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Pese a los esfuerzos internacionales, la violencia contra las mujeres no disminuye. Asociaciones civiles como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad, que ofrecen terapia, asesoría legal, talleres educativos y, sobre todo, una comunidad para las víctimas.
En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución que designaba el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A pesar de las múltiples resoluciones y convenciones que han sido ratificadas y celebradas por la ONU en las últimas décadas, la violencia contra mujeres y niñas continúa siendo un problema grave: estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que aproximadamente una de cada tres mujeres (el 35%) en todo el mundo han padecido violencia física o sexual. En México, tan solo el año pasado, fueron asesinadas 3,825 mujeres, es decir, 10.5 mujeres al día (ONU Mujeres, Informe anual de resultados 2019). Yadira tiene 28 años y es sobreviviente de violencia por parte de una expareja. También es psicóloga y actualmente trabaja en el área de recursos humanos de una empresa, pero los fines de semana da terapia. Hace un año y medio llegó a Casa Gaviota buscando ayuda. Ante los niveles de violencia contra las mujeres que se experimentan en el país, miles se han encontrado (y se encuentran) en situaciones vulnerables como la de Yadira. Casa Gaviota es una de las múltiples organizaciones no gubernamentales que les brindan servicios de apoyo. “Decidimos crear la organización porque mi mamá, Dolores Blancas, vivió violencia hace unos años y porque yo viví violencia en el noviazgo también”, dice Samantha Baez, su cofundadora y actual directora, en entrevista con Gatopardo. Cuando las dos lograron salir de esas situaciones decidieron que querían hacer algo por otras mujeres para que no tuvieran que vivir lo mismo que ellas. Juntas, madre e hija, consolidaron la asociación en 2012. “Queríamos crear un espacio seguro para las mujeres, donde ellas pudieran sentirse como en casa”, explica Baez, y relata que a Lolita, su madre, le gusta muchísimo un cuento de Juan Salvador Gaviota, del que recuerda especialmente lo siguiente: “Las gaviotas nunca vuelan solas… Cuando una se adelanta, regresa por las demás”. Verónica Ramírez y Jassivee Reza, psicólogas, explican que la organización ofrece servicios de acompañamiento emocional, terapia psicológica, apoyo psiquiátrico, asesoría legal, grupos de reflexión y talleres, pero que, por el momento, todos estos servicios solo están disponibles en línea. “Los talleres que ofrecemos son muy importantes porque permiten a las mujeres hacer comunidad”, dice Verónica, “además, tenemos talleres dirigidos a empresas, escuelas y otras instituciones; esta es una gran forma de sensibilizar a las personas para mostrarles que en la violencia de género todos perdemos”. También cuentan que están realizando un diplomado de “Atención a las violencias”, dirigido a las personas que trabajan directamente con mujeres violentadas (abogados, psicólogos, autoridades, etcétera). “Todos los servicios que tenemos se dan con perspectiva de género porque muchas de las violencias que vivimos las mujeres están normalizadas”, explica Samantha. Yadira relata que Casa Gaviota le llamó la atención porque vio que eran especialistas en violencia de género. Ella acudió inicialmente buscando remediar la situación de violencia que vivía con su expareja. “Esto para mí fue muy importante porque si no lograba resolver mi situación, iba a necesitar hacer algo por mí para tener el valor de decir ya no más”. Desafortunadamente, después de un tiempo de haber regresado a vivir con esa persona, la vida de Yadira corrió riesgo. “Al principio todo estaba bien, pero después sufrí una situación de violencia sumamente grave. Hubo un momento en el que llegué a pensar que nunca iba a poder contar mi historia”. “Durante ese tiempo recibí muchísimo apoyo de Casa Gaviota. Me dieron, además de la terapia que yo ya llevaba por mi cuenta, otra terapia adicional y asesoría jurídica”, dice Yadira. En ese entonces llevaba un año intentando conseguir trabajo sin éxito y había dejado de hacer todas las cosas que le apasionaban. “Trabajé muchísimo para recuperar todas esas cosas que había dejado a un lado en mi vida, pero sobre todo luché por recuperar mi libertad”. Cuenta en su entrevista que la mejor lección que ha aprendido desde que encontró Casa Gaviota es valorarse. “Si hay algo que me ha dejado todo este proceso es aprender a confiar en mí misma”. Desea que todas las mujeres se den cuenta de que merecen todo lo que quieren y que no necesitan de nadie más para conseguirlo. “Si están en una situación sana en la que disfrutan lo que hacen, ahí es donde deben estar, y si no, esa es la señal que necesitan para tomar la decisión de salir de ahí”. Yadira tuvo la oportunidad de dejar una situación de violencia y denunciar, pero muchas nunca lograron (ni lograrán) llegar tan lejos. Organizaciones como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad entre mujeres. “Aquí aprendí a identificar situaciones de violencia que había normalizado y por eso he logrado visibilizar mi propia historia”, reflexiona Jassivee. Por su parte, Samantha señala que trabajar con mujeres le ha enseñado que no estamos solas y que las redes de apoyo entre nosotras son sumamente necesarias cuando nos han educado a estar divididas. “Yo creo que todas las mujeres, al menos en México, hemos vivido violencia, pero a veces no la vemos”, dice Samantha, “que no podamos caminar en la calle sin miedo, que nos chiflen, que nos toquen en el transporte público, que no podamos acceder a ciertos puestos por ser mujer, todo eso es violencia”. El machismo arraigado en la cultura mexicana ha facilitado e incluso fomentado la violencia en contra de las mujeres. Podría parecer que hoy en día hay más violencia de género que antes, pero en realidad no hay más ni menos, solo se está visibilizando, puntualiza Verónica. Sin embargo, Samantha indica que durante la pandemia la violencia contra nosotras sí ha aumentado porque las personas no pueden salir. “Antes las mujeres podían salir todo el día y tal vez cuando regresaban a sus casas eran violentadas, pero ahora las violentan todo el día”. También señala que hoy las mujeres en México están ejerciendo múltiples roles laborales simultáneamente. “Tienen que ser esposas, mamás, maestras, cocineras y, encima de esto, deben trabajar y mantener en orden su casa… Y si no lo hacen bien, son violentadas”. El confinamiento derivado de la pandemia llevó a que los registros de violencia contra las mujeres en sus hogares aumentaran 60% en México, de acuerdo con cifras de la ONU. En julio el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública advirtió que durante el confinamiento se registraron 375 presuntas víctimas de feminicidio y 1,233 víctimas mujeres de homicidio, un total de 1,608, 6% más que en el mismo periodo de 2019. Asimismo, se han contabilizado 23,460 presuntas mujeres víctimas de lesiones dolosas y se han atendido 108,778 llamadas de emergencia al número 911, relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer. “Así como se exige una vacuna para el COVID, tenemos que exigir que haya acciones públicas para que todos los ministerios públicos tengan perspectiva de género. Para que cuando una mujer acuda a denunciar, se tomen todas las acciones necesarias para salvaguardar su integridad,” dice Samantha. “Hoy la mayoría está buscando cuidarse de un virus, pero con la violencia de género no vemos a un especialista hablando todos los días de cómo le vamos a hacer para erradicar este problema que también es una emergencia”.
Pese a los esfuerzos internacionales, la violencia contra las mujeres no disminuye. Asociaciones civiles como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad, que ofrecen terapia, asesoría legal, talleres educativos y, sobre todo, una comunidad para las víctimas.
En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución que designaba el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A pesar de las múltiples resoluciones y convenciones que han sido ratificadas y celebradas por la ONU en las últimas décadas, la violencia contra mujeres y niñas continúa siendo un problema grave: estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que aproximadamente una de cada tres mujeres (el 35%) en todo el mundo han padecido violencia física o sexual. En México, tan solo el año pasado, fueron asesinadas 3,825 mujeres, es decir, 10.5 mujeres al día (ONU Mujeres, Informe anual de resultados 2019). Yadira tiene 28 años y es sobreviviente de violencia por parte de una expareja. También es psicóloga y actualmente trabaja en el área de recursos humanos de una empresa, pero los fines de semana da terapia. Hace un año y medio llegó a Casa Gaviota buscando ayuda. Ante los niveles de violencia contra las mujeres que se experimentan en el país, miles se han encontrado (y se encuentran) en situaciones vulnerables como la de Yadira. Casa Gaviota es una de las múltiples organizaciones no gubernamentales que les brindan servicios de apoyo. “Decidimos crear la organización porque mi mamá, Dolores Blancas, vivió violencia hace unos años y porque yo viví violencia en el noviazgo también”, dice Samantha Baez, su cofundadora y actual directora, en entrevista con Gatopardo. Cuando las dos lograron salir de esas situaciones decidieron que querían hacer algo por otras mujeres para que no tuvieran que vivir lo mismo que ellas. Juntas, madre e hija, consolidaron la asociación en 2012. “Queríamos crear un espacio seguro para las mujeres, donde ellas pudieran sentirse como en casa”, explica Baez, y relata que a Lolita, su madre, le gusta muchísimo un cuento de Juan Salvador Gaviota, del que recuerda especialmente lo siguiente: “Las gaviotas nunca vuelan solas… Cuando una se adelanta, regresa por las demás”. Verónica Ramírez y Jassivee Reza, psicólogas, explican que la organización ofrece servicios de acompañamiento emocional, terapia psicológica, apoyo psiquiátrico, asesoría legal, grupos de reflexión y talleres, pero que, por el momento, todos estos servicios solo están disponibles en línea. “Los talleres que ofrecemos son muy importantes porque permiten a las mujeres hacer comunidad”, dice Verónica, “además, tenemos talleres dirigidos a empresas, escuelas y otras instituciones; esta es una gran forma de sensibilizar a las personas para mostrarles que en la violencia de género todos perdemos”. También cuentan que están realizando un diplomado de “Atención a las violencias”, dirigido a las personas que trabajan directamente con mujeres violentadas (abogados, psicólogos, autoridades, etcétera). “Todos los servicios que tenemos se dan con perspectiva de género porque muchas de las violencias que vivimos las mujeres están normalizadas”, explica Samantha. Yadira relata que Casa Gaviota le llamó la atención porque vio que eran especialistas en violencia de género. Ella acudió inicialmente buscando remediar la situación de violencia que vivía con su expareja. “Esto para mí fue muy importante porque si no lograba resolver mi situación, iba a necesitar hacer algo por mí para tener el valor de decir ya no más”. Desafortunadamente, después de un tiempo de haber regresado a vivir con esa persona, la vida de Yadira corrió riesgo. “Al principio todo estaba bien, pero después sufrí una situación de violencia sumamente grave. Hubo un momento en el que llegué a pensar que nunca iba a poder contar mi historia”. “Durante ese tiempo recibí muchísimo apoyo de Casa Gaviota. Me dieron, además de la terapia que yo ya llevaba por mi cuenta, otra terapia adicional y asesoría jurídica”, dice Yadira. En ese entonces llevaba un año intentando conseguir trabajo sin éxito y había dejado de hacer todas las cosas que le apasionaban. “Trabajé muchísimo para recuperar todas esas cosas que había dejado a un lado en mi vida, pero sobre todo luché por recuperar mi libertad”. Cuenta en su entrevista que la mejor lección que ha aprendido desde que encontró Casa Gaviota es valorarse. “Si hay algo que me ha dejado todo este proceso es aprender a confiar en mí misma”. Desea que todas las mujeres se den cuenta de que merecen todo lo que quieren y que no necesitan de nadie más para conseguirlo. “Si están en una situación sana en la que disfrutan lo que hacen, ahí es donde deben estar, y si no, esa es la señal que necesitan para tomar la decisión de salir de ahí”. Yadira tuvo la oportunidad de dejar una situación de violencia y denunciar, pero muchas nunca lograron (ni lograrán) llegar tan lejos. Organizaciones como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad entre mujeres. “Aquí aprendí a identificar situaciones de violencia que había normalizado y por eso he logrado visibilizar mi propia historia”, reflexiona Jassivee. Por su parte, Samantha señala que trabajar con mujeres le ha enseñado que no estamos solas y que las redes de apoyo entre nosotras son sumamente necesarias cuando nos han educado a estar divididas. “Yo creo que todas las mujeres, al menos en México, hemos vivido violencia, pero a veces no la vemos”, dice Samantha, “que no podamos caminar en la calle sin miedo, que nos chiflen, que nos toquen en el transporte público, que no podamos acceder a ciertos puestos por ser mujer, todo eso es violencia”. El machismo arraigado en la cultura mexicana ha facilitado e incluso fomentado la violencia en contra de las mujeres. Podría parecer que hoy en día hay más violencia de género que antes, pero en realidad no hay más ni menos, solo se está visibilizando, puntualiza Verónica. Sin embargo, Samantha indica que durante la pandemia la violencia contra nosotras sí ha aumentado porque las personas no pueden salir. “Antes las mujeres podían salir todo el día y tal vez cuando regresaban a sus casas eran violentadas, pero ahora las violentan todo el día”. También señala que hoy las mujeres en México están ejerciendo múltiples roles laborales simultáneamente. “Tienen que ser esposas, mamás, maestras, cocineras y, encima de esto, deben trabajar y mantener en orden su casa… Y si no lo hacen bien, son violentadas”. El confinamiento derivado de la pandemia llevó a que los registros de violencia contra las mujeres en sus hogares aumentaran 60% en México, de acuerdo con cifras de la ONU. En julio el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública advirtió que durante el confinamiento se registraron 375 presuntas víctimas de feminicidio y 1,233 víctimas mujeres de homicidio, un total de 1,608, 6% más que en el mismo periodo de 2019. Asimismo, se han contabilizado 23,460 presuntas mujeres víctimas de lesiones dolosas y se han atendido 108,778 llamadas de emergencia al número 911, relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer. “Así como se exige una vacuna para el COVID, tenemos que exigir que haya acciones públicas para que todos los ministerios públicos tengan perspectiva de género. Para que cuando una mujer acuda a denunciar, se tomen todas las acciones necesarias para salvaguardar su integridad,” dice Samantha. “Hoy la mayoría está buscando cuidarse de un virus, pero con la violencia de género no vemos a un especialista hablando todos los días de cómo le vamos a hacer para erradicar este problema que también es una emergencia”.
Pese a los esfuerzos internacionales, la violencia contra las mujeres no disminuye. Asociaciones civiles como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad, que ofrecen terapia, asesoría legal, talleres educativos y, sobre todo, una comunidad para las víctimas.
En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución que designaba el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A pesar de las múltiples resoluciones y convenciones que han sido ratificadas y celebradas por la ONU en las últimas décadas, la violencia contra mujeres y niñas continúa siendo un problema grave: estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que aproximadamente una de cada tres mujeres (el 35%) en todo el mundo han padecido violencia física o sexual. En México, tan solo el año pasado, fueron asesinadas 3,825 mujeres, es decir, 10.5 mujeres al día (ONU Mujeres, Informe anual de resultados 2019). Yadira tiene 28 años y es sobreviviente de violencia por parte de una expareja. También es psicóloga y actualmente trabaja en el área de recursos humanos de una empresa, pero los fines de semana da terapia. Hace un año y medio llegó a Casa Gaviota buscando ayuda. Ante los niveles de violencia contra las mujeres que se experimentan en el país, miles se han encontrado (y se encuentran) en situaciones vulnerables como la de Yadira. Casa Gaviota es una de las múltiples organizaciones no gubernamentales que les brindan servicios de apoyo. “Decidimos crear la organización porque mi mamá, Dolores Blancas, vivió violencia hace unos años y porque yo viví violencia en el noviazgo también”, dice Samantha Baez, su cofundadora y actual directora, en entrevista con Gatopardo. Cuando las dos lograron salir de esas situaciones decidieron que querían hacer algo por otras mujeres para que no tuvieran que vivir lo mismo que ellas. Juntas, madre e hija, consolidaron la asociación en 2012. “Queríamos crear un espacio seguro para las mujeres, donde ellas pudieran sentirse como en casa”, explica Baez, y relata que a Lolita, su madre, le gusta muchísimo un cuento de Juan Salvador Gaviota, del que recuerda especialmente lo siguiente: “Las gaviotas nunca vuelan solas… Cuando una se adelanta, regresa por las demás”. Verónica Ramírez y Jassivee Reza, psicólogas, explican que la organización ofrece servicios de acompañamiento emocional, terapia psicológica, apoyo psiquiátrico, asesoría legal, grupos de reflexión y talleres, pero que, por el momento, todos estos servicios solo están disponibles en línea. “Los talleres que ofrecemos son muy importantes porque permiten a las mujeres hacer comunidad”, dice Verónica, “además, tenemos talleres dirigidos a empresas, escuelas y otras instituciones; esta es una gran forma de sensibilizar a las personas para mostrarles que en la violencia de género todos perdemos”. También cuentan que están realizando un diplomado de “Atención a las violencias”, dirigido a las personas que trabajan directamente con mujeres violentadas (abogados, psicólogos, autoridades, etcétera). “Todos los servicios que tenemos se dan con perspectiva de género porque muchas de las violencias que vivimos las mujeres están normalizadas”, explica Samantha. Yadira relata que Casa Gaviota le llamó la atención porque vio que eran especialistas en violencia de género. Ella acudió inicialmente buscando remediar la situación de violencia que vivía con su expareja. “Esto para mí fue muy importante porque si no lograba resolver mi situación, iba a necesitar hacer algo por mí para tener el valor de decir ya no más”. Desafortunadamente, después de un tiempo de haber regresado a vivir con esa persona, la vida de Yadira corrió riesgo. “Al principio todo estaba bien, pero después sufrí una situación de violencia sumamente grave. Hubo un momento en el que llegué a pensar que nunca iba a poder contar mi historia”. “Durante ese tiempo recibí muchísimo apoyo de Casa Gaviota. Me dieron, además de la terapia que yo ya llevaba por mi cuenta, otra terapia adicional y asesoría jurídica”, dice Yadira. En ese entonces llevaba un año intentando conseguir trabajo sin éxito y había dejado de hacer todas las cosas que le apasionaban. “Trabajé muchísimo para recuperar todas esas cosas que había dejado a un lado en mi vida, pero sobre todo luché por recuperar mi libertad”. Cuenta en su entrevista que la mejor lección que ha aprendido desde que encontró Casa Gaviota es valorarse. “Si hay algo que me ha dejado todo este proceso es aprender a confiar en mí misma”. Desea que todas las mujeres se den cuenta de que merecen todo lo que quieren y que no necesitan de nadie más para conseguirlo. “Si están en una situación sana en la que disfrutan lo que hacen, ahí es donde deben estar, y si no, esa es la señal que necesitan para tomar la decisión de salir de ahí”. Yadira tuvo la oportunidad de dejar una situación de violencia y denunciar, pero muchas nunca lograron (ni lograrán) llegar tan lejos. Organizaciones como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad entre mujeres. “Aquí aprendí a identificar situaciones de violencia que había normalizado y por eso he logrado visibilizar mi propia historia”, reflexiona Jassivee. Por su parte, Samantha señala que trabajar con mujeres le ha enseñado que no estamos solas y que las redes de apoyo entre nosotras son sumamente necesarias cuando nos han educado a estar divididas. “Yo creo que todas las mujeres, al menos en México, hemos vivido violencia, pero a veces no la vemos”, dice Samantha, “que no podamos caminar en la calle sin miedo, que nos chiflen, que nos toquen en el transporte público, que no podamos acceder a ciertos puestos por ser mujer, todo eso es violencia”. El machismo arraigado en la cultura mexicana ha facilitado e incluso fomentado la violencia en contra de las mujeres. Podría parecer que hoy en día hay más violencia de género que antes, pero en realidad no hay más ni menos, solo se está visibilizando, puntualiza Verónica. Sin embargo, Samantha indica que durante la pandemia la violencia contra nosotras sí ha aumentado porque las personas no pueden salir. “Antes las mujeres podían salir todo el día y tal vez cuando regresaban a sus casas eran violentadas, pero ahora las violentan todo el día”. También señala que hoy las mujeres en México están ejerciendo múltiples roles laborales simultáneamente. “Tienen que ser esposas, mamás, maestras, cocineras y, encima de esto, deben trabajar y mantener en orden su casa… Y si no lo hacen bien, son violentadas”. El confinamiento derivado de la pandemia llevó a que los registros de violencia contra las mujeres en sus hogares aumentaran 60% en México, de acuerdo con cifras de la ONU. En julio el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública advirtió que durante el confinamiento se registraron 375 presuntas víctimas de feminicidio y 1,233 víctimas mujeres de homicidio, un total de 1,608, 6% más que en el mismo periodo de 2019. Asimismo, se han contabilizado 23,460 presuntas mujeres víctimas de lesiones dolosas y se han atendido 108,778 llamadas de emergencia al número 911, relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer. “Así como se exige una vacuna para el COVID, tenemos que exigir que haya acciones públicas para que todos los ministerios públicos tengan perspectiva de género. Para que cuando una mujer acuda a denunciar, se tomen todas las acciones necesarias para salvaguardar su integridad,” dice Samantha. “Hoy la mayoría está buscando cuidarse de un virus, pero con la violencia de género no vemos a un especialista hablando todos los días de cómo le vamos a hacer para erradicar este problema que también es una emergencia”.
Pese a los esfuerzos internacionales, la violencia contra las mujeres no disminuye. Asociaciones civiles como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad, que ofrecen terapia, asesoría legal, talleres educativos y, sobre todo, una comunidad para las víctimas.
En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución que designaba el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A pesar de las múltiples resoluciones y convenciones que han sido ratificadas y celebradas por la ONU en las últimas décadas, la violencia contra mujeres y niñas continúa siendo un problema grave: estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que aproximadamente una de cada tres mujeres (el 35%) en todo el mundo han padecido violencia física o sexual. En México, tan solo el año pasado, fueron asesinadas 3,825 mujeres, es decir, 10.5 mujeres al día (ONU Mujeres, Informe anual de resultados 2019). Yadira tiene 28 años y es sobreviviente de violencia por parte de una expareja. También es psicóloga y actualmente trabaja en el área de recursos humanos de una empresa, pero los fines de semana da terapia. Hace un año y medio llegó a Casa Gaviota buscando ayuda. Ante los niveles de violencia contra las mujeres que se experimentan en el país, miles se han encontrado (y se encuentran) en situaciones vulnerables como la de Yadira. Casa Gaviota es una de las múltiples organizaciones no gubernamentales que les brindan servicios de apoyo. “Decidimos crear la organización porque mi mamá, Dolores Blancas, vivió violencia hace unos años y porque yo viví violencia en el noviazgo también”, dice Samantha Baez, su cofundadora y actual directora, en entrevista con Gatopardo. Cuando las dos lograron salir de esas situaciones decidieron que querían hacer algo por otras mujeres para que no tuvieran que vivir lo mismo que ellas. Juntas, madre e hija, consolidaron la asociación en 2012. “Queríamos crear un espacio seguro para las mujeres, donde ellas pudieran sentirse como en casa”, explica Baez, y relata que a Lolita, su madre, le gusta muchísimo un cuento de Juan Salvador Gaviota, del que recuerda especialmente lo siguiente: “Las gaviotas nunca vuelan solas… Cuando una se adelanta, regresa por las demás”. Verónica Ramírez y Jassivee Reza, psicólogas, explican que la organización ofrece servicios de acompañamiento emocional, terapia psicológica, apoyo psiquiátrico, asesoría legal, grupos de reflexión y talleres, pero que, por el momento, todos estos servicios solo están disponibles en línea. “Los talleres que ofrecemos son muy importantes porque permiten a las mujeres hacer comunidad”, dice Verónica, “además, tenemos talleres dirigidos a empresas, escuelas y otras instituciones; esta es una gran forma de sensibilizar a las personas para mostrarles que en la violencia de género todos perdemos”. También cuentan que están realizando un diplomado de “Atención a las violencias”, dirigido a las personas que trabajan directamente con mujeres violentadas (abogados, psicólogos, autoridades, etcétera). “Todos los servicios que tenemos se dan con perspectiva de género porque muchas de las violencias que vivimos las mujeres están normalizadas”, explica Samantha. Yadira relata que Casa Gaviota le llamó la atención porque vio que eran especialistas en violencia de género. Ella acudió inicialmente buscando remediar la situación de violencia que vivía con su expareja. “Esto para mí fue muy importante porque si no lograba resolver mi situación, iba a necesitar hacer algo por mí para tener el valor de decir ya no más”. Desafortunadamente, después de un tiempo de haber regresado a vivir con esa persona, la vida de Yadira corrió riesgo. “Al principio todo estaba bien, pero después sufrí una situación de violencia sumamente grave. Hubo un momento en el que llegué a pensar que nunca iba a poder contar mi historia”. “Durante ese tiempo recibí muchísimo apoyo de Casa Gaviota. Me dieron, además de la terapia que yo ya llevaba por mi cuenta, otra terapia adicional y asesoría jurídica”, dice Yadira. En ese entonces llevaba un año intentando conseguir trabajo sin éxito y había dejado de hacer todas las cosas que le apasionaban. “Trabajé muchísimo para recuperar todas esas cosas que había dejado a un lado en mi vida, pero sobre todo luché por recuperar mi libertad”. Cuenta en su entrevista que la mejor lección que ha aprendido desde que encontró Casa Gaviota es valorarse. “Si hay algo que me ha dejado todo este proceso es aprender a confiar en mí misma”. Desea que todas las mujeres se den cuenta de que merecen todo lo que quieren y que no necesitan de nadie más para conseguirlo. “Si están en una situación sana en la que disfrutan lo que hacen, ahí es donde deben estar, y si no, esa es la señal que necesitan para tomar la decisión de salir de ahí”. Yadira tuvo la oportunidad de dejar una situación de violencia y denunciar, pero muchas nunca lograron (ni lograrán) llegar tan lejos. Organizaciones como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad entre mujeres. “Aquí aprendí a identificar situaciones de violencia que había normalizado y por eso he logrado visibilizar mi propia historia”, reflexiona Jassivee. Por su parte, Samantha señala que trabajar con mujeres le ha enseñado que no estamos solas y que las redes de apoyo entre nosotras son sumamente necesarias cuando nos han educado a estar divididas. “Yo creo que todas las mujeres, al menos en México, hemos vivido violencia, pero a veces no la vemos”, dice Samantha, “que no podamos caminar en la calle sin miedo, que nos chiflen, que nos toquen en el transporte público, que no podamos acceder a ciertos puestos por ser mujer, todo eso es violencia”. El machismo arraigado en la cultura mexicana ha facilitado e incluso fomentado la violencia en contra de las mujeres. Podría parecer que hoy en día hay más violencia de género que antes, pero en realidad no hay más ni menos, solo se está visibilizando, puntualiza Verónica. Sin embargo, Samantha indica que durante la pandemia la violencia contra nosotras sí ha aumentado porque las personas no pueden salir. “Antes las mujeres podían salir todo el día y tal vez cuando regresaban a sus casas eran violentadas, pero ahora las violentan todo el día”. También señala que hoy las mujeres en México están ejerciendo múltiples roles laborales simultáneamente. “Tienen que ser esposas, mamás, maestras, cocineras y, encima de esto, deben trabajar y mantener en orden su casa… Y si no lo hacen bien, son violentadas”. El confinamiento derivado de la pandemia llevó a que los registros de violencia contra las mujeres en sus hogares aumentaran 60% en México, de acuerdo con cifras de la ONU. En julio el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública advirtió que durante el confinamiento se registraron 375 presuntas víctimas de feminicidio y 1,233 víctimas mujeres de homicidio, un total de 1,608, 6% más que en el mismo periodo de 2019. Asimismo, se han contabilizado 23,460 presuntas mujeres víctimas de lesiones dolosas y se han atendido 108,778 llamadas de emergencia al número 911, relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer. “Así como se exige una vacuna para el COVID, tenemos que exigir que haya acciones públicas para que todos los ministerios públicos tengan perspectiva de género. Para que cuando una mujer acuda a denunciar, se tomen todas las acciones necesarias para salvaguardar su integridad,” dice Samantha. “Hoy la mayoría está buscando cuidarse de un virus, pero con la violencia de género no vemos a un especialista hablando todos los días de cómo le vamos a hacer para erradicar este problema que también es una emergencia”.
Pese a los esfuerzos internacionales, la violencia contra las mujeres no disminuye. Asociaciones civiles como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad, que ofrecen terapia, asesoría legal, talleres educativos y, sobre todo, una comunidad para las víctimas.
En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución que designaba el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A pesar de las múltiples resoluciones y convenciones que han sido ratificadas y celebradas por la ONU en las últimas décadas, la violencia contra mujeres y niñas continúa siendo un problema grave: estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que aproximadamente una de cada tres mujeres (el 35%) en todo el mundo han padecido violencia física o sexual. En México, tan solo el año pasado, fueron asesinadas 3,825 mujeres, es decir, 10.5 mujeres al día (ONU Mujeres, Informe anual de resultados 2019). Yadira tiene 28 años y es sobreviviente de violencia por parte de una expareja. También es psicóloga y actualmente trabaja en el área de recursos humanos de una empresa, pero los fines de semana da terapia. Hace un año y medio llegó a Casa Gaviota buscando ayuda. Ante los niveles de violencia contra las mujeres que se experimentan en el país, miles se han encontrado (y se encuentran) en situaciones vulnerables como la de Yadira. Casa Gaviota es una de las múltiples organizaciones no gubernamentales que les brindan servicios de apoyo. “Decidimos crear la organización porque mi mamá, Dolores Blancas, vivió violencia hace unos años y porque yo viví violencia en el noviazgo también”, dice Samantha Baez, su cofundadora y actual directora, en entrevista con Gatopardo. Cuando las dos lograron salir de esas situaciones decidieron que querían hacer algo por otras mujeres para que no tuvieran que vivir lo mismo que ellas. Juntas, madre e hija, consolidaron la asociación en 2012. “Queríamos crear un espacio seguro para las mujeres, donde ellas pudieran sentirse como en casa”, explica Baez, y relata que a Lolita, su madre, le gusta muchísimo un cuento de Juan Salvador Gaviota, del que recuerda especialmente lo siguiente: “Las gaviotas nunca vuelan solas… Cuando una se adelanta, regresa por las demás”. Verónica Ramírez y Jassivee Reza, psicólogas, explican que la organización ofrece servicios de acompañamiento emocional, terapia psicológica, apoyo psiquiátrico, asesoría legal, grupos de reflexión y talleres, pero que, por el momento, todos estos servicios solo están disponibles en línea. “Los talleres que ofrecemos son muy importantes porque permiten a las mujeres hacer comunidad”, dice Verónica, “además, tenemos talleres dirigidos a empresas, escuelas y otras instituciones; esta es una gran forma de sensibilizar a las personas para mostrarles que en la violencia de género todos perdemos”. También cuentan que están realizando un diplomado de “Atención a las violencias”, dirigido a las personas que trabajan directamente con mujeres violentadas (abogados, psicólogos, autoridades, etcétera). “Todos los servicios que tenemos se dan con perspectiva de género porque muchas de las violencias que vivimos las mujeres están normalizadas”, explica Samantha. Yadira relata que Casa Gaviota le llamó la atención porque vio que eran especialistas en violencia de género. Ella acudió inicialmente buscando remediar la situación de violencia que vivía con su expareja. “Esto para mí fue muy importante porque si no lograba resolver mi situación, iba a necesitar hacer algo por mí para tener el valor de decir ya no más”. Desafortunadamente, después de un tiempo de haber regresado a vivir con esa persona, la vida de Yadira corrió riesgo. “Al principio todo estaba bien, pero después sufrí una situación de violencia sumamente grave. Hubo un momento en el que llegué a pensar que nunca iba a poder contar mi historia”. “Durante ese tiempo recibí muchísimo apoyo de Casa Gaviota. Me dieron, además de la terapia que yo ya llevaba por mi cuenta, otra terapia adicional y asesoría jurídica”, dice Yadira. En ese entonces llevaba un año intentando conseguir trabajo sin éxito y había dejado de hacer todas las cosas que le apasionaban. “Trabajé muchísimo para recuperar todas esas cosas que había dejado a un lado en mi vida, pero sobre todo luché por recuperar mi libertad”. Cuenta en su entrevista que la mejor lección que ha aprendido desde que encontró Casa Gaviota es valorarse. “Si hay algo que me ha dejado todo este proceso es aprender a confiar en mí misma”. Desea que todas las mujeres se den cuenta de que merecen todo lo que quieren y que no necesitan de nadie más para conseguirlo. “Si están en una situación sana en la que disfrutan lo que hacen, ahí es donde deben estar, y si no, esa es la señal que necesitan para tomar la decisión de salir de ahí”. Yadira tuvo la oportunidad de dejar una situación de violencia y denunciar, pero muchas nunca lograron (ni lograrán) llegar tan lejos. Organizaciones como Casa Gaviota crean espacios seguros y de solidaridad entre mujeres. “Aquí aprendí a identificar situaciones de violencia que había normalizado y por eso he logrado visibilizar mi propia historia”, reflexiona Jassivee. Por su parte, Samantha señala que trabajar con mujeres le ha enseñado que no estamos solas y que las redes de apoyo entre nosotras son sumamente necesarias cuando nos han educado a estar divididas. “Yo creo que todas las mujeres, al menos en México, hemos vivido violencia, pero a veces no la vemos”, dice Samantha, “que no podamos caminar en la calle sin miedo, que nos chiflen, que nos toquen en el transporte público, que no podamos acceder a ciertos puestos por ser mujer, todo eso es violencia”. El machismo arraigado en la cultura mexicana ha facilitado e incluso fomentado la violencia en contra de las mujeres. Podría parecer que hoy en día hay más violencia de género que antes, pero en realidad no hay más ni menos, solo se está visibilizando, puntualiza Verónica. Sin embargo, Samantha indica que durante la pandemia la violencia contra nosotras sí ha aumentado porque las personas no pueden salir. “Antes las mujeres podían salir todo el día y tal vez cuando regresaban a sus casas eran violentadas, pero ahora las violentan todo el día”. También señala que hoy las mujeres en México están ejerciendo múltiples roles laborales simultáneamente. “Tienen que ser esposas, mamás, maestras, cocineras y, encima de esto, deben trabajar y mantener en orden su casa… Y si no lo hacen bien, son violentadas”. El confinamiento derivado de la pandemia llevó a que los registros de violencia contra las mujeres en sus hogares aumentaran 60% en México, de acuerdo con cifras de la ONU. En julio el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública advirtió que durante el confinamiento se registraron 375 presuntas víctimas de feminicidio y 1,233 víctimas mujeres de homicidio, un total de 1,608, 6% más que en el mismo periodo de 2019. Asimismo, se han contabilizado 23,460 presuntas mujeres víctimas de lesiones dolosas y se han atendido 108,778 llamadas de emergencia al número 911, relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer. “Así como se exige una vacuna para el COVID, tenemos que exigir que haya acciones públicas para que todos los ministerios públicos tengan perspectiva de género. Para que cuando una mujer acuda a denunciar, se tomen todas las acciones necesarias para salvaguardar su integridad,” dice Samantha. “Hoy la mayoría está buscando cuidarse de un virus, pero con la violencia de género no vemos a un especialista hablando todos los días de cómo le vamos a hacer para erradicar este problema que también es una emergencia”.
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