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Apps de la extorsión: falsos servicios de préstamos por internet

Apps de la extorsión: falsos servicios de préstamos por internet

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
20
.
09
.
22
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Las aplicaciones de préstamo de dinero y financieras tecnológicas se popularizaron durante la pandemia. Ha sido muy sencillo acceder a ellas porque están disponibles en plataformas como Google Play. Sin embargo, detrás de algunos falsos servicios operan redes de extorsión y chantaje en las que ya han caído miles de víctimas en México, que terminan acorraladas con deudas exorbitantes. ¿Cómo operan?

Tras recibir una ronda de inversión de 110 millones de dólares en septiembre de 2021, la startup mexicana Konfío, una financiadora emergente de crédito para pequeñas empresas, se convertía en el animal mitológico favorito de la industria tecnológica: un unicornio. La metáfora se usa para designar a las compañías que han alcanzado una valuación de al menos mil millones de dólares y es vista como un indicador de éxito no solo para la empresa tecnológica bendecida, sino para toda la industria de su región. El número de empresas unicornio, aceleradoras de startups y centros de innovación son elementos que muestran la madurez de un mercado, según los criterios de StartupBlink, una empresa de análisis global.

Tras el eminente logro de Konfío, enseguida se publicaron decenas de artículos sobre el crecimiento de las nuevas financiadoras tecnológicas en América Latina  y sus posibilidades para atender a emprendedores y personas abandonados por el sistema crediticio tradicional. Solo 49.1% de los adultos entre dieciocho y setenta años en México tiene una cuenta bancaria. En la población restante —42.6 millones de adultos no bancarizados—, las plataformas tecnológicas han encontrado un mercado en el cual ofrecer créditos, envíos de dinero y sistemas de cobro, entre otras soluciones disponibles desde aplicaciones web y móviles. Konfío sigue la línea de otras, como Kubo Financiero, Kueski o Klar. Todas prestan dinero bajo esquemas distintos a negocios o particulares. Son las llamadas startups fintech, empresas que usan las plataformas en línea para innovar en el sector tecnofinanciero.

Mientras Konfío se ganaba los titulares de la prensa durante el otoño de 2021, Jesús Muñoz, un hombre de 32 años, residente en Guadalajara, vivía una realidad muy distinta con estas apps financieras que de pronto surgieron. Motivado por una emergencia personal, fue a Google Play, la tienda de aplicaciones de su teléfono, y buscó opciones para conseguir un préstamo personal. Pese a que ahora tiene un buen trabajo como ingeniero, no consultó a su banco, pues se imaginaba que sería difícil conseguir un préstamo debido a un endeudamiento que tuvo años atrás y que lo metió en el buró de crédito.

“La app con la que inicié ya no existe. Si mal no recuerdo era algo como GryphusCrédito. Fue con la primera que me arranqué”, dice Muñoz por videollamada. La descargó sin hacer más investigación que leer y confiar en los comentarios que otros usuarios habían dejado, porque la evaluaban de manera positiva. La descripción estipulaba que podría pagar en 91 días con un porcentaje bajo de intereses (0.09% diario más IVA, según una versión en caché de la descarga de la app), y aunque pensó que seguramente serían más altos, solicitó un crédito de todas formas. Le aprobaron cinco mil pesos, pero le depositaron solo 3 200. El restante se lo descontaron de inmediato, como cobro de supuestas comisiones, aunque seguía debiendo la cantidad original. Muñoz se dio cuenta en ese momento de que la empresa no era lo que prometía.

Seis días después, supuestos agentes de cobranza se pusieron en contacto con Muñoz: el plazo de 91 días para pagar que la publicidad prometía también resultó una mentira. Comenzaron a hostigarlo por WhatsApp, con llamadas y mensajes; lo amenazaron con exhibirlo ante todos sus contactos si no pagaba el total de la deuda. Podían hacerlo porque, cuando instaló la app, les otorgó acceso a toda su información y los contactos de su teléfono. Por miedo a las amenazas, y andando sin dinero, pidió otro préstamo con otra app, pues le pareció la opción más sencilla para conseguir el monto que necesitaba en ese momento. Desde la versión 10 de Android, todas las aplicaciones piden permisos individuales, como acceso a cámara, ubicación, micrófono, galería o contactos, para poder funcionar adecuadamente con sus herramientas. Cuando los usuarios conceden o deniegan estos permisos, se entiende que lo hacen de forma voluntaria, pero en las apps que Muñoz instaló era necesario este acceso para operar.

“Empiezo a sacar otro [préstamo] para pagar alguno de los que debía, renuevo [con GryphusCrédito], pago el otro [de otra app], se hace una cadenita y ahí empiezo a descontrolarme. Comienzo por estresarme y digo: ‘Está bien, ya me metí en este problema, tengo que sacarlo de alguna manera’”. Pero al tener un adeudo con varias apps, el problema solo se hizo más grande. Para diciembre de 2021, Muñoz ya debía 168 000 pesos a unas quince aplicaciones diferentes. Con su aguinaldo y los bonos de su trabajo pagó casi 120 000. Sin embargo, el monto que quedó pendiente bastó para que la deuda creciera de nuevo. A partir de entonces, la mayor parte de sus quincenas se le iba en pagar abonos; aun así, el pasado junio su deuda ascendía a 122 000 pesos ante diecisiete apps distintas.

Durante todos esos meses, Muñoz vivió su experiencia en soledad, sin pedir ayuda. Terminó con su novia, cayó en depresión, pensó en el suicidio. Hace apenas unas semanas les contó todo a sus papás y a sus hermanos. “Me daba mucha vergüenza que todos supieran que recurrí a estas aplicaciones. Primero porque ya estaba en el buró; segundo, porque fui tan pendejo como para caer en estas situaciones, sobre todo a mi edad, y porque me considero una persona que tiene estudios, pero desafortunadamente caí en esto”.

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El caso de Jesús Muñoz es uno entre miles. Es muy larga la lista de aplicaciones fraudulentas que otorgan préstamos haciéndose pasar por financieras tecnológicas confiables, cuando en realidad son ilegales, y su número sigue creciendo. A inicios de 2022, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, que brinda atención jurídica a estas víctimas, reportó que había alrededor de 120 apps de este tipo. GryphusCrédito, Jose Cash, AP Pesito, PesoX, OKDinero y LanaPlus son algunas de las que Muñoz fue víctima, pero ninguna aparece en el Sistema de Registro de Prestadores de Servicios Financieros (Sipres), un listado público que indica el domicilio y la situación jurídica administrativa de cada una de las instituciones financieras en el país.

“No estamos hablando de instituciones financieras ni de negocios mercantiles oficiales, estamos hablando de grupos delincuenciales”, dice Óscar Rosado, presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef). De acuerdo con Rosado, las apps fraudulentas de préstamos son la versión digital de una extorsión conocida como “gota a gota”, cuyo origen está en Sudamérica. Mecanismos agresivos de cobro son su principal característica, pues en realidad no pueden afectar el buró de crédito de los usuarios, debido a que no son empresas legalmente constituidas. Este sistema gota a gota, que era presencial, en la pandemia se volvió un esquema virtual.

Con los bancos cerrados o con limitada atención por el covid-19, los servicios de las fintech se popularizaron tanto como las videollamadas por Zoom o los servicios de reparto de comida, como Uber Eats o DiDi Food. Las apps fraudulentas tomaron ventaja de esta situación, dice Rosado. “Crean aplicaciones que te dicen las mentiras de siempre: Aquí te damos crédito rápidamente, sin checar el buró’, y la gente, por necesidad, cae”.

Según el doctor Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, en lo que va de 2022 han documentado 5 452 reportes de víctimas de las apps ilegales de préstamos que incurren en delitos como cobranza indebida. “Es un número bastante alto considerando que el total del año pasado fue 1 928. Entonces puedes ahí observar la tendencia y el aumento muy considerable entre un año y otro”, dijo. El Consejo Ciudadano conoce a este tipo de extorsiones como “montadeudas”, y entre los casos que ha documentado, 55% pertenece a víctimas de la Ciudad de México.

Las plataformas de crédito que operan en el país no requieren autorización del Gobierno para establecer sus negocios, pero sí están sujetas a la supervisión de la Condusef. Deben apegarse a la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito y estar establecidas como Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes),una figura empresarial que surgió en 2006. Kueski, Konfío y otras startups financieras mexicanas están registradas como Sofomes y aparecen en el registro del Sipres. Pese a no ser instituciones bancarias tradicionales, productos como tarjetas de crédito empresariales, préstamos personales a corto plazo y herramientas de negocio para aceptar pagos de clientes han sido parte de su éxito. Pero las apps que usó Muñoz y las documentadas por el Consejo Ciudadano son ilegales porque no cumplen con ninguno de los requisitos de la ley. Decenas de apps de este tipo están disponibles y cualquier persona que tenga acceso a un teléfono inteligente puede descargarlas, tanto en Android como en iOS. Sin embargo, de acuerdo con The Competitive Intelligence Unit, Android es el sistema operativo que usa casi 90% de los smartphones en México; por lo tanto, la mayoría de los reportes contra estas apps provienen de sus usuarios. Google, la empresa de tecnología que provee este sistema operativo, también es responsable de administrar Google Play, la tienda oficial de aplicaciones. La app de Jose Cash, por ejemplo, seguía disponible hasta mediados de julio, pero tras una actualización, cambió su nombre a SueñoCredy. Aparece con más de un millón de descargas y aún conserva 4.8 de las cinco estrellas de puntuación, que se basan en 123 000 calificaciones. Para leer los comentarios negativos hay que buscar entre el mar de opiniones destacadas que dejaron numerosas cuentas y que, según las víctimas, son reseñas falsas para inflar la popularidad de la aplicación.

Al solicitar una entrevista sobre la permanencia de estas aplicaciones ilegales, Google respondió con una declaración por correo electrónico: “Google Play se compromete a proporcionar una plataforma segura para miles de millones de usuarios de Android. Todos los desarrolladores están sujetos a nuestras políticas del Programa para Desarrolladores. Si se prueba una infracción, la aplicación se puede eliminar y el desarrollador puede quedar vetado de la tienda. Cualquier usuario puede denunciar una aplicación cuando hay una infracción de nuestras políticas”. Sin embargo, los casos que las víctimas —como Jesús Muñoz— han compartido en redes sociales y las estadísticas sobre los afectados comprueban que las apps de préstamos fraudulentos siguen operando. De acuerdo con Rosado, el presidente de la Condusef, la comisión es incapaz de tomar acciones ante las quejas de los usuarios porque las apps no son instituciones financieras reales y, por lo tanto, están fuera de su control. La Condusef puede supervisar veintiún tipos de sectores, lo que incluye las Sofomes, pero si no están registradas, salen de su campo de acción. En su lugar, los delitos caen en el fuero común, por lo que los afectados deben denunciar ante las fiscalías de sus estados, la Policía Cibernética o la Guardia Nacional, explica el funcionario.

No obstante, esos recursos tienen poca probabilidad de brindar justicia. “La Policía Cibernética me dijo que no había ningún tipo de solución, que era un tema entre particulares y que ellos solo podían hacer caso de las amenazas, pero que me recomendaban que [mejor] avisara a mis familiares y cambiara de teléfono”, recuerda Carlos de la Rosa, un empresario de 44 años que vive en el Estado de México. Cuando el pasado mes de abril tuvo que recurrir a sus ahorros para pagar a un proveedor, pensó que las apps de préstamos serían una ayuda para equilibrar su flujo de efectivo. Así que pidió dinero a GuayabaCash y Jose Cash: en tan solo un mes, un préstamo inicial de cinco mil pesos terminó en una deuda de unos veinte mil.

De la Rosa denunció a ambas apps porque siguieron haciéndole depósitos que él no solicitaba, mientras escalaba el hostigamiento de sus estrategias de cobro. Llegó a recibir hasta quinientos mensajes por SMS y WhatsApp al día y, como dejó de pagar, sus contactos y familiares fueron bombardeados con mensajes difamatorios que incluían fotografías suyas. “A mi hija le mandan un mensaje diciendo que soy el violador de una niña de nueve años, que me están buscando y que por favor diga en dónde estoy. Mismo caso a mis clientes, diciendo que soy un defraudador”, detalla De la Rosa. Las denuncias no detuvieron el acoso. Todo terminó hasta que apagó su teléfono y consiguió un nuevo número, aunque, para salir adelante tras la humillación pública, tuvo que explicarles a todos sus clientes y conocidos que había sido víctima de un hackeo por parte de estas apps.

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Las apps de préstamos inmediatos se popularizaron durante la pandemia en India, Indonesia y Filipinas, según la revista Wired. Cuando el acoso de los cobradores resultó en casos de suicidio, los gobiernos intervinieron. A inicios del año pasado, Google eliminó cientos de aplicaciones ilegales tan solo en India. Ahora todas aquellas que tengan un servicio de préstamos en Google Play, en esos tres países, deben comprobar que cumplen con las regulaciones locales y presentar la documentación para respaldarlo. No es el caso de México.

Los afectados en nuestro país relatan que algunas apps desaparecen de la tienda para reaparecer tiempo después con los mismos nombres y logotipos, aunque también con otros distintos. GuayabaCash, la primera en la que Carlos de la Rosa pidió un préstamo, ya no está disponible; GryphusCrédito, en la que Jesús Muñoz solicitó dinero por primera vez, ya no se encuentra ni en Google Play ni en la App Store. “Pero muchas veces son los mismos, el mismo frontend [interfaz gráfica para el usuario], el mismo formulario para pedir información”, dice De la Rosa, quien tiene experiencia en tecnología, pues es dueño de una agencia digital. “A todas les pagas en STP [Sistema de Transferencias y Pagos], no le pagas a un banco, y en algunos casos las razones sociales son las mismas”.

Según las reglas de Google Play, las aplicaciones que ofrecen préstamos, en cualquier lugar del mundo, deben especificar los intereses, mostrar ejemplos del total a pagar y, lo más importante, respetar los plazos de pago que establece la propia empresa. “No se permiten aplicaciones que promuevan préstamos personales que requieran el pago íntegro en sesenta días o menos desde la fecha de emisión del préstamo”, se lee en el sitio de soporte.

Kueski, una Sofom regulada que ofrece créditos desde quinientos hasta dos mil pesos, no tiene app móvil, debido a que su plazo de pago va de los siete a los 99 días. De acuerdo con esta plataforma, sus préstamos, aprobados en menos de dos horas, están destinados para cubrir necesidades personales o urgentes. Mientras tanto, la descripción actual de SueñoCredy, en Google Play, dice que ofrece préstamos de ochocientos a veinte mil pesos, su plazo es de 91 a 120 días, y pone este ejemplo: si el préstamo fue de dos mil pesos, el total a pagar será de 2 374.60, si se cubre en los 91 días. Para Google Play, declarar esta información es suficiente para cumplir los lineamientos de las aplicaciones de crédito, aunque los usuarios se encuentren con una realidad completamente distinta.

Esta información es similar a la que motivó a Jesús Muñoz a pedir un préstamo. Con estas descripciones falsas, Jose Cash y otras apps pueden sortear los lineamientos de Google Play, considera Óscar García, de veintiocho años, residente en Uruapan, Michoacán. “Soy un trabajador promedio que gana unos dos mil pesos a la semana. Se enfermó mi hijo y pensé que era una buena opción, pero resultó ser la peor”. Así relata su experiencia como víctima de Jose Cash, en marzo de este año. “Me engancharon al decir que eran noventa días, pero al sexto día la aplicación ya me marcaba [al teléfono], diciendo que tenía que pagar. Me empezaron a molestar desde las 6:30 de la mañana con que a las 12:00 tenía que efectuar el pago”. Los mismos cobradores de Jose Cash le recomendaron pedir prestado en otras apps para pagar su deuda original, que era de nueve mil pesos. Lo hizo, pero solo le depositaron 5 470. La bola de nieve creció, y en poco tiempo debía más de setenta mil pesos a unas veinte aplicaciones.

“Durante esas semanas no viví. Me decían que iban a venir a mi casa, que se iban a cobrar con mi hermana, que iban a vender los órganos de mi hijo. Después me amenazaban, decían que eran una organización criminal”. Las capturas de pantalla y los audios que comparte García son prueba de los insultos y amenazas que recibió, no solo él, sino también sus contactos. Para salir de las deudas vendió su auto y calcula que les transfirió más de ochenta mil pesos, pero el adeudo nunca fue liberado. García, al igual que De la Rosa, identificó en algunas llamadas que los cobradores tenían acento colombiano. Cuando quiso denunciar, la Policía Cibernética le dijo que no podía hacer nada al respecto: “Cuando vi que uno está solo, encontré grupos de Facebook que me sirvieron de guía”.

Ahí, en las redes sociales, otras personas y creadores de contenido en YouTube le brindaron consejos para lidiar con los extorsionadores. García desinstaló todas las aplicaciones, les quitó los permisos, borró los datos de caché y de memoria de su teléfono y consiguió un nuevo número. Los cobradores dejaron de molestarlo y, después de unas semanas, también a sus contactos. Los grupos en Facebook dedicados a denunciar las apps fraudulentas en México tienen hasta 48 000 miembros que comparten sus experiencias de extorsión. Desde que fue víctima, García es un usuario activo de estos grupos para ayudar a quienes quieran intentar la solución que a él le funcionó. En estas comunidades se difunde información actualizada sobre el estado de las plataformas. Un grupo que antes se llamaba Alto Jose Cash, con casi cinco mil miembros, cambió su nombre este julio a Alto SueñoCredy Antes José Cash, para alertar a las personas. Como estos grupos tienen en común que la gente comparte información sobre las apps fraudulentas, se mantienen activos con publicaciones de víctimas que piden asesoramiento tras caer en sus redes, así como palabras de apoyo y capturas de pantalla de las amenazas que reciben. Pero otros preguntan a la comunidad sobre si ciertas aplicaciones o plataformas son de fiar, antes de solicitar un préstamo.

Así como los usuarios crean redes de ayuda en línea, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ofrece apoyo jurídico y psicológico gratuito para las víctimas. La Organización Nacional de la Defensa del Deudor también recopila casos de personas afectadas y brinda asesoría jurídica. La Condusef recomienda solamente solicitar préstamos a entidades registradas en el Sipres, en redes sociales con boletines informativos. “Tenemos que tener un sentido de seguridad y protección virtual, así como lo tenemos a nivel personal”, dice Óscar Rosado.

A pesar de haber sido víctimas, Muñoz, De la Rosa y García todavía se culpan por haber confiado en apps que resultaron ser esquemas de extorsión, mientras intentan sobreponerse a los golpes financieros y emocionales. “Seguramente me va a tomar muchos meses levantarme, pero espero poco a poco ir recuperando mi tranquilidad”, dice Muñoz. Con la ayuda de su familia, pero aún con el temor de ser exhibido, pagó la última extorsión con dinero que provino de préstamos de bancos establecidos.

Aunque las apps ilegales sigan en línea, De la Rosa espera que su experiencia disuada a otros de descargarlas y solicitarles préstamos: “Estás entregándole lo más importante, tu información, a una persona que no conoces, no sabes quién está detrás de estas aplicaciones. Yo les di, prácticamente, las llaves de mi vida”.

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Esta historia se publicó en la edición dedicada a "La revolución tecnológica".

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Tiempo de Lectura: 00 min

Las aplicaciones de préstamo de dinero y financieras tecnológicas se popularizaron durante la pandemia. Ha sido muy sencillo acceder a ellas porque están disponibles en plataformas como Google Play. Sin embargo, detrás de algunos falsos servicios operan redes de extorsión y chantaje en las que ya han caído miles de víctimas en México, que terminan acorraladas con deudas exorbitantes. ¿Cómo operan?

Tras recibir una ronda de inversión de 110 millones de dólares en septiembre de 2021, la startup mexicana Konfío, una financiadora emergente de crédito para pequeñas empresas, se convertía en el animal mitológico favorito de la industria tecnológica: un unicornio. La metáfora se usa para designar a las compañías que han alcanzado una valuación de al menos mil millones de dólares y es vista como un indicador de éxito no solo para la empresa tecnológica bendecida, sino para toda la industria de su región. El número de empresas unicornio, aceleradoras de startups y centros de innovación son elementos que muestran la madurez de un mercado, según los criterios de StartupBlink, una empresa de análisis global.

Tras el eminente logro de Konfío, enseguida se publicaron decenas de artículos sobre el crecimiento de las nuevas financiadoras tecnológicas en América Latina  y sus posibilidades para atender a emprendedores y personas abandonados por el sistema crediticio tradicional. Solo 49.1% de los adultos entre dieciocho y setenta años en México tiene una cuenta bancaria. En la población restante —42.6 millones de adultos no bancarizados—, las plataformas tecnológicas han encontrado un mercado en el cual ofrecer créditos, envíos de dinero y sistemas de cobro, entre otras soluciones disponibles desde aplicaciones web y móviles. Konfío sigue la línea de otras, como Kubo Financiero, Kueski o Klar. Todas prestan dinero bajo esquemas distintos a negocios o particulares. Son las llamadas startups fintech, empresas que usan las plataformas en línea para innovar en el sector tecnofinanciero.

Mientras Konfío se ganaba los titulares de la prensa durante el otoño de 2021, Jesús Muñoz, un hombre de 32 años, residente en Guadalajara, vivía una realidad muy distinta con estas apps financieras que de pronto surgieron. Motivado por una emergencia personal, fue a Google Play, la tienda de aplicaciones de su teléfono, y buscó opciones para conseguir un préstamo personal. Pese a que ahora tiene un buen trabajo como ingeniero, no consultó a su banco, pues se imaginaba que sería difícil conseguir un préstamo debido a un endeudamiento que tuvo años atrás y que lo metió en el buró de crédito.

“La app con la que inicié ya no existe. Si mal no recuerdo era algo como GryphusCrédito. Fue con la primera que me arranqué”, dice Muñoz por videollamada. La descargó sin hacer más investigación que leer y confiar en los comentarios que otros usuarios habían dejado, porque la evaluaban de manera positiva. La descripción estipulaba que podría pagar en 91 días con un porcentaje bajo de intereses (0.09% diario más IVA, según una versión en caché de la descarga de la app), y aunque pensó que seguramente serían más altos, solicitó un crédito de todas formas. Le aprobaron cinco mil pesos, pero le depositaron solo 3 200. El restante se lo descontaron de inmediato, como cobro de supuestas comisiones, aunque seguía debiendo la cantidad original. Muñoz se dio cuenta en ese momento de que la empresa no era lo que prometía.

Seis días después, supuestos agentes de cobranza se pusieron en contacto con Muñoz: el plazo de 91 días para pagar que la publicidad prometía también resultó una mentira. Comenzaron a hostigarlo por WhatsApp, con llamadas y mensajes; lo amenazaron con exhibirlo ante todos sus contactos si no pagaba el total de la deuda. Podían hacerlo porque, cuando instaló la app, les otorgó acceso a toda su información y los contactos de su teléfono. Por miedo a las amenazas, y andando sin dinero, pidió otro préstamo con otra app, pues le pareció la opción más sencilla para conseguir el monto que necesitaba en ese momento. Desde la versión 10 de Android, todas las aplicaciones piden permisos individuales, como acceso a cámara, ubicación, micrófono, galería o contactos, para poder funcionar adecuadamente con sus herramientas. Cuando los usuarios conceden o deniegan estos permisos, se entiende que lo hacen de forma voluntaria, pero en las apps que Muñoz instaló era necesario este acceso para operar.

“Empiezo a sacar otro [préstamo] para pagar alguno de los que debía, renuevo [con GryphusCrédito], pago el otro [de otra app], se hace una cadenita y ahí empiezo a descontrolarme. Comienzo por estresarme y digo: ‘Está bien, ya me metí en este problema, tengo que sacarlo de alguna manera’”. Pero al tener un adeudo con varias apps, el problema solo se hizo más grande. Para diciembre de 2021, Muñoz ya debía 168 000 pesos a unas quince aplicaciones diferentes. Con su aguinaldo y los bonos de su trabajo pagó casi 120 000. Sin embargo, el monto que quedó pendiente bastó para que la deuda creciera de nuevo. A partir de entonces, la mayor parte de sus quincenas se le iba en pagar abonos; aun así, el pasado junio su deuda ascendía a 122 000 pesos ante diecisiete apps distintas.

Durante todos esos meses, Muñoz vivió su experiencia en soledad, sin pedir ayuda. Terminó con su novia, cayó en depresión, pensó en el suicidio. Hace apenas unas semanas les contó todo a sus papás y a sus hermanos. “Me daba mucha vergüenza que todos supieran que recurrí a estas aplicaciones. Primero porque ya estaba en el buró; segundo, porque fui tan pendejo como para caer en estas situaciones, sobre todo a mi edad, y porque me considero una persona que tiene estudios, pero desafortunadamente caí en esto”.

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El caso de Jesús Muñoz es uno entre miles. Es muy larga la lista de aplicaciones fraudulentas que otorgan préstamos haciéndose pasar por financieras tecnológicas confiables, cuando en realidad son ilegales, y su número sigue creciendo. A inicios de 2022, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, que brinda atención jurídica a estas víctimas, reportó que había alrededor de 120 apps de este tipo. GryphusCrédito, Jose Cash, AP Pesito, PesoX, OKDinero y LanaPlus son algunas de las que Muñoz fue víctima, pero ninguna aparece en el Sistema de Registro de Prestadores de Servicios Financieros (Sipres), un listado público que indica el domicilio y la situación jurídica administrativa de cada una de las instituciones financieras en el país.

“No estamos hablando de instituciones financieras ni de negocios mercantiles oficiales, estamos hablando de grupos delincuenciales”, dice Óscar Rosado, presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef). De acuerdo con Rosado, las apps fraudulentas de préstamos son la versión digital de una extorsión conocida como “gota a gota”, cuyo origen está en Sudamérica. Mecanismos agresivos de cobro son su principal característica, pues en realidad no pueden afectar el buró de crédito de los usuarios, debido a que no son empresas legalmente constituidas. Este sistema gota a gota, que era presencial, en la pandemia se volvió un esquema virtual.

Con los bancos cerrados o con limitada atención por el covid-19, los servicios de las fintech se popularizaron tanto como las videollamadas por Zoom o los servicios de reparto de comida, como Uber Eats o DiDi Food. Las apps fraudulentas tomaron ventaja de esta situación, dice Rosado. “Crean aplicaciones que te dicen las mentiras de siempre: Aquí te damos crédito rápidamente, sin checar el buró’, y la gente, por necesidad, cae”.

Según el doctor Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, en lo que va de 2022 han documentado 5 452 reportes de víctimas de las apps ilegales de préstamos que incurren en delitos como cobranza indebida. “Es un número bastante alto considerando que el total del año pasado fue 1 928. Entonces puedes ahí observar la tendencia y el aumento muy considerable entre un año y otro”, dijo. El Consejo Ciudadano conoce a este tipo de extorsiones como “montadeudas”, y entre los casos que ha documentado, 55% pertenece a víctimas de la Ciudad de México.

Las plataformas de crédito que operan en el país no requieren autorización del Gobierno para establecer sus negocios, pero sí están sujetas a la supervisión de la Condusef. Deben apegarse a la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito y estar establecidas como Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes),una figura empresarial que surgió en 2006. Kueski, Konfío y otras startups financieras mexicanas están registradas como Sofomes y aparecen en el registro del Sipres. Pese a no ser instituciones bancarias tradicionales, productos como tarjetas de crédito empresariales, préstamos personales a corto plazo y herramientas de negocio para aceptar pagos de clientes han sido parte de su éxito. Pero las apps que usó Muñoz y las documentadas por el Consejo Ciudadano son ilegales porque no cumplen con ninguno de los requisitos de la ley. Decenas de apps de este tipo están disponibles y cualquier persona que tenga acceso a un teléfono inteligente puede descargarlas, tanto en Android como en iOS. Sin embargo, de acuerdo con The Competitive Intelligence Unit, Android es el sistema operativo que usa casi 90% de los smartphones en México; por lo tanto, la mayoría de los reportes contra estas apps provienen de sus usuarios. Google, la empresa de tecnología que provee este sistema operativo, también es responsable de administrar Google Play, la tienda oficial de aplicaciones. La app de Jose Cash, por ejemplo, seguía disponible hasta mediados de julio, pero tras una actualización, cambió su nombre a SueñoCredy. Aparece con más de un millón de descargas y aún conserva 4.8 de las cinco estrellas de puntuación, que se basan en 123 000 calificaciones. Para leer los comentarios negativos hay que buscar entre el mar de opiniones destacadas que dejaron numerosas cuentas y que, según las víctimas, son reseñas falsas para inflar la popularidad de la aplicación.

Al solicitar una entrevista sobre la permanencia de estas aplicaciones ilegales, Google respondió con una declaración por correo electrónico: “Google Play se compromete a proporcionar una plataforma segura para miles de millones de usuarios de Android. Todos los desarrolladores están sujetos a nuestras políticas del Programa para Desarrolladores. Si se prueba una infracción, la aplicación se puede eliminar y el desarrollador puede quedar vetado de la tienda. Cualquier usuario puede denunciar una aplicación cuando hay una infracción de nuestras políticas”. Sin embargo, los casos que las víctimas —como Jesús Muñoz— han compartido en redes sociales y las estadísticas sobre los afectados comprueban que las apps de préstamos fraudulentos siguen operando. De acuerdo con Rosado, el presidente de la Condusef, la comisión es incapaz de tomar acciones ante las quejas de los usuarios porque las apps no son instituciones financieras reales y, por lo tanto, están fuera de su control. La Condusef puede supervisar veintiún tipos de sectores, lo que incluye las Sofomes, pero si no están registradas, salen de su campo de acción. En su lugar, los delitos caen en el fuero común, por lo que los afectados deben denunciar ante las fiscalías de sus estados, la Policía Cibernética o la Guardia Nacional, explica el funcionario.

No obstante, esos recursos tienen poca probabilidad de brindar justicia. “La Policía Cibernética me dijo que no había ningún tipo de solución, que era un tema entre particulares y que ellos solo podían hacer caso de las amenazas, pero que me recomendaban que [mejor] avisara a mis familiares y cambiara de teléfono”, recuerda Carlos de la Rosa, un empresario de 44 años que vive en el Estado de México. Cuando el pasado mes de abril tuvo que recurrir a sus ahorros para pagar a un proveedor, pensó que las apps de préstamos serían una ayuda para equilibrar su flujo de efectivo. Así que pidió dinero a GuayabaCash y Jose Cash: en tan solo un mes, un préstamo inicial de cinco mil pesos terminó en una deuda de unos veinte mil.

De la Rosa denunció a ambas apps porque siguieron haciéndole depósitos que él no solicitaba, mientras escalaba el hostigamiento de sus estrategias de cobro. Llegó a recibir hasta quinientos mensajes por SMS y WhatsApp al día y, como dejó de pagar, sus contactos y familiares fueron bombardeados con mensajes difamatorios que incluían fotografías suyas. “A mi hija le mandan un mensaje diciendo que soy el violador de una niña de nueve años, que me están buscando y que por favor diga en dónde estoy. Mismo caso a mis clientes, diciendo que soy un defraudador”, detalla De la Rosa. Las denuncias no detuvieron el acoso. Todo terminó hasta que apagó su teléfono y consiguió un nuevo número, aunque, para salir adelante tras la humillación pública, tuvo que explicarles a todos sus clientes y conocidos que había sido víctima de un hackeo por parte de estas apps.

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Las apps de préstamos inmediatos se popularizaron durante la pandemia en India, Indonesia y Filipinas, según la revista Wired. Cuando el acoso de los cobradores resultó en casos de suicidio, los gobiernos intervinieron. A inicios del año pasado, Google eliminó cientos de aplicaciones ilegales tan solo en India. Ahora todas aquellas que tengan un servicio de préstamos en Google Play, en esos tres países, deben comprobar que cumplen con las regulaciones locales y presentar la documentación para respaldarlo. No es el caso de México.

Los afectados en nuestro país relatan que algunas apps desaparecen de la tienda para reaparecer tiempo después con los mismos nombres y logotipos, aunque también con otros distintos. GuayabaCash, la primera en la que Carlos de la Rosa pidió un préstamo, ya no está disponible; GryphusCrédito, en la que Jesús Muñoz solicitó dinero por primera vez, ya no se encuentra ni en Google Play ni en la App Store. “Pero muchas veces son los mismos, el mismo frontend [interfaz gráfica para el usuario], el mismo formulario para pedir información”, dice De la Rosa, quien tiene experiencia en tecnología, pues es dueño de una agencia digital. “A todas les pagas en STP [Sistema de Transferencias y Pagos], no le pagas a un banco, y en algunos casos las razones sociales son las mismas”.

Según las reglas de Google Play, las aplicaciones que ofrecen préstamos, en cualquier lugar del mundo, deben especificar los intereses, mostrar ejemplos del total a pagar y, lo más importante, respetar los plazos de pago que establece la propia empresa. “No se permiten aplicaciones que promuevan préstamos personales que requieran el pago íntegro en sesenta días o menos desde la fecha de emisión del préstamo”, se lee en el sitio de soporte.

Kueski, una Sofom regulada que ofrece créditos desde quinientos hasta dos mil pesos, no tiene app móvil, debido a que su plazo de pago va de los siete a los 99 días. De acuerdo con esta plataforma, sus préstamos, aprobados en menos de dos horas, están destinados para cubrir necesidades personales o urgentes. Mientras tanto, la descripción actual de SueñoCredy, en Google Play, dice que ofrece préstamos de ochocientos a veinte mil pesos, su plazo es de 91 a 120 días, y pone este ejemplo: si el préstamo fue de dos mil pesos, el total a pagar será de 2 374.60, si se cubre en los 91 días. Para Google Play, declarar esta información es suficiente para cumplir los lineamientos de las aplicaciones de crédito, aunque los usuarios se encuentren con una realidad completamente distinta.

Esta información es similar a la que motivó a Jesús Muñoz a pedir un préstamo. Con estas descripciones falsas, Jose Cash y otras apps pueden sortear los lineamientos de Google Play, considera Óscar García, de veintiocho años, residente en Uruapan, Michoacán. “Soy un trabajador promedio que gana unos dos mil pesos a la semana. Se enfermó mi hijo y pensé que era una buena opción, pero resultó ser la peor”. Así relata su experiencia como víctima de Jose Cash, en marzo de este año. “Me engancharon al decir que eran noventa días, pero al sexto día la aplicación ya me marcaba [al teléfono], diciendo que tenía que pagar. Me empezaron a molestar desde las 6:30 de la mañana con que a las 12:00 tenía que efectuar el pago”. Los mismos cobradores de Jose Cash le recomendaron pedir prestado en otras apps para pagar su deuda original, que era de nueve mil pesos. Lo hizo, pero solo le depositaron 5 470. La bola de nieve creció, y en poco tiempo debía más de setenta mil pesos a unas veinte aplicaciones.

“Durante esas semanas no viví. Me decían que iban a venir a mi casa, que se iban a cobrar con mi hermana, que iban a vender los órganos de mi hijo. Después me amenazaban, decían que eran una organización criminal”. Las capturas de pantalla y los audios que comparte García son prueba de los insultos y amenazas que recibió, no solo él, sino también sus contactos. Para salir de las deudas vendió su auto y calcula que les transfirió más de ochenta mil pesos, pero el adeudo nunca fue liberado. García, al igual que De la Rosa, identificó en algunas llamadas que los cobradores tenían acento colombiano. Cuando quiso denunciar, la Policía Cibernética le dijo que no podía hacer nada al respecto: “Cuando vi que uno está solo, encontré grupos de Facebook que me sirvieron de guía”.

Ahí, en las redes sociales, otras personas y creadores de contenido en YouTube le brindaron consejos para lidiar con los extorsionadores. García desinstaló todas las aplicaciones, les quitó los permisos, borró los datos de caché y de memoria de su teléfono y consiguió un nuevo número. Los cobradores dejaron de molestarlo y, después de unas semanas, también a sus contactos. Los grupos en Facebook dedicados a denunciar las apps fraudulentas en México tienen hasta 48 000 miembros que comparten sus experiencias de extorsión. Desde que fue víctima, García es un usuario activo de estos grupos para ayudar a quienes quieran intentar la solución que a él le funcionó. En estas comunidades se difunde información actualizada sobre el estado de las plataformas. Un grupo que antes se llamaba Alto Jose Cash, con casi cinco mil miembros, cambió su nombre este julio a Alto SueñoCredy Antes José Cash, para alertar a las personas. Como estos grupos tienen en común que la gente comparte información sobre las apps fraudulentas, se mantienen activos con publicaciones de víctimas que piden asesoramiento tras caer en sus redes, así como palabras de apoyo y capturas de pantalla de las amenazas que reciben. Pero otros preguntan a la comunidad sobre si ciertas aplicaciones o plataformas son de fiar, antes de solicitar un préstamo.

Así como los usuarios crean redes de ayuda en línea, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ofrece apoyo jurídico y psicológico gratuito para las víctimas. La Organización Nacional de la Defensa del Deudor también recopila casos de personas afectadas y brinda asesoría jurídica. La Condusef recomienda solamente solicitar préstamos a entidades registradas en el Sipres, en redes sociales con boletines informativos. “Tenemos que tener un sentido de seguridad y protección virtual, así como lo tenemos a nivel personal”, dice Óscar Rosado.

A pesar de haber sido víctimas, Muñoz, De la Rosa y García todavía se culpan por haber confiado en apps que resultaron ser esquemas de extorsión, mientras intentan sobreponerse a los golpes financieros y emocionales. “Seguramente me va a tomar muchos meses levantarme, pero espero poco a poco ir recuperando mi tranquilidad”, dice Muñoz. Con la ayuda de su familia, pero aún con el temor de ser exhibido, pagó la última extorsión con dinero que provino de préstamos de bancos establecidos.

Aunque las apps ilegales sigan en línea, De la Rosa espera que su experiencia disuada a otros de descargarlas y solicitarles préstamos: “Estás entregándole lo más importante, tu información, a una persona que no conoces, no sabes quién está detrás de estas aplicaciones. Yo les di, prácticamente, las llaves de mi vida”.

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Esta historia se publicó en la edición dedicada a "La revolución tecnológica".

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Apps de la extorsión: falsos servicios de préstamos por internet

Apps de la extorsión: falsos servicios de préstamos por internet

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Las aplicaciones de préstamo de dinero y financieras tecnológicas se popularizaron durante la pandemia. Ha sido muy sencillo acceder a ellas porque están disponibles en plataformas como Google Play. Sin embargo, detrás de algunos falsos servicios operan redes de extorsión y chantaje en las que ya han caído miles de víctimas en México, que terminan acorraladas con deudas exorbitantes. ¿Cómo operan?

Tras recibir una ronda de inversión de 110 millones de dólares en septiembre de 2021, la startup mexicana Konfío, una financiadora emergente de crédito para pequeñas empresas, se convertía en el animal mitológico favorito de la industria tecnológica: un unicornio. La metáfora se usa para designar a las compañías que han alcanzado una valuación de al menos mil millones de dólares y es vista como un indicador de éxito no solo para la empresa tecnológica bendecida, sino para toda la industria de su región. El número de empresas unicornio, aceleradoras de startups y centros de innovación son elementos que muestran la madurez de un mercado, según los criterios de StartupBlink, una empresa de análisis global.

Tras el eminente logro de Konfío, enseguida se publicaron decenas de artículos sobre el crecimiento de las nuevas financiadoras tecnológicas en América Latina  y sus posibilidades para atender a emprendedores y personas abandonados por el sistema crediticio tradicional. Solo 49.1% de los adultos entre dieciocho y setenta años en México tiene una cuenta bancaria. En la población restante —42.6 millones de adultos no bancarizados—, las plataformas tecnológicas han encontrado un mercado en el cual ofrecer créditos, envíos de dinero y sistemas de cobro, entre otras soluciones disponibles desde aplicaciones web y móviles. Konfío sigue la línea de otras, como Kubo Financiero, Kueski o Klar. Todas prestan dinero bajo esquemas distintos a negocios o particulares. Son las llamadas startups fintech, empresas que usan las plataformas en línea para innovar en el sector tecnofinanciero.

Mientras Konfío se ganaba los titulares de la prensa durante el otoño de 2021, Jesús Muñoz, un hombre de 32 años, residente en Guadalajara, vivía una realidad muy distinta con estas apps financieras que de pronto surgieron. Motivado por una emergencia personal, fue a Google Play, la tienda de aplicaciones de su teléfono, y buscó opciones para conseguir un préstamo personal. Pese a que ahora tiene un buen trabajo como ingeniero, no consultó a su banco, pues se imaginaba que sería difícil conseguir un préstamo debido a un endeudamiento que tuvo años atrás y que lo metió en el buró de crédito.

“La app con la que inicié ya no existe. Si mal no recuerdo era algo como GryphusCrédito. Fue con la primera que me arranqué”, dice Muñoz por videollamada. La descargó sin hacer más investigación que leer y confiar en los comentarios que otros usuarios habían dejado, porque la evaluaban de manera positiva. La descripción estipulaba que podría pagar en 91 días con un porcentaje bajo de intereses (0.09% diario más IVA, según una versión en caché de la descarga de la app), y aunque pensó que seguramente serían más altos, solicitó un crédito de todas formas. Le aprobaron cinco mil pesos, pero le depositaron solo 3 200. El restante se lo descontaron de inmediato, como cobro de supuestas comisiones, aunque seguía debiendo la cantidad original. Muñoz se dio cuenta en ese momento de que la empresa no era lo que prometía.

Seis días después, supuestos agentes de cobranza se pusieron en contacto con Muñoz: el plazo de 91 días para pagar que la publicidad prometía también resultó una mentira. Comenzaron a hostigarlo por WhatsApp, con llamadas y mensajes; lo amenazaron con exhibirlo ante todos sus contactos si no pagaba el total de la deuda. Podían hacerlo porque, cuando instaló la app, les otorgó acceso a toda su información y los contactos de su teléfono. Por miedo a las amenazas, y andando sin dinero, pidió otro préstamo con otra app, pues le pareció la opción más sencilla para conseguir el monto que necesitaba en ese momento. Desde la versión 10 de Android, todas las aplicaciones piden permisos individuales, como acceso a cámara, ubicación, micrófono, galería o contactos, para poder funcionar adecuadamente con sus herramientas. Cuando los usuarios conceden o deniegan estos permisos, se entiende que lo hacen de forma voluntaria, pero en las apps que Muñoz instaló era necesario este acceso para operar.

“Empiezo a sacar otro [préstamo] para pagar alguno de los que debía, renuevo [con GryphusCrédito], pago el otro [de otra app], se hace una cadenita y ahí empiezo a descontrolarme. Comienzo por estresarme y digo: ‘Está bien, ya me metí en este problema, tengo que sacarlo de alguna manera’”. Pero al tener un adeudo con varias apps, el problema solo se hizo más grande. Para diciembre de 2021, Muñoz ya debía 168 000 pesos a unas quince aplicaciones diferentes. Con su aguinaldo y los bonos de su trabajo pagó casi 120 000. Sin embargo, el monto que quedó pendiente bastó para que la deuda creciera de nuevo. A partir de entonces, la mayor parte de sus quincenas se le iba en pagar abonos; aun así, el pasado junio su deuda ascendía a 122 000 pesos ante diecisiete apps distintas.

Durante todos esos meses, Muñoz vivió su experiencia en soledad, sin pedir ayuda. Terminó con su novia, cayó en depresión, pensó en el suicidio. Hace apenas unas semanas les contó todo a sus papás y a sus hermanos. “Me daba mucha vergüenza que todos supieran que recurrí a estas aplicaciones. Primero porque ya estaba en el buró; segundo, porque fui tan pendejo como para caer en estas situaciones, sobre todo a mi edad, y porque me considero una persona que tiene estudios, pero desafortunadamente caí en esto”.

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El caso de Jesús Muñoz es uno entre miles. Es muy larga la lista de aplicaciones fraudulentas que otorgan préstamos haciéndose pasar por financieras tecnológicas confiables, cuando en realidad son ilegales, y su número sigue creciendo. A inicios de 2022, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, que brinda atención jurídica a estas víctimas, reportó que había alrededor de 120 apps de este tipo. GryphusCrédito, Jose Cash, AP Pesito, PesoX, OKDinero y LanaPlus son algunas de las que Muñoz fue víctima, pero ninguna aparece en el Sistema de Registro de Prestadores de Servicios Financieros (Sipres), un listado público que indica el domicilio y la situación jurídica administrativa de cada una de las instituciones financieras en el país.

“No estamos hablando de instituciones financieras ni de negocios mercantiles oficiales, estamos hablando de grupos delincuenciales”, dice Óscar Rosado, presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef). De acuerdo con Rosado, las apps fraudulentas de préstamos son la versión digital de una extorsión conocida como “gota a gota”, cuyo origen está en Sudamérica. Mecanismos agresivos de cobro son su principal característica, pues en realidad no pueden afectar el buró de crédito de los usuarios, debido a que no son empresas legalmente constituidas. Este sistema gota a gota, que era presencial, en la pandemia se volvió un esquema virtual.

Con los bancos cerrados o con limitada atención por el covid-19, los servicios de las fintech se popularizaron tanto como las videollamadas por Zoom o los servicios de reparto de comida, como Uber Eats o DiDi Food. Las apps fraudulentas tomaron ventaja de esta situación, dice Rosado. “Crean aplicaciones que te dicen las mentiras de siempre: Aquí te damos crédito rápidamente, sin checar el buró’, y la gente, por necesidad, cae”.

Según el doctor Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, en lo que va de 2022 han documentado 5 452 reportes de víctimas de las apps ilegales de préstamos que incurren en delitos como cobranza indebida. “Es un número bastante alto considerando que el total del año pasado fue 1 928. Entonces puedes ahí observar la tendencia y el aumento muy considerable entre un año y otro”, dijo. El Consejo Ciudadano conoce a este tipo de extorsiones como “montadeudas”, y entre los casos que ha documentado, 55% pertenece a víctimas de la Ciudad de México.

Las plataformas de crédito que operan en el país no requieren autorización del Gobierno para establecer sus negocios, pero sí están sujetas a la supervisión de la Condusef. Deben apegarse a la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito y estar establecidas como Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes),una figura empresarial que surgió en 2006. Kueski, Konfío y otras startups financieras mexicanas están registradas como Sofomes y aparecen en el registro del Sipres. Pese a no ser instituciones bancarias tradicionales, productos como tarjetas de crédito empresariales, préstamos personales a corto plazo y herramientas de negocio para aceptar pagos de clientes han sido parte de su éxito. Pero las apps que usó Muñoz y las documentadas por el Consejo Ciudadano son ilegales porque no cumplen con ninguno de los requisitos de la ley. Decenas de apps de este tipo están disponibles y cualquier persona que tenga acceso a un teléfono inteligente puede descargarlas, tanto en Android como en iOS. Sin embargo, de acuerdo con The Competitive Intelligence Unit, Android es el sistema operativo que usa casi 90% de los smartphones en México; por lo tanto, la mayoría de los reportes contra estas apps provienen de sus usuarios. Google, la empresa de tecnología que provee este sistema operativo, también es responsable de administrar Google Play, la tienda oficial de aplicaciones. La app de Jose Cash, por ejemplo, seguía disponible hasta mediados de julio, pero tras una actualización, cambió su nombre a SueñoCredy. Aparece con más de un millón de descargas y aún conserva 4.8 de las cinco estrellas de puntuación, que se basan en 123 000 calificaciones. Para leer los comentarios negativos hay que buscar entre el mar de opiniones destacadas que dejaron numerosas cuentas y que, según las víctimas, son reseñas falsas para inflar la popularidad de la aplicación.

Al solicitar una entrevista sobre la permanencia de estas aplicaciones ilegales, Google respondió con una declaración por correo electrónico: “Google Play se compromete a proporcionar una plataforma segura para miles de millones de usuarios de Android. Todos los desarrolladores están sujetos a nuestras políticas del Programa para Desarrolladores. Si se prueba una infracción, la aplicación se puede eliminar y el desarrollador puede quedar vetado de la tienda. Cualquier usuario puede denunciar una aplicación cuando hay una infracción de nuestras políticas”. Sin embargo, los casos que las víctimas —como Jesús Muñoz— han compartido en redes sociales y las estadísticas sobre los afectados comprueban que las apps de préstamos fraudulentos siguen operando. De acuerdo con Rosado, el presidente de la Condusef, la comisión es incapaz de tomar acciones ante las quejas de los usuarios porque las apps no son instituciones financieras reales y, por lo tanto, están fuera de su control. La Condusef puede supervisar veintiún tipos de sectores, lo que incluye las Sofomes, pero si no están registradas, salen de su campo de acción. En su lugar, los delitos caen en el fuero común, por lo que los afectados deben denunciar ante las fiscalías de sus estados, la Policía Cibernética o la Guardia Nacional, explica el funcionario.

No obstante, esos recursos tienen poca probabilidad de brindar justicia. “La Policía Cibernética me dijo que no había ningún tipo de solución, que era un tema entre particulares y que ellos solo podían hacer caso de las amenazas, pero que me recomendaban que [mejor] avisara a mis familiares y cambiara de teléfono”, recuerda Carlos de la Rosa, un empresario de 44 años que vive en el Estado de México. Cuando el pasado mes de abril tuvo que recurrir a sus ahorros para pagar a un proveedor, pensó que las apps de préstamos serían una ayuda para equilibrar su flujo de efectivo. Así que pidió dinero a GuayabaCash y Jose Cash: en tan solo un mes, un préstamo inicial de cinco mil pesos terminó en una deuda de unos veinte mil.

De la Rosa denunció a ambas apps porque siguieron haciéndole depósitos que él no solicitaba, mientras escalaba el hostigamiento de sus estrategias de cobro. Llegó a recibir hasta quinientos mensajes por SMS y WhatsApp al día y, como dejó de pagar, sus contactos y familiares fueron bombardeados con mensajes difamatorios que incluían fotografías suyas. “A mi hija le mandan un mensaje diciendo que soy el violador de una niña de nueve años, que me están buscando y que por favor diga en dónde estoy. Mismo caso a mis clientes, diciendo que soy un defraudador”, detalla De la Rosa. Las denuncias no detuvieron el acoso. Todo terminó hasta que apagó su teléfono y consiguió un nuevo número, aunque, para salir adelante tras la humillación pública, tuvo que explicarles a todos sus clientes y conocidos que había sido víctima de un hackeo por parte de estas apps.

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Las apps de préstamos inmediatos se popularizaron durante la pandemia en India, Indonesia y Filipinas, según la revista Wired. Cuando el acoso de los cobradores resultó en casos de suicidio, los gobiernos intervinieron. A inicios del año pasado, Google eliminó cientos de aplicaciones ilegales tan solo en India. Ahora todas aquellas que tengan un servicio de préstamos en Google Play, en esos tres países, deben comprobar que cumplen con las regulaciones locales y presentar la documentación para respaldarlo. No es el caso de México.

Los afectados en nuestro país relatan que algunas apps desaparecen de la tienda para reaparecer tiempo después con los mismos nombres y logotipos, aunque también con otros distintos. GuayabaCash, la primera en la que Carlos de la Rosa pidió un préstamo, ya no está disponible; GryphusCrédito, en la que Jesús Muñoz solicitó dinero por primera vez, ya no se encuentra ni en Google Play ni en la App Store. “Pero muchas veces son los mismos, el mismo frontend [interfaz gráfica para el usuario], el mismo formulario para pedir información”, dice De la Rosa, quien tiene experiencia en tecnología, pues es dueño de una agencia digital. “A todas les pagas en STP [Sistema de Transferencias y Pagos], no le pagas a un banco, y en algunos casos las razones sociales son las mismas”.

Según las reglas de Google Play, las aplicaciones que ofrecen préstamos, en cualquier lugar del mundo, deben especificar los intereses, mostrar ejemplos del total a pagar y, lo más importante, respetar los plazos de pago que establece la propia empresa. “No se permiten aplicaciones que promuevan préstamos personales que requieran el pago íntegro en sesenta días o menos desde la fecha de emisión del préstamo”, se lee en el sitio de soporte.

Kueski, una Sofom regulada que ofrece créditos desde quinientos hasta dos mil pesos, no tiene app móvil, debido a que su plazo de pago va de los siete a los 99 días. De acuerdo con esta plataforma, sus préstamos, aprobados en menos de dos horas, están destinados para cubrir necesidades personales o urgentes. Mientras tanto, la descripción actual de SueñoCredy, en Google Play, dice que ofrece préstamos de ochocientos a veinte mil pesos, su plazo es de 91 a 120 días, y pone este ejemplo: si el préstamo fue de dos mil pesos, el total a pagar será de 2 374.60, si se cubre en los 91 días. Para Google Play, declarar esta información es suficiente para cumplir los lineamientos de las aplicaciones de crédito, aunque los usuarios se encuentren con una realidad completamente distinta.

Esta información es similar a la que motivó a Jesús Muñoz a pedir un préstamo. Con estas descripciones falsas, Jose Cash y otras apps pueden sortear los lineamientos de Google Play, considera Óscar García, de veintiocho años, residente en Uruapan, Michoacán. “Soy un trabajador promedio que gana unos dos mil pesos a la semana. Se enfermó mi hijo y pensé que era una buena opción, pero resultó ser la peor”. Así relata su experiencia como víctima de Jose Cash, en marzo de este año. “Me engancharon al decir que eran noventa días, pero al sexto día la aplicación ya me marcaba [al teléfono], diciendo que tenía que pagar. Me empezaron a molestar desde las 6:30 de la mañana con que a las 12:00 tenía que efectuar el pago”. Los mismos cobradores de Jose Cash le recomendaron pedir prestado en otras apps para pagar su deuda original, que era de nueve mil pesos. Lo hizo, pero solo le depositaron 5 470. La bola de nieve creció, y en poco tiempo debía más de setenta mil pesos a unas veinte aplicaciones.

“Durante esas semanas no viví. Me decían que iban a venir a mi casa, que se iban a cobrar con mi hermana, que iban a vender los órganos de mi hijo. Después me amenazaban, decían que eran una organización criminal”. Las capturas de pantalla y los audios que comparte García son prueba de los insultos y amenazas que recibió, no solo él, sino también sus contactos. Para salir de las deudas vendió su auto y calcula que les transfirió más de ochenta mil pesos, pero el adeudo nunca fue liberado. García, al igual que De la Rosa, identificó en algunas llamadas que los cobradores tenían acento colombiano. Cuando quiso denunciar, la Policía Cibernética le dijo que no podía hacer nada al respecto: “Cuando vi que uno está solo, encontré grupos de Facebook que me sirvieron de guía”.

Ahí, en las redes sociales, otras personas y creadores de contenido en YouTube le brindaron consejos para lidiar con los extorsionadores. García desinstaló todas las aplicaciones, les quitó los permisos, borró los datos de caché y de memoria de su teléfono y consiguió un nuevo número. Los cobradores dejaron de molestarlo y, después de unas semanas, también a sus contactos. Los grupos en Facebook dedicados a denunciar las apps fraudulentas en México tienen hasta 48 000 miembros que comparten sus experiencias de extorsión. Desde que fue víctima, García es un usuario activo de estos grupos para ayudar a quienes quieran intentar la solución que a él le funcionó. En estas comunidades se difunde información actualizada sobre el estado de las plataformas. Un grupo que antes se llamaba Alto Jose Cash, con casi cinco mil miembros, cambió su nombre este julio a Alto SueñoCredy Antes José Cash, para alertar a las personas. Como estos grupos tienen en común que la gente comparte información sobre las apps fraudulentas, se mantienen activos con publicaciones de víctimas que piden asesoramiento tras caer en sus redes, así como palabras de apoyo y capturas de pantalla de las amenazas que reciben. Pero otros preguntan a la comunidad sobre si ciertas aplicaciones o plataformas son de fiar, antes de solicitar un préstamo.

Así como los usuarios crean redes de ayuda en línea, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ofrece apoyo jurídico y psicológico gratuito para las víctimas. La Organización Nacional de la Defensa del Deudor también recopila casos de personas afectadas y brinda asesoría jurídica. La Condusef recomienda solamente solicitar préstamos a entidades registradas en el Sipres, en redes sociales con boletines informativos. “Tenemos que tener un sentido de seguridad y protección virtual, así como lo tenemos a nivel personal”, dice Óscar Rosado.

A pesar de haber sido víctimas, Muñoz, De la Rosa y García todavía se culpan por haber confiado en apps que resultaron ser esquemas de extorsión, mientras intentan sobreponerse a los golpes financieros y emocionales. “Seguramente me va a tomar muchos meses levantarme, pero espero poco a poco ir recuperando mi tranquilidad”, dice Muñoz. Con la ayuda de su familia, pero aún con el temor de ser exhibido, pagó la última extorsión con dinero que provino de préstamos de bancos establecidos.

Aunque las apps ilegales sigan en línea, De la Rosa espera que su experiencia disuada a otros de descargarlas y solicitarles préstamos: “Estás entregándole lo más importante, tu información, a una persona que no conoces, no sabes quién está detrás de estas aplicaciones. Yo les di, prácticamente, las llaves de mi vida”.

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Las aplicaciones de préstamo de dinero y financieras tecnológicas se popularizaron durante la pandemia. Ha sido muy sencillo acceder a ellas porque están disponibles en plataformas como Google Play. Sin embargo, detrás de algunos falsos servicios operan redes de extorsión y chantaje en las que ya han caído miles de víctimas en México, que terminan acorraladas con deudas exorbitantes. ¿Cómo operan?

Tras recibir una ronda de inversión de 110 millones de dólares en septiembre de 2021, la startup mexicana Konfío, una financiadora emergente de crédito para pequeñas empresas, se convertía en el animal mitológico favorito de la industria tecnológica: un unicornio. La metáfora se usa para designar a las compañías que han alcanzado una valuación de al menos mil millones de dólares y es vista como un indicador de éxito no solo para la empresa tecnológica bendecida, sino para toda la industria de su región. El número de empresas unicornio, aceleradoras de startups y centros de innovación son elementos que muestran la madurez de un mercado, según los criterios de StartupBlink, una empresa de análisis global.

Tras el eminente logro de Konfío, enseguida se publicaron decenas de artículos sobre el crecimiento de las nuevas financiadoras tecnológicas en América Latina  y sus posibilidades para atender a emprendedores y personas abandonados por el sistema crediticio tradicional. Solo 49.1% de los adultos entre dieciocho y setenta años en México tiene una cuenta bancaria. En la población restante —42.6 millones de adultos no bancarizados—, las plataformas tecnológicas han encontrado un mercado en el cual ofrecer créditos, envíos de dinero y sistemas de cobro, entre otras soluciones disponibles desde aplicaciones web y móviles. Konfío sigue la línea de otras, como Kubo Financiero, Kueski o Klar. Todas prestan dinero bajo esquemas distintos a negocios o particulares. Son las llamadas startups fintech, empresas que usan las plataformas en línea para innovar en el sector tecnofinanciero.

Mientras Konfío se ganaba los titulares de la prensa durante el otoño de 2021, Jesús Muñoz, un hombre de 32 años, residente en Guadalajara, vivía una realidad muy distinta con estas apps financieras que de pronto surgieron. Motivado por una emergencia personal, fue a Google Play, la tienda de aplicaciones de su teléfono, y buscó opciones para conseguir un préstamo personal. Pese a que ahora tiene un buen trabajo como ingeniero, no consultó a su banco, pues se imaginaba que sería difícil conseguir un préstamo debido a un endeudamiento que tuvo años atrás y que lo metió en el buró de crédito.

“La app con la que inicié ya no existe. Si mal no recuerdo era algo como GryphusCrédito. Fue con la primera que me arranqué”, dice Muñoz por videollamada. La descargó sin hacer más investigación que leer y confiar en los comentarios que otros usuarios habían dejado, porque la evaluaban de manera positiva. La descripción estipulaba que podría pagar en 91 días con un porcentaje bajo de intereses (0.09% diario más IVA, según una versión en caché de la descarga de la app), y aunque pensó que seguramente serían más altos, solicitó un crédito de todas formas. Le aprobaron cinco mil pesos, pero le depositaron solo 3 200. El restante se lo descontaron de inmediato, como cobro de supuestas comisiones, aunque seguía debiendo la cantidad original. Muñoz se dio cuenta en ese momento de que la empresa no era lo que prometía.

Seis días después, supuestos agentes de cobranza se pusieron en contacto con Muñoz: el plazo de 91 días para pagar que la publicidad prometía también resultó una mentira. Comenzaron a hostigarlo por WhatsApp, con llamadas y mensajes; lo amenazaron con exhibirlo ante todos sus contactos si no pagaba el total de la deuda. Podían hacerlo porque, cuando instaló la app, les otorgó acceso a toda su información y los contactos de su teléfono. Por miedo a las amenazas, y andando sin dinero, pidió otro préstamo con otra app, pues le pareció la opción más sencilla para conseguir el monto que necesitaba en ese momento. Desde la versión 10 de Android, todas las aplicaciones piden permisos individuales, como acceso a cámara, ubicación, micrófono, galería o contactos, para poder funcionar adecuadamente con sus herramientas. Cuando los usuarios conceden o deniegan estos permisos, se entiende que lo hacen de forma voluntaria, pero en las apps que Muñoz instaló era necesario este acceso para operar.

“Empiezo a sacar otro [préstamo] para pagar alguno de los que debía, renuevo [con GryphusCrédito], pago el otro [de otra app], se hace una cadenita y ahí empiezo a descontrolarme. Comienzo por estresarme y digo: ‘Está bien, ya me metí en este problema, tengo que sacarlo de alguna manera’”. Pero al tener un adeudo con varias apps, el problema solo se hizo más grande. Para diciembre de 2021, Muñoz ya debía 168 000 pesos a unas quince aplicaciones diferentes. Con su aguinaldo y los bonos de su trabajo pagó casi 120 000. Sin embargo, el monto que quedó pendiente bastó para que la deuda creciera de nuevo. A partir de entonces, la mayor parte de sus quincenas se le iba en pagar abonos; aun así, el pasado junio su deuda ascendía a 122 000 pesos ante diecisiete apps distintas.

Durante todos esos meses, Muñoz vivió su experiencia en soledad, sin pedir ayuda. Terminó con su novia, cayó en depresión, pensó en el suicidio. Hace apenas unas semanas les contó todo a sus papás y a sus hermanos. “Me daba mucha vergüenza que todos supieran que recurrí a estas aplicaciones. Primero porque ya estaba en el buró; segundo, porque fui tan pendejo como para caer en estas situaciones, sobre todo a mi edad, y porque me considero una persona que tiene estudios, pero desafortunadamente caí en esto”.

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El caso de Jesús Muñoz es uno entre miles. Es muy larga la lista de aplicaciones fraudulentas que otorgan préstamos haciéndose pasar por financieras tecnológicas confiables, cuando en realidad son ilegales, y su número sigue creciendo. A inicios de 2022, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, que brinda atención jurídica a estas víctimas, reportó que había alrededor de 120 apps de este tipo. GryphusCrédito, Jose Cash, AP Pesito, PesoX, OKDinero y LanaPlus son algunas de las que Muñoz fue víctima, pero ninguna aparece en el Sistema de Registro de Prestadores de Servicios Financieros (Sipres), un listado público que indica el domicilio y la situación jurídica administrativa de cada una de las instituciones financieras en el país.

“No estamos hablando de instituciones financieras ni de negocios mercantiles oficiales, estamos hablando de grupos delincuenciales”, dice Óscar Rosado, presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef). De acuerdo con Rosado, las apps fraudulentas de préstamos son la versión digital de una extorsión conocida como “gota a gota”, cuyo origen está en Sudamérica. Mecanismos agresivos de cobro son su principal característica, pues en realidad no pueden afectar el buró de crédito de los usuarios, debido a que no son empresas legalmente constituidas. Este sistema gota a gota, que era presencial, en la pandemia se volvió un esquema virtual.

Con los bancos cerrados o con limitada atención por el covid-19, los servicios de las fintech se popularizaron tanto como las videollamadas por Zoom o los servicios de reparto de comida, como Uber Eats o DiDi Food. Las apps fraudulentas tomaron ventaja de esta situación, dice Rosado. “Crean aplicaciones que te dicen las mentiras de siempre: Aquí te damos crédito rápidamente, sin checar el buró’, y la gente, por necesidad, cae”.

Según el doctor Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, en lo que va de 2022 han documentado 5 452 reportes de víctimas de las apps ilegales de préstamos que incurren en delitos como cobranza indebida. “Es un número bastante alto considerando que el total del año pasado fue 1 928. Entonces puedes ahí observar la tendencia y el aumento muy considerable entre un año y otro”, dijo. El Consejo Ciudadano conoce a este tipo de extorsiones como “montadeudas”, y entre los casos que ha documentado, 55% pertenece a víctimas de la Ciudad de México.

Las plataformas de crédito que operan en el país no requieren autorización del Gobierno para establecer sus negocios, pero sí están sujetas a la supervisión de la Condusef. Deben apegarse a la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito y estar establecidas como Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes),una figura empresarial que surgió en 2006. Kueski, Konfío y otras startups financieras mexicanas están registradas como Sofomes y aparecen en el registro del Sipres. Pese a no ser instituciones bancarias tradicionales, productos como tarjetas de crédito empresariales, préstamos personales a corto plazo y herramientas de negocio para aceptar pagos de clientes han sido parte de su éxito. Pero las apps que usó Muñoz y las documentadas por el Consejo Ciudadano son ilegales porque no cumplen con ninguno de los requisitos de la ley. Decenas de apps de este tipo están disponibles y cualquier persona que tenga acceso a un teléfono inteligente puede descargarlas, tanto en Android como en iOS. Sin embargo, de acuerdo con The Competitive Intelligence Unit, Android es el sistema operativo que usa casi 90% de los smartphones en México; por lo tanto, la mayoría de los reportes contra estas apps provienen de sus usuarios. Google, la empresa de tecnología que provee este sistema operativo, también es responsable de administrar Google Play, la tienda oficial de aplicaciones. La app de Jose Cash, por ejemplo, seguía disponible hasta mediados de julio, pero tras una actualización, cambió su nombre a SueñoCredy. Aparece con más de un millón de descargas y aún conserva 4.8 de las cinco estrellas de puntuación, que se basan en 123 000 calificaciones. Para leer los comentarios negativos hay que buscar entre el mar de opiniones destacadas que dejaron numerosas cuentas y que, según las víctimas, son reseñas falsas para inflar la popularidad de la aplicación.

Al solicitar una entrevista sobre la permanencia de estas aplicaciones ilegales, Google respondió con una declaración por correo electrónico: “Google Play se compromete a proporcionar una plataforma segura para miles de millones de usuarios de Android. Todos los desarrolladores están sujetos a nuestras políticas del Programa para Desarrolladores. Si se prueba una infracción, la aplicación se puede eliminar y el desarrollador puede quedar vetado de la tienda. Cualquier usuario puede denunciar una aplicación cuando hay una infracción de nuestras políticas”. Sin embargo, los casos que las víctimas —como Jesús Muñoz— han compartido en redes sociales y las estadísticas sobre los afectados comprueban que las apps de préstamos fraudulentos siguen operando. De acuerdo con Rosado, el presidente de la Condusef, la comisión es incapaz de tomar acciones ante las quejas de los usuarios porque las apps no son instituciones financieras reales y, por lo tanto, están fuera de su control. La Condusef puede supervisar veintiún tipos de sectores, lo que incluye las Sofomes, pero si no están registradas, salen de su campo de acción. En su lugar, los delitos caen en el fuero común, por lo que los afectados deben denunciar ante las fiscalías de sus estados, la Policía Cibernética o la Guardia Nacional, explica el funcionario.

No obstante, esos recursos tienen poca probabilidad de brindar justicia. “La Policía Cibernética me dijo que no había ningún tipo de solución, que era un tema entre particulares y que ellos solo podían hacer caso de las amenazas, pero que me recomendaban que [mejor] avisara a mis familiares y cambiara de teléfono”, recuerda Carlos de la Rosa, un empresario de 44 años que vive en el Estado de México. Cuando el pasado mes de abril tuvo que recurrir a sus ahorros para pagar a un proveedor, pensó que las apps de préstamos serían una ayuda para equilibrar su flujo de efectivo. Así que pidió dinero a GuayabaCash y Jose Cash: en tan solo un mes, un préstamo inicial de cinco mil pesos terminó en una deuda de unos veinte mil.

De la Rosa denunció a ambas apps porque siguieron haciéndole depósitos que él no solicitaba, mientras escalaba el hostigamiento de sus estrategias de cobro. Llegó a recibir hasta quinientos mensajes por SMS y WhatsApp al día y, como dejó de pagar, sus contactos y familiares fueron bombardeados con mensajes difamatorios que incluían fotografías suyas. “A mi hija le mandan un mensaje diciendo que soy el violador de una niña de nueve años, que me están buscando y que por favor diga en dónde estoy. Mismo caso a mis clientes, diciendo que soy un defraudador”, detalla De la Rosa. Las denuncias no detuvieron el acoso. Todo terminó hasta que apagó su teléfono y consiguió un nuevo número, aunque, para salir adelante tras la humillación pública, tuvo que explicarles a todos sus clientes y conocidos que había sido víctima de un hackeo por parte de estas apps.

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Las apps de préstamos inmediatos se popularizaron durante la pandemia en India, Indonesia y Filipinas, según la revista Wired. Cuando el acoso de los cobradores resultó en casos de suicidio, los gobiernos intervinieron. A inicios del año pasado, Google eliminó cientos de aplicaciones ilegales tan solo en India. Ahora todas aquellas que tengan un servicio de préstamos en Google Play, en esos tres países, deben comprobar que cumplen con las regulaciones locales y presentar la documentación para respaldarlo. No es el caso de México.

Los afectados en nuestro país relatan que algunas apps desaparecen de la tienda para reaparecer tiempo después con los mismos nombres y logotipos, aunque también con otros distintos. GuayabaCash, la primera en la que Carlos de la Rosa pidió un préstamo, ya no está disponible; GryphusCrédito, en la que Jesús Muñoz solicitó dinero por primera vez, ya no se encuentra ni en Google Play ni en la App Store. “Pero muchas veces son los mismos, el mismo frontend [interfaz gráfica para el usuario], el mismo formulario para pedir información”, dice De la Rosa, quien tiene experiencia en tecnología, pues es dueño de una agencia digital. “A todas les pagas en STP [Sistema de Transferencias y Pagos], no le pagas a un banco, y en algunos casos las razones sociales son las mismas”.

Según las reglas de Google Play, las aplicaciones que ofrecen préstamos, en cualquier lugar del mundo, deben especificar los intereses, mostrar ejemplos del total a pagar y, lo más importante, respetar los plazos de pago que establece la propia empresa. “No se permiten aplicaciones que promuevan préstamos personales que requieran el pago íntegro en sesenta días o menos desde la fecha de emisión del préstamo”, se lee en el sitio de soporte.

Kueski, una Sofom regulada que ofrece créditos desde quinientos hasta dos mil pesos, no tiene app móvil, debido a que su plazo de pago va de los siete a los 99 días. De acuerdo con esta plataforma, sus préstamos, aprobados en menos de dos horas, están destinados para cubrir necesidades personales o urgentes. Mientras tanto, la descripción actual de SueñoCredy, en Google Play, dice que ofrece préstamos de ochocientos a veinte mil pesos, su plazo es de 91 a 120 días, y pone este ejemplo: si el préstamo fue de dos mil pesos, el total a pagar será de 2 374.60, si se cubre en los 91 días. Para Google Play, declarar esta información es suficiente para cumplir los lineamientos de las aplicaciones de crédito, aunque los usuarios se encuentren con una realidad completamente distinta.

Esta información es similar a la que motivó a Jesús Muñoz a pedir un préstamo. Con estas descripciones falsas, Jose Cash y otras apps pueden sortear los lineamientos de Google Play, considera Óscar García, de veintiocho años, residente en Uruapan, Michoacán. “Soy un trabajador promedio que gana unos dos mil pesos a la semana. Se enfermó mi hijo y pensé que era una buena opción, pero resultó ser la peor”. Así relata su experiencia como víctima de Jose Cash, en marzo de este año. “Me engancharon al decir que eran noventa días, pero al sexto día la aplicación ya me marcaba [al teléfono], diciendo que tenía que pagar. Me empezaron a molestar desde las 6:30 de la mañana con que a las 12:00 tenía que efectuar el pago”. Los mismos cobradores de Jose Cash le recomendaron pedir prestado en otras apps para pagar su deuda original, que era de nueve mil pesos. Lo hizo, pero solo le depositaron 5 470. La bola de nieve creció, y en poco tiempo debía más de setenta mil pesos a unas veinte aplicaciones.

“Durante esas semanas no viví. Me decían que iban a venir a mi casa, que se iban a cobrar con mi hermana, que iban a vender los órganos de mi hijo. Después me amenazaban, decían que eran una organización criminal”. Las capturas de pantalla y los audios que comparte García son prueba de los insultos y amenazas que recibió, no solo él, sino también sus contactos. Para salir de las deudas vendió su auto y calcula que les transfirió más de ochenta mil pesos, pero el adeudo nunca fue liberado. García, al igual que De la Rosa, identificó en algunas llamadas que los cobradores tenían acento colombiano. Cuando quiso denunciar, la Policía Cibernética le dijo que no podía hacer nada al respecto: “Cuando vi que uno está solo, encontré grupos de Facebook que me sirvieron de guía”.

Ahí, en las redes sociales, otras personas y creadores de contenido en YouTube le brindaron consejos para lidiar con los extorsionadores. García desinstaló todas las aplicaciones, les quitó los permisos, borró los datos de caché y de memoria de su teléfono y consiguió un nuevo número. Los cobradores dejaron de molestarlo y, después de unas semanas, también a sus contactos. Los grupos en Facebook dedicados a denunciar las apps fraudulentas en México tienen hasta 48 000 miembros que comparten sus experiencias de extorsión. Desde que fue víctima, García es un usuario activo de estos grupos para ayudar a quienes quieran intentar la solución que a él le funcionó. En estas comunidades se difunde información actualizada sobre el estado de las plataformas. Un grupo que antes se llamaba Alto Jose Cash, con casi cinco mil miembros, cambió su nombre este julio a Alto SueñoCredy Antes José Cash, para alertar a las personas. Como estos grupos tienen en común que la gente comparte información sobre las apps fraudulentas, se mantienen activos con publicaciones de víctimas que piden asesoramiento tras caer en sus redes, así como palabras de apoyo y capturas de pantalla de las amenazas que reciben. Pero otros preguntan a la comunidad sobre si ciertas aplicaciones o plataformas son de fiar, antes de solicitar un préstamo.

Así como los usuarios crean redes de ayuda en línea, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ofrece apoyo jurídico y psicológico gratuito para las víctimas. La Organización Nacional de la Defensa del Deudor también recopila casos de personas afectadas y brinda asesoría jurídica. La Condusef recomienda solamente solicitar préstamos a entidades registradas en el Sipres, en redes sociales con boletines informativos. “Tenemos que tener un sentido de seguridad y protección virtual, así como lo tenemos a nivel personal”, dice Óscar Rosado.

A pesar de haber sido víctimas, Muñoz, De la Rosa y García todavía se culpan por haber confiado en apps que resultaron ser esquemas de extorsión, mientras intentan sobreponerse a los golpes financieros y emocionales. “Seguramente me va a tomar muchos meses levantarme, pero espero poco a poco ir recuperando mi tranquilidad”, dice Muñoz. Con la ayuda de su familia, pero aún con el temor de ser exhibido, pagó la última extorsión con dinero que provino de préstamos de bancos establecidos.

Aunque las apps ilegales sigan en línea, De la Rosa espera que su experiencia disuada a otros de descargarlas y solicitarles préstamos: “Estás entregándole lo más importante, tu información, a una persona que no conoces, no sabes quién está detrás de estas aplicaciones. Yo les di, prácticamente, las llaves de mi vida”.

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Esta historia se publicó en la edición dedicada a "La revolución tecnológica".

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Apps de la extorsión: falsos servicios de préstamos por internet

Apps de la extorsión: falsos servicios de préstamos por internet

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Las aplicaciones de préstamo de dinero y financieras tecnológicas se popularizaron durante la pandemia. Ha sido muy sencillo acceder a ellas porque están disponibles en plataformas como Google Play. Sin embargo, detrás de algunos falsos servicios operan redes de extorsión y chantaje en las que ya han caído miles de víctimas en México, que terminan acorraladas con deudas exorbitantes. ¿Cómo operan?

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Tras recibir una ronda de inversión de 110 millones de dólares en septiembre de 2021, la startup mexicana Konfío, una financiadora emergente de crédito para pequeñas empresas, se convertía en el animal mitológico favorito de la industria tecnológica: un unicornio. La metáfora se usa para designar a las compañías que han alcanzado una valuación de al menos mil millones de dólares y es vista como un indicador de éxito no solo para la empresa tecnológica bendecida, sino para toda la industria de su región. El número de empresas unicornio, aceleradoras de startups y centros de innovación son elementos que muestran la madurez de un mercado, según los criterios de StartupBlink, una empresa de análisis global.

Tras el eminente logro de Konfío, enseguida se publicaron decenas de artículos sobre el crecimiento de las nuevas financiadoras tecnológicas en América Latina  y sus posibilidades para atender a emprendedores y personas abandonados por el sistema crediticio tradicional. Solo 49.1% de los adultos entre dieciocho y setenta años en México tiene una cuenta bancaria. En la población restante —42.6 millones de adultos no bancarizados—, las plataformas tecnológicas han encontrado un mercado en el cual ofrecer créditos, envíos de dinero y sistemas de cobro, entre otras soluciones disponibles desde aplicaciones web y móviles. Konfío sigue la línea de otras, como Kubo Financiero, Kueski o Klar. Todas prestan dinero bajo esquemas distintos a negocios o particulares. Son las llamadas startups fintech, empresas que usan las plataformas en línea para innovar en el sector tecnofinanciero.

Mientras Konfío se ganaba los titulares de la prensa durante el otoño de 2021, Jesús Muñoz, un hombre de 32 años, residente en Guadalajara, vivía una realidad muy distinta con estas apps financieras que de pronto surgieron. Motivado por una emergencia personal, fue a Google Play, la tienda de aplicaciones de su teléfono, y buscó opciones para conseguir un préstamo personal. Pese a que ahora tiene un buen trabajo como ingeniero, no consultó a su banco, pues se imaginaba que sería difícil conseguir un préstamo debido a un endeudamiento que tuvo años atrás y que lo metió en el buró de crédito.

“La app con la que inicié ya no existe. Si mal no recuerdo era algo como GryphusCrédito. Fue con la primera que me arranqué”, dice Muñoz por videollamada. La descargó sin hacer más investigación que leer y confiar en los comentarios que otros usuarios habían dejado, porque la evaluaban de manera positiva. La descripción estipulaba que podría pagar en 91 días con un porcentaje bajo de intereses (0.09% diario más IVA, según una versión en caché de la descarga de la app), y aunque pensó que seguramente serían más altos, solicitó un crédito de todas formas. Le aprobaron cinco mil pesos, pero le depositaron solo 3 200. El restante se lo descontaron de inmediato, como cobro de supuestas comisiones, aunque seguía debiendo la cantidad original. Muñoz se dio cuenta en ese momento de que la empresa no era lo que prometía.

Seis días después, supuestos agentes de cobranza se pusieron en contacto con Muñoz: el plazo de 91 días para pagar que la publicidad prometía también resultó una mentira. Comenzaron a hostigarlo por WhatsApp, con llamadas y mensajes; lo amenazaron con exhibirlo ante todos sus contactos si no pagaba el total de la deuda. Podían hacerlo porque, cuando instaló la app, les otorgó acceso a toda su información y los contactos de su teléfono. Por miedo a las amenazas, y andando sin dinero, pidió otro préstamo con otra app, pues le pareció la opción más sencilla para conseguir el monto que necesitaba en ese momento. Desde la versión 10 de Android, todas las aplicaciones piden permisos individuales, como acceso a cámara, ubicación, micrófono, galería o contactos, para poder funcionar adecuadamente con sus herramientas. Cuando los usuarios conceden o deniegan estos permisos, se entiende que lo hacen de forma voluntaria, pero en las apps que Muñoz instaló era necesario este acceso para operar.

“Empiezo a sacar otro [préstamo] para pagar alguno de los que debía, renuevo [con GryphusCrédito], pago el otro [de otra app], se hace una cadenita y ahí empiezo a descontrolarme. Comienzo por estresarme y digo: ‘Está bien, ya me metí en este problema, tengo que sacarlo de alguna manera’”. Pero al tener un adeudo con varias apps, el problema solo se hizo más grande. Para diciembre de 2021, Muñoz ya debía 168 000 pesos a unas quince aplicaciones diferentes. Con su aguinaldo y los bonos de su trabajo pagó casi 120 000. Sin embargo, el monto que quedó pendiente bastó para que la deuda creciera de nuevo. A partir de entonces, la mayor parte de sus quincenas se le iba en pagar abonos; aun así, el pasado junio su deuda ascendía a 122 000 pesos ante diecisiete apps distintas.

Durante todos esos meses, Muñoz vivió su experiencia en soledad, sin pedir ayuda. Terminó con su novia, cayó en depresión, pensó en el suicidio. Hace apenas unas semanas les contó todo a sus papás y a sus hermanos. “Me daba mucha vergüenza que todos supieran que recurrí a estas aplicaciones. Primero porque ya estaba en el buró; segundo, porque fui tan pendejo como para caer en estas situaciones, sobre todo a mi edad, y porque me considero una persona que tiene estudios, pero desafortunadamente caí en esto”.

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El caso de Jesús Muñoz es uno entre miles. Es muy larga la lista de aplicaciones fraudulentas que otorgan préstamos haciéndose pasar por financieras tecnológicas confiables, cuando en realidad son ilegales, y su número sigue creciendo. A inicios de 2022, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, que brinda atención jurídica a estas víctimas, reportó que había alrededor de 120 apps de este tipo. GryphusCrédito, Jose Cash, AP Pesito, PesoX, OKDinero y LanaPlus son algunas de las que Muñoz fue víctima, pero ninguna aparece en el Sistema de Registro de Prestadores de Servicios Financieros (Sipres), un listado público que indica el domicilio y la situación jurídica administrativa de cada una de las instituciones financieras en el país.

“No estamos hablando de instituciones financieras ni de negocios mercantiles oficiales, estamos hablando de grupos delincuenciales”, dice Óscar Rosado, presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef). De acuerdo con Rosado, las apps fraudulentas de préstamos son la versión digital de una extorsión conocida como “gota a gota”, cuyo origen está en Sudamérica. Mecanismos agresivos de cobro son su principal característica, pues en realidad no pueden afectar el buró de crédito de los usuarios, debido a que no son empresas legalmente constituidas. Este sistema gota a gota, que era presencial, en la pandemia se volvió un esquema virtual.

Con los bancos cerrados o con limitada atención por el covid-19, los servicios de las fintech se popularizaron tanto como las videollamadas por Zoom o los servicios de reparto de comida, como Uber Eats o DiDi Food. Las apps fraudulentas tomaron ventaja de esta situación, dice Rosado. “Crean aplicaciones que te dicen las mentiras de siempre: Aquí te damos crédito rápidamente, sin checar el buró’, y la gente, por necesidad, cae”.

Según el doctor Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, en lo que va de 2022 han documentado 5 452 reportes de víctimas de las apps ilegales de préstamos que incurren en delitos como cobranza indebida. “Es un número bastante alto considerando que el total del año pasado fue 1 928. Entonces puedes ahí observar la tendencia y el aumento muy considerable entre un año y otro”, dijo. El Consejo Ciudadano conoce a este tipo de extorsiones como “montadeudas”, y entre los casos que ha documentado, 55% pertenece a víctimas de la Ciudad de México.

Las plataformas de crédito que operan en el país no requieren autorización del Gobierno para establecer sus negocios, pero sí están sujetas a la supervisión de la Condusef. Deben apegarse a la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito y estar establecidas como Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes),una figura empresarial que surgió en 2006. Kueski, Konfío y otras startups financieras mexicanas están registradas como Sofomes y aparecen en el registro del Sipres. Pese a no ser instituciones bancarias tradicionales, productos como tarjetas de crédito empresariales, préstamos personales a corto plazo y herramientas de negocio para aceptar pagos de clientes han sido parte de su éxito. Pero las apps que usó Muñoz y las documentadas por el Consejo Ciudadano son ilegales porque no cumplen con ninguno de los requisitos de la ley. Decenas de apps de este tipo están disponibles y cualquier persona que tenga acceso a un teléfono inteligente puede descargarlas, tanto en Android como en iOS. Sin embargo, de acuerdo con The Competitive Intelligence Unit, Android es el sistema operativo que usa casi 90% de los smartphones en México; por lo tanto, la mayoría de los reportes contra estas apps provienen de sus usuarios. Google, la empresa de tecnología que provee este sistema operativo, también es responsable de administrar Google Play, la tienda oficial de aplicaciones. La app de Jose Cash, por ejemplo, seguía disponible hasta mediados de julio, pero tras una actualización, cambió su nombre a SueñoCredy. Aparece con más de un millón de descargas y aún conserva 4.8 de las cinco estrellas de puntuación, que se basan en 123 000 calificaciones. Para leer los comentarios negativos hay que buscar entre el mar de opiniones destacadas que dejaron numerosas cuentas y que, según las víctimas, son reseñas falsas para inflar la popularidad de la aplicación.

Al solicitar una entrevista sobre la permanencia de estas aplicaciones ilegales, Google respondió con una declaración por correo electrónico: “Google Play se compromete a proporcionar una plataforma segura para miles de millones de usuarios de Android. Todos los desarrolladores están sujetos a nuestras políticas del Programa para Desarrolladores. Si se prueba una infracción, la aplicación se puede eliminar y el desarrollador puede quedar vetado de la tienda. Cualquier usuario puede denunciar una aplicación cuando hay una infracción de nuestras políticas”. Sin embargo, los casos que las víctimas —como Jesús Muñoz— han compartido en redes sociales y las estadísticas sobre los afectados comprueban que las apps de préstamos fraudulentos siguen operando. De acuerdo con Rosado, el presidente de la Condusef, la comisión es incapaz de tomar acciones ante las quejas de los usuarios porque las apps no son instituciones financieras reales y, por lo tanto, están fuera de su control. La Condusef puede supervisar veintiún tipos de sectores, lo que incluye las Sofomes, pero si no están registradas, salen de su campo de acción. En su lugar, los delitos caen en el fuero común, por lo que los afectados deben denunciar ante las fiscalías de sus estados, la Policía Cibernética o la Guardia Nacional, explica el funcionario.

No obstante, esos recursos tienen poca probabilidad de brindar justicia. “La Policía Cibernética me dijo que no había ningún tipo de solución, que era un tema entre particulares y que ellos solo podían hacer caso de las amenazas, pero que me recomendaban que [mejor] avisara a mis familiares y cambiara de teléfono”, recuerda Carlos de la Rosa, un empresario de 44 años que vive en el Estado de México. Cuando el pasado mes de abril tuvo que recurrir a sus ahorros para pagar a un proveedor, pensó que las apps de préstamos serían una ayuda para equilibrar su flujo de efectivo. Así que pidió dinero a GuayabaCash y Jose Cash: en tan solo un mes, un préstamo inicial de cinco mil pesos terminó en una deuda de unos veinte mil.

De la Rosa denunció a ambas apps porque siguieron haciéndole depósitos que él no solicitaba, mientras escalaba el hostigamiento de sus estrategias de cobro. Llegó a recibir hasta quinientos mensajes por SMS y WhatsApp al día y, como dejó de pagar, sus contactos y familiares fueron bombardeados con mensajes difamatorios que incluían fotografías suyas. “A mi hija le mandan un mensaje diciendo que soy el violador de una niña de nueve años, que me están buscando y que por favor diga en dónde estoy. Mismo caso a mis clientes, diciendo que soy un defraudador”, detalla De la Rosa. Las denuncias no detuvieron el acoso. Todo terminó hasta que apagó su teléfono y consiguió un nuevo número, aunque, para salir adelante tras la humillación pública, tuvo que explicarles a todos sus clientes y conocidos que había sido víctima de un hackeo por parte de estas apps.

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Las apps de préstamos inmediatos se popularizaron durante la pandemia en India, Indonesia y Filipinas, según la revista Wired. Cuando el acoso de los cobradores resultó en casos de suicidio, los gobiernos intervinieron. A inicios del año pasado, Google eliminó cientos de aplicaciones ilegales tan solo en India. Ahora todas aquellas que tengan un servicio de préstamos en Google Play, en esos tres países, deben comprobar que cumplen con las regulaciones locales y presentar la documentación para respaldarlo. No es el caso de México.

Los afectados en nuestro país relatan que algunas apps desaparecen de la tienda para reaparecer tiempo después con los mismos nombres y logotipos, aunque también con otros distintos. GuayabaCash, la primera en la que Carlos de la Rosa pidió un préstamo, ya no está disponible; GryphusCrédito, en la que Jesús Muñoz solicitó dinero por primera vez, ya no se encuentra ni en Google Play ni en la App Store. “Pero muchas veces son los mismos, el mismo frontend [interfaz gráfica para el usuario], el mismo formulario para pedir información”, dice De la Rosa, quien tiene experiencia en tecnología, pues es dueño de una agencia digital. “A todas les pagas en STP [Sistema de Transferencias y Pagos], no le pagas a un banco, y en algunos casos las razones sociales son las mismas”.

Según las reglas de Google Play, las aplicaciones que ofrecen préstamos, en cualquier lugar del mundo, deben especificar los intereses, mostrar ejemplos del total a pagar y, lo más importante, respetar los plazos de pago que establece la propia empresa. “No se permiten aplicaciones que promuevan préstamos personales que requieran el pago íntegro en sesenta días o menos desde la fecha de emisión del préstamo”, se lee en el sitio de soporte.

Kueski, una Sofom regulada que ofrece créditos desde quinientos hasta dos mil pesos, no tiene app móvil, debido a que su plazo de pago va de los siete a los 99 días. De acuerdo con esta plataforma, sus préstamos, aprobados en menos de dos horas, están destinados para cubrir necesidades personales o urgentes. Mientras tanto, la descripción actual de SueñoCredy, en Google Play, dice que ofrece préstamos de ochocientos a veinte mil pesos, su plazo es de 91 a 120 días, y pone este ejemplo: si el préstamo fue de dos mil pesos, el total a pagar será de 2 374.60, si se cubre en los 91 días. Para Google Play, declarar esta información es suficiente para cumplir los lineamientos de las aplicaciones de crédito, aunque los usuarios se encuentren con una realidad completamente distinta.

Esta información es similar a la que motivó a Jesús Muñoz a pedir un préstamo. Con estas descripciones falsas, Jose Cash y otras apps pueden sortear los lineamientos de Google Play, considera Óscar García, de veintiocho años, residente en Uruapan, Michoacán. “Soy un trabajador promedio que gana unos dos mil pesos a la semana. Se enfermó mi hijo y pensé que era una buena opción, pero resultó ser la peor”. Así relata su experiencia como víctima de Jose Cash, en marzo de este año. “Me engancharon al decir que eran noventa días, pero al sexto día la aplicación ya me marcaba [al teléfono], diciendo que tenía que pagar. Me empezaron a molestar desde las 6:30 de la mañana con que a las 12:00 tenía que efectuar el pago”. Los mismos cobradores de Jose Cash le recomendaron pedir prestado en otras apps para pagar su deuda original, que era de nueve mil pesos. Lo hizo, pero solo le depositaron 5 470. La bola de nieve creció, y en poco tiempo debía más de setenta mil pesos a unas veinte aplicaciones.

“Durante esas semanas no viví. Me decían que iban a venir a mi casa, que se iban a cobrar con mi hermana, que iban a vender los órganos de mi hijo. Después me amenazaban, decían que eran una organización criminal”. Las capturas de pantalla y los audios que comparte García son prueba de los insultos y amenazas que recibió, no solo él, sino también sus contactos. Para salir de las deudas vendió su auto y calcula que les transfirió más de ochenta mil pesos, pero el adeudo nunca fue liberado. García, al igual que De la Rosa, identificó en algunas llamadas que los cobradores tenían acento colombiano. Cuando quiso denunciar, la Policía Cibernética le dijo que no podía hacer nada al respecto: “Cuando vi que uno está solo, encontré grupos de Facebook que me sirvieron de guía”.

Ahí, en las redes sociales, otras personas y creadores de contenido en YouTube le brindaron consejos para lidiar con los extorsionadores. García desinstaló todas las aplicaciones, les quitó los permisos, borró los datos de caché y de memoria de su teléfono y consiguió un nuevo número. Los cobradores dejaron de molestarlo y, después de unas semanas, también a sus contactos. Los grupos en Facebook dedicados a denunciar las apps fraudulentas en México tienen hasta 48 000 miembros que comparten sus experiencias de extorsión. Desde que fue víctima, García es un usuario activo de estos grupos para ayudar a quienes quieran intentar la solución que a él le funcionó. En estas comunidades se difunde información actualizada sobre el estado de las plataformas. Un grupo que antes se llamaba Alto Jose Cash, con casi cinco mil miembros, cambió su nombre este julio a Alto SueñoCredy Antes José Cash, para alertar a las personas. Como estos grupos tienen en común que la gente comparte información sobre las apps fraudulentas, se mantienen activos con publicaciones de víctimas que piden asesoramiento tras caer en sus redes, así como palabras de apoyo y capturas de pantalla de las amenazas que reciben. Pero otros preguntan a la comunidad sobre si ciertas aplicaciones o plataformas son de fiar, antes de solicitar un préstamo.

Así como los usuarios crean redes de ayuda en línea, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ofrece apoyo jurídico y psicológico gratuito para las víctimas. La Organización Nacional de la Defensa del Deudor también recopila casos de personas afectadas y brinda asesoría jurídica. La Condusef recomienda solamente solicitar préstamos a entidades registradas en el Sipres, en redes sociales con boletines informativos. “Tenemos que tener un sentido de seguridad y protección virtual, así como lo tenemos a nivel personal”, dice Óscar Rosado.

A pesar de haber sido víctimas, Muñoz, De la Rosa y García todavía se culpan por haber confiado en apps que resultaron ser esquemas de extorsión, mientras intentan sobreponerse a los golpes financieros y emocionales. “Seguramente me va a tomar muchos meses levantarme, pero espero poco a poco ir recuperando mi tranquilidad”, dice Muñoz. Con la ayuda de su familia, pero aún con el temor de ser exhibido, pagó la última extorsión con dinero que provino de préstamos de bancos establecidos.

Aunque las apps ilegales sigan en línea, De la Rosa espera que su experiencia disuada a otros de descargarlas y solicitarles préstamos: “Estás entregándole lo más importante, tu información, a una persona que no conoces, no sabes quién está detrás de estas aplicaciones. Yo les di, prácticamente, las llaves de mi vida”.

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Esta historia se publicó en la edición dedicada a "La revolución tecnológica".

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