«Quiero vivir del internet»: la era de los creadores de contenido
Ricardo Garza Lau
Fotografía de Emilio Espejel
Las plataformas digitales promovieron la idea de que todos tenemos algo valioso que decir, que podemos volvernos virales e influenciar a los demás. Con las recientes exigencias de Estados Unidos para que TikTok sea vendido, nos preguntamos ¿los influencers dejarán de existir? ¿Qué otras opciones tienen los creadores de contenido para seguir generando ingresos?
—Si tienes una reunioncita, mastúrbate antes, eso va a hacer que te veas bonita y que no te cojas a un pendejo.
—Esto no tiene nada que ver con la ciencia, pero a mí, la neta, me ayuda cabrón a no hacer pendejadas en las pedas. Yo, la neta, siempre me voy ya masturbada para no terminar riéndome de los chistes de un mirrey.
Este diálogo sincero se escucha en “Masturbación”, episodio del pódcast que conduce Pamela Caraveo (@olitadealtamar), junto con Andrea Cano (@unafantaporfa) y Fernanda de Orduña (@soyfurrr), y que es parte de la oferta de Spotify Studios: Niñas Bien.
Este es uno de los veinticinco pódcasts más escuchados en México, una charla de más o menos una hora entre tres amigas sobre temas relevantes para una audiencia joven. Las relaciones abiertas, vivir con roomies, pagar impuestos o el sexo real vs. el sexo en el porno son algunas de las cuestiones que abordan desde su perspectiva irreverente.
Todo empezó cuando Pamela Caraveo se graduó de la Universidad Autónoma de Chihuahua y concursó por una plaza como profesora del sistema público. Había estudiado Lengua Inglesa y las oportunidades laborales, para una carrera como la suya, eran escasas. Su examen fue destacado y obtuvo el empleo, pero le asignaron una secundaria en San Rafael, una comunidad de apenas dos mil habitantes entre las montañas del municipio de Urique, a cinco horas de Chihuahua capital. Era 2015, no había señal de televisión ni de celular o internet, así que impartía clases de inglés por la mañana y luego leía por las tardes o convivía con los demás profesores. El resto del pueblo se ocupaba en el aserradero. Aunque era común ver a sujetos armados en las calles, incluidos varios de sus estudiantes, Pamela nunca sintió peligro, pero sí el tedio de la vida diaria en un pueblito norteño a los veintitrés años.
“Como solo gastaba en comida, ahorré durante dos años y, con ese dinero, me vine en 2017 a la Ciudad de México. ‘Voy a buscar trabajo, a ver qué pasa’”, dice desde su departamento en la Narvarte, donde vive con una amiga y dos gatos cachorros que adoptó hace unos meses. Poco tiempo después de su mudanza a la capital, Pamela consiguió un puesto como community manager en una empresa que vendía cursos para el examen de admisión de la UNAM. “Fue una gran escuela, aprendí de todo. Como era para gente que estaba saliendo de la prepa, me sabía los chistes y podía llegarles por ahí”.
Ocho años atrás había creado su cuenta de Twitter: @olitadealtamar. Eligió este nombre por la obra favorita de su abuelo pintor, La gran ola de Kanagawa. Él le decía que parecía “una olita siempre en movimiento”, cada que la veía inquieta en su taller. Y también por la canción “Olita del altamar”, de Café Tacvba. Pamela entonces no redactaba tuits con frecuencia, solo compartía la música que le gustaba, hasta que a partir de 2014 comenzó a redactar chistes o frases provocativas que generaban muchos retuits.
“Simplemente no puedo creer que Kylie Jenner haya probado la verga antes que el cereal”, tuiteó el 20 de septiembre de 2018, después de que la modelo reconociera que acababa de comer cereal con leche por primera vez en su vida. El tuit recibió dieciocho mil “me gusta”. Otra razón que la hizo ganar seguidores fue que durante el terremoto compartió información para ayudar a personas damnificadas. “Y también porque me empecé a llevar con ‘tuitstars’; me comentaban, platicábamos, me retuiteaban, y así nos terminamos conociendo”.
Durante el confinamiento por pandemia trabajó como freelance, pero el encierro la aburría. Les sucedía lo mismo a sus amigas Fernanda y Andrea, a quienes también conoció por Twitter. Fernanda había dejado de grabar con otra amiga un pódcast que abordaba temas de interés para adolescentes y jóvenes y le propuso a Pamela que hicieran uno nuevo, Niñas Bien. Más adelante se incorporó Andrea. Esos primeros episodios fueron en realidad videollamadas grabadas con micrófonos conectados a sus computadoras, y editados por Fernanda en el tiempo que le quedaba libre después de trabajar.
Tan solo tres meses después del primer episodio, el content partnership lead de Spotify para Latinoamérica las contactó y les ofreció un contrato que negociaron durante medio año, porque había condiciones que no las convencían, hasta que llegaron a un acuerdo. Niñas Bien se difundiría exclusivamente en Spotify, recibirían una cantidad de dinero trimestral a cambio de publicar un episodio cada semana, y la compañía se encargaría de darles equipo profesional para que el pódcast se grabara con la mejor calidad.
Como Fernanda editaba el audio y Andrea diseñaba la imagen visual para las demás redes sociales que abrieron, Pamela se asesoró con contadores y se encargó de crear la empresa Niñas Bien Producciones Audiovisuales, de la que hoy en día son socias las tres. Ella se encarga de negociar con marcas que quieran anunciarse, de hacer cotizaciones y tarifarios, y cobrar. Y adaptó una de las tres habitaciones de su departamento como estudio: instaló una mesa, sillas, micrófonos, audífonos y una consola que Spotify les dio.
Aunque Niñas Bien escalaba posiciones en el listado de los más escuchados en Spotify, Pamela no estaba del todo convencida de poder subsistir solo de esto. Así que aceptó otro trabajo como community, pero esta vez en una agencia de publicidad que genera contenido en redes sociales para una compañía de entretenimiento en streaming. Un día habló con su amigo Ricardo Moreno (@rikymoreno) —uno de los fundadores de Máquina501, una productora que hace videos para canales de YouTube como El Pulso de la República, Jiots o Deportología— para contarle lo complicado que era sobrellevar una vida como empleada y creadora a la vez. Ella sentía que Niñas Bien tenía potencial para crecer en otras plataformas, como Instagram o Twitter, y que el pódcast podía ser atractivo para muchas marcas. Pero no tenía tiempo para enfocarse en ello. “Entonces él me dijo: ‘Si quieres de verdad ganar dinero de esto, tienes que dedicarte al 100%. Si tienes un trabajo de tiempo completo y le dedicas un ratito, no vas a generar mucho’”. Lo reflexionó un par de semanas, habló con más amigos y con su jefe, y finalmente se atrevió a renunciar al empleo.
“Me costó trabajo tomar la decisión porque me daba miedo, incertidumbre. Pero no me arrepiento, pude retomar mis clases de japonés, tengo tiempo de hacer muchas cosas. No sé si podría regresar a un trabajo formal porque ya me acostumbré”, dice Pamela.
A partir del crecimiento de audiencia de Niñas Bien, obtuvo más seguidores en su cuenta personal de Instagram, en la que le pedían seguido que hablara de anime, su mayor pasión. Pero Instagram no es el mejor lugar para capitalizar a una audiencia de nicho, porque las plataformas de Meta (de Mark Zuckerberg) no permiten a las personas monetizar por el contenido que suben. Así que creó su canal en Twitch, un servicio de streaming, y empezó a transmitir sola desde su departamento. Ahora es “afiliada”, lo cual significa que puede monetizar el canal por medio de suscripciones o propinas. “En mis streams hago diferentes cosas para ver qué le gusta a la audiencia. Lo principal es anime, pero también hago reacciones. A la gente le gusta verte reaccionar a cosas como La rosa de Guadalupe. Y hablo de temas random, por ejemplo, un día tuve ganas de hablar de depresión y estuve dos horas haciéndolo”, dice.
Pamela no está desarrollando contenido nunca visto, o abordando temas desconocidos; está atrayendo a personas que quieren interactuar con ella en tiempo real, conocer su punto de vista y conectar emocionalmente con sus experiencias porque les parece una persona pública afín, alguien que vale la pena escuchar frecuentemente porque tiene algo valioso que decir. El trabajo que Olita realiza forma parte de la creator economy (economía de creadores), “una tendencia, un movimiento que llama a que cualquier persona pueda vivir de su obra [bailar, sonreírle a la cámara, tomarse una selfie]”, dice Mauricio Cabrera, apasionado del tema, quien creó un newsletter y un canal de Telegram en el que comparte diario las novedades sobre esta industria y la de los medios de comunicación.
Según un artículo publicado en Forbes en 2021, esta economía tenía ya un valor de más de cien mil millones de dólares.1 Mauricio encuentra dos lecturas en este fenómeno: “La positiva es la desintermediación: hoy cualquiera puede tener una voz, construir su propia comunidad y transmitir un mensaje. Eso nunca se había dado. Y la otra, que me parece que está de fondo, es que en cierto modo esta es la gig economy, pero vestida de manera más atractiva”. Por gig economy se refiere a los trabajos esporádicos, que suelen durar poco y en los que no hay una relación formal con el empleador, como los que ofrecen las apps de transporte o reparto de comida.
En Instagram o Facebook los creadores tienen que hacer colaboraciones con marcas para obtener dinero, y luego las marcas suelen pautar estos contenidos para mejorar el alcance, así que las plataformas no pagan un solo peso a los creadores por los miles de millones de impresiones que monetizan con su contenido. YouTube, en cambio, sí paga a los creadores por cada anuncio visto en sus videos, pero la cantidad varía dependiendo del precio de subasta al que vendió ese anuncio; aunque ahora, al igual que Twitch y Twitter, permite el envío de propinas. TikTok, por su parte, lanzó Creator Next, un nuevo programa de monetización mediante regalos y propinas, entre otros, aunque por ahora solo está disponible en Estados Unidos y cinco países de Europa.
“Yo comparo a los creadores de contenido con los conductores de Uber. En ambos casos hay gente que hace algo para una plataforma, pero no trabaja oficialmente para ella. Hay un ecosistema en el que, si la primera base de conductores hace un muy buen trabajo, van a llegar más conductores porque va a crecer la demanda, pero la plataforma misma se encargará de generar la competencia. Si tú creas contenido que se muestra exitoso, ¿qué hace el algoritmo? Impulsar a otros, recomendar a otros, que paradójicamente hacen lo mismo que tú. Ese lugar, que no te da oficialmente empleo, te termina generando competencia, y con frecuencia te cambia las reglas a su conveniencia”, dice Mauricio.
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