María Eugenia Sánchez pensaba que ella iba a ser fotógrafa. Desde chica veía con muchísimo interés, junto a casa de su abuela, a un joyero trabajar, pero jamás se imaginó que la vida la llevaría por un camino similar. Al acabar la preparatoria se fue a perseguir su carrera fotográfica a Italia, pero un curso de introducción a la joyería la tentó, cambiando el rumbo de su vida.
Cuando regresó ya sabía que eso era lo suyo, así que comenzó a trabajar en el taller del joyero Francisco Ortiz, en el sur de la Ciudad de México, en el cual estuvo durante siete años. En el 2006, Sánchez se inscribió a un curso de joyería de varias etapas, una de ellas, la de esmalte, fue en Tucson, Arizona, donde resulta que también es la vendimia de piedras, fósiles y minerales, más grande de todo América. Ahí encontró un nuevo camino en su vida, uno que enaltece la relación de las piedras con la pieza de joyería.
“Lo que yo intento hacer es resaltar la belleza natural de las piedras”, dice Sánchez en su taller y casa que se encuentra en la colonia Roma. En la planta baja hay tres cuartos dedicados a sus piezas: al entrar, a la derecha, está el cuarto de lijado y pulido, que es donde se le da mayor tratamiento a las piedras. Los otros dos, hasta el fondo y conectados por un patio, son donde se funde la plata, se trabaja y después se ensambla con las piedras.
Sus diseños, aunque son joyería mexicana, están inspirados por dos artistas interacionales: Bernd Munsteiner, es un diseñador alemán que inventó el llamado fantasy cut, que se destaca porque las gemas son tratadas como posibles esculturas, con propiedades ópticas que les dan diferentes expresiones. German Kabirski, ruso, es el otro artista del cual se ha inspirado, que tiende a hacer piezas progresistas y orgánicas, que no siguen las normas convencionales de la joyería, sino que más bien se lanzan a la experimentación de materiales como maderas o esqueletos animales.
María Eugenia Sánchez ha utilizado las piezas de estos dos grandes joyeros para poder llevar sus ideas, impulsadas por su entorno y anécdotas fantásticas de corte mitológico, a piezas de joyería mexicana que sean originales y resuenen con la identidad de su país.
Por ejemplo, su primera colección de la ahora consolidada marca María Eugenia, fue basada en la selección de 33 glifos mayas, para los cuales se hizo un estudio pictográfico para que todos los símbolos y materiales usados estuvieran en sintonía. Con ésta comenzó a experimentar con el uso de las piedras y también con sus cualidades. “Les pregunto a mis clientes qué es lo que necesitan, para enseñarles las cosas adecuadas. Por ejemplo, si están pasando por un proceso de duelo, la amatista es maravillosa”, explica la diseñadora.
Además tiene otras tres colecciones llamadas Enigma, que combina geometría sagrada y simbología con minerales y piedras preciosas; Eugenesia, colección basada en piedras y diseños únicos en los que se mantiene la gema lo más intacta posible para resaltar las características naturales del material; y Esplendor, que son las piezas que tienen diseños más tradicionales y representan la parte más lujosa de las piedras preciosas.
La diseñadora cuenta que todo cambió cuando asistió por primera vez a la feria de Tucson, “se me abrió otro panorama y descubrí que trabajar con piedras era muy especial”. Ahora crea piezas que cuentan una historia completa y que se involucran con la persona que las porta, que no son frías piedras, sino gemas que conectan con quien las usa.
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Piezas de joyería orgánicas y geométricas, con técnicas inusuales y grandes resultados.
María Eugenia Sánchez pensaba que ella iba a ser fotógrafa. Desde chica veía con muchísimo interés, junto a casa de su abuela, a un joyero trabajar, pero jamás se imaginó que la vida la llevaría por un camino similar. Al acabar la preparatoria se fue a perseguir su carrera fotográfica a Italia, pero un curso de introducción a la joyería la tentó, cambiando el rumbo de su vida.
Cuando regresó ya sabía que eso era lo suyo, así que comenzó a trabajar en el taller del joyero Francisco Ortiz, en el sur de la Ciudad de México, en el cual estuvo durante siete años. En el 2006, Sánchez se inscribió a un curso de joyería de varias etapas, una de ellas, la de esmalte, fue en Tucson, Arizona, donde resulta que también es la vendimia de piedras, fósiles y minerales, más grande de todo América. Ahí encontró un nuevo camino en su vida, uno que enaltece la relación de las piedras con la pieza de joyería.
“Lo que yo intento hacer es resaltar la belleza natural de las piedras”, dice Sánchez en su taller y casa que se encuentra en la colonia Roma. En la planta baja hay tres cuartos dedicados a sus piezas: al entrar, a la derecha, está el cuarto de lijado y pulido, que es donde se le da mayor tratamiento a las piedras. Los otros dos, hasta el fondo y conectados por un patio, son donde se funde la plata, se trabaja y después se ensambla con las piedras.
Sus diseños, aunque son joyería mexicana, están inspirados por dos artistas interacionales: Bernd Munsteiner, es un diseñador alemán que inventó el llamado fantasy cut, que se destaca porque las gemas son tratadas como posibles esculturas, con propiedades ópticas que les dan diferentes expresiones. German Kabirski, ruso, es el otro artista del cual se ha inspirado, que tiende a hacer piezas progresistas y orgánicas, que no siguen las normas convencionales de la joyería, sino que más bien se lanzan a la experimentación de materiales como maderas o esqueletos animales.
María Eugenia Sánchez ha utilizado las piezas de estos dos grandes joyeros para poder llevar sus ideas, impulsadas por su entorno y anécdotas fantásticas de corte mitológico, a piezas de joyería mexicana que sean originales y resuenen con la identidad de su país.
Por ejemplo, su primera colección de la ahora consolidada marca María Eugenia, fue basada en la selección de 33 glifos mayas, para los cuales se hizo un estudio pictográfico para que todos los símbolos y materiales usados estuvieran en sintonía. Con ésta comenzó a experimentar con el uso de las piedras y también con sus cualidades. “Les pregunto a mis clientes qué es lo que necesitan, para enseñarles las cosas adecuadas. Por ejemplo, si están pasando por un proceso de duelo, la amatista es maravillosa”, explica la diseñadora.
Además tiene otras tres colecciones llamadas Enigma, que combina geometría sagrada y simbología con minerales y piedras preciosas; Eugenesia, colección basada en piedras y diseños únicos en los que se mantiene la gema lo más intacta posible para resaltar las características naturales del material; y Esplendor, que son las piezas que tienen diseños más tradicionales y representan la parte más lujosa de las piedras preciosas.
La diseñadora cuenta que todo cambió cuando asistió por primera vez a la feria de Tucson, “se me abrió otro panorama y descubrí que trabajar con piedras era muy especial”. Ahora crea piezas que cuentan una historia completa y que se involucran con la persona que las porta, que no son frías piedras, sino gemas que conectan con quien las usa.
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Piezas de joyería orgánicas y geométricas, con técnicas inusuales y grandes resultados.
María Eugenia Sánchez pensaba que ella iba a ser fotógrafa. Desde chica veía con muchísimo interés, junto a casa de su abuela, a un joyero trabajar, pero jamás se imaginó que la vida la llevaría por un camino similar. Al acabar la preparatoria se fue a perseguir su carrera fotográfica a Italia, pero un curso de introducción a la joyería la tentó, cambiando el rumbo de su vida.
Cuando regresó ya sabía que eso era lo suyo, así que comenzó a trabajar en el taller del joyero Francisco Ortiz, en el sur de la Ciudad de México, en el cual estuvo durante siete años. En el 2006, Sánchez se inscribió a un curso de joyería de varias etapas, una de ellas, la de esmalte, fue en Tucson, Arizona, donde resulta que también es la vendimia de piedras, fósiles y minerales, más grande de todo América. Ahí encontró un nuevo camino en su vida, uno que enaltece la relación de las piedras con la pieza de joyería.
“Lo que yo intento hacer es resaltar la belleza natural de las piedras”, dice Sánchez en su taller y casa que se encuentra en la colonia Roma. En la planta baja hay tres cuartos dedicados a sus piezas: al entrar, a la derecha, está el cuarto de lijado y pulido, que es donde se le da mayor tratamiento a las piedras. Los otros dos, hasta el fondo y conectados por un patio, son donde se funde la plata, se trabaja y después se ensambla con las piedras.
Sus diseños, aunque son joyería mexicana, están inspirados por dos artistas interacionales: Bernd Munsteiner, es un diseñador alemán que inventó el llamado fantasy cut, que se destaca porque las gemas son tratadas como posibles esculturas, con propiedades ópticas que les dan diferentes expresiones. German Kabirski, ruso, es el otro artista del cual se ha inspirado, que tiende a hacer piezas progresistas y orgánicas, que no siguen las normas convencionales de la joyería, sino que más bien se lanzan a la experimentación de materiales como maderas o esqueletos animales.
María Eugenia Sánchez ha utilizado las piezas de estos dos grandes joyeros para poder llevar sus ideas, impulsadas por su entorno y anécdotas fantásticas de corte mitológico, a piezas de joyería mexicana que sean originales y resuenen con la identidad de su país.
Por ejemplo, su primera colección de la ahora consolidada marca María Eugenia, fue basada en la selección de 33 glifos mayas, para los cuales se hizo un estudio pictográfico para que todos los símbolos y materiales usados estuvieran en sintonía. Con ésta comenzó a experimentar con el uso de las piedras y también con sus cualidades. “Les pregunto a mis clientes qué es lo que necesitan, para enseñarles las cosas adecuadas. Por ejemplo, si están pasando por un proceso de duelo, la amatista es maravillosa”, explica la diseñadora.
Además tiene otras tres colecciones llamadas Enigma, que combina geometría sagrada y simbología con minerales y piedras preciosas; Eugenesia, colección basada en piedras y diseños únicos en los que se mantiene la gema lo más intacta posible para resaltar las características naturales del material; y Esplendor, que son las piezas que tienen diseños más tradicionales y representan la parte más lujosa de las piedras preciosas.
La diseñadora cuenta que todo cambió cuando asistió por primera vez a la feria de Tucson, “se me abrió otro panorama y descubrí que trabajar con piedras era muy especial”. Ahora crea piezas que cuentan una historia completa y que se involucran con la persona que las porta, que no son frías piedras, sino gemas que conectan con quien las usa.
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Piezas de joyería orgánicas y geométricas, con técnicas inusuales y grandes resultados.
María Eugenia Sánchez pensaba que ella iba a ser fotógrafa. Desde chica veía con muchísimo interés, junto a casa de su abuela, a un joyero trabajar, pero jamás se imaginó que la vida la llevaría por un camino similar. Al acabar la preparatoria se fue a perseguir su carrera fotográfica a Italia, pero un curso de introducción a la joyería la tentó, cambiando el rumbo de su vida.
Cuando regresó ya sabía que eso era lo suyo, así que comenzó a trabajar en el taller del joyero Francisco Ortiz, en el sur de la Ciudad de México, en el cual estuvo durante siete años. En el 2006, Sánchez se inscribió a un curso de joyería de varias etapas, una de ellas, la de esmalte, fue en Tucson, Arizona, donde resulta que también es la vendimia de piedras, fósiles y minerales, más grande de todo América. Ahí encontró un nuevo camino en su vida, uno que enaltece la relación de las piedras con la pieza de joyería.
“Lo que yo intento hacer es resaltar la belleza natural de las piedras”, dice Sánchez en su taller y casa que se encuentra en la colonia Roma. En la planta baja hay tres cuartos dedicados a sus piezas: al entrar, a la derecha, está el cuarto de lijado y pulido, que es donde se le da mayor tratamiento a las piedras. Los otros dos, hasta el fondo y conectados por un patio, son donde se funde la plata, se trabaja y después se ensambla con las piedras.
Sus diseños, aunque son joyería mexicana, están inspirados por dos artistas interacionales: Bernd Munsteiner, es un diseñador alemán que inventó el llamado fantasy cut, que se destaca porque las gemas son tratadas como posibles esculturas, con propiedades ópticas que les dan diferentes expresiones. German Kabirski, ruso, es el otro artista del cual se ha inspirado, que tiende a hacer piezas progresistas y orgánicas, que no siguen las normas convencionales de la joyería, sino que más bien se lanzan a la experimentación de materiales como maderas o esqueletos animales.
María Eugenia Sánchez ha utilizado las piezas de estos dos grandes joyeros para poder llevar sus ideas, impulsadas por su entorno y anécdotas fantásticas de corte mitológico, a piezas de joyería mexicana que sean originales y resuenen con la identidad de su país.
Por ejemplo, su primera colección de la ahora consolidada marca María Eugenia, fue basada en la selección de 33 glifos mayas, para los cuales se hizo un estudio pictográfico para que todos los símbolos y materiales usados estuvieran en sintonía. Con ésta comenzó a experimentar con el uso de las piedras y también con sus cualidades. “Les pregunto a mis clientes qué es lo que necesitan, para enseñarles las cosas adecuadas. Por ejemplo, si están pasando por un proceso de duelo, la amatista es maravillosa”, explica la diseñadora.
Además tiene otras tres colecciones llamadas Enigma, que combina geometría sagrada y simbología con minerales y piedras preciosas; Eugenesia, colección basada en piedras y diseños únicos en los que se mantiene la gema lo más intacta posible para resaltar las características naturales del material; y Esplendor, que son las piezas que tienen diseños más tradicionales y representan la parte más lujosa de las piedras preciosas.
La diseñadora cuenta que todo cambió cuando asistió por primera vez a la feria de Tucson, “se me abrió otro panorama y descubrí que trabajar con piedras era muy especial”. Ahora crea piezas que cuentan una historia completa y que se involucran con la persona que las porta, que no son frías piedras, sino gemas que conectan con quien las usa.
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Piezas de joyería orgánicas y geométricas, con técnicas inusuales y grandes resultados.
María Eugenia Sánchez pensaba que ella iba a ser fotógrafa. Desde chica veía con muchísimo interés, junto a casa de su abuela, a un joyero trabajar, pero jamás se imaginó que la vida la llevaría por un camino similar. Al acabar la preparatoria se fue a perseguir su carrera fotográfica a Italia, pero un curso de introducción a la joyería la tentó, cambiando el rumbo de su vida.
Cuando regresó ya sabía que eso era lo suyo, así que comenzó a trabajar en el taller del joyero Francisco Ortiz, en el sur de la Ciudad de México, en el cual estuvo durante siete años. En el 2006, Sánchez se inscribió a un curso de joyería de varias etapas, una de ellas, la de esmalte, fue en Tucson, Arizona, donde resulta que también es la vendimia de piedras, fósiles y minerales, más grande de todo América. Ahí encontró un nuevo camino en su vida, uno que enaltece la relación de las piedras con la pieza de joyería.
“Lo que yo intento hacer es resaltar la belleza natural de las piedras”, dice Sánchez en su taller y casa que se encuentra en la colonia Roma. En la planta baja hay tres cuartos dedicados a sus piezas: al entrar, a la derecha, está el cuarto de lijado y pulido, que es donde se le da mayor tratamiento a las piedras. Los otros dos, hasta el fondo y conectados por un patio, son donde se funde la plata, se trabaja y después se ensambla con las piedras.
Sus diseños, aunque son joyería mexicana, están inspirados por dos artistas interacionales: Bernd Munsteiner, es un diseñador alemán que inventó el llamado fantasy cut, que se destaca porque las gemas son tratadas como posibles esculturas, con propiedades ópticas que les dan diferentes expresiones. German Kabirski, ruso, es el otro artista del cual se ha inspirado, que tiende a hacer piezas progresistas y orgánicas, que no siguen las normas convencionales de la joyería, sino que más bien se lanzan a la experimentación de materiales como maderas o esqueletos animales.
María Eugenia Sánchez ha utilizado las piezas de estos dos grandes joyeros para poder llevar sus ideas, impulsadas por su entorno y anécdotas fantásticas de corte mitológico, a piezas de joyería mexicana que sean originales y resuenen con la identidad de su país.
Por ejemplo, su primera colección de la ahora consolidada marca María Eugenia, fue basada en la selección de 33 glifos mayas, para los cuales se hizo un estudio pictográfico para que todos los símbolos y materiales usados estuvieran en sintonía. Con ésta comenzó a experimentar con el uso de las piedras y también con sus cualidades. “Les pregunto a mis clientes qué es lo que necesitan, para enseñarles las cosas adecuadas. Por ejemplo, si están pasando por un proceso de duelo, la amatista es maravillosa”, explica la diseñadora.
Además tiene otras tres colecciones llamadas Enigma, que combina geometría sagrada y simbología con minerales y piedras preciosas; Eugenesia, colección basada en piedras y diseños únicos en los que se mantiene la gema lo más intacta posible para resaltar las características naturales del material; y Esplendor, que son las piezas que tienen diseños más tradicionales y representan la parte más lujosa de las piedras preciosas.
La diseñadora cuenta que todo cambió cuando asistió por primera vez a la feria de Tucson, “se me abrió otro panorama y descubrí que trabajar con piedras era muy especial”. Ahora crea piezas que cuentan una historia completa y que se involucran con la persona que las porta, que no son frías piedras, sino gemas que conectan con quien las usa.
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María Eugenia Sánchez pensaba que ella iba a ser fotógrafa. Desde chica veía con muchísimo interés, junto a casa de su abuela, a un joyero trabajar, pero jamás se imaginó que la vida la llevaría por un camino similar. Al acabar la preparatoria se fue a perseguir su carrera fotográfica a Italia, pero un curso de introducción a la joyería la tentó, cambiando el rumbo de su vida.
Cuando regresó ya sabía que eso era lo suyo, así que comenzó a trabajar en el taller del joyero Francisco Ortiz, en el sur de la Ciudad de México, en el cual estuvo durante siete años. En el 2006, Sánchez se inscribió a un curso de joyería de varias etapas, una de ellas, la de esmalte, fue en Tucson, Arizona, donde resulta que también es la vendimia de piedras, fósiles y minerales, más grande de todo América. Ahí encontró un nuevo camino en su vida, uno que enaltece la relación de las piedras con la pieza de joyería.
“Lo que yo intento hacer es resaltar la belleza natural de las piedras”, dice Sánchez en su taller y casa que se encuentra en la colonia Roma. En la planta baja hay tres cuartos dedicados a sus piezas: al entrar, a la derecha, está el cuarto de lijado y pulido, que es donde se le da mayor tratamiento a las piedras. Los otros dos, hasta el fondo y conectados por un patio, son donde se funde la plata, se trabaja y después se ensambla con las piedras.
Sus diseños, aunque son joyería mexicana, están inspirados por dos artistas interacionales: Bernd Munsteiner, es un diseñador alemán que inventó el llamado fantasy cut, que se destaca porque las gemas son tratadas como posibles esculturas, con propiedades ópticas que les dan diferentes expresiones. German Kabirski, ruso, es el otro artista del cual se ha inspirado, que tiende a hacer piezas progresistas y orgánicas, que no siguen las normas convencionales de la joyería, sino que más bien se lanzan a la experimentación de materiales como maderas o esqueletos animales.
María Eugenia Sánchez ha utilizado las piezas de estos dos grandes joyeros para poder llevar sus ideas, impulsadas por su entorno y anécdotas fantásticas de corte mitológico, a piezas de joyería mexicana que sean originales y resuenen con la identidad de su país.
Por ejemplo, su primera colección de la ahora consolidada marca María Eugenia, fue basada en la selección de 33 glifos mayas, para los cuales se hizo un estudio pictográfico para que todos los símbolos y materiales usados estuvieran en sintonía. Con ésta comenzó a experimentar con el uso de las piedras y también con sus cualidades. “Les pregunto a mis clientes qué es lo que necesitan, para enseñarles las cosas adecuadas. Por ejemplo, si están pasando por un proceso de duelo, la amatista es maravillosa”, explica la diseñadora.
Además tiene otras tres colecciones llamadas Enigma, que combina geometría sagrada y simbología con minerales y piedras preciosas; Eugenesia, colección basada en piedras y diseños únicos en los que se mantiene la gema lo más intacta posible para resaltar las características naturales del material; y Esplendor, que son las piezas que tienen diseños más tradicionales y representan la parte más lujosa de las piedras preciosas.
La diseñadora cuenta que todo cambió cuando asistió por primera vez a la feria de Tucson, “se me abrió otro panorama y descubrí que trabajar con piedras era muy especial”. Ahora crea piezas que cuentan una historia completa y que se involucran con la persona que las porta, que no son frías piedras, sino gemas que conectan con quien las usa.
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