Luis Miguel: el día que un coronel le ordenó descender en tirolesa

El secretario de la Defensa Nacional

Alberto Tavira
Ilustraciones de Miss Lettera

Detrás de cámaras Luis Miguel se mostraba nervioso en lo alto de una plataforma, cuando un comandante le ordenó lanzarse por la tirolesa. Alberto Tavira explora el video “La incondicional” a través de su contexto político y social en el adelanto del libro Luis Miguel. Por debajo de la mesa, publicado gracias a editorial Grijalbo.

Tiempo de lectura: 13 minutos

El testimonio de Pedro Torres sobre las negociaciones para la filmación de “La incondicional” en el Colegio Militar es oro molido. Sin embargo, me hacía falta la otra versión: la de los militares. Así que en el verano de 2023 solicité ayuda a una de las integrantes de mi CISEN (Comadres que Investigan sobre la Élite Nacional) con el fin de contactar a alguna autoridad de la Secretaría de la Defensa Nacional que me pudiera contar, de primera mano, cómo se vivió en el Ejército mexicano la filmación del video de Luis Miguel y, de ser el caso, qué repercusiones hubo tras el estreno de “La incondicional”.

Un par de semanas después, mi amistad —sumamente picuda en esta otra casta que representa el Ejército mexicano— me consiguió una entrevista con un general de brigada. La cita fue a las 8:30 de la mañana, para un desayuno en el Campo Militar número 1, en Naucalpan de Juárez, Estado de México. El día acordado, llegué con diez minutos de antelación a la puerta 3 de la avenida del Conscripto. En el primer retén me preguntaron, con ese tono de voz con el que parece que lo están regañando a uno, a quién iba a ver y para qué. Me dio pudor decirle al soldado que iba a encontrarme con un general para hablar del cantante Luis Miguel, pero se lo dije. El militar frunció el ceño y se retiró a la caseta de vigilancia para anunciarme.

Tres minutos después llegó otro miembro del Ejército conduciendo un Jetta color verde militar sin placas. Se estacionó frente a mi camioneta. Se bajó y me preguntó a quién iba a ver. Tras oír mi respuesta, me pidió que lo siguiera. Al menos éste no resultó tan curioso como el anterior. Enseguida nos dirigimos, cada quien en su coche, hacia un hotel ubicado dentro del campo militar, el cual tiene un modesto restaurante en la planta baja, del estilo de las cadenas Vips o Wings.

El general ya me esperaba en un gabinete para cuatro personas, el cual estaba pegado a una ventana que daba a la entrada del hotel en el que se hospedan los familiares de los miembros del Ejército. Me recibió solo, enfundado en el uniforme que coloquialmente llamamos de camuflaje, pero que en la página de internet de la Sedena se designa como “uniforme de campaña con estampado estereográfico transicional TE-3”. Al frente tenía bordado el escudo nacional y dos estrellas, y su apellido, también bordado, en un portanombre.

—¿Puedo grabar nuestra conversación, general? —le pregunté al alto mando después de darle los buenos días, tomar asiento y comenzar a calentar motores hablando de las kilométricas instalaciones del campo militar.

—Preferiría que fuera sin grabadoras —respondió de manera amable el hombre que al final de la entrevista, al preguntarle si podía citarlo en mi texto, pidió mantener su identidad en el anonimato.

—¿Qué me recomienda de la carta? —le pregunté al general una vez que la mesera nos trajo el menú impreso en formato tabloide y enmicado.

—Sinceramente, lo que a ti te guste. La comida es estilo militar. No vayas a pensar que es como en el video de Luis Miguel.

Nos sonreímos tras el chascarrillo. Curiosamente, el general se rio y sonrió varias veces a lo largo de la charla. Parecía un hombre con buen humor. Cada uno pidió un omelette de espinacas con frijoles refritos como guarnición. Yo tomé jugo de naranja y café; él, sólo agua. Efectivamente, la comida era estilo militar. Desde el primer bocado tuve la corazonada de que el general me iba a hablar con la neta.

—Yo estuve cuando grabaron el video de “La incondicional” —me reveló mi contacto. Y me explicó que en ese tiempo era el encargado del equipo de rapel del colegio.

“Ese que tú ves en el video caminando por la pared sostenido por una cuerda detrás sí era Luis Miguel”, anoté en mi libreta, junto con otras frases que ameritaban ser citadas textualmente. Según mi entrevistado, para lograr esas escenas llevaron una grúa para subir a Luis Miguel, y luego ya nomás grabaron la bajada en tomas cerradas. “Los otros que bajan de lo más alto y más rápido, volando, eran de mi equipo”, me presumió el mismo general, quien también precisó que, en estricto sentido, la primera vez que Luis Miguel estuvo en territorio militar fue en la boda de una hija del presidente José López-Portillo, celebrada en 1981 en el casino del colegio (lo que ya referí en el primer capítulo de este libro), y no en la filmación del célebre video, en enero de 1989.

En el mismo tenor de que todos los secretos tienen fecha de caducidad, el general me confesó una anécdota en la que Luis Miguel vio su suerte. Resulta que en un entrenamiento de paracaidismo en el que se enseñaba cómo se debía salir de un avión, al ídolo juvenil le jugaron “una broma” que, a juicio de los productores, puso en riesgo su vida.

En la versión del general, cuando Luis Miguel subió a la torre, el coronel encargado lo esperaba arriba. Todo el equipo del video lo estaba filmando desde abajo. Ya estando en la cúspide, el coronel le dijo que todo el que subía por esas escaleras se tenía que aventar en la tirolesa. Que ésa era la regla castrense. A gritos, Luis Miguel les dijo a los suyos que le estaban pidiendo saltar. Hubo tensión porque el director, Pedro Torres, le decía que no saltara, que era muy peligroso, que no habían ensayado, que eso no estaba en el guion. Por su parte, el coronel, medio en broma y medio en serio, insistía en que el cantante tenía que saltar. Finalmente, Luis Miguel se aventó. Por fortuna, el director no había gritado “corte” y la escena quedó grabada. “En el video lo puedes ver con las piernas todas abiertas, sin técnica, porque no [la] sabía”.

Una vez que nos retiraron los platos del desayuno, mi contacto me dijo que, a pesar de haber estado cerca de la filmación de “La incondicional”, él no figura en el video. Me aclaró que quienes ahí aparecen eran cadetes de la primera compañía. “A nosotros nos dividen por estaturas —explicó—. Los más altos son los de la primera compañía”. Otro dato es que los dormitorios que se ven en el video son justamente los de la primera compañía, los cuales, al decir del entrevistado, son los primeros de todos los dormitorios y también “los más presentables”.

—¿Tuvo alguna repercusión el estreno del video de “La incondicional” en el número de aspirantes a cadetes del Colegio Militar? —pregunté al general, quien, sin cifras, me dijo que hubo un incremento importante pero que, lamentablemente, también hubo muchas bajas, porque los aspirantes creían que “todo era glamur” y que sólo iban a pilotear aviones (para lo cual el Ejército tiene otra escuela en Zapopan, en el estado de Jalisco). “Creían que hasta iban a salir con novia”.

Un segundo contacto dentro del Ejército mexicano —que se identificó con el rango de coronel y también me pidió no mencionar su nombre y a quien llegué gracias a que colegas y amigos periodistas me pasaron su teléfono— me contestó a través de WhatsApp, en septiembre de 2023, algunas de las preguntas que le hice sobre la filmación y la repercusión del video de “La incondicional” en el Ejército.

De acuerdo con este coronel con acceso a información oficial de la Sedena, en el Colegio Militar, por entonces bajo la dirección del general de división Carlos Duarte Sacramento (quien estuvo en el cargo del 16 de diciembre de 1988 al 16 de enero de 1991), se decidió que dos cadetes acompañaran todo el tiempo a Luis Miguel los tres días que duró la filmación. Ellos serían su guía dentro de las instalaciones, lo orientarían en algunos aspectos necesarios para la realización del videoclip e incluso comerían con él. Los militares fueron el actual coronel Juan Alfredo Oropeza y un cadete de apellido Arrieta, quien se retiró del servicio en la década de los noventa.

Gracias a las bondades de la tecnología —y a la buena voluntad de mi fuente—, mediante capturas de pantalla del video de “La incondicional” el coronel me fue dando nombres y apellidos que no se habían hecho públicos. Por ejemplo, refiriéndose a la imagen en la que aparece Luis Miguel en traje de baño sobre el trampolín de la alberca del Colegio Militar, el coronel escribió: “El que está al lado listo para brincar es el coronel Luis Carlos Portillo, [que] sigue en activo [y] actualmente está en Tamaulipas”. Respecto al pantallazo de los dormitorios, donde Luis Miguel se ve en primer plano luciendo el uniforme de gala del colegio y acompañado de un cadete, mi contacto explicó: “El de atrás se apellida Parra de la Rocha; lamentablemente falleció en los 2000. Su hermano sigue en activo y es general ahora”.

La pimienta de la crónica corresponde a la historia del cadete Gildardo Mancilla Casarrubias, conocido como Mancillas, quien en el video aparece con Luis Miguel sobre el ring. “Él se graduó del Colegio Militar y después estudió odontología. Era un excelente boxeador”, escribió mi fuente como preámbulo al chismecito necesario: “Los que estuvieron ahí comentan que al calor de la grabación [Mancillas] le pegó un gancho al hígado a Luis Miguel, tan fuerte que todo su staff se espantó, pero Luis Miguel aguantó como todo un profesional sin molestarse y entendió que fue un golpe sin mala intención”.

Quien también tuvo una corta aparición en el video en la pista de aterrizaje fue el general de división piloto aviador José Gerardo Vega Rivera, quien hasta el 1 de septiembre de 2023, cuando se retiró del servicio activo, fue comandante de la Fuerza Aérea mexicana, cargo que ocupó por tres años (a partir del 1 de septiembre de 2020). Durante la filmación, el general comandaba el escuadrón aéreo de los aviones F5 en Santa Lucía.

Cabe señalar que, con independencia de la información recopilada mediante mis fuentes anónimas, solicité por vía oficial material fotográfico y de video a la oficina de Comunicación Social de la Secretaría de la Defensa Nacional. Me respondieron que “en Comunicación Social de Sedena no tenemos registro de la filmación. Tampoco en el Colegio Militar tienen registro fotográfico”.

De lo que tampoco hay registro, porque no sucedió como nos lo hicieron creer, es del famoso corte de pelo de Luis Miguel, el cual simboliza la entrada del Rey a la disciplina del Colegio Militar. De acuerdo con Pedro Torres, esa escena fue la más estresante y la de mayor tensión.

En una entrevista de 2018 para la revista Quién, Pedro aseguró que Luismi se resistía y estaba muy nervioso:

“A pesar de que pidió tener muy de cerca a su estilista Marco Rosado, no dejaba de parar y dar indicaciones sobre el tamaño, la cantidad, el estilo… Hasta que decidimos platicar y llegar a un acuerdo. Se le cortaría el cabello para tres tomas, trataríamos de tocar lo menos posible la forma, intentando rebajar sólo los lados y un poco de atrás, y con un par de trucos de Marco y de la cámara fue como logramos el efecto del corte, que parecía mucho más sustancioso de lo que de verdad ocurrió”.

En la escena se muestra el nerviosismo de un angustiado Luis Miguel que se truena los dedos mientras camina, se sienta en la silla y respira hondo. De pronto, la cámara enfoca la máquina de afeitar, que corta ligeramente en la parte posterior, para dejar atrás el cabello largo y alborotado que en ese momento era la marca registrada del cantante.

Según Pedro Torres, su video tuvo tal éxito que el reclutamiento aumentó, como lo habían previsto. “Fue uno de sus mejores años, según nos contaron. La gente estaba entusiasmada por las distintas facetas que se mostraron y por cómo Luis Miguel las encajó en su personaje”, dijo Torres a la revista Quién.

A mí, Pedro me comentó lo mismo: que hubo un mayor enrolamiento “y [que] el video […] ha sido considerado el video del siglo. La gente lo vuelve a ver y es un video muy amado. Lo hicimos de siete minutos y medio porque teníamos tanta riqueza de pieza que la canción dura cuatro y lo aumentamos a siete y medio (en YouTube se pueden ver ambas versiones). Para mí es un gran éxito de una celebridad y de la política mezcladas”.

No encontré ranking que avalara la presunción de que el video fue el mejor del siglo, pero sí pude corroborar que, en el programa Las 100 mejores canciones de los años 80 en español, transmitido en 2008 por el canal VH1 Latin America, se declaró a “La incondicional” como la número uno.

A diferencia de Estados Unidos, donde hay estadísticas disponibles, en nuestro país es casi imposible saber el número de personas que ingresaron en 1989 o al siguiente año en el Colegio Militar, ya que no existe un registro abierto al público. Sin embargo, entre la información solicitada al coronel estaban los datos que detallo a continuación.

La generación que entró al Colegio Militar en 1988 y se graduó en 1992 contó con 686 cadetes. Sin embargo, la siguiente generación, que ingresó el año en que se filmó el video de “La incondicional”, tuvo 433 cadetes graduados en 1993. Por último, de los cadetes que comenzaron sus estudios en 1990, se graduaron 487 en 1993. A simple vista, estos números no corresponden a la estimación de que el videoclip tuvo un impacto positivo en cuanto a reclutamiento.

Sin embargo, no es lo mismo hablar de cadetes graduados que de los aspirantes que intentaron ingresar al Colegio Militar y fueron apartados de inicio por no cumplir los requerimientos básicos, o de todos aquellos que ingresaron pero renunciaron al descubrir que la disciplina castrense no era tan romántica como lo mostraba el video de Luis Miguel. Recordemos que el general se refirió a las bajas de cadetes que habían creído que “todo era glamur”.

Al final, los testimonios del coronel que me filtró los datos y del general en activo me confirmaron que sí hubo un incremento de aspirantes para el proceso de selección, cuyo número, insisto, no coincide con el de los graduados. Antes del video había unas 3 000 solicitudes, y esa cantidad se acrecentó porque “Luis Miguel puso de moda a los cadetes”, según el general de dos estrellas.

***

A la distancia del poder presidencial y luego del fallecimiento de Antonio Riviello Bazán, acaecido en marzo de 2017, el exmandatario Carlos Salinas de Gortari reconoció, en una columna de opinión en el periódico El Universal, que tomó la decisión de poner al general al frente de la Defensa Nacional sin conocerlo, y que el mejor aval del nuevo secretario era ser, en ese momento, el general de división con más antigüedad del Ejército mexicano y su ejemplar hoja de servicio.

En sus memorias, tituladas México: un paso difícil a la modernidad (Plaza y Janés, 2013), Salinas habló del trabajo de Riviello como secretario. Según el expresidente, durante cinco años el general diseñó y coordinó la modernización del Ejército y de la Fuerza Aérea, y para ello el gobierno lo dotó de armamento adecuado y suficiente; asimismo, llevó a cabo la renovación de los cuarteles y de otras instalaciones militares. Riviello puso especial cuidado en el adiestramiento y la disciplina de las tropas. Salinas cree que ayudó a elevar la moral del Ejército al hacer caso de la propuesta de su secretario de eliminar “una de las peores lacras que afectaban a las tropas: los préstamos que sus miembros pagaban con fuertes intereses”.

Además, en el plano personal, el presidente dedicó mucho de su tiempo a recorrer cada una de las zonas militares del país con el fin de construir una cercanía especial con los integrantes de las Fuerzas Armadas. Varios años después de haber portado la banda presidencial, Salinas de Gortari recordó que:

“Al llegar a cada zona militar, una vez rendidos los honores a mi investidura de Comandante Supremo, saludaba de mano a todo el alto mando, así como a varios de los miembros de la tropa. A continuación, me reunía con ellos para explicarles las razones de los cambios que el gobierno promovía en el país. Luego les pedía sus opiniones. La intención era que mis órdenes se acataran de manera informada y razonada”.

Pero no todo fueron palabras. El entonces primer mandatario fortaleció su cercanía con la puesta en marcha y supervisión “del programa más ambicioso de construcción de viviendas para el personal del Ejército, que incluía casi el doble de las edificadas en los 75 años previos”. Gracias a la enorme inversión que se hizo, los militares dejaron de destinar gran parte de su sueldo a pagar un alquiler, lo que mejoró sustancialmente su nivel de vida.

Para los militares, Carlos Salinas estaba modernizando al país, y ello beneficiaba sus intereses, tanto personales como profesionales. De acuerdo con Salinas, estos y otros elementos explicaban que, “más allá de la relación jerárquica en que mi condición de presidente me colocaba ante el secretario de la Defensa Nacional, existiera entre los dos una cercanía personal, respetuosa y particularmente cordial”.

El discurso modernizador de Salinas combinaba a la perfección con la posibilidad de utilizar a Luis Miguel como aliciente para el reclutamiento. Ahora bien, en la práctica, si uno compara el videoclip con Escape to Athena y Top Gun, la realidad es que el video de Micky bien pudiera ser un tráiler de la segunda película.

Xavier Robles confesó, en el ya mencionado libro de Olga Rodríguez Cruz, que, cuando comenzó a idear la historia de Rojo amanecer, no sabía bien cómo podría incluir tomas del Ejército reprimiendo una gran manifestación, pues ello encarecería la producción. Sin embargo, al ver Alien, de Ridley Scott —que por entonces se exhibía en cines y en la cual se mostraba el monstruo de forma fragmentada—, tomó la idea de proyectar la represión de manera fraccionaria, en lugar de verla, imaginarla y oírla desde un departamento de Tlatelolco.

Pedro Torres hizo lo mismo en su videoclip, en el que podemos ver a Luis Miguel participando en las actividades como un soldado más. Eso sí, en las más arriesgadas fue preferible hacer un close up del rostro para después abrir la toma y grabar a los alumnos que ayudaron a simular que el cantante tomaba parte activa en los diferentes ejercicios militares.

***

El videoclip de “La incondicional” se estrenó en febrero de 1989 y su impacto melódico y visual permitió que el Ejército tuviera una buena imagen entre las juventudes “luismigueleras” durante prácticamente todo el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Sin embargo, en el último año de su mandato, cambió la percepción del Ejército en el imaginario colectivo a raíz de los hechos ocurridos en Chiapas el 1 de enero de 1994.

Es relevante mencionar que, en las acciones militares, además de las tropas que intervinieron en los municipios donde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se posicionó, la Fuerza Aérea tuvo su primera experiencia bélica desde la Segunda Guerra Mundial. Los escuadrones 201 y 205, equipados con aviones Pilatus; el 208, con aviones Arava, y los 209 y 215, con helicópteros Bell, ametrallaron y lanzaron cohetes tanto a la defensa del cuartel de Rancho Viejo como en apoyo a la infantería en los municipios de Ocosingo y Comitán.

En sus memorias, el expresidente Salinas escribió que, al concluir una conversación telefónica con el general Riviello a las tres de la mañana del sábado 1 de enero de 1994, “muchos pensamientos me vinieron a la mente. Desde la represión del movimiento estudiantil de 1968 y el ulterior aniquilamiento de los grupos guerrilleros en los setenta, en México no sucedía algo así. Conforme consideraba las circunstancias, volví la vista a mi alrededor y a mi interior”.

La noche del 9 de enero, Salinas tuvo otra conversación con el general Riviello, quien le confirmó lo que ya era evidente: “Dada la posición obtenida por las tropas, sólo faltaba la orden para perseguir y someter al grupo armado”. De acuerdo con el general, el control de la zona por parte del Ejército estaba garantizado porque la fuerza numérica y el armamento de éste eran contundentes. No obstante, la decisión de Salinas fue el cese unilateral del fuego. Riviello dudó un minuto y después acató la orden del comandante supremo de las Fuerzas Armadas, respondiendo: “Estamos listos para proceder a lo que usted ordene”.

Años más tarde, Salinas rememoró que el general le comentó: “Cuánta razón tuvo usted en proceder al cese unilateral del fuego. La persecución y aniquilamiento de los indígenas que conformaban el EZLN le hubiera acarreado un desprestigio imborrable al Estado y al Ejército mexicano, y hubiera sido base para una acusación por crímenes contra la humanidad”.

En La guerra y las palabras. Una historia intelectual de 1994 (2004), el escritor Jorge Volpi describió el razonamiento de Carlos Salinas que después fue avalado por el general Riviello. De acuerdo con Volpi, si el subcomandante Marcos se convirtió en uno de los grandes líderes de finales del siglo XX se debió a su talento para transformar sus flaquezas en puntos fuertes:

“Consciente de sus limitaciones, de la escasa preparación de sus tropas, de su falta de armamento, de la pobreza de sus milicianos, el subcomandante intuye desde el inicio que sus mejores armas son las palabras. Sólo si consigue convencer a la opinión pública de la justicia de sus demandas y del carácter desigual de su combate, unos cuantos campesinos mal armados que se oponen a uno de los últimos regímenes autoritarios del mundo, logrará evitar una carnicería que de otra manera será inevitable”.

Justamente eso fue lo que intuyó el presidente al dar la orden, y el general lo entendió después.

Gracias a la imagen de cambio y progreso que buscaba transmitir el régimen, los productores de Rojo amanecer pudieron proyectar la película. Salinas trató de usar en su beneficio esa situación excepcional para demostrar apertura. Y lo hizo cuidando la imagen del Ejército, que forzaría a los productores a borrar las imágenes que lo dejaban mal parado. Pese a ello, es innegable que la percepción del espectador común respecto de la actuación de los militares es negativa.

Al mismo tiempo, el general secretario vio en el videoclip de Luis Miguel, la estrella pop del momento, una oportunidad para proyectar la imagen de unas fuerzas armadas modernas y propiciar un mayor reclutamiento. Sin embargo, Riviello no contaba con que el presidente cuidaría su propia imagen al ordenarle detener el avance del Ejército mexicano cuando éste estaba listo para aniquilar la amenaza que representaba el EZLN.

 


ALBERTO TAVIRA. Periodista especializado en política mexicana. Ha publicado en revistas como Gatopardo, Expansión, GQ y Quién; también ha participado en otros medios como Animal Político y TV Azteca. Es autor de los libros Las Mujeres de Peña Nieto (Océano, 2012) y Luis Miguel. Por debajo de la mesa (Grijalbo, 2024).


 

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