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Mi abuela no soporta tener un nieto "contrarrevolucionario"

Mi abuela no soporta tener un nieto "contrarrevolucionario"

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
30
.
04
.
20
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

"Cómo le explico a sus 84 años que el universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que la Cuba que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de entelequias".

Habíamos tejido toda la jugada perfectamente, pero sabíamos que no se iba a concretar la ocasión. Siempre es así en estas escenas, ¿no?

Corría el último minuto, sacaron de banda, triangularon el balón en el centro del campo, abrieron para el habilidoso extremo, un quite, dos, una pared, hasta que logró lanzar un centro con todo el empeine de su pie derecho, bien cerca del banderín de corner. Estábamos volcados al ataque, era a matar o a morir, no quedaba de otra. El partido languidecía y a esa altura nadie respetaba sus posiciones en el terreno, lo único que importaba era, como sea, llevar el balón hasta la meta rival. Yo, que era uno de los centrales, seguí en paralelo toda la jugada. Atravesé el medio del campo en una cabalgata sin mirar siquiera lo que ocurría en el costado. Si perdíamos la posesión, el árbitro pitaría el final.

“Tírala, tírala”, grité con la mano derecha en alto cuando el extremo recibió de vuelta la pared en solitario. Observé como su taco derecho cortó algo de césped cuando le pegó al balón con rosca, pequeñas virutas de hierbas verdes se levantaron y cayeron sobre su cuerpo sudado. El balón sobrevoló a los defensores y en el borde del aérea, sin dejarlo picar, lo empalmé como venía con un acrobático golpeó sin moverme de lugar. En cámara lenta lo vi alejarse de mi pie en dirección a la escuadra izquierda del arco y estrellarse contra la cruceta del ángulo.

Al unísono, todos nos desplomamos en el césped cuando uno de los defensores rivales despejó con un balonazo al aire y segundos después sentimos el silbato.

El sueño no me dio demasiados detalles sobre aquel partido. Sólo conocía la locación: el viejo estadio universitario de La Habana, pero mis compañeros de equipo o las camisetas que vestíamos, me eran desconocidos. Caminé con el pecho apretado y con ganas de llorar hacia el banquillo, pero antes de llegar, levanté la vista hacia la grada y entre la multitud que brincaba y celebraba, divisé sentada a mi abuela paterna, inmutable, de piernas cruzadas. Me miraba fijo, sus ojos eran un látigo. Tenía en sus manos una pequeña banderita de papel con mango de madera. Los colores eran los del equipo contrario. Nos sostuvimos la mirada durante largos segundos, ella no parpadeó, su rostro era una escultura en mármol. Le guiñé un ojo, la saludé con la mano. Nada. En el vestuario me senté en el suelo, mis compañeros de equipo pasaban por mi costado y me daban palmaditas en el hombro, en la espalda, me acariciaban la cabeza, “pa la otra será”, me decían. Mientras me desvestía, alguien que estaba a mi lado, me clavó el codo en las costillas y me dijo: “te buscan”. Ahí estaba de nuevo mi abuela. Seguía sin hablar y mirándome con frialdad. Me percaté que la mano que sostenía la banderita de papel apretaba hasta más no poder la madera del agarre. De pronto, nos quedamos solos, ella y yo, ella de pie y yo sentado, ella en silencio y yo preguntando: ¿Estás bien? ¿Estás bien? Solo dime, por favor. Sin responderme, dio la espalda y se largó arrastrando por el suelo un largo vestido color aceituna.

***

Desperté con el cuerpo empapado. Dejé los ojos abiertos y poco a poco los objetos de la habitación fueron recuperando sus formas en la oscuridad. Me quité de encima el edredón y busqué en la mesita de noche el teléfono móvil para saber la hora. Eran las 2:47 am. ¿Qué significa este sueño? ¿Mi abuela está bien? ¿Quiere decirme algo esto? Hacía semanas que no la veía. Quise llamarla. Segundos después deseché la idea. Recordé la triste última conversación que tuvimos.

***

“¿Por qué almorzaste si te dije que te iba a hacer las papas fritas con huevo? Bueno, ahí están las papas por si te las quieres comer de todas formas. Has subido de peso, eh. Te veo más gordo. ¿Ahora se usan esas medias altas de colores con short? ¿Cuándo te vas a pelar y a afeitar? ¿A tu novia le gusta esa pelambre y esa barba? ¿Eh? ¿Ella no te dice nada por andar así? Cómo es que se llama ella, que siempre se me olvida ¿Qué es lo que hace? Esa muchacha te tiene preso, desde que te conoció, ni te suelta. Por suerte pasaste hoy porque quería hablar contigo. ¿En qué tu andas? Pero qué revistas, qué periódicos son esos. ¿De afuera? ¿Americanos? ¿Pero tú estás loco? ¿Pero cómo? ¿Una revista cubana hecha por amigos que se llama así? Sabes muy bien que en Cuba nadie puede tener una revista propia, eso no es posible, es ilegal, aquí todas las revistas son del Estado. Niño, no he querido ni siquiera decírselo a tu padre porque le va a dar un infarto como por poco me dio a mí cuando me enteré. Ah, él lo sabía, y qué dice. Por supuesto que tampoco puede estar de acuerdo. ¡Por dios! Es que no se trata solamente de tu vida, es la de todos nosotros, la reputación de la familia. Abraham, ¿tú crees que así te van a dejar salir del país algún día? ¿Tú crees que todavía eres un niño, que la vida es un bonche, que estás en la secundaria? ¿Qué pensaría tu abuelo de todo esto? Discúlpame, es que estoy muy nerviosa, llevo días así, sin dormir, con la presión alta. Desde que Rolando me llamó y me lo dijo, no he podido estarme quieta. Dice Rolando que escribes contra el gobierno y que lo criticas durísimo. Dice que te has vuelto casi contrarrevolucionario. Dice Rolando que puedes ir preso por eso. No, no, no me digas que eso no existe, que sí existe, claro que los contrarrevolucionarios existen, claro que la Revolución existe y que los que la critican son contrarrevolucionarios. Rolando dice que tienes salvación aún porque eres joven, por suerte él siempre fue amigo de tu abuelo y vino a avisarme. ¿Cómo que no me ponga así? Sí, por favor, tráeme un vaso de agua. Ya, ya, va pasando. ¿Me prometes algo? Prométeme que vas a parar. Mira, sólo hasta que yo me muera, a mí no me queda mucho. Ya tengo 84 y estoy llena de achaques. Pero es que no puedo, no puedo con la idea de que seas tú un contrarrevolucionario. No me cabe en la cabeza esa idea. ¿De dónde has sacado eso? ¿Te están pagando para escribir esas cosas en contra del gobierno? ¿Eh? No entiendo, no entiendo, cómo me va a pasar esto a mí. Sí, tráeme otro vaso de agua. Siempre fue así. de verdad, los americanos siempre han buscado separar a las familias, crear estas divisiones, por eso le apuntan a los más jóvenes. Tu abuelo siempre estuvo claro con eso, él siempre me lo decía. Ellos le apuntan a los más jóvenes porque son los que no saben lo que ha costado levantar esta Revolución, no saben el sacrificio que ha sido enfrentarse a los Estados Unidos y vencerlos siendo una islita. ¿Te parece justo, Abraham? Que nos hagas esto a tu familia, a tu abuelo, ni siquiera a mí, a tu abuelo que era quien más te quería. ¿Te parece justo? ¿Eh? ¿Dime? ¿Vas a pasarle por arriba a todo? Es hasta increíble que estemos hablando de esto y ahí estén Fidel, Camilo, el Che mirándonos desde esos cuadros en la pared. Ellos no están ahí colgados por gusto. Esta casa es de revolucionarios, Abraham. Esta familia es de revolucionarios, Abraham. Por aquí pasó el Che, Fidel, todo el mundo, cómo tú te vas a virar ahora. ¿Ah, sí? Es increíble lo que yo estoy oyendo. ¿Desde cuándo un periodista crítica a su gobierno? Eso es cosa de gente baja, esa no es la educación que aquí se te dio ¿Desde cuándo contar las cosas malas es periodismo? ¿Por qué no lo cuentas en Granma y no en esas revisticas y esos periodicuchos que dices? Sabes, eres un egoísta. Y no sabes nada de la vida, vas por ahí pensando que te las sabes todas. Fíjate bien lo que te voy a decir, a esta casa no vas a entrar más si sigues así. Espérate, espérate, antes de que te vayas, déjame decirte una última cosa: me voy a morir y no me vas a ver más y vas a cargar con ese peso para el resto de tu vida. Y tú lo que eres es un periodista de mierda, si fueras de verdad, estuvieras en el periódico Granma”.

***

Una muestra del periódico Granma en tiempos de coronavirus:

Título: “Estos días de Cuba y de Fidel”

Un párrafo: “Es un país volcado, punto por punto, en esta lucha, bajo el signo de un Fidel creador de cuanto hoy florece tramo a tramo. ¡Esta es Cuba y no otra! Él supo profetizar la justicia poética de que el pueblo cubano vencerá”.

Título: “Socialismo: Nunca más una palabra ajena”

Un párrafo: “Los cubanos y las cubanas de aquella hora de definiciones no habían leído a Marx, ni a Engels, ni a Lenin, ni escucharon hablar de Gramsci o Rosa Luxemburgo, pero no les hizo falta descifrar a Mariátegui para comprender, en la práctica, que socialismo significaba creación heroica”.

Título: “¡Solo el socialismo salva!”

Un párrafo: “Asistimos a la certidumbre de que siempre será posible –y altamente probable– que ocurra lo mismo o peor que esta pandemia, si no levantamos de una vez por todas un hondo clamor mundial por la única alternativa efectiva, que, llámese socialismo, o como le llamen las generaciones venideras, tendrá que ser decididamente antimperialista, anticapitalista y antineoliberal”.

Título: “Cuba: ¿Por qué un único Partido?”

Un párrafo: “¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha”.

Título: “¿Coronocapitalismo para Cuba?”

Un párrafo: “A más propuestas de soluciones en curso, indicadas y en vías de acción por nuestro Gobierno, o dicho en buen cubano: que «se caen de la mata», es necesario recordarles a esos ideólogos del cuasi neoliberalismo, cuál es la situación deplorable que sufren ahora mismo los pueblos de esos países del llamado «primer» mundo, donde la economía privada, –o mejor, el coronacapitalismo– ha funcionado no como la solución, sino como el obstáculo mayor para afrontar con éxito la epidemia”.

Título: “Cuba ante la COVID-19: Los que curan y los que envenenan”

Un párrafo: “No faltarán los que quieran ver ese enjambre mediático a través del miope cristal de la supuesta «libertad de prensa» y del llamado «periodismo independiente» con que se presenta, pero serán más los que no se dejen engañar ante las pretensiones de disfrazar del honesto oficio de la prensa y del ejercicio de la libertad, las intenciones de los que ven en el coronavirus la oportunidad perfecta para sus propósitos, en una guerra mediática desde hace tiempo lanzada sobre los cubanos. Hay virus que sí se ven. Cuba sabe quién la cura y sabe quién la envenena”.

Título: “Cuba: nuestro periodismo es honesto, libre y soberano como la tierra que defendemos”

Un párrafo: “Se nos podrían señalar muchas cosas, pero nunca se podrá cuestionar nuestro ejercicio de defensa de la verdad, el culto a la libertad y a la dignidad plena del hombre declarado en nuestra Constitución, esencias que definen el ejercicio de nuestro periodismo, libre y soberano como la tierra que defendemos”.

***

Hace dos meses que no habló ni veo a mi abuela. Desde aquella agresiva conversación nuestra relación ha ido a peor. Ya no puedo entrar a la que fue mi casa por veinte años, pues cambió la cerradura de la puerta. Cuando llamo por teléfono, no contesta, debe tomar en sus manos el identificador de llamadas, verificar que soy yo y dejar que el aparato suene hasta desgañitarse. Además, le ha dicho a mi padre que está muy decepcionada, que nunca pensó que la fuera a traicionar de semejante manera, que mire lo que le he hecho a la familia, que con el dolor de su alma me tiene que castigar para ver si así entró en razón y maduro de una vez y por todas. Yo le he dicho a mi padre que ella no me deja alternativa, que no me deja explicarle que no existe tal traición, ni mucho menos tal daño a la familia, que es cierto que aquel día en el que hablamos no tuve paciencia ni tolerancia para aceptar sus puntos de vistas, que es lógico que piense de esa manera, como también piensa él después de más de sesenta años de adoctrinamiento, que no es culpa mía haber nacido en un país que no acepta su propia realidad, un país que se ha pasado más de sesenta años intentando borrar, a golpe de látigo, lo que acontece a diario en sus calles para evitar que juzguen su mal actuar, sus actitudes déspotas y dictatoriales, un país donde todo aquel que levante la mano para expresar una opinión que roce al Estado soberano es castigado por la ley, un país donde los periodistas solo están para servirle de lobby al gobierno y donde la profesión está trastocada por el totalitarismo que la ha convertido en un apparátchik de propaganda estatal, un país distópico, senil, sin libertades. Cómo le explico yo todo eso a mi abuela a sus 84 años. Cómo le digo que todo ese universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que el país que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de las entelequias.

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30
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04
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"Cómo le explico a sus 84 años que el universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que la Cuba que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de entelequias".

Habíamos tejido toda la jugada perfectamente, pero sabíamos que no se iba a concretar la ocasión. Siempre es así en estas escenas, ¿no?

Corría el último minuto, sacaron de banda, triangularon el balón en el centro del campo, abrieron para el habilidoso extremo, un quite, dos, una pared, hasta que logró lanzar un centro con todo el empeine de su pie derecho, bien cerca del banderín de corner. Estábamos volcados al ataque, era a matar o a morir, no quedaba de otra. El partido languidecía y a esa altura nadie respetaba sus posiciones en el terreno, lo único que importaba era, como sea, llevar el balón hasta la meta rival. Yo, que era uno de los centrales, seguí en paralelo toda la jugada. Atravesé el medio del campo en una cabalgata sin mirar siquiera lo que ocurría en el costado. Si perdíamos la posesión, el árbitro pitaría el final.

“Tírala, tírala”, grité con la mano derecha en alto cuando el extremo recibió de vuelta la pared en solitario. Observé como su taco derecho cortó algo de césped cuando le pegó al balón con rosca, pequeñas virutas de hierbas verdes se levantaron y cayeron sobre su cuerpo sudado. El balón sobrevoló a los defensores y en el borde del aérea, sin dejarlo picar, lo empalmé como venía con un acrobático golpeó sin moverme de lugar. En cámara lenta lo vi alejarse de mi pie en dirección a la escuadra izquierda del arco y estrellarse contra la cruceta del ángulo.

Al unísono, todos nos desplomamos en el césped cuando uno de los defensores rivales despejó con un balonazo al aire y segundos después sentimos el silbato.

El sueño no me dio demasiados detalles sobre aquel partido. Sólo conocía la locación: el viejo estadio universitario de La Habana, pero mis compañeros de equipo o las camisetas que vestíamos, me eran desconocidos. Caminé con el pecho apretado y con ganas de llorar hacia el banquillo, pero antes de llegar, levanté la vista hacia la grada y entre la multitud que brincaba y celebraba, divisé sentada a mi abuela paterna, inmutable, de piernas cruzadas. Me miraba fijo, sus ojos eran un látigo. Tenía en sus manos una pequeña banderita de papel con mango de madera. Los colores eran los del equipo contrario. Nos sostuvimos la mirada durante largos segundos, ella no parpadeó, su rostro era una escultura en mármol. Le guiñé un ojo, la saludé con la mano. Nada. En el vestuario me senté en el suelo, mis compañeros de equipo pasaban por mi costado y me daban palmaditas en el hombro, en la espalda, me acariciaban la cabeza, “pa la otra será”, me decían. Mientras me desvestía, alguien que estaba a mi lado, me clavó el codo en las costillas y me dijo: “te buscan”. Ahí estaba de nuevo mi abuela. Seguía sin hablar y mirándome con frialdad. Me percaté que la mano que sostenía la banderita de papel apretaba hasta más no poder la madera del agarre. De pronto, nos quedamos solos, ella y yo, ella de pie y yo sentado, ella en silencio y yo preguntando: ¿Estás bien? ¿Estás bien? Solo dime, por favor. Sin responderme, dio la espalda y se largó arrastrando por el suelo un largo vestido color aceituna.

***

Desperté con el cuerpo empapado. Dejé los ojos abiertos y poco a poco los objetos de la habitación fueron recuperando sus formas en la oscuridad. Me quité de encima el edredón y busqué en la mesita de noche el teléfono móvil para saber la hora. Eran las 2:47 am. ¿Qué significa este sueño? ¿Mi abuela está bien? ¿Quiere decirme algo esto? Hacía semanas que no la veía. Quise llamarla. Segundos después deseché la idea. Recordé la triste última conversación que tuvimos.

***

“¿Por qué almorzaste si te dije que te iba a hacer las papas fritas con huevo? Bueno, ahí están las papas por si te las quieres comer de todas formas. Has subido de peso, eh. Te veo más gordo. ¿Ahora se usan esas medias altas de colores con short? ¿Cuándo te vas a pelar y a afeitar? ¿A tu novia le gusta esa pelambre y esa barba? ¿Eh? ¿Ella no te dice nada por andar así? Cómo es que se llama ella, que siempre se me olvida ¿Qué es lo que hace? Esa muchacha te tiene preso, desde que te conoció, ni te suelta. Por suerte pasaste hoy porque quería hablar contigo. ¿En qué tu andas? Pero qué revistas, qué periódicos son esos. ¿De afuera? ¿Americanos? ¿Pero tú estás loco? ¿Pero cómo? ¿Una revista cubana hecha por amigos que se llama así? Sabes muy bien que en Cuba nadie puede tener una revista propia, eso no es posible, es ilegal, aquí todas las revistas son del Estado. Niño, no he querido ni siquiera decírselo a tu padre porque le va a dar un infarto como por poco me dio a mí cuando me enteré. Ah, él lo sabía, y qué dice. Por supuesto que tampoco puede estar de acuerdo. ¡Por dios! Es que no se trata solamente de tu vida, es la de todos nosotros, la reputación de la familia. Abraham, ¿tú crees que así te van a dejar salir del país algún día? ¿Tú crees que todavía eres un niño, que la vida es un bonche, que estás en la secundaria? ¿Qué pensaría tu abuelo de todo esto? Discúlpame, es que estoy muy nerviosa, llevo días así, sin dormir, con la presión alta. Desde que Rolando me llamó y me lo dijo, no he podido estarme quieta. Dice Rolando que escribes contra el gobierno y que lo criticas durísimo. Dice que te has vuelto casi contrarrevolucionario. Dice Rolando que puedes ir preso por eso. No, no, no me digas que eso no existe, que sí existe, claro que los contrarrevolucionarios existen, claro que la Revolución existe y que los que la critican son contrarrevolucionarios. Rolando dice que tienes salvación aún porque eres joven, por suerte él siempre fue amigo de tu abuelo y vino a avisarme. ¿Cómo que no me ponga así? Sí, por favor, tráeme un vaso de agua. Ya, ya, va pasando. ¿Me prometes algo? Prométeme que vas a parar. Mira, sólo hasta que yo me muera, a mí no me queda mucho. Ya tengo 84 y estoy llena de achaques. Pero es que no puedo, no puedo con la idea de que seas tú un contrarrevolucionario. No me cabe en la cabeza esa idea. ¿De dónde has sacado eso? ¿Te están pagando para escribir esas cosas en contra del gobierno? ¿Eh? No entiendo, no entiendo, cómo me va a pasar esto a mí. Sí, tráeme otro vaso de agua. Siempre fue así. de verdad, los americanos siempre han buscado separar a las familias, crear estas divisiones, por eso le apuntan a los más jóvenes. Tu abuelo siempre estuvo claro con eso, él siempre me lo decía. Ellos le apuntan a los más jóvenes porque son los que no saben lo que ha costado levantar esta Revolución, no saben el sacrificio que ha sido enfrentarse a los Estados Unidos y vencerlos siendo una islita. ¿Te parece justo, Abraham? Que nos hagas esto a tu familia, a tu abuelo, ni siquiera a mí, a tu abuelo que era quien más te quería. ¿Te parece justo? ¿Eh? ¿Dime? ¿Vas a pasarle por arriba a todo? Es hasta increíble que estemos hablando de esto y ahí estén Fidel, Camilo, el Che mirándonos desde esos cuadros en la pared. Ellos no están ahí colgados por gusto. Esta casa es de revolucionarios, Abraham. Esta familia es de revolucionarios, Abraham. Por aquí pasó el Che, Fidel, todo el mundo, cómo tú te vas a virar ahora. ¿Ah, sí? Es increíble lo que yo estoy oyendo. ¿Desde cuándo un periodista crítica a su gobierno? Eso es cosa de gente baja, esa no es la educación que aquí se te dio ¿Desde cuándo contar las cosas malas es periodismo? ¿Por qué no lo cuentas en Granma y no en esas revisticas y esos periodicuchos que dices? Sabes, eres un egoísta. Y no sabes nada de la vida, vas por ahí pensando que te las sabes todas. Fíjate bien lo que te voy a decir, a esta casa no vas a entrar más si sigues así. Espérate, espérate, antes de que te vayas, déjame decirte una última cosa: me voy a morir y no me vas a ver más y vas a cargar con ese peso para el resto de tu vida. Y tú lo que eres es un periodista de mierda, si fueras de verdad, estuvieras en el periódico Granma”.

***

Una muestra del periódico Granma en tiempos de coronavirus:

Título: “Estos días de Cuba y de Fidel”

Un párrafo: “Es un país volcado, punto por punto, en esta lucha, bajo el signo de un Fidel creador de cuanto hoy florece tramo a tramo. ¡Esta es Cuba y no otra! Él supo profetizar la justicia poética de que el pueblo cubano vencerá”.

Título: “Socialismo: Nunca más una palabra ajena”

Un párrafo: “Los cubanos y las cubanas de aquella hora de definiciones no habían leído a Marx, ni a Engels, ni a Lenin, ni escucharon hablar de Gramsci o Rosa Luxemburgo, pero no les hizo falta descifrar a Mariátegui para comprender, en la práctica, que socialismo significaba creación heroica”.

Título: “¡Solo el socialismo salva!”

Un párrafo: “Asistimos a la certidumbre de que siempre será posible –y altamente probable– que ocurra lo mismo o peor que esta pandemia, si no levantamos de una vez por todas un hondo clamor mundial por la única alternativa efectiva, que, llámese socialismo, o como le llamen las generaciones venideras, tendrá que ser decididamente antimperialista, anticapitalista y antineoliberal”.

Título: “Cuba: ¿Por qué un único Partido?”

Un párrafo: “¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha”.

Título: “¿Coronocapitalismo para Cuba?”

Un párrafo: “A más propuestas de soluciones en curso, indicadas y en vías de acción por nuestro Gobierno, o dicho en buen cubano: que «se caen de la mata», es necesario recordarles a esos ideólogos del cuasi neoliberalismo, cuál es la situación deplorable que sufren ahora mismo los pueblos de esos países del llamado «primer» mundo, donde la economía privada, –o mejor, el coronacapitalismo– ha funcionado no como la solución, sino como el obstáculo mayor para afrontar con éxito la epidemia”.

Título: “Cuba ante la COVID-19: Los que curan y los que envenenan”

Un párrafo: “No faltarán los que quieran ver ese enjambre mediático a través del miope cristal de la supuesta «libertad de prensa» y del llamado «periodismo independiente» con que se presenta, pero serán más los que no se dejen engañar ante las pretensiones de disfrazar del honesto oficio de la prensa y del ejercicio de la libertad, las intenciones de los que ven en el coronavirus la oportunidad perfecta para sus propósitos, en una guerra mediática desde hace tiempo lanzada sobre los cubanos. Hay virus que sí se ven. Cuba sabe quién la cura y sabe quién la envenena”.

Título: “Cuba: nuestro periodismo es honesto, libre y soberano como la tierra que defendemos”

Un párrafo: “Se nos podrían señalar muchas cosas, pero nunca se podrá cuestionar nuestro ejercicio de defensa de la verdad, el culto a la libertad y a la dignidad plena del hombre declarado en nuestra Constitución, esencias que definen el ejercicio de nuestro periodismo, libre y soberano como la tierra que defendemos”.

***

Hace dos meses que no habló ni veo a mi abuela. Desde aquella agresiva conversación nuestra relación ha ido a peor. Ya no puedo entrar a la que fue mi casa por veinte años, pues cambió la cerradura de la puerta. Cuando llamo por teléfono, no contesta, debe tomar en sus manos el identificador de llamadas, verificar que soy yo y dejar que el aparato suene hasta desgañitarse. Además, le ha dicho a mi padre que está muy decepcionada, que nunca pensó que la fuera a traicionar de semejante manera, que mire lo que le he hecho a la familia, que con el dolor de su alma me tiene que castigar para ver si así entró en razón y maduro de una vez y por todas. Yo le he dicho a mi padre que ella no me deja alternativa, que no me deja explicarle que no existe tal traición, ni mucho menos tal daño a la familia, que es cierto que aquel día en el que hablamos no tuve paciencia ni tolerancia para aceptar sus puntos de vistas, que es lógico que piense de esa manera, como también piensa él después de más de sesenta años de adoctrinamiento, que no es culpa mía haber nacido en un país que no acepta su propia realidad, un país que se ha pasado más de sesenta años intentando borrar, a golpe de látigo, lo que acontece a diario en sus calles para evitar que juzguen su mal actuar, sus actitudes déspotas y dictatoriales, un país donde todo aquel que levante la mano para expresar una opinión que roce al Estado soberano es castigado por la ley, un país donde los periodistas solo están para servirle de lobby al gobierno y donde la profesión está trastocada por el totalitarismo que la ha convertido en un apparátchik de propaganda estatal, un país distópico, senil, sin libertades. Cómo le explico yo todo eso a mi abuela a sus 84 años. Cómo le digo que todo ese universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que el país que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de las entelequias.

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30
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"Cómo le explico a sus 84 años que el universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que la Cuba que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de entelequias".

Habíamos tejido toda la jugada perfectamente, pero sabíamos que no se iba a concretar la ocasión. Siempre es así en estas escenas, ¿no?

Corría el último minuto, sacaron de banda, triangularon el balón en el centro del campo, abrieron para el habilidoso extremo, un quite, dos, una pared, hasta que logró lanzar un centro con todo el empeine de su pie derecho, bien cerca del banderín de corner. Estábamos volcados al ataque, era a matar o a morir, no quedaba de otra. El partido languidecía y a esa altura nadie respetaba sus posiciones en el terreno, lo único que importaba era, como sea, llevar el balón hasta la meta rival. Yo, que era uno de los centrales, seguí en paralelo toda la jugada. Atravesé el medio del campo en una cabalgata sin mirar siquiera lo que ocurría en el costado. Si perdíamos la posesión, el árbitro pitaría el final.

“Tírala, tírala”, grité con la mano derecha en alto cuando el extremo recibió de vuelta la pared en solitario. Observé como su taco derecho cortó algo de césped cuando le pegó al balón con rosca, pequeñas virutas de hierbas verdes se levantaron y cayeron sobre su cuerpo sudado. El balón sobrevoló a los defensores y en el borde del aérea, sin dejarlo picar, lo empalmé como venía con un acrobático golpeó sin moverme de lugar. En cámara lenta lo vi alejarse de mi pie en dirección a la escuadra izquierda del arco y estrellarse contra la cruceta del ángulo.

Al unísono, todos nos desplomamos en el césped cuando uno de los defensores rivales despejó con un balonazo al aire y segundos después sentimos el silbato.

El sueño no me dio demasiados detalles sobre aquel partido. Sólo conocía la locación: el viejo estadio universitario de La Habana, pero mis compañeros de equipo o las camisetas que vestíamos, me eran desconocidos. Caminé con el pecho apretado y con ganas de llorar hacia el banquillo, pero antes de llegar, levanté la vista hacia la grada y entre la multitud que brincaba y celebraba, divisé sentada a mi abuela paterna, inmutable, de piernas cruzadas. Me miraba fijo, sus ojos eran un látigo. Tenía en sus manos una pequeña banderita de papel con mango de madera. Los colores eran los del equipo contrario. Nos sostuvimos la mirada durante largos segundos, ella no parpadeó, su rostro era una escultura en mármol. Le guiñé un ojo, la saludé con la mano. Nada. En el vestuario me senté en el suelo, mis compañeros de equipo pasaban por mi costado y me daban palmaditas en el hombro, en la espalda, me acariciaban la cabeza, “pa la otra será”, me decían. Mientras me desvestía, alguien que estaba a mi lado, me clavó el codo en las costillas y me dijo: “te buscan”. Ahí estaba de nuevo mi abuela. Seguía sin hablar y mirándome con frialdad. Me percaté que la mano que sostenía la banderita de papel apretaba hasta más no poder la madera del agarre. De pronto, nos quedamos solos, ella y yo, ella de pie y yo sentado, ella en silencio y yo preguntando: ¿Estás bien? ¿Estás bien? Solo dime, por favor. Sin responderme, dio la espalda y se largó arrastrando por el suelo un largo vestido color aceituna.

***

Desperté con el cuerpo empapado. Dejé los ojos abiertos y poco a poco los objetos de la habitación fueron recuperando sus formas en la oscuridad. Me quité de encima el edredón y busqué en la mesita de noche el teléfono móvil para saber la hora. Eran las 2:47 am. ¿Qué significa este sueño? ¿Mi abuela está bien? ¿Quiere decirme algo esto? Hacía semanas que no la veía. Quise llamarla. Segundos después deseché la idea. Recordé la triste última conversación que tuvimos.

***

“¿Por qué almorzaste si te dije que te iba a hacer las papas fritas con huevo? Bueno, ahí están las papas por si te las quieres comer de todas formas. Has subido de peso, eh. Te veo más gordo. ¿Ahora se usan esas medias altas de colores con short? ¿Cuándo te vas a pelar y a afeitar? ¿A tu novia le gusta esa pelambre y esa barba? ¿Eh? ¿Ella no te dice nada por andar así? Cómo es que se llama ella, que siempre se me olvida ¿Qué es lo que hace? Esa muchacha te tiene preso, desde que te conoció, ni te suelta. Por suerte pasaste hoy porque quería hablar contigo. ¿En qué tu andas? Pero qué revistas, qué periódicos son esos. ¿De afuera? ¿Americanos? ¿Pero tú estás loco? ¿Pero cómo? ¿Una revista cubana hecha por amigos que se llama así? Sabes muy bien que en Cuba nadie puede tener una revista propia, eso no es posible, es ilegal, aquí todas las revistas son del Estado. Niño, no he querido ni siquiera decírselo a tu padre porque le va a dar un infarto como por poco me dio a mí cuando me enteré. Ah, él lo sabía, y qué dice. Por supuesto que tampoco puede estar de acuerdo. ¡Por dios! Es que no se trata solamente de tu vida, es la de todos nosotros, la reputación de la familia. Abraham, ¿tú crees que así te van a dejar salir del país algún día? ¿Tú crees que todavía eres un niño, que la vida es un bonche, que estás en la secundaria? ¿Qué pensaría tu abuelo de todo esto? Discúlpame, es que estoy muy nerviosa, llevo días así, sin dormir, con la presión alta. Desde que Rolando me llamó y me lo dijo, no he podido estarme quieta. Dice Rolando que escribes contra el gobierno y que lo criticas durísimo. Dice que te has vuelto casi contrarrevolucionario. Dice Rolando que puedes ir preso por eso. No, no, no me digas que eso no existe, que sí existe, claro que los contrarrevolucionarios existen, claro que la Revolución existe y que los que la critican son contrarrevolucionarios. Rolando dice que tienes salvación aún porque eres joven, por suerte él siempre fue amigo de tu abuelo y vino a avisarme. ¿Cómo que no me ponga así? Sí, por favor, tráeme un vaso de agua. Ya, ya, va pasando. ¿Me prometes algo? Prométeme que vas a parar. Mira, sólo hasta que yo me muera, a mí no me queda mucho. Ya tengo 84 y estoy llena de achaques. Pero es que no puedo, no puedo con la idea de que seas tú un contrarrevolucionario. No me cabe en la cabeza esa idea. ¿De dónde has sacado eso? ¿Te están pagando para escribir esas cosas en contra del gobierno? ¿Eh? No entiendo, no entiendo, cómo me va a pasar esto a mí. Sí, tráeme otro vaso de agua. Siempre fue así. de verdad, los americanos siempre han buscado separar a las familias, crear estas divisiones, por eso le apuntan a los más jóvenes. Tu abuelo siempre estuvo claro con eso, él siempre me lo decía. Ellos le apuntan a los más jóvenes porque son los que no saben lo que ha costado levantar esta Revolución, no saben el sacrificio que ha sido enfrentarse a los Estados Unidos y vencerlos siendo una islita. ¿Te parece justo, Abraham? Que nos hagas esto a tu familia, a tu abuelo, ni siquiera a mí, a tu abuelo que era quien más te quería. ¿Te parece justo? ¿Eh? ¿Dime? ¿Vas a pasarle por arriba a todo? Es hasta increíble que estemos hablando de esto y ahí estén Fidel, Camilo, el Che mirándonos desde esos cuadros en la pared. Ellos no están ahí colgados por gusto. Esta casa es de revolucionarios, Abraham. Esta familia es de revolucionarios, Abraham. Por aquí pasó el Che, Fidel, todo el mundo, cómo tú te vas a virar ahora. ¿Ah, sí? Es increíble lo que yo estoy oyendo. ¿Desde cuándo un periodista crítica a su gobierno? Eso es cosa de gente baja, esa no es la educación que aquí se te dio ¿Desde cuándo contar las cosas malas es periodismo? ¿Por qué no lo cuentas en Granma y no en esas revisticas y esos periodicuchos que dices? Sabes, eres un egoísta. Y no sabes nada de la vida, vas por ahí pensando que te las sabes todas. Fíjate bien lo que te voy a decir, a esta casa no vas a entrar más si sigues así. Espérate, espérate, antes de que te vayas, déjame decirte una última cosa: me voy a morir y no me vas a ver más y vas a cargar con ese peso para el resto de tu vida. Y tú lo que eres es un periodista de mierda, si fueras de verdad, estuvieras en el periódico Granma”.

***

Una muestra del periódico Granma en tiempos de coronavirus:

Título: “Estos días de Cuba y de Fidel”

Un párrafo: “Es un país volcado, punto por punto, en esta lucha, bajo el signo de un Fidel creador de cuanto hoy florece tramo a tramo. ¡Esta es Cuba y no otra! Él supo profetizar la justicia poética de que el pueblo cubano vencerá”.

Título: “Socialismo: Nunca más una palabra ajena”

Un párrafo: “Los cubanos y las cubanas de aquella hora de definiciones no habían leído a Marx, ni a Engels, ni a Lenin, ni escucharon hablar de Gramsci o Rosa Luxemburgo, pero no les hizo falta descifrar a Mariátegui para comprender, en la práctica, que socialismo significaba creación heroica”.

Título: “¡Solo el socialismo salva!”

Un párrafo: “Asistimos a la certidumbre de que siempre será posible –y altamente probable– que ocurra lo mismo o peor que esta pandemia, si no levantamos de una vez por todas un hondo clamor mundial por la única alternativa efectiva, que, llámese socialismo, o como le llamen las generaciones venideras, tendrá que ser decididamente antimperialista, anticapitalista y antineoliberal”.

Título: “Cuba: ¿Por qué un único Partido?”

Un párrafo: “¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha”.

Título: “¿Coronocapitalismo para Cuba?”

Un párrafo: “A más propuestas de soluciones en curso, indicadas y en vías de acción por nuestro Gobierno, o dicho en buen cubano: que «se caen de la mata», es necesario recordarles a esos ideólogos del cuasi neoliberalismo, cuál es la situación deplorable que sufren ahora mismo los pueblos de esos países del llamado «primer» mundo, donde la economía privada, –o mejor, el coronacapitalismo– ha funcionado no como la solución, sino como el obstáculo mayor para afrontar con éxito la epidemia”.

Título: “Cuba ante la COVID-19: Los que curan y los que envenenan”

Un párrafo: “No faltarán los que quieran ver ese enjambre mediático a través del miope cristal de la supuesta «libertad de prensa» y del llamado «periodismo independiente» con que se presenta, pero serán más los que no se dejen engañar ante las pretensiones de disfrazar del honesto oficio de la prensa y del ejercicio de la libertad, las intenciones de los que ven en el coronavirus la oportunidad perfecta para sus propósitos, en una guerra mediática desde hace tiempo lanzada sobre los cubanos. Hay virus que sí se ven. Cuba sabe quién la cura y sabe quién la envenena”.

Título: “Cuba: nuestro periodismo es honesto, libre y soberano como la tierra que defendemos”

Un párrafo: “Se nos podrían señalar muchas cosas, pero nunca se podrá cuestionar nuestro ejercicio de defensa de la verdad, el culto a la libertad y a la dignidad plena del hombre declarado en nuestra Constitución, esencias que definen el ejercicio de nuestro periodismo, libre y soberano como la tierra que defendemos”.

***

Hace dos meses que no habló ni veo a mi abuela. Desde aquella agresiva conversación nuestra relación ha ido a peor. Ya no puedo entrar a la que fue mi casa por veinte años, pues cambió la cerradura de la puerta. Cuando llamo por teléfono, no contesta, debe tomar en sus manos el identificador de llamadas, verificar que soy yo y dejar que el aparato suene hasta desgañitarse. Además, le ha dicho a mi padre que está muy decepcionada, que nunca pensó que la fuera a traicionar de semejante manera, que mire lo que le he hecho a la familia, que con el dolor de su alma me tiene que castigar para ver si así entró en razón y maduro de una vez y por todas. Yo le he dicho a mi padre que ella no me deja alternativa, que no me deja explicarle que no existe tal traición, ni mucho menos tal daño a la familia, que es cierto que aquel día en el que hablamos no tuve paciencia ni tolerancia para aceptar sus puntos de vistas, que es lógico que piense de esa manera, como también piensa él después de más de sesenta años de adoctrinamiento, que no es culpa mía haber nacido en un país que no acepta su propia realidad, un país que se ha pasado más de sesenta años intentando borrar, a golpe de látigo, lo que acontece a diario en sus calles para evitar que juzguen su mal actuar, sus actitudes déspotas y dictatoriales, un país donde todo aquel que levante la mano para expresar una opinión que roce al Estado soberano es castigado por la ley, un país donde los periodistas solo están para servirle de lobby al gobierno y donde la profesión está trastocada por el totalitarismo que la ha convertido en un apparátchik de propaganda estatal, un país distópico, senil, sin libertades. Cómo le explico yo todo eso a mi abuela a sus 84 años. Cómo le digo que todo ese universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que el país que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de las entelequias.

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Mi abuela no soporta tener un nieto "contrarrevolucionario"

Mi abuela no soporta tener un nieto "contrarrevolucionario"

30
.
04
.
20
2020
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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"Cómo le explico a sus 84 años que el universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que la Cuba que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de entelequias".

Habíamos tejido toda la jugada perfectamente, pero sabíamos que no se iba a concretar la ocasión. Siempre es así en estas escenas, ¿no?

Corría el último minuto, sacaron de banda, triangularon el balón en el centro del campo, abrieron para el habilidoso extremo, un quite, dos, una pared, hasta que logró lanzar un centro con todo el empeine de su pie derecho, bien cerca del banderín de corner. Estábamos volcados al ataque, era a matar o a morir, no quedaba de otra. El partido languidecía y a esa altura nadie respetaba sus posiciones en el terreno, lo único que importaba era, como sea, llevar el balón hasta la meta rival. Yo, que era uno de los centrales, seguí en paralelo toda la jugada. Atravesé el medio del campo en una cabalgata sin mirar siquiera lo que ocurría en el costado. Si perdíamos la posesión, el árbitro pitaría el final.

“Tírala, tírala”, grité con la mano derecha en alto cuando el extremo recibió de vuelta la pared en solitario. Observé como su taco derecho cortó algo de césped cuando le pegó al balón con rosca, pequeñas virutas de hierbas verdes se levantaron y cayeron sobre su cuerpo sudado. El balón sobrevoló a los defensores y en el borde del aérea, sin dejarlo picar, lo empalmé como venía con un acrobático golpeó sin moverme de lugar. En cámara lenta lo vi alejarse de mi pie en dirección a la escuadra izquierda del arco y estrellarse contra la cruceta del ángulo.

Al unísono, todos nos desplomamos en el césped cuando uno de los defensores rivales despejó con un balonazo al aire y segundos después sentimos el silbato.

El sueño no me dio demasiados detalles sobre aquel partido. Sólo conocía la locación: el viejo estadio universitario de La Habana, pero mis compañeros de equipo o las camisetas que vestíamos, me eran desconocidos. Caminé con el pecho apretado y con ganas de llorar hacia el banquillo, pero antes de llegar, levanté la vista hacia la grada y entre la multitud que brincaba y celebraba, divisé sentada a mi abuela paterna, inmutable, de piernas cruzadas. Me miraba fijo, sus ojos eran un látigo. Tenía en sus manos una pequeña banderita de papel con mango de madera. Los colores eran los del equipo contrario. Nos sostuvimos la mirada durante largos segundos, ella no parpadeó, su rostro era una escultura en mármol. Le guiñé un ojo, la saludé con la mano. Nada. En el vestuario me senté en el suelo, mis compañeros de equipo pasaban por mi costado y me daban palmaditas en el hombro, en la espalda, me acariciaban la cabeza, “pa la otra será”, me decían. Mientras me desvestía, alguien que estaba a mi lado, me clavó el codo en las costillas y me dijo: “te buscan”. Ahí estaba de nuevo mi abuela. Seguía sin hablar y mirándome con frialdad. Me percaté que la mano que sostenía la banderita de papel apretaba hasta más no poder la madera del agarre. De pronto, nos quedamos solos, ella y yo, ella de pie y yo sentado, ella en silencio y yo preguntando: ¿Estás bien? ¿Estás bien? Solo dime, por favor. Sin responderme, dio la espalda y se largó arrastrando por el suelo un largo vestido color aceituna.

***

Desperté con el cuerpo empapado. Dejé los ojos abiertos y poco a poco los objetos de la habitación fueron recuperando sus formas en la oscuridad. Me quité de encima el edredón y busqué en la mesita de noche el teléfono móvil para saber la hora. Eran las 2:47 am. ¿Qué significa este sueño? ¿Mi abuela está bien? ¿Quiere decirme algo esto? Hacía semanas que no la veía. Quise llamarla. Segundos después deseché la idea. Recordé la triste última conversación que tuvimos.

***

“¿Por qué almorzaste si te dije que te iba a hacer las papas fritas con huevo? Bueno, ahí están las papas por si te las quieres comer de todas formas. Has subido de peso, eh. Te veo más gordo. ¿Ahora se usan esas medias altas de colores con short? ¿Cuándo te vas a pelar y a afeitar? ¿A tu novia le gusta esa pelambre y esa barba? ¿Eh? ¿Ella no te dice nada por andar así? Cómo es que se llama ella, que siempre se me olvida ¿Qué es lo que hace? Esa muchacha te tiene preso, desde que te conoció, ni te suelta. Por suerte pasaste hoy porque quería hablar contigo. ¿En qué tu andas? Pero qué revistas, qué periódicos son esos. ¿De afuera? ¿Americanos? ¿Pero tú estás loco? ¿Pero cómo? ¿Una revista cubana hecha por amigos que se llama así? Sabes muy bien que en Cuba nadie puede tener una revista propia, eso no es posible, es ilegal, aquí todas las revistas son del Estado. Niño, no he querido ni siquiera decírselo a tu padre porque le va a dar un infarto como por poco me dio a mí cuando me enteré. Ah, él lo sabía, y qué dice. Por supuesto que tampoco puede estar de acuerdo. ¡Por dios! Es que no se trata solamente de tu vida, es la de todos nosotros, la reputación de la familia. Abraham, ¿tú crees que así te van a dejar salir del país algún día? ¿Tú crees que todavía eres un niño, que la vida es un bonche, que estás en la secundaria? ¿Qué pensaría tu abuelo de todo esto? Discúlpame, es que estoy muy nerviosa, llevo días así, sin dormir, con la presión alta. Desde que Rolando me llamó y me lo dijo, no he podido estarme quieta. Dice Rolando que escribes contra el gobierno y que lo criticas durísimo. Dice que te has vuelto casi contrarrevolucionario. Dice Rolando que puedes ir preso por eso. No, no, no me digas que eso no existe, que sí existe, claro que los contrarrevolucionarios existen, claro que la Revolución existe y que los que la critican son contrarrevolucionarios. Rolando dice que tienes salvación aún porque eres joven, por suerte él siempre fue amigo de tu abuelo y vino a avisarme. ¿Cómo que no me ponga así? Sí, por favor, tráeme un vaso de agua. Ya, ya, va pasando. ¿Me prometes algo? Prométeme que vas a parar. Mira, sólo hasta que yo me muera, a mí no me queda mucho. Ya tengo 84 y estoy llena de achaques. Pero es que no puedo, no puedo con la idea de que seas tú un contrarrevolucionario. No me cabe en la cabeza esa idea. ¿De dónde has sacado eso? ¿Te están pagando para escribir esas cosas en contra del gobierno? ¿Eh? No entiendo, no entiendo, cómo me va a pasar esto a mí. Sí, tráeme otro vaso de agua. Siempre fue así. de verdad, los americanos siempre han buscado separar a las familias, crear estas divisiones, por eso le apuntan a los más jóvenes. Tu abuelo siempre estuvo claro con eso, él siempre me lo decía. Ellos le apuntan a los más jóvenes porque son los que no saben lo que ha costado levantar esta Revolución, no saben el sacrificio que ha sido enfrentarse a los Estados Unidos y vencerlos siendo una islita. ¿Te parece justo, Abraham? Que nos hagas esto a tu familia, a tu abuelo, ni siquiera a mí, a tu abuelo que era quien más te quería. ¿Te parece justo? ¿Eh? ¿Dime? ¿Vas a pasarle por arriba a todo? Es hasta increíble que estemos hablando de esto y ahí estén Fidel, Camilo, el Che mirándonos desde esos cuadros en la pared. Ellos no están ahí colgados por gusto. Esta casa es de revolucionarios, Abraham. Esta familia es de revolucionarios, Abraham. Por aquí pasó el Che, Fidel, todo el mundo, cómo tú te vas a virar ahora. ¿Ah, sí? Es increíble lo que yo estoy oyendo. ¿Desde cuándo un periodista crítica a su gobierno? Eso es cosa de gente baja, esa no es la educación que aquí se te dio ¿Desde cuándo contar las cosas malas es periodismo? ¿Por qué no lo cuentas en Granma y no en esas revisticas y esos periodicuchos que dices? Sabes, eres un egoísta. Y no sabes nada de la vida, vas por ahí pensando que te las sabes todas. Fíjate bien lo que te voy a decir, a esta casa no vas a entrar más si sigues así. Espérate, espérate, antes de que te vayas, déjame decirte una última cosa: me voy a morir y no me vas a ver más y vas a cargar con ese peso para el resto de tu vida. Y tú lo que eres es un periodista de mierda, si fueras de verdad, estuvieras en el periódico Granma”.

***

Una muestra del periódico Granma en tiempos de coronavirus:

Título: “Estos días de Cuba y de Fidel”

Un párrafo: “Es un país volcado, punto por punto, en esta lucha, bajo el signo de un Fidel creador de cuanto hoy florece tramo a tramo. ¡Esta es Cuba y no otra! Él supo profetizar la justicia poética de que el pueblo cubano vencerá”.

Título: “Socialismo: Nunca más una palabra ajena”

Un párrafo: “Los cubanos y las cubanas de aquella hora de definiciones no habían leído a Marx, ni a Engels, ni a Lenin, ni escucharon hablar de Gramsci o Rosa Luxemburgo, pero no les hizo falta descifrar a Mariátegui para comprender, en la práctica, que socialismo significaba creación heroica”.

Título: “¡Solo el socialismo salva!”

Un párrafo: “Asistimos a la certidumbre de que siempre será posible –y altamente probable– que ocurra lo mismo o peor que esta pandemia, si no levantamos de una vez por todas un hondo clamor mundial por la única alternativa efectiva, que, llámese socialismo, o como le llamen las generaciones venideras, tendrá que ser decididamente antimperialista, anticapitalista y antineoliberal”.

Título: “Cuba: ¿Por qué un único Partido?”

Un párrafo: “¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha”.

Título: “¿Coronocapitalismo para Cuba?”

Un párrafo: “A más propuestas de soluciones en curso, indicadas y en vías de acción por nuestro Gobierno, o dicho en buen cubano: que «se caen de la mata», es necesario recordarles a esos ideólogos del cuasi neoliberalismo, cuál es la situación deplorable que sufren ahora mismo los pueblos de esos países del llamado «primer» mundo, donde la economía privada, –o mejor, el coronacapitalismo– ha funcionado no como la solución, sino como el obstáculo mayor para afrontar con éxito la epidemia”.

Título: “Cuba ante la COVID-19: Los que curan y los que envenenan”

Un párrafo: “No faltarán los que quieran ver ese enjambre mediático a través del miope cristal de la supuesta «libertad de prensa» y del llamado «periodismo independiente» con que se presenta, pero serán más los que no se dejen engañar ante las pretensiones de disfrazar del honesto oficio de la prensa y del ejercicio de la libertad, las intenciones de los que ven en el coronavirus la oportunidad perfecta para sus propósitos, en una guerra mediática desde hace tiempo lanzada sobre los cubanos. Hay virus que sí se ven. Cuba sabe quién la cura y sabe quién la envenena”.

Título: “Cuba: nuestro periodismo es honesto, libre y soberano como la tierra que defendemos”

Un párrafo: “Se nos podrían señalar muchas cosas, pero nunca se podrá cuestionar nuestro ejercicio de defensa de la verdad, el culto a la libertad y a la dignidad plena del hombre declarado en nuestra Constitución, esencias que definen el ejercicio de nuestro periodismo, libre y soberano como la tierra que defendemos”.

***

Hace dos meses que no habló ni veo a mi abuela. Desde aquella agresiva conversación nuestra relación ha ido a peor. Ya no puedo entrar a la que fue mi casa por veinte años, pues cambió la cerradura de la puerta. Cuando llamo por teléfono, no contesta, debe tomar en sus manos el identificador de llamadas, verificar que soy yo y dejar que el aparato suene hasta desgañitarse. Además, le ha dicho a mi padre que está muy decepcionada, que nunca pensó que la fuera a traicionar de semejante manera, que mire lo que le he hecho a la familia, que con el dolor de su alma me tiene que castigar para ver si así entró en razón y maduro de una vez y por todas. Yo le he dicho a mi padre que ella no me deja alternativa, que no me deja explicarle que no existe tal traición, ni mucho menos tal daño a la familia, que es cierto que aquel día en el que hablamos no tuve paciencia ni tolerancia para aceptar sus puntos de vistas, que es lógico que piense de esa manera, como también piensa él después de más de sesenta años de adoctrinamiento, que no es culpa mía haber nacido en un país que no acepta su propia realidad, un país que se ha pasado más de sesenta años intentando borrar, a golpe de látigo, lo que acontece a diario en sus calles para evitar que juzguen su mal actuar, sus actitudes déspotas y dictatoriales, un país donde todo aquel que levante la mano para expresar una opinión que roce al Estado soberano es castigado por la ley, un país donde los periodistas solo están para servirle de lobby al gobierno y donde la profesión está trastocada por el totalitarismo que la ha convertido en un apparátchik de propaganda estatal, un país distópico, senil, sin libertades. Cómo le explico yo todo eso a mi abuela a sus 84 años. Cómo le digo que todo ese universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que el país que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de las entelequias.

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Mi abuela no soporta tener un nieto "contrarrevolucionario"

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Tiempo de Lectura: 00 min

"Cómo le explico a sus 84 años que el universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que la Cuba que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de entelequias".

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Habíamos tejido toda la jugada perfectamente, pero sabíamos que no se iba a concretar la ocasión. Siempre es así en estas escenas, ¿no?

Corría el último minuto, sacaron de banda, triangularon el balón en el centro del campo, abrieron para el habilidoso extremo, un quite, dos, una pared, hasta que logró lanzar un centro con todo el empeine de su pie derecho, bien cerca del banderín de corner. Estábamos volcados al ataque, era a matar o a morir, no quedaba de otra. El partido languidecía y a esa altura nadie respetaba sus posiciones en el terreno, lo único que importaba era, como sea, llevar el balón hasta la meta rival. Yo, que era uno de los centrales, seguí en paralelo toda la jugada. Atravesé el medio del campo en una cabalgata sin mirar siquiera lo que ocurría en el costado. Si perdíamos la posesión, el árbitro pitaría el final.

“Tírala, tírala”, grité con la mano derecha en alto cuando el extremo recibió de vuelta la pared en solitario. Observé como su taco derecho cortó algo de césped cuando le pegó al balón con rosca, pequeñas virutas de hierbas verdes se levantaron y cayeron sobre su cuerpo sudado. El balón sobrevoló a los defensores y en el borde del aérea, sin dejarlo picar, lo empalmé como venía con un acrobático golpeó sin moverme de lugar. En cámara lenta lo vi alejarse de mi pie en dirección a la escuadra izquierda del arco y estrellarse contra la cruceta del ángulo.

Al unísono, todos nos desplomamos en el césped cuando uno de los defensores rivales despejó con un balonazo al aire y segundos después sentimos el silbato.

El sueño no me dio demasiados detalles sobre aquel partido. Sólo conocía la locación: el viejo estadio universitario de La Habana, pero mis compañeros de equipo o las camisetas que vestíamos, me eran desconocidos. Caminé con el pecho apretado y con ganas de llorar hacia el banquillo, pero antes de llegar, levanté la vista hacia la grada y entre la multitud que brincaba y celebraba, divisé sentada a mi abuela paterna, inmutable, de piernas cruzadas. Me miraba fijo, sus ojos eran un látigo. Tenía en sus manos una pequeña banderita de papel con mango de madera. Los colores eran los del equipo contrario. Nos sostuvimos la mirada durante largos segundos, ella no parpadeó, su rostro era una escultura en mármol. Le guiñé un ojo, la saludé con la mano. Nada. En el vestuario me senté en el suelo, mis compañeros de equipo pasaban por mi costado y me daban palmaditas en el hombro, en la espalda, me acariciaban la cabeza, “pa la otra será”, me decían. Mientras me desvestía, alguien que estaba a mi lado, me clavó el codo en las costillas y me dijo: “te buscan”. Ahí estaba de nuevo mi abuela. Seguía sin hablar y mirándome con frialdad. Me percaté que la mano que sostenía la banderita de papel apretaba hasta más no poder la madera del agarre. De pronto, nos quedamos solos, ella y yo, ella de pie y yo sentado, ella en silencio y yo preguntando: ¿Estás bien? ¿Estás bien? Solo dime, por favor. Sin responderme, dio la espalda y se largó arrastrando por el suelo un largo vestido color aceituna.

***

Desperté con el cuerpo empapado. Dejé los ojos abiertos y poco a poco los objetos de la habitación fueron recuperando sus formas en la oscuridad. Me quité de encima el edredón y busqué en la mesita de noche el teléfono móvil para saber la hora. Eran las 2:47 am. ¿Qué significa este sueño? ¿Mi abuela está bien? ¿Quiere decirme algo esto? Hacía semanas que no la veía. Quise llamarla. Segundos después deseché la idea. Recordé la triste última conversación que tuvimos.

***

“¿Por qué almorzaste si te dije que te iba a hacer las papas fritas con huevo? Bueno, ahí están las papas por si te las quieres comer de todas formas. Has subido de peso, eh. Te veo más gordo. ¿Ahora se usan esas medias altas de colores con short? ¿Cuándo te vas a pelar y a afeitar? ¿A tu novia le gusta esa pelambre y esa barba? ¿Eh? ¿Ella no te dice nada por andar así? Cómo es que se llama ella, que siempre se me olvida ¿Qué es lo que hace? Esa muchacha te tiene preso, desde que te conoció, ni te suelta. Por suerte pasaste hoy porque quería hablar contigo. ¿En qué tu andas? Pero qué revistas, qué periódicos son esos. ¿De afuera? ¿Americanos? ¿Pero tú estás loco? ¿Pero cómo? ¿Una revista cubana hecha por amigos que se llama así? Sabes muy bien que en Cuba nadie puede tener una revista propia, eso no es posible, es ilegal, aquí todas las revistas son del Estado. Niño, no he querido ni siquiera decírselo a tu padre porque le va a dar un infarto como por poco me dio a mí cuando me enteré. Ah, él lo sabía, y qué dice. Por supuesto que tampoco puede estar de acuerdo. ¡Por dios! Es que no se trata solamente de tu vida, es la de todos nosotros, la reputación de la familia. Abraham, ¿tú crees que así te van a dejar salir del país algún día? ¿Tú crees que todavía eres un niño, que la vida es un bonche, que estás en la secundaria? ¿Qué pensaría tu abuelo de todo esto? Discúlpame, es que estoy muy nerviosa, llevo días así, sin dormir, con la presión alta. Desde que Rolando me llamó y me lo dijo, no he podido estarme quieta. Dice Rolando que escribes contra el gobierno y que lo criticas durísimo. Dice que te has vuelto casi contrarrevolucionario. Dice Rolando que puedes ir preso por eso. No, no, no me digas que eso no existe, que sí existe, claro que los contrarrevolucionarios existen, claro que la Revolución existe y que los que la critican son contrarrevolucionarios. Rolando dice que tienes salvación aún porque eres joven, por suerte él siempre fue amigo de tu abuelo y vino a avisarme. ¿Cómo que no me ponga así? Sí, por favor, tráeme un vaso de agua. Ya, ya, va pasando. ¿Me prometes algo? Prométeme que vas a parar. Mira, sólo hasta que yo me muera, a mí no me queda mucho. Ya tengo 84 y estoy llena de achaques. Pero es que no puedo, no puedo con la idea de que seas tú un contrarrevolucionario. No me cabe en la cabeza esa idea. ¿De dónde has sacado eso? ¿Te están pagando para escribir esas cosas en contra del gobierno? ¿Eh? No entiendo, no entiendo, cómo me va a pasar esto a mí. Sí, tráeme otro vaso de agua. Siempre fue así. de verdad, los americanos siempre han buscado separar a las familias, crear estas divisiones, por eso le apuntan a los más jóvenes. Tu abuelo siempre estuvo claro con eso, él siempre me lo decía. Ellos le apuntan a los más jóvenes porque son los que no saben lo que ha costado levantar esta Revolución, no saben el sacrificio que ha sido enfrentarse a los Estados Unidos y vencerlos siendo una islita. ¿Te parece justo, Abraham? Que nos hagas esto a tu familia, a tu abuelo, ni siquiera a mí, a tu abuelo que era quien más te quería. ¿Te parece justo? ¿Eh? ¿Dime? ¿Vas a pasarle por arriba a todo? Es hasta increíble que estemos hablando de esto y ahí estén Fidel, Camilo, el Che mirándonos desde esos cuadros en la pared. Ellos no están ahí colgados por gusto. Esta casa es de revolucionarios, Abraham. Esta familia es de revolucionarios, Abraham. Por aquí pasó el Che, Fidel, todo el mundo, cómo tú te vas a virar ahora. ¿Ah, sí? Es increíble lo que yo estoy oyendo. ¿Desde cuándo un periodista crítica a su gobierno? Eso es cosa de gente baja, esa no es la educación que aquí se te dio ¿Desde cuándo contar las cosas malas es periodismo? ¿Por qué no lo cuentas en Granma y no en esas revisticas y esos periodicuchos que dices? Sabes, eres un egoísta. Y no sabes nada de la vida, vas por ahí pensando que te las sabes todas. Fíjate bien lo que te voy a decir, a esta casa no vas a entrar más si sigues así. Espérate, espérate, antes de que te vayas, déjame decirte una última cosa: me voy a morir y no me vas a ver más y vas a cargar con ese peso para el resto de tu vida. Y tú lo que eres es un periodista de mierda, si fueras de verdad, estuvieras en el periódico Granma”.

***

Una muestra del periódico Granma en tiempos de coronavirus:

Título: “Estos días de Cuba y de Fidel”

Un párrafo: “Es un país volcado, punto por punto, en esta lucha, bajo el signo de un Fidel creador de cuanto hoy florece tramo a tramo. ¡Esta es Cuba y no otra! Él supo profetizar la justicia poética de que el pueblo cubano vencerá”.

Título: “Socialismo: Nunca más una palabra ajena”

Un párrafo: “Los cubanos y las cubanas de aquella hora de definiciones no habían leído a Marx, ni a Engels, ni a Lenin, ni escucharon hablar de Gramsci o Rosa Luxemburgo, pero no les hizo falta descifrar a Mariátegui para comprender, en la práctica, que socialismo significaba creación heroica”.

Título: “¡Solo el socialismo salva!”

Un párrafo: “Asistimos a la certidumbre de que siempre será posible –y altamente probable– que ocurra lo mismo o peor que esta pandemia, si no levantamos de una vez por todas un hondo clamor mundial por la única alternativa efectiva, que, llámese socialismo, o como le llamen las generaciones venideras, tendrá que ser decididamente antimperialista, anticapitalista y antineoliberal”.

Título: “Cuba: ¿Por qué un único Partido?”

Un párrafo: “¿Podría ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha”.

Título: “¿Coronocapitalismo para Cuba?”

Un párrafo: “A más propuestas de soluciones en curso, indicadas y en vías de acción por nuestro Gobierno, o dicho en buen cubano: que «se caen de la mata», es necesario recordarles a esos ideólogos del cuasi neoliberalismo, cuál es la situación deplorable que sufren ahora mismo los pueblos de esos países del llamado «primer» mundo, donde la economía privada, –o mejor, el coronacapitalismo– ha funcionado no como la solución, sino como el obstáculo mayor para afrontar con éxito la epidemia”.

Título: “Cuba ante la COVID-19: Los que curan y los que envenenan”

Un párrafo: “No faltarán los que quieran ver ese enjambre mediático a través del miope cristal de la supuesta «libertad de prensa» y del llamado «periodismo independiente» con que se presenta, pero serán más los que no se dejen engañar ante las pretensiones de disfrazar del honesto oficio de la prensa y del ejercicio de la libertad, las intenciones de los que ven en el coronavirus la oportunidad perfecta para sus propósitos, en una guerra mediática desde hace tiempo lanzada sobre los cubanos. Hay virus que sí se ven. Cuba sabe quién la cura y sabe quién la envenena”.

Título: “Cuba: nuestro periodismo es honesto, libre y soberano como la tierra que defendemos”

Un párrafo: “Se nos podrían señalar muchas cosas, pero nunca se podrá cuestionar nuestro ejercicio de defensa de la verdad, el culto a la libertad y a la dignidad plena del hombre declarado en nuestra Constitución, esencias que definen el ejercicio de nuestro periodismo, libre y soberano como la tierra que defendemos”.

***

Hace dos meses que no habló ni veo a mi abuela. Desde aquella agresiva conversación nuestra relación ha ido a peor. Ya no puedo entrar a la que fue mi casa por veinte años, pues cambió la cerradura de la puerta. Cuando llamo por teléfono, no contesta, debe tomar en sus manos el identificador de llamadas, verificar que soy yo y dejar que el aparato suene hasta desgañitarse. Además, le ha dicho a mi padre que está muy decepcionada, que nunca pensó que la fuera a traicionar de semejante manera, que mire lo que le he hecho a la familia, que con el dolor de su alma me tiene que castigar para ver si así entró en razón y maduro de una vez y por todas. Yo le he dicho a mi padre que ella no me deja alternativa, que no me deja explicarle que no existe tal traición, ni mucho menos tal daño a la familia, que es cierto que aquel día en el que hablamos no tuve paciencia ni tolerancia para aceptar sus puntos de vistas, que es lógico que piense de esa manera, como también piensa él después de más de sesenta años de adoctrinamiento, que no es culpa mía haber nacido en un país que no acepta su propia realidad, un país que se ha pasado más de sesenta años intentando borrar, a golpe de látigo, lo que acontece a diario en sus calles para evitar que juzguen su mal actuar, sus actitudes déspotas y dictatoriales, un país donde todo aquel que levante la mano para expresar una opinión que roce al Estado soberano es castigado por la ley, un país donde los periodistas solo están para servirle de lobby al gobierno y donde la profesión está trastocada por el totalitarismo que la ha convertido en un apparátchik de propaganda estatal, un país distópico, senil, sin libertades. Cómo le explico yo todo eso a mi abuela a sus 84 años. Cómo le digo que todo ese universo en el que ella cree es una farsa. Cómo le digo que el país que el periódico Granma le cuenta, no es el país donde ella vive, sino el reino de las entelequias.

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