La invitación a que México forme parte de una multimillonaria estrategia de inversión estadounidense para detonar una industria de semiconductores en la región, podría ser una muy buena noticia para la economía nacional.
El pasado 12 de septiembre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se reunió con el canciller Marcelo Ebrard y la secretaria de Economía Tatiana Clouthier para celebrar la segunda reunión del Diálogo Económico de Alto Nivel. En él se planteó la posibilidad de que México forme parte de una multimillonaria estrategia de inversión estadounidense para detonar una industria de semiconductores en la región. Esto implicaría para nuestro país una inversión de 51 millones de dólares, que se destinarían al desarrollo de empresas y talento para producirlos.
Con esta propuesta, según el canciller Ebrard, la economía mexicana podría duplicar su crecimiento, pero ¿qué son exactamente los tan valorados semiconductores? Se trata pequeños chips hechos a base de silicio sobre los cuales se construye un sistema capaz de recibir y procesar señales analógicas y digitales. Podría decirse que son los cerebros de la gran mayoría de los aparatos electrónicos que conocemos, desde celulares y computadoras, hasta automóviles y camiones de carga, que requieren decenas o hasta cientos de ellos.
Su demanda en todo el mundo es enorme, mientras que su compleja manufactura, los conflictos geopolíticos, el cierre de fábricas debido a la pandemia por covid-19 y el incendio que sufrió una de las fábricas más grandes e importantes de Taiwán, provocaron un desabasto de semiconductores en el mundo. En consecuencia, subieron los precios, especialmente en la industria automotriz, por lo que los empresarios afectados han comenzado a buscar alternativas. EE.UU, particularmente, trabaja en un plan comercial para depender en menor medida de China, quien mantiene el monopolio de producción en esta industria, y nuestro país ha sido considerado para unirse a esta estrategia.
Taiwán produce más de la mitad de los semiconductores del mundo, mientras que Corea del Sur produce el 18% y Estados Unidos solo el 12%. En los últimos años las tensiones entre Estados Unidos y el líder asiático se han acumulado, pues tras el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio, su gobierno no ha acatado los compromisos internacionales de eliminar los subsidios internos, abrir su mercado y competir al mismo nivel con el resto del mundo. En consecuencia, cuando Trump llegó a la presidencia decidió tomar cartas en el asunto e imponer aranceles a los productos provenientes de China, pero los estadounidenses no tardaron en darse cuenta que había sido una medida contraproducente.
“Se dan cuenta de que a muchas de las exportaciones de China no podían ponerles aranceles porque no tenían cómo reemplazarlas, entonces nada más se estaban aumentando el precio ellos mismos. Identifican que hay una cierta vulnerabilidad al dejar que China sea el único productor del mundo. Al mismo tiempo, empiezan a aumentar las amenazas chinas de volver a integrar a Taiwán al régimen comunista”, comenta Jorge Guajardo, director senior en la consultora McLarty y Asociados.
Con la finalidad de disminuir la dependencia a la producción del continente asiático, Estados Unidos ha contemplado destinar 500 millones de dólares para actividades internacionales en la cadena de suministro de semiconductores en países aliados, de los cuales 51 millones se destinarían a México, pero ¿ésta cantidad sería suficiente para que el país se posicione entre los líderes del mercado? Lo más probable es que no.
“La fabricación, que es el terreno al que que todos quieren entrar, requiere de una inversión muy grande. Taiwan Semiconductor Manufacturing Company está construyendo una fábrica en Arizona con una inversión de 14 mil millones de dólares. De esos 14 mil millones, 2 mil millones son incentivos del gobierno de Estados Unidos. Una vez lista la fábrica, que tomará entre tres y cinco años, se espera que surta aproximadamente entre el 3 y el 4% del mercado, entonces puedes ver cómo aún con una inversión aún tan grande solo se abarca un poquito del mercado”, añade Jorge Guajardo.
Además del inmenso capital necesario, estas fábricas consumen una gran cantidad de agua, escasa en buena parte del país; y de energía, en un momento en que la CFE, que detenta el monopolio en México, ya ha sobrepasado su capacidad de abastecimiento.
“Es tan importante el agua en el proceso, que una sequía puede paralizar la producción de circuitos, eso ocurrió en Taiwán ahora en la pandemia y contribuyó a la escasez mundial de chips”, explica Miguel Bañuelos, académico del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología de la UNAM.
México no va poder tener una participación clave en el diseño de estos semiconductores, un área donde Inglaterra y Estados Unidos tienen el control del mercado; y también será difícil que se posicione en la fabricación, donde Taiwán y Corea del Sur son los principales actores, pero sí podría abrirse camino en los últimos pasos de la producción, que son el ensamblaje, las pruebas y el empaquetado. Actualmente ya se hacen labores de validación y testeo de microprocesadores en Jalisco y la llegada de este capital al país sería una muy buena noticia para la economía nacional, principalmente por las futuras inversiones que esto podría atraer, además de un alza en el mercado laboral.
Para saber más del tema, escucha el episodio completo de Semanario Gatopardo aquí.