El llamado a "no romantizar" a los pueblos indígenas

El llamado a «no romantizar» a los pueblos indígenas

El mito romántico del “indígena” se construyó sobre el del “buen salvaje”, el cual niega la posibilidad del mal, de la opresión y, en general, de la complejidad en el otro. El capitalismo y el patriarcado también precisan de narrativas que romantizan sus peores aspectos. Sin embargo, no se deben equiparar estas advertencias con el llamado a no romantizar a los pueblos indígenas.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Los sistemas de opresión necesitan crear la ilusión de que son medianamente soportables, necesitan de un universo narrativo que los justifique. Los sistemas de opresión echan mano de historias que disfracen sus terrores y minimicen sus efectos, necesitan narrativas que, de tan potentes, los muestre incluso como deseables e imprescindibles. La creación de ese mundo de historias es un elemento fundamental para el sostenimiento de los sistemas de opresión. Para el patriarcado, por ejemplo, la construcción del amor romántico como eje narrativo es un mecanismo que sostiene la opresión, que la naturaliza y esconde sus rigores. Sin las historias que romantizan los sistemas de opresión, éstos se develan desnudos y se arriesgan a que alguien señale que el traje del emperador es solo una ficción que los muestre decadentes y revele su verdadera naturaleza. Romantizar la opresión implica revestirla, implica idealizar un pequeño elemento positivo que servirá de caballo de Troya en el mundo de nuestros deseos, de modo que sus terribles efectos, que inevitablemente llegarán, sean narrados después como consecuencias de nuestras propias elecciones. Romantizar implica, en casos extremos, disfrazar la opresión con el ropaje del deseo, la inocula como elección personal por medio de un complejo entramado de relatos que nos son recreados una y otra vez.

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