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Para la directora Alondra de la Parra, la elección no solo tiene un impacto político sino también cultural que impulsa a superar las barreras de género. Este es un adelanto del libro <em>Presidenta</em>, publicado por Editorial Océano de México.
El próximo 2 de junio marcará un hito histórico para México, independientemente de quién resulte electa. Ese día, México va a elegir a su primera presidenta. Este evento no solo representa una transformación social, sino un paso firme hacia la igualdad de género y una redefinición de los roles tradicionales en la sociedad mexicana y latinoamericana.
Como directora de orquesta, durante los últimos veinte años me he enfrentado a la resistencia que existe al liderazgo de una mujer. El mundo de la música sinfónica, al igual que el de la política, ha sido tradicionalmente gobernado por hombres, y quizá por ello ciertos sectores nos ven como una amenaza al statu quo. Romper esos paradigmas significa un esfuerzo colectivo en el que trabajan muchas mujeres y —hay que decirlo— hombres también. Por eso el poder simbólico de que una mujer asuma estos papeles con visión, fuerza y preparación es doblemente importante.
El ámbito de las artes siempre se ha beneficiado de ampliar sus horizontes, de tener visiones nuevas y perspectivas distintas. La inclusión y la diversidad ayudan a crear un mundo mejor, un mundo menos opresor y homogéneo. La música se nutre de la otredad y por eso estoy convencida de que un mundo más diverso e incluyente es un mundo mejor, con más arte, más justicia, más libertad. No tengo duda de que en la política sucede lo mismo.
El hecho de que una mujer pueda asumir el puesto político más importante del país refleja una transformación profunda en la percepción de las capacidades y el liderazgo de las mujeres. Este logro rompe con estereotipos arraigados y desafía las barreras que históricamente han limitado la participación de las mujeres en las esferas públicas y artísticas. Es un recordatorio contundente de que el talento, la inteligencia y la capacidad de liderazgo no conocen género.
Te recomendamos leer: "Las pioneras de Fem".
La elección de la primera presidenta no sólo tiene implicaciones políticas, sino que también envía un poderoso mensaje a las generaciones presentes y futuras. Inspirará a niñas y jóvenes a perseguir sus sueños sin restricciones basadas en su género, demostrando que cualquier meta es alcanzable con dedicación, habilidad y determinación. Este acontecimiento histórico da esperanza para construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Cuando estoy en un escenario, mi rol es guiar la música por buen camino. Esto no es sencillo; para que haya música tiene que haber músicos, y para que un músico emita buena música debe tener confianza en sí mismo y en el liderazgo que lo va a conducir. Esto no siempre fue fácil. Pero lo que me motiva es que cuando es una mujer la que conduce, automáticamente genera un impacto en miles de mujeres que encuentran ímpetu en ello para lograr sus objetivos. Mi mejor reconocimiento es cuando una mujer joven me dice que la he inspirado. Pero la mayor gratificación será cuando el liderazgo de una mujer no sea sorprendente ni impactante, sino la cosa más normal del mundo.
La batuta es un privilegio, pero también una responsabilidad. Con esta celebración de progreso también viene la responsabilidad de abrir camino a más mujeres en la esfera política y en la cultural para abordar las cuestiones de género de manera efectiva.
En este momento histórico es crucial reflexionar sobre el camino recorrido y reconocer que aún hay desafíos por superar. La elección de la primera presidenta no debería ser vista como el fin de un viaje, sino como el inicio de una nueva etapa en la que la diversidad y la inclusión se consoliden como pilares fundamentales de la sociedad mexicana. La mujer con la batuta no solo debe encargarse de que la música fluya, sino de que haya condiciones para que siempre se encuentren más mujeres con batutas.
Este adelanto del libro Presidenta se publica con autorización de Editorial Océano de México.
Para la directora Alondra de la Parra, la elección no solo tiene un impacto político sino también cultural que impulsa a superar las barreras de género. Este es un adelanto del libro <em>Presidenta</em>, publicado por Editorial Océano de México.
El próximo 2 de junio marcará un hito histórico para México, independientemente de quién resulte electa. Ese día, México va a elegir a su primera presidenta. Este evento no solo representa una transformación social, sino un paso firme hacia la igualdad de género y una redefinición de los roles tradicionales en la sociedad mexicana y latinoamericana.
Como directora de orquesta, durante los últimos veinte años me he enfrentado a la resistencia que existe al liderazgo de una mujer. El mundo de la música sinfónica, al igual que el de la política, ha sido tradicionalmente gobernado por hombres, y quizá por ello ciertos sectores nos ven como una amenaza al statu quo. Romper esos paradigmas significa un esfuerzo colectivo en el que trabajan muchas mujeres y —hay que decirlo— hombres también. Por eso el poder simbólico de que una mujer asuma estos papeles con visión, fuerza y preparación es doblemente importante.
El ámbito de las artes siempre se ha beneficiado de ampliar sus horizontes, de tener visiones nuevas y perspectivas distintas. La inclusión y la diversidad ayudan a crear un mundo mejor, un mundo menos opresor y homogéneo. La música se nutre de la otredad y por eso estoy convencida de que un mundo más diverso e incluyente es un mundo mejor, con más arte, más justicia, más libertad. No tengo duda de que en la política sucede lo mismo.
El hecho de que una mujer pueda asumir el puesto político más importante del país refleja una transformación profunda en la percepción de las capacidades y el liderazgo de las mujeres. Este logro rompe con estereotipos arraigados y desafía las barreras que históricamente han limitado la participación de las mujeres en las esferas públicas y artísticas. Es un recordatorio contundente de que el talento, la inteligencia y la capacidad de liderazgo no conocen género.
Te recomendamos leer: "Las pioneras de Fem".
La elección de la primera presidenta no sólo tiene implicaciones políticas, sino que también envía un poderoso mensaje a las generaciones presentes y futuras. Inspirará a niñas y jóvenes a perseguir sus sueños sin restricciones basadas en su género, demostrando que cualquier meta es alcanzable con dedicación, habilidad y determinación. Este acontecimiento histórico da esperanza para construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Cuando estoy en un escenario, mi rol es guiar la música por buen camino. Esto no es sencillo; para que haya música tiene que haber músicos, y para que un músico emita buena música debe tener confianza en sí mismo y en el liderazgo que lo va a conducir. Esto no siempre fue fácil. Pero lo que me motiva es que cuando es una mujer la que conduce, automáticamente genera un impacto en miles de mujeres que encuentran ímpetu en ello para lograr sus objetivos. Mi mejor reconocimiento es cuando una mujer joven me dice que la he inspirado. Pero la mayor gratificación será cuando el liderazgo de una mujer no sea sorprendente ni impactante, sino la cosa más normal del mundo.
La batuta es un privilegio, pero también una responsabilidad. Con esta celebración de progreso también viene la responsabilidad de abrir camino a más mujeres en la esfera política y en la cultural para abordar las cuestiones de género de manera efectiva.
En este momento histórico es crucial reflexionar sobre el camino recorrido y reconocer que aún hay desafíos por superar. La elección de la primera presidenta no debería ser vista como el fin de un viaje, sino como el inicio de una nueva etapa en la que la diversidad y la inclusión se consoliden como pilares fundamentales de la sociedad mexicana. La mujer con la batuta no solo debe encargarse de que la música fluya, sino de que haya condiciones para que siempre se encuentren más mujeres con batutas.
Este adelanto del libro Presidenta se publica con autorización de Editorial Océano de México.
Para la directora Alondra de la Parra, la elección no solo tiene un impacto político sino también cultural que impulsa a superar las barreras de género. Este es un adelanto del libro <em>Presidenta</em>, publicado por Editorial Océano de México.
El próximo 2 de junio marcará un hito histórico para México, independientemente de quién resulte electa. Ese día, México va a elegir a su primera presidenta. Este evento no solo representa una transformación social, sino un paso firme hacia la igualdad de género y una redefinición de los roles tradicionales en la sociedad mexicana y latinoamericana.
Como directora de orquesta, durante los últimos veinte años me he enfrentado a la resistencia que existe al liderazgo de una mujer. El mundo de la música sinfónica, al igual que el de la política, ha sido tradicionalmente gobernado por hombres, y quizá por ello ciertos sectores nos ven como una amenaza al statu quo. Romper esos paradigmas significa un esfuerzo colectivo en el que trabajan muchas mujeres y —hay que decirlo— hombres también. Por eso el poder simbólico de que una mujer asuma estos papeles con visión, fuerza y preparación es doblemente importante.
El ámbito de las artes siempre se ha beneficiado de ampliar sus horizontes, de tener visiones nuevas y perspectivas distintas. La inclusión y la diversidad ayudan a crear un mundo mejor, un mundo menos opresor y homogéneo. La música se nutre de la otredad y por eso estoy convencida de que un mundo más diverso e incluyente es un mundo mejor, con más arte, más justicia, más libertad. No tengo duda de que en la política sucede lo mismo.
El hecho de que una mujer pueda asumir el puesto político más importante del país refleja una transformación profunda en la percepción de las capacidades y el liderazgo de las mujeres. Este logro rompe con estereotipos arraigados y desafía las barreras que históricamente han limitado la participación de las mujeres en las esferas públicas y artísticas. Es un recordatorio contundente de que el talento, la inteligencia y la capacidad de liderazgo no conocen género.
Te recomendamos leer: "Las pioneras de Fem".
La elección de la primera presidenta no sólo tiene implicaciones políticas, sino que también envía un poderoso mensaje a las generaciones presentes y futuras. Inspirará a niñas y jóvenes a perseguir sus sueños sin restricciones basadas en su género, demostrando que cualquier meta es alcanzable con dedicación, habilidad y determinación. Este acontecimiento histórico da esperanza para construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Cuando estoy en un escenario, mi rol es guiar la música por buen camino. Esto no es sencillo; para que haya música tiene que haber músicos, y para que un músico emita buena música debe tener confianza en sí mismo y en el liderazgo que lo va a conducir. Esto no siempre fue fácil. Pero lo que me motiva es que cuando es una mujer la que conduce, automáticamente genera un impacto en miles de mujeres que encuentran ímpetu en ello para lograr sus objetivos. Mi mejor reconocimiento es cuando una mujer joven me dice que la he inspirado. Pero la mayor gratificación será cuando el liderazgo de una mujer no sea sorprendente ni impactante, sino la cosa más normal del mundo.
La batuta es un privilegio, pero también una responsabilidad. Con esta celebración de progreso también viene la responsabilidad de abrir camino a más mujeres en la esfera política y en la cultural para abordar las cuestiones de género de manera efectiva.
En este momento histórico es crucial reflexionar sobre el camino recorrido y reconocer que aún hay desafíos por superar. La elección de la primera presidenta no debería ser vista como el fin de un viaje, sino como el inicio de una nueva etapa en la que la diversidad y la inclusión se consoliden como pilares fundamentales de la sociedad mexicana. La mujer con la batuta no solo debe encargarse de que la música fluya, sino de que haya condiciones para que siempre se encuentren más mujeres con batutas.
Este adelanto del libro Presidenta se publica con autorización de Editorial Océano de México.
Para la directora Alondra de la Parra, la elección no solo tiene un impacto político sino también cultural que impulsa a superar las barreras de género. Este es un adelanto del libro <em>Presidenta</em>, publicado por Editorial Océano de México.
El próximo 2 de junio marcará un hito histórico para México, independientemente de quién resulte electa. Ese día, México va a elegir a su primera presidenta. Este evento no solo representa una transformación social, sino un paso firme hacia la igualdad de género y una redefinición de los roles tradicionales en la sociedad mexicana y latinoamericana.
Como directora de orquesta, durante los últimos veinte años me he enfrentado a la resistencia que existe al liderazgo de una mujer. El mundo de la música sinfónica, al igual que el de la política, ha sido tradicionalmente gobernado por hombres, y quizá por ello ciertos sectores nos ven como una amenaza al statu quo. Romper esos paradigmas significa un esfuerzo colectivo en el que trabajan muchas mujeres y —hay que decirlo— hombres también. Por eso el poder simbólico de que una mujer asuma estos papeles con visión, fuerza y preparación es doblemente importante.
El ámbito de las artes siempre se ha beneficiado de ampliar sus horizontes, de tener visiones nuevas y perspectivas distintas. La inclusión y la diversidad ayudan a crear un mundo mejor, un mundo menos opresor y homogéneo. La música se nutre de la otredad y por eso estoy convencida de que un mundo más diverso e incluyente es un mundo mejor, con más arte, más justicia, más libertad. No tengo duda de que en la política sucede lo mismo.
El hecho de que una mujer pueda asumir el puesto político más importante del país refleja una transformación profunda en la percepción de las capacidades y el liderazgo de las mujeres. Este logro rompe con estereotipos arraigados y desafía las barreras que históricamente han limitado la participación de las mujeres en las esferas públicas y artísticas. Es un recordatorio contundente de que el talento, la inteligencia y la capacidad de liderazgo no conocen género.
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La elección de la primera presidenta no sólo tiene implicaciones políticas, sino que también envía un poderoso mensaje a las generaciones presentes y futuras. Inspirará a niñas y jóvenes a perseguir sus sueños sin restricciones basadas en su género, demostrando que cualquier meta es alcanzable con dedicación, habilidad y determinación. Este acontecimiento histórico da esperanza para construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Cuando estoy en un escenario, mi rol es guiar la música por buen camino. Esto no es sencillo; para que haya música tiene que haber músicos, y para que un músico emita buena música debe tener confianza en sí mismo y en el liderazgo que lo va a conducir. Esto no siempre fue fácil. Pero lo que me motiva es que cuando es una mujer la que conduce, automáticamente genera un impacto en miles de mujeres que encuentran ímpetu en ello para lograr sus objetivos. Mi mejor reconocimiento es cuando una mujer joven me dice que la he inspirado. Pero la mayor gratificación será cuando el liderazgo de una mujer no sea sorprendente ni impactante, sino la cosa más normal del mundo.
La batuta es un privilegio, pero también una responsabilidad. Con esta celebración de progreso también viene la responsabilidad de abrir camino a más mujeres en la esfera política y en la cultural para abordar las cuestiones de género de manera efectiva.
En este momento histórico es crucial reflexionar sobre el camino recorrido y reconocer que aún hay desafíos por superar. La elección de la primera presidenta no debería ser vista como el fin de un viaje, sino como el inicio de una nueva etapa en la que la diversidad y la inclusión se consoliden como pilares fundamentales de la sociedad mexicana. La mujer con la batuta no solo debe encargarse de que la música fluya, sino de que haya condiciones para que siempre se encuentren más mujeres con batutas.
Este adelanto del libro Presidenta se publica con autorización de Editorial Océano de México.
El próximo 2 de junio marcará un hito histórico para México, independientemente de quién resulte electa. Ese día, México va a elegir a su primera presidenta. Este evento no solo representa una transformación social, sino un paso firme hacia la igualdad de género y una redefinición de los roles tradicionales en la sociedad mexicana y latinoamericana.
Como directora de orquesta, durante los últimos veinte años me he enfrentado a la resistencia que existe al liderazgo de una mujer. El mundo de la música sinfónica, al igual que el de la política, ha sido tradicionalmente gobernado por hombres, y quizá por ello ciertos sectores nos ven como una amenaza al statu quo. Romper esos paradigmas significa un esfuerzo colectivo en el que trabajan muchas mujeres y —hay que decirlo— hombres también. Por eso el poder simbólico de que una mujer asuma estos papeles con visión, fuerza y preparación es doblemente importante.
El ámbito de las artes siempre se ha beneficiado de ampliar sus horizontes, de tener visiones nuevas y perspectivas distintas. La inclusión y la diversidad ayudan a crear un mundo mejor, un mundo menos opresor y homogéneo. La música se nutre de la otredad y por eso estoy convencida de que un mundo más diverso e incluyente es un mundo mejor, con más arte, más justicia, más libertad. No tengo duda de que en la política sucede lo mismo.
El hecho de que una mujer pueda asumir el puesto político más importante del país refleja una transformación profunda en la percepción de las capacidades y el liderazgo de las mujeres. Este logro rompe con estereotipos arraigados y desafía las barreras que históricamente han limitado la participación de las mujeres en las esferas públicas y artísticas. Es un recordatorio contundente de que el talento, la inteligencia y la capacidad de liderazgo no conocen género.
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La elección de la primera presidenta no sólo tiene implicaciones políticas, sino que también envía un poderoso mensaje a las generaciones presentes y futuras. Inspirará a niñas y jóvenes a perseguir sus sueños sin restricciones basadas en su género, demostrando que cualquier meta es alcanzable con dedicación, habilidad y determinación. Este acontecimiento histórico da esperanza para construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Cuando estoy en un escenario, mi rol es guiar la música por buen camino. Esto no es sencillo; para que haya música tiene que haber músicos, y para que un músico emita buena música debe tener confianza en sí mismo y en el liderazgo que lo va a conducir. Esto no siempre fue fácil. Pero lo que me motiva es que cuando es una mujer la que conduce, automáticamente genera un impacto en miles de mujeres que encuentran ímpetu en ello para lograr sus objetivos. Mi mejor reconocimiento es cuando una mujer joven me dice que la he inspirado. Pero la mayor gratificación será cuando el liderazgo de una mujer no sea sorprendente ni impactante, sino la cosa más normal del mundo.
La batuta es un privilegio, pero también una responsabilidad. Con esta celebración de progreso también viene la responsabilidad de abrir camino a más mujeres en la esfera política y en la cultural para abordar las cuestiones de género de manera efectiva.
En este momento histórico es crucial reflexionar sobre el camino recorrido y reconocer que aún hay desafíos por superar. La elección de la primera presidenta no debería ser vista como el fin de un viaje, sino como el inicio de una nueva etapa en la que la diversidad y la inclusión se consoliden como pilares fundamentales de la sociedad mexicana. La mujer con la batuta no solo debe encargarse de que la música fluya, sino de que haya condiciones para que siempre se encuentren más mujeres con batutas.
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