La dimensión política del arte
La libertad de expresión fue cuestionada en la cuarta iteración de la Trienal de Aichi.
La Trienal de Aichi es un festival internacional de arte que se celebra desde 2010, en los parajes urbanos de la prefectura de Aichi-ken, región líder en la industria manufacturera de Japón. Las ciudades sede, Nagoya, uno de los mayores puertos mercantes, responsable del 70 por ciento del superávit del país, y Toyota, una ciudad principalmente automotriz con una gran población migrante compuesta por miles de obreros latinoamericanos, componen un escenario insospechado para celebrar una feria de arte contemporáneo. Sin embargo, las relaciones entre ambas ciudades, atravesadas por realidades disímiles, y el festival, atento a introducir al arte como una herramienta de integración social, hacen de la Trienal un campo de acción activo para repensar la función del arte en sociedad.
La cuarta iteración de la Trienal, dirigida por Daisuke Tsuda, periodista y activista de medios japonés, titulada «Taming Y/Our Passion» (情の時代) sugiere una aproximación al arte como política: un espacio para cuestionar los estatutos que rigen y, muchas veces, percuden la vida en sociedad. A Tsuda, quien ha escrito mucho sobre geopolítica en la era del internet y es un defensor feroz de la alfabetización mediática, le parece urgente recuperar la capacidad compasiva del arte para superar las pasiones individuales y afrontar el sensacionalismo informativo que polariza a las personas alrededor del mundo. En una sociedad donde el sentimiento de aversión a los refugiados e inmigrantes ha llegado a niveles sin precedentes y las voces xenófobas han emergido no solo en Japón, sino alrededor del mundo, perseguir este objetivo es apremiante.
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La curaduría de la Trienal, dirigida por IIDA Shihoko, reúne trabajos de vanguardia realizados por 80 artistas y colectivos artísticos internacionales que tienen la capacidad de avivar el carácter compasivo del arte y activarlo en una sociedad, en suma, dividida. Entre ellos destaca el trabajo de Pía Camil, Mónica Mayer, Tania Pérez Córdova, Dora García, Claudia Martínez Garay, Tania Bruguera y Javier Téllez, artistas latinoamericanos que, bajo la asistencia de Pedro Reyes, curador internacional invitado, se presentan en Aichi para tratar temas como la equidad de género y la migración, dos problemáticas que la sociedad japonesa se ha resistido a abordar.
Un ejemplo excepcional es El Tendedero (1978) de Mónica Mayer, una instalación icónica que, desde su primera exhibición, «77/78», en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, ha facilitado el diálogo entre las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual. La pieza, compuesta por papeletas rosas donde las personas denuncian los casos de acoso sexual de los que son o han sido víctimas, toma la forma de un tendedero, un objeto tradicionalmente femenino. En él las denuncias individuales de las mujeres se «tienden»sobre hilos y crean un diálogo comunitario que no solo hace evidente la envergadura del problema, sino que dirige los reflectores hacía un tema que, en sociedades como la japonesa y muchas otras, sigue siendo invisibilizado por ciudadanos, instituciones y medios de comunicación.
En Japón, a diferencia de Colombia, Estados Unidos y México, países en los que también se ha presentado esta pieza, la brecha que separa los dominios de lo privado y lo público es bastante más profunda. Por lo tanto, la instalación que muchas veces había sido activada en calles y plazas públicas, en esta ocasión se limitó al espacio institucional del museo y tuvo que garantizar un espacio restringido donde las personas pudieran denunciar sin ser vistas. Mayer, quien antes del montaje de la instalación sostuvo durante cinco días consecutivos un diálogo activo sobre feminismo con académicos, servidores públicos y activistas japoneses, explica la importancia de regionalizar el carácter de su obra: “Lo que se entiende por acoso en México, es muy distinto a lo que entienden en Japón. Cada comunidad ha nombrado y normalizado la violencia de distintas maneras. Por lo tanto, nosotros como artistas tenemos la responsabilidad de recurrir a estrategias de adaptación que permitan que nuestra obra responda a las condiciones del territorio que le es dado y aborde el problema de la manera más ética y responsable posible”.
Otro caso excepcional es el de La Fiesta de la artista guatemalteca Regina José Galindo. Para esta obra la artista trabajó directamente con la comunidad de inmigrantes brasileños que habitan el complejo residencial Kyuban-Danchi, un multifamiliar construido en la década de los 70 en las inmediaciones del puerto de Nagoya y junto al Río Hori, un canal históricamente mercante. En su pieza, Galindo organiza y documenta una fiesta latina que ella, días antes de la Trienal, organizó para los trabajadores que viven en el multifmiliar, los cuales durante muchos años e incluso durante generaciones han vivido desarraigados de sus tradiciones. La película, producto de la documentación del evento, presentada durante la Trienal en el Museo de Arte de la Prefectura de Aichi, nos hace reconsiderar los estereotipos y las identidades culturales, así como los valores de intercambio entre trabajo y cultura.
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Durante tres ediciones consecutivas, la Trienal de Aichi ha puesto sobre la mesa la discusión sobre la dimensión política del arte y le ha exigido a sus instigadores una rendición de cuentas. La edición de este año no ha sido la excepción, prueba de ello es la exposición: “After Freedom of Expression?”. Esta propuesta, quizás la más ambiciosa dentro de la Trienal, sigue el filón de un evento que se celebró en el Barrio Nerima de Tokio en 2015 y presenta una compilación de piezas artísticas que en los últimos cinco años han sido rechazadas y archivadas por las instituciones publicas de Japón por ser “demasiado controversiales” o responder a “motivaciones políticas”.
Entre las piezas expuestas se encuentra Statue of a Girl of Peace, una escultura creada por los artistas coreanos Kim Seo-kyung y Kim Eun-sung. La pieza representa a una mujer sentada en una silla, con un pájaro en el hombro y simboliza a una comfort women, mujeres, en su mayoría coreanas, que fueron forzadas a servir sexualmente a soldados del ejercito en prostíbulos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. La pieza, controversial en una época en que las tensión política entre Japón y Korea del Sur ha avivado, retoma un pasado histórico que los japoneses no han querido revisitar y se ha vuelto un tema sensible entre los nacionalistas, quienes niegan que las mujeres coreanas hayan sido forzadas a servir sexualmente durante la guerra.
El partido conservador, al cual pertenece el actual Primer Ministro de Japón Shinzo Abe, ha sido particularmente sensible al respecto. En 2017, cuando una las estatuas fue colocada frente al consulado japonés en Busan, el Primer Ministro retiró durante tres meses a su embajador en Corea del Sur a modo de protesta. Tan solo el año pasado, el alcalde de Osaka, Hirofumi Yoshimura, puso fin a la larga relación con San Francisco, ciudad hermana de Osaka, como un reclamo al monumento erigido en la ciudad conmemorando a las mujeres de Corea, China y Filipinas que fueron violentadas durante la guerra.
De igual manera, el pasado 2 de agosto, a tan solo un par de días de la inauguración de la Trienal de Aichi y luego de que el museo recibiera amenazas anónimas por correo electrónico, «Freedom of Expression?» fue clausurada por decreto del alcalde de la ciudad Takashi Kawamura, quien después de visitar la exposición alegó que Statue of a Girl of Peace era una pieza que «aplastaba los sentimientos de los ciudadanos japoneses».
Daisuke Tsuda en un comunicado de prensa publicado al día siguiente en la página oficial de la Trienal alegó: «Muy pocos asuntos en este mundo son blancos o negros, la mayoría se presentan en un tono de gris. Incluimos «Freedom of Expression?» en la Trienal con la esperanza de poder brindar una oportunidad para lidiar con estas áreas grises, sin embargo, la reacción ha sido desproporcionada. Solo puedo interpretar esta situación como una prueba de la división cada vez más profunda que aqueja a Japón, la cual parece haber provocado que la libertad de expresión en nuestro país diera un paso significativo hacia atrás».
Del 1ro de agosto a 14 de octubre de 2019
Prefectura de Aichi, Japón
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