El siglo de Tin Tan. El legado de uno de los comediantes más queridos.

El siglo de Tin Tan

Germán Valdés «Tin Tan» se convirtió en uno de los cómicos más célebres del cine mexicano. Su fama nació en la radio fronteriza de Ciudad Juárez, pasó a los teatros de revista y llegó a la Ciudad de México cautivando con ese pachuco que mataba de risa en las salas de cine de los cuarenta. Era un artista completo: bailaba, cantaba y hacía comedia. Hablaba «spanglish» antes de que se concibiera el término.

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El cómico de bigote recortado a lo Clark Gable y peinadito de lado, de ojos verdes y carisma inigualable, llegó de Ciudad Juárez interpretando a ese pachuco desenfadado que hablaba «spanglish», mientras actuaba, bailaba y cantaba como nadie. Se llamaba Tin Tan. En el cartel publicitario de su película Calabacitas tiernas (¡ay qué bonitas piernas!) en el diario Novedades del 25 de febrero de 1949, rezaba la leyenda: «¡moderna, musical, incomparable! ¡la mejor y más graciosa interpretación del gran cómico Tin Tan!». Se estrenaba entonces en el cine Alameda, a cuatro pesos la entrada, al mismo tiempo que Salón México en el cine Orfeón, y El comisario en turno en su tercera semana en el Mariscala. En esta película, Tin Tan se hace pasar por un exitoso empresario que monta un espectáculo de teatro de revista, junto a un desfile de sensuales piernas que escandalizaron a los conservadores de la época. Él canta a dueto con la brasileña Rosina Pagá al ritmo de la samba, sigue hipnotizado el son cubano de Amalia Aguilar y, finalmente, vestido de traje y moño, baila un espectacular swing a cuadro con Rosita Quintana, quien interpreta a una sirvienta rezongona con acento de barrio, vestida con uniforme de mucama francesa y semejantes tacones de pulsera: a cada giro que le hace dar Tin Tan, su falda revela monumentales piernas.

—Ese brodito, ¿qué haciendo?—pregunta el dependiente de una tintorería que los mira.
—¡Aquí nomás, pastoreando un gallo!— responde el cómico.
—¡Olé, olé!

Eran los tiempos de una capital mexicana convertida en el centro de una boyante cinematografía, la época de oro del cine mexicano: del charro cantor, el truculento melodrama de jóvenes descarriados, mujeres de vida galante o campiranas devotas. Según Emilio García Riera en Historia documental del cine mexicano, en ese 1949 se estrenaron 108 películas nacionales, a un ritmo hoy inalcanzable, cuando cineastas como Ismael Rodríguez o Gilberto Martínez Solares muchas veces filmaban más de una cinta al mismo tiempo.

En ese mismo Novedades, se anunciaban los almacenes Salinas y Rocha, los electrodomésticos Kenmore con batidoras de tres velocidades, y las lavadoras Bendix que «se pagan por sí solas» y con las que «millones de amas de casa han quedado satisfechas». Anuncios dirigidos a ese público femenino que caía desbordado ante el encanto de este actor que hizo famosa la canción «Bonita» de Luis Alcaraz al cantársela al oído a Meche Barba, que sorprendió con esas muecas, gags inteligentísimos y voz melódica que lo llevaron de la radio a los teatros y, de ahí, al cine. Hoy posee el record de haber besado más mujeres en toda la historia del cine nacional. Trabajó con despampanantes y curvilíneas actrices que caían bajo el encanto de sus besos. Tin Tan era el pícaro de buen corazón que se metía en todo tipo de enredos, con una torpeza que fascinaba, donde el gesto, el lenguaje y el carisma eran sus principales armas.

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