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A mediados de 2020, luego vivir el confinamiento por la pandemia de covid-19, setenta mujeres peruanas de dieciséis a 74 años crearon el grupo de nado “Las Truchas”. Como ellas, en toda la región existe diferentes cardúmenes de mujeres que quieren conquistar el océano. A través de su lente, la fotógrafa Ana Elisa Sotelo capturó la relación que existe entre estas mujeres y el agua.
La vida de la artista Ana Elisa Sotelo cambió de forma radical en 2015, cuando, de regreso en su natal Lima, Perú, sufrió un accidente que la dejó con dos vértebras fracturadas y una dislocada, un par de hernias y una serie de complicaciones que la acompañan hasta hoy. La recuperación fue un camino cuesta arriba: adicional a los tratamientos médicos, su vida cotidiana se llenó de desafíos y restricciones. Sotelo recuerda aquellos días como una larga despedida: “Adiós, cámara, lentes pesados y trípode. Adiós, días de expedición, viajes planeados”. Como parte de este proceso, el médico le indicó entrar al frío mar limeño —donde hay zonas en las que el oleaje es prácticamente nulo— una vez al día. Tras semanas de calcular con cuidado cada movimiento, meterse al agua significó también enfrentar sus miedos. Pronto, sin embargo, dejó atrás sus reservas: “Conecté con la sal, el azul, las aves. Dentro del agua volví a recuperar mi poder”, afirma. Las sesiones de natación en aguas abiertas se volvieron parte de su rutina y, aprovechando la sensación de ingravidez, comenzó a llevar consigo la cámara fotográfica.
Perú estableció medidas muy estrictas por la llegada del covid-19 en 2020. No fue sino hasta el centésimo día que las personas pudieron salir a ejercitarse. Aunque era junio, pleno invierno, la deportista Patricia Woyke y un par de amigas decidieron ir a la playa Los Yuyos, en Costa Verde, a nadar. Una foto de ese encuentro casual fue suficiente convocatoria para que en los siguientes días se formara un grupo de gente interesada en unirse. “Curiosamente, todas eran mujeres”, enfatiza Sotelo: unas sesenta mujeres de dieciséis a 74 años que se autodenominaron Las Truchas.
Sotelo seguía al grupo desde el encierro, pero se unió a Las Truchas meses después, esta vez enfrentando sus temores respecto al contagio y el aislamiento. De nuevo, el mar la esperaba, y esta vez había también un “cardumen” de mujeres que, juntas, recuperaban la libertad, el poder, la fuerza: “Todas estábamos atravesando la pandemia, habíamos perdido algo o a alguien, pero al momento de entrar al agua, todo eso quedaba en tierra”.
La serie Las Truchas: un Cardumen de Mujeres dio la vuelta al mundo, y eso le abrió las puertas a Sotelo para conocer cardúmenes en otras latitudes (esta vez bajo el título abreviado Cardumen de Mujeres). Recorrió Chile de sur a norte —de Puerto Natales a Zapallar— capturando la imagen de nadadoras que, una vez que entraban al agua, dejaban afuera las amenazas con las que las mujeres coexistimos: los miedos, los prejuicios, la violencia de género, los estándares de belleza. Ahí nació —aunque desde entonces ha rebasado fronteras— el proyecto Mujeres del Agua, cuando las propias nadadoras le propusieron hacer una serie fotográfica al desnudo, con el agua, donde se sienten más seguras y son más poderosas, como escenario: “Verse libres y fuertes en un terreno desafiante también es poderoso”, dice Sotelo. Las imágenes que componen este fotoensayo forman parte del trabajo fotográfico de Sotelo en relación con la mujer y el agua.
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Esta historia se publicó en la edición impresa: "Historias de poder".
Círculo de mujeres, Perú, 2023.
A mediados de 2020, luego vivir el confinamiento por la pandemia de covid-19, setenta mujeres peruanas de dieciséis a 74 años crearon el grupo de nado “Las Truchas”. Como ellas, en toda la región existe diferentes cardúmenes de mujeres que quieren conquistar el océano. A través de su lente, la fotógrafa Ana Elisa Sotelo capturó la relación que existe entre estas mujeres y el agua.
La vida de la artista Ana Elisa Sotelo cambió de forma radical en 2015, cuando, de regreso en su natal Lima, Perú, sufrió un accidente que la dejó con dos vértebras fracturadas y una dislocada, un par de hernias y una serie de complicaciones que la acompañan hasta hoy. La recuperación fue un camino cuesta arriba: adicional a los tratamientos médicos, su vida cotidiana se llenó de desafíos y restricciones. Sotelo recuerda aquellos días como una larga despedida: “Adiós, cámara, lentes pesados y trípode. Adiós, días de expedición, viajes planeados”. Como parte de este proceso, el médico le indicó entrar al frío mar limeño —donde hay zonas en las que el oleaje es prácticamente nulo— una vez al día. Tras semanas de calcular con cuidado cada movimiento, meterse al agua significó también enfrentar sus miedos. Pronto, sin embargo, dejó atrás sus reservas: “Conecté con la sal, el azul, las aves. Dentro del agua volví a recuperar mi poder”, afirma. Las sesiones de natación en aguas abiertas se volvieron parte de su rutina y, aprovechando la sensación de ingravidez, comenzó a llevar consigo la cámara fotográfica.
Perú estableció medidas muy estrictas por la llegada del covid-19 en 2020. No fue sino hasta el centésimo día que las personas pudieron salir a ejercitarse. Aunque era junio, pleno invierno, la deportista Patricia Woyke y un par de amigas decidieron ir a la playa Los Yuyos, en Costa Verde, a nadar. Una foto de ese encuentro casual fue suficiente convocatoria para que en los siguientes días se formara un grupo de gente interesada en unirse. “Curiosamente, todas eran mujeres”, enfatiza Sotelo: unas sesenta mujeres de dieciséis a 74 años que se autodenominaron Las Truchas.
Sotelo seguía al grupo desde el encierro, pero se unió a Las Truchas meses después, esta vez enfrentando sus temores respecto al contagio y el aislamiento. De nuevo, el mar la esperaba, y esta vez había también un “cardumen” de mujeres que, juntas, recuperaban la libertad, el poder, la fuerza: “Todas estábamos atravesando la pandemia, habíamos perdido algo o a alguien, pero al momento de entrar al agua, todo eso quedaba en tierra”.
La serie Las Truchas: un Cardumen de Mujeres dio la vuelta al mundo, y eso le abrió las puertas a Sotelo para conocer cardúmenes en otras latitudes (esta vez bajo el título abreviado Cardumen de Mujeres). Recorrió Chile de sur a norte —de Puerto Natales a Zapallar— capturando la imagen de nadadoras que, una vez que entraban al agua, dejaban afuera las amenazas con las que las mujeres coexistimos: los miedos, los prejuicios, la violencia de género, los estándares de belleza. Ahí nació —aunque desde entonces ha rebasado fronteras— el proyecto Mujeres del Agua, cuando las propias nadadoras le propusieron hacer una serie fotográfica al desnudo, con el agua, donde se sienten más seguras y son más poderosas, como escenario: “Verse libres y fuertes en un terreno desafiante también es poderoso”, dice Sotelo. Las imágenes que componen este fotoensayo forman parte del trabajo fotográfico de Sotelo en relación con la mujer y el agua.
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Esta historia se publicó en la edición impresa: "Historias de poder".
A mediados de 2020, luego vivir el confinamiento por la pandemia de covid-19, setenta mujeres peruanas de dieciséis a 74 años crearon el grupo de nado “Las Truchas”. Como ellas, en toda la región existe diferentes cardúmenes de mujeres que quieren conquistar el océano. A través de su lente, la fotógrafa Ana Elisa Sotelo capturó la relación que existe entre estas mujeres y el agua.
La vida de la artista Ana Elisa Sotelo cambió de forma radical en 2015, cuando, de regreso en su natal Lima, Perú, sufrió un accidente que la dejó con dos vértebras fracturadas y una dislocada, un par de hernias y una serie de complicaciones que la acompañan hasta hoy. La recuperación fue un camino cuesta arriba: adicional a los tratamientos médicos, su vida cotidiana se llenó de desafíos y restricciones. Sotelo recuerda aquellos días como una larga despedida: “Adiós, cámara, lentes pesados y trípode. Adiós, días de expedición, viajes planeados”. Como parte de este proceso, el médico le indicó entrar al frío mar limeño —donde hay zonas en las que el oleaje es prácticamente nulo— una vez al día. Tras semanas de calcular con cuidado cada movimiento, meterse al agua significó también enfrentar sus miedos. Pronto, sin embargo, dejó atrás sus reservas: “Conecté con la sal, el azul, las aves. Dentro del agua volví a recuperar mi poder”, afirma. Las sesiones de natación en aguas abiertas se volvieron parte de su rutina y, aprovechando la sensación de ingravidez, comenzó a llevar consigo la cámara fotográfica.
Perú estableció medidas muy estrictas por la llegada del covid-19 en 2020. No fue sino hasta el centésimo día que las personas pudieron salir a ejercitarse. Aunque era junio, pleno invierno, la deportista Patricia Woyke y un par de amigas decidieron ir a la playa Los Yuyos, en Costa Verde, a nadar. Una foto de ese encuentro casual fue suficiente convocatoria para que en los siguientes días se formara un grupo de gente interesada en unirse. “Curiosamente, todas eran mujeres”, enfatiza Sotelo: unas sesenta mujeres de dieciséis a 74 años que se autodenominaron Las Truchas.
Sotelo seguía al grupo desde el encierro, pero se unió a Las Truchas meses después, esta vez enfrentando sus temores respecto al contagio y el aislamiento. De nuevo, el mar la esperaba, y esta vez había también un “cardumen” de mujeres que, juntas, recuperaban la libertad, el poder, la fuerza: “Todas estábamos atravesando la pandemia, habíamos perdido algo o a alguien, pero al momento de entrar al agua, todo eso quedaba en tierra”.
La serie Las Truchas: un Cardumen de Mujeres dio la vuelta al mundo, y eso le abrió las puertas a Sotelo para conocer cardúmenes en otras latitudes (esta vez bajo el título abreviado Cardumen de Mujeres). Recorrió Chile de sur a norte —de Puerto Natales a Zapallar— capturando la imagen de nadadoras que, una vez que entraban al agua, dejaban afuera las amenazas con las que las mujeres coexistimos: los miedos, los prejuicios, la violencia de género, los estándares de belleza. Ahí nació —aunque desde entonces ha rebasado fronteras— el proyecto Mujeres del Agua, cuando las propias nadadoras le propusieron hacer una serie fotográfica al desnudo, con el agua, donde se sienten más seguras y son más poderosas, como escenario: “Verse libres y fuertes en un terreno desafiante también es poderoso”, dice Sotelo. Las imágenes que componen este fotoensayo forman parte del trabajo fotográfico de Sotelo en relación con la mujer y el agua.
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Círculo de mujeres, Perú, 2023.
A mediados de 2020, luego vivir el confinamiento por la pandemia de covid-19, setenta mujeres peruanas de dieciséis a 74 años crearon el grupo de nado “Las Truchas”. Como ellas, en toda la región existe diferentes cardúmenes de mujeres que quieren conquistar el océano. A través de su lente, la fotógrafa Ana Elisa Sotelo capturó la relación que existe entre estas mujeres y el agua.
La vida de la artista Ana Elisa Sotelo cambió de forma radical en 2015, cuando, de regreso en su natal Lima, Perú, sufrió un accidente que la dejó con dos vértebras fracturadas y una dislocada, un par de hernias y una serie de complicaciones que la acompañan hasta hoy. La recuperación fue un camino cuesta arriba: adicional a los tratamientos médicos, su vida cotidiana se llenó de desafíos y restricciones. Sotelo recuerda aquellos días como una larga despedida: “Adiós, cámara, lentes pesados y trípode. Adiós, días de expedición, viajes planeados”. Como parte de este proceso, el médico le indicó entrar al frío mar limeño —donde hay zonas en las que el oleaje es prácticamente nulo— una vez al día. Tras semanas de calcular con cuidado cada movimiento, meterse al agua significó también enfrentar sus miedos. Pronto, sin embargo, dejó atrás sus reservas: “Conecté con la sal, el azul, las aves. Dentro del agua volví a recuperar mi poder”, afirma. Las sesiones de natación en aguas abiertas se volvieron parte de su rutina y, aprovechando la sensación de ingravidez, comenzó a llevar consigo la cámara fotográfica.
Perú estableció medidas muy estrictas por la llegada del covid-19 en 2020. No fue sino hasta el centésimo día que las personas pudieron salir a ejercitarse. Aunque era junio, pleno invierno, la deportista Patricia Woyke y un par de amigas decidieron ir a la playa Los Yuyos, en Costa Verde, a nadar. Una foto de ese encuentro casual fue suficiente convocatoria para que en los siguientes días se formara un grupo de gente interesada en unirse. “Curiosamente, todas eran mujeres”, enfatiza Sotelo: unas sesenta mujeres de dieciséis a 74 años que se autodenominaron Las Truchas.
Sotelo seguía al grupo desde el encierro, pero se unió a Las Truchas meses después, esta vez enfrentando sus temores respecto al contagio y el aislamiento. De nuevo, el mar la esperaba, y esta vez había también un “cardumen” de mujeres que, juntas, recuperaban la libertad, el poder, la fuerza: “Todas estábamos atravesando la pandemia, habíamos perdido algo o a alguien, pero al momento de entrar al agua, todo eso quedaba en tierra”.
La serie Las Truchas: un Cardumen de Mujeres dio la vuelta al mundo, y eso le abrió las puertas a Sotelo para conocer cardúmenes en otras latitudes (esta vez bajo el título abreviado Cardumen de Mujeres). Recorrió Chile de sur a norte —de Puerto Natales a Zapallar— capturando la imagen de nadadoras que, una vez que entraban al agua, dejaban afuera las amenazas con las que las mujeres coexistimos: los miedos, los prejuicios, la violencia de género, los estándares de belleza. Ahí nació —aunque desde entonces ha rebasado fronteras— el proyecto Mujeres del Agua, cuando las propias nadadoras le propusieron hacer una serie fotográfica al desnudo, con el agua, donde se sienten más seguras y son más poderosas, como escenario: “Verse libres y fuertes en un terreno desafiante también es poderoso”, dice Sotelo. Las imágenes que componen este fotoensayo forman parte del trabajo fotográfico de Sotelo en relación con la mujer y el agua.
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A mediados de 2020, luego vivir el confinamiento por la pandemia de covid-19, setenta mujeres peruanas de dieciséis a 74 años crearon el grupo de nado “Las Truchas”. Como ellas, en toda la región existe diferentes cardúmenes de mujeres que quieren conquistar el océano. A través de su lente, la fotógrafa Ana Elisa Sotelo capturó la relación que existe entre estas mujeres y el agua.
La vida de la artista Ana Elisa Sotelo cambió de forma radical en 2015, cuando, de regreso en su natal Lima, Perú, sufrió un accidente que la dejó con dos vértebras fracturadas y una dislocada, un par de hernias y una serie de complicaciones que la acompañan hasta hoy. La recuperación fue un camino cuesta arriba: adicional a los tratamientos médicos, su vida cotidiana se llenó de desafíos y restricciones. Sotelo recuerda aquellos días como una larga despedida: “Adiós, cámara, lentes pesados y trípode. Adiós, días de expedición, viajes planeados”. Como parte de este proceso, el médico le indicó entrar al frío mar limeño —donde hay zonas en las que el oleaje es prácticamente nulo— una vez al día. Tras semanas de calcular con cuidado cada movimiento, meterse al agua significó también enfrentar sus miedos. Pronto, sin embargo, dejó atrás sus reservas: “Conecté con la sal, el azul, las aves. Dentro del agua volví a recuperar mi poder”, afirma. Las sesiones de natación en aguas abiertas se volvieron parte de su rutina y, aprovechando la sensación de ingravidez, comenzó a llevar consigo la cámara fotográfica.
Perú estableció medidas muy estrictas por la llegada del covid-19 en 2020. No fue sino hasta el centésimo día que las personas pudieron salir a ejercitarse. Aunque era junio, pleno invierno, la deportista Patricia Woyke y un par de amigas decidieron ir a la playa Los Yuyos, en Costa Verde, a nadar. Una foto de ese encuentro casual fue suficiente convocatoria para que en los siguientes días se formara un grupo de gente interesada en unirse. “Curiosamente, todas eran mujeres”, enfatiza Sotelo: unas sesenta mujeres de dieciséis a 74 años que se autodenominaron Las Truchas.
Sotelo seguía al grupo desde el encierro, pero se unió a Las Truchas meses después, esta vez enfrentando sus temores respecto al contagio y el aislamiento. De nuevo, el mar la esperaba, y esta vez había también un “cardumen” de mujeres que, juntas, recuperaban la libertad, el poder, la fuerza: “Todas estábamos atravesando la pandemia, habíamos perdido algo o a alguien, pero al momento de entrar al agua, todo eso quedaba en tierra”.
La serie Las Truchas: un Cardumen de Mujeres dio la vuelta al mundo, y eso le abrió las puertas a Sotelo para conocer cardúmenes en otras latitudes (esta vez bajo el título abreviado Cardumen de Mujeres). Recorrió Chile de sur a norte —de Puerto Natales a Zapallar— capturando la imagen de nadadoras que, una vez que entraban al agua, dejaban afuera las amenazas con las que las mujeres coexistimos: los miedos, los prejuicios, la violencia de género, los estándares de belleza. Ahí nació —aunque desde entonces ha rebasado fronteras— el proyecto Mujeres del Agua, cuando las propias nadadoras le propusieron hacer una serie fotográfica al desnudo, con el agua, donde se sienten más seguras y son más poderosas, como escenario: “Verse libres y fuertes en un terreno desafiante también es poderoso”, dice Sotelo. Las imágenes que componen este fotoensayo forman parte del trabajo fotográfico de Sotelo en relación con la mujer y el agua.
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Círculo de mujeres, Perú, 2023.
A mediados de 2020, luego vivir el confinamiento por la pandemia de covid-19, setenta mujeres peruanas de dieciséis a 74 años crearon el grupo de nado “Las Truchas”. Como ellas, en toda la región existe diferentes cardúmenes de mujeres que quieren conquistar el océano. A través de su lente, la fotógrafa Ana Elisa Sotelo capturó la relación que existe entre estas mujeres y el agua.
La vida de la artista Ana Elisa Sotelo cambió de forma radical en 2015, cuando, de regreso en su natal Lima, Perú, sufrió un accidente que la dejó con dos vértebras fracturadas y una dislocada, un par de hernias y una serie de complicaciones que la acompañan hasta hoy. La recuperación fue un camino cuesta arriba: adicional a los tratamientos médicos, su vida cotidiana se llenó de desafíos y restricciones. Sotelo recuerda aquellos días como una larga despedida: “Adiós, cámara, lentes pesados y trípode. Adiós, días de expedición, viajes planeados”. Como parte de este proceso, el médico le indicó entrar al frío mar limeño —donde hay zonas en las que el oleaje es prácticamente nulo— una vez al día. Tras semanas de calcular con cuidado cada movimiento, meterse al agua significó también enfrentar sus miedos. Pronto, sin embargo, dejó atrás sus reservas: “Conecté con la sal, el azul, las aves. Dentro del agua volví a recuperar mi poder”, afirma. Las sesiones de natación en aguas abiertas se volvieron parte de su rutina y, aprovechando la sensación de ingravidez, comenzó a llevar consigo la cámara fotográfica.
Perú estableció medidas muy estrictas por la llegada del covid-19 en 2020. No fue sino hasta el centésimo día que las personas pudieron salir a ejercitarse. Aunque era junio, pleno invierno, la deportista Patricia Woyke y un par de amigas decidieron ir a la playa Los Yuyos, en Costa Verde, a nadar. Una foto de ese encuentro casual fue suficiente convocatoria para que en los siguientes días se formara un grupo de gente interesada en unirse. “Curiosamente, todas eran mujeres”, enfatiza Sotelo: unas sesenta mujeres de dieciséis a 74 años que se autodenominaron Las Truchas.
Sotelo seguía al grupo desde el encierro, pero se unió a Las Truchas meses después, esta vez enfrentando sus temores respecto al contagio y el aislamiento. De nuevo, el mar la esperaba, y esta vez había también un “cardumen” de mujeres que, juntas, recuperaban la libertad, el poder, la fuerza: “Todas estábamos atravesando la pandemia, habíamos perdido algo o a alguien, pero al momento de entrar al agua, todo eso quedaba en tierra”.
La serie Las Truchas: un Cardumen de Mujeres dio la vuelta al mundo, y eso le abrió las puertas a Sotelo para conocer cardúmenes en otras latitudes (esta vez bajo el título abreviado Cardumen de Mujeres). Recorrió Chile de sur a norte —de Puerto Natales a Zapallar— capturando la imagen de nadadoras que, una vez que entraban al agua, dejaban afuera las amenazas con las que las mujeres coexistimos: los miedos, los prejuicios, la violencia de género, los estándares de belleza. Ahí nació —aunque desde entonces ha rebasado fronteras— el proyecto Mujeres del Agua, cuando las propias nadadoras le propusieron hacer una serie fotográfica al desnudo, con el agua, donde se sienten más seguras y son más poderosas, como escenario: “Verse libres y fuertes en un terreno desafiante también es poderoso”, dice Sotelo. Las imágenes que componen este fotoensayo forman parte del trabajo fotográfico de Sotelo en relación con la mujer y el agua.
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