Cuando Arianna Huffington despertó, estaba internada en el hospital con un pómulo roto y cinco puntos de sutura en el ojo derecho. Horas antes, su hermana la había encontrado sobre el suelo de su oficina, en medio de un charco de sangre. Era abril de 2007 y la poderosa empresaria y cofundadora del sitio The Huffington Post había sufrido un colapso por agotamiento físico y mental. Esto era una llamada de atención; y es que sus jornadas laborales ascendían a más de dieciocho horas, los siete días de la semana. Todo era, pensaba, en nombre de la productividad. Tras ese episodio, renunció a la dirección del Huffington, escribió dos libros y fundó la plataforma Thrive Global como parte de una cruzada para defender la importancia del sueño en un mundo que exige devoción total al trabajo como indicador de éxito.
Éste no es un caso aislado. El estrés, los malos hábitos y la creciente dependencia a las pantallas ha provocado una emergente generación de personas enfermas, al borde del colapso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios expertos han denominado a estos problemas para conciliar el sueño como una “epidemia global”. No dormir bien es un problema que no respeta edad ni fronteras. Mientras que en 1942 dormir ocho horas era la regla (que es también la cantidad de sueño recomendada por especialistas), hoy la media es de 6.8 horas.
Según la National Health Interview Survey, realizada en Estados Unidos, el porcentaje de personas que duermen menos de seis horas por noche se elevó de 22%, en 1985, a 29% en 2012. En 2016, un estudio de Rand Corporation estimó que la falta de sueño le cuesta a la economía de Estados Unidos alrededor de 441 000 millones de dólares.
Los efectos negativos alrededor de la falta de sueño son ampliamente conocidos: puede comenzar con dificultad para concentrarse y tomar decisiones, sentirse somnoliento durante el día hasta afectar directamente la salud con enfermedades como presión arterial alta, diabetes, problemas del corazón y obesidad.
Las investigaciones de cómo duermen las personas cobraron relevancia desde mediados del siglo pasado, cuando se descubrió que la melatonina es la hormona responsable de regular los ciclos de sueño de las personas y que se activa cuando hay oscuridad. Se ha comprobado que nuestra creciente exposición a la luz artificial, pero sobre todo a las pantallas (llámense televisores, celulares, tabletas y demás), tiene una relación directa con la mala calidad de sueño de sus usuarios.
Para Rafael Jiménez Correa, investigador de trastornos del sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos dispositivos emiten “ondas de luz azul” que hacen que las personas estén en un estado de alerta que les dificulta dormir. Un estudio de la firma Pew Research Center de 2015 reveló que alrededor de 83% de las personas de 18 a 29 años duerme con sus teléfonos a una corta distancia de su cama, lo que altera los niveles de melatonina. Según expertos, cada vez más niños y adultos reportan problemas de sueño. De hecho, en la Clínica de Sueño de la Universidad de Stanford, una de las más longevas y prestigiosas a escala global, alrededor de 20% de los pacientes son niños.
Pero la exposición a las pantallas y a la luz artificial no lo es todo. Los especialistas coinciden en que se trata de un tema de significación alrededor de por qué dormimos. Se asoció la idea de progreso con productividad, bajo el esquema de “hacer, hacer, hacer”, lo que sólo es posible cuando estamos despiertos y tenemos control sobre las acciones. Dormir, por el contrario, se vincula con pasividad, incluso con holgazanería, algo que, según la lógica del mercado, no es rentable. “Desde hace varias décadas se ha tratado el sueño como una inconveniencia, más allá de ser algo necesario”, explica en entrevista Rafael Pelayo, profesor de medicina de la Universidad de Stanford. “Hay que cambiar ese significado”.
Ése y otros temas han provocado un boom alrededor del negocio del sueño. Según la consultora McKinsey & Company, esta industria crecerá de 30 000 millones de dólares a 40 000, con incrementos anuales de alrededor de 8%. En los últimos cinco años, las clínicas y laboratorios donde se diagnostican trastornos del sueño experimentaron un crecimiento en ganancias de 4% al año y se espera que continúen con esa tasa durante los próximos cinco, según un informe de IBISWorld.
***
En 2008, James Park y Eric Friedman, fundadores de la empresa de tecnología vestible Fitbit, anunciaron el lanzamiento del primer wearable que, mediante sensores, podía monitorear los pasos que una persona daba durante el día. Después vinieron más, hasta llegar a una amplia oferta de gadgets que ya no sólo registran los pasos diarios, sino también el ritmo cardiaco y los patrones del sueño. Así comenzó a ganar terreno el segmento de tecnología denominado sleep tech, que busca poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas. Actualmente, Fitbit tiene una base de 27 millones de usuarios activos que dan cuenta de 90 millones de dispositivos conectados a escala global.
La adopción de estos dispositivos —entre smartphones, trackers de actividad y relojes inteligentes— va en incremento. Según el estudio “Consumer Awareness and Perceptions of Sleep Technology”, de Consumer Electronics Association, coproducido por la National Sleep Foundation, uno de cada cinco consumidores en línea indica que tiene o usa algún tipo de tecnología del sueño. Las personas de sexo masculino (57%) tienden a abrazar más rápido estas tecnologías, en contraste con 43% de las mujeres. Parece ser, dicen los especialistas, que estamos en una nueva era en la que la tecnología nos permite tener acceso a más información sobre nosotros.
Víctor Dorantes, coordinador de proyectos en una empresa de desarrollo web y asiduo seguidor de innovaciones tecnológicas, cuenta que, a raíz de un malestar de cabeza, comenzó a registrar su frecuencia cardiaca y otros indicadores en su reloj pulsera Amazfit, de Xiaomi, y a usar también una aplicación para la presión arterial. Los datos que recopiló los llevó a su médico y con ello contribuyó a dar mayor información sobre su situación.
Es cierto: las compañías de venta de colchones y almohadas, así como productos de consumo, se comportan cada vez más como empresas tecnológicas, con funciones como altavoces incorporados, configuraciones de temperatura y alarmas inteligentes que permiten a la gente personalizar su sueño. Empresas como Eve u Ooler, a su vez, están trabajando con tecnología para regular la temperatura del colchón. Este año, Ford sorprendió con el lanzamiento de un colchón inteligente con sensores de presión que detectan cuando las personas cambian de posición en la noche y, con un mecanismo, las empuja a su posición original.
Eve es una de las compañías de colchones que están diseñando funciones tecnológicas como regular la temperatura.
La empresa francesa UrgoTech, por ejemplo, lanzó una diadema portátil que, mediante sensores de EEG (electroencefalograma) y la técnica neurofeedback visual, guía a los usuarios en terapias de 20 minutos, tres veces por semana. Este dispositivo fue nominado en los CES 2019 Innovation Awards. En esa misma edición de la feria tecnológica, Phillips presentó una banda de alivio para el ronquido, un dispositivo portátil suave que se usa alrededor del pecho durante la noche y que utiliza una técnica llamada “terapia posicional” para ayudar a prevenir los ronquidos. Un pequeño sensor rastrea el sueño y envía una suave señal de vibración para moverse a una posición para dormir de lado, lo que reduce la probabilidad de roncar.
Todos estos dispositivos, dicen los especialistas, son una herramienta que no sustituye un tratamiento formal. Sin embargo, en un futuro se espera que haya una mayor colaboración entre empresas tecnológicas e institutos de investigación para crear soluciones en beneficio del paciente. Fitbit cuenta con una de las bases de datos más grandes sobre registros de actividad física: alrededor de 9 trillones de minutos de frecuencia cardiaca registrados y 417 billones de ejercicio, según cifras oficiales. Lo que busca ahora la compañía, explica Ricardo Martiarena, director de marketing de Latinoamérica de Fitbit, es hacer un cruce de datos que han recopilado, para generar información que pueda ayudar a detectar o dar seguimiento a algunas condiciones médicas, como el cáncer. De 2012 a 2017, científicos han publicado 457 estudios que utilizan datos de dispositivos Fitbit. “Creemos que este tipo de herramientas pueden ayudar mucho en la prevención y en el empoderamiento del paciente con información”, señala Martiarena.
El 15 de marzo de 2007, se celebró por primera vez el Día Mundial del Sueño. En los últimos tres años, el hashtag #WorldSleepDay se ha convertido en trending topic global, con numerosas notas y recomendaciones para una mejor calidad de sueño. Poco a poco, el mundo despierta y cobra conciencia sobre la importancia de dormir. En Estados Unidos cada vez más escuelas están retrasando los horarios de entrada de niños y adolescentes a clases, después de que la Academia Americana de Pediatría comprobara que entrar antes de las 8:30 a.m. alteraba sus ciclos de sueño.
“Soy optimista en cuanto a que la creciente literatura e información sobre la importancia del sueño ayudará a que más personas sepan que no es una inconveniencia, es una cuestión de bienestar”, concluye Pelayo, investigador y profesor de la Clínica de Sueño en Stanford.
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Cuando Arianna Huffington despertó, estaba internada en el hospital con un pómulo roto y cinco puntos de sutura en el ojo derecho. Horas antes, su hermana la había encontrado sobre el suelo de su oficina, en medio de un charco de sangre. Era abril de 2007 y la poderosa empresaria y cofundadora del sitio The Huffington Post había sufrido un colapso por agotamiento físico y mental. Esto era una llamada de atención; y es que sus jornadas laborales ascendían a más de dieciocho horas, los siete días de la semana. Todo era, pensaba, en nombre de la productividad. Tras ese episodio, renunció a la dirección del Huffington, escribió dos libros y fundó la plataforma Thrive Global como parte de una cruzada para defender la importancia del sueño en un mundo que exige devoción total al trabajo como indicador de éxito.
Éste no es un caso aislado. El estrés, los malos hábitos y la creciente dependencia a las pantallas ha provocado una emergente generación de personas enfermas, al borde del colapso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios expertos han denominado a estos problemas para conciliar el sueño como una “epidemia global”. No dormir bien es un problema que no respeta edad ni fronteras. Mientras que en 1942 dormir ocho horas era la regla (que es también la cantidad de sueño recomendada por especialistas), hoy la media es de 6.8 horas.
Según la National Health Interview Survey, realizada en Estados Unidos, el porcentaje de personas que duermen menos de seis horas por noche se elevó de 22%, en 1985, a 29% en 2012. En 2016, un estudio de Rand Corporation estimó que la falta de sueño le cuesta a la economía de Estados Unidos alrededor de 441 000 millones de dólares.
Los efectos negativos alrededor de la falta de sueño son ampliamente conocidos: puede comenzar con dificultad para concentrarse y tomar decisiones, sentirse somnoliento durante el día hasta afectar directamente la salud con enfermedades como presión arterial alta, diabetes, problemas del corazón y obesidad.
Las investigaciones de cómo duermen las personas cobraron relevancia desde mediados del siglo pasado, cuando se descubrió que la melatonina es la hormona responsable de regular los ciclos de sueño de las personas y que se activa cuando hay oscuridad. Se ha comprobado que nuestra creciente exposición a la luz artificial, pero sobre todo a las pantallas (llámense televisores, celulares, tabletas y demás), tiene una relación directa con la mala calidad de sueño de sus usuarios.
Para Rafael Jiménez Correa, investigador de trastornos del sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos dispositivos emiten “ondas de luz azul” que hacen que las personas estén en un estado de alerta que les dificulta dormir. Un estudio de la firma Pew Research Center de 2015 reveló que alrededor de 83% de las personas de 18 a 29 años duerme con sus teléfonos a una corta distancia de su cama, lo que altera los niveles de melatonina. Según expertos, cada vez más niños y adultos reportan problemas de sueño. De hecho, en la Clínica de Sueño de la Universidad de Stanford, una de las más longevas y prestigiosas a escala global, alrededor de 20% de los pacientes son niños.
Pero la exposición a las pantallas y a la luz artificial no lo es todo. Los especialistas coinciden en que se trata de un tema de significación alrededor de por qué dormimos. Se asoció la idea de progreso con productividad, bajo el esquema de “hacer, hacer, hacer”, lo que sólo es posible cuando estamos despiertos y tenemos control sobre las acciones. Dormir, por el contrario, se vincula con pasividad, incluso con holgazanería, algo que, según la lógica del mercado, no es rentable. “Desde hace varias décadas se ha tratado el sueño como una inconveniencia, más allá de ser algo necesario”, explica en entrevista Rafael Pelayo, profesor de medicina de la Universidad de Stanford. “Hay que cambiar ese significado”.
Ése y otros temas han provocado un boom alrededor del negocio del sueño. Según la consultora McKinsey & Company, esta industria crecerá de 30 000 millones de dólares a 40 000, con incrementos anuales de alrededor de 8%. En los últimos cinco años, las clínicas y laboratorios donde se diagnostican trastornos del sueño experimentaron un crecimiento en ganancias de 4% al año y se espera que continúen con esa tasa durante los próximos cinco, según un informe de IBISWorld.
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En 2008, James Park y Eric Friedman, fundadores de la empresa de tecnología vestible Fitbit, anunciaron el lanzamiento del primer wearable que, mediante sensores, podía monitorear los pasos que una persona daba durante el día. Después vinieron más, hasta llegar a una amplia oferta de gadgets que ya no sólo registran los pasos diarios, sino también el ritmo cardiaco y los patrones del sueño. Así comenzó a ganar terreno el segmento de tecnología denominado sleep tech, que busca poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas. Actualmente, Fitbit tiene una base de 27 millones de usuarios activos que dan cuenta de 90 millones de dispositivos conectados a escala global.
La adopción de estos dispositivos —entre smartphones, trackers de actividad y relojes inteligentes— va en incremento. Según el estudio “Consumer Awareness and Perceptions of Sleep Technology”, de Consumer Electronics Association, coproducido por la National Sleep Foundation, uno de cada cinco consumidores en línea indica que tiene o usa algún tipo de tecnología del sueño. Las personas de sexo masculino (57%) tienden a abrazar más rápido estas tecnologías, en contraste con 43% de las mujeres. Parece ser, dicen los especialistas, que estamos en una nueva era en la que la tecnología nos permite tener acceso a más información sobre nosotros.
Víctor Dorantes, coordinador de proyectos en una empresa de desarrollo web y asiduo seguidor de innovaciones tecnológicas, cuenta que, a raíz de un malestar de cabeza, comenzó a registrar su frecuencia cardiaca y otros indicadores en su reloj pulsera Amazfit, de Xiaomi, y a usar también una aplicación para la presión arterial. Los datos que recopiló los llevó a su médico y con ello contribuyó a dar mayor información sobre su situación.
Es cierto: las compañías de venta de colchones y almohadas, así como productos de consumo, se comportan cada vez más como empresas tecnológicas, con funciones como altavoces incorporados, configuraciones de temperatura y alarmas inteligentes que permiten a la gente personalizar su sueño. Empresas como Eve u Ooler, a su vez, están trabajando con tecnología para regular la temperatura del colchón. Este año, Ford sorprendió con el lanzamiento de un colchón inteligente con sensores de presión que detectan cuando las personas cambian de posición en la noche y, con un mecanismo, las empuja a su posición original.
Eve es una de las compañías de colchones que están diseñando funciones tecnológicas como regular la temperatura.
La empresa francesa UrgoTech, por ejemplo, lanzó una diadema portátil que, mediante sensores de EEG (electroencefalograma) y la técnica neurofeedback visual, guía a los usuarios en terapias de 20 minutos, tres veces por semana. Este dispositivo fue nominado en los CES 2019 Innovation Awards. En esa misma edición de la feria tecnológica, Phillips presentó una banda de alivio para el ronquido, un dispositivo portátil suave que se usa alrededor del pecho durante la noche y que utiliza una técnica llamada “terapia posicional” para ayudar a prevenir los ronquidos. Un pequeño sensor rastrea el sueño y envía una suave señal de vibración para moverse a una posición para dormir de lado, lo que reduce la probabilidad de roncar.
Todos estos dispositivos, dicen los especialistas, son una herramienta que no sustituye un tratamiento formal. Sin embargo, en un futuro se espera que haya una mayor colaboración entre empresas tecnológicas e institutos de investigación para crear soluciones en beneficio del paciente. Fitbit cuenta con una de las bases de datos más grandes sobre registros de actividad física: alrededor de 9 trillones de minutos de frecuencia cardiaca registrados y 417 billones de ejercicio, según cifras oficiales. Lo que busca ahora la compañía, explica Ricardo Martiarena, director de marketing de Latinoamérica de Fitbit, es hacer un cruce de datos que han recopilado, para generar información que pueda ayudar a detectar o dar seguimiento a algunas condiciones médicas, como el cáncer. De 2012 a 2017, científicos han publicado 457 estudios que utilizan datos de dispositivos Fitbit. “Creemos que este tipo de herramientas pueden ayudar mucho en la prevención y en el empoderamiento del paciente con información”, señala Martiarena.
El 15 de marzo de 2007, se celebró por primera vez el Día Mundial del Sueño. En los últimos tres años, el hashtag #WorldSleepDay se ha convertido en trending topic global, con numerosas notas y recomendaciones para una mejor calidad de sueño. Poco a poco, el mundo despierta y cobra conciencia sobre la importancia de dormir. En Estados Unidos cada vez más escuelas están retrasando los horarios de entrada de niños y adolescentes a clases, después de que la Academia Americana de Pediatría comprobara que entrar antes de las 8:30 a.m. alteraba sus ciclos de sueño.
“Soy optimista en cuanto a que la creciente literatura e información sobre la importancia del sueño ayudará a que más personas sepan que no es una inconveniencia, es una cuestión de bienestar”, concluye Pelayo, investigador y profesor de la Clínica de Sueño en Stanford.
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En busca de poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas.
Cuando Arianna Huffington despertó, estaba internada en el hospital con un pómulo roto y cinco puntos de sutura en el ojo derecho. Horas antes, su hermana la había encontrado sobre el suelo de su oficina, en medio de un charco de sangre. Era abril de 2007 y la poderosa empresaria y cofundadora del sitio The Huffington Post había sufrido un colapso por agotamiento físico y mental. Esto era una llamada de atención; y es que sus jornadas laborales ascendían a más de dieciocho horas, los siete días de la semana. Todo era, pensaba, en nombre de la productividad. Tras ese episodio, renunció a la dirección del Huffington, escribió dos libros y fundó la plataforma Thrive Global como parte de una cruzada para defender la importancia del sueño en un mundo que exige devoción total al trabajo como indicador de éxito.
Éste no es un caso aislado. El estrés, los malos hábitos y la creciente dependencia a las pantallas ha provocado una emergente generación de personas enfermas, al borde del colapso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios expertos han denominado a estos problemas para conciliar el sueño como una “epidemia global”. No dormir bien es un problema que no respeta edad ni fronteras. Mientras que en 1942 dormir ocho horas era la regla (que es también la cantidad de sueño recomendada por especialistas), hoy la media es de 6.8 horas.
Según la National Health Interview Survey, realizada en Estados Unidos, el porcentaje de personas que duermen menos de seis horas por noche se elevó de 22%, en 1985, a 29% en 2012. En 2016, un estudio de Rand Corporation estimó que la falta de sueño le cuesta a la economía de Estados Unidos alrededor de 441 000 millones de dólares.
Los efectos negativos alrededor de la falta de sueño son ampliamente conocidos: puede comenzar con dificultad para concentrarse y tomar decisiones, sentirse somnoliento durante el día hasta afectar directamente la salud con enfermedades como presión arterial alta, diabetes, problemas del corazón y obesidad.
Las investigaciones de cómo duermen las personas cobraron relevancia desde mediados del siglo pasado, cuando se descubrió que la melatonina es la hormona responsable de regular los ciclos de sueño de las personas y que se activa cuando hay oscuridad. Se ha comprobado que nuestra creciente exposición a la luz artificial, pero sobre todo a las pantallas (llámense televisores, celulares, tabletas y demás), tiene una relación directa con la mala calidad de sueño de sus usuarios.
Para Rafael Jiménez Correa, investigador de trastornos del sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos dispositivos emiten “ondas de luz azul” que hacen que las personas estén en un estado de alerta que les dificulta dormir. Un estudio de la firma Pew Research Center de 2015 reveló que alrededor de 83% de las personas de 18 a 29 años duerme con sus teléfonos a una corta distancia de su cama, lo que altera los niveles de melatonina. Según expertos, cada vez más niños y adultos reportan problemas de sueño. De hecho, en la Clínica de Sueño de la Universidad de Stanford, una de las más longevas y prestigiosas a escala global, alrededor de 20% de los pacientes son niños.
Pero la exposición a las pantallas y a la luz artificial no lo es todo. Los especialistas coinciden en que se trata de un tema de significación alrededor de por qué dormimos. Se asoció la idea de progreso con productividad, bajo el esquema de “hacer, hacer, hacer”, lo que sólo es posible cuando estamos despiertos y tenemos control sobre las acciones. Dormir, por el contrario, se vincula con pasividad, incluso con holgazanería, algo que, según la lógica del mercado, no es rentable. “Desde hace varias décadas se ha tratado el sueño como una inconveniencia, más allá de ser algo necesario”, explica en entrevista Rafael Pelayo, profesor de medicina de la Universidad de Stanford. “Hay que cambiar ese significado”.
Ése y otros temas han provocado un boom alrededor del negocio del sueño. Según la consultora McKinsey & Company, esta industria crecerá de 30 000 millones de dólares a 40 000, con incrementos anuales de alrededor de 8%. En los últimos cinco años, las clínicas y laboratorios donde se diagnostican trastornos del sueño experimentaron un crecimiento en ganancias de 4% al año y se espera que continúen con esa tasa durante los próximos cinco, según un informe de IBISWorld.
***
En 2008, James Park y Eric Friedman, fundadores de la empresa de tecnología vestible Fitbit, anunciaron el lanzamiento del primer wearable que, mediante sensores, podía monitorear los pasos que una persona daba durante el día. Después vinieron más, hasta llegar a una amplia oferta de gadgets que ya no sólo registran los pasos diarios, sino también el ritmo cardiaco y los patrones del sueño. Así comenzó a ganar terreno el segmento de tecnología denominado sleep tech, que busca poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas. Actualmente, Fitbit tiene una base de 27 millones de usuarios activos que dan cuenta de 90 millones de dispositivos conectados a escala global.
La adopción de estos dispositivos —entre smartphones, trackers de actividad y relojes inteligentes— va en incremento. Según el estudio “Consumer Awareness and Perceptions of Sleep Technology”, de Consumer Electronics Association, coproducido por la National Sleep Foundation, uno de cada cinco consumidores en línea indica que tiene o usa algún tipo de tecnología del sueño. Las personas de sexo masculino (57%) tienden a abrazar más rápido estas tecnologías, en contraste con 43% de las mujeres. Parece ser, dicen los especialistas, que estamos en una nueva era en la que la tecnología nos permite tener acceso a más información sobre nosotros.
Víctor Dorantes, coordinador de proyectos en una empresa de desarrollo web y asiduo seguidor de innovaciones tecnológicas, cuenta que, a raíz de un malestar de cabeza, comenzó a registrar su frecuencia cardiaca y otros indicadores en su reloj pulsera Amazfit, de Xiaomi, y a usar también una aplicación para la presión arterial. Los datos que recopiló los llevó a su médico y con ello contribuyó a dar mayor información sobre su situación.
Es cierto: las compañías de venta de colchones y almohadas, así como productos de consumo, se comportan cada vez más como empresas tecnológicas, con funciones como altavoces incorporados, configuraciones de temperatura y alarmas inteligentes que permiten a la gente personalizar su sueño. Empresas como Eve u Ooler, a su vez, están trabajando con tecnología para regular la temperatura del colchón. Este año, Ford sorprendió con el lanzamiento de un colchón inteligente con sensores de presión que detectan cuando las personas cambian de posición en la noche y, con un mecanismo, las empuja a su posición original.
Eve es una de las compañías de colchones que están diseñando funciones tecnológicas como regular la temperatura.
La empresa francesa UrgoTech, por ejemplo, lanzó una diadema portátil que, mediante sensores de EEG (electroencefalograma) y la técnica neurofeedback visual, guía a los usuarios en terapias de 20 minutos, tres veces por semana. Este dispositivo fue nominado en los CES 2019 Innovation Awards. En esa misma edición de la feria tecnológica, Phillips presentó una banda de alivio para el ronquido, un dispositivo portátil suave que se usa alrededor del pecho durante la noche y que utiliza una técnica llamada “terapia posicional” para ayudar a prevenir los ronquidos. Un pequeño sensor rastrea el sueño y envía una suave señal de vibración para moverse a una posición para dormir de lado, lo que reduce la probabilidad de roncar.
Todos estos dispositivos, dicen los especialistas, son una herramienta que no sustituye un tratamiento formal. Sin embargo, en un futuro se espera que haya una mayor colaboración entre empresas tecnológicas e institutos de investigación para crear soluciones en beneficio del paciente. Fitbit cuenta con una de las bases de datos más grandes sobre registros de actividad física: alrededor de 9 trillones de minutos de frecuencia cardiaca registrados y 417 billones de ejercicio, según cifras oficiales. Lo que busca ahora la compañía, explica Ricardo Martiarena, director de marketing de Latinoamérica de Fitbit, es hacer un cruce de datos que han recopilado, para generar información que pueda ayudar a detectar o dar seguimiento a algunas condiciones médicas, como el cáncer. De 2012 a 2017, científicos han publicado 457 estudios que utilizan datos de dispositivos Fitbit. “Creemos que este tipo de herramientas pueden ayudar mucho en la prevención y en el empoderamiento del paciente con información”, señala Martiarena.
El 15 de marzo de 2007, se celebró por primera vez el Día Mundial del Sueño. En los últimos tres años, el hashtag #WorldSleepDay se ha convertido en trending topic global, con numerosas notas y recomendaciones para una mejor calidad de sueño. Poco a poco, el mundo despierta y cobra conciencia sobre la importancia de dormir. En Estados Unidos cada vez más escuelas están retrasando los horarios de entrada de niños y adolescentes a clases, después de que la Academia Americana de Pediatría comprobara que entrar antes de las 8:30 a.m. alteraba sus ciclos de sueño.
“Soy optimista en cuanto a que la creciente literatura e información sobre la importancia del sueño ayudará a que más personas sepan que no es una inconveniencia, es una cuestión de bienestar”, concluye Pelayo, investigador y profesor de la Clínica de Sueño en Stanford.
Más de nuestro Especial de Tecnología:
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En busca de poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas.
Cuando Arianna Huffington despertó, estaba internada en el hospital con un pómulo roto y cinco puntos de sutura en el ojo derecho. Horas antes, su hermana la había encontrado sobre el suelo de su oficina, en medio de un charco de sangre. Era abril de 2007 y la poderosa empresaria y cofundadora del sitio The Huffington Post había sufrido un colapso por agotamiento físico y mental. Esto era una llamada de atención; y es que sus jornadas laborales ascendían a más de dieciocho horas, los siete días de la semana. Todo era, pensaba, en nombre de la productividad. Tras ese episodio, renunció a la dirección del Huffington, escribió dos libros y fundó la plataforma Thrive Global como parte de una cruzada para defender la importancia del sueño en un mundo que exige devoción total al trabajo como indicador de éxito.
Éste no es un caso aislado. El estrés, los malos hábitos y la creciente dependencia a las pantallas ha provocado una emergente generación de personas enfermas, al borde del colapso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios expertos han denominado a estos problemas para conciliar el sueño como una “epidemia global”. No dormir bien es un problema que no respeta edad ni fronteras. Mientras que en 1942 dormir ocho horas era la regla (que es también la cantidad de sueño recomendada por especialistas), hoy la media es de 6.8 horas.
Según la National Health Interview Survey, realizada en Estados Unidos, el porcentaje de personas que duermen menos de seis horas por noche se elevó de 22%, en 1985, a 29% en 2012. En 2016, un estudio de Rand Corporation estimó que la falta de sueño le cuesta a la economía de Estados Unidos alrededor de 441 000 millones de dólares.
Los efectos negativos alrededor de la falta de sueño son ampliamente conocidos: puede comenzar con dificultad para concentrarse y tomar decisiones, sentirse somnoliento durante el día hasta afectar directamente la salud con enfermedades como presión arterial alta, diabetes, problemas del corazón y obesidad.
Las investigaciones de cómo duermen las personas cobraron relevancia desde mediados del siglo pasado, cuando se descubrió que la melatonina es la hormona responsable de regular los ciclos de sueño de las personas y que se activa cuando hay oscuridad. Se ha comprobado que nuestra creciente exposición a la luz artificial, pero sobre todo a las pantallas (llámense televisores, celulares, tabletas y demás), tiene una relación directa con la mala calidad de sueño de sus usuarios.
Para Rafael Jiménez Correa, investigador de trastornos del sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos dispositivos emiten “ondas de luz azul” que hacen que las personas estén en un estado de alerta que les dificulta dormir. Un estudio de la firma Pew Research Center de 2015 reveló que alrededor de 83% de las personas de 18 a 29 años duerme con sus teléfonos a una corta distancia de su cama, lo que altera los niveles de melatonina. Según expertos, cada vez más niños y adultos reportan problemas de sueño. De hecho, en la Clínica de Sueño de la Universidad de Stanford, una de las más longevas y prestigiosas a escala global, alrededor de 20% de los pacientes son niños.
Pero la exposición a las pantallas y a la luz artificial no lo es todo. Los especialistas coinciden en que se trata de un tema de significación alrededor de por qué dormimos. Se asoció la idea de progreso con productividad, bajo el esquema de “hacer, hacer, hacer”, lo que sólo es posible cuando estamos despiertos y tenemos control sobre las acciones. Dormir, por el contrario, se vincula con pasividad, incluso con holgazanería, algo que, según la lógica del mercado, no es rentable. “Desde hace varias décadas se ha tratado el sueño como una inconveniencia, más allá de ser algo necesario”, explica en entrevista Rafael Pelayo, profesor de medicina de la Universidad de Stanford. “Hay que cambiar ese significado”.
Ése y otros temas han provocado un boom alrededor del negocio del sueño. Según la consultora McKinsey & Company, esta industria crecerá de 30 000 millones de dólares a 40 000, con incrementos anuales de alrededor de 8%. En los últimos cinco años, las clínicas y laboratorios donde se diagnostican trastornos del sueño experimentaron un crecimiento en ganancias de 4% al año y se espera que continúen con esa tasa durante los próximos cinco, según un informe de IBISWorld.
***
En 2008, James Park y Eric Friedman, fundadores de la empresa de tecnología vestible Fitbit, anunciaron el lanzamiento del primer wearable que, mediante sensores, podía monitorear los pasos que una persona daba durante el día. Después vinieron más, hasta llegar a una amplia oferta de gadgets que ya no sólo registran los pasos diarios, sino también el ritmo cardiaco y los patrones del sueño. Así comenzó a ganar terreno el segmento de tecnología denominado sleep tech, que busca poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas. Actualmente, Fitbit tiene una base de 27 millones de usuarios activos que dan cuenta de 90 millones de dispositivos conectados a escala global.
La adopción de estos dispositivos —entre smartphones, trackers de actividad y relojes inteligentes— va en incremento. Según el estudio “Consumer Awareness and Perceptions of Sleep Technology”, de Consumer Electronics Association, coproducido por la National Sleep Foundation, uno de cada cinco consumidores en línea indica que tiene o usa algún tipo de tecnología del sueño. Las personas de sexo masculino (57%) tienden a abrazar más rápido estas tecnologías, en contraste con 43% de las mujeres. Parece ser, dicen los especialistas, que estamos en una nueva era en la que la tecnología nos permite tener acceso a más información sobre nosotros.
Víctor Dorantes, coordinador de proyectos en una empresa de desarrollo web y asiduo seguidor de innovaciones tecnológicas, cuenta que, a raíz de un malestar de cabeza, comenzó a registrar su frecuencia cardiaca y otros indicadores en su reloj pulsera Amazfit, de Xiaomi, y a usar también una aplicación para la presión arterial. Los datos que recopiló los llevó a su médico y con ello contribuyó a dar mayor información sobre su situación.
Es cierto: las compañías de venta de colchones y almohadas, así como productos de consumo, se comportan cada vez más como empresas tecnológicas, con funciones como altavoces incorporados, configuraciones de temperatura y alarmas inteligentes que permiten a la gente personalizar su sueño. Empresas como Eve u Ooler, a su vez, están trabajando con tecnología para regular la temperatura del colchón. Este año, Ford sorprendió con el lanzamiento de un colchón inteligente con sensores de presión que detectan cuando las personas cambian de posición en la noche y, con un mecanismo, las empuja a su posición original.
Eve es una de las compañías de colchones que están diseñando funciones tecnológicas como regular la temperatura.
La empresa francesa UrgoTech, por ejemplo, lanzó una diadema portátil que, mediante sensores de EEG (electroencefalograma) y la técnica neurofeedback visual, guía a los usuarios en terapias de 20 minutos, tres veces por semana. Este dispositivo fue nominado en los CES 2019 Innovation Awards. En esa misma edición de la feria tecnológica, Phillips presentó una banda de alivio para el ronquido, un dispositivo portátil suave que se usa alrededor del pecho durante la noche y que utiliza una técnica llamada “terapia posicional” para ayudar a prevenir los ronquidos. Un pequeño sensor rastrea el sueño y envía una suave señal de vibración para moverse a una posición para dormir de lado, lo que reduce la probabilidad de roncar.
Todos estos dispositivos, dicen los especialistas, son una herramienta que no sustituye un tratamiento formal. Sin embargo, en un futuro se espera que haya una mayor colaboración entre empresas tecnológicas e institutos de investigación para crear soluciones en beneficio del paciente. Fitbit cuenta con una de las bases de datos más grandes sobre registros de actividad física: alrededor de 9 trillones de minutos de frecuencia cardiaca registrados y 417 billones de ejercicio, según cifras oficiales. Lo que busca ahora la compañía, explica Ricardo Martiarena, director de marketing de Latinoamérica de Fitbit, es hacer un cruce de datos que han recopilado, para generar información que pueda ayudar a detectar o dar seguimiento a algunas condiciones médicas, como el cáncer. De 2012 a 2017, científicos han publicado 457 estudios que utilizan datos de dispositivos Fitbit. “Creemos que este tipo de herramientas pueden ayudar mucho en la prevención y en el empoderamiento del paciente con información”, señala Martiarena.
El 15 de marzo de 2007, se celebró por primera vez el Día Mundial del Sueño. En los últimos tres años, el hashtag #WorldSleepDay se ha convertido en trending topic global, con numerosas notas y recomendaciones para una mejor calidad de sueño. Poco a poco, el mundo despierta y cobra conciencia sobre la importancia de dormir. En Estados Unidos cada vez más escuelas están retrasando los horarios de entrada de niños y adolescentes a clases, después de que la Academia Americana de Pediatría comprobara que entrar antes de las 8:30 a.m. alteraba sus ciclos de sueño.
“Soy optimista en cuanto a que la creciente literatura e información sobre la importancia del sueño ayudará a que más personas sepan que no es una inconveniencia, es una cuestión de bienestar”, concluye Pelayo, investigador y profesor de la Clínica de Sueño en Stanford.
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En busca de poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas.
Cuando Arianna Huffington despertó, estaba internada en el hospital con un pómulo roto y cinco puntos de sutura en el ojo derecho. Horas antes, su hermana la había encontrado sobre el suelo de su oficina, en medio de un charco de sangre. Era abril de 2007 y la poderosa empresaria y cofundadora del sitio The Huffington Post había sufrido un colapso por agotamiento físico y mental. Esto era una llamada de atención; y es que sus jornadas laborales ascendían a más de dieciocho horas, los siete días de la semana. Todo era, pensaba, en nombre de la productividad. Tras ese episodio, renunció a la dirección del Huffington, escribió dos libros y fundó la plataforma Thrive Global como parte de una cruzada para defender la importancia del sueño en un mundo que exige devoción total al trabajo como indicador de éxito.
Éste no es un caso aislado. El estrés, los malos hábitos y la creciente dependencia a las pantallas ha provocado una emergente generación de personas enfermas, al borde del colapso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios expertos han denominado a estos problemas para conciliar el sueño como una “epidemia global”. No dormir bien es un problema que no respeta edad ni fronteras. Mientras que en 1942 dormir ocho horas era la regla (que es también la cantidad de sueño recomendada por especialistas), hoy la media es de 6.8 horas.
Según la National Health Interview Survey, realizada en Estados Unidos, el porcentaje de personas que duermen menos de seis horas por noche se elevó de 22%, en 1985, a 29% en 2012. En 2016, un estudio de Rand Corporation estimó que la falta de sueño le cuesta a la economía de Estados Unidos alrededor de 441 000 millones de dólares.
Los efectos negativos alrededor de la falta de sueño son ampliamente conocidos: puede comenzar con dificultad para concentrarse y tomar decisiones, sentirse somnoliento durante el día hasta afectar directamente la salud con enfermedades como presión arterial alta, diabetes, problemas del corazón y obesidad.
Las investigaciones de cómo duermen las personas cobraron relevancia desde mediados del siglo pasado, cuando se descubrió que la melatonina es la hormona responsable de regular los ciclos de sueño de las personas y que se activa cuando hay oscuridad. Se ha comprobado que nuestra creciente exposición a la luz artificial, pero sobre todo a las pantallas (llámense televisores, celulares, tabletas y demás), tiene una relación directa con la mala calidad de sueño de sus usuarios.
Para Rafael Jiménez Correa, investigador de trastornos del sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos dispositivos emiten “ondas de luz azul” que hacen que las personas estén en un estado de alerta que les dificulta dormir. Un estudio de la firma Pew Research Center de 2015 reveló que alrededor de 83% de las personas de 18 a 29 años duerme con sus teléfonos a una corta distancia de su cama, lo que altera los niveles de melatonina. Según expertos, cada vez más niños y adultos reportan problemas de sueño. De hecho, en la Clínica de Sueño de la Universidad de Stanford, una de las más longevas y prestigiosas a escala global, alrededor de 20% de los pacientes son niños.
Pero la exposición a las pantallas y a la luz artificial no lo es todo. Los especialistas coinciden en que se trata de un tema de significación alrededor de por qué dormimos. Se asoció la idea de progreso con productividad, bajo el esquema de “hacer, hacer, hacer”, lo que sólo es posible cuando estamos despiertos y tenemos control sobre las acciones. Dormir, por el contrario, se vincula con pasividad, incluso con holgazanería, algo que, según la lógica del mercado, no es rentable. “Desde hace varias décadas se ha tratado el sueño como una inconveniencia, más allá de ser algo necesario”, explica en entrevista Rafael Pelayo, profesor de medicina de la Universidad de Stanford. “Hay que cambiar ese significado”.
Ése y otros temas han provocado un boom alrededor del negocio del sueño. Según la consultora McKinsey & Company, esta industria crecerá de 30 000 millones de dólares a 40 000, con incrementos anuales de alrededor de 8%. En los últimos cinco años, las clínicas y laboratorios donde se diagnostican trastornos del sueño experimentaron un crecimiento en ganancias de 4% al año y se espera que continúen con esa tasa durante los próximos cinco, según un informe de IBISWorld.
***
En 2008, James Park y Eric Friedman, fundadores de la empresa de tecnología vestible Fitbit, anunciaron el lanzamiento del primer wearable que, mediante sensores, podía monitorear los pasos que una persona daba durante el día. Después vinieron más, hasta llegar a una amplia oferta de gadgets que ya no sólo registran los pasos diarios, sino también el ritmo cardiaco y los patrones del sueño. Así comenzó a ganar terreno el segmento de tecnología denominado sleep tech, que busca poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas. Actualmente, Fitbit tiene una base de 27 millones de usuarios activos que dan cuenta de 90 millones de dispositivos conectados a escala global.
La adopción de estos dispositivos —entre smartphones, trackers de actividad y relojes inteligentes— va en incremento. Según el estudio “Consumer Awareness and Perceptions of Sleep Technology”, de Consumer Electronics Association, coproducido por la National Sleep Foundation, uno de cada cinco consumidores en línea indica que tiene o usa algún tipo de tecnología del sueño. Las personas de sexo masculino (57%) tienden a abrazar más rápido estas tecnologías, en contraste con 43% de las mujeres. Parece ser, dicen los especialistas, que estamos en una nueva era en la que la tecnología nos permite tener acceso a más información sobre nosotros.
Víctor Dorantes, coordinador de proyectos en una empresa de desarrollo web y asiduo seguidor de innovaciones tecnológicas, cuenta que, a raíz de un malestar de cabeza, comenzó a registrar su frecuencia cardiaca y otros indicadores en su reloj pulsera Amazfit, de Xiaomi, y a usar también una aplicación para la presión arterial. Los datos que recopiló los llevó a su médico y con ello contribuyó a dar mayor información sobre su situación.
Es cierto: las compañías de venta de colchones y almohadas, así como productos de consumo, se comportan cada vez más como empresas tecnológicas, con funciones como altavoces incorporados, configuraciones de temperatura y alarmas inteligentes que permiten a la gente personalizar su sueño. Empresas como Eve u Ooler, a su vez, están trabajando con tecnología para regular la temperatura del colchón. Este año, Ford sorprendió con el lanzamiento de un colchón inteligente con sensores de presión que detectan cuando las personas cambian de posición en la noche y, con un mecanismo, las empuja a su posición original.
Eve es una de las compañías de colchones que están diseñando funciones tecnológicas como regular la temperatura.
La empresa francesa UrgoTech, por ejemplo, lanzó una diadema portátil que, mediante sensores de EEG (electroencefalograma) y la técnica neurofeedback visual, guía a los usuarios en terapias de 20 minutos, tres veces por semana. Este dispositivo fue nominado en los CES 2019 Innovation Awards. En esa misma edición de la feria tecnológica, Phillips presentó una banda de alivio para el ronquido, un dispositivo portátil suave que se usa alrededor del pecho durante la noche y que utiliza una técnica llamada “terapia posicional” para ayudar a prevenir los ronquidos. Un pequeño sensor rastrea el sueño y envía una suave señal de vibración para moverse a una posición para dormir de lado, lo que reduce la probabilidad de roncar.
Todos estos dispositivos, dicen los especialistas, son una herramienta que no sustituye un tratamiento formal. Sin embargo, en un futuro se espera que haya una mayor colaboración entre empresas tecnológicas e institutos de investigación para crear soluciones en beneficio del paciente. Fitbit cuenta con una de las bases de datos más grandes sobre registros de actividad física: alrededor de 9 trillones de minutos de frecuencia cardiaca registrados y 417 billones de ejercicio, según cifras oficiales. Lo que busca ahora la compañía, explica Ricardo Martiarena, director de marketing de Latinoamérica de Fitbit, es hacer un cruce de datos que han recopilado, para generar información que pueda ayudar a detectar o dar seguimiento a algunas condiciones médicas, como el cáncer. De 2012 a 2017, científicos han publicado 457 estudios que utilizan datos de dispositivos Fitbit. “Creemos que este tipo de herramientas pueden ayudar mucho en la prevención y en el empoderamiento del paciente con información”, señala Martiarena.
El 15 de marzo de 2007, se celebró por primera vez el Día Mundial del Sueño. En los últimos tres años, el hashtag #WorldSleepDay se ha convertido en trending topic global, con numerosas notas y recomendaciones para una mejor calidad de sueño. Poco a poco, el mundo despierta y cobra conciencia sobre la importancia de dormir. En Estados Unidos cada vez más escuelas están retrasando los horarios de entrada de niños y adolescentes a clases, después de que la Academia Americana de Pediatría comprobara que entrar antes de las 8:30 a.m. alteraba sus ciclos de sueño.
“Soy optimista en cuanto a que la creciente literatura e información sobre la importancia del sueño ayudará a que más personas sepan que no es una inconveniencia, es una cuestión de bienestar”, concluye Pelayo, investigador y profesor de la Clínica de Sueño en Stanford.
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Cuando Arianna Huffington despertó, estaba internada en el hospital con un pómulo roto y cinco puntos de sutura en el ojo derecho. Horas antes, su hermana la había encontrado sobre el suelo de su oficina, en medio de un charco de sangre. Era abril de 2007 y la poderosa empresaria y cofundadora del sitio The Huffington Post había sufrido un colapso por agotamiento físico y mental. Esto era una llamada de atención; y es que sus jornadas laborales ascendían a más de dieciocho horas, los siete días de la semana. Todo era, pensaba, en nombre de la productividad. Tras ese episodio, renunció a la dirección del Huffington, escribió dos libros y fundó la plataforma Thrive Global como parte de una cruzada para defender la importancia del sueño en un mundo que exige devoción total al trabajo como indicador de éxito.
Éste no es un caso aislado. El estrés, los malos hábitos y la creciente dependencia a las pantallas ha provocado una emergente generación de personas enfermas, al borde del colapso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varios expertos han denominado a estos problemas para conciliar el sueño como una “epidemia global”. No dormir bien es un problema que no respeta edad ni fronteras. Mientras que en 1942 dormir ocho horas era la regla (que es también la cantidad de sueño recomendada por especialistas), hoy la media es de 6.8 horas.
Según la National Health Interview Survey, realizada en Estados Unidos, el porcentaje de personas que duermen menos de seis horas por noche se elevó de 22%, en 1985, a 29% en 2012. En 2016, un estudio de Rand Corporation estimó que la falta de sueño le cuesta a la economía de Estados Unidos alrededor de 441 000 millones de dólares.
Los efectos negativos alrededor de la falta de sueño son ampliamente conocidos: puede comenzar con dificultad para concentrarse y tomar decisiones, sentirse somnoliento durante el día hasta afectar directamente la salud con enfermedades como presión arterial alta, diabetes, problemas del corazón y obesidad.
Las investigaciones de cómo duermen las personas cobraron relevancia desde mediados del siglo pasado, cuando se descubrió que la melatonina es la hormona responsable de regular los ciclos de sueño de las personas y que se activa cuando hay oscuridad. Se ha comprobado que nuestra creciente exposición a la luz artificial, pero sobre todo a las pantallas (llámense televisores, celulares, tabletas y demás), tiene una relación directa con la mala calidad de sueño de sus usuarios.
Para Rafael Jiménez Correa, investigador de trastornos del sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM, estos dispositivos emiten “ondas de luz azul” que hacen que las personas estén en un estado de alerta que les dificulta dormir. Un estudio de la firma Pew Research Center de 2015 reveló que alrededor de 83% de las personas de 18 a 29 años duerme con sus teléfonos a una corta distancia de su cama, lo que altera los niveles de melatonina. Según expertos, cada vez más niños y adultos reportan problemas de sueño. De hecho, en la Clínica de Sueño de la Universidad de Stanford, una de las más longevas y prestigiosas a escala global, alrededor de 20% de los pacientes son niños.
Pero la exposición a las pantallas y a la luz artificial no lo es todo. Los especialistas coinciden en que se trata de un tema de significación alrededor de por qué dormimos. Se asoció la idea de progreso con productividad, bajo el esquema de “hacer, hacer, hacer”, lo que sólo es posible cuando estamos despiertos y tenemos control sobre las acciones. Dormir, por el contrario, se vincula con pasividad, incluso con holgazanería, algo que, según la lógica del mercado, no es rentable. “Desde hace varias décadas se ha tratado el sueño como una inconveniencia, más allá de ser algo necesario”, explica en entrevista Rafael Pelayo, profesor de medicina de la Universidad de Stanford. “Hay que cambiar ese significado”.
Ése y otros temas han provocado un boom alrededor del negocio del sueño. Según la consultora McKinsey & Company, esta industria crecerá de 30 000 millones de dólares a 40 000, con incrementos anuales de alrededor de 8%. En los últimos cinco años, las clínicas y laboratorios donde se diagnostican trastornos del sueño experimentaron un crecimiento en ganancias de 4% al año y se espera que continúen con esa tasa durante los próximos cinco, según un informe de IBISWorld.
***
En 2008, James Park y Eric Friedman, fundadores de la empresa de tecnología vestible Fitbit, anunciaron el lanzamiento del primer wearable que, mediante sensores, podía monitorear los pasos que una persona daba durante el día. Después vinieron más, hasta llegar a una amplia oferta de gadgets que ya no sólo registran los pasos diarios, sino también el ritmo cardiaco y los patrones del sueño. Así comenzó a ganar terreno el segmento de tecnología denominado sleep tech, que busca poner la tecnología al servicio del bienestar de las personas. Actualmente, Fitbit tiene una base de 27 millones de usuarios activos que dan cuenta de 90 millones de dispositivos conectados a escala global.
La adopción de estos dispositivos —entre smartphones, trackers de actividad y relojes inteligentes— va en incremento. Según el estudio “Consumer Awareness and Perceptions of Sleep Technology”, de Consumer Electronics Association, coproducido por la National Sleep Foundation, uno de cada cinco consumidores en línea indica que tiene o usa algún tipo de tecnología del sueño. Las personas de sexo masculino (57%) tienden a abrazar más rápido estas tecnologías, en contraste con 43% de las mujeres. Parece ser, dicen los especialistas, que estamos en una nueva era en la que la tecnología nos permite tener acceso a más información sobre nosotros.
Víctor Dorantes, coordinador de proyectos en una empresa de desarrollo web y asiduo seguidor de innovaciones tecnológicas, cuenta que, a raíz de un malestar de cabeza, comenzó a registrar su frecuencia cardiaca y otros indicadores en su reloj pulsera Amazfit, de Xiaomi, y a usar también una aplicación para la presión arterial. Los datos que recopiló los llevó a su médico y con ello contribuyó a dar mayor información sobre su situación.
Es cierto: las compañías de venta de colchones y almohadas, así como productos de consumo, se comportan cada vez más como empresas tecnológicas, con funciones como altavoces incorporados, configuraciones de temperatura y alarmas inteligentes que permiten a la gente personalizar su sueño. Empresas como Eve u Ooler, a su vez, están trabajando con tecnología para regular la temperatura del colchón. Este año, Ford sorprendió con el lanzamiento de un colchón inteligente con sensores de presión que detectan cuando las personas cambian de posición en la noche y, con un mecanismo, las empuja a su posición original.
Eve es una de las compañías de colchones que están diseñando funciones tecnológicas como regular la temperatura.
La empresa francesa UrgoTech, por ejemplo, lanzó una diadema portátil que, mediante sensores de EEG (electroencefalograma) y la técnica neurofeedback visual, guía a los usuarios en terapias de 20 minutos, tres veces por semana. Este dispositivo fue nominado en los CES 2019 Innovation Awards. En esa misma edición de la feria tecnológica, Phillips presentó una banda de alivio para el ronquido, un dispositivo portátil suave que se usa alrededor del pecho durante la noche y que utiliza una técnica llamada “terapia posicional” para ayudar a prevenir los ronquidos. Un pequeño sensor rastrea el sueño y envía una suave señal de vibración para moverse a una posición para dormir de lado, lo que reduce la probabilidad de roncar.
Todos estos dispositivos, dicen los especialistas, son una herramienta que no sustituye un tratamiento formal. Sin embargo, en un futuro se espera que haya una mayor colaboración entre empresas tecnológicas e institutos de investigación para crear soluciones en beneficio del paciente. Fitbit cuenta con una de las bases de datos más grandes sobre registros de actividad física: alrededor de 9 trillones de minutos de frecuencia cardiaca registrados y 417 billones de ejercicio, según cifras oficiales. Lo que busca ahora la compañía, explica Ricardo Martiarena, director de marketing de Latinoamérica de Fitbit, es hacer un cruce de datos que han recopilado, para generar información que pueda ayudar a detectar o dar seguimiento a algunas condiciones médicas, como el cáncer. De 2012 a 2017, científicos han publicado 457 estudios que utilizan datos de dispositivos Fitbit. “Creemos que este tipo de herramientas pueden ayudar mucho en la prevención y en el empoderamiento del paciente con información”, señala Martiarena.
El 15 de marzo de 2007, se celebró por primera vez el Día Mundial del Sueño. En los últimos tres años, el hashtag #WorldSleepDay se ha convertido en trending topic global, con numerosas notas y recomendaciones para una mejor calidad de sueño. Poco a poco, el mundo despierta y cobra conciencia sobre la importancia de dormir. En Estados Unidos cada vez más escuelas están retrasando los horarios de entrada de niños y adolescentes a clases, después de que la Academia Americana de Pediatría comprobara que entrar antes de las 8:30 a.m. alteraba sus ciclos de sueño.
“Soy optimista en cuanto a que la creciente literatura e información sobre la importancia del sueño ayudará a que más personas sepan que no es una inconveniencia, es una cuestión de bienestar”, concluye Pelayo, investigador y profesor de la Clínica de Sueño en Stanford.
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