El movimiento terraplanista en un mundo polarizado

Planeta horizontal: el terraplanismo en un mundo polarizado

Millones de personas en el mundo aseguran que la Tierra es plana, que no gira alrededor del Sol, que la humanidad ha vivido envuelta en un engaño histórico. Esto se habla y se discute en foros de internet, canales de YouTube y grupos cerrados de Facebook, en los que los creyentes han abierto sus propios espacios para generar lazos que culminan en convenciones internacionales. ¿Qué hay detrás de este movimiento que, a los ojos de expertos, es desinformativo, polarizador y narcisista?

Tiempo de lectura: 23 minutos

 

 

“Yo no te puedo mostrar la verdad, pero te puedo decir lo que es mentira. No te puedo demostrar que la Tierra es plana, pero sí que no es curva, porque la Tierra plana justo la estás viendo vos”.

No rota sobre su propio eje. No orbita alrededor del Sol. La Tierra en la que vivimos es plana. Lautaro Iru Fernando Landucci, mejor conocido como Iru Landucci, lo dice con vehemencia, mientras intenta explicar el engaño más grande de nuestra historia.

A sus 41 años, este hombre se ha posicionado como referente —no líder, él aclara— de la teoría terraplanista moderna de habla hispana. Es una noche de agosto de 2022, durante una videollamada que toma desde el departamento de unos colegas, los mellizos Barea, en Barcelona, España, en la víspera del III Encuentro Tierra Plana, por realizarse el 10 de septiembre de 2022 en una sala de cine, el cual tuvo un aforo de casi quinientas personas. Atrajo la atención de la prensa local, un evento que llamaba a la población a cuestionar “el modelo impuesto”. Poco después, en un encabezado, el diario español La Vanguardia publicó: “Negacionistas, antivacunas y conspiranoicos piden al mundo que despierte de su letargo”.

Niño inquieto, autodidacta desde los doce años, rebelde frente a cualquier principio de autoridad, Landucci se matriculó en la carrera de Bellas Artes en la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, pero abandonó la carrera dos años después porque le aburría y “lo retrasaba” de sus verdaderos intereses. Para retomar las riendas de su camino e independizarse, abrió un estudio de diseño y animación con un compañero de la infancia; entre sus primeros proyectos, hicieron publicidad para History Channel. Es el trabajo que en la actualidad le ayuda a mantenerse económicamente, junto con lo que obtiene como creador de contenidos en YouTube y las donaciones que recibe por parte de la comunidad terraplanista.

Este hombre que viaja con frecuencia entre Europa y América Latina para dictar conferencias sobre terraplanismo, que pisa escenarios de Estados Unidos, Reino Unido y España, siempre dudó de la veracidad de los viajes espaciales y de las diferentes misiones Apolo que marcaron el siglo XX.

“Me reía mucho con lo del viaje a la Luna. Si estás en el rubro de los efectos visuales, entendés un poco el truco del titiritero. Más allá de que hay cosas que están muy bien hechas, hay otras que son directamente indigeribles”, dice aludiendo a detalles como la bandera estadounidense que ondeaba en la superficie lunar y que se difundió en medios de comunicación, encumbrando a bombo y platillo la conquista del espacio. Landucci colaboraba en un programa de radio local en su país, que cerró por la crisis económica, en el que abordaba temas geopolíticos, como la teoría de la conspiración del Nuevo Orden Mundial, que afirma la existencia de un plan secreto diseñado con el fin de instaurar un gobierno único, burocrático y controlado por sectores elitistas y plutocráticos a nivel mundial.

Hasta 2015 comenzó a dudar de la forma del mundo que todos conocemos desde el colegio, el planeta esférico que gira sobre su propio eje, con dos polos en los extremos, uno arriba y otro abajo. Lo hizo después de leer un artículo de un personaje anónimo que decía ser ingeniero en Telecomunicaciones, quien ponía en duda la existencia de los satélites y concluía que vivíamos en una Tierra plana. “Nunca había dudado de su forma hasta que leí esa nota, que fue el cachetazo que me llevó a investigar y, cuando empecé a hacerlo, dije: ‘Aquí hay algo bueno, no es tan tonto como parece el tema’. No es ese terraplanismo de gente que llegaba al borde y se caía del mar y se lo comía una tortuga. Nada que ver, esa es una cuestión poética hecha para desinformar”, apunta en esta entrevista, en la que se desenvuelve con la seguridad de un hombre atractivo, acostumbrado a ser el centro de atención, desde un estudio que ha improvisado para recibir esta llamada.

“Pero el tema se fue complejizando, se fue poniendo cada día más técnico, tuve que hacer muchas consultas interdisciplinarias porque yo no soy físico ni ingeniero”. Landucci intercambió correos y llamadas con otros terraplanistas, como el arquitecto chileno Guillermo Wood, el sociólogo argentino Rafael Currao, el instructor de drones argentino Alejandro Tarsia y el piloto estadounidense Bob Knodel, presentador de Globebusters, uno de los programas más vistos sobre terraplanismo en inglés, en el que ahora Landucci también colabora.

Siete años después de leer aquella nota, el argentino ha conseguido gran popularidad dentro y fuera del internet, y está hoy a un clic de distancia de cualquier persona que busque en Google que la Tierra es plana. Esto es debido en gran medida al extenso volumen de contenidos que produce sobre terraplanismo y otras teorías de la conspiración. Pueden encontrarse en sus canales de YouTube: Nur Para Todos Media TV (103 000 suscriptores), Nur Para Todos Digital (81 100) o Nur para Todos News (12 600), así como en la página nurparatodos.com.ar, en la que además anuncia sus próximas presentaciones y recibe donaciones —que van de dos a cien dólares por consumir su contenido— para mantener un servidor de streaming propio (en nptmedia.tv) que, dice, creó para evitar la censura. Sus materiales también se han viralizado gracias a otros usuarios que los comparten en redes sociales y chats cerrados, y lo citan a la menor provocación.

“Siempre tuve esa capacidad de narrar, y hablar inglés e italiano me ayudó a traducir mucha información que ya existía, pero en español era casi nula. Después decidí trasladarlo a la nueva Alejandría, el YouTube, y como el tema era relativamente nuevo, empecé a acaparar un público que lo que buscaba era entender la geometría terrestre desde las matemáticas, la ciencia, y no desde la historia ni tampoco desde la religión”.

A diferencia de otras corrientes con las que diversos disidentes buscan defender la existencia de una Tierra  que es plana y que se extiende sobre un disco, con el polo norte al centro, rodeado de un muro de hielo de 45 metros de altura, que identifican como la Antártida, la visión de Landucci trata de reunir de manera “más holística”, dice, el contexto científico con el cultural y lo académico. Quizás ahí radica su fama virtual. “Nos vamos a la parte más empírica, en este caso, la observación de la Tierra. Lo que tenemos claro es que no se puede detectar ni la curvatura ni el giro. Y lo que estamos haciendo es volver a las preguntas que aquellos sabios se hicieron: ‘¿quiénes somos?’, ‘¿cómo llegamos aquí?’. El terraplanismo es una etiqueta que se puso livianamente, pero, en realidad, es una cosmología y cosmogonía, al igual que otros modelos, como el big bang”, dice.

El movimiento que asegura que la Tierra es plana. Ilustraciones de Jimena Estíbaliz sobre terraplanismo.

***

Flat Earth army”, dice la camiseta que viste un hombre en una playa. Mira a la cámara y pregunta: “¿Dónde estás ahora?”. La imagen se funde en negro y aparece una animación de la Tierra en su conocida forma esférica y, con voz en off, este mismo personaje relata:

“Crees que estás en un globo que gira a 1 600 kilómetros por hora; ese globo gira alrededor del Sol a 96 500 kilómetros por hora; ese sistema solar se mueve de lado a lado por toda la galaxia a 804 000 kilómetros por hora, y esa galaxia se mueve por todo el universo a millones de kilómetros por hora, y tú no lo sientes. Pero, en realidad, estás en un planetario gigante, un terrario, un estudio de sonido, un estudio de Hollywood que es tan grande que tú, como todas las personas que conoces y conocerás, jamás lo han descifrado”.

La animación termina tomando la forma de una planicie cubierta por una cúpula transparente, para luego darle lugar a un video de la NASA, en el que un narrador describe cómo la curvatura de la Tierra es “claramente visible”.

Esta secuencia ocurre al inicio del documental Behind the curve (2018), y el personaje en cuestión es el estadounidense Mark Sargent, uno de los principales defensores y reclutadores de la teoría terraplanista. Durante una hora y media, el director Daniel J. Clark muestra a representantes del movimiento desde la cotidianidad, mientras explican sus ideas y realizan algunos experimentos para demostrar que la Tierra es plana. Behind the curve presenta clips de la Flat Earth International Conference de 2017, celebrada en Raleigh, Carolina del Norte, Estados Unidos, que atrajo a cientos de asistentes y la cobertura de medios internacionales como BBC News, The Guardian, The Economist y Europa Press.

El evento fue organizado por Kryptoz Media y otras plataformas fundamentalistas cristianas, como el Instituto de Cosmología de la Creación. Landucci fue el único invitado de habla hispana y asegura que tanto el documental como el encuentro en Carolina del Norte lo ayudaron a posicionarse. “Estuve en Raleigh, y ahí se filmó el famoso documental de Netflix. Aparezco varias veces, pero no como entrevistado, porque mi inglés no es perfecto y no me quisieron subtitular”, contó en una entrevista para Vice.

Landucci va subiendo varios decibeles el tono de voz. Se indigna de lo que él mismo relata: la historia del descubrimiento de la esfericidad del planeta y su posición respecto al Sol, y advierte que el movimiento sobre su propio eje es una narración errónea y subjetiva creada por la orden jesuita, cuya educación ha formado hombres para “gobernar a otros hombres”.

“¡Al público común se le educa para ser servil y producir en masa, para ser un eslabón dentro de una cadena de producción! ¡Y hay otro grupo muy reducido que accede [al grupo dominante] a través no solo de cuestiones económicas, sino también de ciertos privilegios, que va a estar educado para controlar al resto!”, dice.

A Landucci es difícil aterrizarlo: no logra contestar lo que se le pregunta, elige lo que quiere decir, a quién quiere nombrar. Es casi imposible intervenir, así que, por un rato, prefiero dejarlo hablar.

“Según una nota del diario español El País, Galileo pertenecía a la Iglesia. El único que acusó a Galileo de ser hereje fue el cardenal Belarmino [que dirigió el proceso inquisitorial en 1633], pero como estaba protegido por la curia jesuita, no solo no le pasó nada, sino que le financiaron las investigaciones. Hasta la teoría del big bang está creada por un sacerdote belga llamado Georges Lemaître en 1927”, subraya, molesto.

La nota de la que habla, “La Iglesia rehabilita a Galileo y absuelve a la Inquisición, que actuó ‘erróneamente’ contra él”, se publicó en octubre de 1992 y relata la revisión del papa Juan Pablo II a los archivos de la condena de 1633 contra el matemático italiano por sostener que la Tierra giraba alrededor del Sol, y no al contrario. “El doloroso malentendido (entre ciencia y fe) pertenece ya al pasado”, dice el texto de Peru Egurbide, aunque nada dice sobre el financiamiento al que hace mención Landucci.

“Yo siempre he cuestionado el poder institucionalizado desde la Iglesia y me estoy encontrando que mi cosmovisión, quién soy yo respecto al cosmos, me la está dando esa misma Iglesia, que, por un lado, me vende a Jesús como un ser encarnado, y, por el otro lado, me vende un modelo como el heliocentrismo [el Sol como centro del universo], que es lo mismo, es darle la vuelta a esa imagen, ese culto solar que ellos personifican bajo Jesús, y ahora desde la ciencia, mostrándote esta idea de que vos le estás dando la vuelta al Sol”.

Hemos llegado a un punto crucial de la conversación. Le pido que explique en qué se basa para decir que la Tierra es plana. Pero decide, en cambio, contarme por qué duda de la traslación de la Tierra: “La ciencia, con todo su financiamiento, sus conflictos de interés, no puede demostrar que la Tierra gira alrededor del Sol”.

Landucci no cree en la veracidad de ninguna imagen tomada en el espacio. Asegura que el error del método científico consiste en que, si los fenómenos solo se pueden confirmar con la observación, que se puedan ver con los ojos, decir que la Tierra gira alrededor del Sol es una “intuición” o “deducción” que no se puede constatar. Este principio —de que solo lo que ve el ser humano es comprobable, sin importar que nuestra perspectiva está limitada por nuestra propia escala y cercanía, dirá Diego Vera, biólogo e ingeniero biomédico, entrevistado para esta nota— es la principal premisa que defienden el terraplanismo y con la cual ponen en duda los descubrimientos científicos de personajes como Eratóstenes, Copérnico, Aristóteles, Kepler, Newton o Einstein, cuyos aportes consolidaron las bases de ciencias como la geografía, la astronomía y la física.

La incredulidad reaparece frente a fenómenos naturales como la gravedad, incluso ante la veracidad de las imágenes que ofrece el telescopio espacial Hubble, puesto en órbita en 1990 en un proyecto conjunto de la NASA y la Agencia Espacial Europea.

“Nadie puede demostrar que la mecánica de fluidos [rama de la física que estudia el movimiento de los líquidos] haga que el agua se curve. Nadie ha detectado el movimiento de la Tierra. Las cámaras de altitud a cuarenta kilómetros de altura, con globos aerostáticos, muestran que el horizonte es recto. También se ven objetos que deberían estar ocultos detrás de esa supuesta curva. La objetividad solo puede venir del verdadero juez, que es la naturaleza misma”, sostiene Landucci.

Y cita experimentos que ha utilizado la ciencia misma, los detalla para rebatirlos, como el péndulo de Foucault (que demuestra la rotación de la Tierra), el efecto Sagnac (también asociado al movimiento de rotación), el trabajo de Eratóstenes (para calcular la circunferencia terrestre) y la teoría cuántica de Max Planck (con la que descubrió que la energía no es un continuo, sino que puede dividirse en pequeñas unidades). Por su boca pasan palabras como “giroscopio”, “luz”, “onda”, “vacío”, “relatividad”, “campo magnético”, “atracción de masas”. De la misma manera, suelta una larga lista de nombres de inventores y científicos como Tesla, Edison, Miller y Hawking, dando por hecho que los conozco. Dice que todos estos, en realidad, son “delirios metafísicos, para tratar de emparchar algo que es obvio y evidente”, que la Tierra no rota, que la Tierra es plana, y con ello se nos cae todo un castillo de naipes.

“La Tierra es un sistema cerrado. Tiene presión atmosférica, la cual no podría ocurrir en un sistema abierto, según su postura, y en el que entran y salen cohetes todos los días rompiendo el equilibrio térmico”, dice. Y aunque no duda de la existencia de las estrellas, sí cuestiona las imágenes del espacio tomadas por los astronautas.

“Cualquiera sobre la faz de esta Tierra puede agarrar un telescopio, una cámara de fotos, dispositivos infrarrojos, observar el cielo, ver galaxias y miles de estrellas. El problema es que cuando tú te elevas por encima de las capas atmosféricas bajas, es decir, cuando pasas los cincuenta kilómetros de altura, literalmente el cielo se vuelve completamente negro”. Dice que todo el que ha viajado al espacio, hasta el día de hoy, se sorprende de que, una vez arriba, todo está negro. “¡Cómo les vamos a creer si no podés siquiera ver las estrellas en el espacio exterior, donde deberían verse mejor que nunca, y todos los astronautas se contradicen!”.

Y cita las palabras que William Shatner, actor de Star Trek, dijo a los medios después de descender del espacio, en un viaje que realizó el 13 de octubre de 2021, en la segunda misión tripulada de Blue Origin, la empresa de transporte aeroespacial de Jeff Bezos: “Yo pensé que iba a ver el universo y las estrellas, y está todo negro como si fuese la muerte”.

El movimiento que asegura que la Tierra es plana. Ilustraciones de Jimena Estíbaliz sobre terraplanismo.

***

Mencionar la palabra “terraplanismo” en (casi) cualquier grupo social genera reacciones inmediatas, por lo general, de burla y rechazo, y una apremiante necesidad de compartir argumentos para demostrar que es una teoría “delirante”, “de locos”.

La urgencia por desmentir esta visión sobre la forma del planeta que habitamos también se manifiesta en internet. Basta con escribir la palabra “terraplanismo” en el buscador para encontrar ligas de videos y notas con titulares como “Terraplanistas: las personas tras las teorías que desprecian 2 500 años de ciencia”, “Cómo discutir con un terraplanista (y ganar)”, “¿Cómo convencer a un terraplanista de que la Tierra es esférica?”, “Nunca convencerá a un terraplanista”, “¿Por qué el terraplanismo es un movimiento desinformante?”.

Con el propósito de dejar de lado estos y mis propios prejuicios, decidí infiltrarme a dos grupos cerrados de Facebook —Terraplanistas Latinoamérica (22 100 miembros) y Terraplanistas México (3 300 miembros)—, haciéndome pasar por una de ellos para indagar lo que, según Natalia Pérez Vilar, doctora en Ciencias Sociales, maestra en Teoría Psicoanalítica e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, se comporta como un fenómeno de masas: “Los integrantes se identifican y colocan en un mismo sitio una idea, que propicia una fuerte cohesión y un sentido de pertenencia que es difícil de romper y que, en la actualidad, se potencializa y hace más visible a causa de las plataformas digitales”.

Para ser admitida, el administrador lanza una serie de preguntas sobre mi interés por el tema y mi concepción sobre la forma de la Tierra. También pide que me comprometa a respetar las ideas que se comparten y las del resto de los miembros. El acceso llega una semana y media después. La mayoría de los participantes que interactúan son hombres, muchos de ellos con fuertes convicciones religiosas, otros que defienden el terraplanismo y son escépticos con la ciencia. También están los “falsos terraplanistas”, que suelen tomar un rol de polarizadores de la conversación.

Durante dos meses vi pasar, por los timelines privados, imágenes de la NASA acompañadas de las palabras “fraude”, “engaño”, “manipulación”. Muchas fotos de horizontes, noticias sobre viajes espaciales y astronautas con emoticones de risas. La imagen del hombre en la Luna ridiculizado, videos explicativos con títulos como “La Tierra no se mueve”, “Explorando la Antártica detrás del muro del hielo” o “La luz en un sistema cerrado”, y muchos memes burlándose de los fenómenos naturales, como uno en el que se ve una mano sirviendo una cerveza al revés con la frase “Mientras tanto, en una playa de Australia”. Además, muchas fotografías de hombres y mujeres reunidos haciendo la “terraplaniseñal”: una mano extendida de manera horizontal.

En estos grupos hay lugar para dar voz a todo tipo de idiosincrasias. De vez en cuando alguien plantea alguna duda para refutar a los que llaman “terraglobistas” o “terraglobos”, así que lancé una pregunta en el grupo latinoamericano para provocar interacción: “¿Por qué a los grupos de poder les interesa que creamos que la Tierra es esférica?”. Tuvo 72 reacciones y 57 comentarios.

La disparidad reinó en las respuestas: “Ridiculizar el conocimiento antiguo y la religión”, “Por el control de las masas y los recursos del planeta”, “Son cautivos de Satanás”, “Por el negocio que representan las agencias espaciales”, “Porque se vendría abajo la teoría de evolución del hombre”, “Es más sencillo tenerte en una prisión mental”, “Para que consumas y obedezcas”, “Para alejarnos de Dios”, “Llámame cuando curves”.

Teresa Rodríguez de la Vega, socióloga y doctora en Filosofía de la Ciencia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dice que el caldo de cultivo de las teorías conspirativas, entre ellas el terraplanismo, es la ausencia de los metarrelatos que organizan y explican los conocimientos y experiencias que dotan de significado a la vida. El terraplanismo como fenómeno es resultado de un proyecto de modernidad que no consiguió suplir el sentido que proporcionaba la hegemonía del relato religioso. “Cuando el mundo se desencanta y no se guía por lo divino, nos quedamos en el aquí y en el ahora, sin relatos que den sentido a la existencia, al de dónde venimos, quiénes somos, adónde vamos”, dice en entrevista. Se creyó que esta narración religiosa podía ser sustituida por la ciencia, “pero no logró este cometido”.

Desde la psicología social, Pérez Vilar asegura que, aunque el terraplanismo, como otras teorías conspirativas, pareciera que busca crear pertenencia social, no produce un lazo colectivo real. “Me parece un movimiento altamente disgregante, narcisista e individualista, porque hay una exclusión radical. La cohesión y la pertenencia se articulan por el sostenimiento de una diferencia que es insalvable con los que no pertenecen [a él]. O crees que la Tierra es plana o no. No hay puntos medios. Esta lógica de polarización se está desarrollando en el mundo desde muchos planos”, dice. Para ella, la verdadera cohesión social se crea con lazos y encuentros colectivos desde lugares que propongan la solidaridad y la empatía, ya que asegura que uno de los factores más importantes detrás de las teorías de la conspiración “es la necesidad de llenar un vacío generado por un sistema que está apostando a la vacuidad de sentido, lo que propicia una búsqueda por significar la propia realidad, un anclaje, desde lugares diversos”. Como resultado tenemos un discurso que los expertos colocan en la llamada era de la posverdad.

El movimiento que asegura que la Tierra es plana. Ilustraciones de Jimena Estibaliz sobre terraplanismo.

***

Para ahondar en el debate terraplanista fue necesario acercarse a la geografía, la astronomía, la física, la historia. El relato científico dice que el concepto de la Tierra esférica era una especulación filosófica hasta el siglo III a. C., cuando la astronomía helenística estableció como un hecho la esfericidad, gracias a la medición empírica que hizo Eratóstenes, con la que desplazó premisas que consideraban que el planeta era una planicie infinita, las cuales estaban basadas en conceptos religiosos o mitológicos, un disco plano que flotaba en el océano, rodeado por un cielo esférico.

“Eratóstenes lo que hizo fue calcular el radio de la Tierra con gran precisión. Él vivía en Egipto y notó que, en el solsticio de verano [la máxima inclinación del eje de la Tierra hacia el Sol], el Sol provocaba sombra en objetos situados verticalmente en la ciudad de Siena, pero no en su ciudad de residencia, Alejandría [a unos ochocientos kilómetros de distancia]”, explica, desde el lado de la ciencia, Mercedes Sánchez, geógrafa por la UNAM.

Este fenómeno llevó a Eratóstenes a la hipótesis de que la superficie terrestre era curva y, conociendo la longitud de la sombra, pudo calcular el radio de esa curvatura y la circunferencia del planeta en cuarenta mil kilómetros. La cifra oficial es de 40 075. Siglos después, el interés por las exploraciones condujo a Cristóbal Colón a navegar al poniente con la propuesta de llegar a “las Indias”, lo que le permitió desembarcar en América. “Colón ya sabía que la Tierra era redonda. Solo que pensaba que era un cuarto más pequeña de lo que es en realidad”, dice Julieta Fierro, física, astrónoma y divulgadora científica de la UNAM.

Casi treinta años más tarde, relata Genaro Cavestany en El centenario de Magallanes en Sanlúcar de Barrameda (Forgotten Books, 2018), Fernando de Magallanes partió de Sevilla, España, intentando circunnavegar el mundo. Durante ese viaje descubrió el paso entre el Atlántico y el Pacífico, por el estrecho que ahora lleva su nombre, pero no consiguió la hazaña de dar la vuelta. La expedición, comandada por Juan Sebastián Elcano tras la muerte de Magallanes, lograría en 1522 concretar la primera circunnavegación del planeta, asentando, de manera empírica, la teoría de que la Tierra es redonda, ya que, navegando siempre en la misma dirección, se había llegado al punto de partida.

La evolución del conocimiento científico demostró, más tarde, que la forma precisa no es una esfera perfecta, sino más bien un esferoide oblato, achatado por los polos. “Cuando realmente el humano pudo ver la redondez de la Tierra fue hasta los primeros astronautas que viajaron a la Luna [Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins, en 1969] y las primeras sondas espaciales [Sputnik 1, 1957]. En la actualidad tenemos la estación espacial, que saca imágenes de la Tierra conforme da vueltas, lo que nos da la información para los mapas que utilizamos hoy de referencia”, dice la astrónoma Fierro, convencida de que la esfericidad no necesariamente se explica con conceptos complejos, sino más bien con la experimentación. “Los terraplanistas están buscando notoriedad y presentan argumentos complejos que los hacen parecer muy inteligentes, corroborando prejuicios de que la ciencia es difícil”, concluye.

Por su parte, Sánchez, la geógrafa, explica la esfericidad mediante conceptos como las zonas térmicas (regiones climáticas), que, justo por la forma e inclinación del planeta, permiten diferentes temperaturas en distintas regiones; los husos horarios; la proyección esférica de la Tierra en la Luna durante los eclipses; la biodiversidad, e incluso, hoy por hoy, la trayectoria de los aviones. Para ella, el terraplanismo es el resultado de que el hombre sigue poniéndose en el centro de todo.

Pero ¿de dónde surgió este movimiento?

El terraplanismo se remonta a finales del siglo XIX, con la publicación de Astronomía zetética: la Tierra no es un globo, un folleto de dieciséis páginas escrito por el británico socialista Samuel Birley Rowbotham, quien propuso que el planeta es una extensa planicie dentro de una burbuja en un universo sólido, posiblemente de piedra; una gran caverna iluminada por dos globos brillantes, el Sol y la Luna; la Tierra se extiende hasta los confines que la separan del espacio con una muralla de hielo, que, según Rowbotham, tiene forma de anillo y rodea todos los continentes, evitando que los océanos se viertan por el espacio.

Tras la muerte de Rowbotham en 1884, lady Elizabeth Blount, autora de panfletos, fundó la Sociedad Zetética Universal, que enfatizaba la forma plana de la Tierra con argumentos bíblicos, y se mantuvo activa con publicaciones que compartía en la revista The Earth Not a Globe Review, para después conformar la Sociedad de la Tierra Plana, en 1956, de la mano de Samuel Shenton. Cuando este murió, en 1971, Charles K. Johnson se convirtió en el presidente de la sociedad. Bajo su liderazgo, y a lo largo de las tres décadas siguientes, el grupo creció hasta contar con casi tres mil miembros a finales del siglo XX. Johnson defendía su modelo de proyección cartográfica de la Tierra plana, con el polo norte al centro y la Antártida en los bordes, alegando que mantenía la misma escala de distancias respecto al centro que el modelo acimutal equidistante que utilizan la ONU y la OMS en sus emblemas, con el fin práctico de abarcar todas las tierras y naciones. Johnson murió en 2001. Daniel Shenton, la nueva cabeza, hizo renacer la idea de una Tierra plana a través de los foros de internet a inicios del milenio, lo que llevó a que se relanzara la sociedad. El enfoque bíblico fue puesto en segundo plano y se pretendió usar, en cambio, la idea de la Tierra plana basada en la experiencia y la observación de los hechos. Con esto, se creó un sitio web (www.tfes.org) para defender sus puntos de vista y una wiki abierta (wiki.tfes.org/The_Flat_ Earth_Wiki).

En América Latina, la representación terraplanista no se consolida en una organización, sino en esfuerzos diversificados en pequeñas y medianas congregaciones. Y aunque no hay números oficiales de terraplanistas en la región, se sabe que Brasil lleva la delantera con un cálculo de once millones de personas creyentes, según un estudio de 2019 del instituto de encuestas Datafolha.

El movimiento que asegura que la Tierra es plana. Ilustraciones de Jimena Estíbaliz sobre terraplanismo.

***

“¿Eres creyente? ¿Crees en un Dios creador del universo, la Tierra, los cielos, las estrellas y todo lo que existe?”.

Jemil Marcos pregunta, desde el otro lado de la pantalla, con su acento regiomontano. Es un hombre que, a sus 47 años, luce una espesa barba pelirroja sin canas aparentes y trae puesta una playera polo que le da una apariencia jovial. La videollamada la realiza desde su casa, en lo que parece su estudio, donde trabaja como informático en Santiago, una localidad a cincuenta kilómetros de Monterrey, al norte de México.

Mantiene una amistad a distancia con Iru Landucci, a quien, dice, todavía le manda mensajes irreverentes por WhatsApp. Esa relación se forjó justo por el interés que le generó la teoría terraplanista después de ver un video en YouTube, “La Tierra es plana y nunca hemos ido al espacio”, del canal de Oliver Ibáñez (540 000 suscriptores), en el que desmiente la traslación de la Tierra y los viajes al espacio.

“Para mí fue un shock, pensé, este pelmazo no tiene la menor idea de lo que está hablando, de lo que es la ciencia, las matemáticas, la física. Está hablando desde el punto absoluto de la ignorancia”, relata. Terminando de ver el video y con toda la convicción de dejarle un mal comentario, el padre de dos hijos descubrió entre los videos recomendados el enlace a otro clip que lo condujo al canal de Landucci.

Veía que “lo explicaba de una forma distinta. Pero no me convenció, sigue sin convencerme, de hecho, no me considero terraplanista. De mínimo, me generó duda, porque ponía ciertos alfileres en puntos clave, y empecé a ver cómo estaba la jugada”. Así que Marcos decidió contactar a Landucci y comenzaron a intercambiar correos y después videollamadas. “En la primera nos gastamos dos o tres horas, el cuate era muy abierto, platicaba de todo, tenía toneladas de evidencias en su computadora y eso me llamó la atención, me sentí a gusto con su personalidad, ya sabes, de esas veces que haces clic”, dice.

Marcos es hijo de una madre matemática y un padre astrónomo, fundador del Grupo de Investigación Alfa, una comunidad académica auspiciada por la Universidad Católica de Manizales, “que incluso visitó la NASA” en los años ochenta. Se crio viendo programas de divulgación científica en la televisión local, como Cosmos y El ascenso del hombre. Marcos no es conocido como un referente por participar en conferencias internacionales sobre terraplanismo; sin embargo, durante siete años alimentó el contenido del canal Teorias yConspiraciones (110 000 suscriptores), que heredó de un amigo que falleció en 2015, en el cual analizaba, desde YouTube, “posibles teorías de conspiración, intereses ocultos de los gobiernos en sitios, tecnologías o recursos, encubrimientos y manipulaciones informativas”, además de temas de actualidad como el Bitcoin, el clima o el negocio de las farmacéuticas. En ese momento, manejar un canal así se acopló a su personalidad escéptica, y dice: “El simple término de ‘teorías de conspiración’ es una manera de ridiculizar esas verdades que se han descubierto sobre los planes oscuros de esas personas que tienen el control”.

A Marcos siempre le ha gustado cuestionar lo que se da por sentado. Le gusta indagar e invita a otros a que “abran su mente y cuestionen todo”, como indica el eslogan del canal. “Al final, ¿qué pruebas tenemos de que las cosas son como nos son mostradas? Ojo, que no es mi punto de vista actual, pero en ese tiempo sí lo fue”. Estas teorías han dejado de tener sentido, por lo que se despidió de TeoriasyConspiraciones el pasado septiembre.

Le digo que estoy tratando de entender el fenómeno del terraplanismo. Entonces, detalla que existen dos tipos de ciencias, la comprobable y la deductiva. Con la primera puedes confirmar hipótesis por medio del método científico (desde la observación), pero con la segunda este objetivo de comprobación no se logra. “Por ejemplo, ¿cómo sé que realmente la NASA no me está mostrando algo creado en Photoshop o en Blender [un programa de animación]?”, cuestiona. “Yo no sé si has visto esta película, Gravity, de Cuarón. La verdad es que las tomas son impresionantes. Dime, ¿qué separaría eso de la realidad? Y entonces te preguntas dónde está la realidad. Porque si esto me pueden mostrar en una película de Hollywood, con un presupuesto al alcance de civiles, ¿qué no podrán crear con un presupuesto por encima de todo eso?”.

Como no podemos verlo ni comprobarlo, le parece que todo lo que sabemos del universo está basado en la fe. La forma de la Tierra no tiene por qué no ser esférica si el método científico así lo demuestra. El problema, dice, está en que ni la ciencia ni las teorías de la conspiración toman en cuenta un componente: la pieza del rompecabezas que hace que todo cobre sentido y engrane. “Al método científico, desde mi humilde punto de vista, le falta el factor del ingeniero, del maestro, del arquitecto, del creador. Hoy por hoy, yo creo que todo tiene un ingeniero, una firma, un creador. El hecho de que todos los sistemas funcionen de manera similar nos habla de la firma del artista. El origen, para mí, es el Dios vivo”.

Marcos quiere compartir de dónde vienen sus creencias, pero lo hace poco a poco, a la espera de ver cómo reacciona quien lo entrevista. Habla de un personaje que aparece mencionado 56 veces en la versión Reina-Valera de la Biblia, una de las traducciones al español más utilizadas entre los protestantes hispanohablantes: Hasatán, “que en hebreo significa ‘el adversario’, y de ahí viene la palabra ‘Satanás’. Significa ‘adversario’, no ‘demonio’”. Este Hasatán odia a los seres humanos porque los considera inferiores, no dignos de la atención del creador del Universo, y es echado de los cielos. Se dice que es el príncipe de la Tierra y el causante de todo mal. “A lo mejor ni siquiera te esperabas que yo fuera a salir con estas relaciones, pero yo me di cuenta, y a mí me quedó muy claro cuando entendí la finalidad de este personaje, era el engrane que me faltaba. Este adversario se alimenta de todo lo que es miedo, odio, cansancio, de todas las cosas que son sentimientos negativos y todo lo que provoca la sociedad actual. Eso [es lo] que lo hace feliz, porque hace que la gente se aleje del origen, que para mí es el Dios vivo”, recalca.

Desde que tomó este camino, las teorías de la conspiración han dejado de tener sentido para Marcos. Dice convencido: “Ya no puedo hacer mucho por lo que está pasando en el mundo”; asegura que estamos viviendo “los últimos tiempos que describen las profecías, el libro de las Revelaciones del Apocalipsis”, el cual cuenta la historia de la derrota de una bestia malvada —¿será Hasatán?—, un juicio final divino y la llegada de la Nueva Jerusalén.

“Tampoco es que tengo el carácter de salir a la calle y ponerme a predicar en una plaza pública”, dice. “El nivel de adoctrinamiento que hay hoy en día no te lo permite. Es mucho más eficiente trabajar o hablar con personas que ya conoces o tomar un tiro de suerte, como lo he hecho con el grupo de muchachos del centro de rehabilitación [de drogas] con los que predico la palabra de Dios”.

Ahora está creando un canal que lleva por nombre Punto de Entrada, en el que hablará de esta nueva postura que comparte con familiares y amigos cercanos que conoció en internet. “¿Que nos tachan de locos? Sí, la verdad, sí”, dice mientras suelta una risa nerviosa. “Estar en este camino no es fácil”.

“Nuestro círculo de amistades a nivel familiar se ha cerrado muchísimo; o sea, para qué ir a una reunión donde no hay nada de provecho, donde nada más vas a estar hablando de boberías y todo. Dices: ‘A veces se necesita’. Sí, güey, pero para eso puedo poner un video de FailArmy y me río un rato”, dice.

A sus hijos, de veintitrés y quince años, la teoría del terraplanismo “ni les va ni les viene”, y no cree haberles hablado nunca del tema porque hace ya mucho tiempo que perdió relevancia en su vida. Lo que sí comparten es su creencia en la “desespiritualización humana”. “La realidad es que la forma del planeta no es tan importante, sino entender que a la humanidad como tal nos tienen envueltos en varias capas de engaño con la finalidad de perder nuestra espiritualidad. Las teorías de conspiración no llevan a ningún lado, son verdades a medias. No significa que sean mentiras, pero no nos van a llevar a la verdad absoluta, y yo creo que este camino sí. Esa es mi creencia, esa es mi postura”.

La Tierra es plana, terraplanistas

El movimiento que asegura que la Tierra es plana. Ilustraciones de Jimena Estíbaliz sobre terraplanismo.

***

—¿Cómo toma tu círculo familiar y de amigos tus creencias terraplanistas? —le pregunto a Iru Landucci.

—Bueno, en realidad no son mis creencias, son pruebas científicas. Algo que destaca al terraplanismo de una religión, de un dogma, es justamente eso. Lo puedes comprobar y está basado en el método científico; por lo tanto, dejan de ser creencias. La Tierra es plana y estacionaria, y después está Iru Landucci con lo que analice de la propia naturaleza. Esto no me pertenece en absoluto. Pero, básicamente, [de] lo que se terminan dando cuenta es que la que es creencia es la de ellos, dado que ellos mismos [el resto de la humanidad] no pueden demostrar que la Tierra sea una esfera. Vos misma no podés demostrar que la Tierra sea una esfera y que está rotando alrededor del Sol. No voy profesando, ni voy predicando que la Tierra es plana, en lo absoluto —dice.

Ha pasado una hora y media desde que iniciamos la conversación y, aunque a Landucci no parece llamarle la atención compartir detalles de su vida íntima, se sincera respecto a cómo el terraplanismo le ha cambiado la vida.

—Esto a mí me trajo tanta cantidad de seres nuevos, más allá de viajar por el mundo. Terminé en Suiza por una cuestión de ir a una conferencia y conocer una chica que justo vivía allá, y terminé acá, en Barcelona, porque conocí a los Barea en la conferencia en Valencia. Hoy en día, te lo digo como anécdota, ves mi agenda en el celular y yo me hablo con personas que yo antes veía en televisión, como el exdirector de futbol de la selección argentina Alfio Basile, o el actor Gastón Pauls, o Gustavo Cordera, un músico muy reconocido en Latinoamérica, o el cantante de Cultura Profética. Gente, información, experiencias nuevas y, claro, empieza a surgir esta admiración por un montón de personas que jamás hubiese conocido y [que] tienen un conocimiento impresionante y que me han enseñado mil veces más que un libro de historia.

Cuando le pregunto qué le depara el futuro inmediato, Landucci responde que le gusta mantener el sentimiento y la emoción en el presente lo máximo posible. Mientras tanto, dice, pasa más de catorce horas al día profundizando en sus investigaciones y alimentando sus canales, así como planeando las siguientes conferencias sobre terraplanismo.

—¿Habría alguna evidencia que te hiciera cambiar de opinión?

—Sí, claro. ¿Cómo voy a estar cerrado? La única manera de cambiar de opinión sería a través de la experimentación y no de la educación. Si hoy en día, que se supone que ya lo hacen, que dicen que han llegado 69 veces a la Luna, se crea una nave comercial, yo me subo, salgo y veo, experimento qué es una esfera en el medio de lo negro. Te puedo asegurar que lo primero que hago es apretar “transmitir” y decir: “Muchachos, miren, ya no sé ni dónde estamos”.

 

Esta historia se publicó en la edición impresa “Región de extremos”.


LISA PÉREZ FOURNIER. Periodista mexicana con quince años de experiencia como reportera, editora y directora de medios impresos y digitales. Actualmente es editora en jefe para la agencia internacional de comunicación y relaciones públicas Weber Shandwick, donde además forma parte del Comité de Diversidad e Inclusión. En esta edición escribe un artículo sobre el movimiento hispano que asegura que la Tierra es plana. 

JIMENA ESTÍBALIZ. Ciudad de México, 1990. Es ilustradora y diseñadora gráfica. Estudió Diseño y Comunicación Visual en la fad de la unam. Colabora en proyectos de distinta índole, editorial, cultural y comercial, y su trabajo se caracteriza por la búsqueda continua de contar historias por medio de imágenes. En esta edición, estuvo a cargo de las ilustraciones sobre terraplanismo. 

COMPARTE

Recomendaciones Gatopardo

Más historias que podrían interesarte.