Ha muerto el escritor chileno que nos enseñó que todo es poesía, menos la poesía. Fue Premio Cervantes en el 2011 y múltiples veces candidato al Premio Nobel.
«Es un hombre, pero podría ser otra cosa: una catástrofe, un rugido, el viento». Así inicia Leila Guerriero su perfil sobre el poeta más antipoeta. Y es verdad porque Nicanor Parra no fue un escritor convencional para la literatura en español, ni para ninguna otra. Fue una tormenta, un tsunami, un tornado, un terremoto.
Nicanor Parra fue una ruptura con el pasado lírico que no terminaba de irse a mediados del siglo XX. Su libro Poemas y antipoemas marca un antes y un después en la literatura iberoamericana. Abrió un boquete en la muralla de la poesía para que entraran las expresiones populares, los chistes, el humor, los albures, los refranes, la ironía, la publicidad y hasta los objetos de consumo cotidiano.
La idea de la antipoesía es el gran aporte de Parra a la literatura universal. El también físico sabía que la antimateria es tan importante como la materia misma. Heredero del antiarte dadaísta, el antipoeta alzó la voz y afiló las espadas contra la poesía clásica: enredada, endecasílaba, elitista y empolvada en los libreros. No dejó piedra sobre piedra.
Parra es tan importante como Pablo Neruda, pero es todo lo contrario. Si Neruda fue la síntesis del modernismo con la vanguardia, Nicanor Parra fue la vanguardia de la vanguardia. La rivalidad entre estos escritores es una metáfora de los polos de la literatura latinoamericana. Por un lado, el poeta laureado, inmiscuido en política y querido por las masas. En el otro, el antipoeta francotirador, un poco escondido para no errar los tiros con los que apuntaba a todo lo que oliera a inmovilidad.
Fue muy criticado por su silenciosa postura ante el golpe militar contra Salvador Allende. Parra continuó impartiendo cátedra de física tras la llegada de Pinochet al poder, pero su postura al respecto puede verse en algunos de sus artefactos: «Hasta cuando siguen fregando la cachimba / Yo no soy derechista ni izquierdista / Yo solamente rompo con todo», o el irónico «La izquierda y la derecha unidos, jamás serán vencidos».
No solo buscó que lo popular entrara en su propia obra. Fue él quien animó a su hermana Violeta Parra a que hiciera lo mismo en la música. Fue él un gran maestro para Roberto Bolaño, sus poemas y sus novelas. Fue él quien acuñó el término de la antitraducción, pues en esencia toda traducción es una reescritura del texto original. Y así fue que tradujo a William Shakespeare, muy contemporáneamente, muy parrianamente, muy antipoéticamente.
La obra de Nicanor Parra no se limita a los libros. Siempre experimentó con todos los lenguajes y formatos. Así, sus «artefactos poéticos» son experimentos que mezclan la poesía con el arte conceptual, la instalación con el epigrama. Ya en los cincuenta experimentó con el collage y el arte público con El Quebrantahuesos una especie de periódico mural que elaboró en colaboración con Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky.
El legado de Nicanor Parra tiene una vigencia tremenda en pleno siglo XXI. La cultura multimedia en la que nos encontramos es heredera directa de los experimentos parrianos. Hoy más que nunca vivimos en un mundo donde la poesía no debe encerrarse en los libros y en los sonetos. Parra nos enseñó que la poesía está en todas partes y que debe dejarse libre para poderla disfrutar. Gracias a Parra sabemos que todo es poesía, incluso la poesía.
*Fotografía Nicanor Parra: Biblioteca del Congreso Nacional, CC BY-3.0. Vía Wikimedia.
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