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Fotografía de Javier Vicencio/REUTERS. El rapero, músico y cantante mexicano Hassan Emilio Kabande Laija, conocido profesionalmente como Peso Pluma, actúa en el Pabellón de Toyota Music Factory el sábado 12 de agosto de 2023. Irving, Texas, EE.UU.
En menos de un año, Peso Pluma pasó de dar entrevistas en programas dedicados al género regional mexicano a protagonizar anuncios de Netflix. Es un fenómeno musical. Pero su ascenso meteórico se ha topado con pared. En Tijuana, el narco le prohibió presentarse al máximo exponente de los corridos tumbados. La fama del cantante tapatío no puede explicarse sin escudriñar las heridas de un país sometido por el crimen organizado y vecino de una potencia mundial con una guerra declarada contra las drogas.
El chillido de la sirena es estremecedor. Sale de las torretas de un camión que da una vuelta pronunciada para frenar en seco ante un carro en llamas. Dos bomberos bajan a ayudar a sus compañeros, llevando consigo una manguera. Están en el estacionamiento del Estadio Caliente, el más grande de Tijuana, mientras se juega un partido de fútbol de primera división. El incendio no resulta un hecho fortuito. En cuestión de horas y, de manera simultánea, la tarde del 12 de agosto de 2022, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ordena la quema de más de cuarenta tráileres, autobuses, taxis, Ubers y autos particulares por todo el estado de Baja California. Incluso para una ciudad como Tijuana, que en los últimos seis años ha rebasado los 1 500 homicidios anuales, el terror llevó a que sus casi dos millones de habitantes se autoimpusieran un toque de queda, con actividades gubernamentales suspendidas, negocios cerrados y sin servicios de transporte público.
Un año después, esta misma organización criminal, que ha desafiado al gobierno por medio de la violencia, que se disputa a muerte el control de la frontera con el Cártel de Sinaloa, le prohibiría a Hassan Emilio Kabande Laija —Peso Pluma—, dar un concierto en ese mismo estadio. Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos. “Esto va para ti, Peso Pluma, abstente de presentarte el día 14 de oct. porque sera tu ultima presentación [sic] esto por irrespetuoso y lengua larga”, se leía en las cuatro mantas colgadas de puentes peatonales en Tijuana, firmadas con las siglas CJNG, la madrugada del 12 de septiembre de 2023.
Una semana después, la disquera de Peso Pluma, Double P Records, anunció que se cancelaba lo que sería su primera presentación en Tijuana. No es coincidencia que los corridos, la corriente musical de la que nacen los “belicones” o corridos tumbados, cumplan ese propósito: una exhibición pública del poderío entre cárteles. “Los corridos son odas, himnos, muchas veces a grupos del narcotráfico. Son maneras de posicionarse culturalmente, simbólicamente, de mostrar su poder”, observa el sociólogo Jorge Ramírez, catedrático de la Universidad de Guadalajara.
Tampoco es casualidad que Peso Pluma sea uno de los principales exponentes de este subgénero del regional mexicano y quien dedica varios de sus temas al Cártel de Sinaloa, al que se le atribuye llenar de fentanilo a Estados Unidos. Aunque el cantante nacido en Guadalajara, Jalisco, ha asegurado que sus canciones no rinden homenaje ni veneran a personajes como “El Chapo” Guzmán, sí admitió en una entrevista que “son corridos de encargo […] nos dedicamos a escribir corridos y entregar nuestro trabajo […], un corrido que te manden hacer. En este género es normal, si no, no tendríamos contenido”.
Las amenazas que Peso Pluma recibió en Tijuana se toparon con pared, el muro que divide a México de Estados Unidos, que sí le permitió presentarse allá, lejos del CJNG, a seis kilómetros de uno de los puentes donde se colgaron las narcomantas en su contra.
La noche del 30 de septiembre de 2023, Peso Pluma ofrece un concierto en San Diego, California. “La Doble P”, mote que nace de sus iniciales, arranca su presentación con un corrido plagado de referencias al Cártel de Sinaloa. Lo hace protegido por el muro de la Unión Americana, pisando la región fronteriza, uno de los principales puntos para el trasiego de drogas desde México hacia Estados Unidos, por la que pelean los dos cárteles que juntos “representan la amenaza criminal y de drogas más grande que Estados Unidos ha enfrentado”, de acuerdo con la Administración de Control de Drogas (DEA).
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El 17 de marzo de 2023 fue el lanzamiento oficial de “Ella baila sola”, canción de Peso Pluma y Eslabón Armado. El video acumula más de 411 millones de vistas en YouTube y la pista tiene más de 956 millones de reproducciones en Spotify, plataforma a la que llegó a la posición número uno a nivel mundial. El tema sería un parteaguas. Dos semanas antes, Peso Pluma se había presentado en un modesto salón de baile y de fiestas infantiles en Ensenada. Para el 28 de abril, debutaba en la televisión estadounidense, en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, uno de los programas de mayor rating. Desde entonces, el joven de ascendencia libanesa y quien cursó la preparatoria en San Antonio, Texas, ha seguido en ascenso meteórico: ha sido nombrado “la estrella revelación de México” en un perfil del diario The New York Times, recibió veintiún nominaciones en los Premios Billboard 2023 y apareció en la lista anual de los cien líderes emergentes de la revista Time.
En medio de la fascinación mediática que provoca este cantante de veinticuatro años, a mediados de abril, el académico Jorge Ramírez derribó el mito que lo rodea con un tuit:
“Por ahí circula una nota que quiere hacer ver a Peso Pluma como el joven humilde que viene desde abajo y alcanza la fama, un intento de mostrarlo cercano a y del mismo origen socioeconómico de muchos de sus seguidores. La evidencia: que fue lavaplatos en Nueva York y trabajador de la construcción en Los Ángeles. Pero no, Peso Pluma no es parte del lumpen que sí alimenta, por decisión o forzadamente, las filas de los carteles y que sí vive la vida violenta, corta y sin varo que sus canciones idealizan”, escribió.
Ramírez, quien ha estudiado el fenómeno, observa que el éxito de los corridos tumbados va de la mano de una estrategia de marketing cimentada en TikTok, la red social con más de 1.6 billones usuarios en el mundo. “Es una especie de sabiduría mercadológica de TikTok que ellos dominan muy bien”, explica el catedrático de cómo se impulsó a un artista de corridos tumbados hasta convertirlo en tendencia. “En el caso de Peso Pluma, lo hicieron muy rápido. En cosa de meses, de semanas, pasó de ser un cantante menor a estar posicionado en el primer lugar”.
Este 2023, los corridos tumbados se posicionaron como uno de los subgéneros musicales más populares del mundo. Lo mismo se ha visto a Joaquin Phoenix en las primeras filas de un concierto de Peso Pluma en California, que a estudiantes de una escuela primaria en México cantando a coro sus canciones. En medio de esta ebullición, el CJNG también ha puesto su mira en estos intérpretes y ha exhibido públicamente su animadversión hacia algunos. En lo que va del año, por medio de narcomantas en las calles de Tijuana, el cártel le ha prohibido a Peso Pluma, a Fuerza Regida y a Grupo Arriesgado cantar en Tijuana. Todos cancelaron sus presentaciones. Ser cantante de corridos tumbados implica estrenar un tema con Shakira y, doce días después, suspender un concierto porque un cártel te amenaza de muerte.
Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos
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Al lado de una barbería y de una tienda de venta de celulares, en un centro comercial de Tijuana, Grupo Arriesgado, una agrupación musical de narcocorridos formada hace apenas tres años en Sinaloa, se reúne con sus fans para una firma de autógrafos. Es la tarde del 10 de febrero de 2023. Al día siguiente, el grupo ofrecerá un concierto en el Estadio Chevron, casa del equipo de béisbol de Tijuana. De pie en un templete, el vocalista Panter Bélico posa en medio de sus cuatro compañeros mientras las vallas metálicas contienen a los seguidores, quienes aguardan turno para tomarse una foto con el artista de veintiún años. En las bocinas, suena uno de sus corridos. De pronto, un estruendo los hace mirar arriba. Son disparos. No son parte de la canción. Un grupo de hombres acaba de accionar sus armas dentro de la Plaza Paseo 2000, donde los músicos conviven con sus fans, muchos de ellos, jóvenes y niños. El equipo de seguridad se apresura a retirar a la banda. El escolta personal de Panter Bélico es un policía de la Fiscalía General del Estado, quien días después será asesinado de 35 disparos, al salir de su casa en Tijuana. Esa noche, aunque hubo una narcomanta en contra de Panter Bélico, el cantante confirma que el concierto sigue en pie.
La mañana siguiente, un comando armado llega a las oficinas de Grupo Uniradio, un medio de comunicación en Tijuana que patrocina el evento. Los hombres dejan una corona fúnebre afuera de la cadena radiofónica y extienden sobre la banqueta una narcomanta firmada por el CJNG. Antes de retirarse, escupen balas que atraviesan ventanas y paredes. El concierto termina por cancelarse horas después.
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En 2015, la DEA advirtió la presencia del CJNG en San Diego, California, donde ya operaba el Cártel de Sinaloa. Hasta ese momento, era el único punto en la frontera al que este grupo criminal había penetrado. Cuatro años después, un nuevo reporte confirmaba la presencia de ambos cárteles y describía que la rápida expansión del CJNG se debía a que “se involucra en confrontaciones violentas con las fuerzas de seguridad del gobierno de México y carteles rivales”. Este 2023, la jefa de la DEA, Anne Milgram, compareció ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos para advertir que “el modelo de negocios que usan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco es expandirse a cualquier costo, sin importar cuántas personas mueran en el proceso”. En el caso de Tijuana, que colinda con San Diego, la lucha entre estas dos organizaciones ha catapultado la violencia que se vive a diario. Los asesinatos aquí cometidos, de enero de 2015 a septiembre de 2023, han dejado a 15 544 personas sin vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre. Tijuana se ha convertido en un escenario donde, casi cada semana, los carteles cuelgan sus mensajes de puentes o junto a cadáveres frente a escuelas, casas e iglesias. Se amenaza, por igual, a cantantes que a funcionarios, policías y líderes de grupos criminales antagonistas.
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En la canción “El Gavilán II”, una oda al Cártel de Sinaloa, cuyas letras se jactan “sin tanto fantochear, dependo de los Guzmán”, Peso Pluma y su primo Tito Double P, compositor de varios de sus temas, recrean la indolencia con la que actúa un sicario. Algunos de sus versos dicen: “Y si la orden es matar, esa no se cuestiona”, “y esos que se portan mal, aquí no hay chanza de hablar, los echo pa’ la fosa”, “dos pistolas y un SCAR, visito a los amarrados”.
Las letras dibujan escenas crudas que se repiten todos los días en un México sometido por el narcotráfico. Para el profesor Rafael Acosta, de la Facultad de Ciencias y Artes Liberales de la Universidad de Kansas, “no es que solo la violencia en los narcocorridos se recrudeció, la violencia en todo el país se recrudeció, en casi todo el territorio y en muchos niveles”, dice. Por lo que plantea, “es mucho más productivo pensar: ‘¿por qué se está representando esta violencia en los corridos?’ Después de todo, en los corridos, nadie queda viudo, nadie pierde a sus hijos y eso sí pasa en la realidad. No encontrábamos esta clase de corridos hasta que encontramos esa clase de violencia en la actualidad. Y esa clase de violencia se desató por otros motivos estructurales, por la desigualdad económica, por la proliferación de las armas, por el interés en el comercio de sustancias ilegales, por la misma creación de este mercado negro de las sustancias”.
En el caso de Tijuana, la lucha entre cárteles ha catapultado la violencia que se vive a diario. De enero de 2015 a septiembre de 2023, 15 544 personas perdieron la vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre.
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Con una playera oversize de Peso Pluma, botas con estampado vaquero y una mascada con piedras brillantes sobre su cabello negro, Carolina se entretiene en el celular, de pie frente a una mesa con forma de barril. La joven espera a su amigo Abraham, quien regresa de elegir entre sudaderas, playeras, gorras y pañuelos que se venden en las mesas de la mercancía oficial del tour Doble P.
Es el vestíbulo del anfiteatro North Island Credit Union, la noche del sábado 30 de septiembre. Peso Pluma ha vendido todas las entradas, más de veinte mil, nueve mil distribuidas en butacas y el resto en área general, de este teatro al aire libre en Chula Vista, al sur del condado de San Diego, una comunidad primordialmente latina. Así, Estados Unidos, el país que ha encabezado durante décadas la lucha más notoria contra las drogas, se convierte en el refugio que Tijuana no pudo ser para el rey de los corridos tumbados. Los dos amigos toman sus latas de cerveza de la mesa, mientras Carolina piensa sobre el concierto que no se realizará en Tjuana: “No, yo no hubiera ido a Tijuana. Allá es mucho desmadre, además no sabes ni quién va o si se van a agarrar a balazos”.
Entre los asistentes y en el perímetro del escenario, se ve a simple vista a los agentes del Departamento de Policía de Chula Vista custodiar el concierto. Algunos están uniformados y otros van vestidos de civiles. El vocero del Departamento confirmó por escrito que se destinaron más policías de lo habitual, así como que tenían conocimiento de “preocupaciones por la seguridad y la reciente cancelación del concierto de Peso Pluma en Tijuana”. Esta noche no hubo acreditaciones a la prensa. Ni reporteros, ni fotógrafos, ni camarógrafos pueden acercarse al artista. La única forma de cubrir la presentación es comprar un boleto, cuyo precio no baja de 160 dólares.
Charisma está entre los casi cincuenta millones de oyentes que Peso Pluma tiene en Spotify. La joven de veintiocho años, de abuela mexicana y abuelo peruano, que vive en San Diego, recuerda haber pensado que “su voz es diferente a la de los demás”. La primera vez que lo escuchó fue hace tres años, cuando debutó. Entre sus cantantes favoritos están Junior H y Fuerza Regida, otros dos exponentes de corridos tumbados, pero también Chalino Sánchez, una figura consagrada de los corridos, cuya corta carrera musical terminó con su asesinato en 1992, después de un concierto en Culiacán, Sinaloa, durante el cual recibió una nota con una amenaza de muerte. “Creo que fue una buena decisión que [Peso Pluma] cancelara [en Tijuana], por la seguridad de los fans y por su propia seguridad”, opina en inglés.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”. A su mamá, Karina, quien nunca había ido a un concierto de corridos tumbados, le llamó la atención que hubiera muchos niños en el concierto. “Me preocupaba que mi hija fuera de las pocas niñas o que no la dejaran entrar, pero no, todo bien”, comparte. La mujer de 41 años sabe que hay quienes critican que los niños escuchen este subgénero musical, particularmente por las letras sobre narcotráfico, pero responde “una canción no va a educar a una persona ni la va a deseducar, eso es en casa, tiene uno que hacerles ver que lo que ellos [los cantantes] dicen no es cierto”. Aunque Karina después admite “yo soy más de pop, Gloria Trevi, Ricky Martin, Luis Miguel, no soy tanto de esta época belicona [que] me recuerda a mi México”.
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A diferencia de las primeras estrellas de narcocorridos, que vestían sombreros, camisas de botones y botas vaqueras, los cantantes de corridos tumbados tienen un atuendo que se asemeja más al de un rapero, con ropa holgada, joyas, lentes de sol, gorras y tenis deportivos. “Son jóvenes urbanos, muy alejados de ese estilo campirano. Es la música de una nueva generación, eso es clave”, analiza el profesor Jorge Ramírez. No solo es la forma de vestir, los corridos tumbados también son una fusión entre las raíces del género regional mexicano y el trap. Peso Pluma ha sabido transitar entre estos estilos. En sus primeros éxitos están los cantantes de narcocorridos, como Junior H y Luis R. Conríquez, pero también ha tenido colaboraciones con reguetoneros como Karol G e Yng Lvcas.
Los corridos tumbados mantienen “su foco muy poderoso, quizá mítico, de Sinaloa, pero que conecta, sobre todo, con el sur de Estados Unidos, con gente que vive o hace parte de su vida cotidiana en California, Texas o Arizona. El corredor cultural que va de Guadalajara a Los Ángeles es donde el tema de los narcocorridos es muy fuerte”, dice el sociólogo. Al mismo tiempo, observa cómo artistas, promotoras y disqueras han diversificado sus nichos: “los corridos que quieren posicionar en México son más narcocorridos, en el sentido estricto, y los temas que están colocando fuera del país, tienen esa característica de corrido sublimado, al que ya se le quitaron esos elementos explosivos, que ya están autocensurados y codificados”.
El profesor Rafael Acosta agrega: “Peso Pluma ha estado en las listas musicales, en puestos muy altos, pero no con narcocorridos, sino con canciones como ‘La Bebé’. Muchos de los artistas más escuchados son cantantes como Bad Bunny, Maluma y Karol G, lo que implica que se ha abierto mucho el mercado estadounidense a la música latina”.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”.
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—¡San Diego, California!, ¡sean bienvenidos al concierto más bélico, viejo!
El espectáculo comienza a las 20:40 horas. Del escenario se levanta una enorme tela blanca hasta que queda colgando a la vista del público. El lienzo se asemeja a las narcomantas que se utilizan del otro lado de la frontera. Ahí se proyecta una cuenta regresiva que da paso al logotipo oficial del tour. La tela se desvanece y deja ver a los músicos, de entre quienes sale Peso Pluma dando brincos al frente de un escenario que se ilumina de rojo.
Viene encapuchado y se lleva las manos a los oídos, pidiendo gritos y aplausos por parte del público eufórico con solo verlo.
—¡Y así suena La Doble P!—dice.
Peso Pluma canta “La Melena”, un tema que habla sobre la vida de un narcotraficante que empezó “desde niño en la movida” y viaja por ciudades estadounidenses, como San Diego, Las Vegas y Chicago. Se levanta la gorra y se retira la capucha negra para lanzarla a las primeras filas del público, cuyos boletos en reventa alcanzaron los seiscientos dólares.
—Y a los primos extrañamos, pronto saldrán del encierro. Nos pegaron recio, pero a Serafín soltaron...—canta desde San Diego, la misma ciudad donde Serafín Zambada, hijo de “El Mayo” Zambada, capo del Cártel de Sinaloa, se declaró culpable de tráfico de drogas, tras llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Antes de seguir con “Ando en mi mundo”, Peso Pluma dedica el tema y brinda consuelo:
—Los que sienten depresión y ansiedad, absolutamente todo pasa...
Sin embargo, una falla técnica, por la lluvia que no cesa, descubre el playback del concierto cuando se escucha, sin micrófono, el verso que Peso Pluma debía cantar: “que la depresión me hunde y que me atrapa la soledad”. Peso Pluma sale del escenario mientras se escucha la pista trabada de su voz rasposa. Tras abucheos e insultos de los mismos fanáticos que antes lo festejaban, el imperfecto queda solucionado y el concierto se reanuda.
A su regreso, el intérprete baja del escenario y se deja tocar por quienes están en la primera fila, rodeado de un cuerpo de seguridad, hasta que uno de ellos lo toma de las axilas, como si se tratara de un bebé, para alzarlo y subirlo al escenario de regreso.
Los miles de asistentes se saben las letras de memoria, desde los temas inclinados al reguetón y al trap, como “La bebé” y “Sesión #55 con Bizarrap”, hasta los narcocorridos, como “El Belicón”, “Siempre pendientes” y “PRC”; el título de este último tema es un juego de palabras, PRC, el nombre de uno de los precursores químicos para fabricar fentanilo, pero también acrónimo de polvo (cocaína), ruedas (pastillas de fentanilo) y cristal (metanfetaminas).
A las 22:00 horas empieza una de las canciones más coreadas, entre gritos que parecen imitar a los de un mariachi. Peso Pluma se retira el micrófono y deja que la primera estrofa salga de las gargantas de los asistentes:
—¡¡Qué detallazo pa’ mensajear con la muerte!!
Es “El Azul”, un corrido que Peso Pluma lanzó este 2023, junto a Junior H. Entre el público, una mujer con los brazos de su novio rodeándole la cintura, dos amigos grabando con sus celulares y unas jovencitas agitando sus manos simulando una pistola, todos cantan:
—¡¡En la sangre traigo el 701!!
Es el número que la revista Forbes le asignó a “El Chapo” Guzmán cuando lo colocó en la lista de los hombres más ricos del mundo, en 2009. Peso Pluma responde contoneando el cuerpo, bailando en medio de su banda y saltando, para luego cantar “Rolls Royce azul”, seguido del verso que le fue censurado en Spotify, “como el de aquellos botones”. La canción habla, aunque en código, del fentanilo, cuyas pastillas son azules.
Este año, la DEA declaró públicamente que los hermanos Guzmán —Ovidio, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, apodados “Los Chapitos”, por el nombre con el que se conoce a su padre— son los líderes de la red de tráfico y distribución de fentanilo más grande en Estados Unidos, a los que se le han decomisado más de dos millones y medio de pastillas.
La ciudad desde donde Peso Pluma canta este tema juega un rol primordial en la guerra que Estados Unidos ha declarado contra el tráfico de fentanilo. Y es que más de la mitad de lo que ha sido decomisado en la frontera, entre los años fiscales de 2020 y 2023, fue asegurado en San Diego. Son más de trece toneladas de fentanilo que detectaron agentes estadounidenses en automóviles, personas, lanchas, transporte de carga y otros métodos de trasiego. En forma de pastillas, polvo o líquido, el fentanilo decomisado pesa lo mismo que dos elefantes adultos. “El corridón del ángel azul”, dice el coro de “El Azul”, cuenta las hazañas de un traficante de fentanilo, quien alardea “belicones somos, belicones morimos”. La estructura es fiel a la de un corrido tradicional, hablar de la forma de vida de forajido.
La figura del cantante de narcocorridos guarda una relación que va más allá de componer líricas sobre tráfico de drogas, homicidios o escapar de la justicia, guarda una paradoja respecto a los personajes que protagonizan estas historias. Estos intérpretes, como Peso Pluma, “cumplen el ideal de vida de los narcotraficantes, porque ellos sí pueden tener una fama merecida, no se tienen que cubrir el rostro, son estrellas puras y sin posibilidades de represión”, reflexiona Jorge Ramírez. Sin embargo, la paradoja no se detiene ahí, hay una “admiración de los cantantes hacia los narcos porque ellos son realmente bélicos, ellos sí realmente echan balas, se juegan la vida”.
Casi dos meses después de las narcomantas que le prohibieron a Peso Pluma presentarse en Tijuana, el 8 de noviembre de 2023, la alcaldesa Montserrat Caballero, quien desde junio vive en un cuartel militar por amenazas del narco, consiguió la prohibición de conciertos de narcocorridos en la ciudad, por ser considerados apología al delito. “Ya no vamos a recibir a cantantes que canten ese tipo de música, narcocorridos”, sentenció. Si Peso Pluma cantara en Tijuana uno de los narcocorridos que interpretó cruzando la frontera, se le multaría con más de un millón de pesos.
En medio del ambiente de violencia que los corridos tumbados retratan, el profesor Ramírez encuentra un hilo de esperanza en un fenómeno como el de Peso Pluma, quien en menos de un año pasó de dar entrevistas en canales de YouTube dedicados al género regional a protagonizar anuncios de Netflix. El académico sopesa: “hay una especie de euforia en los propios jovencitos por figurar en el medio, por hacerse creativos, por componer temas o cantarlos”. Y pone de ejemplo a Rodrigo Aréchiga “El Chino Ántrax”, pistolero del Cártel de Sinaloa, quien en 2020 murió acribillado en Culiacán, junto a su hermana y su cuñado, a los días de salir de prisión en San Diego, donde se declaró culpable de narcotráfico: “Entre el dilema de ser ‘El Chino Ántrax’ o ser Peso Pluma, a lo mejor se inclinan por ser Peso Pluma”.
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En menos de un año, Peso Pluma pasó de dar entrevistas en programas dedicados al género regional mexicano a protagonizar anuncios de Netflix. Es un fenómeno musical. Pero su ascenso meteórico se ha topado con pared. En Tijuana, el narco le prohibió presentarse al máximo exponente de los corridos tumbados. La fama del cantante tapatío no puede explicarse sin escudriñar las heridas de un país sometido por el crimen organizado y vecino de una potencia mundial con una guerra declarada contra las drogas.
El chillido de la sirena es estremecedor. Sale de las torretas de un camión que da una vuelta pronunciada para frenar en seco ante un carro en llamas. Dos bomberos bajan a ayudar a sus compañeros, llevando consigo una manguera. Están en el estacionamiento del Estadio Caliente, el más grande de Tijuana, mientras se juega un partido de fútbol de primera división. El incendio no resulta un hecho fortuito. En cuestión de horas y, de manera simultánea, la tarde del 12 de agosto de 2022, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ordena la quema de más de cuarenta tráileres, autobuses, taxis, Ubers y autos particulares por todo el estado de Baja California. Incluso para una ciudad como Tijuana, que en los últimos seis años ha rebasado los 1 500 homicidios anuales, el terror llevó a que sus casi dos millones de habitantes se autoimpusieran un toque de queda, con actividades gubernamentales suspendidas, negocios cerrados y sin servicios de transporte público.
Un año después, esta misma organización criminal, que ha desafiado al gobierno por medio de la violencia, que se disputa a muerte el control de la frontera con el Cártel de Sinaloa, le prohibiría a Hassan Emilio Kabande Laija —Peso Pluma—, dar un concierto en ese mismo estadio. Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos. “Esto va para ti, Peso Pluma, abstente de presentarte el día 14 de oct. porque sera tu ultima presentación [sic] esto por irrespetuoso y lengua larga”, se leía en las cuatro mantas colgadas de puentes peatonales en Tijuana, firmadas con las siglas CJNG, la madrugada del 12 de septiembre de 2023.
Una semana después, la disquera de Peso Pluma, Double P Records, anunció que se cancelaba lo que sería su primera presentación en Tijuana. No es coincidencia que los corridos, la corriente musical de la que nacen los “belicones” o corridos tumbados, cumplan ese propósito: una exhibición pública del poderío entre cárteles. “Los corridos son odas, himnos, muchas veces a grupos del narcotráfico. Son maneras de posicionarse culturalmente, simbólicamente, de mostrar su poder”, observa el sociólogo Jorge Ramírez, catedrático de la Universidad de Guadalajara.
Tampoco es casualidad que Peso Pluma sea uno de los principales exponentes de este subgénero del regional mexicano y quien dedica varios de sus temas al Cártel de Sinaloa, al que se le atribuye llenar de fentanilo a Estados Unidos. Aunque el cantante nacido en Guadalajara, Jalisco, ha asegurado que sus canciones no rinden homenaje ni veneran a personajes como “El Chapo” Guzmán, sí admitió en una entrevista que “son corridos de encargo […] nos dedicamos a escribir corridos y entregar nuestro trabajo […], un corrido que te manden hacer. En este género es normal, si no, no tendríamos contenido”.
Las amenazas que Peso Pluma recibió en Tijuana se toparon con pared, el muro que divide a México de Estados Unidos, que sí le permitió presentarse allá, lejos del CJNG, a seis kilómetros de uno de los puentes donde se colgaron las narcomantas en su contra.
La noche del 30 de septiembre de 2023, Peso Pluma ofrece un concierto en San Diego, California. “La Doble P”, mote que nace de sus iniciales, arranca su presentación con un corrido plagado de referencias al Cártel de Sinaloa. Lo hace protegido por el muro de la Unión Americana, pisando la región fronteriza, uno de los principales puntos para el trasiego de drogas desde México hacia Estados Unidos, por la que pelean los dos cárteles que juntos “representan la amenaza criminal y de drogas más grande que Estados Unidos ha enfrentado”, de acuerdo con la Administración de Control de Drogas (DEA).
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El 17 de marzo de 2023 fue el lanzamiento oficial de “Ella baila sola”, canción de Peso Pluma y Eslabón Armado. El video acumula más de 411 millones de vistas en YouTube y la pista tiene más de 956 millones de reproducciones en Spotify, plataforma a la que llegó a la posición número uno a nivel mundial. El tema sería un parteaguas. Dos semanas antes, Peso Pluma se había presentado en un modesto salón de baile y de fiestas infantiles en Ensenada. Para el 28 de abril, debutaba en la televisión estadounidense, en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, uno de los programas de mayor rating. Desde entonces, el joven de ascendencia libanesa y quien cursó la preparatoria en San Antonio, Texas, ha seguido en ascenso meteórico: ha sido nombrado “la estrella revelación de México” en un perfil del diario The New York Times, recibió veintiún nominaciones en los Premios Billboard 2023 y apareció en la lista anual de los cien líderes emergentes de la revista Time.
En medio de la fascinación mediática que provoca este cantante de veinticuatro años, a mediados de abril, el académico Jorge Ramírez derribó el mito que lo rodea con un tuit:
“Por ahí circula una nota que quiere hacer ver a Peso Pluma como el joven humilde que viene desde abajo y alcanza la fama, un intento de mostrarlo cercano a y del mismo origen socioeconómico de muchos de sus seguidores. La evidencia: que fue lavaplatos en Nueva York y trabajador de la construcción en Los Ángeles. Pero no, Peso Pluma no es parte del lumpen que sí alimenta, por decisión o forzadamente, las filas de los carteles y que sí vive la vida violenta, corta y sin varo que sus canciones idealizan”, escribió.
Ramírez, quien ha estudiado el fenómeno, observa que el éxito de los corridos tumbados va de la mano de una estrategia de marketing cimentada en TikTok, la red social con más de 1.6 billones usuarios en el mundo. “Es una especie de sabiduría mercadológica de TikTok que ellos dominan muy bien”, explica el catedrático de cómo se impulsó a un artista de corridos tumbados hasta convertirlo en tendencia. “En el caso de Peso Pluma, lo hicieron muy rápido. En cosa de meses, de semanas, pasó de ser un cantante menor a estar posicionado en el primer lugar”.
Este 2023, los corridos tumbados se posicionaron como uno de los subgéneros musicales más populares del mundo. Lo mismo se ha visto a Joaquin Phoenix en las primeras filas de un concierto de Peso Pluma en California, que a estudiantes de una escuela primaria en México cantando a coro sus canciones. En medio de esta ebullición, el CJNG también ha puesto su mira en estos intérpretes y ha exhibido públicamente su animadversión hacia algunos. En lo que va del año, por medio de narcomantas en las calles de Tijuana, el cártel le ha prohibido a Peso Pluma, a Fuerza Regida y a Grupo Arriesgado cantar en Tijuana. Todos cancelaron sus presentaciones. Ser cantante de corridos tumbados implica estrenar un tema con Shakira y, doce días después, suspender un concierto porque un cártel te amenaza de muerte.
Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos
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Al lado de una barbería y de una tienda de venta de celulares, en un centro comercial de Tijuana, Grupo Arriesgado, una agrupación musical de narcocorridos formada hace apenas tres años en Sinaloa, se reúne con sus fans para una firma de autógrafos. Es la tarde del 10 de febrero de 2023. Al día siguiente, el grupo ofrecerá un concierto en el Estadio Chevron, casa del equipo de béisbol de Tijuana. De pie en un templete, el vocalista Panter Bélico posa en medio de sus cuatro compañeros mientras las vallas metálicas contienen a los seguidores, quienes aguardan turno para tomarse una foto con el artista de veintiún años. En las bocinas, suena uno de sus corridos. De pronto, un estruendo los hace mirar arriba. Son disparos. No son parte de la canción. Un grupo de hombres acaba de accionar sus armas dentro de la Plaza Paseo 2000, donde los músicos conviven con sus fans, muchos de ellos, jóvenes y niños. El equipo de seguridad se apresura a retirar a la banda. El escolta personal de Panter Bélico es un policía de la Fiscalía General del Estado, quien días después será asesinado de 35 disparos, al salir de su casa en Tijuana. Esa noche, aunque hubo una narcomanta en contra de Panter Bélico, el cantante confirma que el concierto sigue en pie.
La mañana siguiente, un comando armado llega a las oficinas de Grupo Uniradio, un medio de comunicación en Tijuana que patrocina el evento. Los hombres dejan una corona fúnebre afuera de la cadena radiofónica y extienden sobre la banqueta una narcomanta firmada por el CJNG. Antes de retirarse, escupen balas que atraviesan ventanas y paredes. El concierto termina por cancelarse horas después.
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En 2015, la DEA advirtió la presencia del CJNG en San Diego, California, donde ya operaba el Cártel de Sinaloa. Hasta ese momento, era el único punto en la frontera al que este grupo criminal había penetrado. Cuatro años después, un nuevo reporte confirmaba la presencia de ambos cárteles y describía que la rápida expansión del CJNG se debía a que “se involucra en confrontaciones violentas con las fuerzas de seguridad del gobierno de México y carteles rivales”. Este 2023, la jefa de la DEA, Anne Milgram, compareció ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos para advertir que “el modelo de negocios que usan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco es expandirse a cualquier costo, sin importar cuántas personas mueran en el proceso”. En el caso de Tijuana, que colinda con San Diego, la lucha entre estas dos organizaciones ha catapultado la violencia que se vive a diario. Los asesinatos aquí cometidos, de enero de 2015 a septiembre de 2023, han dejado a 15 544 personas sin vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre. Tijuana se ha convertido en un escenario donde, casi cada semana, los carteles cuelgan sus mensajes de puentes o junto a cadáveres frente a escuelas, casas e iglesias. Se amenaza, por igual, a cantantes que a funcionarios, policías y líderes de grupos criminales antagonistas.
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En la canción “El Gavilán II”, una oda al Cártel de Sinaloa, cuyas letras se jactan “sin tanto fantochear, dependo de los Guzmán”, Peso Pluma y su primo Tito Double P, compositor de varios de sus temas, recrean la indolencia con la que actúa un sicario. Algunos de sus versos dicen: “Y si la orden es matar, esa no se cuestiona”, “y esos que se portan mal, aquí no hay chanza de hablar, los echo pa’ la fosa”, “dos pistolas y un SCAR, visito a los amarrados”.
Las letras dibujan escenas crudas que se repiten todos los días en un México sometido por el narcotráfico. Para el profesor Rafael Acosta, de la Facultad de Ciencias y Artes Liberales de la Universidad de Kansas, “no es que solo la violencia en los narcocorridos se recrudeció, la violencia en todo el país se recrudeció, en casi todo el territorio y en muchos niveles”, dice. Por lo que plantea, “es mucho más productivo pensar: ‘¿por qué se está representando esta violencia en los corridos?’ Después de todo, en los corridos, nadie queda viudo, nadie pierde a sus hijos y eso sí pasa en la realidad. No encontrábamos esta clase de corridos hasta que encontramos esa clase de violencia en la actualidad. Y esa clase de violencia se desató por otros motivos estructurales, por la desigualdad económica, por la proliferación de las armas, por el interés en el comercio de sustancias ilegales, por la misma creación de este mercado negro de las sustancias”.
En el caso de Tijuana, la lucha entre cárteles ha catapultado la violencia que se vive a diario. De enero de 2015 a septiembre de 2023, 15 544 personas perdieron la vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre.
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Con una playera oversize de Peso Pluma, botas con estampado vaquero y una mascada con piedras brillantes sobre su cabello negro, Carolina se entretiene en el celular, de pie frente a una mesa con forma de barril. La joven espera a su amigo Abraham, quien regresa de elegir entre sudaderas, playeras, gorras y pañuelos que se venden en las mesas de la mercancía oficial del tour Doble P.
Es el vestíbulo del anfiteatro North Island Credit Union, la noche del sábado 30 de septiembre. Peso Pluma ha vendido todas las entradas, más de veinte mil, nueve mil distribuidas en butacas y el resto en área general, de este teatro al aire libre en Chula Vista, al sur del condado de San Diego, una comunidad primordialmente latina. Así, Estados Unidos, el país que ha encabezado durante décadas la lucha más notoria contra las drogas, se convierte en el refugio que Tijuana no pudo ser para el rey de los corridos tumbados. Los dos amigos toman sus latas de cerveza de la mesa, mientras Carolina piensa sobre el concierto que no se realizará en Tjuana: “No, yo no hubiera ido a Tijuana. Allá es mucho desmadre, además no sabes ni quién va o si se van a agarrar a balazos”.
Entre los asistentes y en el perímetro del escenario, se ve a simple vista a los agentes del Departamento de Policía de Chula Vista custodiar el concierto. Algunos están uniformados y otros van vestidos de civiles. El vocero del Departamento confirmó por escrito que se destinaron más policías de lo habitual, así como que tenían conocimiento de “preocupaciones por la seguridad y la reciente cancelación del concierto de Peso Pluma en Tijuana”. Esta noche no hubo acreditaciones a la prensa. Ni reporteros, ni fotógrafos, ni camarógrafos pueden acercarse al artista. La única forma de cubrir la presentación es comprar un boleto, cuyo precio no baja de 160 dólares.
Charisma está entre los casi cincuenta millones de oyentes que Peso Pluma tiene en Spotify. La joven de veintiocho años, de abuela mexicana y abuelo peruano, que vive en San Diego, recuerda haber pensado que “su voz es diferente a la de los demás”. La primera vez que lo escuchó fue hace tres años, cuando debutó. Entre sus cantantes favoritos están Junior H y Fuerza Regida, otros dos exponentes de corridos tumbados, pero también Chalino Sánchez, una figura consagrada de los corridos, cuya corta carrera musical terminó con su asesinato en 1992, después de un concierto en Culiacán, Sinaloa, durante el cual recibió una nota con una amenaza de muerte. “Creo que fue una buena decisión que [Peso Pluma] cancelara [en Tijuana], por la seguridad de los fans y por su propia seguridad”, opina en inglés.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”. A su mamá, Karina, quien nunca había ido a un concierto de corridos tumbados, le llamó la atención que hubiera muchos niños en el concierto. “Me preocupaba que mi hija fuera de las pocas niñas o que no la dejaran entrar, pero no, todo bien”, comparte. La mujer de 41 años sabe que hay quienes critican que los niños escuchen este subgénero musical, particularmente por las letras sobre narcotráfico, pero responde “una canción no va a educar a una persona ni la va a deseducar, eso es en casa, tiene uno que hacerles ver que lo que ellos [los cantantes] dicen no es cierto”. Aunque Karina después admite “yo soy más de pop, Gloria Trevi, Ricky Martin, Luis Miguel, no soy tanto de esta época belicona [que] me recuerda a mi México”.
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A diferencia de las primeras estrellas de narcocorridos, que vestían sombreros, camisas de botones y botas vaqueras, los cantantes de corridos tumbados tienen un atuendo que se asemeja más al de un rapero, con ropa holgada, joyas, lentes de sol, gorras y tenis deportivos. “Son jóvenes urbanos, muy alejados de ese estilo campirano. Es la música de una nueva generación, eso es clave”, analiza el profesor Jorge Ramírez. No solo es la forma de vestir, los corridos tumbados también son una fusión entre las raíces del género regional mexicano y el trap. Peso Pluma ha sabido transitar entre estos estilos. En sus primeros éxitos están los cantantes de narcocorridos, como Junior H y Luis R. Conríquez, pero también ha tenido colaboraciones con reguetoneros como Karol G e Yng Lvcas.
Los corridos tumbados mantienen “su foco muy poderoso, quizá mítico, de Sinaloa, pero que conecta, sobre todo, con el sur de Estados Unidos, con gente que vive o hace parte de su vida cotidiana en California, Texas o Arizona. El corredor cultural que va de Guadalajara a Los Ángeles es donde el tema de los narcocorridos es muy fuerte”, dice el sociólogo. Al mismo tiempo, observa cómo artistas, promotoras y disqueras han diversificado sus nichos: “los corridos que quieren posicionar en México son más narcocorridos, en el sentido estricto, y los temas que están colocando fuera del país, tienen esa característica de corrido sublimado, al que ya se le quitaron esos elementos explosivos, que ya están autocensurados y codificados”.
El profesor Rafael Acosta agrega: “Peso Pluma ha estado en las listas musicales, en puestos muy altos, pero no con narcocorridos, sino con canciones como ‘La Bebé’. Muchos de los artistas más escuchados son cantantes como Bad Bunny, Maluma y Karol G, lo que implica que se ha abierto mucho el mercado estadounidense a la música latina”.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”.
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—¡San Diego, California!, ¡sean bienvenidos al concierto más bélico, viejo!
El espectáculo comienza a las 20:40 horas. Del escenario se levanta una enorme tela blanca hasta que queda colgando a la vista del público. El lienzo se asemeja a las narcomantas que se utilizan del otro lado de la frontera. Ahí se proyecta una cuenta regresiva que da paso al logotipo oficial del tour. La tela se desvanece y deja ver a los músicos, de entre quienes sale Peso Pluma dando brincos al frente de un escenario que se ilumina de rojo.
Viene encapuchado y se lleva las manos a los oídos, pidiendo gritos y aplausos por parte del público eufórico con solo verlo.
—¡Y así suena La Doble P!—dice.
Peso Pluma canta “La Melena”, un tema que habla sobre la vida de un narcotraficante que empezó “desde niño en la movida” y viaja por ciudades estadounidenses, como San Diego, Las Vegas y Chicago. Se levanta la gorra y se retira la capucha negra para lanzarla a las primeras filas del público, cuyos boletos en reventa alcanzaron los seiscientos dólares.
—Y a los primos extrañamos, pronto saldrán del encierro. Nos pegaron recio, pero a Serafín soltaron...—canta desde San Diego, la misma ciudad donde Serafín Zambada, hijo de “El Mayo” Zambada, capo del Cártel de Sinaloa, se declaró culpable de tráfico de drogas, tras llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Antes de seguir con “Ando en mi mundo”, Peso Pluma dedica el tema y brinda consuelo:
—Los que sienten depresión y ansiedad, absolutamente todo pasa...
Sin embargo, una falla técnica, por la lluvia que no cesa, descubre el playback del concierto cuando se escucha, sin micrófono, el verso que Peso Pluma debía cantar: “que la depresión me hunde y que me atrapa la soledad”. Peso Pluma sale del escenario mientras se escucha la pista trabada de su voz rasposa. Tras abucheos e insultos de los mismos fanáticos que antes lo festejaban, el imperfecto queda solucionado y el concierto se reanuda.
A su regreso, el intérprete baja del escenario y se deja tocar por quienes están en la primera fila, rodeado de un cuerpo de seguridad, hasta que uno de ellos lo toma de las axilas, como si se tratara de un bebé, para alzarlo y subirlo al escenario de regreso.
Los miles de asistentes se saben las letras de memoria, desde los temas inclinados al reguetón y al trap, como “La bebé” y “Sesión #55 con Bizarrap”, hasta los narcocorridos, como “El Belicón”, “Siempre pendientes” y “PRC”; el título de este último tema es un juego de palabras, PRC, el nombre de uno de los precursores químicos para fabricar fentanilo, pero también acrónimo de polvo (cocaína), ruedas (pastillas de fentanilo) y cristal (metanfetaminas).
A las 22:00 horas empieza una de las canciones más coreadas, entre gritos que parecen imitar a los de un mariachi. Peso Pluma se retira el micrófono y deja que la primera estrofa salga de las gargantas de los asistentes:
—¡¡Qué detallazo pa’ mensajear con la muerte!!
Es “El Azul”, un corrido que Peso Pluma lanzó este 2023, junto a Junior H. Entre el público, una mujer con los brazos de su novio rodeándole la cintura, dos amigos grabando con sus celulares y unas jovencitas agitando sus manos simulando una pistola, todos cantan:
—¡¡En la sangre traigo el 701!!
Es el número que la revista Forbes le asignó a “El Chapo” Guzmán cuando lo colocó en la lista de los hombres más ricos del mundo, en 2009. Peso Pluma responde contoneando el cuerpo, bailando en medio de su banda y saltando, para luego cantar “Rolls Royce azul”, seguido del verso que le fue censurado en Spotify, “como el de aquellos botones”. La canción habla, aunque en código, del fentanilo, cuyas pastillas son azules.
Este año, la DEA declaró públicamente que los hermanos Guzmán —Ovidio, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, apodados “Los Chapitos”, por el nombre con el que se conoce a su padre— son los líderes de la red de tráfico y distribución de fentanilo más grande en Estados Unidos, a los que se le han decomisado más de dos millones y medio de pastillas.
La ciudad desde donde Peso Pluma canta este tema juega un rol primordial en la guerra que Estados Unidos ha declarado contra el tráfico de fentanilo. Y es que más de la mitad de lo que ha sido decomisado en la frontera, entre los años fiscales de 2020 y 2023, fue asegurado en San Diego. Son más de trece toneladas de fentanilo que detectaron agentes estadounidenses en automóviles, personas, lanchas, transporte de carga y otros métodos de trasiego. En forma de pastillas, polvo o líquido, el fentanilo decomisado pesa lo mismo que dos elefantes adultos. “El corridón del ángel azul”, dice el coro de “El Azul”, cuenta las hazañas de un traficante de fentanilo, quien alardea “belicones somos, belicones morimos”. La estructura es fiel a la de un corrido tradicional, hablar de la forma de vida de forajido.
La figura del cantante de narcocorridos guarda una relación que va más allá de componer líricas sobre tráfico de drogas, homicidios o escapar de la justicia, guarda una paradoja respecto a los personajes que protagonizan estas historias. Estos intérpretes, como Peso Pluma, “cumplen el ideal de vida de los narcotraficantes, porque ellos sí pueden tener una fama merecida, no se tienen que cubrir el rostro, son estrellas puras y sin posibilidades de represión”, reflexiona Jorge Ramírez. Sin embargo, la paradoja no se detiene ahí, hay una “admiración de los cantantes hacia los narcos porque ellos son realmente bélicos, ellos sí realmente echan balas, se juegan la vida”.
Casi dos meses después de las narcomantas que le prohibieron a Peso Pluma presentarse en Tijuana, el 8 de noviembre de 2023, la alcaldesa Montserrat Caballero, quien desde junio vive en un cuartel militar por amenazas del narco, consiguió la prohibición de conciertos de narcocorridos en la ciudad, por ser considerados apología al delito. “Ya no vamos a recibir a cantantes que canten ese tipo de música, narcocorridos”, sentenció. Si Peso Pluma cantara en Tijuana uno de los narcocorridos que interpretó cruzando la frontera, se le multaría con más de un millón de pesos.
En medio del ambiente de violencia que los corridos tumbados retratan, el profesor Ramírez encuentra un hilo de esperanza en un fenómeno como el de Peso Pluma, quien en menos de un año pasó de dar entrevistas en canales de YouTube dedicados al género regional a protagonizar anuncios de Netflix. El académico sopesa: “hay una especie de euforia en los propios jovencitos por figurar en el medio, por hacerse creativos, por componer temas o cantarlos”. Y pone de ejemplo a Rodrigo Aréchiga “El Chino Ántrax”, pistolero del Cártel de Sinaloa, quien en 2020 murió acribillado en Culiacán, junto a su hermana y su cuñado, a los días de salir de prisión en San Diego, donde se declaró culpable de narcotráfico: “Entre el dilema de ser ‘El Chino Ántrax’ o ser Peso Pluma, a lo mejor se inclinan por ser Peso Pluma”.
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Fotografía de Javier Vicencio/REUTERS. El rapero, músico y cantante mexicano Hassan Emilio Kabande Laija, conocido profesionalmente como Peso Pluma, actúa en el Pabellón de Toyota Music Factory el sábado 12 de agosto de 2023. Irving, Texas, EE.UU.
En menos de un año, Peso Pluma pasó de dar entrevistas en programas dedicados al género regional mexicano a protagonizar anuncios de Netflix. Es un fenómeno musical. Pero su ascenso meteórico se ha topado con pared. En Tijuana, el narco le prohibió presentarse al máximo exponente de los corridos tumbados. La fama del cantante tapatío no puede explicarse sin escudriñar las heridas de un país sometido por el crimen organizado y vecino de una potencia mundial con una guerra declarada contra las drogas.
El chillido de la sirena es estremecedor. Sale de las torretas de un camión que da una vuelta pronunciada para frenar en seco ante un carro en llamas. Dos bomberos bajan a ayudar a sus compañeros, llevando consigo una manguera. Están en el estacionamiento del Estadio Caliente, el más grande de Tijuana, mientras se juega un partido de fútbol de primera división. El incendio no resulta un hecho fortuito. En cuestión de horas y, de manera simultánea, la tarde del 12 de agosto de 2022, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ordena la quema de más de cuarenta tráileres, autobuses, taxis, Ubers y autos particulares por todo el estado de Baja California. Incluso para una ciudad como Tijuana, que en los últimos seis años ha rebasado los 1 500 homicidios anuales, el terror llevó a que sus casi dos millones de habitantes se autoimpusieran un toque de queda, con actividades gubernamentales suspendidas, negocios cerrados y sin servicios de transporte público.
Un año después, esta misma organización criminal, que ha desafiado al gobierno por medio de la violencia, que se disputa a muerte el control de la frontera con el Cártel de Sinaloa, le prohibiría a Hassan Emilio Kabande Laija —Peso Pluma—, dar un concierto en ese mismo estadio. Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos. “Esto va para ti, Peso Pluma, abstente de presentarte el día 14 de oct. porque sera tu ultima presentación [sic] esto por irrespetuoso y lengua larga”, se leía en las cuatro mantas colgadas de puentes peatonales en Tijuana, firmadas con las siglas CJNG, la madrugada del 12 de septiembre de 2023.
Una semana después, la disquera de Peso Pluma, Double P Records, anunció que se cancelaba lo que sería su primera presentación en Tijuana. No es coincidencia que los corridos, la corriente musical de la que nacen los “belicones” o corridos tumbados, cumplan ese propósito: una exhibición pública del poderío entre cárteles. “Los corridos son odas, himnos, muchas veces a grupos del narcotráfico. Son maneras de posicionarse culturalmente, simbólicamente, de mostrar su poder”, observa el sociólogo Jorge Ramírez, catedrático de la Universidad de Guadalajara.
Tampoco es casualidad que Peso Pluma sea uno de los principales exponentes de este subgénero del regional mexicano y quien dedica varios de sus temas al Cártel de Sinaloa, al que se le atribuye llenar de fentanilo a Estados Unidos. Aunque el cantante nacido en Guadalajara, Jalisco, ha asegurado que sus canciones no rinden homenaje ni veneran a personajes como “El Chapo” Guzmán, sí admitió en una entrevista que “son corridos de encargo […] nos dedicamos a escribir corridos y entregar nuestro trabajo […], un corrido que te manden hacer. En este género es normal, si no, no tendríamos contenido”.
Las amenazas que Peso Pluma recibió en Tijuana se toparon con pared, el muro que divide a México de Estados Unidos, que sí le permitió presentarse allá, lejos del CJNG, a seis kilómetros de uno de los puentes donde se colgaron las narcomantas en su contra.
La noche del 30 de septiembre de 2023, Peso Pluma ofrece un concierto en San Diego, California. “La Doble P”, mote que nace de sus iniciales, arranca su presentación con un corrido plagado de referencias al Cártel de Sinaloa. Lo hace protegido por el muro de la Unión Americana, pisando la región fronteriza, uno de los principales puntos para el trasiego de drogas desde México hacia Estados Unidos, por la que pelean los dos cárteles que juntos “representan la amenaza criminal y de drogas más grande que Estados Unidos ha enfrentado”, de acuerdo con la Administración de Control de Drogas (DEA).
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El 17 de marzo de 2023 fue el lanzamiento oficial de “Ella baila sola”, canción de Peso Pluma y Eslabón Armado. El video acumula más de 411 millones de vistas en YouTube y la pista tiene más de 956 millones de reproducciones en Spotify, plataforma a la que llegó a la posición número uno a nivel mundial. El tema sería un parteaguas. Dos semanas antes, Peso Pluma se había presentado en un modesto salón de baile y de fiestas infantiles en Ensenada. Para el 28 de abril, debutaba en la televisión estadounidense, en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, uno de los programas de mayor rating. Desde entonces, el joven de ascendencia libanesa y quien cursó la preparatoria en San Antonio, Texas, ha seguido en ascenso meteórico: ha sido nombrado “la estrella revelación de México” en un perfil del diario The New York Times, recibió veintiún nominaciones en los Premios Billboard 2023 y apareció en la lista anual de los cien líderes emergentes de la revista Time.
En medio de la fascinación mediática que provoca este cantante de veinticuatro años, a mediados de abril, el académico Jorge Ramírez derribó el mito que lo rodea con un tuit:
“Por ahí circula una nota que quiere hacer ver a Peso Pluma como el joven humilde que viene desde abajo y alcanza la fama, un intento de mostrarlo cercano a y del mismo origen socioeconómico de muchos de sus seguidores. La evidencia: que fue lavaplatos en Nueva York y trabajador de la construcción en Los Ángeles. Pero no, Peso Pluma no es parte del lumpen que sí alimenta, por decisión o forzadamente, las filas de los carteles y que sí vive la vida violenta, corta y sin varo que sus canciones idealizan”, escribió.
Ramírez, quien ha estudiado el fenómeno, observa que el éxito de los corridos tumbados va de la mano de una estrategia de marketing cimentada en TikTok, la red social con más de 1.6 billones usuarios en el mundo. “Es una especie de sabiduría mercadológica de TikTok que ellos dominan muy bien”, explica el catedrático de cómo se impulsó a un artista de corridos tumbados hasta convertirlo en tendencia. “En el caso de Peso Pluma, lo hicieron muy rápido. En cosa de meses, de semanas, pasó de ser un cantante menor a estar posicionado en el primer lugar”.
Este 2023, los corridos tumbados se posicionaron como uno de los subgéneros musicales más populares del mundo. Lo mismo se ha visto a Joaquin Phoenix en las primeras filas de un concierto de Peso Pluma en California, que a estudiantes de una escuela primaria en México cantando a coro sus canciones. En medio de esta ebullición, el CJNG también ha puesto su mira en estos intérpretes y ha exhibido públicamente su animadversión hacia algunos. En lo que va del año, por medio de narcomantas en las calles de Tijuana, el cártel le ha prohibido a Peso Pluma, a Fuerza Regida y a Grupo Arriesgado cantar en Tijuana. Todos cancelaron sus presentaciones. Ser cantante de corridos tumbados implica estrenar un tema con Shakira y, doce días después, suspender un concierto porque un cártel te amenaza de muerte.
Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos
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Al lado de una barbería y de una tienda de venta de celulares, en un centro comercial de Tijuana, Grupo Arriesgado, una agrupación musical de narcocorridos formada hace apenas tres años en Sinaloa, se reúne con sus fans para una firma de autógrafos. Es la tarde del 10 de febrero de 2023. Al día siguiente, el grupo ofrecerá un concierto en el Estadio Chevron, casa del equipo de béisbol de Tijuana. De pie en un templete, el vocalista Panter Bélico posa en medio de sus cuatro compañeros mientras las vallas metálicas contienen a los seguidores, quienes aguardan turno para tomarse una foto con el artista de veintiún años. En las bocinas, suena uno de sus corridos. De pronto, un estruendo los hace mirar arriba. Son disparos. No son parte de la canción. Un grupo de hombres acaba de accionar sus armas dentro de la Plaza Paseo 2000, donde los músicos conviven con sus fans, muchos de ellos, jóvenes y niños. El equipo de seguridad se apresura a retirar a la banda. El escolta personal de Panter Bélico es un policía de la Fiscalía General del Estado, quien días después será asesinado de 35 disparos, al salir de su casa en Tijuana. Esa noche, aunque hubo una narcomanta en contra de Panter Bélico, el cantante confirma que el concierto sigue en pie.
La mañana siguiente, un comando armado llega a las oficinas de Grupo Uniradio, un medio de comunicación en Tijuana que patrocina el evento. Los hombres dejan una corona fúnebre afuera de la cadena radiofónica y extienden sobre la banqueta una narcomanta firmada por el CJNG. Antes de retirarse, escupen balas que atraviesan ventanas y paredes. El concierto termina por cancelarse horas después.
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En 2015, la DEA advirtió la presencia del CJNG en San Diego, California, donde ya operaba el Cártel de Sinaloa. Hasta ese momento, era el único punto en la frontera al que este grupo criminal había penetrado. Cuatro años después, un nuevo reporte confirmaba la presencia de ambos cárteles y describía que la rápida expansión del CJNG se debía a que “se involucra en confrontaciones violentas con las fuerzas de seguridad del gobierno de México y carteles rivales”. Este 2023, la jefa de la DEA, Anne Milgram, compareció ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos para advertir que “el modelo de negocios que usan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco es expandirse a cualquier costo, sin importar cuántas personas mueran en el proceso”. En el caso de Tijuana, que colinda con San Diego, la lucha entre estas dos organizaciones ha catapultado la violencia que se vive a diario. Los asesinatos aquí cometidos, de enero de 2015 a septiembre de 2023, han dejado a 15 544 personas sin vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre. Tijuana se ha convertido en un escenario donde, casi cada semana, los carteles cuelgan sus mensajes de puentes o junto a cadáveres frente a escuelas, casas e iglesias. Se amenaza, por igual, a cantantes que a funcionarios, policías y líderes de grupos criminales antagonistas.
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En la canción “El Gavilán II”, una oda al Cártel de Sinaloa, cuyas letras se jactan “sin tanto fantochear, dependo de los Guzmán”, Peso Pluma y su primo Tito Double P, compositor de varios de sus temas, recrean la indolencia con la que actúa un sicario. Algunos de sus versos dicen: “Y si la orden es matar, esa no se cuestiona”, “y esos que se portan mal, aquí no hay chanza de hablar, los echo pa’ la fosa”, “dos pistolas y un SCAR, visito a los amarrados”.
Las letras dibujan escenas crudas que se repiten todos los días en un México sometido por el narcotráfico. Para el profesor Rafael Acosta, de la Facultad de Ciencias y Artes Liberales de la Universidad de Kansas, “no es que solo la violencia en los narcocorridos se recrudeció, la violencia en todo el país se recrudeció, en casi todo el territorio y en muchos niveles”, dice. Por lo que plantea, “es mucho más productivo pensar: ‘¿por qué se está representando esta violencia en los corridos?’ Después de todo, en los corridos, nadie queda viudo, nadie pierde a sus hijos y eso sí pasa en la realidad. No encontrábamos esta clase de corridos hasta que encontramos esa clase de violencia en la actualidad. Y esa clase de violencia se desató por otros motivos estructurales, por la desigualdad económica, por la proliferación de las armas, por el interés en el comercio de sustancias ilegales, por la misma creación de este mercado negro de las sustancias”.
En el caso de Tijuana, la lucha entre cárteles ha catapultado la violencia que se vive a diario. De enero de 2015 a septiembre de 2023, 15 544 personas perdieron la vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre.
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Con una playera oversize de Peso Pluma, botas con estampado vaquero y una mascada con piedras brillantes sobre su cabello negro, Carolina se entretiene en el celular, de pie frente a una mesa con forma de barril. La joven espera a su amigo Abraham, quien regresa de elegir entre sudaderas, playeras, gorras y pañuelos que se venden en las mesas de la mercancía oficial del tour Doble P.
Es el vestíbulo del anfiteatro North Island Credit Union, la noche del sábado 30 de septiembre. Peso Pluma ha vendido todas las entradas, más de veinte mil, nueve mil distribuidas en butacas y el resto en área general, de este teatro al aire libre en Chula Vista, al sur del condado de San Diego, una comunidad primordialmente latina. Así, Estados Unidos, el país que ha encabezado durante décadas la lucha más notoria contra las drogas, se convierte en el refugio que Tijuana no pudo ser para el rey de los corridos tumbados. Los dos amigos toman sus latas de cerveza de la mesa, mientras Carolina piensa sobre el concierto que no se realizará en Tjuana: “No, yo no hubiera ido a Tijuana. Allá es mucho desmadre, además no sabes ni quién va o si se van a agarrar a balazos”.
Entre los asistentes y en el perímetro del escenario, se ve a simple vista a los agentes del Departamento de Policía de Chula Vista custodiar el concierto. Algunos están uniformados y otros van vestidos de civiles. El vocero del Departamento confirmó por escrito que se destinaron más policías de lo habitual, así como que tenían conocimiento de “preocupaciones por la seguridad y la reciente cancelación del concierto de Peso Pluma en Tijuana”. Esta noche no hubo acreditaciones a la prensa. Ni reporteros, ni fotógrafos, ni camarógrafos pueden acercarse al artista. La única forma de cubrir la presentación es comprar un boleto, cuyo precio no baja de 160 dólares.
Charisma está entre los casi cincuenta millones de oyentes que Peso Pluma tiene en Spotify. La joven de veintiocho años, de abuela mexicana y abuelo peruano, que vive en San Diego, recuerda haber pensado que “su voz es diferente a la de los demás”. La primera vez que lo escuchó fue hace tres años, cuando debutó. Entre sus cantantes favoritos están Junior H y Fuerza Regida, otros dos exponentes de corridos tumbados, pero también Chalino Sánchez, una figura consagrada de los corridos, cuya corta carrera musical terminó con su asesinato en 1992, después de un concierto en Culiacán, Sinaloa, durante el cual recibió una nota con una amenaza de muerte. “Creo que fue una buena decisión que [Peso Pluma] cancelara [en Tijuana], por la seguridad de los fans y por su propia seguridad”, opina en inglés.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”. A su mamá, Karina, quien nunca había ido a un concierto de corridos tumbados, le llamó la atención que hubiera muchos niños en el concierto. “Me preocupaba que mi hija fuera de las pocas niñas o que no la dejaran entrar, pero no, todo bien”, comparte. La mujer de 41 años sabe que hay quienes critican que los niños escuchen este subgénero musical, particularmente por las letras sobre narcotráfico, pero responde “una canción no va a educar a una persona ni la va a deseducar, eso es en casa, tiene uno que hacerles ver que lo que ellos [los cantantes] dicen no es cierto”. Aunque Karina después admite “yo soy más de pop, Gloria Trevi, Ricky Martin, Luis Miguel, no soy tanto de esta época belicona [que] me recuerda a mi México”.
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A diferencia de las primeras estrellas de narcocorridos, que vestían sombreros, camisas de botones y botas vaqueras, los cantantes de corridos tumbados tienen un atuendo que se asemeja más al de un rapero, con ropa holgada, joyas, lentes de sol, gorras y tenis deportivos. “Son jóvenes urbanos, muy alejados de ese estilo campirano. Es la música de una nueva generación, eso es clave”, analiza el profesor Jorge Ramírez. No solo es la forma de vestir, los corridos tumbados también son una fusión entre las raíces del género regional mexicano y el trap. Peso Pluma ha sabido transitar entre estos estilos. En sus primeros éxitos están los cantantes de narcocorridos, como Junior H y Luis R. Conríquez, pero también ha tenido colaboraciones con reguetoneros como Karol G e Yng Lvcas.
Los corridos tumbados mantienen “su foco muy poderoso, quizá mítico, de Sinaloa, pero que conecta, sobre todo, con el sur de Estados Unidos, con gente que vive o hace parte de su vida cotidiana en California, Texas o Arizona. El corredor cultural que va de Guadalajara a Los Ángeles es donde el tema de los narcocorridos es muy fuerte”, dice el sociólogo. Al mismo tiempo, observa cómo artistas, promotoras y disqueras han diversificado sus nichos: “los corridos que quieren posicionar en México son más narcocorridos, en el sentido estricto, y los temas que están colocando fuera del país, tienen esa característica de corrido sublimado, al que ya se le quitaron esos elementos explosivos, que ya están autocensurados y codificados”.
El profesor Rafael Acosta agrega: “Peso Pluma ha estado en las listas musicales, en puestos muy altos, pero no con narcocorridos, sino con canciones como ‘La Bebé’. Muchos de los artistas más escuchados son cantantes como Bad Bunny, Maluma y Karol G, lo que implica que se ha abierto mucho el mercado estadounidense a la música latina”.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”.
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—¡San Diego, California!, ¡sean bienvenidos al concierto más bélico, viejo!
El espectáculo comienza a las 20:40 horas. Del escenario se levanta una enorme tela blanca hasta que queda colgando a la vista del público. El lienzo se asemeja a las narcomantas que se utilizan del otro lado de la frontera. Ahí se proyecta una cuenta regresiva que da paso al logotipo oficial del tour. La tela se desvanece y deja ver a los músicos, de entre quienes sale Peso Pluma dando brincos al frente de un escenario que se ilumina de rojo.
Viene encapuchado y se lleva las manos a los oídos, pidiendo gritos y aplausos por parte del público eufórico con solo verlo.
—¡Y así suena La Doble P!—dice.
Peso Pluma canta “La Melena”, un tema que habla sobre la vida de un narcotraficante que empezó “desde niño en la movida” y viaja por ciudades estadounidenses, como San Diego, Las Vegas y Chicago. Se levanta la gorra y se retira la capucha negra para lanzarla a las primeras filas del público, cuyos boletos en reventa alcanzaron los seiscientos dólares.
—Y a los primos extrañamos, pronto saldrán del encierro. Nos pegaron recio, pero a Serafín soltaron...—canta desde San Diego, la misma ciudad donde Serafín Zambada, hijo de “El Mayo” Zambada, capo del Cártel de Sinaloa, se declaró culpable de tráfico de drogas, tras llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Antes de seguir con “Ando en mi mundo”, Peso Pluma dedica el tema y brinda consuelo:
—Los que sienten depresión y ansiedad, absolutamente todo pasa...
Sin embargo, una falla técnica, por la lluvia que no cesa, descubre el playback del concierto cuando se escucha, sin micrófono, el verso que Peso Pluma debía cantar: “que la depresión me hunde y que me atrapa la soledad”. Peso Pluma sale del escenario mientras se escucha la pista trabada de su voz rasposa. Tras abucheos e insultos de los mismos fanáticos que antes lo festejaban, el imperfecto queda solucionado y el concierto se reanuda.
A su regreso, el intérprete baja del escenario y se deja tocar por quienes están en la primera fila, rodeado de un cuerpo de seguridad, hasta que uno de ellos lo toma de las axilas, como si se tratara de un bebé, para alzarlo y subirlo al escenario de regreso.
Los miles de asistentes se saben las letras de memoria, desde los temas inclinados al reguetón y al trap, como “La bebé” y “Sesión #55 con Bizarrap”, hasta los narcocorridos, como “El Belicón”, “Siempre pendientes” y “PRC”; el título de este último tema es un juego de palabras, PRC, el nombre de uno de los precursores químicos para fabricar fentanilo, pero también acrónimo de polvo (cocaína), ruedas (pastillas de fentanilo) y cristal (metanfetaminas).
A las 22:00 horas empieza una de las canciones más coreadas, entre gritos que parecen imitar a los de un mariachi. Peso Pluma se retira el micrófono y deja que la primera estrofa salga de las gargantas de los asistentes:
—¡¡Qué detallazo pa’ mensajear con la muerte!!
Es “El Azul”, un corrido que Peso Pluma lanzó este 2023, junto a Junior H. Entre el público, una mujer con los brazos de su novio rodeándole la cintura, dos amigos grabando con sus celulares y unas jovencitas agitando sus manos simulando una pistola, todos cantan:
—¡¡En la sangre traigo el 701!!
Es el número que la revista Forbes le asignó a “El Chapo” Guzmán cuando lo colocó en la lista de los hombres más ricos del mundo, en 2009. Peso Pluma responde contoneando el cuerpo, bailando en medio de su banda y saltando, para luego cantar “Rolls Royce azul”, seguido del verso que le fue censurado en Spotify, “como el de aquellos botones”. La canción habla, aunque en código, del fentanilo, cuyas pastillas son azules.
Este año, la DEA declaró públicamente que los hermanos Guzmán —Ovidio, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, apodados “Los Chapitos”, por el nombre con el que se conoce a su padre— son los líderes de la red de tráfico y distribución de fentanilo más grande en Estados Unidos, a los que se le han decomisado más de dos millones y medio de pastillas.
La ciudad desde donde Peso Pluma canta este tema juega un rol primordial en la guerra que Estados Unidos ha declarado contra el tráfico de fentanilo. Y es que más de la mitad de lo que ha sido decomisado en la frontera, entre los años fiscales de 2020 y 2023, fue asegurado en San Diego. Son más de trece toneladas de fentanilo que detectaron agentes estadounidenses en automóviles, personas, lanchas, transporte de carga y otros métodos de trasiego. En forma de pastillas, polvo o líquido, el fentanilo decomisado pesa lo mismo que dos elefantes adultos. “El corridón del ángel azul”, dice el coro de “El Azul”, cuenta las hazañas de un traficante de fentanilo, quien alardea “belicones somos, belicones morimos”. La estructura es fiel a la de un corrido tradicional, hablar de la forma de vida de forajido.
La figura del cantante de narcocorridos guarda una relación que va más allá de componer líricas sobre tráfico de drogas, homicidios o escapar de la justicia, guarda una paradoja respecto a los personajes que protagonizan estas historias. Estos intérpretes, como Peso Pluma, “cumplen el ideal de vida de los narcotraficantes, porque ellos sí pueden tener una fama merecida, no se tienen que cubrir el rostro, son estrellas puras y sin posibilidades de represión”, reflexiona Jorge Ramírez. Sin embargo, la paradoja no se detiene ahí, hay una “admiración de los cantantes hacia los narcos porque ellos son realmente bélicos, ellos sí realmente echan balas, se juegan la vida”.
Casi dos meses después de las narcomantas que le prohibieron a Peso Pluma presentarse en Tijuana, el 8 de noviembre de 2023, la alcaldesa Montserrat Caballero, quien desde junio vive en un cuartel militar por amenazas del narco, consiguió la prohibición de conciertos de narcocorridos en la ciudad, por ser considerados apología al delito. “Ya no vamos a recibir a cantantes que canten ese tipo de música, narcocorridos”, sentenció. Si Peso Pluma cantara en Tijuana uno de los narcocorridos que interpretó cruzando la frontera, se le multaría con más de un millón de pesos.
En medio del ambiente de violencia que los corridos tumbados retratan, el profesor Ramírez encuentra un hilo de esperanza en un fenómeno como el de Peso Pluma, quien en menos de un año pasó de dar entrevistas en canales de YouTube dedicados al género regional a protagonizar anuncios de Netflix. El académico sopesa: “hay una especie de euforia en los propios jovencitos por figurar en el medio, por hacerse creativos, por componer temas o cantarlos”. Y pone de ejemplo a Rodrigo Aréchiga “El Chino Ántrax”, pistolero del Cártel de Sinaloa, quien en 2020 murió acribillado en Culiacán, junto a su hermana y su cuñado, a los días de salir de prisión en San Diego, donde se declaró culpable de narcotráfico: “Entre el dilema de ser ‘El Chino Ántrax’ o ser Peso Pluma, a lo mejor se inclinan por ser Peso Pluma”.
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En menos de un año, Peso Pluma pasó de dar entrevistas en programas dedicados al género regional mexicano a protagonizar anuncios de Netflix. Es un fenómeno musical. Pero su ascenso meteórico se ha topado con pared. En Tijuana, el narco le prohibió presentarse al máximo exponente de los corridos tumbados. La fama del cantante tapatío no puede explicarse sin escudriñar las heridas de un país sometido por el crimen organizado y vecino de una potencia mundial con una guerra declarada contra las drogas.
El chillido de la sirena es estremecedor. Sale de las torretas de un camión que da una vuelta pronunciada para frenar en seco ante un carro en llamas. Dos bomberos bajan a ayudar a sus compañeros, llevando consigo una manguera. Están en el estacionamiento del Estadio Caliente, el más grande de Tijuana, mientras se juega un partido de fútbol de primera división. El incendio no resulta un hecho fortuito. En cuestión de horas y, de manera simultánea, la tarde del 12 de agosto de 2022, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ordena la quema de más de cuarenta tráileres, autobuses, taxis, Ubers y autos particulares por todo el estado de Baja California. Incluso para una ciudad como Tijuana, que en los últimos seis años ha rebasado los 1 500 homicidios anuales, el terror llevó a que sus casi dos millones de habitantes se autoimpusieran un toque de queda, con actividades gubernamentales suspendidas, negocios cerrados y sin servicios de transporte público.
Un año después, esta misma organización criminal, que ha desafiado al gobierno por medio de la violencia, que se disputa a muerte el control de la frontera con el Cártel de Sinaloa, le prohibiría a Hassan Emilio Kabande Laija —Peso Pluma—, dar un concierto en ese mismo estadio. Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos. “Esto va para ti, Peso Pluma, abstente de presentarte el día 14 de oct. porque sera tu ultima presentación [sic] esto por irrespetuoso y lengua larga”, se leía en las cuatro mantas colgadas de puentes peatonales en Tijuana, firmadas con las siglas CJNG, la madrugada del 12 de septiembre de 2023.
Una semana después, la disquera de Peso Pluma, Double P Records, anunció que se cancelaba lo que sería su primera presentación en Tijuana. No es coincidencia que los corridos, la corriente musical de la que nacen los “belicones” o corridos tumbados, cumplan ese propósito: una exhibición pública del poderío entre cárteles. “Los corridos son odas, himnos, muchas veces a grupos del narcotráfico. Son maneras de posicionarse culturalmente, simbólicamente, de mostrar su poder”, observa el sociólogo Jorge Ramírez, catedrático de la Universidad de Guadalajara.
Tampoco es casualidad que Peso Pluma sea uno de los principales exponentes de este subgénero del regional mexicano y quien dedica varios de sus temas al Cártel de Sinaloa, al que se le atribuye llenar de fentanilo a Estados Unidos. Aunque el cantante nacido en Guadalajara, Jalisco, ha asegurado que sus canciones no rinden homenaje ni veneran a personajes como “El Chapo” Guzmán, sí admitió en una entrevista que “son corridos de encargo […] nos dedicamos a escribir corridos y entregar nuestro trabajo […], un corrido que te manden hacer. En este género es normal, si no, no tendríamos contenido”.
Las amenazas que Peso Pluma recibió en Tijuana se toparon con pared, el muro que divide a México de Estados Unidos, que sí le permitió presentarse allá, lejos del CJNG, a seis kilómetros de uno de los puentes donde se colgaron las narcomantas en su contra.
La noche del 30 de septiembre de 2023, Peso Pluma ofrece un concierto en San Diego, California. “La Doble P”, mote que nace de sus iniciales, arranca su presentación con un corrido plagado de referencias al Cártel de Sinaloa. Lo hace protegido por el muro de la Unión Americana, pisando la región fronteriza, uno de los principales puntos para el trasiego de drogas desde México hacia Estados Unidos, por la que pelean los dos cárteles que juntos “representan la amenaza criminal y de drogas más grande que Estados Unidos ha enfrentado”, de acuerdo con la Administración de Control de Drogas (DEA).
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El 17 de marzo de 2023 fue el lanzamiento oficial de “Ella baila sola”, canción de Peso Pluma y Eslabón Armado. El video acumula más de 411 millones de vistas en YouTube y la pista tiene más de 956 millones de reproducciones en Spotify, plataforma a la que llegó a la posición número uno a nivel mundial. El tema sería un parteaguas. Dos semanas antes, Peso Pluma se había presentado en un modesto salón de baile y de fiestas infantiles en Ensenada. Para el 28 de abril, debutaba en la televisión estadounidense, en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, uno de los programas de mayor rating. Desde entonces, el joven de ascendencia libanesa y quien cursó la preparatoria en San Antonio, Texas, ha seguido en ascenso meteórico: ha sido nombrado “la estrella revelación de México” en un perfil del diario The New York Times, recibió veintiún nominaciones en los Premios Billboard 2023 y apareció en la lista anual de los cien líderes emergentes de la revista Time.
En medio de la fascinación mediática que provoca este cantante de veinticuatro años, a mediados de abril, el académico Jorge Ramírez derribó el mito que lo rodea con un tuit:
“Por ahí circula una nota que quiere hacer ver a Peso Pluma como el joven humilde que viene desde abajo y alcanza la fama, un intento de mostrarlo cercano a y del mismo origen socioeconómico de muchos de sus seguidores. La evidencia: que fue lavaplatos en Nueva York y trabajador de la construcción en Los Ángeles. Pero no, Peso Pluma no es parte del lumpen que sí alimenta, por decisión o forzadamente, las filas de los carteles y que sí vive la vida violenta, corta y sin varo que sus canciones idealizan”, escribió.
Ramírez, quien ha estudiado el fenómeno, observa que el éxito de los corridos tumbados va de la mano de una estrategia de marketing cimentada en TikTok, la red social con más de 1.6 billones usuarios en el mundo. “Es una especie de sabiduría mercadológica de TikTok que ellos dominan muy bien”, explica el catedrático de cómo se impulsó a un artista de corridos tumbados hasta convertirlo en tendencia. “En el caso de Peso Pluma, lo hicieron muy rápido. En cosa de meses, de semanas, pasó de ser un cantante menor a estar posicionado en el primer lugar”.
Este 2023, los corridos tumbados se posicionaron como uno de los subgéneros musicales más populares del mundo. Lo mismo se ha visto a Joaquin Phoenix en las primeras filas de un concierto de Peso Pluma en California, que a estudiantes de una escuela primaria en México cantando a coro sus canciones. En medio de esta ebullición, el CJNG también ha puesto su mira en estos intérpretes y ha exhibido públicamente su animadversión hacia algunos. En lo que va del año, por medio de narcomantas en las calles de Tijuana, el cártel le ha prohibido a Peso Pluma, a Fuerza Regida y a Grupo Arriesgado cantar en Tijuana. Todos cancelaron sus presentaciones. Ser cantante de corridos tumbados implica estrenar un tema con Shakira y, doce días después, suspender un concierto porque un cártel te amenaza de muerte.
Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos
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Al lado de una barbería y de una tienda de venta de celulares, en un centro comercial de Tijuana, Grupo Arriesgado, una agrupación musical de narcocorridos formada hace apenas tres años en Sinaloa, se reúne con sus fans para una firma de autógrafos. Es la tarde del 10 de febrero de 2023. Al día siguiente, el grupo ofrecerá un concierto en el Estadio Chevron, casa del equipo de béisbol de Tijuana. De pie en un templete, el vocalista Panter Bélico posa en medio de sus cuatro compañeros mientras las vallas metálicas contienen a los seguidores, quienes aguardan turno para tomarse una foto con el artista de veintiún años. En las bocinas, suena uno de sus corridos. De pronto, un estruendo los hace mirar arriba. Son disparos. No son parte de la canción. Un grupo de hombres acaba de accionar sus armas dentro de la Plaza Paseo 2000, donde los músicos conviven con sus fans, muchos de ellos, jóvenes y niños. El equipo de seguridad se apresura a retirar a la banda. El escolta personal de Panter Bélico es un policía de la Fiscalía General del Estado, quien días después será asesinado de 35 disparos, al salir de su casa en Tijuana. Esa noche, aunque hubo una narcomanta en contra de Panter Bélico, el cantante confirma que el concierto sigue en pie.
La mañana siguiente, un comando armado llega a las oficinas de Grupo Uniradio, un medio de comunicación en Tijuana que patrocina el evento. Los hombres dejan una corona fúnebre afuera de la cadena radiofónica y extienden sobre la banqueta una narcomanta firmada por el CJNG. Antes de retirarse, escupen balas que atraviesan ventanas y paredes. El concierto termina por cancelarse horas después.
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En 2015, la DEA advirtió la presencia del CJNG en San Diego, California, donde ya operaba el Cártel de Sinaloa. Hasta ese momento, era el único punto en la frontera al que este grupo criminal había penetrado. Cuatro años después, un nuevo reporte confirmaba la presencia de ambos cárteles y describía que la rápida expansión del CJNG se debía a que “se involucra en confrontaciones violentas con las fuerzas de seguridad del gobierno de México y carteles rivales”. Este 2023, la jefa de la DEA, Anne Milgram, compareció ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos para advertir que “el modelo de negocios que usan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco es expandirse a cualquier costo, sin importar cuántas personas mueran en el proceso”. En el caso de Tijuana, que colinda con San Diego, la lucha entre estas dos organizaciones ha catapultado la violencia que se vive a diario. Los asesinatos aquí cometidos, de enero de 2015 a septiembre de 2023, han dejado a 15 544 personas sin vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre. Tijuana se ha convertido en un escenario donde, casi cada semana, los carteles cuelgan sus mensajes de puentes o junto a cadáveres frente a escuelas, casas e iglesias. Se amenaza, por igual, a cantantes que a funcionarios, policías y líderes de grupos criminales antagonistas.
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En la canción “El Gavilán II”, una oda al Cártel de Sinaloa, cuyas letras se jactan “sin tanto fantochear, dependo de los Guzmán”, Peso Pluma y su primo Tito Double P, compositor de varios de sus temas, recrean la indolencia con la que actúa un sicario. Algunos de sus versos dicen: “Y si la orden es matar, esa no se cuestiona”, “y esos que se portan mal, aquí no hay chanza de hablar, los echo pa’ la fosa”, “dos pistolas y un SCAR, visito a los amarrados”.
Las letras dibujan escenas crudas que se repiten todos los días en un México sometido por el narcotráfico. Para el profesor Rafael Acosta, de la Facultad de Ciencias y Artes Liberales de la Universidad de Kansas, “no es que solo la violencia en los narcocorridos se recrudeció, la violencia en todo el país se recrudeció, en casi todo el territorio y en muchos niveles”, dice. Por lo que plantea, “es mucho más productivo pensar: ‘¿por qué se está representando esta violencia en los corridos?’ Después de todo, en los corridos, nadie queda viudo, nadie pierde a sus hijos y eso sí pasa en la realidad. No encontrábamos esta clase de corridos hasta que encontramos esa clase de violencia en la actualidad. Y esa clase de violencia se desató por otros motivos estructurales, por la desigualdad económica, por la proliferación de las armas, por el interés en el comercio de sustancias ilegales, por la misma creación de este mercado negro de las sustancias”.
En el caso de Tijuana, la lucha entre cárteles ha catapultado la violencia que se vive a diario. De enero de 2015 a septiembre de 2023, 15 544 personas perdieron la vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre.
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Con una playera oversize de Peso Pluma, botas con estampado vaquero y una mascada con piedras brillantes sobre su cabello negro, Carolina se entretiene en el celular, de pie frente a una mesa con forma de barril. La joven espera a su amigo Abraham, quien regresa de elegir entre sudaderas, playeras, gorras y pañuelos que se venden en las mesas de la mercancía oficial del tour Doble P.
Es el vestíbulo del anfiteatro North Island Credit Union, la noche del sábado 30 de septiembre. Peso Pluma ha vendido todas las entradas, más de veinte mil, nueve mil distribuidas en butacas y el resto en área general, de este teatro al aire libre en Chula Vista, al sur del condado de San Diego, una comunidad primordialmente latina. Así, Estados Unidos, el país que ha encabezado durante décadas la lucha más notoria contra las drogas, se convierte en el refugio que Tijuana no pudo ser para el rey de los corridos tumbados. Los dos amigos toman sus latas de cerveza de la mesa, mientras Carolina piensa sobre el concierto que no se realizará en Tjuana: “No, yo no hubiera ido a Tijuana. Allá es mucho desmadre, además no sabes ni quién va o si se van a agarrar a balazos”.
Entre los asistentes y en el perímetro del escenario, se ve a simple vista a los agentes del Departamento de Policía de Chula Vista custodiar el concierto. Algunos están uniformados y otros van vestidos de civiles. El vocero del Departamento confirmó por escrito que se destinaron más policías de lo habitual, así como que tenían conocimiento de “preocupaciones por la seguridad y la reciente cancelación del concierto de Peso Pluma en Tijuana”. Esta noche no hubo acreditaciones a la prensa. Ni reporteros, ni fotógrafos, ni camarógrafos pueden acercarse al artista. La única forma de cubrir la presentación es comprar un boleto, cuyo precio no baja de 160 dólares.
Charisma está entre los casi cincuenta millones de oyentes que Peso Pluma tiene en Spotify. La joven de veintiocho años, de abuela mexicana y abuelo peruano, que vive en San Diego, recuerda haber pensado que “su voz es diferente a la de los demás”. La primera vez que lo escuchó fue hace tres años, cuando debutó. Entre sus cantantes favoritos están Junior H y Fuerza Regida, otros dos exponentes de corridos tumbados, pero también Chalino Sánchez, una figura consagrada de los corridos, cuya corta carrera musical terminó con su asesinato en 1992, después de un concierto en Culiacán, Sinaloa, durante el cual recibió una nota con una amenaza de muerte. “Creo que fue una buena decisión que [Peso Pluma] cancelara [en Tijuana], por la seguridad de los fans y por su propia seguridad”, opina en inglés.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”. A su mamá, Karina, quien nunca había ido a un concierto de corridos tumbados, le llamó la atención que hubiera muchos niños en el concierto. “Me preocupaba que mi hija fuera de las pocas niñas o que no la dejaran entrar, pero no, todo bien”, comparte. La mujer de 41 años sabe que hay quienes critican que los niños escuchen este subgénero musical, particularmente por las letras sobre narcotráfico, pero responde “una canción no va a educar a una persona ni la va a deseducar, eso es en casa, tiene uno que hacerles ver que lo que ellos [los cantantes] dicen no es cierto”. Aunque Karina después admite “yo soy más de pop, Gloria Trevi, Ricky Martin, Luis Miguel, no soy tanto de esta época belicona [que] me recuerda a mi México”.
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A diferencia de las primeras estrellas de narcocorridos, que vestían sombreros, camisas de botones y botas vaqueras, los cantantes de corridos tumbados tienen un atuendo que se asemeja más al de un rapero, con ropa holgada, joyas, lentes de sol, gorras y tenis deportivos. “Son jóvenes urbanos, muy alejados de ese estilo campirano. Es la música de una nueva generación, eso es clave”, analiza el profesor Jorge Ramírez. No solo es la forma de vestir, los corridos tumbados también son una fusión entre las raíces del género regional mexicano y el trap. Peso Pluma ha sabido transitar entre estos estilos. En sus primeros éxitos están los cantantes de narcocorridos, como Junior H y Luis R. Conríquez, pero también ha tenido colaboraciones con reguetoneros como Karol G e Yng Lvcas.
Los corridos tumbados mantienen “su foco muy poderoso, quizá mítico, de Sinaloa, pero que conecta, sobre todo, con el sur de Estados Unidos, con gente que vive o hace parte de su vida cotidiana en California, Texas o Arizona. El corredor cultural que va de Guadalajara a Los Ángeles es donde el tema de los narcocorridos es muy fuerte”, dice el sociólogo. Al mismo tiempo, observa cómo artistas, promotoras y disqueras han diversificado sus nichos: “los corridos que quieren posicionar en México son más narcocorridos, en el sentido estricto, y los temas que están colocando fuera del país, tienen esa característica de corrido sublimado, al que ya se le quitaron esos elementos explosivos, que ya están autocensurados y codificados”.
El profesor Rafael Acosta agrega: “Peso Pluma ha estado en las listas musicales, en puestos muy altos, pero no con narcocorridos, sino con canciones como ‘La Bebé’. Muchos de los artistas más escuchados son cantantes como Bad Bunny, Maluma y Karol G, lo que implica que se ha abierto mucho el mercado estadounidense a la música latina”.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”.
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—¡San Diego, California!, ¡sean bienvenidos al concierto más bélico, viejo!
El espectáculo comienza a las 20:40 horas. Del escenario se levanta una enorme tela blanca hasta que queda colgando a la vista del público. El lienzo se asemeja a las narcomantas que se utilizan del otro lado de la frontera. Ahí se proyecta una cuenta regresiva que da paso al logotipo oficial del tour. La tela se desvanece y deja ver a los músicos, de entre quienes sale Peso Pluma dando brincos al frente de un escenario que se ilumina de rojo.
Viene encapuchado y se lleva las manos a los oídos, pidiendo gritos y aplausos por parte del público eufórico con solo verlo.
—¡Y así suena La Doble P!—dice.
Peso Pluma canta “La Melena”, un tema que habla sobre la vida de un narcotraficante que empezó “desde niño en la movida” y viaja por ciudades estadounidenses, como San Diego, Las Vegas y Chicago. Se levanta la gorra y se retira la capucha negra para lanzarla a las primeras filas del público, cuyos boletos en reventa alcanzaron los seiscientos dólares.
—Y a los primos extrañamos, pronto saldrán del encierro. Nos pegaron recio, pero a Serafín soltaron...—canta desde San Diego, la misma ciudad donde Serafín Zambada, hijo de “El Mayo” Zambada, capo del Cártel de Sinaloa, se declaró culpable de tráfico de drogas, tras llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Antes de seguir con “Ando en mi mundo”, Peso Pluma dedica el tema y brinda consuelo:
—Los que sienten depresión y ansiedad, absolutamente todo pasa...
Sin embargo, una falla técnica, por la lluvia que no cesa, descubre el playback del concierto cuando se escucha, sin micrófono, el verso que Peso Pluma debía cantar: “que la depresión me hunde y que me atrapa la soledad”. Peso Pluma sale del escenario mientras se escucha la pista trabada de su voz rasposa. Tras abucheos e insultos de los mismos fanáticos que antes lo festejaban, el imperfecto queda solucionado y el concierto se reanuda.
A su regreso, el intérprete baja del escenario y se deja tocar por quienes están en la primera fila, rodeado de un cuerpo de seguridad, hasta que uno de ellos lo toma de las axilas, como si se tratara de un bebé, para alzarlo y subirlo al escenario de regreso.
Los miles de asistentes se saben las letras de memoria, desde los temas inclinados al reguetón y al trap, como “La bebé” y “Sesión #55 con Bizarrap”, hasta los narcocorridos, como “El Belicón”, “Siempre pendientes” y “PRC”; el título de este último tema es un juego de palabras, PRC, el nombre de uno de los precursores químicos para fabricar fentanilo, pero también acrónimo de polvo (cocaína), ruedas (pastillas de fentanilo) y cristal (metanfetaminas).
A las 22:00 horas empieza una de las canciones más coreadas, entre gritos que parecen imitar a los de un mariachi. Peso Pluma se retira el micrófono y deja que la primera estrofa salga de las gargantas de los asistentes:
—¡¡Qué detallazo pa’ mensajear con la muerte!!
Es “El Azul”, un corrido que Peso Pluma lanzó este 2023, junto a Junior H. Entre el público, una mujer con los brazos de su novio rodeándole la cintura, dos amigos grabando con sus celulares y unas jovencitas agitando sus manos simulando una pistola, todos cantan:
—¡¡En la sangre traigo el 701!!
Es el número que la revista Forbes le asignó a “El Chapo” Guzmán cuando lo colocó en la lista de los hombres más ricos del mundo, en 2009. Peso Pluma responde contoneando el cuerpo, bailando en medio de su banda y saltando, para luego cantar “Rolls Royce azul”, seguido del verso que le fue censurado en Spotify, “como el de aquellos botones”. La canción habla, aunque en código, del fentanilo, cuyas pastillas son azules.
Este año, la DEA declaró públicamente que los hermanos Guzmán —Ovidio, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, apodados “Los Chapitos”, por el nombre con el que se conoce a su padre— son los líderes de la red de tráfico y distribución de fentanilo más grande en Estados Unidos, a los que se le han decomisado más de dos millones y medio de pastillas.
La ciudad desde donde Peso Pluma canta este tema juega un rol primordial en la guerra que Estados Unidos ha declarado contra el tráfico de fentanilo. Y es que más de la mitad de lo que ha sido decomisado en la frontera, entre los años fiscales de 2020 y 2023, fue asegurado en San Diego. Son más de trece toneladas de fentanilo que detectaron agentes estadounidenses en automóviles, personas, lanchas, transporte de carga y otros métodos de trasiego. En forma de pastillas, polvo o líquido, el fentanilo decomisado pesa lo mismo que dos elefantes adultos. “El corridón del ángel azul”, dice el coro de “El Azul”, cuenta las hazañas de un traficante de fentanilo, quien alardea “belicones somos, belicones morimos”. La estructura es fiel a la de un corrido tradicional, hablar de la forma de vida de forajido.
La figura del cantante de narcocorridos guarda una relación que va más allá de componer líricas sobre tráfico de drogas, homicidios o escapar de la justicia, guarda una paradoja respecto a los personajes que protagonizan estas historias. Estos intérpretes, como Peso Pluma, “cumplen el ideal de vida de los narcotraficantes, porque ellos sí pueden tener una fama merecida, no se tienen que cubrir el rostro, son estrellas puras y sin posibilidades de represión”, reflexiona Jorge Ramírez. Sin embargo, la paradoja no se detiene ahí, hay una “admiración de los cantantes hacia los narcos porque ellos son realmente bélicos, ellos sí realmente echan balas, se juegan la vida”.
Casi dos meses después de las narcomantas que le prohibieron a Peso Pluma presentarse en Tijuana, el 8 de noviembre de 2023, la alcaldesa Montserrat Caballero, quien desde junio vive en un cuartel militar por amenazas del narco, consiguió la prohibición de conciertos de narcocorridos en la ciudad, por ser considerados apología al delito. “Ya no vamos a recibir a cantantes que canten ese tipo de música, narcocorridos”, sentenció. Si Peso Pluma cantara en Tijuana uno de los narcocorridos que interpretó cruzando la frontera, se le multaría con más de un millón de pesos.
En medio del ambiente de violencia que los corridos tumbados retratan, el profesor Ramírez encuentra un hilo de esperanza en un fenómeno como el de Peso Pluma, quien en menos de un año pasó de dar entrevistas en canales de YouTube dedicados al género regional a protagonizar anuncios de Netflix. El académico sopesa: “hay una especie de euforia en los propios jovencitos por figurar en el medio, por hacerse creativos, por componer temas o cantarlos”. Y pone de ejemplo a Rodrigo Aréchiga “El Chino Ántrax”, pistolero del Cártel de Sinaloa, quien en 2020 murió acribillado en Culiacán, junto a su hermana y su cuñado, a los días de salir de prisión en San Diego, donde se declaró culpable de narcotráfico: “Entre el dilema de ser ‘El Chino Ántrax’ o ser Peso Pluma, a lo mejor se inclinan por ser Peso Pluma”.
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Fotografía de Javier Vicencio/REUTERS. El rapero, músico y cantante mexicano Hassan Emilio Kabande Laija, conocido profesionalmente como Peso Pluma, actúa en el Pabellón de Toyota Music Factory el sábado 12 de agosto de 2023. Irving, Texas, EE.UU.
En menos de un año, Peso Pluma pasó de dar entrevistas en programas dedicados al género regional mexicano a protagonizar anuncios de Netflix. Es un fenómeno musical. Pero su ascenso meteórico se ha topado con pared. En Tijuana, el narco le prohibió presentarse al máximo exponente de los corridos tumbados. La fama del cantante tapatío no puede explicarse sin escudriñar las heridas de un país sometido por el crimen organizado y vecino de una potencia mundial con una guerra declarada contra las drogas.
El chillido de la sirena es estremecedor. Sale de las torretas de un camión que da una vuelta pronunciada para frenar en seco ante un carro en llamas. Dos bomberos bajan a ayudar a sus compañeros, llevando consigo una manguera. Están en el estacionamiento del Estadio Caliente, el más grande de Tijuana, mientras se juega un partido de fútbol de primera división. El incendio no resulta un hecho fortuito. En cuestión de horas y, de manera simultánea, la tarde del 12 de agosto de 2022, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ordena la quema de más de cuarenta tráileres, autobuses, taxis, Ubers y autos particulares por todo el estado de Baja California. Incluso para una ciudad como Tijuana, que en los últimos seis años ha rebasado los 1 500 homicidios anuales, el terror llevó a que sus casi dos millones de habitantes se autoimpusieran un toque de queda, con actividades gubernamentales suspendidas, negocios cerrados y sin servicios de transporte público.
Un año después, esta misma organización criminal, que ha desafiado al gobierno por medio de la violencia, que se disputa a muerte el control de la frontera con el Cártel de Sinaloa, le prohibiría a Hassan Emilio Kabande Laija —Peso Pluma—, dar un concierto en ese mismo estadio. Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos. “Esto va para ti, Peso Pluma, abstente de presentarte el día 14 de oct. porque sera tu ultima presentación [sic] esto por irrespetuoso y lengua larga”, se leía en las cuatro mantas colgadas de puentes peatonales en Tijuana, firmadas con las siglas CJNG, la madrugada del 12 de septiembre de 2023.
Una semana después, la disquera de Peso Pluma, Double P Records, anunció que se cancelaba lo que sería su primera presentación en Tijuana. No es coincidencia que los corridos, la corriente musical de la que nacen los “belicones” o corridos tumbados, cumplan ese propósito: una exhibición pública del poderío entre cárteles. “Los corridos son odas, himnos, muchas veces a grupos del narcotráfico. Son maneras de posicionarse culturalmente, simbólicamente, de mostrar su poder”, observa el sociólogo Jorge Ramírez, catedrático de la Universidad de Guadalajara.
Tampoco es casualidad que Peso Pluma sea uno de los principales exponentes de este subgénero del regional mexicano y quien dedica varios de sus temas al Cártel de Sinaloa, al que se le atribuye llenar de fentanilo a Estados Unidos. Aunque el cantante nacido en Guadalajara, Jalisco, ha asegurado que sus canciones no rinden homenaje ni veneran a personajes como “El Chapo” Guzmán, sí admitió en una entrevista que “son corridos de encargo […] nos dedicamos a escribir corridos y entregar nuestro trabajo […], un corrido que te manden hacer. En este género es normal, si no, no tendríamos contenido”.
Las amenazas que Peso Pluma recibió en Tijuana se toparon con pared, el muro que divide a México de Estados Unidos, que sí le permitió presentarse allá, lejos del CJNG, a seis kilómetros de uno de los puentes donde se colgaron las narcomantas en su contra.
La noche del 30 de septiembre de 2023, Peso Pluma ofrece un concierto en San Diego, California. “La Doble P”, mote que nace de sus iniciales, arranca su presentación con un corrido plagado de referencias al Cártel de Sinaloa. Lo hace protegido por el muro de la Unión Americana, pisando la región fronteriza, uno de los principales puntos para el trasiego de drogas desde México hacia Estados Unidos, por la que pelean los dos cárteles que juntos “representan la amenaza criminal y de drogas más grande que Estados Unidos ha enfrentado”, de acuerdo con la Administración de Control de Drogas (DEA).
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El 17 de marzo de 2023 fue el lanzamiento oficial de “Ella baila sola”, canción de Peso Pluma y Eslabón Armado. El video acumula más de 411 millones de vistas en YouTube y la pista tiene más de 956 millones de reproducciones en Spotify, plataforma a la que llegó a la posición número uno a nivel mundial. El tema sería un parteaguas. Dos semanas antes, Peso Pluma se había presentado en un modesto salón de baile y de fiestas infantiles en Ensenada. Para el 28 de abril, debutaba en la televisión estadounidense, en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon, uno de los programas de mayor rating. Desde entonces, el joven de ascendencia libanesa y quien cursó la preparatoria en San Antonio, Texas, ha seguido en ascenso meteórico: ha sido nombrado “la estrella revelación de México” en un perfil del diario The New York Times, recibió veintiún nominaciones en los Premios Billboard 2023 y apareció en la lista anual de los cien líderes emergentes de la revista Time.
En medio de la fascinación mediática que provoca este cantante de veinticuatro años, a mediados de abril, el académico Jorge Ramírez derribó el mito que lo rodea con un tuit:
“Por ahí circula una nota que quiere hacer ver a Peso Pluma como el joven humilde que viene desde abajo y alcanza la fama, un intento de mostrarlo cercano a y del mismo origen socioeconómico de muchos de sus seguidores. La evidencia: que fue lavaplatos en Nueva York y trabajador de la construcción en Los Ángeles. Pero no, Peso Pluma no es parte del lumpen que sí alimenta, por decisión o forzadamente, las filas de los carteles y que sí vive la vida violenta, corta y sin varo que sus canciones idealizan”, escribió.
Ramírez, quien ha estudiado el fenómeno, observa que el éxito de los corridos tumbados va de la mano de una estrategia de marketing cimentada en TikTok, la red social con más de 1.6 billones usuarios en el mundo. “Es una especie de sabiduría mercadológica de TikTok que ellos dominan muy bien”, explica el catedrático de cómo se impulsó a un artista de corridos tumbados hasta convertirlo en tendencia. “En el caso de Peso Pluma, lo hicieron muy rápido. En cosa de meses, de semanas, pasó de ser un cantante menor a estar posicionado en el primer lugar”.
Este 2023, los corridos tumbados se posicionaron como uno de los subgéneros musicales más populares del mundo. Lo mismo se ha visto a Joaquin Phoenix en las primeras filas de un concierto de Peso Pluma en California, que a estudiantes de una escuela primaria en México cantando a coro sus canciones. En medio de esta ebullición, el CJNG también ha puesto su mira en estos intérpretes y ha exhibido públicamente su animadversión hacia algunos. En lo que va del año, por medio de narcomantas en las calles de Tijuana, el cártel le ha prohibido a Peso Pluma, a Fuerza Regida y a Grupo Arriesgado cantar en Tijuana. Todos cancelaron sus presentaciones. Ser cantante de corridos tumbados implica estrenar un tema con Shakira y, doce días después, suspender un concierto porque un cártel te amenaza de muerte.
Los narcos demuestran su poder, lo mismo con hombres armados que secuestran vehículos para prenderles fuego, que, con amenazas de muerte a un artista en la cima del mundo, horas antes de que cante frente a Selena Gomez y Taylor Swift en los Premios MTV, en Estados Unidos
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Al lado de una barbería y de una tienda de venta de celulares, en un centro comercial de Tijuana, Grupo Arriesgado, una agrupación musical de narcocorridos formada hace apenas tres años en Sinaloa, se reúne con sus fans para una firma de autógrafos. Es la tarde del 10 de febrero de 2023. Al día siguiente, el grupo ofrecerá un concierto en el Estadio Chevron, casa del equipo de béisbol de Tijuana. De pie en un templete, el vocalista Panter Bélico posa en medio de sus cuatro compañeros mientras las vallas metálicas contienen a los seguidores, quienes aguardan turno para tomarse una foto con el artista de veintiún años. En las bocinas, suena uno de sus corridos. De pronto, un estruendo los hace mirar arriba. Son disparos. No son parte de la canción. Un grupo de hombres acaba de accionar sus armas dentro de la Plaza Paseo 2000, donde los músicos conviven con sus fans, muchos de ellos, jóvenes y niños. El equipo de seguridad se apresura a retirar a la banda. El escolta personal de Panter Bélico es un policía de la Fiscalía General del Estado, quien días después será asesinado de 35 disparos, al salir de su casa en Tijuana. Esa noche, aunque hubo una narcomanta en contra de Panter Bélico, el cantante confirma que el concierto sigue en pie.
La mañana siguiente, un comando armado llega a las oficinas de Grupo Uniradio, un medio de comunicación en Tijuana que patrocina el evento. Los hombres dejan una corona fúnebre afuera de la cadena radiofónica y extienden sobre la banqueta una narcomanta firmada por el CJNG. Antes de retirarse, escupen balas que atraviesan ventanas y paredes. El concierto termina por cancelarse horas después.
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En 2015, la DEA advirtió la presencia del CJNG en San Diego, California, donde ya operaba el Cártel de Sinaloa. Hasta ese momento, era el único punto en la frontera al que este grupo criminal había penetrado. Cuatro años después, un nuevo reporte confirmaba la presencia de ambos cárteles y describía que la rápida expansión del CJNG se debía a que “se involucra en confrontaciones violentas con las fuerzas de seguridad del gobierno de México y carteles rivales”. Este 2023, la jefa de la DEA, Anne Milgram, compareció ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos para advertir que “el modelo de negocios que usan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco es expandirse a cualquier costo, sin importar cuántas personas mueran en el proceso”. En el caso de Tijuana, que colinda con San Diego, la lucha entre estas dos organizaciones ha catapultado la violencia que se vive a diario. Los asesinatos aquí cometidos, de enero de 2015 a septiembre de 2023, han dejado a 15 544 personas sin vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre. Tijuana se ha convertido en un escenario donde, casi cada semana, los carteles cuelgan sus mensajes de puentes o junto a cadáveres frente a escuelas, casas e iglesias. Se amenaza, por igual, a cantantes que a funcionarios, policías y líderes de grupos criminales antagonistas.
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En la canción “El Gavilán II”, una oda al Cártel de Sinaloa, cuyas letras se jactan “sin tanto fantochear, dependo de los Guzmán”, Peso Pluma y su primo Tito Double P, compositor de varios de sus temas, recrean la indolencia con la que actúa un sicario. Algunos de sus versos dicen: “Y si la orden es matar, esa no se cuestiona”, “y esos que se portan mal, aquí no hay chanza de hablar, los echo pa’ la fosa”, “dos pistolas y un SCAR, visito a los amarrados”.
Las letras dibujan escenas crudas que se repiten todos los días en un México sometido por el narcotráfico. Para el profesor Rafael Acosta, de la Facultad de Ciencias y Artes Liberales de la Universidad de Kansas, “no es que solo la violencia en los narcocorridos se recrudeció, la violencia en todo el país se recrudeció, en casi todo el territorio y en muchos niveles”, dice. Por lo que plantea, “es mucho más productivo pensar: ‘¿por qué se está representando esta violencia en los corridos?’ Después de todo, en los corridos, nadie queda viudo, nadie pierde a sus hijos y eso sí pasa en la realidad. No encontrábamos esta clase de corridos hasta que encontramos esa clase de violencia en la actualidad. Y esa clase de violencia se desató por otros motivos estructurales, por la desigualdad económica, por la proliferación de las armas, por el interés en el comercio de sustancias ilegales, por la misma creación de este mercado negro de las sustancias”.
En el caso de Tijuana, la lucha entre cárteles ha catapultado la violencia que se vive a diario. De enero de 2015 a septiembre de 2023, 15 544 personas perdieron la vida, suficientes para ocupar todas las butacas del anfiteatro que Peso Pluma llenaría en su concierto en San Diego, el 30 de septiembre.
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Con una playera oversize de Peso Pluma, botas con estampado vaquero y una mascada con piedras brillantes sobre su cabello negro, Carolina se entretiene en el celular, de pie frente a una mesa con forma de barril. La joven espera a su amigo Abraham, quien regresa de elegir entre sudaderas, playeras, gorras y pañuelos que se venden en las mesas de la mercancía oficial del tour Doble P.
Es el vestíbulo del anfiteatro North Island Credit Union, la noche del sábado 30 de septiembre. Peso Pluma ha vendido todas las entradas, más de veinte mil, nueve mil distribuidas en butacas y el resto en área general, de este teatro al aire libre en Chula Vista, al sur del condado de San Diego, una comunidad primordialmente latina. Así, Estados Unidos, el país que ha encabezado durante décadas la lucha más notoria contra las drogas, se convierte en el refugio que Tijuana no pudo ser para el rey de los corridos tumbados. Los dos amigos toman sus latas de cerveza de la mesa, mientras Carolina piensa sobre el concierto que no se realizará en Tjuana: “No, yo no hubiera ido a Tijuana. Allá es mucho desmadre, además no sabes ni quién va o si se van a agarrar a balazos”.
Entre los asistentes y en el perímetro del escenario, se ve a simple vista a los agentes del Departamento de Policía de Chula Vista custodiar el concierto. Algunos están uniformados y otros van vestidos de civiles. El vocero del Departamento confirmó por escrito que se destinaron más policías de lo habitual, así como que tenían conocimiento de “preocupaciones por la seguridad y la reciente cancelación del concierto de Peso Pluma en Tijuana”. Esta noche no hubo acreditaciones a la prensa. Ni reporteros, ni fotógrafos, ni camarógrafos pueden acercarse al artista. La única forma de cubrir la presentación es comprar un boleto, cuyo precio no baja de 160 dólares.
Charisma está entre los casi cincuenta millones de oyentes que Peso Pluma tiene en Spotify. La joven de veintiocho años, de abuela mexicana y abuelo peruano, que vive en San Diego, recuerda haber pensado que “su voz es diferente a la de los demás”. La primera vez que lo escuchó fue hace tres años, cuando debutó. Entre sus cantantes favoritos están Junior H y Fuerza Regida, otros dos exponentes de corridos tumbados, pero también Chalino Sánchez, una figura consagrada de los corridos, cuya corta carrera musical terminó con su asesinato en 1992, después de un concierto en Culiacán, Sinaloa, durante el cual recibió una nota con una amenaza de muerte. “Creo que fue una buena decisión que [Peso Pluma] cancelara [en Tijuana], por la seguridad de los fans y por su propia seguridad”, opina en inglés.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”. A su mamá, Karina, quien nunca había ido a un concierto de corridos tumbados, le llamó la atención que hubiera muchos niños en el concierto. “Me preocupaba que mi hija fuera de las pocas niñas o que no la dejaran entrar, pero no, todo bien”, comparte. La mujer de 41 años sabe que hay quienes critican que los niños escuchen este subgénero musical, particularmente por las letras sobre narcotráfico, pero responde “una canción no va a educar a una persona ni la va a deseducar, eso es en casa, tiene uno que hacerles ver que lo que ellos [los cantantes] dicen no es cierto”. Aunque Karina después admite “yo soy más de pop, Gloria Trevi, Ricky Martin, Luis Miguel, no soy tanto de esta época belicona [que] me recuerda a mi México”.
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A diferencia de las primeras estrellas de narcocorridos, que vestían sombreros, camisas de botones y botas vaqueras, los cantantes de corridos tumbados tienen un atuendo que se asemeja más al de un rapero, con ropa holgada, joyas, lentes de sol, gorras y tenis deportivos. “Son jóvenes urbanos, muy alejados de ese estilo campirano. Es la música de una nueva generación, eso es clave”, analiza el profesor Jorge Ramírez. No solo es la forma de vestir, los corridos tumbados también son una fusión entre las raíces del género regional mexicano y el trap. Peso Pluma ha sabido transitar entre estos estilos. En sus primeros éxitos están los cantantes de narcocorridos, como Junior H y Luis R. Conríquez, pero también ha tenido colaboraciones con reguetoneros como Karol G e Yng Lvcas.
Los corridos tumbados mantienen “su foco muy poderoso, quizá mítico, de Sinaloa, pero que conecta, sobre todo, con el sur de Estados Unidos, con gente que vive o hace parte de su vida cotidiana en California, Texas o Arizona. El corredor cultural que va de Guadalajara a Los Ángeles es donde el tema de los narcocorridos es muy fuerte”, dice el sociólogo. Al mismo tiempo, observa cómo artistas, promotoras y disqueras han diversificado sus nichos: “los corridos que quieren posicionar en México son más narcocorridos, en el sentido estricto, y los temas que están colocando fuera del país, tienen esa característica de corrido sublimado, al que ya se le quitaron esos elementos explosivos, que ya están autocensurados y codificados”.
El profesor Rafael Acosta agrega: “Peso Pluma ha estado en las listas musicales, en puestos muy altos, pero no con narcocorridos, sino con canciones como ‘La Bebé’. Muchos de los artistas más escuchados son cantantes como Bad Bunny, Maluma y Karol G, lo que implica que se ha abierto mucho el mercado estadounidense a la música latina”.
El regalo de cumpleaños de Isabela, de once años, es ver esta noche a Peso Pluma. La niña lo resume con un “¡me encanta!” cuando habla del cantante, uno de sus favoritos, al igual que “el Bad Bunny y muchos artistas de reguetón, los que se andan usando ahorita”.
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—¡San Diego, California!, ¡sean bienvenidos al concierto más bélico, viejo!
El espectáculo comienza a las 20:40 horas. Del escenario se levanta una enorme tela blanca hasta que queda colgando a la vista del público. El lienzo se asemeja a las narcomantas que se utilizan del otro lado de la frontera. Ahí se proyecta una cuenta regresiva que da paso al logotipo oficial del tour. La tela se desvanece y deja ver a los músicos, de entre quienes sale Peso Pluma dando brincos al frente de un escenario que se ilumina de rojo.
Viene encapuchado y se lleva las manos a los oídos, pidiendo gritos y aplausos por parte del público eufórico con solo verlo.
—¡Y así suena La Doble P!—dice.
Peso Pluma canta “La Melena”, un tema que habla sobre la vida de un narcotraficante que empezó “desde niño en la movida” y viaja por ciudades estadounidenses, como San Diego, Las Vegas y Chicago. Se levanta la gorra y se retira la capucha negra para lanzarla a las primeras filas del público, cuyos boletos en reventa alcanzaron los seiscientos dólares.
—Y a los primos extrañamos, pronto saldrán del encierro. Nos pegaron recio, pero a Serafín soltaron...—canta desde San Diego, la misma ciudad donde Serafín Zambada, hijo de “El Mayo” Zambada, capo del Cártel de Sinaloa, se declaró culpable de tráfico de drogas, tras llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Antes de seguir con “Ando en mi mundo”, Peso Pluma dedica el tema y brinda consuelo:
—Los que sienten depresión y ansiedad, absolutamente todo pasa...
Sin embargo, una falla técnica, por la lluvia que no cesa, descubre el playback del concierto cuando se escucha, sin micrófono, el verso que Peso Pluma debía cantar: “que la depresión me hunde y que me atrapa la soledad”. Peso Pluma sale del escenario mientras se escucha la pista trabada de su voz rasposa. Tras abucheos e insultos de los mismos fanáticos que antes lo festejaban, el imperfecto queda solucionado y el concierto se reanuda.
A su regreso, el intérprete baja del escenario y se deja tocar por quienes están en la primera fila, rodeado de un cuerpo de seguridad, hasta que uno de ellos lo toma de las axilas, como si se tratara de un bebé, para alzarlo y subirlo al escenario de regreso.
Los miles de asistentes se saben las letras de memoria, desde los temas inclinados al reguetón y al trap, como “La bebé” y “Sesión #55 con Bizarrap”, hasta los narcocorridos, como “El Belicón”, “Siempre pendientes” y “PRC”; el título de este último tema es un juego de palabras, PRC, el nombre de uno de los precursores químicos para fabricar fentanilo, pero también acrónimo de polvo (cocaína), ruedas (pastillas de fentanilo) y cristal (metanfetaminas).
A las 22:00 horas empieza una de las canciones más coreadas, entre gritos que parecen imitar a los de un mariachi. Peso Pluma se retira el micrófono y deja que la primera estrofa salga de las gargantas de los asistentes:
—¡¡Qué detallazo pa’ mensajear con la muerte!!
Es “El Azul”, un corrido que Peso Pluma lanzó este 2023, junto a Junior H. Entre el público, una mujer con los brazos de su novio rodeándole la cintura, dos amigos grabando con sus celulares y unas jovencitas agitando sus manos simulando una pistola, todos cantan:
—¡¡En la sangre traigo el 701!!
Es el número que la revista Forbes le asignó a “El Chapo” Guzmán cuando lo colocó en la lista de los hombres más ricos del mundo, en 2009. Peso Pluma responde contoneando el cuerpo, bailando en medio de su banda y saltando, para luego cantar “Rolls Royce azul”, seguido del verso que le fue censurado en Spotify, “como el de aquellos botones”. La canción habla, aunque en código, del fentanilo, cuyas pastillas son azules.
Este año, la DEA declaró públicamente que los hermanos Guzmán —Ovidio, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, apodados “Los Chapitos”, por el nombre con el que se conoce a su padre— son los líderes de la red de tráfico y distribución de fentanilo más grande en Estados Unidos, a los que se le han decomisado más de dos millones y medio de pastillas.
La ciudad desde donde Peso Pluma canta este tema juega un rol primordial en la guerra que Estados Unidos ha declarado contra el tráfico de fentanilo. Y es que más de la mitad de lo que ha sido decomisado en la frontera, entre los años fiscales de 2020 y 2023, fue asegurado en San Diego. Son más de trece toneladas de fentanilo que detectaron agentes estadounidenses en automóviles, personas, lanchas, transporte de carga y otros métodos de trasiego. En forma de pastillas, polvo o líquido, el fentanilo decomisado pesa lo mismo que dos elefantes adultos. “El corridón del ángel azul”, dice el coro de “El Azul”, cuenta las hazañas de un traficante de fentanilo, quien alardea “belicones somos, belicones morimos”. La estructura es fiel a la de un corrido tradicional, hablar de la forma de vida de forajido.
La figura del cantante de narcocorridos guarda una relación que va más allá de componer líricas sobre tráfico de drogas, homicidios o escapar de la justicia, guarda una paradoja respecto a los personajes que protagonizan estas historias. Estos intérpretes, como Peso Pluma, “cumplen el ideal de vida de los narcotraficantes, porque ellos sí pueden tener una fama merecida, no se tienen que cubrir el rostro, son estrellas puras y sin posibilidades de represión”, reflexiona Jorge Ramírez. Sin embargo, la paradoja no se detiene ahí, hay una “admiración de los cantantes hacia los narcos porque ellos son realmente bélicos, ellos sí realmente echan balas, se juegan la vida”.
Casi dos meses después de las narcomantas que le prohibieron a Peso Pluma presentarse en Tijuana, el 8 de noviembre de 2023, la alcaldesa Montserrat Caballero, quien desde junio vive en un cuartel militar por amenazas del narco, consiguió la prohibición de conciertos de narcocorridos en la ciudad, por ser considerados apología al delito. “Ya no vamos a recibir a cantantes que canten ese tipo de música, narcocorridos”, sentenció. Si Peso Pluma cantara en Tijuana uno de los narcocorridos que interpretó cruzando la frontera, se le multaría con más de un millón de pesos.
En medio del ambiente de violencia que los corridos tumbados retratan, el profesor Ramírez encuentra un hilo de esperanza en un fenómeno como el de Peso Pluma, quien en menos de un año pasó de dar entrevistas en canales de YouTube dedicados al género regional a protagonizar anuncios de Netflix. El académico sopesa: “hay una especie de euforia en los propios jovencitos por figurar en el medio, por hacerse creativos, por componer temas o cantarlos”. Y pone de ejemplo a Rodrigo Aréchiga “El Chino Ántrax”, pistolero del Cártel de Sinaloa, quien en 2020 murió acribillado en Culiacán, junto a su hermana y su cuñado, a los días de salir de prisión en San Diego, donde se declaró culpable de narcotráfico: “Entre el dilema de ser ‘El Chino Ántrax’ o ser Peso Pluma, a lo mejor se inclinan por ser Peso Pluma”.
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