Postal de la semana: La pandemia nos llevará de regreso al campo

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Tiempo de Lectura: 00 min

En la nueva normalidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Esta visita al rancho San Antonio fue un encuentro nostálgico con un pasado mejor.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En la nueva normalidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Esta visita al rancho San Antonio fue un encuentro nostálgico con un pasado mejor.

Texto de
Fotografía de
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Traducción de

En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

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Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

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Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

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Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

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Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En la nueva normalidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Esta visita al rancho San Antonio fue un encuentro nostálgico con un pasado mejor.

En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

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Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

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Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

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Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

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En la nueva normalidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Esta visita al rancho San Antonio fue un encuentro nostálgico con un pasado mejor.

En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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Postal de la semana: La pandemia nos llevará de regreso al campo

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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.
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.
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En la nueva normalidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Esta visita al rancho San Antonio fue un encuentro nostálgico con un pasado mejor.

En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En la nueva normalidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Esta visita al rancho San Antonio fue un encuentro nostálgico con un pasado mejor.

En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

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Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

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Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

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Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

Rancho San Antonio. El Sauz, Chihuahua.

Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

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Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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En el estado de Chihuahua, a 60 kilómetros de la capital sobre la carretera federal 45, está El Sauz, un pueblo ubicado sobre una planicie, mucho más abajo del parque nacional Cumbres de Majalca, donde el paisaje parece no tener límites y las arboledas de nogal proveen las únicas sombras. Una brisa gentil se abre paso entre sus ramas y entra por las ventanas de mi coche, un refrescante control climático natural y un alivio ante el agresivo calor de afuera. El pueblo tiene unas cuantas intersecciones y las casas están pintadas de azules y rosas diluidos por el tiempo. En El Sauz no hay tráfico, solo pequeños grupos de personas que se congregan en sus pórticos para disfrutar la tarde, mientras los remolinos de viento ponen el polvo a girar. La luz lo ilumina todo y las calles dan vuelta en el ángulo correcto hasta llegar al rancho San Antonio, una propiedad de 150 hectáreas. Los muros de adobe que lo rodean sea han desmoronado en varios puntos formando grietas, pero el imponente letrero en su entrada deja claro que éste fue alguna vez un lugar importante.

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Resulta que fue el primer rancho en la zona y es también el origen del pueblo que surgió a su alrededor. Los grillos saltan entre los postes de la reja mientras ésta se abre para dar paso a un largo camino bordeado de sauces rumbo al centro del rancho. A primera vista descubro amplias bodegas vacías que solían almacenar manzanas en espera de su embarque. Pero la mayoría de los manzanos han desaparecido y en su lugar quedan huacales de madera regados por el pasto en torno a una máquina de arado abandonada. Lo que también permanece intacto aquí y sigue siendo impresionante, son las arboledas de nogal. Algunos árboles han crecido demasiado y le dan al horizonte un aspecto de bosque embrujado. Sus copas cuelgan alto sobre nuestras cabezas.

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Checo Rubio vino hasta aquí conmigo. Su abuelo fundó este rancho y eventualmente se lo heredó a su padre, quien tiene ya poco tiempo y dinero para mantenerlo operando. Mientras caminamos, Checo me explica la situación. "Este rancho empleó alguna vez a cientos de personas y era muy famoso en la región. El sabor de nuestras nueces es muy especial, quizás se deba al agua de nuestros pozos, pero no hay nuez que se compare. Sin embargo, estamos produciendo menos cada año, pues muchas de nuestras bombas de agua están rotas, además de que los árboles grandes necesitan podarse. Mi abuelo trabajo duro por muchos años y ahora no veo aquí mas que  oportunidades desperdiciándose. Quiero traer a mi padre un día, caminar juntos, y contarle los sueños que tengo para este lugar. Las bodegas podrían ser estudios para artistas o espacios de exhibición, lugares donde se conecte la agricultura con el arte y el turismo. Podríamos tener también un espacio para acampar, dar clases y aprender a trabajar en el campo, no quiero que este deje de ser un lugar en el que se siembre. Deberíamos reinaugurarlo un 13 de junio, "Día de san Antonio", y abrir también una capilla para mantener el vínculo con la comunidad".

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Alrededor de nosotros no se percibe un solo sonido, más que el de la propia respiración. Camino hacia la cocina, que conecta con la casa principal. Es ahí donde la abuela de Checo solía cocinar. Hoy hay un solo plato con la imagen de R2D2. Imagino el potencial de la visión que él tiene para este lugar en una era post-Covid. En esa nueva realidad el campo y la ciudad tendrán que reencontrarse. La gente va a necesitar espacios abiertos y vincular a ellos experiencias profundas, crecimiento personal. Espero volver pronto y traer más personas conmigo.

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