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La vocación de contar historias: Emmanuel Carrère

La vocación de contar historias: Emmanuel Carrère

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
24
.
11
.
17
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Tiempo de Lectura: 00 min

Emmanuel Carrère recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2017 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En enero de 1993, Emmanuel Carrère se encontró con la historia de Jean-Claude Romand en la sección de nota roja de un periódico, el hombre que había asesinado a su mujer, sus dos hijos y a sus padres. Para el escritor y periodista (París, 1957), la tentación era demasiado grande como para ignorarla, y el olfato no le falló. Ahí había un personaje por descubrir, un misterio por desenmascarar. Como un sabueso siguiendo el rastro de un buen pedazo de carne sangrante (valga la metáfora), Carrère emprendió la tarea de hablar con quienes conocieron a Romand para tratar de entender cómo éste había basado toda su existencia en una mentira avasalladora (que era un exitoso médico investigador de la oms cuando ni siquiera había terminado el segundo año en la escuela de Medicina) y cómo cuando ésta amenazaba con explotarle en la cara decidió poner fin a todo lo que conocía.

Así, con la historia de Jean-Claude Romand, Carrère escribió El adversario (2000), una obra de no ficción en la que alterna el relato de los hechos que llevaron a este hombre a cometer un acto atroz, con las vicisitudes del propio autor para conocerlo, establecer una relación, convencerlo de que le contara su versión de los hechos, repudiarlo y alejarse para finalmente restablecer contacto con él, ya sentenciado, y terminar su libro hasta verlo publicado y, sobra decirlo, convertido en un éxito. En 2002, con guion del propio Carrère, la directora francesa Nicole Garcia llevó El adversario a la pantalla grande, con Daniel Auteuil en el papel de Jean-Marc Faure, o sea, Romand.

 La carrera de Emmanuel Carrère despegó y ya nada volvió a ser igual. Siguió Una novela rusa, en la que al tiempo que cuenta la historia de András Toma, un húngaro recluido durante 53 años en un hospital psiquiátrico en un pueblo de Rusia que no habló durante esos años por no hablar ruso, recuerda lo poco que sabe acerca de la vida atormentada de su abuelo materno, Georges Zurabishvili, un ruso exiliado en Francia. En esta novela, Carrère entrelaza la narración con la compleja relación amorosa que tiene con Sophie, una mujer más joven y menos “refinada” que él. El escritor tiende puentes entre las tres historias. Escribe (y describe) también su experiencia como periodista, con un crew de televisión, intentando rodar un documental sobre el húngaro sin memoria.

El escritor y periodista francés domina los terrenos de la no ficción como un dios; puede hacer lo que quiere, incluso exponerse como lo que es: un hombre que en momentos raya en la soberbia, cuando desprecia en silencio a su novia porque ella tiene que trabajar en algo que no eligió para sobrevivir, porque no pertenece a su selecto círculo de escritores y cineastas, porque le recuerda lo aterrorizante que puede ser una vida mediocre, como la de su abuelo.

emmanuel carrère feria del libro de guadalajara, int

En El reino (Anagrama, 2015) Carrère se reafirma en este género. Con la narración de su conversión al catolicismo y su posterior decepción y abandono (cuando lee en el periódico la noticia de un niño que se ha quedado ciego, sordo, mudo y paralítico), el autor intercala un ensayo sobre Pablo de Tarso. ¿Ha encontrado la fórmula que le funciona y no quiere soltarla? Quizá, porque hay momentos en los que la lectura de las 516 páginas se vuelve pesada, demasiado erudita. Cuesta trabajo terminarla.A mediados de noviembre los reflectores se encendieron otra vez en torno a la figura de Emmanuel Carrère. Acompañado por Jorge Herralde, el veterano editor de Anagrama, presentó en Barcelona Conviene tener un sitio adonde ir, una compilación de textos periodísticos publicados desde 1990 hasta 2015 en medios como Paris Match, Le Monde des Livres, Marie Claire y Le Nouvel Observateur. En las fotografías que acompañan las notas de prensa, al autor se le ve sonriente, satisfecho. Habla del periodismo como una forma de literatura, y se le escucha convencido.Su siguiente parada es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. En este momento parece estar cada vez más lejos de Georges Zurabishvili, ese abuelo suyo que se pudría de resentimiento. Quizá, más que sus grandes obras de no ficción, fue el periodismo, el oficio de reportero, el que obró este milagro. Uno nunca sabe.Emmanuel Carrère sonríe.

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Emmanuel Carrère recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2017 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En enero de 1993, Emmanuel Carrère se encontró con la historia de Jean-Claude Romand en la sección de nota roja de un periódico, el hombre que había asesinado a su mujer, sus dos hijos y a sus padres. Para el escritor y periodista (París, 1957), la tentación era demasiado grande como para ignorarla, y el olfato no le falló. Ahí había un personaje por descubrir, un misterio por desenmascarar. Como un sabueso siguiendo el rastro de un buen pedazo de carne sangrante (valga la metáfora), Carrère emprendió la tarea de hablar con quienes conocieron a Romand para tratar de entender cómo éste había basado toda su existencia en una mentira avasalladora (que era un exitoso médico investigador de la oms cuando ni siquiera había terminado el segundo año en la escuela de Medicina) y cómo cuando ésta amenazaba con explotarle en la cara decidió poner fin a todo lo que conocía.

Así, con la historia de Jean-Claude Romand, Carrère escribió El adversario (2000), una obra de no ficción en la que alterna el relato de los hechos que llevaron a este hombre a cometer un acto atroz, con las vicisitudes del propio autor para conocerlo, establecer una relación, convencerlo de que le contara su versión de los hechos, repudiarlo y alejarse para finalmente restablecer contacto con él, ya sentenciado, y terminar su libro hasta verlo publicado y, sobra decirlo, convertido en un éxito. En 2002, con guion del propio Carrère, la directora francesa Nicole Garcia llevó El adversario a la pantalla grande, con Daniel Auteuil en el papel de Jean-Marc Faure, o sea, Romand.

 La carrera de Emmanuel Carrère despegó y ya nada volvió a ser igual. Siguió Una novela rusa, en la que al tiempo que cuenta la historia de András Toma, un húngaro recluido durante 53 años en un hospital psiquiátrico en un pueblo de Rusia que no habló durante esos años por no hablar ruso, recuerda lo poco que sabe acerca de la vida atormentada de su abuelo materno, Georges Zurabishvili, un ruso exiliado en Francia. En esta novela, Carrère entrelaza la narración con la compleja relación amorosa que tiene con Sophie, una mujer más joven y menos “refinada” que él. El escritor tiende puentes entre las tres historias. Escribe (y describe) también su experiencia como periodista, con un crew de televisión, intentando rodar un documental sobre el húngaro sin memoria.

El escritor y periodista francés domina los terrenos de la no ficción como un dios; puede hacer lo que quiere, incluso exponerse como lo que es: un hombre que en momentos raya en la soberbia, cuando desprecia en silencio a su novia porque ella tiene que trabajar en algo que no eligió para sobrevivir, porque no pertenece a su selecto círculo de escritores y cineastas, porque le recuerda lo aterrorizante que puede ser una vida mediocre, como la de su abuelo.

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En El reino (Anagrama, 2015) Carrère se reafirma en este género. Con la narración de su conversión al catolicismo y su posterior decepción y abandono (cuando lee en el periódico la noticia de un niño que se ha quedado ciego, sordo, mudo y paralítico), el autor intercala un ensayo sobre Pablo de Tarso. ¿Ha encontrado la fórmula que le funciona y no quiere soltarla? Quizá, porque hay momentos en los que la lectura de las 516 páginas se vuelve pesada, demasiado erudita. Cuesta trabajo terminarla.A mediados de noviembre los reflectores se encendieron otra vez en torno a la figura de Emmanuel Carrère. Acompañado por Jorge Herralde, el veterano editor de Anagrama, presentó en Barcelona Conviene tener un sitio adonde ir, una compilación de textos periodísticos publicados desde 1990 hasta 2015 en medios como Paris Match, Le Monde des Livres, Marie Claire y Le Nouvel Observateur. En las fotografías que acompañan las notas de prensa, al autor se le ve sonriente, satisfecho. Habla del periodismo como una forma de literatura, y se le escucha convencido.Su siguiente parada es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. En este momento parece estar cada vez más lejos de Georges Zurabishvili, ese abuelo suyo que se pudría de resentimiento. Quizá, más que sus grandes obras de no ficción, fue el periodismo, el oficio de reportero, el que obró este milagro. Uno nunca sabe.Emmanuel Carrère sonríe.

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Emmanuel Carrère recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2017 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En enero de 1993, Emmanuel Carrère se encontró con la historia de Jean-Claude Romand en la sección de nota roja de un periódico, el hombre que había asesinado a su mujer, sus dos hijos y a sus padres. Para el escritor y periodista (París, 1957), la tentación era demasiado grande como para ignorarla, y el olfato no le falló. Ahí había un personaje por descubrir, un misterio por desenmascarar. Como un sabueso siguiendo el rastro de un buen pedazo de carne sangrante (valga la metáfora), Carrère emprendió la tarea de hablar con quienes conocieron a Romand para tratar de entender cómo éste había basado toda su existencia en una mentira avasalladora (que era un exitoso médico investigador de la oms cuando ni siquiera había terminado el segundo año en la escuela de Medicina) y cómo cuando ésta amenazaba con explotarle en la cara decidió poner fin a todo lo que conocía.

Así, con la historia de Jean-Claude Romand, Carrère escribió El adversario (2000), una obra de no ficción en la que alterna el relato de los hechos que llevaron a este hombre a cometer un acto atroz, con las vicisitudes del propio autor para conocerlo, establecer una relación, convencerlo de que le contara su versión de los hechos, repudiarlo y alejarse para finalmente restablecer contacto con él, ya sentenciado, y terminar su libro hasta verlo publicado y, sobra decirlo, convertido en un éxito. En 2002, con guion del propio Carrère, la directora francesa Nicole Garcia llevó El adversario a la pantalla grande, con Daniel Auteuil en el papel de Jean-Marc Faure, o sea, Romand.

 La carrera de Emmanuel Carrère despegó y ya nada volvió a ser igual. Siguió Una novela rusa, en la que al tiempo que cuenta la historia de András Toma, un húngaro recluido durante 53 años en un hospital psiquiátrico en un pueblo de Rusia que no habló durante esos años por no hablar ruso, recuerda lo poco que sabe acerca de la vida atormentada de su abuelo materno, Georges Zurabishvili, un ruso exiliado en Francia. En esta novela, Carrère entrelaza la narración con la compleja relación amorosa que tiene con Sophie, una mujer más joven y menos “refinada” que él. El escritor tiende puentes entre las tres historias. Escribe (y describe) también su experiencia como periodista, con un crew de televisión, intentando rodar un documental sobre el húngaro sin memoria.

El escritor y periodista francés domina los terrenos de la no ficción como un dios; puede hacer lo que quiere, incluso exponerse como lo que es: un hombre que en momentos raya en la soberbia, cuando desprecia en silencio a su novia porque ella tiene que trabajar en algo que no eligió para sobrevivir, porque no pertenece a su selecto círculo de escritores y cineastas, porque le recuerda lo aterrorizante que puede ser una vida mediocre, como la de su abuelo.

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En El reino (Anagrama, 2015) Carrère se reafirma en este género. Con la narración de su conversión al catolicismo y su posterior decepción y abandono (cuando lee en el periódico la noticia de un niño que se ha quedado ciego, sordo, mudo y paralítico), el autor intercala un ensayo sobre Pablo de Tarso. ¿Ha encontrado la fórmula que le funciona y no quiere soltarla? Quizá, porque hay momentos en los que la lectura de las 516 páginas se vuelve pesada, demasiado erudita. Cuesta trabajo terminarla.A mediados de noviembre los reflectores se encendieron otra vez en torno a la figura de Emmanuel Carrère. Acompañado por Jorge Herralde, el veterano editor de Anagrama, presentó en Barcelona Conviene tener un sitio adonde ir, una compilación de textos periodísticos publicados desde 1990 hasta 2015 en medios como Paris Match, Le Monde des Livres, Marie Claire y Le Nouvel Observateur. En las fotografías que acompañan las notas de prensa, al autor se le ve sonriente, satisfecho. Habla del periodismo como una forma de literatura, y se le escucha convencido.Su siguiente parada es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. En este momento parece estar cada vez más lejos de Georges Zurabishvili, ese abuelo suyo que se pudría de resentimiento. Quizá, más que sus grandes obras de no ficción, fue el periodismo, el oficio de reportero, el que obró este milagro. Uno nunca sabe.Emmanuel Carrère sonríe.

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En enero de 1993, Emmanuel Carrère se encontró con la historia de Jean-Claude Romand en la sección de nota roja de un periódico, el hombre que había asesinado a su mujer, sus dos hijos y a sus padres. Para el escritor y periodista (París, 1957), la tentación era demasiado grande como para ignorarla, y el olfato no le falló. Ahí había un personaje por descubrir, un misterio por desenmascarar. Como un sabueso siguiendo el rastro de un buen pedazo de carne sangrante (valga la metáfora), Carrère emprendió la tarea de hablar con quienes conocieron a Romand para tratar de entender cómo éste había basado toda su existencia en una mentira avasalladora (que era un exitoso médico investigador de la oms cuando ni siquiera había terminado el segundo año en la escuela de Medicina) y cómo cuando ésta amenazaba con explotarle en la cara decidió poner fin a todo lo que conocía.

Así, con la historia de Jean-Claude Romand, Carrère escribió El adversario (2000), una obra de no ficción en la que alterna el relato de los hechos que llevaron a este hombre a cometer un acto atroz, con las vicisitudes del propio autor para conocerlo, establecer una relación, convencerlo de que le contara su versión de los hechos, repudiarlo y alejarse para finalmente restablecer contacto con él, ya sentenciado, y terminar su libro hasta verlo publicado y, sobra decirlo, convertido en un éxito. En 2002, con guion del propio Carrère, la directora francesa Nicole Garcia llevó El adversario a la pantalla grande, con Daniel Auteuil en el papel de Jean-Marc Faure, o sea, Romand.

 La carrera de Emmanuel Carrère despegó y ya nada volvió a ser igual. Siguió Una novela rusa, en la que al tiempo que cuenta la historia de András Toma, un húngaro recluido durante 53 años en un hospital psiquiátrico en un pueblo de Rusia que no habló durante esos años por no hablar ruso, recuerda lo poco que sabe acerca de la vida atormentada de su abuelo materno, Georges Zurabishvili, un ruso exiliado en Francia. En esta novela, Carrère entrelaza la narración con la compleja relación amorosa que tiene con Sophie, una mujer más joven y menos “refinada” que él. El escritor tiende puentes entre las tres historias. Escribe (y describe) también su experiencia como periodista, con un crew de televisión, intentando rodar un documental sobre el húngaro sin memoria.

El escritor y periodista francés domina los terrenos de la no ficción como un dios; puede hacer lo que quiere, incluso exponerse como lo que es: un hombre que en momentos raya en la soberbia, cuando desprecia en silencio a su novia porque ella tiene que trabajar en algo que no eligió para sobrevivir, porque no pertenece a su selecto círculo de escritores y cineastas, porque le recuerda lo aterrorizante que puede ser una vida mediocre, como la de su abuelo.

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En El reino (Anagrama, 2015) Carrère se reafirma en este género. Con la narración de su conversión al catolicismo y su posterior decepción y abandono (cuando lee en el periódico la noticia de un niño que se ha quedado ciego, sordo, mudo y paralítico), el autor intercala un ensayo sobre Pablo de Tarso. ¿Ha encontrado la fórmula que le funciona y no quiere soltarla? Quizá, porque hay momentos en los que la lectura de las 516 páginas se vuelve pesada, demasiado erudita. Cuesta trabajo terminarla.A mediados de noviembre los reflectores se encendieron otra vez en torno a la figura de Emmanuel Carrère. Acompañado por Jorge Herralde, el veterano editor de Anagrama, presentó en Barcelona Conviene tener un sitio adonde ir, una compilación de textos periodísticos publicados desde 1990 hasta 2015 en medios como Paris Match, Le Monde des Livres, Marie Claire y Le Nouvel Observateur. En las fotografías que acompañan las notas de prensa, al autor se le ve sonriente, satisfecho. Habla del periodismo como una forma de literatura, y se le escucha convencido.Su siguiente parada es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. En este momento parece estar cada vez más lejos de Georges Zurabishvili, ese abuelo suyo que se pudría de resentimiento. Quizá, más que sus grandes obras de no ficción, fue el periodismo, el oficio de reportero, el que obró este milagro. Uno nunca sabe.Emmanuel Carrère sonríe.

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En enero de 1993, Emmanuel Carrère se encontró con la historia de Jean-Claude Romand en la sección de nota roja de un periódico, el hombre que había asesinado a su mujer, sus dos hijos y a sus padres. Para el escritor y periodista (París, 1957), la tentación era demasiado grande como para ignorarla, y el olfato no le falló. Ahí había un personaje por descubrir, un misterio por desenmascarar. Como un sabueso siguiendo el rastro de un buen pedazo de carne sangrante (valga la metáfora), Carrère emprendió la tarea de hablar con quienes conocieron a Romand para tratar de entender cómo éste había basado toda su existencia en una mentira avasalladora (que era un exitoso médico investigador de la oms cuando ni siquiera había terminado el segundo año en la escuela de Medicina) y cómo cuando ésta amenazaba con explotarle en la cara decidió poner fin a todo lo que conocía.

Así, con la historia de Jean-Claude Romand, Carrère escribió El adversario (2000), una obra de no ficción en la que alterna el relato de los hechos que llevaron a este hombre a cometer un acto atroz, con las vicisitudes del propio autor para conocerlo, establecer una relación, convencerlo de que le contara su versión de los hechos, repudiarlo y alejarse para finalmente restablecer contacto con él, ya sentenciado, y terminar su libro hasta verlo publicado y, sobra decirlo, convertido en un éxito. En 2002, con guion del propio Carrère, la directora francesa Nicole Garcia llevó El adversario a la pantalla grande, con Daniel Auteuil en el papel de Jean-Marc Faure, o sea, Romand.

 La carrera de Emmanuel Carrère despegó y ya nada volvió a ser igual. Siguió Una novela rusa, en la que al tiempo que cuenta la historia de András Toma, un húngaro recluido durante 53 años en un hospital psiquiátrico en un pueblo de Rusia que no habló durante esos años por no hablar ruso, recuerda lo poco que sabe acerca de la vida atormentada de su abuelo materno, Georges Zurabishvili, un ruso exiliado en Francia. En esta novela, Carrère entrelaza la narración con la compleja relación amorosa que tiene con Sophie, una mujer más joven y menos “refinada” que él. El escritor tiende puentes entre las tres historias. Escribe (y describe) también su experiencia como periodista, con un crew de televisión, intentando rodar un documental sobre el húngaro sin memoria.

El escritor y periodista francés domina los terrenos de la no ficción como un dios; puede hacer lo que quiere, incluso exponerse como lo que es: un hombre que en momentos raya en la soberbia, cuando desprecia en silencio a su novia porque ella tiene que trabajar en algo que no eligió para sobrevivir, porque no pertenece a su selecto círculo de escritores y cineastas, porque le recuerda lo aterrorizante que puede ser una vida mediocre, como la de su abuelo.

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En El reino (Anagrama, 2015) Carrère se reafirma en este género. Con la narración de su conversión al catolicismo y su posterior decepción y abandono (cuando lee en el periódico la noticia de un niño que se ha quedado ciego, sordo, mudo y paralítico), el autor intercala un ensayo sobre Pablo de Tarso. ¿Ha encontrado la fórmula que le funciona y no quiere soltarla? Quizá, porque hay momentos en los que la lectura de las 516 páginas se vuelve pesada, demasiado erudita. Cuesta trabajo terminarla.A mediados de noviembre los reflectores se encendieron otra vez en torno a la figura de Emmanuel Carrère. Acompañado por Jorge Herralde, el veterano editor de Anagrama, presentó en Barcelona Conviene tener un sitio adonde ir, una compilación de textos periodísticos publicados desde 1990 hasta 2015 en medios como Paris Match, Le Monde des Livres, Marie Claire y Le Nouvel Observateur. En las fotografías que acompañan las notas de prensa, al autor se le ve sonriente, satisfecho. Habla del periodismo como una forma de literatura, y se le escucha convencido.Su siguiente parada es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. En este momento parece estar cada vez más lejos de Georges Zurabishvili, ese abuelo suyo que se pudría de resentimiento. Quizá, más que sus grandes obras de no ficción, fue el periodismo, el oficio de reportero, el que obró este milagro. Uno nunca sabe.Emmanuel Carrère sonríe.

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En enero de 1993, Emmanuel Carrère se encontró con la historia de Jean-Claude Romand en la sección de nota roja de un periódico, el hombre que había asesinado a su mujer, sus dos hijos y a sus padres. Para el escritor y periodista (París, 1957), la tentación era demasiado grande como para ignorarla, y el olfato no le falló. Ahí había un personaje por descubrir, un misterio por desenmascarar. Como un sabueso siguiendo el rastro de un buen pedazo de carne sangrante (valga la metáfora), Carrère emprendió la tarea de hablar con quienes conocieron a Romand para tratar de entender cómo éste había basado toda su existencia en una mentira avasalladora (que era un exitoso médico investigador de la oms cuando ni siquiera había terminado el segundo año en la escuela de Medicina) y cómo cuando ésta amenazaba con explotarle en la cara decidió poner fin a todo lo que conocía.

Así, con la historia de Jean-Claude Romand, Carrère escribió El adversario (2000), una obra de no ficción en la que alterna el relato de los hechos que llevaron a este hombre a cometer un acto atroz, con las vicisitudes del propio autor para conocerlo, establecer una relación, convencerlo de que le contara su versión de los hechos, repudiarlo y alejarse para finalmente restablecer contacto con él, ya sentenciado, y terminar su libro hasta verlo publicado y, sobra decirlo, convertido en un éxito. En 2002, con guion del propio Carrère, la directora francesa Nicole Garcia llevó El adversario a la pantalla grande, con Daniel Auteuil en el papel de Jean-Marc Faure, o sea, Romand.

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