Cuáles son las encuestas presidenciales confiables (y cómo no leerlas)
Cada encuesta presidencial de 2024, de los candidatos de Morena y del Frente, debe contener ciertos datos mínimos para que sea confiable. ¿Qué información se omite a veces?, ¿cómo saber cuando la encuestadora o el medio de comunicación sobrevenden sus hallazgos? En suma: ¿cómo interpretar las encuestas y, sobre todo, cómo no hacerlo?
Ante el inicio de la temporada electoral en México, cuya presidencia se debatirá entre Morena y el Frente Amplio por México, comparto en este artículo algunas buenas prácticas para leer encuestas electorales. Desde hace meses, políticos, analistas, simpatizantes y votantes no dejan de comentar sus resultados, pero no todas son igualmente confiables, aunque en algunas los errores son más obvios. Por esa razón, presento varios consejos útiles, resumidos en cuatro puntos, para quienes consultan esta o aquella encuesta presidencial de 2024. En esencia, saber qué datos deben incluir, cómo interpretar sus resultados y, sobre todo, cómo no hacerlo es crucial para comprender realmente qué está sucediendo y porque las encuestas cada vez son más importantes para elegir las candidaturas presidenciales y serán clave para entender el desarrollo de las campañas.
1) ¿Qué datos mínimos debe incluir una encuesta presidencial de 2024?
Primero hay que decir que existen distintos tipos de encuestas —académicas, hechas por partidos políticos o por medios de comunicación—y tienen diferentes objetivos. Las académicas buscan entender las razones por las que los votantes apoyan a ciertos partidos y candidaturas. En cambio, una encuesta presidencial, comisionada por un partido, le permite elegir candidata o candidato y definir su estrategia electoral (por ejemplo, examinar los posibles mensajes de campaña e identificar las fortalezas o debilidades de cada contendiente). Finalmente, a partir de cada encuesta presidencial hecha por medios de comunicación es posible analizar el desarrollo de las campañas, pues estas buscan identificar qué candidatos y partidos van adelante en la intención de voto o qué tan competitiva será la elección de 2024 —por ejemplo, cuál es la distancia que Xóchitl Gálvez tiene que remontar para alcanzar a Claudia Sheinbaum—. En este texto me enfocaré principalmente en las encuestas publicadas por medios de comunicación, aunque hablaré un poco sobre las encuestas de Morena y el Frente Amplio por México.
Para empezar a leer una encuesta presidencial de 2024, hay que fijarse en que aparezcan los datos mínimos sobre el levantamiento: el tipo (si es telefónica, se hizo en vivienda o por internet), la fecha de levantamiento y el número de entrevistas. A diferencia de hace algunos años, cuando la amplia mayoría de las encuestas se hacían en viviendas, hoy también se publican las que se hacen por teléfono e internet. En parte, porque las encuestas telefónicas —que ya incluyen números celulares— tienen mayor cobertura que antes, cuando no lograban encuestar sobre todo a las personas de estratos socioeconómicos bajos.
Hoy en día también se publican encuestas híbridas, con datos que provienen tanto de levantamientos telefónicos como en viviendas. De hecho, así fueron las encuestas presidenciales que utilizó el Frente Amplio por México para elegir a su candidata hacia 2024. Una combinación de encuestas en vivienda y telefónicas generó la estimación final, en la que Xóchitl Gálvez se impuso sobre Beatriz Paredes por 15 %. En el caso de las encuestas de Morena para elegir a su candidato presidencial, el comité encargado eligió un método más tradicional: únicamente usaron encuestas en vivienda.
Como adelanté, existe otro método de levantamiento, cada vez más popular en Estados Unidos y Europa: las encuestas en internet, pero aún generan polémica en México. Si bien es necesario seguir innovando en esta industria, hay que exigir a las casas encuestadoras que hacen levantamientos en internet que expliquen debidamente el origen de sus muestras online, tal como lo hacen empresas de otros países que tienen paneles de entrevistados en línea de muy alta calidad (por ejemplo, YouGov en EUA y Europa).
Además del tipo de levantamiento, también es indispensable identificar que la encuesta presidencial sea reciente porque algunos medios de comunicación a veces “reciclan” las que hicieron semanas o meses atrás, por lo tanto, podrían no reflejar el estado de ánimo más reciente de la opinión pública.
Por último, lo ideal es que cada encuesta presidencial de 2024 tenga al menos 1 000 o 1 200 entrevistados. Este es un número muy común en la industria porque permite tener un margen de error que no es alto y tampoco dispara los costos del levantamiento. Cuando los medios publican encuestas de 600 entrevistas y, además, reportan resultados de los subgrupos de su muestra (resultados por educación, identificación partidista, ingreso, etc.), la casa encuestadora está publicando —en el mejor de los casos— datos tentativos que deberán ser respaldados por futuras encuestas con muestras más grandes.
2) ¿El medio de comunicación realizó la encuesta presidencial?, ¿la encuestadora tiene algún conflicto de interés?
Hay que estar atentos a que el medio de comunicación asuma la autoría o el patrocinio de cada encuesta presidencial de 2024 que publica. Lo resalto porque, recientemente, ha habido medios de comunicación que, por diversas causas, reportan resultados de encuestas que no hicieron, pero que alguien les mandó (se las “filtró”, dirán los mismos medios, sin aclarar si lo hizo alguien de Morena, del PAN, del PRI…).
Estas encuestas “filtradas” no son confiables. Es muy probable que las haya enviado algún gobierno, Morena, algún partido del Frente Amplio por México o un candidato para incidir en la opinión pública, ya sea para generar la impresión de que un partido va a ganar la elección o que cierto candidato no tiene oportunidad de ganar. En otras palabras, tienen un fin partidista. Aun cuando esa encuesta “filtrada” haya sido realizada por una encuestadora con buena reputación, el hecho de que no sea propiedad del medio de comunicación implica un riesgo grande: no es seguro que los resultados no hayan sido alterados por el partido o el candidato, o bien, es posible que se reporten únicamente los resultados favorables para sus fines.
Otro punto esencial es saber si la casa encuestadora tiene algún conflicto de interés. Las encuestadoras en México no solo trabajan para los medios de comunicación, también lo hacen para empresas privadas, gobiernos, partidos y candidatos. Debido a que la industria de las casas encuestadoras en México es relativamente pequeña, no tendría nada de malo que amplíen su cartera de clientes. El problema ocurre cuando una encuestadora trabaja simultáneamente para un medio de comunicación y es, además, la encuestadora de cabecera de algún candidato o candidata: esto es un claro conflicto de interés.
Por eso, sugiero que quienes consultan los resultados de las encuestas de Morena o del Frente Amplio por México —sobre todo, los intelectuales públicos que las discuten en los medios de comunicación— se hagan dos preguntas simples sobre las casas encuestadoras: ¿trabajan para algún partido o candidato en esta elección?, ¿son los encuestadores de cabecera de algún candidato o candidata? Subrayo “encuestador de cabecera” porque es posible que algún partido contrate una encuesta con alguna casa encuestadora durante alguna campaña (incluso para comparar esos resultados con los estudios de sus propios encuestadores). En este último caso, dado que la relación laboral solo fue de una encuesta, no supondría necesariamente un conflicto de interés. El encuestador de cabecera, en cambio, tiene una relación laboral con el partido o el candidato durante toda la campaña.
3) ¿La encuestadora hace una interpretación correcta de sus propios datos?
En este punto no argumento que alguna encuesta presidencial de 2024 no sea confiable en sí misma, sino que la interpretación de sus resultados, por parte de la propia encuestadora o del medio de comunicación, puede contener errores. Las encuestas de los medios de comunicación buscan, legítimamente, aumentar el interés de los lectores en su periódico o el nivel de audiencia de su programa de radio o televisión, pero en ocasiones las casas encuestadoras sobrevenden sus resultados.
No todos somos expertos en estadística, pero hay varias formas sencillas de detectar si algún medio de comunicación o empresa encuestadora está exagerando sus hallazgos.
La más simple es observar si en la encuesta presidencial de 2024 las diferencias en intención de voto son significativas. Imaginemos un escenario en el que la candidatura A tiene 20 % de las preferencias, la candidatura B tiene 18 %, la candidatura C tiene 17 %, la candidatura D tiene 10 %, la opción “ninguno” tiene 30 % y “no sabe”, 5 %. Si el encabezado de la nota dice “Candidatura A encabeza las preferencias electorales”, el medio está sobrevendiendo sus resultados para ganar más clicks o rating.
En primer lugar, en este ejemplo, las diferencias entre las candidaturas A, B y C son marginales: ni las diferencias son estadísticamente significativas ni sustantivamente claras: se trata de solo dos o tres puntos porcentuales. No solo eso, si una candidatura apenas tiene el 20 % de los votos, lo más prudente sería poner un encabezado que diga que ninguna candidata ha obtenido un claro apoyo mayoritario de los votantes.
Para el segundo ejemplo, es necesario distinguir entre preferencias electorales brutas y efectivas. Las primeras incluyen las preferencias por cada candidatura y la “no respuesta”, es decir, cuando los encuestados dicen que no apoyan a ningún candidato (“ninguno”), que aún no saben por quién votar (“no sabe”) o, de plano, ni siquiera contestaron la pregunta (“no contestó”). Las del segundo tipo, las efectivas, incluyen las preferencias por cada candidatura, pero excluyen la “no respuesta” y recalculan los porcentajes de apoyo para cada candidato de modo que el total sume 100%.
Por transparencia, muchos encuestadores y medios de comunicación incluyen e incluirán los dos tipos de preferencias en cada encuesta presidencial de 2024. Sin embargo, hay medios y encuestadores que, por diversas causas (por ejemplo, que es más sencillo reportar solo un tipo de preferencias para evitar confundir a los lectores), únicamente informan sobre las preferencias efectivas, eliminando la “no respuesta”.
Este caso se puede entender con el ejemplo hipotético de la tabla 2. Si solo observamos los cambios en las preferencias efectivas entre el primer y el tercer mes de la campaña, podríamos concluir que, aunque sigue en primer lugar, se debilitó el partido A al perder cinco puntos porcentuales, pasando de 54 % a 49 %.
Podemos hacer más complejo este ejemplo. Pensemos que los partidos B y C forman una coalición. Esto implicaría que, en el tercer mes de la campaña, el partido A tendría 49 % y la coalición B + C tendría 37 % de las preferencias, es decir, la campaña está mucho más reñida ahora, pues la diferencia entre el partido A y la coalición B + C pasó de 21 a 12 puntos porcentuales.
Pero si observamos las preferencias brutas, nos daremos cuenta de que, en realidad, los cambios registrados son menores, y muchos probablemente no son estadísticamente significativos. De hecho, los cambios entre el primer y el tercer mes de la campaña se originan, en su mayoría, por la disminución de la “no respuesta” (que bajó de 35 % a 27 %). Esos puntos que la “no respuesta” perdió se reparten entre las diferentes candidaturas para que sumen 100 % en las preferencias efectivas. La disminución de la “no respuesta”, por cierto, es muy común en los primeros meses de las campañas. La gente poco a poco va poniendo más atención en ellas y aumenta el porcentaje de personas que reportan una intención de voto definida en cada encuesta presidencial de 2024.
Esto es particularmente importante en las encuestas para elegir candidatos al interior de los partidos. Muchos entrevistados que no simpatizan con la candidatura que se está evaluando en la encuesta (por ejemplo, los panistas cuando les preguntan sobre la candidatura de Morena o los morenistas cuando les preguntan sobre la candidatura del Frente Amplio por México) optan por no expresar preferencia alguna. Por eso en las últimas semanas vimos que la “no respuesta” llegó hasta el 30 % o el 35 % en algunas encuestas sobre el proceso interno del Frente Amplio por México. En el caso del proceso interno de Morena, incluso en la recta final, la “no respuesta” osciló alrededor del 20 %.
4) ¿Qué hacer si los resultados de una encuesta presidencial de 2024 contradicen los de otra?
En muchas elecciones para definir al presidente de México se publica alguna encuesta que contradice los resultados del resto. En general, hay que tener cuidado con los datos que provengan de una sola encuesta presidencial. El consejo principal es observar si el conjunto de las encuestas coincide con esos resultados y observar los rangos de intención de voto que identifican para cada candidato.
Por dar un ejemplo, en 2006 una encuestadora, Demotecnia, durante casi toda la campaña sugirió que si bien Roberto Madrazo se encontraba en tercer lugar, debajo de Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, en realidad la distancia entre Madrazo y los demás candidatos era de muy pocos puntos. Estos resultados contrastaban con la gran cantidad de encuestas que sugerían que Madrazo estaba muy alejado de los primeros lugares. Al final, la encuesta de Demotecnia fue un outlier en esa campaña y no coincidió tanto con los resultados finales de la elección.
Más recientemente, hay algunas encuestadoras (con poco historial en la industria, por cierto) que, en contra del consenso entre encuestadoras, sugirieron que Marcelo Ebrard se ubicaba en el primer lugar de la intención de voto hacia el final de la precampaña por la candidatura de Morena. Otro ejemplo más de Morena: algunas encuestadoras apuntaban que Claudia Sheinbaum alcanzaba una ventaja mucho más amplia que la registrada por la gran mayoría de los encuestadores (sobre todo, entre las casas encuestadoras con más años en la industria). ¿Qué hacer en estos casos?
En principio, la mejor práctica es observar el promedio de intención de voto de las diferentes encuestas presidenciales. De hecho, esto es precisamente lo que hacen los sitios de agregación de encuestas en Estados Unidos, como FiveThirtyEight o RealClearPolitics, para minimizar el sesgo de las encuestas outliers y de las encuestadoras de baja calidad. Sin embargo, en México, a diferencia de Estados Unidos, tenemos un problema adicional: no se publican tantas encuestas durante una campaña política, lo que significa que el promedio no siempre es un indicador confiable. Debido al bajo número de encuestas publicadas durante las campañas, las que son outliers o las que provienen de encuestadoras de baja calidad inciden más en ese promedio (además, se incluyen los resultados reportados por encuestadoras que tienen un claro conflicto de interés).
Por este motivo, el mejor consejo es usar el promedio de intención de voto de los modelos de agregación de encuestas. En México Oraculus.mx es uno de los sitios de agregación de encuestas que, sin duda, representa una de las mejores fuentes de información durante las campañas. Sin embargo, su lectura —como la de cualquier sitio de agregación de encuestas en México— debe hacerse con prudencia dado que el promedio no necesariamente tiene la misma confiabilidad que en países como Estados Unidos.
La creciente importancia de las encuestas presidenciales en México es indudable. No solo aportan información valiosa sobre el desarrollo de las precampañas, también son un mecanismo para elegir candidatos —como acabamos de ver en el caso de Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes, y como veremos esta semana en Morena—. Sin embargo, una pregunta persiste: ¿las encuestas son el método ideal para elegir candidatas y candidatos, sustituyendo las elecciones primarias?
Si bien las encuestas aportan una estimación demoscópica sobre las preferencias electorales de la opinión pública, no deja de ser deseable la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones de los partidos políticos, ya sea en Morena o en el Frente Amplio por México. Aunque las encuestas presidenciales —y para otros puestos— disminuyen los costos, no solo económicos sino también políticos de los partidos (reducen la polarización e incluso conatos de violencia durante las elecciones primarias, que no han sido ajenos a la historia reciente de los partidos), valdría la pena repensar las reglas de selección de candidatos para que el electorado tenga una relación mucho más estrecha con la vida interna de los partidos en México. Exacerbar la brecha entre ciudadanos y partidos puede debilitar a la democracia mexicana en el largo plazo.
Nota del autor: Agradezco los comentarios de Alejandro Cruz a un borrador inicial de este artículo.
Rodrigo Castro Cornejo es profesor del Departamento de Ciencia Política en la Universidad de Massachusetts-Lowell y profesor e investigador titular (con licencia) de la División de Estudios Políticos en el CIDE. Su cuenta de Twitter es: @rcastrocornejo.
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