcano, “Ciberseguridad, privacidad e interceptación legal en las redes 5G: una realidad poliédrica”, documentó las numerosas preocupaciones que existen en Europa, donde, a pesar de sus avances tecnológicos, hay deficiencias para vigilar la seguridad en esta nueva era, ante la imposibilidad de seguir el rastro de tal densidad de tráfico de datos, algo que se agudiza a medida que la 5G se expande y que supondrá un reto aún mayor para los países que no tienen un desarrollo tecnológico tan grande, como los de América Latina.

Un país como México produce aproximadamente un millón de toneladas de basura de compuestos electrónicos por año, según estimaciones de la United Nations University (UNU), en Bonn; la International Telecommunication Union (ITU), en Ginebra, y la International Solid Waste Association (ISWA), en Viena, y es inevitable proyectar que la llegada de esta quinta generación implica mayores desechos y una adquisición masiva de nuevos dispositivos.

La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas apuntó en el año 2000 que habría que atender la desigualdad antes de pensar que habrá beneficios a nivel global gracias a las tecnologías de la información. El inmenso reto está lejos de cumplirse. La ONU ha reportado que cerca de 37% de la población, es decir, 2 900 millones de personas, nunca ha accedido al internet. La UNICEF sigue registrando aumentos en la pobreza y la desigualdad, y dos tercios de los niños en edad escolar del mundo no tienen internet disponible en sus casas.

Si bien el uso de la tecnología 5G tiene la intención de dar un salto de magnitud similar al que marcó el boom del internet hace veinte años, más allá de los supuestos, hay muchos obstáculos que superar. Hace falta infraestructura tecnológica no solo a nivel local y nacional, sino entre países, y, además de inversión pública y privada, políticas públicas que garanticen el uso ético en la obtención y el manejo de datos sensibles, así como atacar la brecha de desigualdad. Todo esto si se quiere evitar que esta tecnología distancie aún más a la sociedad en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

[caption id="attachment_273523" align="aligncenter" width="1940"]

El carguero Cygnus, de Orbital Sciences Corporation; al fondo, la Península Ibérica, el Estrecho de Gibraltar y parte de África del Norte. NASA/Science Photo Library.

{linea}

Esta historia se publicó en la edición dedicada a "La revolución tecnológica".

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La quinta generación de internet traerá grandes beneficios pero también un lado oscuro: hay preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo. Con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. Habrá varios obstáculos que superar.

La película 2001: odisea del espacio (1968), del director Stanley Kubrick, basada en los textos de Arthur C. Clarke, plantea un escenario futurista en el que una máquina inteligente, diseñada por el ser humano, procesa datos a una velocidad tan alta que permite analizar las necesidades de nuestra especie de una manera muy profunda y proponer soluciones de forma inmediata. Ese momento ya llegó y se llama 5G.

Cuando navegar por la web se hizo popular y accesible, alrededor del año 2000, es cierto que nuestras vidas cambiaron radicalmente. En aquellos días el internet funcionaba diferente, la gente se conectaba a través de la línea telefónica y el módem emitía una secuencia de sonidos monótonos, arrítmicos y agudos, que funcionaban como lenguaje para conectar la computadora, el módem y el teléfono de casa.

Puede que sea un sonido que recordamos con cierta nostalgia, pero en ese entonces descargar una foto tomaba de diez a veinte segundos, un tiempo que ni la persona más paciente esperaría hoy, cuando la velocidad de internet permite descargar todo el contenido de una página web en menos de tres segundos y muchas tareas cotidianas dependen de una conexión a internet: comunicarnos, desplazarnos, escuchar música, ver películas, inscribirnos a la escuela o pagar impuestos. Lo que se aproxima al final de esta década con la implementación de la quinta generación de internet —5G— representará un antes y un después en la era digital, aunque debemos analizar las muchas implicaciones que esto traerá y preguntarnos si algún día podremos todos gozar de sus beneficios.

La 5G plantea una velocidad de transferencia de datos inalámbrica diez veces más rápida que la actual. No habrá videollamadas congeladas ni videos pixelados. Una investigación titulada “Role of Internet of Health Things (IoHTs) and Innovative Internet of 5G Medical Robotic Things (IIo-5GMRTs) in covid-19 global health risk management and logistics planning”, publicada por la editorial Springer, analiza los alcances técnicos de la velocidad de la 5G y plantea que, al contar con la infraestructura adecuada, los hospitales podrán emplear robots para responder a emergencias, documentar información, analizar expedientes, diagnosticar y sugerir tratamientos y terapias, interpretar imágenes de radiología y mejorar los cuidados de los pacientes. Ya en el año 2019 en el Hospital Clínic, de Barcelona, Antonio de Lacy se convirtió en el primer cirujano digital cuando se conectó a la 5G y lideró a distancia a un equipo de médicos para extirpar tejido canceroso.

Durante la pandemia, el internet de alta velocidad permitió que el Gobierno de Hong Kong conociera la ubicación de las personas en cuarentena por medio de pulseras. En Pekín, robots supervisaron el uso de cubrebocas y la temperatura de hasta diez personas a la vez. Con tecnologías como esta, países como Italia, Estados Unidos y China desinfectaron hospitales; de nuevo en China, pero también en España, las autoridades vigilaron a la población para que cumpliera el distanciamiento social mediante la utilización de drones.

Una vez que esta tecnología se generalice, cualquier persona con acceso a un dispositivo inteligente podrá utilizarla, y las posibilidades son infinitas, pues permitirá la conexión de hasta cien dispositivos por metro cuadrado. Estos dispositivos estarán por todos lados: en las puertas, en las cámaras de seguridad, en el alumbrado de las calles, en semáforos y hasta. en el transporte público, que, por cierto, ya no necesitará conductores. Todo esto será de gran utilidad para tener una mejor planeación urbana y seguridad pública, reducir el número de viajes, aumentar el control de la contaminación ambiental y el uso eficiente de energía.

En México, la navegación de internet a alta velocidad se ha usado en servicios de emergencia a través de la Ultra Emergency Network, una red de respaldo que se activa temporalmente durante momentos críticos, como sismos y huracanes, para que las personas puedan pedir ayuda a servicios como el 911, aun en medio del caos. Claro que la disponibilidad de esta red depende de la cobertura y el número de antenas disponibles, que es como funciona en la actualidad. El país que más ha avanzado e invertido en esta tecnología es China: su Ministerio de Industria y Tecnología Informática registró 143 millones de estaciones base de 5G a finales de 2021, tras una inversión de casi treinta mil millones de dólares. Hoy ha llegado a casi quinientas ciudades. En nuestro país, una empresa del tamaño de América Móvil hizo una inversión de 1 800 millones de dólares en 2021 para lograr cobertura en dieciocho ciudades, lo que representa una diferencia abismal con China.

El lado oscuro

Si bien la 5G ha dado demostraciones deslumbrantes de los beneficios que puede traer a la sociedad, existen muchas preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo, pero que con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. El FBI ha documentado los costos de los ciberataques, que crecen cada año en Estados Unidos, con tecnologías de internet previas, como la 4G. Según su informe “Reporte del crimen en internet”, de 2017, las pérdidas fueron de 2 700 millones de dólares, pero para 2021 la cifra rozó los siete mil millones. Una investigación del especialista en ciberseguridad Javier Alonso Lecuit, del Real Instituto Elcano, “Ciberseguridad, privacidad e interceptación legal en las redes 5G: una realidad poliédrica”, documentó las numerosas preocupaciones que existen en Europa, donde, a pesar de sus avances tecnológicos, hay deficiencias para vigilar la seguridad en esta nueva era, ante la imposibilidad de seguir el rastro de tal densidad de tráfico de datos, algo que se agudiza a medida que la 5G se expande y que supondrá un reto aún mayor para los países que no tienen un desarrollo tecnológico tan grande, como los de América Latina.

Un país como México produce aproximadamente un millón de toneladas de basura de compuestos electrónicos por año, según estimaciones de la United Nations University (UNU), en Bonn; la International Telecommunication Union (ITU), en Ginebra, y la International Solid Waste Association (ISWA), en Viena, y es inevitable proyectar que la llegada de esta quinta generación implica mayores desechos y una adquisición masiva de nuevos dispositivos.

La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas apuntó en el año 2000 que habría que atender la desigualdad antes de pensar que habrá beneficios a nivel global gracias a las tecnologías de la información. El inmenso reto está lejos de cumplirse. La ONU ha reportado que cerca de 37% de la población, es decir, 2 900 millones de personas, nunca ha accedido al internet. La UNICEF sigue registrando aumentos en la pobreza y la desigualdad, y dos tercios de los niños en edad escolar del mundo no tienen internet disponible en sus casas.

Si bien el uso de la tecnología 5G tiene la intención de dar un salto de magnitud similar al que marcó el boom del internet hace veinte años, más allá de los supuestos, hay muchos obstáculos que superar. Hace falta infraestructura tecnológica no solo a nivel local y nacional, sino entre países, y, además de inversión pública y privada, políticas públicas que garanticen el uso ético en la obtención y el manejo de datos sensibles, así como atacar la brecha de desigualdad. Todo esto si se quiere evitar que esta tecnología distancie aún más a la sociedad en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

[caption id="attachment_273523" align="aligncenter" width="1940"]

El carguero Cygnus, de Orbital Sciences Corporation; al fondo, la Península Ibérica, el Estrecho de Gibraltar y parte de África del Norte. NASA/Science Photo Library.

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La quinta generación de internet traerá grandes beneficios pero también un lado oscuro: hay preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo. Con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. Habrá varios obstáculos que superar.

La película 2001: odisea del espacio (1968), del director Stanley Kubrick, basada en los textos de Arthur C. Clarke, plantea un escenario futurista en el que una máquina inteligente, diseñada por el ser humano, procesa datos a una velocidad tan alta que permite analizar las necesidades de nuestra especie de una manera muy profunda y proponer soluciones de forma inmediata. Ese momento ya llegó y se llama 5G.

Cuando navegar por la web se hizo popular y accesible, alrededor del año 2000, es cierto que nuestras vidas cambiaron radicalmente. En aquellos días el internet funcionaba diferente, la gente se conectaba a través de la línea telefónica y el módem emitía una secuencia de sonidos monótonos, arrítmicos y agudos, que funcionaban como lenguaje para conectar la computadora, el módem y el teléfono de casa.

Puede que sea un sonido que recordamos con cierta nostalgia, pero en ese entonces descargar una foto tomaba de diez a veinte segundos, un tiempo que ni la persona más paciente esperaría hoy, cuando la velocidad de internet permite descargar todo el contenido de una página web en menos de tres segundos y muchas tareas cotidianas dependen de una conexión a internet: comunicarnos, desplazarnos, escuchar música, ver películas, inscribirnos a la escuela o pagar impuestos. Lo que se aproxima al final de esta década con la implementación de la quinta generación de internet —5G— representará un antes y un después en la era digital, aunque debemos analizar las muchas implicaciones que esto traerá y preguntarnos si algún día podremos todos gozar de sus beneficios.

La 5G plantea una velocidad de transferencia de datos inalámbrica diez veces más rápida que la actual. No habrá videollamadas congeladas ni videos pixelados. Una investigación titulada “Role of Internet of Health Things (IoHTs) and Innovative Internet of 5G Medical Robotic Things (IIo-5GMRTs) in covid-19 global health risk management and logistics planning”, publicada por la editorial Springer, analiza los alcances técnicos de la velocidad de la 5G y plantea que, al contar con la infraestructura adecuada, los hospitales podrán emplear robots para responder a emergencias, documentar información, analizar expedientes, diagnosticar y sugerir tratamientos y terapias, interpretar imágenes de radiología y mejorar los cuidados de los pacientes. Ya en el año 2019 en el Hospital Clínic, de Barcelona, Antonio de Lacy se convirtió en el primer cirujano digital cuando se conectó a la 5G y lideró a distancia a un equipo de médicos para extirpar tejido canceroso.

Durante la pandemia, el internet de alta velocidad permitió que el Gobierno de Hong Kong conociera la ubicación de las personas en cuarentena por medio de pulseras. En Pekín, robots supervisaron el uso de cubrebocas y la temperatura de hasta diez personas a la vez. Con tecnologías como esta, países como Italia, Estados Unidos y China desinfectaron hospitales; de nuevo en China, pero también en España, las autoridades vigilaron a la población para que cumpliera el distanciamiento social mediante la utilización de drones.

Una vez que esta tecnología se generalice, cualquier persona con acceso a un dispositivo inteligente podrá utilizarla, y las posibilidades son infinitas, pues permitirá la conexión de hasta cien dispositivos por metro cuadrado. Estos dispositivos estarán por todos lados: en las puertas, en las cámaras de seguridad, en el alumbrado de las calles, en semáforos y hasta. en el transporte público, que, por cierto, ya no necesitará conductores. Todo esto será de gran utilidad para tener una mejor planeación urbana y seguridad pública, reducir el número de viajes, aumentar el control de la contaminación ambiental y el uso eficiente de energía.

En México, la navegación de internet a alta velocidad se ha usado en servicios de emergencia a través de la Ultra Emergency Network, una red de respaldo que se activa temporalmente durante momentos críticos, como sismos y huracanes, para que las personas puedan pedir ayuda a servicios como el 911, aun en medio del caos. Claro que la disponibilidad de esta red depende de la cobertura y el número de antenas disponibles, que es como funciona en la actualidad. El país que más ha avanzado e invertido en esta tecnología es China: su Ministerio de Industria y Tecnología Informática registró 143 millones de estaciones base de 5G a finales de 2021, tras una inversión de casi treinta mil millones de dólares. Hoy ha llegado a casi quinientas ciudades. En nuestro país, una empresa del tamaño de América Móvil hizo una inversión de 1 800 millones de dólares en 2021 para lograr cobertura en dieciocho ciudades, lo que representa una diferencia abismal con China.

El lado oscuro

Si bien la 5G ha dado demostraciones deslumbrantes de los beneficios que puede traer a la sociedad, existen muchas preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo, pero que con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. El FBI ha documentado los costos de los ciberataques, que crecen cada año en Estados Unidos, con tecnologías de internet previas, como la 4G. Según su informe “Reporte del crimen en internet”, de 2017, las pérdidas fueron de 2 700 millones de dólares, pero para 2021 la cifra rozó los siete mil millones. Una investigación del especialista en ciberseguridad Javier Alonso Lecuit, del Real Instituto Elcano, “Ciberseguridad, privacidad e interceptación legal en las redes 5G: una realidad poliédrica”, documentó las numerosas preocupaciones que existen en Europa, donde, a pesar de sus avances tecnológicos, hay deficiencias para vigilar la seguridad en esta nueva era, ante la imposibilidad de seguir el rastro de tal densidad de tráfico de datos, algo que se agudiza a medida que la 5G se expande y que supondrá un reto aún mayor para los países que no tienen un desarrollo tecnológico tan grande, como los de América Latina.

Un país como México produce aproximadamente un millón de toneladas de basura de compuestos electrónicos por año, según estimaciones de la United Nations University (UNU), en Bonn; la International Telecommunication Union (ITU), en Ginebra, y la International Solid Waste Association (ISWA), en Viena, y es inevitable proyectar que la llegada de esta quinta generación implica mayores desechos y una adquisición masiva de nuevos dispositivos.

La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas apuntó en el año 2000 que habría que atender la desigualdad antes de pensar que habrá beneficios a nivel global gracias a las tecnologías de la información. El inmenso reto está lejos de cumplirse. La ONU ha reportado que cerca de 37% de la población, es decir, 2 900 millones de personas, nunca ha accedido al internet. La UNICEF sigue registrando aumentos en la pobreza y la desigualdad, y dos tercios de los niños en edad escolar del mundo no tienen internet disponible en sus casas.

Si bien el uso de la tecnología 5G tiene la intención de dar un salto de magnitud similar al que marcó el boom del internet hace veinte años, más allá de los supuestos, hay muchos obstáculos que superar. Hace falta infraestructura tecnológica no solo a nivel local y nacional, sino entre países, y, además de inversión pública y privada, políticas públicas que garanticen el uso ético en la obtención y el manejo de datos sensibles, así como atacar la brecha de desigualdad. Todo esto si se quiere evitar que esta tecnología distancie aún más a la sociedad en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

[caption id="attachment_273523" align="aligncenter" width="1940"]

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La película 2001: odisea del espacio (1968), del director Stanley Kubrick, basada en los textos de Arthur C. Clarke, plantea un escenario futurista en el que una máquina inteligente, diseñada por el ser humano, procesa datos a una velocidad tan alta que permite analizar las necesidades de nuestra especie de una manera muy profunda y proponer soluciones de forma inmediata. Ese momento ya llegó y se llama 5G.

Cuando navegar por la web se hizo popular y accesible, alrededor del año 2000, es cierto que nuestras vidas cambiaron radicalmente. En aquellos días el internet funcionaba diferente, la gente se conectaba a través de la línea telefónica y el módem emitía una secuencia de sonidos monótonos, arrítmicos y agudos, que funcionaban como lenguaje para conectar la computadora, el módem y el teléfono de casa.

Puede que sea un sonido que recordamos con cierta nostalgia, pero en ese entonces descargar una foto tomaba de diez a veinte segundos, un tiempo que ni la persona más paciente esperaría hoy, cuando la velocidad de internet permite descargar todo el contenido de una página web en menos de tres segundos y muchas tareas cotidianas dependen de una conexión a internet: comunicarnos, desplazarnos, escuchar música, ver películas, inscribirnos a la escuela o pagar impuestos. Lo que se aproxima al final de esta década con la implementación de la quinta generación de internet —5G— representará un antes y un después en la era digital, aunque debemos analizar las muchas implicaciones que esto traerá y preguntarnos si algún día podremos todos gozar de sus beneficios.

La 5G plantea una velocidad de transferencia de datos inalámbrica diez veces más rápida que la actual. No habrá videollamadas congeladas ni videos pixelados. Una investigación titulada “Role of Internet of Health Things (IoHTs) and Innovative Internet of 5G Medical Robotic Things (IIo-5GMRTs) in covid-19 global health risk management and logistics planning”, publicada por la editorial Springer, analiza los alcances técnicos de la velocidad de la 5G y plantea que, al contar con la infraestructura adecuada, los hospitales podrán emplear robots para responder a emergencias, documentar información, analizar expedientes, diagnosticar y sugerir tratamientos y terapias, interpretar imágenes de radiología y mejorar los cuidados de los pacientes. Ya en el año 2019 en el Hospital Clínic, de Barcelona, Antonio de Lacy se convirtió en el primer cirujano digital cuando se conectó a la 5G y lideró a distancia a un equipo de médicos para extirpar tejido canceroso.

Durante la pandemia, el internet de alta velocidad permitió que el Gobierno de Hong Kong conociera la ubicación de las personas en cuarentena por medio de pulseras. En Pekín, robots supervisaron el uso de cubrebocas y la temperatura de hasta diez personas a la vez. Con tecnologías como esta, países como Italia, Estados Unidos y China desinfectaron hospitales; de nuevo en China, pero también en España, las autoridades vigilaron a la población para que cumpliera el distanciamiento social mediante la utilización de drones.

Una vez que esta tecnología se generalice, cualquier persona con acceso a un dispositivo inteligente podrá utilizarla, y las posibilidades son infinitas, pues permitirá la conexión de hasta cien dispositivos por metro cuadrado. Estos dispositivos estarán por todos lados: en las puertas, en las cámaras de seguridad, en el alumbrado de las calles, en semáforos y hasta. en el transporte público, que, por cierto, ya no necesitará conductores. Todo esto será de gran utilidad para tener una mejor planeación urbana y seguridad pública, reducir el número de viajes, aumentar el control de la contaminación ambiental y el uso eficiente de energía.

En México, la navegación de internet a alta velocidad se ha usado en servicios de emergencia a través de la Ultra Emergency Network, una red de respaldo que se activa temporalmente durante momentos críticos, como sismos y huracanes, para que las personas puedan pedir ayuda a servicios como el 911, aun en medio del caos. Claro que la disponibilidad de esta red depende de la cobertura y el número de antenas disponibles, que es como funciona en la actualidad. El país que más ha avanzado e invertido en esta tecnología es China: su Ministerio de Industria y Tecnología Informática registró 143 millones de estaciones base de 5G a finales de 2021, tras una inversión de casi treinta mil millones de dólares. Hoy ha llegado a casi quinientas ciudades. En nuestro país, una empresa del tamaño de América Móvil hizo una inversión de 1 800 millones de dólares en 2021 para lograr cobertura en dieciocho ciudades, lo que representa una diferencia abismal con China.

El lado oscuro

Si bien la 5G ha dado demostraciones deslumbrantes de los beneficios que puede traer a la sociedad, existen muchas preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo, pero que con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. El FBI ha documentado los costos de los ciberataques, que crecen cada año en Estados Unidos, con tecnologías de internet previas, como la 4G. Según su informe “Reporte del crimen en internet”, de 2017, las pérdidas fueron de 2 700 millones de dólares, pero para 2021 la cifra rozó los siete mil millones. Una investigación del especialista en ciberseguridad Javier Alonso Lecuit, del Real Instituto Elcano, “Ciberseguridad, privacidad e interceptación legal en las redes 5G: una realidad poliédrica”, documentó las numerosas preocupaciones que existen en Europa, donde, a pesar de sus avances tecnológicos, hay deficiencias para vigilar la seguridad en esta nueva era, ante la imposibilidad de seguir el rastro de tal densidad de tráfico de datos, algo que se agudiza a medida que la 5G se expande y que supondrá un reto aún mayor para los países que no tienen un desarrollo tecnológico tan grande, como los de América Latina.

Un país como México produce aproximadamente un millón de toneladas de basura de compuestos electrónicos por año, según estimaciones de la United Nations University (UNU), en Bonn; la International Telecommunication Union (ITU), en Ginebra, y la International Solid Waste Association (ISWA), en Viena, y es inevitable proyectar que la llegada de esta quinta generación implica mayores desechos y una adquisición masiva de nuevos dispositivos.

La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas apuntó en el año 2000 que habría que atender la desigualdad antes de pensar que habrá beneficios a nivel global gracias a las tecnologías de la información. El inmenso reto está lejos de cumplirse. La ONU ha reportado que cerca de 37% de la población, es decir, 2 900 millones de personas, nunca ha accedido al internet. La UNICEF sigue registrando aumentos en la pobreza y la desigualdad, y dos tercios de los niños en edad escolar del mundo no tienen internet disponible en sus casas.

Si bien el uso de la tecnología 5G tiene la intención de dar un salto de magnitud similar al que marcó el boom del internet hace veinte años, más allá de los supuestos, hay muchos obstáculos que superar. Hace falta infraestructura tecnológica no solo a nivel local y nacional, sino entre países, y, además de inversión pública y privada, políticas públicas que garanticen el uso ético en la obtención y el manejo de datos sensibles, así como atacar la brecha de desigualdad. Todo esto si se quiere evitar que esta tecnología distancie aún más a la sociedad en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

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La película 2001: odisea del espacio (1968), del director Stanley Kubrick, basada en los textos de Arthur C. Clarke, plantea un escenario futurista en el que una máquina inteligente, diseñada por el ser humano, procesa datos a una velocidad tan alta que permite analizar las necesidades de nuestra especie de una manera muy profunda y proponer soluciones de forma inmediata. Ese momento ya llegó y se llama 5G.

Cuando navegar por la web se hizo popular y accesible, alrededor del año 2000, es cierto que nuestras vidas cambiaron radicalmente. En aquellos días el internet funcionaba diferente, la gente se conectaba a través de la línea telefónica y el módem emitía una secuencia de sonidos monótonos, arrítmicos y agudos, que funcionaban como lenguaje para conectar la computadora, el módem y el teléfono de casa.

Puede que sea un sonido que recordamos con cierta nostalgia, pero en ese entonces descargar una foto tomaba de diez a veinte segundos, un tiempo que ni la persona más paciente esperaría hoy, cuando la velocidad de internet permite descargar todo el contenido de una página web en menos de tres segundos y muchas tareas cotidianas dependen de una conexión a internet: comunicarnos, desplazarnos, escuchar música, ver películas, inscribirnos a la escuela o pagar impuestos. Lo que se aproxima al final de esta década con la implementación de la quinta generación de internet —5G— representará un antes y un después en la era digital, aunque debemos analizar las muchas implicaciones que esto traerá y preguntarnos si algún día podremos todos gozar de sus beneficios.

La 5G plantea una velocidad de transferencia de datos inalámbrica diez veces más rápida que la actual. No habrá videollamadas congeladas ni videos pixelados. Una investigación titulada “Role of Internet of Health Things (IoHTs) and Innovative Internet of 5G Medical Robotic Things (IIo-5GMRTs) in covid-19 global health risk management and logistics planning”, publicada por la editorial Springer, analiza los alcances técnicos de la velocidad de la 5G y plantea que, al contar con la infraestructura adecuada, los hospitales podrán emplear robots para responder a emergencias, documentar información, analizar expedientes, diagnosticar y sugerir tratamientos y terapias, interpretar imágenes de radiología y mejorar los cuidados de los pacientes. Ya en el año 2019 en el Hospital Clínic, de Barcelona, Antonio de Lacy se convirtió en el primer cirujano digital cuando se conectó a la 5G y lideró a distancia a un equipo de médicos para extirpar tejido canceroso.

Durante la pandemia, el internet de alta velocidad permitió que el Gobierno de Hong Kong conociera la ubicación de las personas en cuarentena por medio de pulseras. En Pekín, robots supervisaron el uso de cubrebocas y la temperatura de hasta diez personas a la vez. Con tecnologías como esta, países como Italia, Estados Unidos y China desinfectaron hospitales; de nuevo en China, pero también en España, las autoridades vigilaron a la población para que cumpliera el distanciamiento social mediante la utilización de drones.

Una vez que esta tecnología se generalice, cualquier persona con acceso a un dispositivo inteligente podrá utilizarla, y las posibilidades son infinitas, pues permitirá la conexión de hasta cien dispositivos por metro cuadrado. Estos dispositivos estarán por todos lados: en las puertas, en las cámaras de seguridad, en el alumbrado de las calles, en semáforos y hasta. en el transporte público, que, por cierto, ya no necesitará conductores. Todo esto será de gran utilidad para tener una mejor planeación urbana y seguridad pública, reducir el número de viajes, aumentar el control de la contaminación ambiental y el uso eficiente de energía.

En México, la navegación de internet a alta velocidad se ha usado en servicios de emergencia a través de la Ultra Emergency Network, una red de respaldo que se activa temporalmente durante momentos críticos, como sismos y huracanes, para que las personas puedan pedir ayuda a servicios como el 911, aun en medio del caos. Claro que la disponibilidad de esta red depende de la cobertura y el número de antenas disponibles, que es como funciona en la actualidad. El país que más ha avanzado e invertido en esta tecnología es China: su Ministerio de Industria y Tecnología Informática registró 143 millones de estaciones base de 5G a finales de 2021, tras una inversión de casi treinta mil millones de dólares. Hoy ha llegado a casi quinientas ciudades. En nuestro país, una empresa del tamaño de América Móvil hizo una inversión de 1 800 millones de dólares en 2021 para lograr cobertura en dieciocho ciudades, lo que representa una diferencia abismal con China.

El lado oscuro

Si bien la 5G ha dado demostraciones deslumbrantes de los beneficios que puede traer a la sociedad, existen muchas preocupaciones sobre el almacenamiento y manejo de enormes cantidades de datos sensibles, un problema que existe desde hace tiempo, pero que con la llegada de esta tecnología se potenciará a una escala nunca vista. El FBI ha documentado los costos de los ciberataques, que crecen cada año en Estados Unidos, con tecnologías de internet previas, como la 4G. Según su informe “Reporte del crimen en internet”, de 2017, las pérdidas fueron de 2 700 millones de dólares, pero para 2021 la cifra rozó los siete mil millones. Una investigación del especialista en ciberseguridad Javier Alonso Lecuit, del Real Instituto Elcano, “Ciberseguridad, privacidad e interceptación legal en las redes 5G: una realidad poliédrica”, documentó las numerosas preocupaciones que existen en Europa, donde, a pesar de sus avances tecnológicos, hay deficiencias para vigilar la seguridad en esta nueva era, ante la imposibilidad de seguir el rastro de tal densidad de tráfico de datos, algo que se agudiza a medida que la 5G se expande y que supondrá un reto aún mayor para los países que no tienen un desarrollo tecnológico tan grande, como los de América Latina.

Un país como México produce aproximadamente un millón de toneladas de basura de compuestos electrónicos por año, según estimaciones de la United Nations University (UNU), en Bonn; la International Telecommunication Union (ITU), en Ginebra, y la International Solid Waste Association (ISWA), en Viena, y es inevitable proyectar que la llegada de esta quinta generación implica mayores desechos y una adquisición masiva de nuevos dispositivos.

La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas apuntó en el año 2000 que habría que atender la desigualdad antes de pensar que habrá beneficios a nivel global gracias a las tecnologías de la información. El inmenso reto está lejos de cumplirse. La ONU ha reportado que cerca de 37% de la población, es decir, 2 900 millones de personas, nunca ha accedido al internet. La UNICEF sigue registrando aumentos en la pobreza y la desigualdad, y dos tercios de los niños en edad escolar del mundo no tienen internet disponible en sus casas.

Si bien el uso de la tecnología 5G tiene la intención de dar un salto de magnitud similar al que marcó el boom del internet hace veinte años, más allá de los supuestos, hay muchos obstáculos que superar. Hace falta infraestructura tecnológica no solo a nivel local y nacional, sino entre países, y, además de inversión pública y privada, políticas públicas que garanticen el uso ético en la obtención y el manejo de datos sensibles, así como atacar la brecha de desigualdad. Todo esto si se quiere evitar que esta tecnología distancie aún más a la sociedad en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

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El carguero Cygnus, de Orbital Sciences Corporation; al fondo, la Península Ibérica, el Estrecho de Gibraltar y parte de África del Norte. NASA/Science Photo Library.

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Esta historia se publicó en la edición dedicada a "La revolución tecnológica".

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