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Fenómenos naturales como el huracán Otis, que causó estragos en Guerrero, también provocan el desplazamiento de comunidades enteras de sus lugares de origen. En su paso por los distintos territorios las caravanas migrantes se enfrentan tanto al clima, las enfermedades, como a la violencia y a políticas que los colocan en vulnerabilidad.
Una nueva caravana migrante viene desde Chiapas compuesta por aproximadamente ocho mil personas procedentes de Centro y Sudamérica. Todavía no han recorrido ni la mitad del país y ya sufrieron sus primeros estragos.
Según el Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, el clima en esa localidad chiapaneca –que al momento de escribir esta nota es de 31 grados Celsius con humedad del 70%– no permite que las personas migrantes puedan esperar en condiciones óptimas el avance de sus trámites de regularización.
Las inclemencias del tiempo también afectan a las infancias dentro de la caravana: padecimientos respiratorios, neumonías, alergias y afecciones gastrointestinales. Los estragos de nuestra civilización al entorno natural también han provocado que miles de personas se vean obligadas a dejar sus lugares de origen.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados dice que quienes están en la línea frontal del cambio climático son precisamente los humanos en movimiento. “Poblaciones enteras están sufriendo los estragos del cambio climático; sin embargo, las personas en situación de vulnerabilidad en países frágiles y afectados por el conflicto suelen padecer afectaciones desproporcionadas”.
Alberto Cabezas, oficial de comunicación de la Organización Internacional de las Migraciones para México, menciona que “a veces se piensa en fenómenos dramáticos como la llegada intempestiva de un huracán en determinado momento o una inundación. Pero pensemos en una sequía, en una sequía recurrente, en la falta de agua para riego, en la falta de acceso a una serie de circunstancias climáticas que impiden que una comunidad prospere”. Entonces el cambio climático puede romper equilibrios que de por sí ya son frágiles, como en muchas comunidades de Centroamérica, donde actividades como la agricultura dependen del funcionamiento adecuado de los ecosistemas. Estas modificaciones provocan la pérdida de los medios de vida de los habitantes y su única alternativa es marcharse a otro lugar donde puedan comenzar de nuevo.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, las principales amenazas en Centroamérica son huracanes, terremotos, sequías, inundaciones y erupciones volcánicas. En 2005 el huracán Stan dejó severos daños en Guatemala y El Salvador, mientras que las tormentas Beta y Gamma hicieron lo mismo en Nicaragua y Honduras, con afectaciones que se calculan en conjunto por tres mil quinientos millones de pesos y una pérdida de 1 620 vidas, 1 500 de ellas en Guatemala.
El cambio climático no solo provoca daños en los lugares de origen de las personas migrantes, también afecta las rutas por donde pasan. Karen Pérez, coordinadora del Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, detalla: “Atraviesan selva, atraviesan fronteras muy porosas y el clima en distintos lados, el calor, la humedad, el frío, los vientos, los huracanes, los terremotos, siempre van a ser un factor importante de riesgo para las personas en movilidad”. La defensora de derechos humanos asegura que, aunado a los cambios del clima, tampoco hay un registro puntual de quiénes son las personas en movilidad, de las que llegan y de las que son deportadas, lo cual provoca que haya personas desaparecidas en las rutas.
Para conocer más del tema te recomendamos "Las voces de Acapulco. Los días después del desastre".
Margarita Núñez Chaim, coordinadora del programa de asuntos migratorios de la Universidad Iberoamericana, nos invita a pensar en el ejemplo del huracán Otis en Guerrero, como un desastre que provocará numerosos desplazados internos. “De hecho, cada vez más vemos migraciones que vienen justamente de los efectos del cambio climático. Y esto tiene diferentes vertientes, una de ellas son los desastres naturales que azotan y terminan con la infraestructura, casas, etcétera, como está sucediendo ahorita en Acapulco. Pero hace dos años vimos dos huracanes muy fuertes en un lapso menor a quince días que pegaron en la zona norte de Honduras y que derivaron en que muchas personas tuvieran que salir de su país en ese momento porque lo perdieron todo e incluso hoy en día seguimos viendo personas que migran”.
La académica piensa que si no hay capacidades de reconstrucción en el corto y el mediano plazo comenzaremos a ver desplazados de esas zonas de Guerrero, un estado que de por sí ya tiene una cifra de 25 000 personas desplazadas por la violencia, según estimaciones del Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón.
No solo es Latinoamérica, la Organización Internacional de las Migraciones enlista desastres naturales como el ciclón Idai que dejó sin casa a 73 000 personas en Mozambique en 2019 o las 764 000 personas desplazadas por la sequía en países como Somalia o Afganistán en 2018; en total, calcula que ese año hubo diecisiete millones de nuevos desplazamientos en ciento cuarenta y ocho países por catástrofes naturales.
En este episodio de Semanario Gatopardo, hablamos con expertas y expertos sobre la nueva caravana migrante que salió de Tapachula. Atravesar el país en grupos compuestos por miles es una manera de protegerse de las organizaciones criminales y de la política de persecución, pero es también una vía de presión política para buscar maneras efectivas de regularizar su estancia en México y poder acceder a servicios como el cuidado de la salud de las infancias, que son el primer grupo que sufre los estragos de vivir a la intemperie esperando una cita con las autoridades.
También te puede interesar: "El colapso climático está más cerca de lo que imaginamos".
Fenómenos naturales como el huracán Otis, que causó estragos en Guerrero, también provocan el desplazamiento de comunidades enteras de sus lugares de origen. En su paso por los distintos territorios las caravanas migrantes se enfrentan tanto al clima, las enfermedades, como a la violencia y a políticas que los colocan en vulnerabilidad.
Una nueva caravana migrante viene desde Chiapas compuesta por aproximadamente ocho mil personas procedentes de Centro y Sudamérica. Todavía no han recorrido ni la mitad del país y ya sufrieron sus primeros estragos.
Según el Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, el clima en esa localidad chiapaneca –que al momento de escribir esta nota es de 31 grados Celsius con humedad del 70%– no permite que las personas migrantes puedan esperar en condiciones óptimas el avance de sus trámites de regularización.
Las inclemencias del tiempo también afectan a las infancias dentro de la caravana: padecimientos respiratorios, neumonías, alergias y afecciones gastrointestinales. Los estragos de nuestra civilización al entorno natural también han provocado que miles de personas se vean obligadas a dejar sus lugares de origen.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados dice que quienes están en la línea frontal del cambio climático son precisamente los humanos en movimiento. “Poblaciones enteras están sufriendo los estragos del cambio climático; sin embargo, las personas en situación de vulnerabilidad en países frágiles y afectados por el conflicto suelen padecer afectaciones desproporcionadas”.
Alberto Cabezas, oficial de comunicación de la Organización Internacional de las Migraciones para México, menciona que “a veces se piensa en fenómenos dramáticos como la llegada intempestiva de un huracán en determinado momento o una inundación. Pero pensemos en una sequía, en una sequía recurrente, en la falta de agua para riego, en la falta de acceso a una serie de circunstancias climáticas que impiden que una comunidad prospere”. Entonces el cambio climático puede romper equilibrios que de por sí ya son frágiles, como en muchas comunidades de Centroamérica, donde actividades como la agricultura dependen del funcionamiento adecuado de los ecosistemas. Estas modificaciones provocan la pérdida de los medios de vida de los habitantes y su única alternativa es marcharse a otro lugar donde puedan comenzar de nuevo.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, las principales amenazas en Centroamérica son huracanes, terremotos, sequías, inundaciones y erupciones volcánicas. En 2005 el huracán Stan dejó severos daños en Guatemala y El Salvador, mientras que las tormentas Beta y Gamma hicieron lo mismo en Nicaragua y Honduras, con afectaciones que se calculan en conjunto por tres mil quinientos millones de pesos y una pérdida de 1 620 vidas, 1 500 de ellas en Guatemala.
El cambio climático no solo provoca daños en los lugares de origen de las personas migrantes, también afecta las rutas por donde pasan. Karen Pérez, coordinadora del Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, detalla: “Atraviesan selva, atraviesan fronteras muy porosas y el clima en distintos lados, el calor, la humedad, el frío, los vientos, los huracanes, los terremotos, siempre van a ser un factor importante de riesgo para las personas en movilidad”. La defensora de derechos humanos asegura que, aunado a los cambios del clima, tampoco hay un registro puntual de quiénes son las personas en movilidad, de las que llegan y de las que son deportadas, lo cual provoca que haya personas desaparecidas en las rutas.
Para conocer más del tema te recomendamos "Las voces de Acapulco. Los días después del desastre".
Margarita Núñez Chaim, coordinadora del programa de asuntos migratorios de la Universidad Iberoamericana, nos invita a pensar en el ejemplo del huracán Otis en Guerrero, como un desastre que provocará numerosos desplazados internos. “De hecho, cada vez más vemos migraciones que vienen justamente de los efectos del cambio climático. Y esto tiene diferentes vertientes, una de ellas son los desastres naturales que azotan y terminan con la infraestructura, casas, etcétera, como está sucediendo ahorita en Acapulco. Pero hace dos años vimos dos huracanes muy fuertes en un lapso menor a quince días que pegaron en la zona norte de Honduras y que derivaron en que muchas personas tuvieran que salir de su país en ese momento porque lo perdieron todo e incluso hoy en día seguimos viendo personas que migran”.
La académica piensa que si no hay capacidades de reconstrucción en el corto y el mediano plazo comenzaremos a ver desplazados de esas zonas de Guerrero, un estado que de por sí ya tiene una cifra de 25 000 personas desplazadas por la violencia, según estimaciones del Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón.
No solo es Latinoamérica, la Organización Internacional de las Migraciones enlista desastres naturales como el ciclón Idai que dejó sin casa a 73 000 personas en Mozambique en 2019 o las 764 000 personas desplazadas por la sequía en países como Somalia o Afganistán en 2018; en total, calcula que ese año hubo diecisiete millones de nuevos desplazamientos en ciento cuarenta y ocho países por catástrofes naturales.
En este episodio de Semanario Gatopardo, hablamos con expertas y expertos sobre la nueva caravana migrante que salió de Tapachula. Atravesar el país en grupos compuestos por miles es una manera de protegerse de las organizaciones criminales y de la política de persecución, pero es también una vía de presión política para buscar maneras efectivas de regularizar su estancia en México y poder acceder a servicios como el cuidado de la salud de las infancias, que son el primer grupo que sufre los estragos de vivir a la intemperie esperando una cita con las autoridades.
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Una nueva caravana migrante viene desde Chiapas compuesta por aproximadamente ocho mil personas procedentes de Centro y Sudamérica. Todavía no han recorrido ni la mitad del país y ya sufrieron sus primeros estragos.
Según el Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, el clima en esa localidad chiapaneca –que al momento de escribir esta nota es de 31 grados Celsius con humedad del 70%– no permite que las personas migrantes puedan esperar en condiciones óptimas el avance de sus trámites de regularización.
Las inclemencias del tiempo también afectan a las infancias dentro de la caravana: padecimientos respiratorios, neumonías, alergias y afecciones gastrointestinales. Los estragos de nuestra civilización al entorno natural también han provocado que miles de personas se vean obligadas a dejar sus lugares de origen.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados dice que quienes están en la línea frontal del cambio climático son precisamente los humanos en movimiento. “Poblaciones enteras están sufriendo los estragos del cambio climático; sin embargo, las personas en situación de vulnerabilidad en países frágiles y afectados por el conflicto suelen padecer afectaciones desproporcionadas”.
Alberto Cabezas, oficial de comunicación de la Organización Internacional de las Migraciones para México, menciona que “a veces se piensa en fenómenos dramáticos como la llegada intempestiva de un huracán en determinado momento o una inundación. Pero pensemos en una sequía, en una sequía recurrente, en la falta de agua para riego, en la falta de acceso a una serie de circunstancias climáticas que impiden que una comunidad prospere”. Entonces el cambio climático puede romper equilibrios que de por sí ya son frágiles, como en muchas comunidades de Centroamérica, donde actividades como la agricultura dependen del funcionamiento adecuado de los ecosistemas. Estas modificaciones provocan la pérdida de los medios de vida de los habitantes y su única alternativa es marcharse a otro lugar donde puedan comenzar de nuevo.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, las principales amenazas en Centroamérica son huracanes, terremotos, sequías, inundaciones y erupciones volcánicas. En 2005 el huracán Stan dejó severos daños en Guatemala y El Salvador, mientras que las tormentas Beta y Gamma hicieron lo mismo en Nicaragua y Honduras, con afectaciones que se calculan en conjunto por tres mil quinientos millones de pesos y una pérdida de 1 620 vidas, 1 500 de ellas en Guatemala.
El cambio climático no solo provoca daños en los lugares de origen de las personas migrantes, también afecta las rutas por donde pasan. Karen Pérez, coordinadora del Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, detalla: “Atraviesan selva, atraviesan fronteras muy porosas y el clima en distintos lados, el calor, la humedad, el frío, los vientos, los huracanes, los terremotos, siempre van a ser un factor importante de riesgo para las personas en movilidad”. La defensora de derechos humanos asegura que, aunado a los cambios del clima, tampoco hay un registro puntual de quiénes son las personas en movilidad, de las que llegan y de las que son deportadas, lo cual provoca que haya personas desaparecidas en las rutas.
Para conocer más del tema te recomendamos "Las voces de Acapulco. Los días después del desastre".
Margarita Núñez Chaim, coordinadora del programa de asuntos migratorios de la Universidad Iberoamericana, nos invita a pensar en el ejemplo del huracán Otis en Guerrero, como un desastre que provocará numerosos desplazados internos. “De hecho, cada vez más vemos migraciones que vienen justamente de los efectos del cambio climático. Y esto tiene diferentes vertientes, una de ellas son los desastres naturales que azotan y terminan con la infraestructura, casas, etcétera, como está sucediendo ahorita en Acapulco. Pero hace dos años vimos dos huracanes muy fuertes en un lapso menor a quince días que pegaron en la zona norte de Honduras y que derivaron en que muchas personas tuvieran que salir de su país en ese momento porque lo perdieron todo e incluso hoy en día seguimos viendo personas que migran”.
La académica piensa que si no hay capacidades de reconstrucción en el corto y el mediano plazo comenzaremos a ver desplazados de esas zonas de Guerrero, un estado que de por sí ya tiene una cifra de 25 000 personas desplazadas por la violencia, según estimaciones del Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón.
No solo es Latinoamérica, la Organización Internacional de las Migraciones enlista desastres naturales como el ciclón Idai que dejó sin casa a 73 000 personas en Mozambique en 2019 o las 764 000 personas desplazadas por la sequía en países como Somalia o Afganistán en 2018; en total, calcula que ese año hubo diecisiete millones de nuevos desplazamientos en ciento cuarenta y ocho países por catástrofes naturales.
En este episodio de Semanario Gatopardo, hablamos con expertas y expertos sobre la nueva caravana migrante que salió de Tapachula. Atravesar el país en grupos compuestos por miles es una manera de protegerse de las organizaciones criminales y de la política de persecución, pero es también una vía de presión política para buscar maneras efectivas de regularizar su estancia en México y poder acceder a servicios como el cuidado de la salud de las infancias, que son el primer grupo que sufre los estragos de vivir a la intemperie esperando una cita con las autoridades.
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Fenómenos naturales como el huracán Otis, que causó estragos en Guerrero, también provocan el desplazamiento de comunidades enteras de sus lugares de origen. En su paso por los distintos territorios las caravanas migrantes se enfrentan tanto al clima, las enfermedades, como a la violencia y a políticas que los colocan en vulnerabilidad.
Una nueva caravana migrante viene desde Chiapas compuesta por aproximadamente ocho mil personas procedentes de Centro y Sudamérica. Todavía no han recorrido ni la mitad del país y ya sufrieron sus primeros estragos.
Según el Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, el clima en esa localidad chiapaneca –que al momento de escribir esta nota es de 31 grados Celsius con humedad del 70%– no permite que las personas migrantes puedan esperar en condiciones óptimas el avance de sus trámites de regularización.
Las inclemencias del tiempo también afectan a las infancias dentro de la caravana: padecimientos respiratorios, neumonías, alergias y afecciones gastrointestinales. Los estragos de nuestra civilización al entorno natural también han provocado que miles de personas se vean obligadas a dejar sus lugares de origen.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados dice que quienes están en la línea frontal del cambio climático son precisamente los humanos en movimiento. “Poblaciones enteras están sufriendo los estragos del cambio climático; sin embargo, las personas en situación de vulnerabilidad en países frágiles y afectados por el conflicto suelen padecer afectaciones desproporcionadas”.
Alberto Cabezas, oficial de comunicación de la Organización Internacional de las Migraciones para México, menciona que “a veces se piensa en fenómenos dramáticos como la llegada intempestiva de un huracán en determinado momento o una inundación. Pero pensemos en una sequía, en una sequía recurrente, en la falta de agua para riego, en la falta de acceso a una serie de circunstancias climáticas que impiden que una comunidad prospere”. Entonces el cambio climático puede romper equilibrios que de por sí ya son frágiles, como en muchas comunidades de Centroamérica, donde actividades como la agricultura dependen del funcionamiento adecuado de los ecosistemas. Estas modificaciones provocan la pérdida de los medios de vida de los habitantes y su única alternativa es marcharse a otro lugar donde puedan comenzar de nuevo.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, las principales amenazas en Centroamérica son huracanes, terremotos, sequías, inundaciones y erupciones volcánicas. En 2005 el huracán Stan dejó severos daños en Guatemala y El Salvador, mientras que las tormentas Beta y Gamma hicieron lo mismo en Nicaragua y Honduras, con afectaciones que se calculan en conjunto por tres mil quinientos millones de pesos y una pérdida de 1 620 vidas, 1 500 de ellas en Guatemala.
El cambio climático no solo provoca daños en los lugares de origen de las personas migrantes, también afecta las rutas por donde pasan. Karen Pérez, coordinadora del Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, detalla: “Atraviesan selva, atraviesan fronteras muy porosas y el clima en distintos lados, el calor, la humedad, el frío, los vientos, los huracanes, los terremotos, siempre van a ser un factor importante de riesgo para las personas en movilidad”. La defensora de derechos humanos asegura que, aunado a los cambios del clima, tampoco hay un registro puntual de quiénes son las personas en movilidad, de las que llegan y de las que son deportadas, lo cual provoca que haya personas desaparecidas en las rutas.
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Margarita Núñez Chaim, coordinadora del programa de asuntos migratorios de la Universidad Iberoamericana, nos invita a pensar en el ejemplo del huracán Otis en Guerrero, como un desastre que provocará numerosos desplazados internos. “De hecho, cada vez más vemos migraciones que vienen justamente de los efectos del cambio climático. Y esto tiene diferentes vertientes, una de ellas son los desastres naturales que azotan y terminan con la infraestructura, casas, etcétera, como está sucediendo ahorita en Acapulco. Pero hace dos años vimos dos huracanes muy fuertes en un lapso menor a quince días que pegaron en la zona norte de Honduras y que derivaron en que muchas personas tuvieran que salir de su país en ese momento porque lo perdieron todo e incluso hoy en día seguimos viendo personas que migran”.
La académica piensa que si no hay capacidades de reconstrucción en el corto y el mediano plazo comenzaremos a ver desplazados de esas zonas de Guerrero, un estado que de por sí ya tiene una cifra de 25 000 personas desplazadas por la violencia, según estimaciones del Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón.
No solo es Latinoamérica, la Organización Internacional de las Migraciones enlista desastres naturales como el ciclón Idai que dejó sin casa a 73 000 personas en Mozambique en 2019 o las 764 000 personas desplazadas por la sequía en países como Somalia o Afganistán en 2018; en total, calcula que ese año hubo diecisiete millones de nuevos desplazamientos en ciento cuarenta y ocho países por catástrofes naturales.
En este episodio de Semanario Gatopardo, hablamos con expertas y expertos sobre la nueva caravana migrante que salió de Tapachula. Atravesar el país en grupos compuestos por miles es una manera de protegerse de las organizaciones criminales y de la política de persecución, pero es también una vía de presión política para buscar maneras efectivas de regularizar su estancia en México y poder acceder a servicios como el cuidado de la salud de las infancias, que son el primer grupo que sufre los estragos de vivir a la intemperie esperando una cita con las autoridades.
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Fenómenos naturales como el huracán Otis, que causó estragos en Guerrero, también provocan el desplazamiento de comunidades enteras de sus lugares de origen. En su paso por los distintos territorios las caravanas migrantes se enfrentan tanto al clima, las enfermedades, como a la violencia y a políticas que los colocan en vulnerabilidad.
Una nueva caravana migrante viene desde Chiapas compuesta por aproximadamente ocho mil personas procedentes de Centro y Sudamérica. Todavía no han recorrido ni la mitad del país y ya sufrieron sus primeros estragos.
Según el Servicio Jesuita a Refugiados en Tapachula, el clima en esa localidad chiapaneca –que al momento de escribir esta nota es de 31 grados Celsius con humedad del 70%– no permite que las personas migrantes puedan esperar en condiciones óptimas el avance de sus trámites de regularización.
Las inclemencias del tiempo también afectan a las infancias dentro de la caravana: padecimientos respiratorios, neumonías, alergias y afecciones gastrointestinales. Los estragos de nuestra civilización al entorno natural también han provocado que miles de personas se vean obligadas a dejar sus lugares de origen.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados dice que quienes están en la línea frontal del cambio climático son precisamente los humanos en movimiento. “Poblaciones enteras están sufriendo los estragos del cambio climático; sin embargo, las personas en situación de vulnerabilidad en países frágiles y afectados por el conflicto suelen padecer afectaciones desproporcionadas”.
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En este episodio de Semanario Gatopardo, hablamos con expertas y expertos sobre la nueva caravana migrante que salió de Tapachula. Atravesar el país en grupos compuestos por miles es una manera de protegerse de las organizaciones criminales y de la política de persecución, pero es también una vía de presión política para buscar maneras efectivas de regularizar su estancia en México y poder acceder a servicios como el cuidado de la salud de las infancias, que son el primer grupo que sufre los estragos de vivir a la intemperie esperando una cita con las autoridades.
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