La serie de Luis Miguel: ¿Cuál es la fórmula detrás de su éxito?

¿Quién es Luis Miguel?

Diez personalidades del mundo de la música, la cultura y los medios nos dan su opinión sobre el éxito detrás de la serie de Netflix.

Tiempo de lectura: 6 minutos

¿Qué representa Luis Miguel en la cultura mexicana que hizo que la serie de Netflix inspirada en su vida tuviera tal éxito? Diez personalidades del mundo de la música, la cultura y los medios nos dan su opinión.

Leonora Milán, conductora y editora

Siento que Luis Miguel es el primer paps, papalord, papawh, mirrey, como prefieran, pero es el que brindó el modelo a seguir para la aspiración juvenil. Los hombres querían ser él, las mujeres querían estar con él. Su estilo de vida era envidiable: casa en Acapulco, dinero, fiestas, nuestro pop star por excelencia. Lo vimos crecer, lo acompañamos en su adolescencia romántica, nos conquistó sencillo tras sencillo. Luis Miguel: la serie, como si fuera un cómic, es la historia de origen del mirrey primigenio; pero esta vez, desde el aspecto vulnerable. Conocimos su historia, que a partir de sus malestares empieza a parecerse más a la nuestra y vuelve la aspiración, acompañada de nostalgia (¡nuestra perdida juventud!) y aderezada con morbo: violencia, chisme, misterio. Esa receta, combinada con un guion decente que los actores trabajan sin sobreactuar y una buena dirección, resulta irresistible.

Luis Miguel, int1

José Álvarez, director y productor

Siento que para una parte de la cultura mexicana representa un personaje inalcanzable, lejano en todos los sentidos, pero deseado, añorado, como un espejismo. Pertenece a la época en la que surgieron los mirreyes de discoteca: cadenas de oro, relojes caros, coches deportivos, guaruras, etc. Eso lo hace icónico y deslumbrante para mucha gente, sin embargo, la serie lo humaniza, lo telenovelea, lo acerca y lo hace íntimo. Creo que el éxito viene de ahí, pero ojalá esa época de prepotencia no regrese nunca, prefiero el formato milenial o hipsteriano.

Luis Miguel, int2

Brenda Lozano, escritora

Creo que fue al revés, el éxito de la serie rebasó a lo que representaba Luis Miguel. Le dio un nuevo aire, despertó su carrera que estaba dormida en los últimos años, precisamente porque representaba un gusto y una época en decadencia. Los adolescentes no se dedican canciones de Romances en la radio cuando ese perreo no se baila solo y hay música mucho más divertida. Podríamos decir que ese es un logro de la ficción sobre la realidad, la serie volvió a narrar su historia y le dio otro lugar.

En mi caso por ejemplo, nunca fui ni he sido fan de Luis Miguel, pero sí he cantado abrazando amigos a las tres de la mañana a José José. Al tiempo salieron las dos bio series en Netflix, pero nos enganchamos con la de Luis Miguel. La de José José es malísima. Es decir, el logro de una serie no está enteramente recargado en el culto a la personalidad. Luis Miguel antes y después de la serie, quiero decir, el cantante de carne y hueso, está más bien ligado a un momento horroroso en México de machismo infame, él es mirrey de mirreyes, mujeriego, está ligado a los excesos, al alcohol y las drogas, tiene una relación estrecha con los políticos del PRI, pero ese lado oscuro queda fuera de cuadro. El personaje de Luis Miguel está como pasado por un filtro de Instagram en el que invariablemente se ve bien, es tierno, enamoradizo, víctima y canta cabrón.

Álvaro Cueva, periodista

Luis Miguel es un personaje muy peculiar de la cultura popular de este país. A pesar de su indiscutible éxito artístico y económico, él es un campeón sin corona. A los  hombres y a las mujeres de este país nos encantan los campeones sin corona, los hombres que sufren, las mujeres que padecen y Luis Miguel, por un montón de circunstancias familiares, por su mamá, por su papá, por sus mujeres, sus hijos, etc., es poco menos que un hombre atormentadísimo. Por tanto, Luis Miguel es el héroe perfecto para la cultura mexicana de hoy, de ayer y de siempre.

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Mariana H, periodista

En mi infancia y adolescencia era inevitable escuchar a Luis Miguel.  No me gustaba físicamente, me parecía cursi y completamente sobreactuado. Sin embargo, prefería escuchar sus canciones y las de Flans (afortunadamente no era fan de Timbiriche) ante la opción que me imponían mis papás, que era la música clásica. Yo sé, supongo que pensarán que  es mejor escuchar música clásica que Luis Miguel, pero, carajo, ¡tenía doce años! De pronto llegaron a México las antenas parabólicas y con ellas MTV. Muchos de nosotros nos “rebelamos” escuchando y viendo bandas de heavy metal. Nos sentíamos rudos por escuchar a Scorpions, Ratt y Motley Crue. Sentí entonces que jamás caería de vuelta en las manos de Luis Miguel, hasta que apareció “La Incondicional”. Todas vimos el estreno del video, checamos si era cierto o no que Luis Miguel se había cortado el pelo, queríamos ser la incondicional sin darnos mucha cuenta de que era una pobre ilusa a la que justamente “no supo amar”. Por unos minutos, cambié MTV por el Canal 2 y me encantó.

La figura del tipo fresa (no existía el concepto de “mirrey”, del cuál él es el padre) que las adolescentes pseudorebeldes odiábamos, nos atraía a escondidas de nuestros amigos. Nos gustaba la imagen del “bad boy” de las bandas de rock y en el fondo sabíamos que con todo y su bronceado, su crepé y su saquito, Luis Miguel también era chico malo. Odiar o amar a Luis Miguel era una especie de veleta ochentera que volvió a girar tras la aparición de la serie, misma que vi completita y, confieso, se lo negué a mi ex novio y a un par de radioescuchas.

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Tania Ragasol, Directora Artística Zona MACO

Para mí, el éxito de una serie cono Luis Miguel, viene de un lugar extraño entre la nostalgia y el morbo. No solamente remite a un “soundratck” involuntario e impuesto de vida de quienes vivimos las fiestas escolares de infancia-adolescencia en los 80, sino la curiosidad de saber qué pasó con su madre. La expectativa de una especie de recuento o “perfil” de época, que terminó siendo una telenovela más colonizando Netflix.

Luis de la Rosa, actor (interpreta a Luis Miguel adolescente en la serie)

Yo creo que el éxito que tuvo Luis Miguel fue un factor importantísimo en el éxito de la serie. Luis Miguel fue un artista como pocos, súper dotado en el canto, y destacó y contribuyó  enormemente en la época dorada del pop. Es un símbolo aspiracional de la masculinidad y ha permanecido en la mente colectiva de México y América Latina. Luis Miguel fue alguien que a pesar de su talento y éxito, siempre mantuvo un perfil muy reservado en cuanto a su vida privada, familia y amigos. Dejó a millones de personas llenos de preguntas. Está duda generalizada en el público hizo que el momento en el que el mismo artista anunció que iba a hacer pública su vida privada mediante la serie de Netflix, convirtiera el proyecto en un gran éxito.

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Javier Aceves “Baxter”, escritor

La figura de Luis Mi es enigmática por varias razones. La primera tiene que ver con su status de superestrella inalcanzable. Es guapo, rico, talentoso y poderoso. Si a eso le sumamos que ha sido extremadamente difícil acceder a su vida personal, su nombre se vuelve leyenda. Luis Miguel es un best seller: cada revista que lo tiene en portada, programa de espectáculos que lo propone como tema principal o experiencia que lo acerque a la gente será un éxito económico garantizado. Los creadores de la serie tuvieron esa visión: acercar al máximo la historia del hombre misterioso al público latinoamericano y —de paso— contextualizar momentos históricos, canciones y escándalos. Por eso, no es raro que hoy esté de moda nuevamente. Además, a los mexicanos nos fascina el chisme, nos hace conectar con los demás. Si algunas de las canciones de Luis Miguel vinieron de enredos personales y anécdotas que involucran a otros “famosos”, es lógico que queramos ser parte de la anécdota, al menos volviendo a escucharlos desde otra óptica.

Covadonga Bon, Convoy / Ocesa

Yo creo que hay una cosa real, que no está a discusión, y es que Luis Miguel es el artista más grande de México. No estoy hablando de gusto, ni de preferencia, ni de calidad. La realidad es que hoy en día nadie vende más boletos que Luis Miguel. Es un tipo que ha cautivado a generaciones enteras, que se ha incrustado en la cultura popular y que regresa de muy buena forma. Lo hace con un producto audiovisual hecho a la forma en la que el mundo consume contenido el día de hoy, en una plataforma sumamente democrática y horizontal, donde uno puede escoger el contenido que quiere ver, a la  hora que lo quiere ver y cómo lo quiere ver.

Tiene que ver también con el  hecho de cómo las redes sociales van determinando lo que queremos o tenemos que ver y la forma en la que estas plataformas han sabido meterse en las conversaciones digitales de las personas. Están en la conversación y hoy estar en la conversación es importantísimo, eso hace que los contenidos sean muy exitosos, no importa si son buenos o malos. ¿Cómo no vas a estar en el tema de moda? ¿cómo no vas a participar en el chat? ¿cómo no vas a entender el meme?

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David Miklos, escritor

Luis Miguel es una anomalía por donde se lo mire. Hijo de un cantautor español y una actriz italiana, nacido en Puerto Rico y mexicano, primero por proximidad y después por nacionalización. El cantante encarna la aspiración telenovelesca por excelencia: un niño bien que no es tal o, para decirlo de otro modo, un pobre niño de pronto rico y famoso, inalcanzable. Congénere de los nacidos en los 70, Luis Miguel se inmiscuyó en nuestras colecciones de discos, lo que suele llamarse un gusto culposo. Ni todo el punk, ni todo el new wave, ni todo el rock progresivo o el mejor pop que escuchamos se libró de su cercanía, luego omnipresencia. Si la serie sobre el primer tramo de su vida tuvo y tiene éxito, es porque llama tanto a nuestra nostalgia como a nuestro morbo: nos hace recordar una época formativa salpimentada con chismes y sostenida, dramáticamente, en la desaparición y búsqueda de Marcela, su madre, y en la maldad y desintegración de Luisito Rey, su padre. Es una telenovela, en el mejor sentido de la palabra, revestida de las series que comenzamos a ver hacia finales de los 90: un acto de sincretismo y prestidigitación cultural sin parangón, que nos hace jactarnos tanto de verla (y entrar al juego del meme) como de no verla (pero comentar que no la vemos).

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