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Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

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Ilustración de
Traducción de
Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout via REUTERS. El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019.
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Tiempo de Lectura: 00 min

Uno de los casos judiciales más escandalosos se ha destapado por completo. Miles de documentos revelan la red que el multimillonario Jeffrey Epstein logró tejer para abusar y traficar a decenas de mujeres. Hombres poderosos están involucrados en el caso, pero no tantos como se ha dado a conocer.

“Maureen, mis correos electrónicos han sido hackeados. He pedido ayuda a los rusos y ellos vienen en mi ayuda. ¡¡¡Gracias a Dios por Anonymous!!! Me aseguraré de que todos vayan tras las rejas. Ya les envié todo lo que necesito, así que, si la CIA quiere hackear mis correos, llegaron demasiado tarde.”

Era 22 de octubre del 2016, a las 16:52 horas, cuando Sarah Ransome, una mujer elegante, de pelo negro como el carbón y con un ligero acento difícil de identificar, le escribió estas líneas en un correo electrónico a la periodista Maureen Callahan, conocida por libros que relatan grandes escándalos como el consumo de drogas en la industria de la moda.

“También tengo numerosos dispositivos, con sistemas que no se pueden hackear y tengo material de archivo en todas partes de Europa ansiando ser liberados. De nuevo, gracias por tu ayuda. Espero que te vayas a dormir y tengas una buena noche preguntándote ¿dónde acabarás después de que toda esta vida termine?”

Cuando Sarah escribió este correo a Callahan, habían pasado diez años desde que logró escapar de una de las redes de trata de personas más escandalosas de los últimos años: la que fundó y operó un hombre llamado Jeffrey Epstein, un multimillonario emanado de Wall Street, famoso por organizar bacanales con personajes poderosos como Bill Clinton, el príncipe Andrés del Reino Unido y Richard Branson —en contubernio con su pareja, una socialité inglesa, Ghislaine Noelle Marion Maxwell—. Siete años después, y con el conveniente suicidio de Epstein en prisión (el 10 de agosto de 2019), tal vez la paranoia de Sarah no era injustificada. Hay que admitirlo: a veces es difícil no creer en una teoría de la conspiración alrededor del caso, sobre todo después de leer los titulares de la prensa en todo el mundo.

Sarah Ransome sale del tribunal en el primer día del juicio de Ghislaine Maxwell en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 29 de noviembre de 2021. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Sarah, una joven nacida en Sudáfrica, fue reclutada cuando tenía apenas veintidós años. En sus memorias, Silenced No More: Surviving my Journey to Hell and Back (2021), cuenta que fue hija de una mujer alcohólica y abusada sexualmente por el novio de su madre a los once años. En sus declaraciones ante el tribunal de la Corte del Distrito Sur de Nueva York en 2017, contó que llegó a esa ciudad en septiembre de 2006, e intentó tener una carrera en el mundo del modelaje. No lo logró: “Aparentemente estaba demasiado gorda”.

A Jeffrey Epstein lo conoció en una discoteca local. El magnate rápidamente la embaucó. De hecho, tenía mucha experiencia. Al menos desde 1999, había reclutado decenas de chicas con la misma mentira perversa. Le prometió que pagaría sus estudios en el Fashion Institute of Technology, una prestigiosa academia de moda en Nueva York. La realidad es que, en lugar de enviarla al instituto desde la primera vez que la invitó a su casa, la violó ahí mismo. La mayoría de los abusos sexuales ocurrieron en su mansión de Little Saint James, en las islas Vírgenes. Sarah cuenta que intentó escapar de la isla, pero había muchos tiburones alrededor. Sin embargo, en mayo de 2007, cuando Epstein la mandó de regreso a Nueva York, logró escapar.

El año en que Sarah escapó, Jeffrey Epstein fue oficialmente acusado ante la Fiscalía de Florida, luego de una denuncia telefónica realizada en 2005 a la policía de Palm Beach. La persona que había llamado aseguraba que el magnate había secuestrado a una niña de catorce años. Las autoridades federales tardaron dos años en levantar cargos en su contra, a pesar de que la policía había localizado a 39 víctimas más. Él se declaró inocente y, con ayuda de su amigo Alan Dershowitz, un reconocido abogado y catedrático de la Universidad Harvard, evitó ir a la cárcel por unos años.

El correo electrónico que Sarah enviaría diez años después a Maureen Callahan, es solo uno de varios mails donde revela que Jeffrey Epstein grabó a expresidentes y príncipes teniendo relaciones sexuales con jovencitas. También es uno de los documentos que la Corte del Distrito Sur de Nueva York decidió desclasificar, a finales de diciembre del 2023. Es parte de un gran sumario, de un proceso judicial que inició el 21 de septiembre de 2015 en contra de Ghislaine Maxwell, la novia y cómplice del multimillonario. De hecho, fue el mismo Dershowitz —el exabogado de Epstein y después señalado como uno de los abusadores sexuales de la red— quien pidió abrir estos documentos para demostrar que Sarah mentía.

Gracias a esta desclasificación podemos saber que Dershowitz dijo a un juez desde 2017 que “[abrirlos] sería un antídoto necesario contra las declaraciones erróneas de la señora Ransome porque demuestran que ella carece de credibilidad”. Quiso retratarla como una conspiranoica. Sin embargo, al leer los mails donde ella repite constantemente la palabra “terror” y los relatos de cómo la pareja conformada por Hillary y Bill Clinton amedrentaron a otra de las chicas prostituidas por Epstein —enviándole agentes especiales y obligándolas a firmar un acuerdo de confidencialidad —, queda la sensación de que Sarah temía que la poderosa red de trata la alcanzara. Su respuesta fue contactar a una gran cantidad de personas para intentar protegerse.

“Todavía me desconcierta cómo Epstein siempre parecía saber dónde estaba si no aparecía… Cuando mi amiga tuvo relaciones sexuales con Clinton, con el príncipe Andrés y Richard Branson de hecho, las cintas fueron filmadas en cada ocasión por Jeffrey … Estaré más que dispuesta a jurar y testificar ante el tribunal sobre estas cintas sexuales. Te romperán el corazón en un millón de pequeños pedazos, Maureen, cuando veas estas imágenes”, escribió.

Después de enviar el correo con el que empieza esta historia, en 2016, Sarah envió a la periodista otro correo que más bien fue una despedida definitiva:

“He hablado extensamente con mi familia esta mañana y me gustaría retractarme de todo. No debería haberme comunicado contigo y lamento haberte hecho perder el tiempo. No vale la pena presentarse [públicamente] porque nunca seré escuchada de todos modos y solo sucederán cosas malas. Simplemente creará dolor para mi familia, para mí y para ellos, y ya me han ayudado a recoger los pedazos una vez y no puedo pedirles que lo hagan de nuevo. Saludos, Sarah”.

Una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein es fotografiada en el distrito de Manhattan de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Algunos medios como The New Yorker describieron a Sarah como una “víctima imperfecta", ya que no aportó los videos que respaldaran los dichos de los correos. Según la periodista Connie Bruck en un artículo de 2019, Sarah nunca tuvo las cintas sexuales y aseguró poseerlas para protegerse de Epstein. Hasta el día de hoy, nadie ha presentado un video como prueba.

Gatopardo revisó todas las páginas de los archivos desclasificados y encontró que la letanía de nombres que los medios de comunicación y las redes sociales han expuesto como integrantes de la red de trata de personas, no se sustenta en ningún documento. Sí, Epstein era amigo de ricos y poderosos, pero ni Leonardo DiCaprio, Lady Gaga o Justin Bieber han sido acusados por las sobrevivientes de haber participado en los abusos que sufrieron, o siquiera de ser cómplices de los delitos. Estos nombres han opacado lo que importa: los cientos de hojas con testimonios que finalmente se abrieron al público, sin tachaduras, sin reservas, y que revelan más detalles de cómo un pederasta millonario logró mantener una red de tráfico sexual, que reclutó a decenas de mujeres jóvenes para satisfacer sus deseos sexuales y los de sus amigos.

También puede interesarte: "Ellas hablan: los abusos a mujeres dentro de los Legionarios de Cristo".

El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

Historia de una conspiración

Para entender los archivos desclasificados es necesario regresar al año 2005, cuando una mujer que contactó al Departamento de Policía de Palm Beach, en Florida, aseguró que otra mujer había llevado a su hijastra de catorce años a la mansión de un señor llamado Jeffrey Epstein a que le diera un masaje. Fue entonces que la policía local inició una investigación y solicitó el apoyo del Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Ahora los documentos permiten leer extractos de los reportes policiales elaborados tras la denuncia, luego de catear la casa de Epstein. “En el armario del dormitorio noreste encontré juguetes sexuales para adultos llamados Twin Torpedo. También se encontraron jabones elaborados con forma de pene y vagina”, dice uno de los documentos.

El caso llegó hasta la Fiscalía del Distrito Sur de Florida, una instancia federal. Pero Jeffrey Epstein fue afortunado: el fiscal Alexander Acosta, amigo de su amigo Donald Trump, llevó su caso. En 2008 Acosta le ofreció un acuerdo de culpabilidad que le otorgaba inmunidad a él y a sus cómplices. A cambio, Epstein aceptó un cargo por prostitución, trece meses de cárcel y ser inscrito en el registro federal de delincuentes sexuales. Entonces se cerraron los archivos e incluso ocultaron los términos del acuerdo a las víctimas.

Para 2019 su mentira era insostenible y, finalmente, fue acusado en Nueva York de tráfico sexual y conspiración para traficar menores con fines sexuales. Sin embargo, unas semanas después de haber sido detenido, fue encontrado muerto en su celda. Las autoridades reportaron que se trató de un suicidio. Entonces se revelaron detalles que dieron rienda suelta a todas las teorías de conspiración posibles. Esa noche, los guardias que debían vigilarlo cada media hora no lo hicieron, porque estuvieron mandando mensajes desde sus teléfonos. No podían investigar si alguien entró a la celda de Epstein, si le entregaron algo o había ocurrido cualquier cosa fuera de lo común, pues las cámaras de seguridad fueron borradas por error.

La antigua casa de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en la isla de Little St. James, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

“Fue demasiado conveniente el suicidio”, dijo el mismísimo acalde de Nueva York, Bill de Blasio. “Ya no puede incriminar a otros”, siguió infiriendo en más declaraciones con la prensa. Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos, compartió en Twitter teorías conspirativas que acusaban a la familia Clinton de su muerte. Desde entonces el festín amarillista de la prensa no ha parado: “¿Lo mató Trump o lo mataron los Clinton?”, decía el periódico El Mundo en una nota. “Trump again boosts a baseless conspiracy theory, this one about Jeffrey Epstein”, decía el portal Vox.

Fuera de las teorías conspirativas que se esparcieron con la muerte de Epstein, en tribunales el caso recayó sobre una sola persona: Ghislaine Maxwell, su novia y cómplice. Es uno de esos tres procesos judiciales que se han hecho públicos en contra de ella, el que hoy ha revelado los documentos desclasificados que, de hecho, no son nuevos. La mayoría tuvieron origen entre 2016 y 2017, solo que habían sido clasificados como confidenciales por el primer juez del caso, Robert W. Sweet.

Los documentos son parte de la demanda que interpuso una de las víctimas, una mujer de nombre Virginia Giuffre. Ella fue reclutada por Ghislaine Maxwell cuando trabajaba en un complejo propiedad de Donald Trump, en Florida. En 1999 se llamaba Virginia Roberts y solo tenía diecisiete años, aunque sus pecas en la nariz la hacían parecer menor. Virginia declaró que entre 1999 y 2002, Jeffrey Epstein abusó sexualmente de ella en sus mansiones en Florida y Nueva York. Es una de las dieciséis mujeres que testificaron en contra de él, intentando que el magnate pagara sus delitos. Antes de que Epstein muriera en su celda, ella ya había emprendido una demanda también en contra de Ghislaine Maxwell.

Todo empezó porque Virginia constituyó una organización llamada Victims Refuse Silence Inc., que luchaba contra el abuso sexual y la trata de personas. Según los archivos judiciales, Virginia aseguró que Maxwell “emprendió una campaña concertada y maliciosa” a través de la prensa y su publirrelacionista para acusarla de mentirosa.

Desde 2015 la demanda lleva 1 337 movimientos que incluyen declaraciones, peticiones, contraargumentos y presentación de evidencias como correos, interrogatorios y fotografías. Durante estos años, Maxwell y sus abogados han refutado todas las pruebas que Virginia ha aportado, intentando desacreditarla. Ha sido un juicio interminable donde aún no hay sentencia. Sin embargo, tanto Virginia como el Miami Herald presentaron distintos recursos, entre ellos la impugnación del cierre de los archivos. El 18 de diciembre de 2023, la jueza Loretta A. Preska decidió que era momento de abrir los documentos presentados en audiencias de años pasados, con excepción de los que, probablemente, significaran un riesgo de seguridad para las víctimas.

Virginia Roberts sostiene una foto de sí misma a los 16 años, cuando dice que el multimillonario de Palm Beach Jeffrey Epstein comenzó a abusar sexualmente de ella. Fotografía de Emily Michot/REUTERS
El nombre del presidente Clinton aparece en una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein. Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020.

¿Quiénes son los famosos en la lista de Jeffrey Epstein?

Algunos de estos registros han sido divulgados en otros casos judiciales, la novedad es que algunos de ellos dejaron de tener tachones y reservas de privacidad. Destacan los correos electrónicos que intercambian Maxwell y Jeffrey Epstein durante los primeros años de la acusación de Virginia. Pueden leerse las preocupaciones de ambos, y las estrategias que intentaron implementar para desacreditarla. También hay transcripciones que, incluso antes de ser abiertas en su totalidad, los usuarios en redes sociales empezaron a regarlas como pólvora, y circularon versiones de supuestas listas con nombres de personajes de Hollywood que aparecerían como parte del juicio.

Prueba 122-4,
10 de enero del 2015

“¡Aparentemente incluso decir que Virginia es una mentirosa tiene peligro! Nunca he estado en un proceso penal o civil y quiero que siga así”, escribió Maxwell a sus abogados y a su agente de relaciones públicas.

Prueba 180-1,
12 de enero del 2015

“Puedes otorgar una recompensa a cualquiera de los amigos de Virginia que conozcan a la familia y que se presenten y ayuden a probar [su mentira]. Las acusaciones son falsas, la más fuerte es la cena de Clinton y la nueva versión en las Islas Vírgenes que Steven Hawking participó en orgía de menores de edad”, escribe Epstein a Maxwell.

Las transcripciones sí revelan algunos pasajes que incluyen a personajes poderosos y famosos. Pero incluso a pesar de tener todo el contexto con la divulgación de los documentos, en redes sociales los usuarios de todo el mundo empezaron a distorsionar los hechos. En México algunos medios de comunicación titularon: “¿Hay mexicanos en la ‘lista’ de Jeffrey Epstein?" “Jeffrey Epstein: los mexicanos mencionados que aparecen en la terrorífica lista”. Al dar click se descubría el engaño, pues las notas no contienen ningún nombre ni pista sobre la participación de mexicanos. Hasta el momento no existe registro de que algún latinoamericano haya formado parte del caso.

Desde que Jeffrey Epstein fue detenido, los titulares en la prensa destacaron sus relaciones: “el multimillonario amigo de Donald Trump y Bill Clinton acusado de tráfico y abuso sexual de menores”, decían. La desclasificación de los documentos ha alborotado el mundo, las fake news van tituladas como “Madonna, Tom Hanks y Rihanna dentro de la lista del caso Epstein”, “Leonardo DiCaprio mencionado en la llamada lista de Jeffrey Epstein”.

Una de las transcripciones desclasificadas es la declaración de Johanna Sjorberg, que durante tres horas y media testificó el 27 de mayo de 2016 ante la corte de Nueva York. Puede leerse cómo fue reclutada en 2001 para dar masajes sexuales al multimillonario. Ella es quien proporciona más nombres: “Jeffrey me dijo que recibía tres masajes al día porque necesitaba tener tres orgasmos al día. Era biológico, como comer”, transcribió la mecanógrafa que estuvo presente ese día.

También dejó expuesto al príncipe Andrés de York, hijo de Elizabeth II. “Ghislaine me dijo que fuera arriba, entramos en un armario y sacamos un títere, era la caricatura del príncipe Andrés. Y ella lo llevó abajo y se lo enseñó, fue una broma genial porque al parecer era de una producción de la BBC.  Decidieron tomar una foto con él, en el que Virginia y Andrés estaban sentados en un sofá. Pusieron el títere en nuestros regazos. Andrés puso la mano del títere en el pecho de Virginia, y Andrés puso su mano en mi seno”.

Johanna Sjorberg también mencionó al mago David Copperfield, quien en una cena con Jeffrey Epstein y tras hacer unos trucos de magia se acercó a preguntarle “si estaba consciente de que a las niñas les pagaban por encontrar otras chicas”. Al parecer fue su interrogatorio del 18 de mayo la fuente de la explosión de rumores que han reproducido los medios de espectáculos de todo el mundo, y es que los abogados la cuestionaron: “¿Conociste a Cameron Diaz? A ¿Bill Clinton? A ¿El ministro Ehud Barak de Israel?, ¿Algún presidente extranjero? ¿Ganadores del Premio Nobel? ¿Al Gore? ¿Kevin Spacey? ¿Jean Luc Brunel? ¿Marvin Minsky? ¿George Lucas?”. Las respuestas fueron todas negativas.

“¿Conociste a Cate Blanchett o Leonardo DiCaprio?”, le preguntaron, a lo que respondió que no, pero que, en algunas ocasiones, cuando masajeba a Epstein, él terminaba de hablar por teléfono y le decía: “Oh, eso fue Leonardo, o era Cate Blanchett, ¿o Bruce Willis?".

—Entonces solo era como ¿name-dropping?
— Sí.
— Entonces no conociste a Cate Blanchett ni a Leonardo DiCaprio?
—No.

De lo que se habla poco es de que la declaración de Johanna fue clave para corroborar el testimonio de Virginia, ya que en los documentos la describe en esos años como muy joven, evidentemente menor de edad, y que incluso pensó que había sido adoptada por Epstein y Maxwell.

Otro de los documentos liberados es la declaración de Virginia, la demandante. El 3 de mayo del 2016 reveló detalles explícitos de lo que Ghislaine Maxwell la obligó a hacer. Las declaraciones son crudas y no se reproducen aquí más que algunos extractos:

La hacían participar en orgías en la piscina de la isla privada del multimillonario, fue obligada a hacerle sexo oral a Ghislaine Maxwell, y obligada a prostituirse con hombres poderosos como el exsenador George Mitchell, el cazador de talentos Jean-Luc Brunel, el exgobernador de Nuevo México Bill Richardson, Alan Dershowitz, el abogado de Epstein, y con el príncipe Andrés, con quien tuvo relaciones sexuales a cambio de 15 000 dólares.

Ghislaine Maxwell, la asociada de Jeffrey Epstein acusada de tráfico sexual, durante audiencia previa al juicio antes de la selección del jurado, en la sala en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 1 de noviembre de 2021. Fotografía de Jane Rosenberg/REUTERS.

También lanzó el nombre de otra famosa, aunque no la involucró en la red. Se trata de la modelo Naomi Campbell. Su nombre aparece en uno de sus recuerdos y es que uno de los abusos sucedió saliendo de su fiesta en Francia. Esa es la única mención.

El último paquete de documentos que desclasificó la jueza fue el 8 de enero de 2024 y es, tal vez, uno de los más escandalosos, al menos para la prensa. Son las declaraciones de Sarah Ransome, la joven a la que Alan Dershowitz acusaba de conspiranoica. Es un documento de 2017 que contiene once fotografías. Ahí está Jeffrey Epstein en su cuatrimoto. Hay otras donde aparecen jóvenes rubias que posan para la cámara con Ghislaine Maxwell, en la cotidianidad de su isla. Explica que Maxwell organizaba la rotación de turnos para que las chicas subieran a su recámara a complacer a Epstein: “Hubo un par de horas en las que Jeffrey tuvo un pequeño descanso, ya sabes llamaron a una niña y luego llamaron a otra niña. Todos los días. Intentamos escondernos en diferentes [lugares]... cómo, para que no nos llamaran”, dice la transcripción. El testimonio de Sarah en la corte conmueve, explica con tanto detalle cómo Jeffrey Epstein se llevaba chicas de familias muy desfavorecidas, pobres, como ella. Les dio alojamiento, comida y dinero para el transporte, y les prometió pagar su matrícula escolar. Aunque todas ellas se dieron cuenta de que eso nunca pasaría, Sarah explica por qué se quedaron: “Entonces, si no teníamos relaciones sexuales con Jeffrey, estaríamos sin hogar y muriendo de hambre en Nueva York…”.

La desclasificación de estos testimonios ha sido muy importante para llenar los huecos que quedan en el caso de Jeffrey Epstein, y revelan detalles sobre cómo políticos que aún conducen los caminos de Estados Unidos, presuntamente, intentaron callarlas y amedrentarlas.

Y aunque hombres como Alan Dershowitz aún intentan desacreditarlas, hoy son públicos los testimonios como el de Sarah.  Aún falta que la jueza del Distrito Sur de Nueva York decida si estos testimonios son prueba irrefutable de los delitos de Epstein y Maxwell, y falle a favor de Virginia.

“Cuando mi amiga finalmente tuvo el coraje de hablar y acudió a la policía en 2008 para denunciar lo que había pasado, no hicieron nada y fue completamente humillada por el departamento de policía, donde al contar lo que había pasado con Epstein, Clinton, Branson y el Príncipe Andrés la hicieron sentir como una puta sucia y una mentirosa. Cuando luego intentó demandar a Epstein por daños y perjuicios, su abogado Alan la acosó y amenazó”, dijo Virginia.

En 2019 Sarah fue una de las mujeres que testificaron en contra de Epstein en la audiencia inicial de su juicio, y fue también uno de los testimonios más significativos. La mujer no quiso ocultar su identidad. También testificó en el juicio federal de 2022 en contra de Maxwell por cargos de tráfico sexual.

El día de la primera sentencia de Ghislaine Maxwell, Sarah estuvo sentada frente a ella. Iba recia: un vestido azul celeste que combinaba con sus ojos, un collar con una piedra blanca, zapatos de tacón rojos y los labios color carmín. A la altura de la ocasión para escuchar que, al menos, en el caso Federal, Maxwell pasaría veinte años en prisión.

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Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

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Uno de los casos judiciales más escandalosos se ha destapado por completo. Miles de documentos revelan la red que el multimillonario Jeffrey Epstein logró tejer para abusar y traficar a decenas de mujeres. Hombres poderosos están involucrados en el caso, pero no tantos como se ha dado a conocer.

“Maureen, mis correos electrónicos han sido hackeados. He pedido ayuda a los rusos y ellos vienen en mi ayuda. ¡¡¡Gracias a Dios por Anonymous!!! Me aseguraré de que todos vayan tras las rejas. Ya les envié todo lo que necesito, así que, si la CIA quiere hackear mis correos, llegaron demasiado tarde.”

Era 22 de octubre del 2016, a las 16:52 horas, cuando Sarah Ransome, una mujer elegante, de pelo negro como el carbón y con un ligero acento difícil de identificar, le escribió estas líneas en un correo electrónico a la periodista Maureen Callahan, conocida por libros que relatan grandes escándalos como el consumo de drogas en la industria de la moda.

“También tengo numerosos dispositivos, con sistemas que no se pueden hackear y tengo material de archivo en todas partes de Europa ansiando ser liberados. De nuevo, gracias por tu ayuda. Espero que te vayas a dormir y tengas una buena noche preguntándote ¿dónde acabarás después de que toda esta vida termine?”

Cuando Sarah escribió este correo a Callahan, habían pasado diez años desde que logró escapar de una de las redes de trata de personas más escandalosas de los últimos años: la que fundó y operó un hombre llamado Jeffrey Epstein, un multimillonario emanado de Wall Street, famoso por organizar bacanales con personajes poderosos como Bill Clinton, el príncipe Andrés del Reino Unido y Richard Branson —en contubernio con su pareja, una socialité inglesa, Ghislaine Noelle Marion Maxwell—. Siete años después, y con el conveniente suicidio de Epstein en prisión (el 10 de agosto de 2019), tal vez la paranoia de Sarah no era injustificada. Hay que admitirlo: a veces es difícil no creer en una teoría de la conspiración alrededor del caso, sobre todo después de leer los titulares de la prensa en todo el mundo.

Sarah Ransome sale del tribunal en el primer día del juicio de Ghislaine Maxwell en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 29 de noviembre de 2021. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Sarah, una joven nacida en Sudáfrica, fue reclutada cuando tenía apenas veintidós años. En sus memorias, Silenced No More: Surviving my Journey to Hell and Back (2021), cuenta que fue hija de una mujer alcohólica y abusada sexualmente por el novio de su madre a los once años. En sus declaraciones ante el tribunal de la Corte del Distrito Sur de Nueva York en 2017, contó que llegó a esa ciudad en septiembre de 2006, e intentó tener una carrera en el mundo del modelaje. No lo logró: “Aparentemente estaba demasiado gorda”.

A Jeffrey Epstein lo conoció en una discoteca local. El magnate rápidamente la embaucó. De hecho, tenía mucha experiencia. Al menos desde 1999, había reclutado decenas de chicas con la misma mentira perversa. Le prometió que pagaría sus estudios en el Fashion Institute of Technology, una prestigiosa academia de moda en Nueva York. La realidad es que, en lugar de enviarla al instituto desde la primera vez que la invitó a su casa, la violó ahí mismo. La mayoría de los abusos sexuales ocurrieron en su mansión de Little Saint James, en las islas Vírgenes. Sarah cuenta que intentó escapar de la isla, pero había muchos tiburones alrededor. Sin embargo, en mayo de 2007, cuando Epstein la mandó de regreso a Nueva York, logró escapar.

El año en que Sarah escapó, Jeffrey Epstein fue oficialmente acusado ante la Fiscalía de Florida, luego de una denuncia telefónica realizada en 2005 a la policía de Palm Beach. La persona que había llamado aseguraba que el magnate había secuestrado a una niña de catorce años. Las autoridades federales tardaron dos años en levantar cargos en su contra, a pesar de que la policía había localizado a 39 víctimas más. Él se declaró inocente y, con ayuda de su amigo Alan Dershowitz, un reconocido abogado y catedrático de la Universidad Harvard, evitó ir a la cárcel por unos años.

El correo electrónico que Sarah enviaría diez años después a Maureen Callahan, es solo uno de varios mails donde revela que Jeffrey Epstein grabó a expresidentes y príncipes teniendo relaciones sexuales con jovencitas. También es uno de los documentos que la Corte del Distrito Sur de Nueva York decidió desclasificar, a finales de diciembre del 2023. Es parte de un gran sumario, de un proceso judicial que inició el 21 de septiembre de 2015 en contra de Ghislaine Maxwell, la novia y cómplice del multimillonario. De hecho, fue el mismo Dershowitz —el exabogado de Epstein y después señalado como uno de los abusadores sexuales de la red— quien pidió abrir estos documentos para demostrar que Sarah mentía.

Gracias a esta desclasificación podemos saber que Dershowitz dijo a un juez desde 2017 que “[abrirlos] sería un antídoto necesario contra las declaraciones erróneas de la señora Ransome porque demuestran que ella carece de credibilidad”. Quiso retratarla como una conspiranoica. Sin embargo, al leer los mails donde ella repite constantemente la palabra “terror” y los relatos de cómo la pareja conformada por Hillary y Bill Clinton amedrentaron a otra de las chicas prostituidas por Epstein —enviándole agentes especiales y obligándolas a firmar un acuerdo de confidencialidad —, queda la sensación de que Sarah temía que la poderosa red de trata la alcanzara. Su respuesta fue contactar a una gran cantidad de personas para intentar protegerse.

“Todavía me desconcierta cómo Epstein siempre parecía saber dónde estaba si no aparecía… Cuando mi amiga tuvo relaciones sexuales con Clinton, con el príncipe Andrés y Richard Branson de hecho, las cintas fueron filmadas en cada ocasión por Jeffrey … Estaré más que dispuesta a jurar y testificar ante el tribunal sobre estas cintas sexuales. Te romperán el corazón en un millón de pequeños pedazos, Maureen, cuando veas estas imágenes”, escribió.

Después de enviar el correo con el que empieza esta historia, en 2016, Sarah envió a la periodista otro correo que más bien fue una despedida definitiva:

“He hablado extensamente con mi familia esta mañana y me gustaría retractarme de todo. No debería haberme comunicado contigo y lamento haberte hecho perder el tiempo. No vale la pena presentarse [públicamente] porque nunca seré escuchada de todos modos y solo sucederán cosas malas. Simplemente creará dolor para mi familia, para mí y para ellos, y ya me han ayudado a recoger los pedazos una vez y no puedo pedirles que lo hagan de nuevo. Saludos, Sarah”.

Una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein es fotografiada en el distrito de Manhattan de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Algunos medios como The New Yorker describieron a Sarah como una “víctima imperfecta", ya que no aportó los videos que respaldaran los dichos de los correos. Según la periodista Connie Bruck en un artículo de 2019, Sarah nunca tuvo las cintas sexuales y aseguró poseerlas para protegerse de Epstein. Hasta el día de hoy, nadie ha presentado un video como prueba.

Gatopardo revisó todas las páginas de los archivos desclasificados y encontró que la letanía de nombres que los medios de comunicación y las redes sociales han expuesto como integrantes de la red de trata de personas, no se sustenta en ningún documento. Sí, Epstein era amigo de ricos y poderosos, pero ni Leonardo DiCaprio, Lady Gaga o Justin Bieber han sido acusados por las sobrevivientes de haber participado en los abusos que sufrieron, o siquiera de ser cómplices de los delitos. Estos nombres han opacado lo que importa: los cientos de hojas con testimonios que finalmente se abrieron al público, sin tachaduras, sin reservas, y que revelan más detalles de cómo un pederasta millonario logró mantener una red de tráfico sexual, que reclutó a decenas de mujeres jóvenes para satisfacer sus deseos sexuales y los de sus amigos.

También puede interesarte: "Ellas hablan: los abusos a mujeres dentro de los Legionarios de Cristo".

El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

Historia de una conspiración

Para entender los archivos desclasificados es necesario regresar al año 2005, cuando una mujer que contactó al Departamento de Policía de Palm Beach, en Florida, aseguró que otra mujer había llevado a su hijastra de catorce años a la mansión de un señor llamado Jeffrey Epstein a que le diera un masaje. Fue entonces que la policía local inició una investigación y solicitó el apoyo del Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Ahora los documentos permiten leer extractos de los reportes policiales elaborados tras la denuncia, luego de catear la casa de Epstein. “En el armario del dormitorio noreste encontré juguetes sexuales para adultos llamados Twin Torpedo. También se encontraron jabones elaborados con forma de pene y vagina”, dice uno de los documentos.

El caso llegó hasta la Fiscalía del Distrito Sur de Florida, una instancia federal. Pero Jeffrey Epstein fue afortunado: el fiscal Alexander Acosta, amigo de su amigo Donald Trump, llevó su caso. En 2008 Acosta le ofreció un acuerdo de culpabilidad que le otorgaba inmunidad a él y a sus cómplices. A cambio, Epstein aceptó un cargo por prostitución, trece meses de cárcel y ser inscrito en el registro federal de delincuentes sexuales. Entonces se cerraron los archivos e incluso ocultaron los términos del acuerdo a las víctimas.

Para 2019 su mentira era insostenible y, finalmente, fue acusado en Nueva York de tráfico sexual y conspiración para traficar menores con fines sexuales. Sin embargo, unas semanas después de haber sido detenido, fue encontrado muerto en su celda. Las autoridades reportaron que se trató de un suicidio. Entonces se revelaron detalles que dieron rienda suelta a todas las teorías de conspiración posibles. Esa noche, los guardias que debían vigilarlo cada media hora no lo hicieron, porque estuvieron mandando mensajes desde sus teléfonos. No podían investigar si alguien entró a la celda de Epstein, si le entregaron algo o había ocurrido cualquier cosa fuera de lo común, pues las cámaras de seguridad fueron borradas por error.

La antigua casa de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en la isla de Little St. James, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

“Fue demasiado conveniente el suicidio”, dijo el mismísimo acalde de Nueva York, Bill de Blasio. “Ya no puede incriminar a otros”, siguió infiriendo en más declaraciones con la prensa. Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos, compartió en Twitter teorías conspirativas que acusaban a la familia Clinton de su muerte. Desde entonces el festín amarillista de la prensa no ha parado: “¿Lo mató Trump o lo mataron los Clinton?”, decía el periódico El Mundo en una nota. “Trump again boosts a baseless conspiracy theory, this one about Jeffrey Epstein”, decía el portal Vox.

Fuera de las teorías conspirativas que se esparcieron con la muerte de Epstein, en tribunales el caso recayó sobre una sola persona: Ghislaine Maxwell, su novia y cómplice. Es uno de esos tres procesos judiciales que se han hecho públicos en contra de ella, el que hoy ha revelado los documentos desclasificados que, de hecho, no son nuevos. La mayoría tuvieron origen entre 2016 y 2017, solo que habían sido clasificados como confidenciales por el primer juez del caso, Robert W. Sweet.

Los documentos son parte de la demanda que interpuso una de las víctimas, una mujer de nombre Virginia Giuffre. Ella fue reclutada por Ghislaine Maxwell cuando trabajaba en un complejo propiedad de Donald Trump, en Florida. En 1999 se llamaba Virginia Roberts y solo tenía diecisiete años, aunque sus pecas en la nariz la hacían parecer menor. Virginia declaró que entre 1999 y 2002, Jeffrey Epstein abusó sexualmente de ella en sus mansiones en Florida y Nueva York. Es una de las dieciséis mujeres que testificaron en contra de él, intentando que el magnate pagara sus delitos. Antes de que Epstein muriera en su celda, ella ya había emprendido una demanda también en contra de Ghislaine Maxwell.

Todo empezó porque Virginia constituyó una organización llamada Victims Refuse Silence Inc., que luchaba contra el abuso sexual y la trata de personas. Según los archivos judiciales, Virginia aseguró que Maxwell “emprendió una campaña concertada y maliciosa” a través de la prensa y su publirrelacionista para acusarla de mentirosa.

Desde 2015 la demanda lleva 1 337 movimientos que incluyen declaraciones, peticiones, contraargumentos y presentación de evidencias como correos, interrogatorios y fotografías. Durante estos años, Maxwell y sus abogados han refutado todas las pruebas que Virginia ha aportado, intentando desacreditarla. Ha sido un juicio interminable donde aún no hay sentencia. Sin embargo, tanto Virginia como el Miami Herald presentaron distintos recursos, entre ellos la impugnación del cierre de los archivos. El 18 de diciembre de 2023, la jueza Loretta A. Preska decidió que era momento de abrir los documentos presentados en audiencias de años pasados, con excepción de los que, probablemente, significaran un riesgo de seguridad para las víctimas.

Virginia Roberts sostiene una foto de sí misma a los 16 años, cuando dice que el multimillonario de Palm Beach Jeffrey Epstein comenzó a abusar sexualmente de ella. Fotografía de Emily Michot/REUTERS
El nombre del presidente Clinton aparece en una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein. Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020.

¿Quiénes son los famosos en la lista de Jeffrey Epstein?

Algunos de estos registros han sido divulgados en otros casos judiciales, la novedad es que algunos de ellos dejaron de tener tachones y reservas de privacidad. Destacan los correos electrónicos que intercambian Maxwell y Jeffrey Epstein durante los primeros años de la acusación de Virginia. Pueden leerse las preocupaciones de ambos, y las estrategias que intentaron implementar para desacreditarla. También hay transcripciones que, incluso antes de ser abiertas en su totalidad, los usuarios en redes sociales empezaron a regarlas como pólvora, y circularon versiones de supuestas listas con nombres de personajes de Hollywood que aparecerían como parte del juicio.

Prueba 122-4,
10 de enero del 2015

“¡Aparentemente incluso decir que Virginia es una mentirosa tiene peligro! Nunca he estado en un proceso penal o civil y quiero que siga así”, escribió Maxwell a sus abogados y a su agente de relaciones públicas.

Prueba 180-1,
12 de enero del 2015

“Puedes otorgar una recompensa a cualquiera de los amigos de Virginia que conozcan a la familia y que se presenten y ayuden a probar [su mentira]. Las acusaciones son falsas, la más fuerte es la cena de Clinton y la nueva versión en las Islas Vírgenes que Steven Hawking participó en orgía de menores de edad”, escribe Epstein a Maxwell.

Las transcripciones sí revelan algunos pasajes que incluyen a personajes poderosos y famosos. Pero incluso a pesar de tener todo el contexto con la divulgación de los documentos, en redes sociales los usuarios de todo el mundo empezaron a distorsionar los hechos. En México algunos medios de comunicación titularon: “¿Hay mexicanos en la ‘lista’ de Jeffrey Epstein?" “Jeffrey Epstein: los mexicanos mencionados que aparecen en la terrorífica lista”. Al dar click se descubría el engaño, pues las notas no contienen ningún nombre ni pista sobre la participación de mexicanos. Hasta el momento no existe registro de que algún latinoamericano haya formado parte del caso.

Desde que Jeffrey Epstein fue detenido, los titulares en la prensa destacaron sus relaciones: “el multimillonario amigo de Donald Trump y Bill Clinton acusado de tráfico y abuso sexual de menores”, decían. La desclasificación de los documentos ha alborotado el mundo, las fake news van tituladas como “Madonna, Tom Hanks y Rihanna dentro de la lista del caso Epstein”, “Leonardo DiCaprio mencionado en la llamada lista de Jeffrey Epstein”.

Una de las transcripciones desclasificadas es la declaración de Johanna Sjorberg, que durante tres horas y media testificó el 27 de mayo de 2016 ante la corte de Nueva York. Puede leerse cómo fue reclutada en 2001 para dar masajes sexuales al multimillonario. Ella es quien proporciona más nombres: “Jeffrey me dijo que recibía tres masajes al día porque necesitaba tener tres orgasmos al día. Era biológico, como comer”, transcribió la mecanógrafa que estuvo presente ese día.

También dejó expuesto al príncipe Andrés de York, hijo de Elizabeth II. “Ghislaine me dijo que fuera arriba, entramos en un armario y sacamos un títere, era la caricatura del príncipe Andrés. Y ella lo llevó abajo y se lo enseñó, fue una broma genial porque al parecer era de una producción de la BBC.  Decidieron tomar una foto con él, en el que Virginia y Andrés estaban sentados en un sofá. Pusieron el títere en nuestros regazos. Andrés puso la mano del títere en el pecho de Virginia, y Andrés puso su mano en mi seno”.

Johanna Sjorberg también mencionó al mago David Copperfield, quien en una cena con Jeffrey Epstein y tras hacer unos trucos de magia se acercó a preguntarle “si estaba consciente de que a las niñas les pagaban por encontrar otras chicas”. Al parecer fue su interrogatorio del 18 de mayo la fuente de la explosión de rumores que han reproducido los medios de espectáculos de todo el mundo, y es que los abogados la cuestionaron: “¿Conociste a Cameron Diaz? A ¿Bill Clinton? A ¿El ministro Ehud Barak de Israel?, ¿Algún presidente extranjero? ¿Ganadores del Premio Nobel? ¿Al Gore? ¿Kevin Spacey? ¿Jean Luc Brunel? ¿Marvin Minsky? ¿George Lucas?”. Las respuestas fueron todas negativas.

“¿Conociste a Cate Blanchett o Leonardo DiCaprio?”, le preguntaron, a lo que respondió que no, pero que, en algunas ocasiones, cuando masajeba a Epstein, él terminaba de hablar por teléfono y le decía: “Oh, eso fue Leonardo, o era Cate Blanchett, ¿o Bruce Willis?".

—Entonces solo era como ¿name-dropping?
— Sí.
— Entonces no conociste a Cate Blanchett ni a Leonardo DiCaprio?
—No.

De lo que se habla poco es de que la declaración de Johanna fue clave para corroborar el testimonio de Virginia, ya que en los documentos la describe en esos años como muy joven, evidentemente menor de edad, y que incluso pensó que había sido adoptada por Epstein y Maxwell.

Otro de los documentos liberados es la declaración de Virginia, la demandante. El 3 de mayo del 2016 reveló detalles explícitos de lo que Ghislaine Maxwell la obligó a hacer. Las declaraciones son crudas y no se reproducen aquí más que algunos extractos:

La hacían participar en orgías en la piscina de la isla privada del multimillonario, fue obligada a hacerle sexo oral a Ghislaine Maxwell, y obligada a prostituirse con hombres poderosos como el exsenador George Mitchell, el cazador de talentos Jean-Luc Brunel, el exgobernador de Nuevo México Bill Richardson, Alan Dershowitz, el abogado de Epstein, y con el príncipe Andrés, con quien tuvo relaciones sexuales a cambio de 15 000 dólares.

Ghislaine Maxwell, la asociada de Jeffrey Epstein acusada de tráfico sexual, durante audiencia previa al juicio antes de la selección del jurado, en la sala en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 1 de noviembre de 2021. Fotografía de Jane Rosenberg/REUTERS.

También lanzó el nombre de otra famosa, aunque no la involucró en la red. Se trata de la modelo Naomi Campbell. Su nombre aparece en uno de sus recuerdos y es que uno de los abusos sucedió saliendo de su fiesta en Francia. Esa es la única mención.

El último paquete de documentos que desclasificó la jueza fue el 8 de enero de 2024 y es, tal vez, uno de los más escandalosos, al menos para la prensa. Son las declaraciones de Sarah Ransome, la joven a la que Alan Dershowitz acusaba de conspiranoica. Es un documento de 2017 que contiene once fotografías. Ahí está Jeffrey Epstein en su cuatrimoto. Hay otras donde aparecen jóvenes rubias que posan para la cámara con Ghislaine Maxwell, en la cotidianidad de su isla. Explica que Maxwell organizaba la rotación de turnos para que las chicas subieran a su recámara a complacer a Epstein: “Hubo un par de horas en las que Jeffrey tuvo un pequeño descanso, ya sabes llamaron a una niña y luego llamaron a otra niña. Todos los días. Intentamos escondernos en diferentes [lugares]... cómo, para que no nos llamaran”, dice la transcripción. El testimonio de Sarah en la corte conmueve, explica con tanto detalle cómo Jeffrey Epstein se llevaba chicas de familias muy desfavorecidas, pobres, como ella. Les dio alojamiento, comida y dinero para el transporte, y les prometió pagar su matrícula escolar. Aunque todas ellas se dieron cuenta de que eso nunca pasaría, Sarah explica por qué se quedaron: “Entonces, si no teníamos relaciones sexuales con Jeffrey, estaríamos sin hogar y muriendo de hambre en Nueva York…”.

La desclasificación de estos testimonios ha sido muy importante para llenar los huecos que quedan en el caso de Jeffrey Epstein, y revelan detalles sobre cómo políticos que aún conducen los caminos de Estados Unidos, presuntamente, intentaron callarlas y amedrentarlas.

Y aunque hombres como Alan Dershowitz aún intentan desacreditarlas, hoy son públicos los testimonios como el de Sarah.  Aún falta que la jueza del Distrito Sur de Nueva York decida si estos testimonios son prueba irrefutable de los delitos de Epstein y Maxwell, y falle a favor de Virginia.

“Cuando mi amiga finalmente tuvo el coraje de hablar y acudió a la policía en 2008 para denunciar lo que había pasado, no hicieron nada y fue completamente humillada por el departamento de policía, donde al contar lo que había pasado con Epstein, Clinton, Branson y el Príncipe Andrés la hicieron sentir como una puta sucia y una mentirosa. Cuando luego intentó demandar a Epstein por daños y perjuicios, su abogado Alan la acosó y amenazó”, dijo Virginia.

En 2019 Sarah fue una de las mujeres que testificaron en contra de Epstein en la audiencia inicial de su juicio, y fue también uno de los testimonios más significativos. La mujer no quiso ocultar su identidad. También testificó en el juicio federal de 2022 en contra de Maxwell por cargos de tráfico sexual.

El día de la primera sentencia de Ghislaine Maxwell, Sarah estuvo sentada frente a ella. Iba recia: un vestido azul celeste que combinaba con sus ojos, un collar con una piedra blanca, zapatos de tacón rojos y los labios color carmín. A la altura de la ocasión para escuchar que, al menos, en el caso Federal, Maxwell pasaría veinte años en prisión.

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Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

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Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout via REUTERS. El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019.
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Uno de los casos judiciales más escandalosos se ha destapado por completo. Miles de documentos revelan la red que el multimillonario Jeffrey Epstein logró tejer para abusar y traficar a decenas de mujeres. Hombres poderosos están involucrados en el caso, pero no tantos como se ha dado a conocer.

“Maureen, mis correos electrónicos han sido hackeados. He pedido ayuda a los rusos y ellos vienen en mi ayuda. ¡¡¡Gracias a Dios por Anonymous!!! Me aseguraré de que todos vayan tras las rejas. Ya les envié todo lo que necesito, así que, si la CIA quiere hackear mis correos, llegaron demasiado tarde.”

Era 22 de octubre del 2016, a las 16:52 horas, cuando Sarah Ransome, una mujer elegante, de pelo negro como el carbón y con un ligero acento difícil de identificar, le escribió estas líneas en un correo electrónico a la periodista Maureen Callahan, conocida por libros que relatan grandes escándalos como el consumo de drogas en la industria de la moda.

“También tengo numerosos dispositivos, con sistemas que no se pueden hackear y tengo material de archivo en todas partes de Europa ansiando ser liberados. De nuevo, gracias por tu ayuda. Espero que te vayas a dormir y tengas una buena noche preguntándote ¿dónde acabarás después de que toda esta vida termine?”

Cuando Sarah escribió este correo a Callahan, habían pasado diez años desde que logró escapar de una de las redes de trata de personas más escandalosas de los últimos años: la que fundó y operó un hombre llamado Jeffrey Epstein, un multimillonario emanado de Wall Street, famoso por organizar bacanales con personajes poderosos como Bill Clinton, el príncipe Andrés del Reino Unido y Richard Branson —en contubernio con su pareja, una socialité inglesa, Ghislaine Noelle Marion Maxwell—. Siete años después, y con el conveniente suicidio de Epstein en prisión (el 10 de agosto de 2019), tal vez la paranoia de Sarah no era injustificada. Hay que admitirlo: a veces es difícil no creer en una teoría de la conspiración alrededor del caso, sobre todo después de leer los titulares de la prensa en todo el mundo.

Sarah Ransome sale del tribunal en el primer día del juicio de Ghislaine Maxwell en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 29 de noviembre de 2021. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Sarah, una joven nacida en Sudáfrica, fue reclutada cuando tenía apenas veintidós años. En sus memorias, Silenced No More: Surviving my Journey to Hell and Back (2021), cuenta que fue hija de una mujer alcohólica y abusada sexualmente por el novio de su madre a los once años. En sus declaraciones ante el tribunal de la Corte del Distrito Sur de Nueva York en 2017, contó que llegó a esa ciudad en septiembre de 2006, e intentó tener una carrera en el mundo del modelaje. No lo logró: “Aparentemente estaba demasiado gorda”.

A Jeffrey Epstein lo conoció en una discoteca local. El magnate rápidamente la embaucó. De hecho, tenía mucha experiencia. Al menos desde 1999, había reclutado decenas de chicas con la misma mentira perversa. Le prometió que pagaría sus estudios en el Fashion Institute of Technology, una prestigiosa academia de moda en Nueva York. La realidad es que, en lugar de enviarla al instituto desde la primera vez que la invitó a su casa, la violó ahí mismo. La mayoría de los abusos sexuales ocurrieron en su mansión de Little Saint James, en las islas Vírgenes. Sarah cuenta que intentó escapar de la isla, pero había muchos tiburones alrededor. Sin embargo, en mayo de 2007, cuando Epstein la mandó de regreso a Nueva York, logró escapar.

El año en que Sarah escapó, Jeffrey Epstein fue oficialmente acusado ante la Fiscalía de Florida, luego de una denuncia telefónica realizada en 2005 a la policía de Palm Beach. La persona que había llamado aseguraba que el magnate había secuestrado a una niña de catorce años. Las autoridades federales tardaron dos años en levantar cargos en su contra, a pesar de que la policía había localizado a 39 víctimas más. Él se declaró inocente y, con ayuda de su amigo Alan Dershowitz, un reconocido abogado y catedrático de la Universidad Harvard, evitó ir a la cárcel por unos años.

El correo electrónico que Sarah enviaría diez años después a Maureen Callahan, es solo uno de varios mails donde revela que Jeffrey Epstein grabó a expresidentes y príncipes teniendo relaciones sexuales con jovencitas. También es uno de los documentos que la Corte del Distrito Sur de Nueva York decidió desclasificar, a finales de diciembre del 2023. Es parte de un gran sumario, de un proceso judicial que inició el 21 de septiembre de 2015 en contra de Ghislaine Maxwell, la novia y cómplice del multimillonario. De hecho, fue el mismo Dershowitz —el exabogado de Epstein y después señalado como uno de los abusadores sexuales de la red— quien pidió abrir estos documentos para demostrar que Sarah mentía.

Gracias a esta desclasificación podemos saber que Dershowitz dijo a un juez desde 2017 que “[abrirlos] sería un antídoto necesario contra las declaraciones erróneas de la señora Ransome porque demuestran que ella carece de credibilidad”. Quiso retratarla como una conspiranoica. Sin embargo, al leer los mails donde ella repite constantemente la palabra “terror” y los relatos de cómo la pareja conformada por Hillary y Bill Clinton amedrentaron a otra de las chicas prostituidas por Epstein —enviándole agentes especiales y obligándolas a firmar un acuerdo de confidencialidad —, queda la sensación de que Sarah temía que la poderosa red de trata la alcanzara. Su respuesta fue contactar a una gran cantidad de personas para intentar protegerse.

“Todavía me desconcierta cómo Epstein siempre parecía saber dónde estaba si no aparecía… Cuando mi amiga tuvo relaciones sexuales con Clinton, con el príncipe Andrés y Richard Branson de hecho, las cintas fueron filmadas en cada ocasión por Jeffrey … Estaré más que dispuesta a jurar y testificar ante el tribunal sobre estas cintas sexuales. Te romperán el corazón en un millón de pequeños pedazos, Maureen, cuando veas estas imágenes”, escribió.

Después de enviar el correo con el que empieza esta historia, en 2016, Sarah envió a la periodista otro correo que más bien fue una despedida definitiva:

“He hablado extensamente con mi familia esta mañana y me gustaría retractarme de todo. No debería haberme comunicado contigo y lamento haberte hecho perder el tiempo. No vale la pena presentarse [públicamente] porque nunca seré escuchada de todos modos y solo sucederán cosas malas. Simplemente creará dolor para mi familia, para mí y para ellos, y ya me han ayudado a recoger los pedazos una vez y no puedo pedirles que lo hagan de nuevo. Saludos, Sarah”.

Una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein es fotografiada en el distrito de Manhattan de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Algunos medios como The New Yorker describieron a Sarah como una “víctima imperfecta", ya que no aportó los videos que respaldaran los dichos de los correos. Según la periodista Connie Bruck en un artículo de 2019, Sarah nunca tuvo las cintas sexuales y aseguró poseerlas para protegerse de Epstein. Hasta el día de hoy, nadie ha presentado un video como prueba.

Gatopardo revisó todas las páginas de los archivos desclasificados y encontró que la letanía de nombres que los medios de comunicación y las redes sociales han expuesto como integrantes de la red de trata de personas, no se sustenta en ningún documento. Sí, Epstein era amigo de ricos y poderosos, pero ni Leonardo DiCaprio, Lady Gaga o Justin Bieber han sido acusados por las sobrevivientes de haber participado en los abusos que sufrieron, o siquiera de ser cómplices de los delitos. Estos nombres han opacado lo que importa: los cientos de hojas con testimonios que finalmente se abrieron al público, sin tachaduras, sin reservas, y que revelan más detalles de cómo un pederasta millonario logró mantener una red de tráfico sexual, que reclutó a decenas de mujeres jóvenes para satisfacer sus deseos sexuales y los de sus amigos.

También puede interesarte: "Ellas hablan: los abusos a mujeres dentro de los Legionarios de Cristo".

El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

Historia de una conspiración

Para entender los archivos desclasificados es necesario regresar al año 2005, cuando una mujer que contactó al Departamento de Policía de Palm Beach, en Florida, aseguró que otra mujer había llevado a su hijastra de catorce años a la mansión de un señor llamado Jeffrey Epstein a que le diera un masaje. Fue entonces que la policía local inició una investigación y solicitó el apoyo del Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Ahora los documentos permiten leer extractos de los reportes policiales elaborados tras la denuncia, luego de catear la casa de Epstein. “En el armario del dormitorio noreste encontré juguetes sexuales para adultos llamados Twin Torpedo. También se encontraron jabones elaborados con forma de pene y vagina”, dice uno de los documentos.

El caso llegó hasta la Fiscalía del Distrito Sur de Florida, una instancia federal. Pero Jeffrey Epstein fue afortunado: el fiscal Alexander Acosta, amigo de su amigo Donald Trump, llevó su caso. En 2008 Acosta le ofreció un acuerdo de culpabilidad que le otorgaba inmunidad a él y a sus cómplices. A cambio, Epstein aceptó un cargo por prostitución, trece meses de cárcel y ser inscrito en el registro federal de delincuentes sexuales. Entonces se cerraron los archivos e incluso ocultaron los términos del acuerdo a las víctimas.

Para 2019 su mentira era insostenible y, finalmente, fue acusado en Nueva York de tráfico sexual y conspiración para traficar menores con fines sexuales. Sin embargo, unas semanas después de haber sido detenido, fue encontrado muerto en su celda. Las autoridades reportaron que se trató de un suicidio. Entonces se revelaron detalles que dieron rienda suelta a todas las teorías de conspiración posibles. Esa noche, los guardias que debían vigilarlo cada media hora no lo hicieron, porque estuvieron mandando mensajes desde sus teléfonos. No podían investigar si alguien entró a la celda de Epstein, si le entregaron algo o había ocurrido cualquier cosa fuera de lo común, pues las cámaras de seguridad fueron borradas por error.

La antigua casa de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en la isla de Little St. James, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

“Fue demasiado conveniente el suicidio”, dijo el mismísimo acalde de Nueva York, Bill de Blasio. “Ya no puede incriminar a otros”, siguió infiriendo en más declaraciones con la prensa. Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos, compartió en Twitter teorías conspirativas que acusaban a la familia Clinton de su muerte. Desde entonces el festín amarillista de la prensa no ha parado: “¿Lo mató Trump o lo mataron los Clinton?”, decía el periódico El Mundo en una nota. “Trump again boosts a baseless conspiracy theory, this one about Jeffrey Epstein”, decía el portal Vox.

Fuera de las teorías conspirativas que se esparcieron con la muerte de Epstein, en tribunales el caso recayó sobre una sola persona: Ghislaine Maxwell, su novia y cómplice. Es uno de esos tres procesos judiciales que se han hecho públicos en contra de ella, el que hoy ha revelado los documentos desclasificados que, de hecho, no son nuevos. La mayoría tuvieron origen entre 2016 y 2017, solo que habían sido clasificados como confidenciales por el primer juez del caso, Robert W. Sweet.

Los documentos son parte de la demanda que interpuso una de las víctimas, una mujer de nombre Virginia Giuffre. Ella fue reclutada por Ghislaine Maxwell cuando trabajaba en un complejo propiedad de Donald Trump, en Florida. En 1999 se llamaba Virginia Roberts y solo tenía diecisiete años, aunque sus pecas en la nariz la hacían parecer menor. Virginia declaró que entre 1999 y 2002, Jeffrey Epstein abusó sexualmente de ella en sus mansiones en Florida y Nueva York. Es una de las dieciséis mujeres que testificaron en contra de él, intentando que el magnate pagara sus delitos. Antes de que Epstein muriera en su celda, ella ya había emprendido una demanda también en contra de Ghislaine Maxwell.

Todo empezó porque Virginia constituyó una organización llamada Victims Refuse Silence Inc., que luchaba contra el abuso sexual y la trata de personas. Según los archivos judiciales, Virginia aseguró que Maxwell “emprendió una campaña concertada y maliciosa” a través de la prensa y su publirrelacionista para acusarla de mentirosa.

Desde 2015 la demanda lleva 1 337 movimientos que incluyen declaraciones, peticiones, contraargumentos y presentación de evidencias como correos, interrogatorios y fotografías. Durante estos años, Maxwell y sus abogados han refutado todas las pruebas que Virginia ha aportado, intentando desacreditarla. Ha sido un juicio interminable donde aún no hay sentencia. Sin embargo, tanto Virginia como el Miami Herald presentaron distintos recursos, entre ellos la impugnación del cierre de los archivos. El 18 de diciembre de 2023, la jueza Loretta A. Preska decidió que era momento de abrir los documentos presentados en audiencias de años pasados, con excepción de los que, probablemente, significaran un riesgo de seguridad para las víctimas.

Virginia Roberts sostiene una foto de sí misma a los 16 años, cuando dice que el multimillonario de Palm Beach Jeffrey Epstein comenzó a abusar sexualmente de ella. Fotografía de Emily Michot/REUTERS
El nombre del presidente Clinton aparece en una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein. Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020.

¿Quiénes son los famosos en la lista de Jeffrey Epstein?

Algunos de estos registros han sido divulgados en otros casos judiciales, la novedad es que algunos de ellos dejaron de tener tachones y reservas de privacidad. Destacan los correos electrónicos que intercambian Maxwell y Jeffrey Epstein durante los primeros años de la acusación de Virginia. Pueden leerse las preocupaciones de ambos, y las estrategias que intentaron implementar para desacreditarla. También hay transcripciones que, incluso antes de ser abiertas en su totalidad, los usuarios en redes sociales empezaron a regarlas como pólvora, y circularon versiones de supuestas listas con nombres de personajes de Hollywood que aparecerían como parte del juicio.

Prueba 122-4,
10 de enero del 2015

“¡Aparentemente incluso decir que Virginia es una mentirosa tiene peligro! Nunca he estado en un proceso penal o civil y quiero que siga así”, escribió Maxwell a sus abogados y a su agente de relaciones públicas.

Prueba 180-1,
12 de enero del 2015

“Puedes otorgar una recompensa a cualquiera de los amigos de Virginia que conozcan a la familia y que se presenten y ayuden a probar [su mentira]. Las acusaciones son falsas, la más fuerte es la cena de Clinton y la nueva versión en las Islas Vírgenes que Steven Hawking participó en orgía de menores de edad”, escribe Epstein a Maxwell.

Las transcripciones sí revelan algunos pasajes que incluyen a personajes poderosos y famosos. Pero incluso a pesar de tener todo el contexto con la divulgación de los documentos, en redes sociales los usuarios de todo el mundo empezaron a distorsionar los hechos. En México algunos medios de comunicación titularon: “¿Hay mexicanos en la ‘lista’ de Jeffrey Epstein?" “Jeffrey Epstein: los mexicanos mencionados que aparecen en la terrorífica lista”. Al dar click se descubría el engaño, pues las notas no contienen ningún nombre ni pista sobre la participación de mexicanos. Hasta el momento no existe registro de que algún latinoamericano haya formado parte del caso.

Desde que Jeffrey Epstein fue detenido, los titulares en la prensa destacaron sus relaciones: “el multimillonario amigo de Donald Trump y Bill Clinton acusado de tráfico y abuso sexual de menores”, decían. La desclasificación de los documentos ha alborotado el mundo, las fake news van tituladas como “Madonna, Tom Hanks y Rihanna dentro de la lista del caso Epstein”, “Leonardo DiCaprio mencionado en la llamada lista de Jeffrey Epstein”.

Una de las transcripciones desclasificadas es la declaración de Johanna Sjorberg, que durante tres horas y media testificó el 27 de mayo de 2016 ante la corte de Nueva York. Puede leerse cómo fue reclutada en 2001 para dar masajes sexuales al multimillonario. Ella es quien proporciona más nombres: “Jeffrey me dijo que recibía tres masajes al día porque necesitaba tener tres orgasmos al día. Era biológico, como comer”, transcribió la mecanógrafa que estuvo presente ese día.

También dejó expuesto al príncipe Andrés de York, hijo de Elizabeth II. “Ghislaine me dijo que fuera arriba, entramos en un armario y sacamos un títere, era la caricatura del príncipe Andrés. Y ella lo llevó abajo y se lo enseñó, fue una broma genial porque al parecer era de una producción de la BBC.  Decidieron tomar una foto con él, en el que Virginia y Andrés estaban sentados en un sofá. Pusieron el títere en nuestros regazos. Andrés puso la mano del títere en el pecho de Virginia, y Andrés puso su mano en mi seno”.

Johanna Sjorberg también mencionó al mago David Copperfield, quien en una cena con Jeffrey Epstein y tras hacer unos trucos de magia se acercó a preguntarle “si estaba consciente de que a las niñas les pagaban por encontrar otras chicas”. Al parecer fue su interrogatorio del 18 de mayo la fuente de la explosión de rumores que han reproducido los medios de espectáculos de todo el mundo, y es que los abogados la cuestionaron: “¿Conociste a Cameron Diaz? A ¿Bill Clinton? A ¿El ministro Ehud Barak de Israel?, ¿Algún presidente extranjero? ¿Ganadores del Premio Nobel? ¿Al Gore? ¿Kevin Spacey? ¿Jean Luc Brunel? ¿Marvin Minsky? ¿George Lucas?”. Las respuestas fueron todas negativas.

“¿Conociste a Cate Blanchett o Leonardo DiCaprio?”, le preguntaron, a lo que respondió que no, pero que, en algunas ocasiones, cuando masajeba a Epstein, él terminaba de hablar por teléfono y le decía: “Oh, eso fue Leonardo, o era Cate Blanchett, ¿o Bruce Willis?".

—Entonces solo era como ¿name-dropping?
— Sí.
— Entonces no conociste a Cate Blanchett ni a Leonardo DiCaprio?
—No.

De lo que se habla poco es de que la declaración de Johanna fue clave para corroborar el testimonio de Virginia, ya que en los documentos la describe en esos años como muy joven, evidentemente menor de edad, y que incluso pensó que había sido adoptada por Epstein y Maxwell.

Otro de los documentos liberados es la declaración de Virginia, la demandante. El 3 de mayo del 2016 reveló detalles explícitos de lo que Ghislaine Maxwell la obligó a hacer. Las declaraciones son crudas y no se reproducen aquí más que algunos extractos:

La hacían participar en orgías en la piscina de la isla privada del multimillonario, fue obligada a hacerle sexo oral a Ghislaine Maxwell, y obligada a prostituirse con hombres poderosos como el exsenador George Mitchell, el cazador de talentos Jean-Luc Brunel, el exgobernador de Nuevo México Bill Richardson, Alan Dershowitz, el abogado de Epstein, y con el príncipe Andrés, con quien tuvo relaciones sexuales a cambio de 15 000 dólares.

Ghislaine Maxwell, la asociada de Jeffrey Epstein acusada de tráfico sexual, durante audiencia previa al juicio antes de la selección del jurado, en la sala en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 1 de noviembre de 2021. Fotografía de Jane Rosenberg/REUTERS.

También lanzó el nombre de otra famosa, aunque no la involucró en la red. Se trata de la modelo Naomi Campbell. Su nombre aparece en uno de sus recuerdos y es que uno de los abusos sucedió saliendo de su fiesta en Francia. Esa es la única mención.

El último paquete de documentos que desclasificó la jueza fue el 8 de enero de 2024 y es, tal vez, uno de los más escandalosos, al menos para la prensa. Son las declaraciones de Sarah Ransome, la joven a la que Alan Dershowitz acusaba de conspiranoica. Es un documento de 2017 que contiene once fotografías. Ahí está Jeffrey Epstein en su cuatrimoto. Hay otras donde aparecen jóvenes rubias que posan para la cámara con Ghislaine Maxwell, en la cotidianidad de su isla. Explica que Maxwell organizaba la rotación de turnos para que las chicas subieran a su recámara a complacer a Epstein: “Hubo un par de horas en las que Jeffrey tuvo un pequeño descanso, ya sabes llamaron a una niña y luego llamaron a otra niña. Todos los días. Intentamos escondernos en diferentes [lugares]... cómo, para que no nos llamaran”, dice la transcripción. El testimonio de Sarah en la corte conmueve, explica con tanto detalle cómo Jeffrey Epstein se llevaba chicas de familias muy desfavorecidas, pobres, como ella. Les dio alojamiento, comida y dinero para el transporte, y les prometió pagar su matrícula escolar. Aunque todas ellas se dieron cuenta de que eso nunca pasaría, Sarah explica por qué se quedaron: “Entonces, si no teníamos relaciones sexuales con Jeffrey, estaríamos sin hogar y muriendo de hambre en Nueva York…”.

La desclasificación de estos testimonios ha sido muy importante para llenar los huecos que quedan en el caso de Jeffrey Epstein, y revelan detalles sobre cómo políticos que aún conducen los caminos de Estados Unidos, presuntamente, intentaron callarlas y amedrentarlas.

Y aunque hombres como Alan Dershowitz aún intentan desacreditarlas, hoy son públicos los testimonios como el de Sarah.  Aún falta que la jueza del Distrito Sur de Nueva York decida si estos testimonios son prueba irrefutable de los delitos de Epstein y Maxwell, y falle a favor de Virginia.

“Cuando mi amiga finalmente tuvo el coraje de hablar y acudió a la policía en 2008 para denunciar lo que había pasado, no hicieron nada y fue completamente humillada por el departamento de policía, donde al contar lo que había pasado con Epstein, Clinton, Branson y el Príncipe Andrés la hicieron sentir como una puta sucia y una mentirosa. Cuando luego intentó demandar a Epstein por daños y perjuicios, su abogado Alan la acosó y amenazó”, dijo Virginia.

En 2019 Sarah fue una de las mujeres que testificaron en contra de Epstein en la audiencia inicial de su juicio, y fue también uno de los testimonios más significativos. La mujer no quiso ocultar su identidad. También testificó en el juicio federal de 2022 en contra de Maxwell por cargos de tráfico sexual.

El día de la primera sentencia de Ghislaine Maxwell, Sarah estuvo sentada frente a ella. Iba recia: un vestido azul celeste que combinaba con sus ojos, un collar con una piedra blanca, zapatos de tacón rojos y los labios color carmín. A la altura de la ocasión para escuchar que, al menos, en el caso Federal, Maxwell pasaría veinte años en prisión.

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Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

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Uno de los casos judiciales más escandalosos se ha destapado por completo. Miles de documentos revelan la red que el multimillonario Jeffrey Epstein logró tejer para abusar y traficar a decenas de mujeres. Hombres poderosos están involucrados en el caso, pero no tantos como se ha dado a conocer.

“Maureen, mis correos electrónicos han sido hackeados. He pedido ayuda a los rusos y ellos vienen en mi ayuda. ¡¡¡Gracias a Dios por Anonymous!!! Me aseguraré de que todos vayan tras las rejas. Ya les envié todo lo que necesito, así que, si la CIA quiere hackear mis correos, llegaron demasiado tarde.”

Era 22 de octubre del 2016, a las 16:52 horas, cuando Sarah Ransome, una mujer elegante, de pelo negro como el carbón y con un ligero acento difícil de identificar, le escribió estas líneas en un correo electrónico a la periodista Maureen Callahan, conocida por libros que relatan grandes escándalos como el consumo de drogas en la industria de la moda.

“También tengo numerosos dispositivos, con sistemas que no se pueden hackear y tengo material de archivo en todas partes de Europa ansiando ser liberados. De nuevo, gracias por tu ayuda. Espero que te vayas a dormir y tengas una buena noche preguntándote ¿dónde acabarás después de que toda esta vida termine?”

Cuando Sarah escribió este correo a Callahan, habían pasado diez años desde que logró escapar de una de las redes de trata de personas más escandalosas de los últimos años: la que fundó y operó un hombre llamado Jeffrey Epstein, un multimillonario emanado de Wall Street, famoso por organizar bacanales con personajes poderosos como Bill Clinton, el príncipe Andrés del Reino Unido y Richard Branson —en contubernio con su pareja, una socialité inglesa, Ghislaine Noelle Marion Maxwell—. Siete años después, y con el conveniente suicidio de Epstein en prisión (el 10 de agosto de 2019), tal vez la paranoia de Sarah no era injustificada. Hay que admitirlo: a veces es difícil no creer en una teoría de la conspiración alrededor del caso, sobre todo después de leer los titulares de la prensa en todo el mundo.

Sarah Ransome sale del tribunal en el primer día del juicio de Ghislaine Maxwell en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 29 de noviembre de 2021. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Sarah, una joven nacida en Sudáfrica, fue reclutada cuando tenía apenas veintidós años. En sus memorias, Silenced No More: Surviving my Journey to Hell and Back (2021), cuenta que fue hija de una mujer alcohólica y abusada sexualmente por el novio de su madre a los once años. En sus declaraciones ante el tribunal de la Corte del Distrito Sur de Nueva York en 2017, contó que llegó a esa ciudad en septiembre de 2006, e intentó tener una carrera en el mundo del modelaje. No lo logró: “Aparentemente estaba demasiado gorda”.

A Jeffrey Epstein lo conoció en una discoteca local. El magnate rápidamente la embaucó. De hecho, tenía mucha experiencia. Al menos desde 1999, había reclutado decenas de chicas con la misma mentira perversa. Le prometió que pagaría sus estudios en el Fashion Institute of Technology, una prestigiosa academia de moda en Nueva York. La realidad es que, en lugar de enviarla al instituto desde la primera vez que la invitó a su casa, la violó ahí mismo. La mayoría de los abusos sexuales ocurrieron en su mansión de Little Saint James, en las islas Vírgenes. Sarah cuenta que intentó escapar de la isla, pero había muchos tiburones alrededor. Sin embargo, en mayo de 2007, cuando Epstein la mandó de regreso a Nueva York, logró escapar.

El año en que Sarah escapó, Jeffrey Epstein fue oficialmente acusado ante la Fiscalía de Florida, luego de una denuncia telefónica realizada en 2005 a la policía de Palm Beach. La persona que había llamado aseguraba que el magnate había secuestrado a una niña de catorce años. Las autoridades federales tardaron dos años en levantar cargos en su contra, a pesar de que la policía había localizado a 39 víctimas más. Él se declaró inocente y, con ayuda de su amigo Alan Dershowitz, un reconocido abogado y catedrático de la Universidad Harvard, evitó ir a la cárcel por unos años.

El correo electrónico que Sarah enviaría diez años después a Maureen Callahan, es solo uno de varios mails donde revela que Jeffrey Epstein grabó a expresidentes y príncipes teniendo relaciones sexuales con jovencitas. También es uno de los documentos que la Corte del Distrito Sur de Nueva York decidió desclasificar, a finales de diciembre del 2023. Es parte de un gran sumario, de un proceso judicial que inició el 21 de septiembre de 2015 en contra de Ghislaine Maxwell, la novia y cómplice del multimillonario. De hecho, fue el mismo Dershowitz —el exabogado de Epstein y después señalado como uno de los abusadores sexuales de la red— quien pidió abrir estos documentos para demostrar que Sarah mentía.

Gracias a esta desclasificación podemos saber que Dershowitz dijo a un juez desde 2017 que “[abrirlos] sería un antídoto necesario contra las declaraciones erróneas de la señora Ransome porque demuestran que ella carece de credibilidad”. Quiso retratarla como una conspiranoica. Sin embargo, al leer los mails donde ella repite constantemente la palabra “terror” y los relatos de cómo la pareja conformada por Hillary y Bill Clinton amedrentaron a otra de las chicas prostituidas por Epstein —enviándole agentes especiales y obligándolas a firmar un acuerdo de confidencialidad —, queda la sensación de que Sarah temía que la poderosa red de trata la alcanzara. Su respuesta fue contactar a una gran cantidad de personas para intentar protegerse.

“Todavía me desconcierta cómo Epstein siempre parecía saber dónde estaba si no aparecía… Cuando mi amiga tuvo relaciones sexuales con Clinton, con el príncipe Andrés y Richard Branson de hecho, las cintas fueron filmadas en cada ocasión por Jeffrey … Estaré más que dispuesta a jurar y testificar ante el tribunal sobre estas cintas sexuales. Te romperán el corazón en un millón de pequeños pedazos, Maureen, cuando veas estas imágenes”, escribió.

Después de enviar el correo con el que empieza esta historia, en 2016, Sarah envió a la periodista otro correo que más bien fue una despedida definitiva:

“He hablado extensamente con mi familia esta mañana y me gustaría retractarme de todo. No debería haberme comunicado contigo y lamento haberte hecho perder el tiempo. No vale la pena presentarse [públicamente] porque nunca seré escuchada de todos modos y solo sucederán cosas malas. Simplemente creará dolor para mi familia, para mí y para ellos, y ya me han ayudado a recoger los pedazos una vez y no puedo pedirles que lo hagan de nuevo. Saludos, Sarah”.

Una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein es fotografiada en el distrito de Manhattan de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Algunos medios como The New Yorker describieron a Sarah como una “víctima imperfecta", ya que no aportó los videos que respaldaran los dichos de los correos. Según la periodista Connie Bruck en un artículo de 2019, Sarah nunca tuvo las cintas sexuales y aseguró poseerlas para protegerse de Epstein. Hasta el día de hoy, nadie ha presentado un video como prueba.

Gatopardo revisó todas las páginas de los archivos desclasificados y encontró que la letanía de nombres que los medios de comunicación y las redes sociales han expuesto como integrantes de la red de trata de personas, no se sustenta en ningún documento. Sí, Epstein era amigo de ricos y poderosos, pero ni Leonardo DiCaprio, Lady Gaga o Justin Bieber han sido acusados por las sobrevivientes de haber participado en los abusos que sufrieron, o siquiera de ser cómplices de los delitos. Estos nombres han opacado lo que importa: los cientos de hojas con testimonios que finalmente se abrieron al público, sin tachaduras, sin reservas, y que revelan más detalles de cómo un pederasta millonario logró mantener una red de tráfico sexual, que reclutó a decenas de mujeres jóvenes para satisfacer sus deseos sexuales y los de sus amigos.

También puede interesarte: "Ellas hablan: los abusos a mujeres dentro de los Legionarios de Cristo".

El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

Historia de una conspiración

Para entender los archivos desclasificados es necesario regresar al año 2005, cuando una mujer que contactó al Departamento de Policía de Palm Beach, en Florida, aseguró que otra mujer había llevado a su hijastra de catorce años a la mansión de un señor llamado Jeffrey Epstein a que le diera un masaje. Fue entonces que la policía local inició una investigación y solicitó el apoyo del Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Ahora los documentos permiten leer extractos de los reportes policiales elaborados tras la denuncia, luego de catear la casa de Epstein. “En el armario del dormitorio noreste encontré juguetes sexuales para adultos llamados Twin Torpedo. También se encontraron jabones elaborados con forma de pene y vagina”, dice uno de los documentos.

El caso llegó hasta la Fiscalía del Distrito Sur de Florida, una instancia federal. Pero Jeffrey Epstein fue afortunado: el fiscal Alexander Acosta, amigo de su amigo Donald Trump, llevó su caso. En 2008 Acosta le ofreció un acuerdo de culpabilidad que le otorgaba inmunidad a él y a sus cómplices. A cambio, Epstein aceptó un cargo por prostitución, trece meses de cárcel y ser inscrito en el registro federal de delincuentes sexuales. Entonces se cerraron los archivos e incluso ocultaron los términos del acuerdo a las víctimas.

Para 2019 su mentira era insostenible y, finalmente, fue acusado en Nueva York de tráfico sexual y conspiración para traficar menores con fines sexuales. Sin embargo, unas semanas después de haber sido detenido, fue encontrado muerto en su celda. Las autoridades reportaron que se trató de un suicidio. Entonces se revelaron detalles que dieron rienda suelta a todas las teorías de conspiración posibles. Esa noche, los guardias que debían vigilarlo cada media hora no lo hicieron, porque estuvieron mandando mensajes desde sus teléfonos. No podían investigar si alguien entró a la celda de Epstein, si le entregaron algo o había ocurrido cualquier cosa fuera de lo común, pues las cámaras de seguridad fueron borradas por error.

La antigua casa de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en la isla de Little St. James, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

“Fue demasiado conveniente el suicidio”, dijo el mismísimo acalde de Nueva York, Bill de Blasio. “Ya no puede incriminar a otros”, siguió infiriendo en más declaraciones con la prensa. Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos, compartió en Twitter teorías conspirativas que acusaban a la familia Clinton de su muerte. Desde entonces el festín amarillista de la prensa no ha parado: “¿Lo mató Trump o lo mataron los Clinton?”, decía el periódico El Mundo en una nota. “Trump again boosts a baseless conspiracy theory, this one about Jeffrey Epstein”, decía el portal Vox.

Fuera de las teorías conspirativas que se esparcieron con la muerte de Epstein, en tribunales el caso recayó sobre una sola persona: Ghislaine Maxwell, su novia y cómplice. Es uno de esos tres procesos judiciales que se han hecho públicos en contra de ella, el que hoy ha revelado los documentos desclasificados que, de hecho, no son nuevos. La mayoría tuvieron origen entre 2016 y 2017, solo que habían sido clasificados como confidenciales por el primer juez del caso, Robert W. Sweet.

Los documentos son parte de la demanda que interpuso una de las víctimas, una mujer de nombre Virginia Giuffre. Ella fue reclutada por Ghislaine Maxwell cuando trabajaba en un complejo propiedad de Donald Trump, en Florida. En 1999 se llamaba Virginia Roberts y solo tenía diecisiete años, aunque sus pecas en la nariz la hacían parecer menor. Virginia declaró que entre 1999 y 2002, Jeffrey Epstein abusó sexualmente de ella en sus mansiones en Florida y Nueva York. Es una de las dieciséis mujeres que testificaron en contra de él, intentando que el magnate pagara sus delitos. Antes de que Epstein muriera en su celda, ella ya había emprendido una demanda también en contra de Ghislaine Maxwell.

Todo empezó porque Virginia constituyó una organización llamada Victims Refuse Silence Inc., que luchaba contra el abuso sexual y la trata de personas. Según los archivos judiciales, Virginia aseguró que Maxwell “emprendió una campaña concertada y maliciosa” a través de la prensa y su publirrelacionista para acusarla de mentirosa.

Desde 2015 la demanda lleva 1 337 movimientos que incluyen declaraciones, peticiones, contraargumentos y presentación de evidencias como correos, interrogatorios y fotografías. Durante estos años, Maxwell y sus abogados han refutado todas las pruebas que Virginia ha aportado, intentando desacreditarla. Ha sido un juicio interminable donde aún no hay sentencia. Sin embargo, tanto Virginia como el Miami Herald presentaron distintos recursos, entre ellos la impugnación del cierre de los archivos. El 18 de diciembre de 2023, la jueza Loretta A. Preska decidió que era momento de abrir los documentos presentados en audiencias de años pasados, con excepción de los que, probablemente, significaran un riesgo de seguridad para las víctimas.

Virginia Roberts sostiene una foto de sí misma a los 16 años, cuando dice que el multimillonario de Palm Beach Jeffrey Epstein comenzó a abusar sexualmente de ella. Fotografía de Emily Michot/REUTERS
El nombre del presidente Clinton aparece en una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein. Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020.

¿Quiénes son los famosos en la lista de Jeffrey Epstein?

Algunos de estos registros han sido divulgados en otros casos judiciales, la novedad es que algunos de ellos dejaron de tener tachones y reservas de privacidad. Destacan los correos electrónicos que intercambian Maxwell y Jeffrey Epstein durante los primeros años de la acusación de Virginia. Pueden leerse las preocupaciones de ambos, y las estrategias que intentaron implementar para desacreditarla. También hay transcripciones que, incluso antes de ser abiertas en su totalidad, los usuarios en redes sociales empezaron a regarlas como pólvora, y circularon versiones de supuestas listas con nombres de personajes de Hollywood que aparecerían como parte del juicio.

Prueba 122-4,
10 de enero del 2015

“¡Aparentemente incluso decir que Virginia es una mentirosa tiene peligro! Nunca he estado en un proceso penal o civil y quiero que siga así”, escribió Maxwell a sus abogados y a su agente de relaciones públicas.

Prueba 180-1,
12 de enero del 2015

“Puedes otorgar una recompensa a cualquiera de los amigos de Virginia que conozcan a la familia y que se presenten y ayuden a probar [su mentira]. Las acusaciones son falsas, la más fuerte es la cena de Clinton y la nueva versión en las Islas Vírgenes que Steven Hawking participó en orgía de menores de edad”, escribe Epstein a Maxwell.

Las transcripciones sí revelan algunos pasajes que incluyen a personajes poderosos y famosos. Pero incluso a pesar de tener todo el contexto con la divulgación de los documentos, en redes sociales los usuarios de todo el mundo empezaron a distorsionar los hechos. En México algunos medios de comunicación titularon: “¿Hay mexicanos en la ‘lista’ de Jeffrey Epstein?" “Jeffrey Epstein: los mexicanos mencionados que aparecen en la terrorífica lista”. Al dar click se descubría el engaño, pues las notas no contienen ningún nombre ni pista sobre la participación de mexicanos. Hasta el momento no existe registro de que algún latinoamericano haya formado parte del caso.

Desde que Jeffrey Epstein fue detenido, los titulares en la prensa destacaron sus relaciones: “el multimillonario amigo de Donald Trump y Bill Clinton acusado de tráfico y abuso sexual de menores”, decían. La desclasificación de los documentos ha alborotado el mundo, las fake news van tituladas como “Madonna, Tom Hanks y Rihanna dentro de la lista del caso Epstein”, “Leonardo DiCaprio mencionado en la llamada lista de Jeffrey Epstein”.

Una de las transcripciones desclasificadas es la declaración de Johanna Sjorberg, que durante tres horas y media testificó el 27 de mayo de 2016 ante la corte de Nueva York. Puede leerse cómo fue reclutada en 2001 para dar masajes sexuales al multimillonario. Ella es quien proporciona más nombres: “Jeffrey me dijo que recibía tres masajes al día porque necesitaba tener tres orgasmos al día. Era biológico, como comer”, transcribió la mecanógrafa que estuvo presente ese día.

También dejó expuesto al príncipe Andrés de York, hijo de Elizabeth II. “Ghislaine me dijo que fuera arriba, entramos en un armario y sacamos un títere, era la caricatura del príncipe Andrés. Y ella lo llevó abajo y se lo enseñó, fue una broma genial porque al parecer era de una producción de la BBC.  Decidieron tomar una foto con él, en el que Virginia y Andrés estaban sentados en un sofá. Pusieron el títere en nuestros regazos. Andrés puso la mano del títere en el pecho de Virginia, y Andrés puso su mano en mi seno”.

Johanna Sjorberg también mencionó al mago David Copperfield, quien en una cena con Jeffrey Epstein y tras hacer unos trucos de magia se acercó a preguntarle “si estaba consciente de que a las niñas les pagaban por encontrar otras chicas”. Al parecer fue su interrogatorio del 18 de mayo la fuente de la explosión de rumores que han reproducido los medios de espectáculos de todo el mundo, y es que los abogados la cuestionaron: “¿Conociste a Cameron Diaz? A ¿Bill Clinton? A ¿El ministro Ehud Barak de Israel?, ¿Algún presidente extranjero? ¿Ganadores del Premio Nobel? ¿Al Gore? ¿Kevin Spacey? ¿Jean Luc Brunel? ¿Marvin Minsky? ¿George Lucas?”. Las respuestas fueron todas negativas.

“¿Conociste a Cate Blanchett o Leonardo DiCaprio?”, le preguntaron, a lo que respondió que no, pero que, en algunas ocasiones, cuando masajeba a Epstein, él terminaba de hablar por teléfono y le decía: “Oh, eso fue Leonardo, o era Cate Blanchett, ¿o Bruce Willis?".

—Entonces solo era como ¿name-dropping?
— Sí.
— Entonces no conociste a Cate Blanchett ni a Leonardo DiCaprio?
—No.

De lo que se habla poco es de que la declaración de Johanna fue clave para corroborar el testimonio de Virginia, ya que en los documentos la describe en esos años como muy joven, evidentemente menor de edad, y que incluso pensó que había sido adoptada por Epstein y Maxwell.

Otro de los documentos liberados es la declaración de Virginia, la demandante. El 3 de mayo del 2016 reveló detalles explícitos de lo que Ghislaine Maxwell la obligó a hacer. Las declaraciones son crudas y no se reproducen aquí más que algunos extractos:

La hacían participar en orgías en la piscina de la isla privada del multimillonario, fue obligada a hacerle sexo oral a Ghislaine Maxwell, y obligada a prostituirse con hombres poderosos como el exsenador George Mitchell, el cazador de talentos Jean-Luc Brunel, el exgobernador de Nuevo México Bill Richardson, Alan Dershowitz, el abogado de Epstein, y con el príncipe Andrés, con quien tuvo relaciones sexuales a cambio de 15 000 dólares.

Ghislaine Maxwell, la asociada de Jeffrey Epstein acusada de tráfico sexual, durante audiencia previa al juicio antes de la selección del jurado, en la sala en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 1 de noviembre de 2021. Fotografía de Jane Rosenberg/REUTERS.

También lanzó el nombre de otra famosa, aunque no la involucró en la red. Se trata de la modelo Naomi Campbell. Su nombre aparece en uno de sus recuerdos y es que uno de los abusos sucedió saliendo de su fiesta en Francia. Esa es la única mención.

El último paquete de documentos que desclasificó la jueza fue el 8 de enero de 2024 y es, tal vez, uno de los más escandalosos, al menos para la prensa. Son las declaraciones de Sarah Ransome, la joven a la que Alan Dershowitz acusaba de conspiranoica. Es un documento de 2017 que contiene once fotografías. Ahí está Jeffrey Epstein en su cuatrimoto. Hay otras donde aparecen jóvenes rubias que posan para la cámara con Ghislaine Maxwell, en la cotidianidad de su isla. Explica que Maxwell organizaba la rotación de turnos para que las chicas subieran a su recámara a complacer a Epstein: “Hubo un par de horas en las que Jeffrey tuvo un pequeño descanso, ya sabes llamaron a una niña y luego llamaron a otra niña. Todos los días. Intentamos escondernos en diferentes [lugares]... cómo, para que no nos llamaran”, dice la transcripción. El testimonio de Sarah en la corte conmueve, explica con tanto detalle cómo Jeffrey Epstein se llevaba chicas de familias muy desfavorecidas, pobres, como ella. Les dio alojamiento, comida y dinero para el transporte, y les prometió pagar su matrícula escolar. Aunque todas ellas se dieron cuenta de que eso nunca pasaría, Sarah explica por qué se quedaron: “Entonces, si no teníamos relaciones sexuales con Jeffrey, estaríamos sin hogar y muriendo de hambre en Nueva York…”.

La desclasificación de estos testimonios ha sido muy importante para llenar los huecos que quedan en el caso de Jeffrey Epstein, y revelan detalles sobre cómo políticos que aún conducen los caminos de Estados Unidos, presuntamente, intentaron callarlas y amedrentarlas.

Y aunque hombres como Alan Dershowitz aún intentan desacreditarlas, hoy son públicos los testimonios como el de Sarah.  Aún falta que la jueza del Distrito Sur de Nueva York decida si estos testimonios son prueba irrefutable de los delitos de Epstein y Maxwell, y falle a favor de Virginia.

“Cuando mi amiga finalmente tuvo el coraje de hablar y acudió a la policía en 2008 para denunciar lo que había pasado, no hicieron nada y fue completamente humillada por el departamento de policía, donde al contar lo que había pasado con Epstein, Clinton, Branson y el Príncipe Andrés la hicieron sentir como una puta sucia y una mentirosa. Cuando luego intentó demandar a Epstein por daños y perjuicios, su abogado Alan la acosó y amenazó”, dijo Virginia.

En 2019 Sarah fue una de las mujeres que testificaron en contra de Epstein en la audiencia inicial de su juicio, y fue también uno de los testimonios más significativos. La mujer no quiso ocultar su identidad. También testificó en el juicio federal de 2022 en contra de Maxwell por cargos de tráfico sexual.

El día de la primera sentencia de Ghislaine Maxwell, Sarah estuvo sentada frente a ella. Iba recia: un vestido azul celeste que combinaba con sus ojos, un collar con una piedra blanca, zapatos de tacón rojos y los labios color carmín. A la altura de la ocasión para escuchar que, al menos, en el caso Federal, Maxwell pasaría veinte años en prisión.

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Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout via REUTERS. El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019.

Epstein: los artistas que no están en una lista y las conspiraciones reproducidas hasta el infinito

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Uno de los casos judiciales más escandalosos se ha destapado por completo. Miles de documentos revelan la red que el multimillonario Jeffrey Epstein logró tejer para abusar y traficar a decenas de mujeres. Hombres poderosos están involucrados en el caso, pero no tantos como se ha dado a conocer.

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“Maureen, mis correos electrónicos han sido hackeados. He pedido ayuda a los rusos y ellos vienen en mi ayuda. ¡¡¡Gracias a Dios por Anonymous!!! Me aseguraré de que todos vayan tras las rejas. Ya les envié todo lo que necesito, así que, si la CIA quiere hackear mis correos, llegaron demasiado tarde.”

Era 22 de octubre del 2016, a las 16:52 horas, cuando Sarah Ransome, una mujer elegante, de pelo negro como el carbón y con un ligero acento difícil de identificar, le escribió estas líneas en un correo electrónico a la periodista Maureen Callahan, conocida por libros que relatan grandes escándalos como el consumo de drogas en la industria de la moda.

“También tengo numerosos dispositivos, con sistemas que no se pueden hackear y tengo material de archivo en todas partes de Europa ansiando ser liberados. De nuevo, gracias por tu ayuda. Espero que te vayas a dormir y tengas una buena noche preguntándote ¿dónde acabarás después de que toda esta vida termine?”

Cuando Sarah escribió este correo a Callahan, habían pasado diez años desde que logró escapar de una de las redes de trata de personas más escandalosas de los últimos años: la que fundó y operó un hombre llamado Jeffrey Epstein, un multimillonario emanado de Wall Street, famoso por organizar bacanales con personajes poderosos como Bill Clinton, el príncipe Andrés del Reino Unido y Richard Branson —en contubernio con su pareja, una socialité inglesa, Ghislaine Noelle Marion Maxwell—. Siete años después, y con el conveniente suicidio de Epstein en prisión (el 10 de agosto de 2019), tal vez la paranoia de Sarah no era injustificada. Hay que admitirlo: a veces es difícil no creer en una teoría de la conspiración alrededor del caso, sobre todo después de leer los titulares de la prensa en todo el mundo.

Sarah Ransome sale del tribunal en el primer día del juicio de Ghislaine Maxwell en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 29 de noviembre de 2021. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Sarah, una joven nacida en Sudáfrica, fue reclutada cuando tenía apenas veintidós años. En sus memorias, Silenced No More: Surviving my Journey to Hell and Back (2021), cuenta que fue hija de una mujer alcohólica y abusada sexualmente por el novio de su madre a los once años. En sus declaraciones ante el tribunal de la Corte del Distrito Sur de Nueva York en 2017, contó que llegó a esa ciudad en septiembre de 2006, e intentó tener una carrera en el mundo del modelaje. No lo logró: “Aparentemente estaba demasiado gorda”.

A Jeffrey Epstein lo conoció en una discoteca local. El magnate rápidamente la embaucó. De hecho, tenía mucha experiencia. Al menos desde 1999, había reclutado decenas de chicas con la misma mentira perversa. Le prometió que pagaría sus estudios en el Fashion Institute of Technology, una prestigiosa academia de moda en Nueva York. La realidad es que, en lugar de enviarla al instituto desde la primera vez que la invitó a su casa, la violó ahí mismo. La mayoría de los abusos sexuales ocurrieron en su mansión de Little Saint James, en las islas Vírgenes. Sarah cuenta que intentó escapar de la isla, pero había muchos tiburones alrededor. Sin embargo, en mayo de 2007, cuando Epstein la mandó de regreso a Nueva York, logró escapar.

El año en que Sarah escapó, Jeffrey Epstein fue oficialmente acusado ante la Fiscalía de Florida, luego de una denuncia telefónica realizada en 2005 a la policía de Palm Beach. La persona que había llamado aseguraba que el magnate había secuestrado a una niña de catorce años. Las autoridades federales tardaron dos años en levantar cargos en su contra, a pesar de que la policía había localizado a 39 víctimas más. Él se declaró inocente y, con ayuda de su amigo Alan Dershowitz, un reconocido abogado y catedrático de la Universidad Harvard, evitó ir a la cárcel por unos años.

El correo electrónico que Sarah enviaría diez años después a Maureen Callahan, es solo uno de varios mails donde revela que Jeffrey Epstein grabó a expresidentes y príncipes teniendo relaciones sexuales con jovencitas. También es uno de los documentos que la Corte del Distrito Sur de Nueva York decidió desclasificar, a finales de diciembre del 2023. Es parte de un gran sumario, de un proceso judicial que inició el 21 de septiembre de 2015 en contra de Ghislaine Maxwell, la novia y cómplice del multimillonario. De hecho, fue el mismo Dershowitz —el exabogado de Epstein y después señalado como uno de los abusadores sexuales de la red— quien pidió abrir estos documentos para demostrar que Sarah mentía.

Gracias a esta desclasificación podemos saber que Dershowitz dijo a un juez desde 2017 que “[abrirlos] sería un antídoto necesario contra las declaraciones erróneas de la señora Ransome porque demuestran que ella carece de credibilidad”. Quiso retratarla como una conspiranoica. Sin embargo, al leer los mails donde ella repite constantemente la palabra “terror” y los relatos de cómo la pareja conformada por Hillary y Bill Clinton amedrentaron a otra de las chicas prostituidas por Epstein —enviándole agentes especiales y obligándolas a firmar un acuerdo de confidencialidad —, queda la sensación de que Sarah temía que la poderosa red de trata la alcanzara. Su respuesta fue contactar a una gran cantidad de personas para intentar protegerse.

“Todavía me desconcierta cómo Epstein siempre parecía saber dónde estaba si no aparecía… Cuando mi amiga tuvo relaciones sexuales con Clinton, con el príncipe Andrés y Richard Branson de hecho, las cintas fueron filmadas en cada ocasión por Jeffrey … Estaré más que dispuesta a jurar y testificar ante el tribunal sobre estas cintas sexuales. Te romperán el corazón en un millón de pequeños pedazos, Maureen, cuando veas estas imágenes”, escribió.

Después de enviar el correo con el que empieza esta historia, en 2016, Sarah envió a la periodista otro correo que más bien fue una despedida definitiva:

“He hablado extensamente con mi familia esta mañana y me gustaría retractarme de todo. No debería haberme comunicado contigo y lamento haberte hecho perder el tiempo. No vale la pena presentarse [públicamente] porque nunca seré escuchada de todos modos y solo sucederán cosas malas. Simplemente creará dolor para mi familia, para mí y para ellos, y ya me han ayudado a recoger los pedazos una vez y no puedo pedirles que lo hagan de nuevo. Saludos, Sarah”.

Una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein es fotografiada en el distrito de Manhattan de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020. Fotografía de Carlo Allegri/REUTERS.

Algunos medios como The New Yorker describieron a Sarah como una “víctima imperfecta", ya que no aportó los videos que respaldaran los dichos de los correos. Según la periodista Connie Bruck en un artículo de 2019, Sarah nunca tuvo las cintas sexuales y aseguró poseerlas para protegerse de Epstein. Hasta el día de hoy, nadie ha presentado un video como prueba.

Gatopardo revisó todas las páginas de los archivos desclasificados y encontró que la letanía de nombres que los medios de comunicación y las redes sociales han expuesto como integrantes de la red de trata de personas, no se sustenta en ningún documento. Sí, Epstein era amigo de ricos y poderosos, pero ni Leonardo DiCaprio, Lady Gaga o Justin Bieber han sido acusados por las sobrevivientes de haber participado en los abusos que sufrieron, o siquiera de ser cómplices de los delitos. Estos nombres han opacado lo que importa: los cientos de hojas con testimonios que finalmente se abrieron al público, sin tachaduras, sin reservas, y que revelan más detalles de cómo un pederasta millonario logró mantener una red de tráfico sexual, que reclutó a decenas de mujeres jóvenes para satisfacer sus deseos sexuales y los de sus amigos.

También puede interesarte: "Ellas hablan: los abusos a mujeres dentro de los Legionarios de Cristo".

El financiero estadounidense Jeffrey Epstein aparece en una fotografía tomada para el registro de delincuentes sexuales de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York el 28 de marzo de 2017 y obtenida por Reuters el 10 de julio de 2019. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

Historia de una conspiración

Para entender los archivos desclasificados es necesario regresar al año 2005, cuando una mujer que contactó al Departamento de Policía de Palm Beach, en Florida, aseguró que otra mujer había llevado a su hijastra de catorce años a la mansión de un señor llamado Jeffrey Epstein a que le diera un masaje. Fue entonces que la policía local inició una investigación y solicitó el apoyo del Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Ahora los documentos permiten leer extractos de los reportes policiales elaborados tras la denuncia, luego de catear la casa de Epstein. “En el armario del dormitorio noreste encontré juguetes sexuales para adultos llamados Twin Torpedo. También se encontraron jabones elaborados con forma de pene y vagina”, dice uno de los documentos.

El caso llegó hasta la Fiscalía del Distrito Sur de Florida, una instancia federal. Pero Jeffrey Epstein fue afortunado: el fiscal Alexander Acosta, amigo de su amigo Donald Trump, llevó su caso. En 2008 Acosta le ofreció un acuerdo de culpabilidad que le otorgaba inmunidad a él y a sus cómplices. A cambio, Epstein aceptó un cargo por prostitución, trece meses de cárcel y ser inscrito en el registro federal de delincuentes sexuales. Entonces se cerraron los archivos e incluso ocultaron los términos del acuerdo a las víctimas.

Para 2019 su mentira era insostenible y, finalmente, fue acusado en Nueva York de tráfico sexual y conspiración para traficar menores con fines sexuales. Sin embargo, unas semanas después de haber sido detenido, fue encontrado muerto en su celda. Las autoridades reportaron que se trató de un suicidio. Entonces se revelaron detalles que dieron rienda suelta a todas las teorías de conspiración posibles. Esa noche, los guardias que debían vigilarlo cada media hora no lo hicieron, porque estuvieron mandando mensajes desde sus teléfonos. No podían investigar si alguien entró a la celda de Epstein, si le entregaron algo o había ocurrido cualquier cosa fuera de lo común, pues las cámaras de seguridad fueron borradas por error.

La antigua casa de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en la isla de Little St. James, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Fotografía de la División de Servicios de Justicia Penal del Estado de Nueva York/Handout vía REUTERS.

“Fue demasiado conveniente el suicidio”, dijo el mismísimo acalde de Nueva York, Bill de Blasio. “Ya no puede incriminar a otros”, siguió infiriendo en más declaraciones con la prensa. Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos, compartió en Twitter teorías conspirativas que acusaban a la familia Clinton de su muerte. Desde entonces el festín amarillista de la prensa no ha parado: “¿Lo mató Trump o lo mataron los Clinton?”, decía el periódico El Mundo en una nota. “Trump again boosts a baseless conspiracy theory, this one about Jeffrey Epstein”, decía el portal Vox.

Fuera de las teorías conspirativas que se esparcieron con la muerte de Epstein, en tribunales el caso recayó sobre una sola persona: Ghislaine Maxwell, su novia y cómplice. Es uno de esos tres procesos judiciales que se han hecho públicos en contra de ella, el que hoy ha revelado los documentos desclasificados que, de hecho, no son nuevos. La mayoría tuvieron origen entre 2016 y 2017, solo que habían sido clasificados como confidenciales por el primer juez del caso, Robert W. Sweet.

Los documentos son parte de la demanda que interpuso una de las víctimas, una mujer de nombre Virginia Giuffre. Ella fue reclutada por Ghislaine Maxwell cuando trabajaba en un complejo propiedad de Donald Trump, en Florida. En 1999 se llamaba Virginia Roberts y solo tenía diecisiete años, aunque sus pecas en la nariz la hacían parecer menor. Virginia declaró que entre 1999 y 2002, Jeffrey Epstein abusó sexualmente de ella en sus mansiones en Florida y Nueva York. Es una de las dieciséis mujeres que testificaron en contra de él, intentando que el magnate pagara sus delitos. Antes de que Epstein muriera en su celda, ella ya había emprendido una demanda también en contra de Ghislaine Maxwell.

Todo empezó porque Virginia constituyó una organización llamada Victims Refuse Silence Inc., que luchaba contra el abuso sexual y la trata de personas. Según los archivos judiciales, Virginia aseguró que Maxwell “emprendió una campaña concertada y maliciosa” a través de la prensa y su publirrelacionista para acusarla de mentirosa.

Desde 2015 la demanda lleva 1 337 movimientos que incluyen declaraciones, peticiones, contraargumentos y presentación de evidencias como correos, interrogatorios y fotografías. Durante estos años, Maxwell y sus abogados han refutado todas las pruebas que Virginia ha aportado, intentando desacreditarla. Ha sido un juicio interminable donde aún no hay sentencia. Sin embargo, tanto Virginia como el Miami Herald presentaron distintos recursos, entre ellos la impugnación del cierre de los archivos. El 18 de diciembre de 2023, la jueza Loretta A. Preska decidió que era momento de abrir los documentos presentados en audiencias de años pasados, con excepción de los que, probablemente, significaran un riesgo de seguridad para las víctimas.

Virginia Roberts sostiene una foto de sí misma a los 16 años, cuando dice que el multimillonario de Palm Beach Jeffrey Epstein comenzó a abusar sexualmente de ella. Fotografía de Emily Michot/REUTERS
El nombre del presidente Clinton aparece en una declaración que la socialité británica Ghislaine Maxwell prestó en 2016 relacionada con sus relaciones con el fallecido Jeffrey Epstein. Nueva York, Estados Unidos, 22 de octubre de 2020.

¿Quiénes son los famosos en la lista de Jeffrey Epstein?

Algunos de estos registros han sido divulgados en otros casos judiciales, la novedad es que algunos de ellos dejaron de tener tachones y reservas de privacidad. Destacan los correos electrónicos que intercambian Maxwell y Jeffrey Epstein durante los primeros años de la acusación de Virginia. Pueden leerse las preocupaciones de ambos, y las estrategias que intentaron implementar para desacreditarla. También hay transcripciones que, incluso antes de ser abiertas en su totalidad, los usuarios en redes sociales empezaron a regarlas como pólvora, y circularon versiones de supuestas listas con nombres de personajes de Hollywood que aparecerían como parte del juicio.

Prueba 122-4,
10 de enero del 2015

“¡Aparentemente incluso decir que Virginia es una mentirosa tiene peligro! Nunca he estado en un proceso penal o civil y quiero que siga así”, escribió Maxwell a sus abogados y a su agente de relaciones públicas.

Prueba 180-1,
12 de enero del 2015

“Puedes otorgar una recompensa a cualquiera de los amigos de Virginia que conozcan a la familia y que se presenten y ayuden a probar [su mentira]. Las acusaciones son falsas, la más fuerte es la cena de Clinton y la nueva versión en las Islas Vírgenes que Steven Hawking participó en orgía de menores de edad”, escribe Epstein a Maxwell.

Las transcripciones sí revelan algunos pasajes que incluyen a personajes poderosos y famosos. Pero incluso a pesar de tener todo el contexto con la divulgación de los documentos, en redes sociales los usuarios de todo el mundo empezaron a distorsionar los hechos. En México algunos medios de comunicación titularon: “¿Hay mexicanos en la ‘lista’ de Jeffrey Epstein?" “Jeffrey Epstein: los mexicanos mencionados que aparecen en la terrorífica lista”. Al dar click se descubría el engaño, pues las notas no contienen ningún nombre ni pista sobre la participación de mexicanos. Hasta el momento no existe registro de que algún latinoamericano haya formado parte del caso.

Desde que Jeffrey Epstein fue detenido, los titulares en la prensa destacaron sus relaciones: “el multimillonario amigo de Donald Trump y Bill Clinton acusado de tráfico y abuso sexual de menores”, decían. La desclasificación de los documentos ha alborotado el mundo, las fake news van tituladas como “Madonna, Tom Hanks y Rihanna dentro de la lista del caso Epstein”, “Leonardo DiCaprio mencionado en la llamada lista de Jeffrey Epstein”.

Una de las transcripciones desclasificadas es la declaración de Johanna Sjorberg, que durante tres horas y media testificó el 27 de mayo de 2016 ante la corte de Nueva York. Puede leerse cómo fue reclutada en 2001 para dar masajes sexuales al multimillonario. Ella es quien proporciona más nombres: “Jeffrey me dijo que recibía tres masajes al día porque necesitaba tener tres orgasmos al día. Era biológico, como comer”, transcribió la mecanógrafa que estuvo presente ese día.

También dejó expuesto al príncipe Andrés de York, hijo de Elizabeth II. “Ghislaine me dijo que fuera arriba, entramos en un armario y sacamos un títere, era la caricatura del príncipe Andrés. Y ella lo llevó abajo y se lo enseñó, fue una broma genial porque al parecer era de una producción de la BBC.  Decidieron tomar una foto con él, en el que Virginia y Andrés estaban sentados en un sofá. Pusieron el títere en nuestros regazos. Andrés puso la mano del títere en el pecho de Virginia, y Andrés puso su mano en mi seno”.

Johanna Sjorberg también mencionó al mago David Copperfield, quien en una cena con Jeffrey Epstein y tras hacer unos trucos de magia se acercó a preguntarle “si estaba consciente de que a las niñas les pagaban por encontrar otras chicas”. Al parecer fue su interrogatorio del 18 de mayo la fuente de la explosión de rumores que han reproducido los medios de espectáculos de todo el mundo, y es que los abogados la cuestionaron: “¿Conociste a Cameron Diaz? A ¿Bill Clinton? A ¿El ministro Ehud Barak de Israel?, ¿Algún presidente extranjero? ¿Ganadores del Premio Nobel? ¿Al Gore? ¿Kevin Spacey? ¿Jean Luc Brunel? ¿Marvin Minsky? ¿George Lucas?”. Las respuestas fueron todas negativas.

“¿Conociste a Cate Blanchett o Leonardo DiCaprio?”, le preguntaron, a lo que respondió que no, pero que, en algunas ocasiones, cuando masajeba a Epstein, él terminaba de hablar por teléfono y le decía: “Oh, eso fue Leonardo, o era Cate Blanchett, ¿o Bruce Willis?".

—Entonces solo era como ¿name-dropping?
— Sí.
— Entonces no conociste a Cate Blanchett ni a Leonardo DiCaprio?
—No.

De lo que se habla poco es de que la declaración de Johanna fue clave para corroborar el testimonio de Virginia, ya que en los documentos la describe en esos años como muy joven, evidentemente menor de edad, y que incluso pensó que había sido adoptada por Epstein y Maxwell.

Otro de los documentos liberados es la declaración de Virginia, la demandante. El 3 de mayo del 2016 reveló detalles explícitos de lo que Ghislaine Maxwell la obligó a hacer. Las declaraciones son crudas y no se reproducen aquí más que algunos extractos:

La hacían participar en orgías en la piscina de la isla privada del multimillonario, fue obligada a hacerle sexo oral a Ghislaine Maxwell, y obligada a prostituirse con hombres poderosos como el exsenador George Mitchell, el cazador de talentos Jean-Luc Brunel, el exgobernador de Nuevo México Bill Richardson, Alan Dershowitz, el abogado de Epstein, y con el príncipe Andrés, con quien tuvo relaciones sexuales a cambio de 15 000 dólares.

Ghislaine Maxwell, la asociada de Jeffrey Epstein acusada de tráfico sexual, durante audiencia previa al juicio antes de la selección del jurado, en la sala en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 1 de noviembre de 2021. Fotografía de Jane Rosenberg/REUTERS.

También lanzó el nombre de otra famosa, aunque no la involucró en la red. Se trata de la modelo Naomi Campbell. Su nombre aparece en uno de sus recuerdos y es que uno de los abusos sucedió saliendo de su fiesta en Francia. Esa es la única mención.

El último paquete de documentos que desclasificó la jueza fue el 8 de enero de 2024 y es, tal vez, uno de los más escandalosos, al menos para la prensa. Son las declaraciones de Sarah Ransome, la joven a la que Alan Dershowitz acusaba de conspiranoica. Es un documento de 2017 que contiene once fotografías. Ahí está Jeffrey Epstein en su cuatrimoto. Hay otras donde aparecen jóvenes rubias que posan para la cámara con Ghislaine Maxwell, en la cotidianidad de su isla. Explica que Maxwell organizaba la rotación de turnos para que las chicas subieran a su recámara a complacer a Epstein: “Hubo un par de horas en las que Jeffrey tuvo un pequeño descanso, ya sabes llamaron a una niña y luego llamaron a otra niña. Todos los días. Intentamos escondernos en diferentes [lugares]... cómo, para que no nos llamaran”, dice la transcripción. El testimonio de Sarah en la corte conmueve, explica con tanto detalle cómo Jeffrey Epstein se llevaba chicas de familias muy desfavorecidas, pobres, como ella. Les dio alojamiento, comida y dinero para el transporte, y les prometió pagar su matrícula escolar. Aunque todas ellas se dieron cuenta de que eso nunca pasaría, Sarah explica por qué se quedaron: “Entonces, si no teníamos relaciones sexuales con Jeffrey, estaríamos sin hogar y muriendo de hambre en Nueva York…”.

La desclasificación de estos testimonios ha sido muy importante para llenar los huecos que quedan en el caso de Jeffrey Epstein, y revelan detalles sobre cómo políticos que aún conducen los caminos de Estados Unidos, presuntamente, intentaron callarlas y amedrentarlas.

Y aunque hombres como Alan Dershowitz aún intentan desacreditarlas, hoy son públicos los testimonios como el de Sarah.  Aún falta que la jueza del Distrito Sur de Nueva York decida si estos testimonios son prueba irrefutable de los delitos de Epstein y Maxwell, y falle a favor de Virginia.

“Cuando mi amiga finalmente tuvo el coraje de hablar y acudió a la policía en 2008 para denunciar lo que había pasado, no hicieron nada y fue completamente humillada por el departamento de policía, donde al contar lo que había pasado con Epstein, Clinton, Branson y el Príncipe Andrés la hicieron sentir como una puta sucia y una mentirosa. Cuando luego intentó demandar a Epstein por daños y perjuicios, su abogado Alan la acosó y amenazó”, dijo Virginia.

En 2019 Sarah fue una de las mujeres que testificaron en contra de Epstein en la audiencia inicial de su juicio, y fue también uno de los testimonios más significativos. La mujer no quiso ocultar su identidad. También testificó en el juicio federal de 2022 en contra de Maxwell por cargos de tráfico sexual.

El día de la primera sentencia de Ghislaine Maxwell, Sarah estuvo sentada frente a ella. Iba recia: un vestido azul celeste que combinaba con sus ojos, un collar con una piedra blanca, zapatos de tacón rojos y los labios color carmín. A la altura de la ocasión para escuchar que, al menos, en el caso Federal, Maxwell pasaría veinte años en prisión.

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