Carmen Boullosa y El libro de Ana, sobre Ana Karenina
Irma Gallo
Fotografía de Adrián Duchateau
Obsesionada con reescribir «Ana Karenina», la mexicana Carmen Boullosa lleva la novela de León Tolstói hacia nuevos horizontes.
En su casa de Coyoacán, al sur de la Ciudad de México, Carmen Boullosa —la mujer de ojos grandes, la de la voz dulce y el cabello larguísimo, con canas que sólo exaltan la belleza y expresividad de su rostro— ocupa la mitad de su vida. La otra mitad está en Nueva York, ciudad donde vive con su esposo, el ganador del Premio Pulitzer Mike Wallace. En esa ciudad imparte clases y tiene un programa de televisión en el que entrevista a escritores. Pero desde que nació su nieto, hijo de la actriz María Aura, Carmen Boullosa quiere pasar todo el tiempo posible en México, cerca de él.
La luz del mediodía de primavera le pega de lado mientras le toman el retrato que acompaña esta nota. A finales del año pasado lanzó El libro de Ana (publicado por Alfaguara), su trabajo metaliterario más reciente, en el que reescribe el libro que, según el mismo Tolstói, alguna vez escribió Ana Karenina. Boullosa escribió esta novela en vilo. Su enorme curiosidad no podía estar satisfecha hasta responderse esta pregunta: ¿Qué hubiera pasado si Ana Karenina hubiera escrito un libro y hubiera quedado fuera de la historia para siempre? “La inmediata respuesta a mi curiosidad la conozco muy bien. Son muchos los libros de mujeres que han sido considerados en el momento muy buenos y que han desaparecido de la historia literaria por mucho tiempo.”
La autora de Las paredes hablan no tiene empacho en decir que es posible trasponer el escenario particular de León Tolstói a uno universal y tajante, afirma: “Es fácil admirar y amar a una mujer brillante, pero es muchísimo más fácil tenerle tirria y destruirla. Tolstói la admiró, pero su admiración le fue insoportable. Admiró a esta mujer brillante, arrolladora en muchos sentidos. La admiró y no la soportó. De hecho, la eliminó”.
Así, la reescritura de Ana Karenina es para Boullosa una suerte de acto de justicia. “Me he dado cuenta de que a las mujeres se las entierra en vida. Los libros que vale la pena leer quedan marginados. Libros, periodistas, cronistas, poetas. Por eso cuando leo que Tolstói habla de este libro de Ana Karenina yo ya traía una inercia: he rescatado libros que no son de ficción para mí, para mi capital literario, y en el caso de éste decidí rescatarlo en el lado de la ficción.”
Esta novela tiene varios niveles de lectura. Boullosa se atreve al juego metaliterario que ya ensayó en La otra mano de Lepanto, en aquella ocasión con la Gitanilla, personaje de la novela homónima de Cervantes. Un ejercicio posmoderno que, por ejemplo, hizo J.M. Coetzee cuando reescribió la historia de Robinson Crusoe en Foe.
“Con Karenina rescaté el libro que ella no había dado a leer a nadie. Es un libro secreto donde habla de su adicción al láudano y de su despertar erótico insatisfecho”, dice Boullosa. “Es un viaje o un sueño, o un viaje soñado por el despertar erótico de una protagonista de ficción creada por otra protagonista que es Ana Karenina. Y recreada por mí.”
El “rompecabezas” —como llama la propia autora a su libro— está armado con elementos de una novela de ficción (Ana Karenina, de León Tolstói), hechos históricos como el Domingo Sangriento (matanza perpetrada por la Guardia Imperial rusa contra manifestantes pacíficos en San Petersburgo en 1905) y con los personajes de ficción creados por ella, es decir, que no pertenecen a la novela original ni a la historia con hache mayúscula. A este entramado literario, José Ramón Enríquez lo equiparó con una matrushka rusa, una muñeca que guarda otra dentro de ella, y ésta, otra, y así sucesivamente.
Al término de la entrevista, Boullosa insiste en invitarme un bocadillo. Se pone un delantal encima y prepara unas tostadas de jaiba con aderezo de pepita. Por el ventanal del jardín se puede ver el sol de primavera que está dejando el paso a un viento fresco, tranquilizador. Podría ser que, esta vez, el destino final de Ana Karenina sea distinto.
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