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La falta de medicamentos oncológicos se explica por el cambio al sistema de compras consolidadas –y su mala ejecución–, así como por los problemas de producción a nivel mundial.
Esta semana Italia Candelaria y su hija, Italia Mariscal, tendrán que viajar cerca de 110 kilómetros en un automóvil, que ella describe como “viejito”, para ir de Venado, en San Luis Potosí, a la capital del estado, donde está el Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, para que la niña de once años pueda seguir su tratamiento contra el cáncer. Desde noviembre, cuando recibió su primera quimioterapia para curar el sarcoma de Ewing que padece, han hecho este trayecto mes a mes y, para cada sesión, deben quedarse entre cuatro y seis días.
El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer que da en los huesos. En el caso de Italia, se desarrolló un tumor en el isquion, entre la pelvis y el fémur, por lo que le cuesta mucho sentarse, caminar, acostarse; el dolor es constante y no hay posición del cuerpo que lo calme. Con todo, su madre ve que ella mejora. “Desde la primera vez que salimos del hospital con quimio, ya no tuvo que usar las muletas porque pudo extender su pie derecho. No soy doctora, pero yo le veo un gran avance”. La precisión es curiosa porque su situación la obligó a volverse experta: describe a detalle el padecimiento de su hija y recuerda con exactitud cada uno de los nombres –realmente impronunciables– de sus medicamentos. Lo último no es fortuito: su hija no sólo ha tenido que enfrentar el cáncer, sino también el hecho de que, en más de una ocasión, en el hospital central no han contado con los medicamentos para su quimioterapia.
Italia Candelaria está registrada en el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) desde que era el Seguro Popular. Era una de sus prestaciones cuando trabajaba como intendente en una preparatoria en Venado, un trabajo que dejó cuando enfermó su hija, pero pudo seguir haciendo cobranza por teléfono para una financiera en San Luis. Este empleo es lo que la ha ayudado a mantenerse durante el 2021. Gana por comisiones, pero no es mucho dinero. Estira los pesos hasta donde puede porque, desde que empezó el cáncer de su hija, ha tenido que poner dinero para que ella se cure.
Cuando estaba por ingresar al tratamiento oncológico en el hospital central, Italia pagó en laboratorios privados los estudios que necesitaba su hija “para ganar tiempo”. A esos costos extras, hay que sumar los de trasladarse y quedarse en la ciudad de San Luis Potosí. Italia es el único sostén de su familia; el padre de sus dos hijos, Aarón e Italia, los dejó.
“En febrero, cuando ella iba a tomar su cuarto ciclo, comenzó en el hospital el desabasto”, recuerda Italia Candelaria. Desde entonces hasta la fecha, ha sido difícil conseguir tres medicinas: cardioxane, un protector del corazón; vincristina, que se utiliza en las quimioterapias; y filgrastim, para elevar las defensas de los niños, pues quedan muy reducidas después de los ciclos.
En los últimos cuatro meses, Italia ha tenido que conseguir 44,300 pesos para pagar los medicamentos faltantes, a pesar de que la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer le ha ayudado con algunos y que la gente en Venado ha organizado rifas, loterías y boteos para aportar a los gastos. “No sé ni cuánto debo, no quiero ni hacer cuentas. Lo que debo son más de cien mil pesos, pero no quiero ni saber”.
La falta de medicamentos oncológicos se explica por el cambio al sistema de compras consolidadas –y su mala ejecución–, así como por los problemas de producción a nivel mundial.
Esta semana Italia Candelaria y su hija, Italia Mariscal, tendrán que viajar cerca de 110 kilómetros en un automóvil, que ella describe como “viejito”, para ir de Venado, en San Luis Potosí, a la capital del estado, donde está el Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, para que la niña de once años pueda seguir su tratamiento contra el cáncer. Desde noviembre, cuando recibió su primera quimioterapia para curar el sarcoma de Ewing que padece, han hecho este trayecto mes a mes y, para cada sesión, deben quedarse entre cuatro y seis días.
El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer que da en los huesos. En el caso de Italia, se desarrolló un tumor en el isquion, entre la pelvis y el fémur, por lo que le cuesta mucho sentarse, caminar, acostarse; el dolor es constante y no hay posición del cuerpo que lo calme. Con todo, su madre ve que ella mejora. “Desde la primera vez que salimos del hospital con quimio, ya no tuvo que usar las muletas porque pudo extender su pie derecho. No soy doctora, pero yo le veo un gran avance”. La precisión es curiosa porque su situación la obligó a volverse experta: describe a detalle el padecimiento de su hija y recuerda con exactitud cada uno de los nombres –realmente impronunciables– de sus medicamentos. Lo último no es fortuito: su hija no sólo ha tenido que enfrentar el cáncer, sino también el hecho de que, en más de una ocasión, en el hospital central no han contado con los medicamentos para su quimioterapia.
Italia Candelaria está registrada en el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) desde que era el Seguro Popular. Era una de sus prestaciones cuando trabajaba como intendente en una preparatoria en Venado, un trabajo que dejó cuando enfermó su hija, pero pudo seguir haciendo cobranza por teléfono para una financiera en San Luis. Este empleo es lo que la ha ayudado a mantenerse durante el 2021. Gana por comisiones, pero no es mucho dinero. Estira los pesos hasta donde puede porque, desde que empezó el cáncer de su hija, ha tenido que poner dinero para que ella se cure.
Cuando estaba por ingresar al tratamiento oncológico en el hospital central, Italia pagó en laboratorios privados los estudios que necesitaba su hija “para ganar tiempo”. A esos costos extras, hay que sumar los de trasladarse y quedarse en la ciudad de San Luis Potosí. Italia es el único sostén de su familia; el padre de sus dos hijos, Aarón e Italia, los dejó.
“En febrero, cuando ella iba a tomar su cuarto ciclo, comenzó en el hospital el desabasto”, recuerda Italia Candelaria. Desde entonces hasta la fecha, ha sido difícil conseguir tres medicinas: cardioxane, un protector del corazón; vincristina, que se utiliza en las quimioterapias; y filgrastim, para elevar las defensas de los niños, pues quedan muy reducidas después de los ciclos.
En los últimos cuatro meses, Italia ha tenido que conseguir 44,300 pesos para pagar los medicamentos faltantes, a pesar de que la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer le ha ayudado con algunos y que la gente en Venado ha organizado rifas, loterías y boteos para aportar a los gastos. “No sé ni cuánto debo, no quiero ni hacer cuentas. Lo que debo son más de cien mil pesos, pero no quiero ni saber”.
La falta de medicamentos oncológicos se explica por el cambio al sistema de compras consolidadas –y su mala ejecución–, así como por los problemas de producción a nivel mundial.
Esta semana Italia Candelaria y su hija, Italia Mariscal, tendrán que viajar cerca de 110 kilómetros en un automóvil, que ella describe como “viejito”, para ir de Venado, en San Luis Potosí, a la capital del estado, donde está el Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, para que la niña de once años pueda seguir su tratamiento contra el cáncer. Desde noviembre, cuando recibió su primera quimioterapia para curar el sarcoma de Ewing que padece, han hecho este trayecto mes a mes y, para cada sesión, deben quedarse entre cuatro y seis días.
El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer que da en los huesos. En el caso de Italia, se desarrolló un tumor en el isquion, entre la pelvis y el fémur, por lo que le cuesta mucho sentarse, caminar, acostarse; el dolor es constante y no hay posición del cuerpo que lo calme. Con todo, su madre ve que ella mejora. “Desde la primera vez que salimos del hospital con quimio, ya no tuvo que usar las muletas porque pudo extender su pie derecho. No soy doctora, pero yo le veo un gran avance”. La precisión es curiosa porque su situación la obligó a volverse experta: describe a detalle el padecimiento de su hija y recuerda con exactitud cada uno de los nombres –realmente impronunciables– de sus medicamentos. Lo último no es fortuito: su hija no sólo ha tenido que enfrentar el cáncer, sino también el hecho de que, en más de una ocasión, en el hospital central no han contado con los medicamentos para su quimioterapia.
Italia Candelaria está registrada en el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) desde que era el Seguro Popular. Era una de sus prestaciones cuando trabajaba como intendente en una preparatoria en Venado, un trabajo que dejó cuando enfermó su hija, pero pudo seguir haciendo cobranza por teléfono para una financiera en San Luis. Este empleo es lo que la ha ayudado a mantenerse durante el 2021. Gana por comisiones, pero no es mucho dinero. Estira los pesos hasta donde puede porque, desde que empezó el cáncer de su hija, ha tenido que poner dinero para que ella se cure.
Cuando estaba por ingresar al tratamiento oncológico en el hospital central, Italia pagó en laboratorios privados los estudios que necesitaba su hija “para ganar tiempo”. A esos costos extras, hay que sumar los de trasladarse y quedarse en la ciudad de San Luis Potosí. Italia es el único sostén de su familia; el padre de sus dos hijos, Aarón e Italia, los dejó.
“En febrero, cuando ella iba a tomar su cuarto ciclo, comenzó en el hospital el desabasto”, recuerda Italia Candelaria. Desde entonces hasta la fecha, ha sido difícil conseguir tres medicinas: cardioxane, un protector del corazón; vincristina, que se utiliza en las quimioterapias; y filgrastim, para elevar las defensas de los niños, pues quedan muy reducidas después de los ciclos.
En los últimos cuatro meses, Italia ha tenido que conseguir 44,300 pesos para pagar los medicamentos faltantes, a pesar de que la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer le ha ayudado con algunos y que la gente en Venado ha organizado rifas, loterías y boteos para aportar a los gastos. “No sé ni cuánto debo, no quiero ni hacer cuentas. Lo que debo son más de cien mil pesos, pero no quiero ni saber”.
La falta de medicamentos oncológicos se explica por el cambio al sistema de compras consolidadas –y su mala ejecución–, así como por los problemas de producción a nivel mundial.
Esta semana Italia Candelaria y su hija, Italia Mariscal, tendrán que viajar cerca de 110 kilómetros en un automóvil, que ella describe como “viejito”, para ir de Venado, en San Luis Potosí, a la capital del estado, donde está el Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, para que la niña de once años pueda seguir su tratamiento contra el cáncer. Desde noviembre, cuando recibió su primera quimioterapia para curar el sarcoma de Ewing que padece, han hecho este trayecto mes a mes y, para cada sesión, deben quedarse entre cuatro y seis días.
El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer que da en los huesos. En el caso de Italia, se desarrolló un tumor en el isquion, entre la pelvis y el fémur, por lo que le cuesta mucho sentarse, caminar, acostarse; el dolor es constante y no hay posición del cuerpo que lo calme. Con todo, su madre ve que ella mejora. “Desde la primera vez que salimos del hospital con quimio, ya no tuvo que usar las muletas porque pudo extender su pie derecho. No soy doctora, pero yo le veo un gran avance”. La precisión es curiosa porque su situación la obligó a volverse experta: describe a detalle el padecimiento de su hija y recuerda con exactitud cada uno de los nombres –realmente impronunciables– de sus medicamentos. Lo último no es fortuito: su hija no sólo ha tenido que enfrentar el cáncer, sino también el hecho de que, en más de una ocasión, en el hospital central no han contado con los medicamentos para su quimioterapia.
Italia Candelaria está registrada en el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) desde que era el Seguro Popular. Era una de sus prestaciones cuando trabajaba como intendente en una preparatoria en Venado, un trabajo que dejó cuando enfermó su hija, pero pudo seguir haciendo cobranza por teléfono para una financiera en San Luis. Este empleo es lo que la ha ayudado a mantenerse durante el 2021. Gana por comisiones, pero no es mucho dinero. Estira los pesos hasta donde puede porque, desde que empezó el cáncer de su hija, ha tenido que poner dinero para que ella se cure.
Cuando estaba por ingresar al tratamiento oncológico en el hospital central, Italia pagó en laboratorios privados los estudios que necesitaba su hija “para ganar tiempo”. A esos costos extras, hay que sumar los de trasladarse y quedarse en la ciudad de San Luis Potosí. Italia es el único sostén de su familia; el padre de sus dos hijos, Aarón e Italia, los dejó.
“En febrero, cuando ella iba a tomar su cuarto ciclo, comenzó en el hospital el desabasto”, recuerda Italia Candelaria. Desde entonces hasta la fecha, ha sido difícil conseguir tres medicinas: cardioxane, un protector del corazón; vincristina, que se utiliza en las quimioterapias; y filgrastim, para elevar las defensas de los niños, pues quedan muy reducidas después de los ciclos.
En los últimos cuatro meses, Italia ha tenido que conseguir 44,300 pesos para pagar los medicamentos faltantes, a pesar de que la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer le ha ayudado con algunos y que la gente en Venado ha organizado rifas, loterías y boteos para aportar a los gastos. “No sé ni cuánto debo, no quiero ni hacer cuentas. Lo que debo son más de cien mil pesos, pero no quiero ni saber”.
La falta de medicamentos oncológicos se explica por el cambio al sistema de compras consolidadas –y su mala ejecución–, así como por los problemas de producción a nivel mundial.
Esta semana Italia Candelaria y su hija, Italia Mariscal, tendrán que viajar cerca de 110 kilómetros en un automóvil, que ella describe como “viejito”, para ir de Venado, en San Luis Potosí, a la capital del estado, donde está el Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, para que la niña de once años pueda seguir su tratamiento contra el cáncer. Desde noviembre, cuando recibió su primera quimioterapia para curar el sarcoma de Ewing que padece, han hecho este trayecto mes a mes y, para cada sesión, deben quedarse entre cuatro y seis días.
El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer que da en los huesos. En el caso de Italia, se desarrolló un tumor en el isquion, entre la pelvis y el fémur, por lo que le cuesta mucho sentarse, caminar, acostarse; el dolor es constante y no hay posición del cuerpo que lo calme. Con todo, su madre ve que ella mejora. “Desde la primera vez que salimos del hospital con quimio, ya no tuvo que usar las muletas porque pudo extender su pie derecho. No soy doctora, pero yo le veo un gran avance”. La precisión es curiosa porque su situación la obligó a volverse experta: describe a detalle el padecimiento de su hija y recuerda con exactitud cada uno de los nombres –realmente impronunciables– de sus medicamentos. Lo último no es fortuito: su hija no sólo ha tenido que enfrentar el cáncer, sino también el hecho de que, en más de una ocasión, en el hospital central no han contado con los medicamentos para su quimioterapia.
Italia Candelaria está registrada en el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) desde que era el Seguro Popular. Era una de sus prestaciones cuando trabajaba como intendente en una preparatoria en Venado, un trabajo que dejó cuando enfermó su hija, pero pudo seguir haciendo cobranza por teléfono para una financiera en San Luis. Este empleo es lo que la ha ayudado a mantenerse durante el 2021. Gana por comisiones, pero no es mucho dinero. Estira los pesos hasta donde puede porque, desde que empezó el cáncer de su hija, ha tenido que poner dinero para que ella se cure.
Cuando estaba por ingresar al tratamiento oncológico en el hospital central, Italia pagó en laboratorios privados los estudios que necesitaba su hija “para ganar tiempo”. A esos costos extras, hay que sumar los de trasladarse y quedarse en la ciudad de San Luis Potosí. Italia es el único sostén de su familia; el padre de sus dos hijos, Aarón e Italia, los dejó.
“En febrero, cuando ella iba a tomar su cuarto ciclo, comenzó en el hospital el desabasto”, recuerda Italia Candelaria. Desde entonces hasta la fecha, ha sido difícil conseguir tres medicinas: cardioxane, un protector del corazón; vincristina, que se utiliza en las quimioterapias; y filgrastim, para elevar las defensas de los niños, pues quedan muy reducidas después de los ciclos.
En los últimos cuatro meses, Italia ha tenido que conseguir 44,300 pesos para pagar los medicamentos faltantes, a pesar de que la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer le ha ayudado con algunos y que la gente en Venado ha organizado rifas, loterías y boteos para aportar a los gastos. “No sé ni cuánto debo, no quiero ni hacer cuentas. Lo que debo son más de cien mil pesos, pero no quiero ni saber”.
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