Carta desde Guadalajara: el fin de la paz

Carta desde Guadalajara: el fin de la paz

La ejecución de Nacho Coronel, mano derecha del Chapo, significó el fin de la paz en Guadalajara

Tiempo de lectura: 16 minutos

La muerte de Nacho Coronel pasmó a los tapatíos. Nadie tenía claro si se trataba de una buena o de una mala noticia. El jefe de la plaza, el hombre fuerte del Chapo Guzmán en Guadalajara, el que nos protegía de la llegada de los Zetas, el intocable, había sucumbido tras un operativo del Ejército Mexicano que irrumpió en la casa del capo en Colinas de San Javier, una colonia de clase alta y grandes caserones. La noticia se corrió de boca en boca con una mezcla de morbo y miedo. Cada uno le iba agregando un poco para hacerla más interesante, más alarmante, más fuerte.

Una hora después de confirmado el deceso, el presidente Felipe Calderón aterrizó en Guadalajara para inaugurar el estadio Omnilife, la nueva sede de las Chivas, el equipo más popular de México. El orgullo estaba a flor de piel: el «mejor estadio del mundo» para el «mejor equipo del mundo». La noche del 29 de julio de 2010, Guadalajara era una estampa viva de su eterna contradicción: la ciudad pujante, echada para adelante, la que presumía ser, en ese momento, una de las más seguras de México y Latinoamérica tenía miedo y orgullo.

En las redacciones de los periódicos, ambas notas competían por la cabeza. La muerte de uno de los narcotraficantes más buscados del país frente a la inversión privada más importante de la historia de la ciudad. La caída de «San Ignacio protector», el que nos había vendido la idea de que Guadalajara era segura porque él era el factor de estabilidad de la violencia, frente a la consagración del «Templo Mayor» del Rebaño Sagrado. La nota que irrumpe, que traspasa como una bala de alto poder amenazando la tranquilidad de la ciudad frente a la nota esperada, la que no sorprende pero sí enciende el orgullo local.

Ignacio Coronel llegó a Guadalajara de la mano de Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos, a principios de los años noventa. Coronel se había convertido en uno de los hombres de confianza del gran introductor de cocaína a Estados Unidos y jefe del cártel de Juárez. En Guadalajara, una plaza disputada por los cárteles de Sinaloa y Tijuana, el Señor de los Cielos había logrado sumar a sus filas nada menos que al jefe de la XV Zona Militar, el general Jesús Gutiérrez Rebollo. Junto con Juan José Esparragoza, el Azul, Coronel trabajó la plaza de Guadalajara para el cártel de Juárez y consolidó el negocio de las metanfetaminas. En 1993, Nacho cayó de la gracia de el Señor de los Cielos y fue detenido en Sinaloa con un cargamento de droga. A los pocos días salió libre gracias a la intervención de un abogado enviado desde Guadalajara por la mano derecha de Guzmán Loera: el Mayo Zambada. Meses después, el comandante que lo detuvo fue asesinado, y Nacho se unió a las filas de Sinaloa.

Fueron años de cambios acelerados en las mafias de la droga en Guadalajara. El asesinato del cardenal Posadas llevó a Joaquín el Chapo Guzmán Loera a la cárcel y convirtió a los Arellano Félix en el cártel más perseguido. La muerte de Amado Carrillo durante una operación de cirugía plástica y el rápido ascenso y caída del general Gutiérrez Rebollo, quien fue nombrado zar antidrogas y luego aprehendido por sus ligas con el cártel de Juárez, cambió radicalmente la situación de la Perla Tapatía; vinieron los mejores años para la seguridad en la ciudad y también para Ignacio Coronel, que se convirtió en el King of Ice (el rey del cristal).

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