Santiago Roncagliolo y el retrato de la maldad
Iker Pérez-Michel
Fotografía de Rodrigo Marmolejo
Entrevista con el escritor peruano Santiago Roncagliolo, una de las plumas más reconocidas de Latinoamérica, por su novela «La noche de los alfileres».
“No éramos unos monstruos. Quizá nos pusimos un tanto… extremos. Y sólo durante un momento. Unos días […] A nuestro alrededor, todo el mundo era mucho peor.” Éstas son las primeras líneas con las que el escritor peruano Santiago Roncagliolo arranca su más reciente La noche de los alfileres, novela que publica Alfaguara. Es el inicio de un thriller que invita a una historia de iniciación, del despertar a la vida sexual, a la violencia y el crimen, a la furia, el miedo y el humor. Se trata de la obra de un autor que “ha alcanzado un dominio del género novelesco que lo ha convertido en el autor peruano con mayor número de novelas publicadas en los últimos diez años”, publicó el diario peruano El comercio.
“Me interesa el tema del mal, la maldad, y el por qué la gente hace el mal”, confieza el autor en entrevista con Gatopardo, el también considerado por la revista inglesa Granta como uno de los 22 mejores escritores en español menores de 35 años, en 2010. “Y la respuesta a la que he llegado, en mi experiencia como escritor y periodista, es que la gente hace el mal porque cree que está haciendo el bien. O, por lo menos, porque el mundo se los debe, porque les han hecho mal a ellos, los han relegado y están en deuda con ellos.” Así, el autor de Abril rojo y Pudor —ambas novelas llevadas al cine por los hermanos Tristán y David Ulloa—, decide hurgar ahora más allá del concepto del mal desde otra perspectiva, explorando cómo la gente común y corriente llega a cometer actos terribles.
La noche de los alfileres está contada a cuatro voces, sus protagonistas Carlos, Manu, Moco y Beto se reencuentran 20 años después, para contar —con la franqueza que da el paso del tiempo—, los acontecimientos que vivieron en el Perú de los años noventa. Cuando todos ellos transgredieron por unas noches el límite entre el bien y el mal, cuando llevaron a cabo una suerte de venganza para sentirse los chicos raros del colegio, los inadaptados. La venganza, sin embargo, se les fue de las manos.
“Busco indagar con mis personajes lo que haría una gente normal en situaciones extremas, que obliguen al lector a preguntarse ‘¿qué habría hecho yo en esa situación? ¿soy tan bueno como pienso?’ Por ello mis personajes, en esta novela en particular, siempre juegan con la idea del perdedor y el psicópata”, dice. El primero es el que con tal de no ofender o no romper una norma social, no satisface sus instintos o apetitos básicos, hasta que explota. Mientras que el segundo es lo contrario: con tal de saciar sus necesidades elementales se carga toda norma social. De modo que los personajes de Roncagliolo pasan de un extremo al otro (del bien al mal) o buscan mostrar cómo los dos lados son caras de una misma moneda. “Todos somos buenos hasta que estamos en necesidad de ser malos”, agrega.
Resalta en esta novela el suspense que se crea valiéndose además de formas narrativas innovadoras: “Al crear ese suspenso, busco que el lector no quiera soltar el libro jamás. He querido hablar de los miedos, las emociones humanas y contarlo de formas en que nadie más lo hace”, comenta el autor. “En esta novela lo hice a cuatro voces; en otras como Pudor lo hago con mundos paralelos que se cruzan; en Pena máxima desarrollo una novela a través de una narración de futbol. Es decir, lo que me interesa es jugar con el lenguaje. Regodear el lenguaje y exprimirlo. Que no sólo sea una novela de cierto género sino que sea contada de forma en que nadie más la cuenta.”
Y lo logra, pues tenemos en nuestra mano una historia de furia, de reivindicación, de venganza, que va a dejar huella, pues desarrolla su historia en el peor de los Perús, el de Sendero Luminoso, el de Fujimori y Valdovinos, el de los toques de queda, de los apagones, la peor corrupción, la peor violencia. El Perú del horror. Roncagliolo escribe esta novela tal vez para exorcizar los demonios.
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