El Premio Pritzker 2021 fue otorgado a Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, fundadores de Lacaton & Vassal. La pareja francesa es reconocida por sus proyectos de vivienda sostenible y por su principio de “nunca demoler” para aprovechar lo que ya existe. Miquel Adrià, fundador y director de Arquine, un proyecto dedicado a la construcción de la cultura arquitectónica y una plataforma de generación de contenidos, conversó con Gatopardo sobre los ganadores. “Hacía mucho tiempo que no había tanta gente de acuerdo en que fue una decisión muy atinada, un premio muy merecido para esta pareja francesa”, dice.
La selección de ganadores de este premio depende de una serie de factores que influyen sobre el jurado del momento. “Siempre es un jurado de excelencia, sin embargo, hay años en los que se ha notado que han envejecido y están repitiendo enfoques”. Utiliza el ejemplo de Arata Isozaki , ganador del premio en el 2019, arquitecto japonés que fue muy importante en los años ochenta, “extraordinario, fino, exquisito y demás, pero eso fue hace 25 años, y que se lo dieran en ese momento solo demostraba que el jurado había envejecido mucho y que tenía temas pendientes, ya que a Isozaki no se le había dado nunca”.
No obstante, otros jurados en los últimos años han tomado decisiones disruptivas. “Hay casos en los que vieron más allá de la arquitectura per se y se tomaron en cuenta elementos distintos al resultado formal”. Se refiere a casos como el de Alejandro Aravena, arquitecto chileno, ganador del premio en 2016 y actual presidente del jurado. “No era tanto por su obra, que está bien, sino por su estrategia de aportar soluciones sociales, como arquitecto activista”.
En palabras de Adrià, gracias a él, este año se sintió un jurado sin “deudas morales con su propia generación”, aunque aclara que no se refiere a intereses externos, sino “simplemente a una corrección política de lo que está bien en cada momento”.
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En concursos de esta naturaleza es casi imposible que se logre complacer a todas las partes y es precisamente por esto que el consenso respecto a los ganadores del 2021 ha sido extraordinario.
La propuesta de Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal es sobresaliente. Adrià, quien ha seguido su trabajo, reconoce en ellos una mirada distinta y fresca a la arquitectura contemporánea. “Dicho de un modo reducido, diría que le apuestan al reciclaje, aunque su trabajo va bastante más allá”. Lacaton y Vassal se dieron a conocer a escala mundial cuando intervinieron el Palais de Tokio en París en el 2001. “Lo que propusieron fue simplemente quitar, quitar molduras, plafones y tabiques falsos que había por ahí. El proyecto no sólo ganó por su radicalidad, sino porque costaba una infinitésima parte de lo que costaban todos los otros; su obra siempre ha tenido esa condición de entender qué es lo que podemos aprovechar”.
En el 2019 la pareja recibió el Premio de Arquitectura Europeo, Mies van der Rohe, por el rescate de un barrio con más de quinientas viviendas, lugar que Adrià describe como “una especie de Tlatelolco en la periferia de París”. La propuesta implicó crear una nueva estructura que no afectara la ya existente. “Le añadieron más espacio, mejoraron la accesibilidad para personas mayores, optimizaron la calidad de vida y del producto para que ahí pudieran residir nuevas generaciones; y resultó que con una inversión menor, lograron recuperar todo un barrio casi obsoleto”. En resumen, la propuesta de Lacaton y Vassal tiene la característica de aprovechar lo que ya existe, reciclar y reincorporar en términos contemporáneos.
A finales del 2020, Arquine tuvo la oportunidad de conversar con Anne Lacaton. Adrià da cuenta de que la francesa es crítica del concepto de las smart cities o ciudades inteligentes ya que “esas viviendas altamente sofisticadas, con energías pasivas, energía solar, energía eólica, aislamientos perfectos y demás, se pueden hacer en zonas de un nivel adquisitivo alto, pero no ofrecen soluciones para la vivienda de interés social”. Esto hizo a Miquel reflexionar sobre lo que ese tipo de proyectos suponían en Latinoamérica o en otras partes del mundo. “Siguen habiendo grandes diferencias económicas y sociales en el mundo y es importante conseguir vivienda asequible para el mayor número de gente, reciclando podemos tener vivienda de calidad sin tener que destruir para volver a construir o tratar de inventar el hilo negro”. Lacaton y Vassal suponen un gran ejemplo para México, pero Miquel indica que no es lo mismo ir contracorriente que ir a favor. Es decir, no es lo mismo desarrollar ese tipo de proyectos en países que facilitan, privilegian y premian la innovación, a diferencia de aquellos que “dificultan las soluciones inteligentes y prácticamente imponen el consumo de energía altamente contaminante”.
Aunque reconoce que existen iniciativas interesantes en México, son de pequeña escala, y no parten necesariamente del reciclaje. “En ejemplo es lo que hace Reurbano en México, tratan de rescatar edificios de cierto valor urbano, pero es un esfuerzo a pequeño, mientras que el problema grande sigue estando ahí”. Una buena estrategia, dice, sería aplicar las enseñanzas de Lacaton y Vassal, por ejemplo, a los multifamiliares ya casi obsoletos en México. Sin embargo, le parece que en México las buenas prácticas se dan por voluntarismo, o porque generan un cierto valor de cambio. “Los que lo hacen saben que hay un mercado que sabrá entender ese producto, pero es un mercado con un poder adquisitivo más alto; son proyectos que encuentras en zonas de la Ciudad de México como la Colonia Juárez o la Roma, pero no están resolviendo el problema de fondo que es la necesidad de vivienda de interés social en México”.
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