¿Por qué ir al teatro más de dos veces al año?
Para empezar el año, nos preguntamos ¿tiene sentido hablar de una obra que nos dejó un sabor de boca mediano?
Enero empieza con expectativas. Aunque sea sólo una fecha en el calendario, uno tiene la sensación de que lo primero debe ser lo mejor o al menos bueno. Pero como la vida no es como en las películas, he de reconocer que con la primera obra que vi en 2017, no sucedió así.
Me he debatido mucho en la naturaleza de esta nota porque, ¿tiene sentido hablar de una obra que nos dejó un sabor de boca mediano? Quizá debiera dejarlo pasar, pero me gustaría explicar por qué no me terminó de atrapar la entrega honesta de dos actores en un escenario. Aun cuando se trata de esfuerzo que merece todo mi respeto.
Mamá por siempre estrenó nueva temporada en el Foro Lucerna este 6 de enero. La obra trata sobre Miguel, un dramaturgo (interpretado por Manuel Ojeda) que anuncia desde la primera línea que el espectador no verá una obra sino una especie de historia verdadera autorreferencial. A modo de flashback, el personaje principal se convierte en el narrador y actor de su propia historia, el tramoyero le lleva una cobija para recordarnos que estamos ante un niño, y con música de fondo aparece con bombo y platillo la cereza del pastel: su mamá (Ofelia Medina), vestida como cualquiera se imagina a una madre de los años 50. Entiendo que la faldas a media pantorrilla y las blusas fajadas eran la regla y no la excepción, pero ¿en serio era necesario caer en esa cantidad de clichés? No sólo el vestuario sino los diálogos, la musicalización y la construcción de la escena que resulta más que entrañable, anacrónica.
En Mamá por siempre, Ofelia Medina interpreta a una mujer sin mucho conflicto interior, una persona buena, un tanto exagerada en sus reacciones, pero que quiere lo mejor para su hijo y cuyo máximo problema reside en la relación doméstica con una tal tía Gertrudis, a quien parece no soportar pero que cena cada sábado en su casa. Es decir, una señora bonachona y desenfadada que impulsa a su hijo a convertirse en quien realmente es: un escritor que desea vivir fuera de la norma social y que ve el mundo con ojos distintos.
Las siguientes escenas se despliegan de forma cronológica según la edad de Miguel, 14, 18, 21 y 35 años respectivamente. Las actuaciones son buenas pero no evolucionan puesto que los personajes no crecen, no se puede notar un punto de quiebre porque a la obra le falta conflicto. Los acontecimientos no dejan espacio a la reflexión profunda y la conclusión puede suponerse casi desde el principio.
Los diálogos en ocasiones son cursis y acompañados con una música que presume las mismas características, se corona el melodrama. En mi opinión, a la obra le falta algo de la esencia dramatúrgica: no termina de ser una comedia, aunque tiene partes chistosas, los personajes están un poco estereotipados y el drama se desdibuja en una predecible escena final.
Quizá lo más interesante es el ambiente metateatral en el que nos vemos sumergidos como espectadores. Los tramoyeros son personajes, se hacen alusiones directas al público y persiste un intento por reflexionar, en medio del escenario, sobre la función del teatro y su naturaleza. Así, hay un esfuerzo por jugar con el tiempo teatral y el tiempo real: mientras haya un escenario, la madre de Miguel será “mamá por siempre”.
¿Para qué reseñar una obra así?
Estoy convencida de que si queremos ver una puesta extraordinaria, debemos correr el riesgo de sentarnos en una butaca y salir decepcionados. El teatro no es sólo un riesgo para el actor, el director y el productor. El teatro es un arte tan directo, que le habla al público desde el aquí y el ahora, por eso mueve y a diferencia de una película, una obra nunca sucede dos veces de la misma forma. Es en la incertidumbre donde yace la magia. Y llegará el día en que tengamos el impulso de levantarnos y aplaudir y aplaudir, hasta que las manos duelan, hasta que los actores tengan que salir tres o cuatro veces, entonces todo habrá valido la pena, porque sabremos reconocer la diferencia.
El año pinta bien. En este primer trimestre habrá estrenos interesantes como Este paisaje de Elenas, escrita por Elena Garro y llevada a escena por la Compañía Nacional de Teatro. El juego que todos jugamos, de Jodorowsky; Noche de Reyes de Shakespeare; Un tranvía llamado deseo, —la obra más famosa de Tennessee Williams; Lo que queda de nosotros, propuesta infantil de Alejandro Ricaño y más. Habrá que verlas y saber que, como alguien me dijo alguna vez, “las obras de teatro son parecidas a las gelatinas, unas cuajan y otras no”.
Mamá por siempre
A partir del 6 de enero de 2017
Viernes 19:45 hrs, sábado 17:15 hrs, domingo 17:45 hrs
Dirección: Manuel González Gil
Con Ofelia Medina y Manuel Ojeda
Lucerna 64, Col. Juárez
www.teatromilan.com
Costo: $500
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