A pesar de su voz, nadie imaginó que llegaría a convertirse en una leyenda. La mañana del 23 de julio era evidente, Amy Winehouse había cambiado la historia de la música. Recordamos la vida de la reina del soul a través de su música
Amy Winehouse baila con el cabello peinado como un panal, como lo usaban los grupos femeninos de inicio de los años 60, pero en ella luce enmarañado y cada tanto intenta arreglarlo con las manos. Winehouse baila con un vestido celeste, evidentemente grande para su figura de 1.59 de estatura y 38 kilogramos. Sin embargo, la estatura aumenta con ese peinado y un par de tacones igualmente altos. El vestido lo ha ceñido a su cuerpo con un cinturón negro.
La «nueva reina del Soul» baila, dando pequeños sorbos a un vaso de plástico, que le es llenado cada que termina de cantar una canción. A veces, mientras se mueve o toma el micrófono, tira el líquido sobre el escenario, donde sus coristas bailan Back to Black, uno de los éxitos del segundo y último álbum que grabó. Es 2007 y Amy Winehouse está ante uno de los conciertos más importantes de su carrera. Ninguna solista inglesa había rosado ese nivel de fama. Mucho menos una solista joven, blanca y judía que canta soul, un género con el Aretha Franklin conquistó al mundo, y que Winehouse y Mark Ronson mezclaron con pop y hip-hop.
En ese momento su severa adicción al alcohol y otras drogas estaban acabando con ella, y se burlaba de sí misma cantando “Rehab, no, no no”, mientras el público la coreaba, una frase que los tabloides usaron como titular cada que paseaba errática en las calles. Esa noche su audiencia se le entregó por completo cantando y aplaudiendo, ella parecía ignoralos. En uno de los palcos del auditorio O2 Shepherd’s Bush, en Londres, se encuentra Blake Fielder-Civil, su esposo, a quien le dedica la mayor parte de las miradas y las canciones. Cada tanto Amy eleva su vaso hacia el palco y se lo acaba en un trago. Ella pronuncia Blake solo con la mímica de sus labios y luego entona Some Unholy War. Aquella fue una de sus interpretaciones más memorables. Amy estaba ya atapada en un abismo.
Amy Winehouse nació en un barrio de clase media en Londres. A pesar de su voz, que comenzó a entrenar desde los seis años y de la guitarra que aprendió a tocar de manera autodidacta, nadie, ni sus amigos imaginaron que llegaría a convertirse en una leyenda. Su padre Mitch, taxista, y su madre Janis, una farmacéutica, le heredaron su amor por el jazz; tal vez porque su abuela paterna fue novia de Ronnie Scott, un legendario jazzista británico.
Hasta su adolescencia, se rodeó de otros géneros y grupos como TLC y Salt & Peppa, que la influenciaron a crear una banda de rap llamada Sweet N’ Sour, que no duró ni un año. Su manera de de cantar llamó la atención de Tyler James, un rapero y vocalista norteamericano que se convirtió instantáneamente en su amigo y que le ayudó a firmar un contrato con la disquera Island Records. Feliz, se mudó a vivir sola y ya sin sus padres, creyó que era libre al fin.
Frank (2003)
Entonces llegó Frank, su debut en el mundo discográfico, grabado en 2003. Mezcló jazz, pop, soul y hip-hop. Este álbum fue nominado a un Mercury Prize y a dos Brit Awards, a «Mejor solista» y a «Mejor disco urbano».
Las ventas de este álbum le hicieron ganar —además— dos reconocimientos de platino. Su éxito comenzó a llamar la atención de la prensa inglesa, que la siguió entre fiestas y conciertos. Mostrando una Amy que —a veces— no podía acabar un set completo por las cantidades de alcohol que tomaba. Durante este tiempo, también se presentó en estado inconveniente a algunos shows de televisión, algo que la persiguió hasta el final de su vida.
En 2006 conoció a Blake Civil, quien le presentó la heroína y el crack. Con Blake mantuvo una relación llena golpes y abusos que los tabloides ingleses aprovecharon para imprimir columnas y construir primeras planas. Meses después, por sugerencia de su manager y padre, Amy se internó en una clínica de rehabilitación. Mientras ella intentaba salir de sus problemas, Blake volvió con una de sus ex-novias.
El rompimiento amoroso de Amy y un aparente impulso de autodestrucción se convirtieron en su principal inspiración para escribir la mayor parte de las canciones de Back to Black.
Back to Black (2006)
En Back to Black desaparecieron las influencias musicales del jazz, pues uno de los productores le dijo que el género “era demasiado elitista para un público ávido de pop”, algo que repetía en entrevistas y durante la promoción del disco. Así que decidió componer su nueva música inspirada en el soul de los años 60, el beat del pop y pequeños trazos de R&B. Junto con el productor Mark Ronson creó un sonido que la crítica consideró fresco.
Cuando el disco debutó en Estados Unidos durante el verano de 2007, Amy Winehouse y Blake Fielder-Civil se reencontraron y se casaron. Los medios mostraron una Amy más delgada, aún más involucrada con las drogas, y con una vida personal que se caía a pedezos, Back to Black ganó ese año un récord por ser el segundo disco más vendido en la historia.
También en ese año tuvo su primera sobredosis. Ese fue el motivo principal por el que las autoridades le negaron la VISA que necesitaba para para presentarse en los premios Grammy de 2008. Sin embargo, asistió. Lo hizo vía satélite, enfundada en un vestido negro con una amplia falda y unos claveles rojos que le adornaban el cabello.
Esa noche, desde Londres y a más de 5 mil kilómetros del Staples Center de Los Ángeles donde se celebraron los premios, Amy Winehouse arrasó con los Grammy. Interpretó Rehab y Back to Black ante Beyoncé, visiblemente emocionada en la audiencia. Recibió cinco fonógrafos dorados incluyendo “Mejor nuevo artista”, “Grabación del año” y “Canción del año”,que le dedicó a sus padres y a Londres. Winehouse rompió un récord —que ahora le pertenece a Adele— «la artista femenina con más Grammy recibidos en una misma premiación».
Ese año —2008— le fue particularmente complicado. Las adicciones que amenazaban con acabar con su voz, le quitaron la oportunidad de cantar el tema principal de la película 007: Quantum of Solace, y tras varios problemas médicos y legales decidió disolver su matrimonio con Civil-Felder. Entre giras y conciertos masivos, se sumió en una depresión que la obligó a recluirse en su casa de tres pisos en Camden Town. Durante ese año el periódico The Sun lanzó una apuesta que invitaba a los lectores a «atinarle a la fecha de muerte de la cantante.»
Durante sus giras mostraba frustración por no alcanzar algunas notas y sobretodo cuando olvidaba las letras de sus canciones; eso generaba una tensión visible en su cara y en su banda, pues el público, convertido en una gran marea, parecía ahogarla en exigencias. Destruida y cansada Winehouse, llegó golpear a la audiencia lanzando cosas. Se retiró de la música por un tiempo prometiendo volver con un disco inspirado en el amor, un disco que nunca llegó. Se exilió por unos meses en una pequeña isla en el Caribe llamada Santa Lucía, donde espero recuperarse y volver como un ave fénix, pero antes de volver se consumió en su propio fuego.
Los siguientes años y en apariciones intermitentes en televisión o en auditorios, intentó apoyar la carrera de su ahijada Dionne Bromfield, firmándola en su propia disquera llamada Lioness. También había asistido y completado un programa de rehabilitación. Todo parecía mejorar. Su semblante era otro y a inicios de 2011 anunció su regreso, emocionado a muchos al grabar un dueto con Tony Bennet que se estrenó meses después de su muerte.
***
Amy Winehouse ya no baila. El público la abuchea. Son las 10 de la noche en Belgrado. Y Winehouse se mueve errática. Ya no la acompaña ningún vaso, pero está evidentemente bajo la influencia de algo. Se corre la voz entre los asistentes. Ella se frustra cuando intenta llegar a otra nota que ya no alcanza.
Ya no tiene el peinado que la convirtió en un icono, esta vez el cabello está hacia abajo con un mechón rubio que le tapa la cara. La mayor parte de las canciones ya no las canta, las frasea. Usa un vestido negro con rayas amarillas que la luz del escenario torna verdosas.
La tristeza es evidente. Lleva los ojos cargados de lágrimas que nunca terminan por convertirse en llanto. Amy encara a ese público que la ha devorado en revistas y en tabloides, mientras le exigen que cante como lo hacía en sus discos. Ella entona Some Unholy War desde un abismo aún más profundo. Sonríe, luego avienta el micrófono y evidentemente molesta, desaparece. Los asistentes piden un reembolso.
Un par de semanas después los mismos tabloides se preguntaron ¿Dónde estará Amy Winehouse? y la mañana del 23 de julio obtuvieron una respuesta. Amy Winehouse salió esa mañana de la casa que compró en Camden, el barrio que tanto amó, en una camilla cubierta con una sábana color vino para dirigirse a la eternidad. En este barrio y en esa calle, aún se reúnen los fanáticos que dejan flores y velas frente a la casa que ya habita alguien más. Los vecinos han pedido múltiples veces a los fanáticos dejar de hacerlo, pero los peregrinos siguen llegando. A unos pasos, cerca de un estacionamiento, le construyeron una estatua que cada cumpleaños o aniversario luctuoso recibe los mismos honores.
Lioness: Hidden Treasures (2011)
Después de su muerte, se publicó un disco —que generó mucha expectativa— con algunas canciones inéditas y covers que no tuvo tanto o ningún éxito. Ante ese escenario, la disquera decidió que los otros demos que se encontraban guardados debían desaparecer.
Un documental con su nombre y sobre su vida, dirigido por Asif Kapadia, ganó un premio Oscar «al Mejor documental» en 2016. La cinta acusó a los medios, a un público sediento de verla caer y hasta a su familia de su pronta desaparición.
¿Qué habría sido de Amy de no pertenecer al grupo de los 27?
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