Adiós a Isela Vega, adiós a Vicente Rojo – Gatopardo

Adiós Isela, adiós Vicente

Hace unos días fallecieron Isela Vega y Vicente Rojo. Como en el pasado, son nuestro dique contra una clase política que resultó ser igual a la otra, contra el cinismo, el nacionalismo ramplón, la invisibilización de las mujeres, el antintelectualismo.

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Primero Isela Vega, luego Vicente Rojo. En las dos últimas semanas, la vida pública en México se ha puesto de luto por la muerte de dos grandes héroes culturales. Aparentemente, tienen poco que ver. Ella fue una gran fuerza liberadora de las costumbres, una sonorense que tomó por los cuernos la representación de la mujer en la pantalla y la convirtió en comentario político. Él fue un inmigrante español con los ojos bien abiertos para la luz que la lluvia reflejaba en su nueva patria, artista disfrazado de diseñador gráfico que sacudió algunas convenciones estéticas y modernizó, desde cubiertas de libros hasta periódicos, de Cien años de Soledad hasta La Jornada, la forma en que se introdujeron las ideas políticas y sociales de una nueva generación. Ella era sensual y estridente; él, un señor con la cara de don Quijote.

Pero también tienen mucho en común. Ambos nacieron en los años treinta. Ella, en 1939; él, en 1932. En artes plásticas le llamaron a ésta la Generación de la Ruptura, que se refiere específicamente a la ruptura con la pintura mural y su sofocante nacionalismo. Aunque no fue un movimiento organizado, si se convirtió en una marca de identidad entre un conjunto de artistas que rompían con el pasado para explorar con las posibilidades de la abstracción, un movimiento internacional y cosmopolita (o de «ideas importadas», como dijo Díaz Ordaz del movimiento del ’68, o Andrés Manuel López Obrador del feminismo en 2021, pero a eso llegaremos más adelante).

En los sesenta, Vega y Rojo fueron también los jóvenes que estaban al frente de una revolución moral y política en contra del statu quo. Pensemos en el catálogo de intereses de Carlos Monsiváis (también nacido en esa década) para entender qué estaba en juego: la oposición entre «alta» y «baja» cultura (o el arribo de la cultura popular); el nuevo papel de las mujeres y una revisión de los estereotipos tradicionales, como el de la maternidad o la pureza virginal; una revisión del machismo y la masculinidad; una renovación de las ideas de izquierda, las grietas del autoritarismo priista y su ideología como una expresión cursi y chabacana; una exploración por medio del humor de lo que nos hace mexicanos y el aprecio por la cultura de masas de Estados Unidos.

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