La lista de cosas que no tienen los habitantes de Avia Terai incluye agua corriente, un hospital en condiciones y asfalto en la mayoría de las calles. Que alguien en ese pueblo polvoriento y caluroso de poco más de cinco mil habitantes ubicado en el pobrísimo corazón del norte argentino conozca a una estrella de rock europea es improbable. Pero de algún modo ocurrió. Y ocurrió gracias a la lista de cosas que sí tiene Avia Terai: un número insólito de periodistas internacionales y un número aún más insólito de niños enfermos que los atrae.
En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.
La fe en Avia Terai se reparte entre las construcciones más nuevas del pueblo. Los templos, de distintos credos, sobre todo evangélicos, están entre las viviendas más antiguas —las que surgieron con los trabajadores que llegaron tentados con las oportunidades del campo de principio de siglo, la expansión ferroviaria y la instalación del matadero que todavía funciona— y entre las más precarias: casas hechas de sobras, madera y plástico que habitan los que llegaron en los últimos años expulsados del monte o huyendo de una miseria peor en asentamientos cercanos. Finalmente, los templos también supieron encontrar su lugar en los barrios jóvenes, los que construyó el gobierno local con el dinero de programas sociales del Estado Nacional a algunas de las madres solteras y los discapacitados.
Lo que piden los creyentes podría ser llamado “derechos” en otros lugares, pero en este pueblo se le llama milagros. Y para obtener milagros en Avia Terai no sólo se reza sino que, además, se practica el raro ritual de mostrarle los pesares a la prensa.
Los vecinos aseguran que antes de la llegada de Getty Images, Al Jazeera, BBC, Associated Press o la CNN, entre tantos, todo era peor: si ahora hay asfalto en algunas calles, un hospital que funciona más o menos, y agua dos horas por día, es porque los periodistas que llegaron para mostrar a esos niños con enfermedades extrañas terminaron por reflejar que, además, esos niños vivían en condiciones deplorables.
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En Avia Terai, un pueblo de 5 mil habitantes en el norte de Argentina, los niños nacen con enfermedades extrañas a causa del glifosato.
La lista de cosas que no tienen los habitantes de Avia Terai incluye agua corriente, un hospital en condiciones y asfalto en la mayoría de las calles. Que alguien en ese pueblo polvoriento y caluroso de poco más de cinco mil habitantes ubicado en el pobrísimo corazón del norte argentino conozca a una estrella de rock europea es improbable. Pero de algún modo ocurrió. Y ocurrió gracias a la lista de cosas que sí tiene Avia Terai: un número insólito de periodistas internacionales y un número aún más insólito de niños enfermos que los atrae.
En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.
La fe en Avia Terai se reparte entre las construcciones más nuevas del pueblo. Los templos, de distintos credos, sobre todo evangélicos, están entre las viviendas más antiguas —las que surgieron con los trabajadores que llegaron tentados con las oportunidades del campo de principio de siglo, la expansión ferroviaria y la instalación del matadero que todavía funciona— y entre las más precarias: casas hechas de sobras, madera y plástico que habitan los que llegaron en los últimos años expulsados del monte o huyendo de una miseria peor en asentamientos cercanos. Finalmente, los templos también supieron encontrar su lugar en los barrios jóvenes, los que construyó el gobierno local con el dinero de programas sociales del Estado Nacional a algunas de las madres solteras y los discapacitados.
Lo que piden los creyentes podría ser llamado “derechos” en otros lugares, pero en este pueblo se le llama milagros. Y para obtener milagros en Avia Terai no sólo se reza sino que, además, se practica el raro ritual de mostrarle los pesares a la prensa.
Los vecinos aseguran que antes de la llegada de Getty Images, Al Jazeera, BBC, Associated Press o la CNN, entre tantos, todo era peor: si ahora hay asfalto en algunas calles, un hospital que funciona más o menos, y agua dos horas por día, es porque los periodistas que llegaron para mostrar a esos niños con enfermedades extrañas terminaron por reflejar que, además, esos niños vivían en condiciones deplorables.
En Avia Terai, un pueblo de 5 mil habitantes en el norte de Argentina, los niños nacen con enfermedades extrañas a causa del glifosato.
La lista de cosas que no tienen los habitantes de Avia Terai incluye agua corriente, un hospital en condiciones y asfalto en la mayoría de las calles. Que alguien en ese pueblo polvoriento y caluroso de poco más de cinco mil habitantes ubicado en el pobrísimo corazón del norte argentino conozca a una estrella de rock europea es improbable. Pero de algún modo ocurrió. Y ocurrió gracias a la lista de cosas que sí tiene Avia Terai: un número insólito de periodistas internacionales y un número aún más insólito de niños enfermos que los atrae.
En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.
La fe en Avia Terai se reparte entre las construcciones más nuevas del pueblo. Los templos, de distintos credos, sobre todo evangélicos, están entre las viviendas más antiguas —las que surgieron con los trabajadores que llegaron tentados con las oportunidades del campo de principio de siglo, la expansión ferroviaria y la instalación del matadero que todavía funciona— y entre las más precarias: casas hechas de sobras, madera y plástico que habitan los que llegaron en los últimos años expulsados del monte o huyendo de una miseria peor en asentamientos cercanos. Finalmente, los templos también supieron encontrar su lugar en los barrios jóvenes, los que construyó el gobierno local con el dinero de programas sociales del Estado Nacional a algunas de las madres solteras y los discapacitados.
Lo que piden los creyentes podría ser llamado “derechos” en otros lugares, pero en este pueblo se le llama milagros. Y para obtener milagros en Avia Terai no sólo se reza sino que, además, se practica el raro ritual de mostrarle los pesares a la prensa.
Los vecinos aseguran que antes de la llegada de Getty Images, Al Jazeera, BBC, Associated Press o la CNN, entre tantos, todo era peor: si ahora hay asfalto en algunas calles, un hospital que funciona más o menos, y agua dos horas por día, es porque los periodistas que llegaron para mostrar a esos niños con enfermedades extrañas terminaron por reflejar que, además, esos niños vivían en condiciones deplorables.
En Avia Terai, un pueblo de 5 mil habitantes en el norte de Argentina, los niños nacen con enfermedades extrañas a causa del glifosato.
La lista de cosas que no tienen los habitantes de Avia Terai incluye agua corriente, un hospital en condiciones y asfalto en la mayoría de las calles. Que alguien en ese pueblo polvoriento y caluroso de poco más de cinco mil habitantes ubicado en el pobrísimo corazón del norte argentino conozca a una estrella de rock europea es improbable. Pero de algún modo ocurrió. Y ocurrió gracias a la lista de cosas que sí tiene Avia Terai: un número insólito de periodistas internacionales y un número aún más insólito de niños enfermos que los atrae.
En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.
La fe en Avia Terai se reparte entre las construcciones más nuevas del pueblo. Los templos, de distintos credos, sobre todo evangélicos, están entre las viviendas más antiguas —las que surgieron con los trabajadores que llegaron tentados con las oportunidades del campo de principio de siglo, la expansión ferroviaria y la instalación del matadero que todavía funciona— y entre las más precarias: casas hechas de sobras, madera y plástico que habitan los que llegaron en los últimos años expulsados del monte o huyendo de una miseria peor en asentamientos cercanos. Finalmente, los templos también supieron encontrar su lugar en los barrios jóvenes, los que construyó el gobierno local con el dinero de programas sociales del Estado Nacional a algunas de las madres solteras y los discapacitados.
Lo que piden los creyentes podría ser llamado “derechos” en otros lugares, pero en este pueblo se le llama milagros. Y para obtener milagros en Avia Terai no sólo se reza sino que, además, se practica el raro ritual de mostrarle los pesares a la prensa.
Los vecinos aseguran que antes de la llegada de Getty Images, Al Jazeera, BBC, Associated Press o la CNN, entre tantos, todo era peor: si ahora hay asfalto en algunas calles, un hospital que funciona más o menos, y agua dos horas por día, es porque los periodistas que llegaron para mostrar a esos niños con enfermedades extrañas terminaron por reflejar que, además, esos niños vivían en condiciones deplorables.
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En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.
La fe en Avia Terai se reparte entre las construcciones más nuevas del pueblo. Los templos, de distintos credos, sobre todo evangélicos, están entre las viviendas más antiguas —las que surgieron con los trabajadores que llegaron tentados con las oportunidades del campo de principio de siglo, la expansión ferroviaria y la instalación del matadero que todavía funciona— y entre las más precarias: casas hechas de sobras, madera y plástico que habitan los que llegaron en los últimos años expulsados del monte o huyendo de una miseria peor en asentamientos cercanos. Finalmente, los templos también supieron encontrar su lugar en los barrios jóvenes, los que construyó el gobierno local con el dinero de programas sociales del Estado Nacional a algunas de las madres solteras y los discapacitados.
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Los vecinos aseguran que antes de la llegada de Getty Images, Al Jazeera, BBC, Associated Press o la CNN, entre tantos, todo era peor: si ahora hay asfalto en algunas calles, un hospital que funciona más o menos, y agua dos horas por día, es porque los periodistas que llegaron para mostrar a esos niños con enfermedades extrañas terminaron por reflejar que, además, esos niños vivían en condiciones deplorables.
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En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.
La fe en Avia Terai se reparte entre las construcciones más nuevas del pueblo. Los templos, de distintos credos, sobre todo evangélicos, están entre las viviendas más antiguas —las que surgieron con los trabajadores que llegaron tentados con las oportunidades del campo de principio de siglo, la expansión ferroviaria y la instalación del matadero que todavía funciona— y entre las más precarias: casas hechas de sobras, madera y plástico que habitan los que llegaron en los últimos años expulsados del monte o huyendo de una miseria peor en asentamientos cercanos. Finalmente, los templos también supieron encontrar su lugar en los barrios jóvenes, los que construyó el gobierno local con el dinero de programas sociales del Estado Nacional a algunas de las madres solteras y los discapacitados.
Lo que piden los creyentes podría ser llamado “derechos” en otros lugares, pero en este pueblo se le llama milagros. Y para obtener milagros en Avia Terai no sólo se reza sino que, además, se practica el raro ritual de mostrarle los pesares a la prensa.
Los vecinos aseguran que antes de la llegada de Getty Images, Al Jazeera, BBC, Associated Press o la CNN, entre tantos, todo era peor: si ahora hay asfalto en algunas calles, un hospital que funciona más o menos, y agua dos horas por día, es porque los periodistas que llegaron para mostrar a esos niños con enfermedades extrañas terminaron por reflejar que, además, esos niños vivían en condiciones deplorables.
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