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A unos días del lanzamiento de "Now And Then", el tema que rescata la voz de John Lennon con IA, Paul McCartney presenta dos fechas en el Foro Sol que quizá podrían ser su carta de despedida. El uso de este tipo de tecnologías nos invita a reflexionar si en algún momento podrán captar las emociones y errores humanos que dotan de esa magia entrañable a las canciones.
—¡Sin Harrison y sin Lennon, esto es una mierda!— sentencié y mi amiga Paola Ramona me observó encendida en odio. Sacrilegio. Acababa de insultar a The Beatles, el grupo que su madre escuchaba con devoción todos los días a través de Universal Stereo.
—¿Quieres que los saquemos de la tumba? —increpó.
—Lo digo con el más profundo dolor de mi corazón porque también los quiero. Con todo y la Inteligencia Artificial (IA), me suenan a algo genérico que los imita.
—Si tu argumento es que solo dos están vivos, hubo canciones en las que no participaron los otros, como “Julia” o “Yesterday”, así que bájale dos rayitas a tu purismo.
—Siento que ya nos vendieron todo lo habido y por haber, esto es más de lo mismo.
—Piénsalo de esta forma, porque es lo más preciado de todo: Paul y Ringo no se hacen más jóvenes. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción?
“Now and Then” no es una novedad, sino una larga despedida de casi cincuenta años. El capricho sonoro de la dupla Lennon-McCartney que comenzó con una serie de demos que fueron grabados entre 1977 y 1980 en cinta magnética, una tecnología de su época que captó el ruido estático y restó nitidez a la voz de John Lennon. Durante su periodo creativo, entre 1960 y 1970, los cuatro de Liverpool crearon 213 canciones. El sencillo “Love Me Do” —incluído como cara B remasterizada en el lanzamiento de este 2023— inició una de las rachas creativas más impactantes del siglo XX, la cual recorrió a su antojo desde el rock clásico basado en el blues hasta la psicodelia, pasó por lo sinfónico y lo experimental, el noise, el proto hard rock y las bases del pop actual. Apoyados por el oído y experiencia compositiva de George Martin, ningún terreno sonoro se les escapó. Este 2023, los malditos, lo volvieron a hacer y de paso le abrieron la puerta a que la IA los perpetúe un siglo más.
Ante un monstruo de millones de cabezas, como es la beatlemanía, que exige reediciones, rarezas, lanzamientos especiales y la sensación de que sus ídolos pueden sobrevivir al tiempo, no es fácil ofrecer un verdadero cierre. También es cierto que la marca The Beatles es una corporación de entretenimiento a la que se ha sumado Disney, en cuya aplicación de streaming podemos ver el documental de 2021 The Beatles: Get Back dirigido por el cineasta Peter Jackson —a quien debemos la trilogía del Señor de los Anillos— para explotar nuestra nostalgia en los años siguientes cuando ni Ringo Starr ni Paul McCartney estén vivos.
Para el video de “Now and Then”, Jackson obtuvo el material de 1995 con George Harrison, McCartney y Starr, compuesto por catorce horas de grabaciones. Todo esto sin contar las cintas y demos de cada uno de los músicos que aún desconocemos. La suma de materiales a las horas de archivos que Jackson tuvo disponibles para su documental y el software aprendizaje automático de audio (MAL) que utilizó para las nuevas masterizaciones abren la posibilidad de tener una infinidad de grabaciones de The Beatles.
La nueva corriente dominante parece avanzar hacia un entorno donde las IA se encargarán de devolvernos no solo a Lennon, también a Janis Joplin, Jim Morrison y eventualmente al propio McCartney, todos convertidos en imágenes que podremos customizar para enviar felicitaciones o para sustituir la voz de Alexa en las bocinas inteligentes. En un par de años ya no estaremos hablando de las grabaciones lennonianas perfectamente extraídas de viejas cintas sino de conciertos con avatares generados por IA. En el proceso se podrían eliminar varios de los errores o detalles humanos que le dieron forma a la primera década de grabaciones de The Beatles. Aunque la nostalgia invita desear que nuestros ídolos sean eternos, eventualmente podrían entrar en un sistema de consumo rápido, el McDonald's de la música: luce como hamburguesa, sabe a carne, pero en el fondo sabemos que no se compará a lo artesanal de prepararla al carbón.
Las cintas inéditas
Tras la muerte de Lennon, el 8 de diciembre de 1980, las disputas por propiedades intelectuales, regalías, demandas mutuas y acusaciones de quién dividió a la banda se fueron apaciguando. De a poco se abrió la posibilidad de crear la mayor antología del “Cuarteto de Liverpool”.
En 1994, Yoko Ono le entregó algunas cintas inéditas a McCartney cuando Lennon ingresó en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Estas incluían las primeras versiones de “Free as a Bird”, “Real Love” y “Now and Then”. Previo a eso, los tres músicos vivos habían calentado los ánimos de sus seguidores al asegurar que se reunirían para componer música incidental para el proyecto Anthology —un ambicioso compilado de rarezas, caras B y material inédito de toda la carrera del cuarteto— y recibieron fuertes críticas porque prometieron que jamás reemplazarían a uno de los integrantes de la banda para componer. Los críticos musicales se mofaron de la reunión al llamarlos “The Threetles” y, de paso, vertieron su odio por la voz “fantasmal” de Lennon al ser tomada de un casete con sonido de baja calidad; aunque detalles como la guitarra slide de Harrison, el añadido de estribillos junto a McCartney y Starr consiguieron que “Free as a Bird” fuera similar a los temas que compusieron durante la segunda mitad de los sesenta.
En 1995 Harrison se negó a continuar la grabación de “Now and Then”, consideraba que era una basura: “le dije que era una letra de su amigo, John, y él me respondió ‘es jodidamente peor’. Aún así pienso que es una gran canción, entonces le diré algún día a Jeff [Lynne] que la terminemos”, declaró McCartney en una entrevista con Tom Petty. Los rumores acerca del tema resurgieron en 2005, pero una vez más la tecnología de remasterización y grabación limitaron la limpieza del ruido de la cinta. El periodista Rip Rense escribió un artículo para The Washington Post en el que mencionaba que McCartney le había entregado una pista parcialmente terminada a David Kahne —productor de su disco Memory Almost Full (2007)— para trabajarla. Pero nada ocurrió.
McCartney, el romántico eterno
¿Por qué McCartney, el romántico nato, iba a dejar atrás el último regalo de su hermano musical, si Lennon le dedicó la cinta? Y vaya que se insultaron mutuamente en canciones como “Silly Love Songs” y “How do you sleep?”, pero en la letra de “Now and Then” Lennon confesaba la falta que le hacía: “Sé que es verdad es todo gracias a ti y si lo logro es todo gracias a ti. Y de vez en cuando, si debemos empezar de nuevo entonces sabremos con seguridad que yo te amaré”.
Como todos los grandes artistas a McCartney no le bastó que el mito se quedara en aquel lejano 1969 o que la despedida fuera a través del Lennon fantasmal de “Free as a Bird”. Quería traerlo de regreso una vez más para hacer una firme declaración que esta vez el sueño ha terminado. El duro crítico musical Robert Christgau escribió en la década de los setenta que los de Liverpool eran una unidad estética de cuatro individuos muy diferentes que construyeron un todo armonioso. The Beatles funcionaban porque más allá de la simbiosis Lennon-McCartney, los cuatro creaban en lo individual al tiempo que ponían sus egos a interactuar entre sí. Aún en su ocaso, cuando grabaron Abbey Road (1969), la unidad estética del grupo se mantuvo y, durante sus últimos días como banda, volvieron a relacionarse con nosotros, el público al que le decían adiós con la frase que cierra el álbum: “Y al final el amor que recibes es igual al amor que generas”. ¿Había más palabras por decir? Considero que no. La perfecta despedida.
McCartney era el de los experimentos románticos, algunos muy extravagantes. “Now and Then” es su capricho, aunque conservó la secuencia de acordes menores que dotan de solemnidad al tema. Maldito, Paul McCartney, es difícil odiarte cuando las notas de tu bajo responden de manera perfecta a la voz de Lennon. Starr aún es el amo de los compases y lo demuestra en ese toque admirado por bateristas como Dave Grohl. Giles Martin se puso el traje de su padre —George Martin, productor original de la banda— con arreglos de cuerdas donde el staccato que cierra la canción la dota de esa originalidad que no sería alcanzada en los noventa. Sin embargo, la visión obsesiva de McCartney, que casi revienta las grabaciones a finales de los sesenta, aparece en el reciente estreno con sus coros añadidos de viejos temas como “Here, There and Everywhere”, “Eleanor Rigby” y “Because”. Sí, el estreno es lindo, nostálgico, aunque con la balanza cargada hacia el cursi empedernido. McCartney le regala el último vals a su eterno rival y amante musical.
Lo bello de las imperfecciones
The Beatles siempre tuvo un compromiso formal con el pop, incluso en sus discos más experimentales siempre el reto era tener una canción que superara a sus contemporáneos. Cuando McCartney leyó una entrevista en la que Pete Townsend —guitarrista de la banda The Who— aseguraba haber compuesto la canción más pesada de la época, el beatle ideó “Helter Skelter” que cierra Lennon, agotado por las horas de grabación, con el grito “¡tengo ampollas en los dedos!”. Podríamos enseñar a una IA a emular errores como estos, pero ¿alcanzará la visceralidad propia del ser humano?
En el video de Jackson aparecen grabaciones de Harrison realizadas para la sesión de 1995 y archivo en imagen de Lennon. El propio McCartney imitó la forma de tocar el solo de guitarra de Harrison, mientras la batería de Starr no pierde el beat. Con toda esta suma que parece extraer lo mejor de The Beatles, aún se siente ajeno. Hecho de menos las imperfecciones humanas que la IA y las nuevas tecnologías todavía no pueden imitar. Con 81 años a cuestas, la voz de McCartney se escucha agotada y cientos lo hemos podido comprobar en sus recientes presentaciones en la Ciudad de México; en el nuevo sencillo este quizá es el único detalle de humanidad cruda. Más allá de eso se extraña la espontaneidad del conteo de George Martin al fondo de “A Day in the Life”, el feedback con el que abre “I Feel Fine”, cuando McCartney dice “Maldita sea” al equivocarse en “Hey Jude” o el grito de Starr, “¿Qué hacemos, Capitán?”, para iniciar el juego de composición en el estudio.
“Mi padre lo hubiera amado porque él nunca le tuvo miedo a experimentar con la tecnología de grabación. Pienso que es realmente hermoso”, comenta Sean Lennon en el mini documental de “Now and Then”. En lo que respecta a la tecnología, no me queda la menor duda. Pero al componer desde las emociones, tal vez Lennon estaría más preocupado por lanzar un tema que criticara los conflictos actuales. Como grandes artistas populares, The Beatles fueron el mito de una época que hoy no existe más, esa donde nuestros abuelos creyeron inocentemente que la paz universal se alcanzaría con una mezcla de LSD y amor. Algo que suena tan ajeno cuando en pleno 2023 contemplamos en la pantalla de nuestros celulares la desaparición del pueblo palestino de la Franja de Gaza sin que aparezca un idealista como Lennon a gritar: “la guerra acabó”.
Escuchar a Paul McCartney en vivo es cerrar los ojos y dejarse llevar a ese instante donde los “Fabulosos Cuatro” habitan el escenario. La IA aún no es capaz de tal efervescencia. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción? En verdad, nada, es el baile del adiós a los de Liverpool a quienes me gustaría dejar morir en mis recuerdos con el cúmulo de emociones de los buenos inicios y permitir que ese viejito rockero nos entregue un último relato de lo cotidiano, del bálsamo que nos permitió transitar el duelo por la muerte de un ser querido con el suave rasgueo de “Blackbird” o recordar la primera fumada de mariguana que detonó nuestro imaginario, es luchar contra el tráfico para llegar a tiempo al concierto y desgarrar juntos las cuerdas vocales o ser testigo de la pedida de matrimonio de una pareja, también llorar la partida de tu ex o tocar el solo de guitarra en la banda de covers de tu padre y sentirte poseído por el espíritu de Harrison al menos unos segundos porque la vida se trata de disfrutar esos momentos imperfectos.
“Now and Then” también ha sido un pretexto para volver atrás en la memoria, escuchar esas canciones que de tanto sonar en Universal Stereo se volvieron monótonas y redescubrir algunos sonidos ocultos o errores que las dotaron de magia. Es una nueva manera de recordarle a tus hijos las anécdotas de sus abuelos y a quienes han partido de tu vida que si están en la oscuridad, no deben sentir miedo porque siempre tendrán un poco de ayuda de sus amigos. Quizá es tiempo de prepararnos para la gran despedida de Ringo y McCartney de los escenarios terrenales.
A unos días del lanzamiento de "Now And Then", el tema que rescata la voz de John Lennon con IA, Paul McCartney presenta dos fechas en el Foro Sol que quizá podrían ser su carta de despedida. El uso de este tipo de tecnologías nos invita a reflexionar si en algún momento podrán captar las emociones y errores humanos que dotan de esa magia entrañable a las canciones.
—¡Sin Harrison y sin Lennon, esto es una mierda!— sentencié y mi amiga Paola Ramona me observó encendida en odio. Sacrilegio. Acababa de insultar a The Beatles, el grupo que su madre escuchaba con devoción todos los días a través de Universal Stereo.
—¿Quieres que los saquemos de la tumba? —increpó.
—Lo digo con el más profundo dolor de mi corazón porque también los quiero. Con todo y la Inteligencia Artificial (IA), me suenan a algo genérico que los imita.
—Si tu argumento es que solo dos están vivos, hubo canciones en las que no participaron los otros, como “Julia” o “Yesterday”, así que bájale dos rayitas a tu purismo.
—Siento que ya nos vendieron todo lo habido y por haber, esto es más de lo mismo.
—Piénsalo de esta forma, porque es lo más preciado de todo: Paul y Ringo no se hacen más jóvenes. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción?
“Now and Then” no es una novedad, sino una larga despedida de casi cincuenta años. El capricho sonoro de la dupla Lennon-McCartney que comenzó con una serie de demos que fueron grabados entre 1977 y 1980 en cinta magnética, una tecnología de su época que captó el ruido estático y restó nitidez a la voz de John Lennon. Durante su periodo creativo, entre 1960 y 1970, los cuatro de Liverpool crearon 213 canciones. El sencillo “Love Me Do” —incluído como cara B remasterizada en el lanzamiento de este 2023— inició una de las rachas creativas más impactantes del siglo XX, la cual recorrió a su antojo desde el rock clásico basado en el blues hasta la psicodelia, pasó por lo sinfónico y lo experimental, el noise, el proto hard rock y las bases del pop actual. Apoyados por el oído y experiencia compositiva de George Martin, ningún terreno sonoro se les escapó. Este 2023, los malditos, lo volvieron a hacer y de paso le abrieron la puerta a que la IA los perpetúe un siglo más.
Ante un monstruo de millones de cabezas, como es la beatlemanía, que exige reediciones, rarezas, lanzamientos especiales y la sensación de que sus ídolos pueden sobrevivir al tiempo, no es fácil ofrecer un verdadero cierre. También es cierto que la marca The Beatles es una corporación de entretenimiento a la que se ha sumado Disney, en cuya aplicación de streaming podemos ver el documental de 2021 The Beatles: Get Back dirigido por el cineasta Peter Jackson —a quien debemos la trilogía del Señor de los Anillos— para explotar nuestra nostalgia en los años siguientes cuando ni Ringo Starr ni Paul McCartney estén vivos.
Para el video de “Now and Then”, Jackson obtuvo el material de 1995 con George Harrison, McCartney y Starr, compuesto por catorce horas de grabaciones. Todo esto sin contar las cintas y demos de cada uno de los músicos que aún desconocemos. La suma de materiales a las horas de archivos que Jackson tuvo disponibles para su documental y el software aprendizaje automático de audio (MAL) que utilizó para las nuevas masterizaciones abren la posibilidad de tener una infinidad de grabaciones de The Beatles.
La nueva corriente dominante parece avanzar hacia un entorno donde las IA se encargarán de devolvernos no solo a Lennon, también a Janis Joplin, Jim Morrison y eventualmente al propio McCartney, todos convertidos en imágenes que podremos customizar para enviar felicitaciones o para sustituir la voz de Alexa en las bocinas inteligentes. En un par de años ya no estaremos hablando de las grabaciones lennonianas perfectamente extraídas de viejas cintas sino de conciertos con avatares generados por IA. En el proceso se podrían eliminar varios de los errores o detalles humanos que le dieron forma a la primera década de grabaciones de The Beatles. Aunque la nostalgia invita desear que nuestros ídolos sean eternos, eventualmente podrían entrar en un sistema de consumo rápido, el McDonald's de la música: luce como hamburguesa, sabe a carne, pero en el fondo sabemos que no se compará a lo artesanal de prepararla al carbón.
Las cintas inéditas
Tras la muerte de Lennon, el 8 de diciembre de 1980, las disputas por propiedades intelectuales, regalías, demandas mutuas y acusaciones de quién dividió a la banda se fueron apaciguando. De a poco se abrió la posibilidad de crear la mayor antología del “Cuarteto de Liverpool”.
En 1994, Yoko Ono le entregó algunas cintas inéditas a McCartney cuando Lennon ingresó en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Estas incluían las primeras versiones de “Free as a Bird”, “Real Love” y “Now and Then”. Previo a eso, los tres músicos vivos habían calentado los ánimos de sus seguidores al asegurar que se reunirían para componer música incidental para el proyecto Anthology —un ambicioso compilado de rarezas, caras B y material inédito de toda la carrera del cuarteto— y recibieron fuertes críticas porque prometieron que jamás reemplazarían a uno de los integrantes de la banda para componer. Los críticos musicales se mofaron de la reunión al llamarlos “The Threetles” y, de paso, vertieron su odio por la voz “fantasmal” de Lennon al ser tomada de un casete con sonido de baja calidad; aunque detalles como la guitarra slide de Harrison, el añadido de estribillos junto a McCartney y Starr consiguieron que “Free as a Bird” fuera similar a los temas que compusieron durante la segunda mitad de los sesenta.
En 1995 Harrison se negó a continuar la grabación de “Now and Then”, consideraba que era una basura: “le dije que era una letra de su amigo, John, y él me respondió ‘es jodidamente peor’. Aún así pienso que es una gran canción, entonces le diré algún día a Jeff [Lynne] que la terminemos”, declaró McCartney en una entrevista con Tom Petty. Los rumores acerca del tema resurgieron en 2005, pero una vez más la tecnología de remasterización y grabación limitaron la limpieza del ruido de la cinta. El periodista Rip Rense escribió un artículo para The Washington Post en el que mencionaba que McCartney le había entregado una pista parcialmente terminada a David Kahne —productor de su disco Memory Almost Full (2007)— para trabajarla. Pero nada ocurrió.
McCartney, el romántico eterno
¿Por qué McCartney, el romántico nato, iba a dejar atrás el último regalo de su hermano musical, si Lennon le dedicó la cinta? Y vaya que se insultaron mutuamente en canciones como “Silly Love Songs” y “How do you sleep?”, pero en la letra de “Now and Then” Lennon confesaba la falta que le hacía: “Sé que es verdad es todo gracias a ti y si lo logro es todo gracias a ti. Y de vez en cuando, si debemos empezar de nuevo entonces sabremos con seguridad que yo te amaré”.
Como todos los grandes artistas a McCartney no le bastó que el mito se quedara en aquel lejano 1969 o que la despedida fuera a través del Lennon fantasmal de “Free as a Bird”. Quería traerlo de regreso una vez más para hacer una firme declaración que esta vez el sueño ha terminado. El duro crítico musical Robert Christgau escribió en la década de los setenta que los de Liverpool eran una unidad estética de cuatro individuos muy diferentes que construyeron un todo armonioso. The Beatles funcionaban porque más allá de la simbiosis Lennon-McCartney, los cuatro creaban en lo individual al tiempo que ponían sus egos a interactuar entre sí. Aún en su ocaso, cuando grabaron Abbey Road (1969), la unidad estética del grupo se mantuvo y, durante sus últimos días como banda, volvieron a relacionarse con nosotros, el público al que le decían adiós con la frase que cierra el álbum: “Y al final el amor que recibes es igual al amor que generas”. ¿Había más palabras por decir? Considero que no. La perfecta despedida.
McCartney era el de los experimentos románticos, algunos muy extravagantes. “Now and Then” es su capricho, aunque conservó la secuencia de acordes menores que dotan de solemnidad al tema. Maldito, Paul McCartney, es difícil odiarte cuando las notas de tu bajo responden de manera perfecta a la voz de Lennon. Starr aún es el amo de los compases y lo demuestra en ese toque admirado por bateristas como Dave Grohl. Giles Martin se puso el traje de su padre —George Martin, productor original de la banda— con arreglos de cuerdas donde el staccato que cierra la canción la dota de esa originalidad que no sería alcanzada en los noventa. Sin embargo, la visión obsesiva de McCartney, que casi revienta las grabaciones a finales de los sesenta, aparece en el reciente estreno con sus coros añadidos de viejos temas como “Here, There and Everywhere”, “Eleanor Rigby” y “Because”. Sí, el estreno es lindo, nostálgico, aunque con la balanza cargada hacia el cursi empedernido. McCartney le regala el último vals a su eterno rival y amante musical.
Lo bello de las imperfecciones
The Beatles siempre tuvo un compromiso formal con el pop, incluso en sus discos más experimentales siempre el reto era tener una canción que superara a sus contemporáneos. Cuando McCartney leyó una entrevista en la que Pete Townsend —guitarrista de la banda The Who— aseguraba haber compuesto la canción más pesada de la época, el beatle ideó “Helter Skelter” que cierra Lennon, agotado por las horas de grabación, con el grito “¡tengo ampollas en los dedos!”. Podríamos enseñar a una IA a emular errores como estos, pero ¿alcanzará la visceralidad propia del ser humano?
En el video de Jackson aparecen grabaciones de Harrison realizadas para la sesión de 1995 y archivo en imagen de Lennon. El propio McCartney imitó la forma de tocar el solo de guitarra de Harrison, mientras la batería de Starr no pierde el beat. Con toda esta suma que parece extraer lo mejor de The Beatles, aún se siente ajeno. Hecho de menos las imperfecciones humanas que la IA y las nuevas tecnologías todavía no pueden imitar. Con 81 años a cuestas, la voz de McCartney se escucha agotada y cientos lo hemos podido comprobar en sus recientes presentaciones en la Ciudad de México; en el nuevo sencillo este quizá es el único detalle de humanidad cruda. Más allá de eso se extraña la espontaneidad del conteo de George Martin al fondo de “A Day in the Life”, el feedback con el que abre “I Feel Fine”, cuando McCartney dice “Maldita sea” al equivocarse en “Hey Jude” o el grito de Starr, “¿Qué hacemos, Capitán?”, para iniciar el juego de composición en el estudio.
“Mi padre lo hubiera amado porque él nunca le tuvo miedo a experimentar con la tecnología de grabación. Pienso que es realmente hermoso”, comenta Sean Lennon en el mini documental de “Now and Then”. En lo que respecta a la tecnología, no me queda la menor duda. Pero al componer desde las emociones, tal vez Lennon estaría más preocupado por lanzar un tema que criticara los conflictos actuales. Como grandes artistas populares, The Beatles fueron el mito de una época que hoy no existe más, esa donde nuestros abuelos creyeron inocentemente que la paz universal se alcanzaría con una mezcla de LSD y amor. Algo que suena tan ajeno cuando en pleno 2023 contemplamos en la pantalla de nuestros celulares la desaparición del pueblo palestino de la Franja de Gaza sin que aparezca un idealista como Lennon a gritar: “la guerra acabó”.
Escuchar a Paul McCartney en vivo es cerrar los ojos y dejarse llevar a ese instante donde los “Fabulosos Cuatro” habitan el escenario. La IA aún no es capaz de tal efervescencia. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción? En verdad, nada, es el baile del adiós a los de Liverpool a quienes me gustaría dejar morir en mis recuerdos con el cúmulo de emociones de los buenos inicios y permitir que ese viejito rockero nos entregue un último relato de lo cotidiano, del bálsamo que nos permitió transitar el duelo por la muerte de un ser querido con el suave rasgueo de “Blackbird” o recordar la primera fumada de mariguana que detonó nuestro imaginario, es luchar contra el tráfico para llegar a tiempo al concierto y desgarrar juntos las cuerdas vocales o ser testigo de la pedida de matrimonio de una pareja, también llorar la partida de tu ex o tocar el solo de guitarra en la banda de covers de tu padre y sentirte poseído por el espíritu de Harrison al menos unos segundos porque la vida se trata de disfrutar esos momentos imperfectos.
“Now and Then” también ha sido un pretexto para volver atrás en la memoria, escuchar esas canciones que de tanto sonar en Universal Stereo se volvieron monótonas y redescubrir algunos sonidos ocultos o errores que las dotaron de magia. Es una nueva manera de recordarle a tus hijos las anécdotas de sus abuelos y a quienes han partido de tu vida que si están en la oscuridad, no deben sentir miedo porque siempre tendrán un poco de ayuda de sus amigos. Quizá es tiempo de prepararnos para la gran despedida de Ringo y McCartney de los escenarios terrenales.
A unos días del lanzamiento de "Now And Then", el tema que rescata la voz de John Lennon con IA, Paul McCartney presenta dos fechas en el Foro Sol que quizá podrían ser su carta de despedida. El uso de este tipo de tecnologías nos invita a reflexionar si en algún momento podrán captar las emociones y errores humanos que dotan de esa magia entrañable a las canciones.
—¡Sin Harrison y sin Lennon, esto es una mierda!— sentencié y mi amiga Paola Ramona me observó encendida en odio. Sacrilegio. Acababa de insultar a The Beatles, el grupo que su madre escuchaba con devoción todos los días a través de Universal Stereo.
—¿Quieres que los saquemos de la tumba? —increpó.
—Lo digo con el más profundo dolor de mi corazón porque también los quiero. Con todo y la Inteligencia Artificial (IA), me suenan a algo genérico que los imita.
—Si tu argumento es que solo dos están vivos, hubo canciones en las que no participaron los otros, como “Julia” o “Yesterday”, así que bájale dos rayitas a tu purismo.
—Siento que ya nos vendieron todo lo habido y por haber, esto es más de lo mismo.
—Piénsalo de esta forma, porque es lo más preciado de todo: Paul y Ringo no se hacen más jóvenes. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción?
“Now and Then” no es una novedad, sino una larga despedida de casi cincuenta años. El capricho sonoro de la dupla Lennon-McCartney que comenzó con una serie de demos que fueron grabados entre 1977 y 1980 en cinta magnética, una tecnología de su época que captó el ruido estático y restó nitidez a la voz de John Lennon. Durante su periodo creativo, entre 1960 y 1970, los cuatro de Liverpool crearon 213 canciones. El sencillo “Love Me Do” —incluído como cara B remasterizada en el lanzamiento de este 2023— inició una de las rachas creativas más impactantes del siglo XX, la cual recorrió a su antojo desde el rock clásico basado en el blues hasta la psicodelia, pasó por lo sinfónico y lo experimental, el noise, el proto hard rock y las bases del pop actual. Apoyados por el oído y experiencia compositiva de George Martin, ningún terreno sonoro se les escapó. Este 2023, los malditos, lo volvieron a hacer y de paso le abrieron la puerta a que la IA los perpetúe un siglo más.
Ante un monstruo de millones de cabezas, como es la beatlemanía, que exige reediciones, rarezas, lanzamientos especiales y la sensación de que sus ídolos pueden sobrevivir al tiempo, no es fácil ofrecer un verdadero cierre. También es cierto que la marca The Beatles es una corporación de entretenimiento a la que se ha sumado Disney, en cuya aplicación de streaming podemos ver el documental de 2021 The Beatles: Get Back dirigido por el cineasta Peter Jackson —a quien debemos la trilogía del Señor de los Anillos— para explotar nuestra nostalgia en los años siguientes cuando ni Ringo Starr ni Paul McCartney estén vivos.
Para el video de “Now and Then”, Jackson obtuvo el material de 1995 con George Harrison, McCartney y Starr, compuesto por catorce horas de grabaciones. Todo esto sin contar las cintas y demos de cada uno de los músicos que aún desconocemos. La suma de materiales a las horas de archivos que Jackson tuvo disponibles para su documental y el software aprendizaje automático de audio (MAL) que utilizó para las nuevas masterizaciones abren la posibilidad de tener una infinidad de grabaciones de The Beatles.
La nueva corriente dominante parece avanzar hacia un entorno donde las IA se encargarán de devolvernos no solo a Lennon, también a Janis Joplin, Jim Morrison y eventualmente al propio McCartney, todos convertidos en imágenes que podremos customizar para enviar felicitaciones o para sustituir la voz de Alexa en las bocinas inteligentes. En un par de años ya no estaremos hablando de las grabaciones lennonianas perfectamente extraídas de viejas cintas sino de conciertos con avatares generados por IA. En el proceso se podrían eliminar varios de los errores o detalles humanos que le dieron forma a la primera década de grabaciones de The Beatles. Aunque la nostalgia invita desear que nuestros ídolos sean eternos, eventualmente podrían entrar en un sistema de consumo rápido, el McDonald's de la música: luce como hamburguesa, sabe a carne, pero en el fondo sabemos que no se compará a lo artesanal de prepararla al carbón.
Las cintas inéditas
Tras la muerte de Lennon, el 8 de diciembre de 1980, las disputas por propiedades intelectuales, regalías, demandas mutuas y acusaciones de quién dividió a la banda se fueron apaciguando. De a poco se abrió la posibilidad de crear la mayor antología del “Cuarteto de Liverpool”.
En 1994, Yoko Ono le entregó algunas cintas inéditas a McCartney cuando Lennon ingresó en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Estas incluían las primeras versiones de “Free as a Bird”, “Real Love” y “Now and Then”. Previo a eso, los tres músicos vivos habían calentado los ánimos de sus seguidores al asegurar que se reunirían para componer música incidental para el proyecto Anthology —un ambicioso compilado de rarezas, caras B y material inédito de toda la carrera del cuarteto— y recibieron fuertes críticas porque prometieron que jamás reemplazarían a uno de los integrantes de la banda para componer. Los críticos musicales se mofaron de la reunión al llamarlos “The Threetles” y, de paso, vertieron su odio por la voz “fantasmal” de Lennon al ser tomada de un casete con sonido de baja calidad; aunque detalles como la guitarra slide de Harrison, el añadido de estribillos junto a McCartney y Starr consiguieron que “Free as a Bird” fuera similar a los temas que compusieron durante la segunda mitad de los sesenta.
En 1995 Harrison se negó a continuar la grabación de “Now and Then”, consideraba que era una basura: “le dije que era una letra de su amigo, John, y él me respondió ‘es jodidamente peor’. Aún así pienso que es una gran canción, entonces le diré algún día a Jeff [Lynne] que la terminemos”, declaró McCartney en una entrevista con Tom Petty. Los rumores acerca del tema resurgieron en 2005, pero una vez más la tecnología de remasterización y grabación limitaron la limpieza del ruido de la cinta. El periodista Rip Rense escribió un artículo para The Washington Post en el que mencionaba que McCartney le había entregado una pista parcialmente terminada a David Kahne —productor de su disco Memory Almost Full (2007)— para trabajarla. Pero nada ocurrió.
McCartney, el romántico eterno
¿Por qué McCartney, el romántico nato, iba a dejar atrás el último regalo de su hermano musical, si Lennon le dedicó la cinta? Y vaya que se insultaron mutuamente en canciones como “Silly Love Songs” y “How do you sleep?”, pero en la letra de “Now and Then” Lennon confesaba la falta que le hacía: “Sé que es verdad es todo gracias a ti y si lo logro es todo gracias a ti. Y de vez en cuando, si debemos empezar de nuevo entonces sabremos con seguridad que yo te amaré”.
Como todos los grandes artistas a McCartney no le bastó que el mito se quedara en aquel lejano 1969 o que la despedida fuera a través del Lennon fantasmal de “Free as a Bird”. Quería traerlo de regreso una vez más para hacer una firme declaración que esta vez el sueño ha terminado. El duro crítico musical Robert Christgau escribió en la década de los setenta que los de Liverpool eran una unidad estética de cuatro individuos muy diferentes que construyeron un todo armonioso. The Beatles funcionaban porque más allá de la simbiosis Lennon-McCartney, los cuatro creaban en lo individual al tiempo que ponían sus egos a interactuar entre sí. Aún en su ocaso, cuando grabaron Abbey Road (1969), la unidad estética del grupo se mantuvo y, durante sus últimos días como banda, volvieron a relacionarse con nosotros, el público al que le decían adiós con la frase que cierra el álbum: “Y al final el amor que recibes es igual al amor que generas”. ¿Había más palabras por decir? Considero que no. La perfecta despedida.
McCartney era el de los experimentos románticos, algunos muy extravagantes. “Now and Then” es su capricho, aunque conservó la secuencia de acordes menores que dotan de solemnidad al tema. Maldito, Paul McCartney, es difícil odiarte cuando las notas de tu bajo responden de manera perfecta a la voz de Lennon. Starr aún es el amo de los compases y lo demuestra en ese toque admirado por bateristas como Dave Grohl. Giles Martin se puso el traje de su padre —George Martin, productor original de la banda— con arreglos de cuerdas donde el staccato que cierra la canción la dota de esa originalidad que no sería alcanzada en los noventa. Sin embargo, la visión obsesiva de McCartney, que casi revienta las grabaciones a finales de los sesenta, aparece en el reciente estreno con sus coros añadidos de viejos temas como “Here, There and Everywhere”, “Eleanor Rigby” y “Because”. Sí, el estreno es lindo, nostálgico, aunque con la balanza cargada hacia el cursi empedernido. McCartney le regala el último vals a su eterno rival y amante musical.
Lo bello de las imperfecciones
The Beatles siempre tuvo un compromiso formal con el pop, incluso en sus discos más experimentales siempre el reto era tener una canción que superara a sus contemporáneos. Cuando McCartney leyó una entrevista en la que Pete Townsend —guitarrista de la banda The Who— aseguraba haber compuesto la canción más pesada de la época, el beatle ideó “Helter Skelter” que cierra Lennon, agotado por las horas de grabación, con el grito “¡tengo ampollas en los dedos!”. Podríamos enseñar a una IA a emular errores como estos, pero ¿alcanzará la visceralidad propia del ser humano?
En el video de Jackson aparecen grabaciones de Harrison realizadas para la sesión de 1995 y archivo en imagen de Lennon. El propio McCartney imitó la forma de tocar el solo de guitarra de Harrison, mientras la batería de Starr no pierde el beat. Con toda esta suma que parece extraer lo mejor de The Beatles, aún se siente ajeno. Hecho de menos las imperfecciones humanas que la IA y las nuevas tecnologías todavía no pueden imitar. Con 81 años a cuestas, la voz de McCartney se escucha agotada y cientos lo hemos podido comprobar en sus recientes presentaciones en la Ciudad de México; en el nuevo sencillo este quizá es el único detalle de humanidad cruda. Más allá de eso se extraña la espontaneidad del conteo de George Martin al fondo de “A Day in the Life”, el feedback con el que abre “I Feel Fine”, cuando McCartney dice “Maldita sea” al equivocarse en “Hey Jude” o el grito de Starr, “¿Qué hacemos, Capitán?”, para iniciar el juego de composición en el estudio.
“Mi padre lo hubiera amado porque él nunca le tuvo miedo a experimentar con la tecnología de grabación. Pienso que es realmente hermoso”, comenta Sean Lennon en el mini documental de “Now and Then”. En lo que respecta a la tecnología, no me queda la menor duda. Pero al componer desde las emociones, tal vez Lennon estaría más preocupado por lanzar un tema que criticara los conflictos actuales. Como grandes artistas populares, The Beatles fueron el mito de una época que hoy no existe más, esa donde nuestros abuelos creyeron inocentemente que la paz universal se alcanzaría con una mezcla de LSD y amor. Algo que suena tan ajeno cuando en pleno 2023 contemplamos en la pantalla de nuestros celulares la desaparición del pueblo palestino de la Franja de Gaza sin que aparezca un idealista como Lennon a gritar: “la guerra acabó”.
Escuchar a Paul McCartney en vivo es cerrar los ojos y dejarse llevar a ese instante donde los “Fabulosos Cuatro” habitan el escenario. La IA aún no es capaz de tal efervescencia. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción? En verdad, nada, es el baile del adiós a los de Liverpool a quienes me gustaría dejar morir en mis recuerdos con el cúmulo de emociones de los buenos inicios y permitir que ese viejito rockero nos entregue un último relato de lo cotidiano, del bálsamo que nos permitió transitar el duelo por la muerte de un ser querido con el suave rasgueo de “Blackbird” o recordar la primera fumada de mariguana que detonó nuestro imaginario, es luchar contra el tráfico para llegar a tiempo al concierto y desgarrar juntos las cuerdas vocales o ser testigo de la pedida de matrimonio de una pareja, también llorar la partida de tu ex o tocar el solo de guitarra en la banda de covers de tu padre y sentirte poseído por el espíritu de Harrison al menos unos segundos porque la vida se trata de disfrutar esos momentos imperfectos.
“Now and Then” también ha sido un pretexto para volver atrás en la memoria, escuchar esas canciones que de tanto sonar en Universal Stereo se volvieron monótonas y redescubrir algunos sonidos ocultos o errores que las dotaron de magia. Es una nueva manera de recordarle a tus hijos las anécdotas de sus abuelos y a quienes han partido de tu vida que si están en la oscuridad, no deben sentir miedo porque siempre tendrán un poco de ayuda de sus amigos. Quizá es tiempo de prepararnos para la gran despedida de Ringo y McCartney de los escenarios terrenales.
A unos días del lanzamiento de "Now And Then", el tema que rescata la voz de John Lennon con IA, Paul McCartney presenta dos fechas en el Foro Sol que quizá podrían ser su carta de despedida. El uso de este tipo de tecnologías nos invita a reflexionar si en algún momento podrán captar las emociones y errores humanos que dotan de esa magia entrañable a las canciones.
—¡Sin Harrison y sin Lennon, esto es una mierda!— sentencié y mi amiga Paola Ramona me observó encendida en odio. Sacrilegio. Acababa de insultar a The Beatles, el grupo que su madre escuchaba con devoción todos los días a través de Universal Stereo.
—¿Quieres que los saquemos de la tumba? —increpó.
—Lo digo con el más profundo dolor de mi corazón porque también los quiero. Con todo y la Inteligencia Artificial (IA), me suenan a algo genérico que los imita.
—Si tu argumento es que solo dos están vivos, hubo canciones en las que no participaron los otros, como “Julia” o “Yesterday”, así que bájale dos rayitas a tu purismo.
—Siento que ya nos vendieron todo lo habido y por haber, esto es más de lo mismo.
—Piénsalo de esta forma, porque es lo más preciado de todo: Paul y Ringo no se hacen más jóvenes. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción?
“Now and Then” no es una novedad, sino una larga despedida de casi cincuenta años. El capricho sonoro de la dupla Lennon-McCartney que comenzó con una serie de demos que fueron grabados entre 1977 y 1980 en cinta magnética, una tecnología de su época que captó el ruido estático y restó nitidez a la voz de John Lennon. Durante su periodo creativo, entre 1960 y 1970, los cuatro de Liverpool crearon 213 canciones. El sencillo “Love Me Do” —incluído como cara B remasterizada en el lanzamiento de este 2023— inició una de las rachas creativas más impactantes del siglo XX, la cual recorrió a su antojo desde el rock clásico basado en el blues hasta la psicodelia, pasó por lo sinfónico y lo experimental, el noise, el proto hard rock y las bases del pop actual. Apoyados por el oído y experiencia compositiva de George Martin, ningún terreno sonoro se les escapó. Este 2023, los malditos, lo volvieron a hacer y de paso le abrieron la puerta a que la IA los perpetúe un siglo más.
Ante un monstruo de millones de cabezas, como es la beatlemanía, que exige reediciones, rarezas, lanzamientos especiales y la sensación de que sus ídolos pueden sobrevivir al tiempo, no es fácil ofrecer un verdadero cierre. También es cierto que la marca The Beatles es una corporación de entretenimiento a la que se ha sumado Disney, en cuya aplicación de streaming podemos ver el documental de 2021 The Beatles: Get Back dirigido por el cineasta Peter Jackson —a quien debemos la trilogía del Señor de los Anillos— para explotar nuestra nostalgia en los años siguientes cuando ni Ringo Starr ni Paul McCartney estén vivos.
Para el video de “Now and Then”, Jackson obtuvo el material de 1995 con George Harrison, McCartney y Starr, compuesto por catorce horas de grabaciones. Todo esto sin contar las cintas y demos de cada uno de los músicos que aún desconocemos. La suma de materiales a las horas de archivos que Jackson tuvo disponibles para su documental y el software aprendizaje automático de audio (MAL) que utilizó para las nuevas masterizaciones abren la posibilidad de tener una infinidad de grabaciones de The Beatles.
La nueva corriente dominante parece avanzar hacia un entorno donde las IA se encargarán de devolvernos no solo a Lennon, también a Janis Joplin, Jim Morrison y eventualmente al propio McCartney, todos convertidos en imágenes que podremos customizar para enviar felicitaciones o para sustituir la voz de Alexa en las bocinas inteligentes. En un par de años ya no estaremos hablando de las grabaciones lennonianas perfectamente extraídas de viejas cintas sino de conciertos con avatares generados por IA. En el proceso se podrían eliminar varios de los errores o detalles humanos que le dieron forma a la primera década de grabaciones de The Beatles. Aunque la nostalgia invita desear que nuestros ídolos sean eternos, eventualmente podrían entrar en un sistema de consumo rápido, el McDonald's de la música: luce como hamburguesa, sabe a carne, pero en el fondo sabemos que no se compará a lo artesanal de prepararla al carbón.
Las cintas inéditas
Tras la muerte de Lennon, el 8 de diciembre de 1980, las disputas por propiedades intelectuales, regalías, demandas mutuas y acusaciones de quién dividió a la banda se fueron apaciguando. De a poco se abrió la posibilidad de crear la mayor antología del “Cuarteto de Liverpool”.
En 1994, Yoko Ono le entregó algunas cintas inéditas a McCartney cuando Lennon ingresó en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Estas incluían las primeras versiones de “Free as a Bird”, “Real Love” y “Now and Then”. Previo a eso, los tres músicos vivos habían calentado los ánimos de sus seguidores al asegurar que se reunirían para componer música incidental para el proyecto Anthology —un ambicioso compilado de rarezas, caras B y material inédito de toda la carrera del cuarteto— y recibieron fuertes críticas porque prometieron que jamás reemplazarían a uno de los integrantes de la banda para componer. Los críticos musicales se mofaron de la reunión al llamarlos “The Threetles” y, de paso, vertieron su odio por la voz “fantasmal” de Lennon al ser tomada de un casete con sonido de baja calidad; aunque detalles como la guitarra slide de Harrison, el añadido de estribillos junto a McCartney y Starr consiguieron que “Free as a Bird” fuera similar a los temas que compusieron durante la segunda mitad de los sesenta.
En 1995 Harrison se negó a continuar la grabación de “Now and Then”, consideraba que era una basura: “le dije que era una letra de su amigo, John, y él me respondió ‘es jodidamente peor’. Aún así pienso que es una gran canción, entonces le diré algún día a Jeff [Lynne] que la terminemos”, declaró McCartney en una entrevista con Tom Petty. Los rumores acerca del tema resurgieron en 2005, pero una vez más la tecnología de remasterización y grabación limitaron la limpieza del ruido de la cinta. El periodista Rip Rense escribió un artículo para The Washington Post en el que mencionaba que McCartney le había entregado una pista parcialmente terminada a David Kahne —productor de su disco Memory Almost Full (2007)— para trabajarla. Pero nada ocurrió.
McCartney, el romántico eterno
¿Por qué McCartney, el romántico nato, iba a dejar atrás el último regalo de su hermano musical, si Lennon le dedicó la cinta? Y vaya que se insultaron mutuamente en canciones como “Silly Love Songs” y “How do you sleep?”, pero en la letra de “Now and Then” Lennon confesaba la falta que le hacía: “Sé que es verdad es todo gracias a ti y si lo logro es todo gracias a ti. Y de vez en cuando, si debemos empezar de nuevo entonces sabremos con seguridad que yo te amaré”.
Como todos los grandes artistas a McCartney no le bastó que el mito se quedara en aquel lejano 1969 o que la despedida fuera a través del Lennon fantasmal de “Free as a Bird”. Quería traerlo de regreso una vez más para hacer una firme declaración que esta vez el sueño ha terminado. El duro crítico musical Robert Christgau escribió en la década de los setenta que los de Liverpool eran una unidad estética de cuatro individuos muy diferentes que construyeron un todo armonioso. The Beatles funcionaban porque más allá de la simbiosis Lennon-McCartney, los cuatro creaban en lo individual al tiempo que ponían sus egos a interactuar entre sí. Aún en su ocaso, cuando grabaron Abbey Road (1969), la unidad estética del grupo se mantuvo y, durante sus últimos días como banda, volvieron a relacionarse con nosotros, el público al que le decían adiós con la frase que cierra el álbum: “Y al final el amor que recibes es igual al amor que generas”. ¿Había más palabras por decir? Considero que no. La perfecta despedida.
McCartney era el de los experimentos románticos, algunos muy extravagantes. “Now and Then” es su capricho, aunque conservó la secuencia de acordes menores que dotan de solemnidad al tema. Maldito, Paul McCartney, es difícil odiarte cuando las notas de tu bajo responden de manera perfecta a la voz de Lennon. Starr aún es el amo de los compases y lo demuestra en ese toque admirado por bateristas como Dave Grohl. Giles Martin se puso el traje de su padre —George Martin, productor original de la banda— con arreglos de cuerdas donde el staccato que cierra la canción la dota de esa originalidad que no sería alcanzada en los noventa. Sin embargo, la visión obsesiva de McCartney, que casi revienta las grabaciones a finales de los sesenta, aparece en el reciente estreno con sus coros añadidos de viejos temas como “Here, There and Everywhere”, “Eleanor Rigby” y “Because”. Sí, el estreno es lindo, nostálgico, aunque con la balanza cargada hacia el cursi empedernido. McCartney le regala el último vals a su eterno rival y amante musical.
Lo bello de las imperfecciones
The Beatles siempre tuvo un compromiso formal con el pop, incluso en sus discos más experimentales siempre el reto era tener una canción que superara a sus contemporáneos. Cuando McCartney leyó una entrevista en la que Pete Townsend —guitarrista de la banda The Who— aseguraba haber compuesto la canción más pesada de la época, el beatle ideó “Helter Skelter” que cierra Lennon, agotado por las horas de grabación, con el grito “¡tengo ampollas en los dedos!”. Podríamos enseñar a una IA a emular errores como estos, pero ¿alcanzará la visceralidad propia del ser humano?
En el video de Jackson aparecen grabaciones de Harrison realizadas para la sesión de 1995 y archivo en imagen de Lennon. El propio McCartney imitó la forma de tocar el solo de guitarra de Harrison, mientras la batería de Starr no pierde el beat. Con toda esta suma que parece extraer lo mejor de The Beatles, aún se siente ajeno. Hecho de menos las imperfecciones humanas que la IA y las nuevas tecnologías todavía no pueden imitar. Con 81 años a cuestas, la voz de McCartney se escucha agotada y cientos lo hemos podido comprobar en sus recientes presentaciones en la Ciudad de México; en el nuevo sencillo este quizá es el único detalle de humanidad cruda. Más allá de eso se extraña la espontaneidad del conteo de George Martin al fondo de “A Day in the Life”, el feedback con el que abre “I Feel Fine”, cuando McCartney dice “Maldita sea” al equivocarse en “Hey Jude” o el grito de Starr, “¿Qué hacemos, Capitán?”, para iniciar el juego de composición en el estudio.
“Mi padre lo hubiera amado porque él nunca le tuvo miedo a experimentar con la tecnología de grabación. Pienso que es realmente hermoso”, comenta Sean Lennon en el mini documental de “Now and Then”. En lo que respecta a la tecnología, no me queda la menor duda. Pero al componer desde las emociones, tal vez Lennon estaría más preocupado por lanzar un tema que criticara los conflictos actuales. Como grandes artistas populares, The Beatles fueron el mito de una época que hoy no existe más, esa donde nuestros abuelos creyeron inocentemente que la paz universal se alcanzaría con una mezcla de LSD y amor. Algo que suena tan ajeno cuando en pleno 2023 contemplamos en la pantalla de nuestros celulares la desaparición del pueblo palestino de la Franja de Gaza sin que aparezca un idealista como Lennon a gritar: “la guerra acabó”.
Escuchar a Paul McCartney en vivo es cerrar los ojos y dejarse llevar a ese instante donde los “Fabulosos Cuatro” habitan el escenario. La IA aún no es capaz de tal efervescencia. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción? En verdad, nada, es el baile del adiós a los de Liverpool a quienes me gustaría dejar morir en mis recuerdos con el cúmulo de emociones de los buenos inicios y permitir que ese viejito rockero nos entregue un último relato de lo cotidiano, del bálsamo que nos permitió transitar el duelo por la muerte de un ser querido con el suave rasgueo de “Blackbird” o recordar la primera fumada de mariguana que detonó nuestro imaginario, es luchar contra el tráfico para llegar a tiempo al concierto y desgarrar juntos las cuerdas vocales o ser testigo de la pedida de matrimonio de una pareja, también llorar la partida de tu ex o tocar el solo de guitarra en la banda de covers de tu padre y sentirte poseído por el espíritu de Harrison al menos unos segundos porque la vida se trata de disfrutar esos momentos imperfectos.
“Now and Then” también ha sido un pretexto para volver atrás en la memoria, escuchar esas canciones que de tanto sonar en Universal Stereo se volvieron monótonas y redescubrir algunos sonidos ocultos o errores que las dotaron de magia. Es una nueva manera de recordarle a tus hijos las anécdotas de sus abuelos y a quienes han partido de tu vida que si están en la oscuridad, no deben sentir miedo porque siempre tendrán un poco de ayuda de sus amigos. Quizá es tiempo de prepararnos para la gran despedida de Ringo y McCartney de los escenarios terrenales.
A unos días del lanzamiento de "Now And Then", el tema que rescata la voz de John Lennon con IA, Paul McCartney presenta dos fechas en el Foro Sol que quizá podrían ser su carta de despedida. El uso de este tipo de tecnologías nos invita a reflexionar si en algún momento podrán captar las emociones y errores humanos que dotan de esa magia entrañable a las canciones.
—¡Sin Harrison y sin Lennon, esto es una mierda!— sentencié y mi amiga Paola Ramona me observó encendida en odio. Sacrilegio. Acababa de insultar a The Beatles, el grupo que su madre escuchaba con devoción todos los días a través de Universal Stereo.
—¿Quieres que los saquemos de la tumba? —increpó.
—Lo digo con el más profundo dolor de mi corazón porque también los quiero. Con todo y la Inteligencia Artificial (IA), me suenan a algo genérico que los imita.
—Si tu argumento es que solo dos están vivos, hubo canciones en las que no participaron los otros, como “Julia” o “Yesterday”, así que bájale dos rayitas a tu purismo.
—Siento que ya nos vendieron todo lo habido y por haber, esto es más de lo mismo.
—Piénsalo de esta forma, porque es lo más preciado de todo: Paul y Ringo no se hacen más jóvenes. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción?
“Now and Then” no es una novedad, sino una larga despedida de casi cincuenta años. El capricho sonoro de la dupla Lennon-McCartney que comenzó con una serie de demos que fueron grabados entre 1977 y 1980 en cinta magnética, una tecnología de su época que captó el ruido estático y restó nitidez a la voz de John Lennon. Durante su periodo creativo, entre 1960 y 1970, los cuatro de Liverpool crearon 213 canciones. El sencillo “Love Me Do” —incluído como cara B remasterizada en el lanzamiento de este 2023— inició una de las rachas creativas más impactantes del siglo XX, la cual recorrió a su antojo desde el rock clásico basado en el blues hasta la psicodelia, pasó por lo sinfónico y lo experimental, el noise, el proto hard rock y las bases del pop actual. Apoyados por el oído y experiencia compositiva de George Martin, ningún terreno sonoro se les escapó. Este 2023, los malditos, lo volvieron a hacer y de paso le abrieron la puerta a que la IA los perpetúe un siglo más.
Ante un monstruo de millones de cabezas, como es la beatlemanía, que exige reediciones, rarezas, lanzamientos especiales y la sensación de que sus ídolos pueden sobrevivir al tiempo, no es fácil ofrecer un verdadero cierre. También es cierto que la marca The Beatles es una corporación de entretenimiento a la que se ha sumado Disney, en cuya aplicación de streaming podemos ver el documental de 2021 The Beatles: Get Back dirigido por el cineasta Peter Jackson —a quien debemos la trilogía del Señor de los Anillos— para explotar nuestra nostalgia en los años siguientes cuando ni Ringo Starr ni Paul McCartney estén vivos.
Para el video de “Now and Then”, Jackson obtuvo el material de 1995 con George Harrison, McCartney y Starr, compuesto por catorce horas de grabaciones. Todo esto sin contar las cintas y demos de cada uno de los músicos que aún desconocemos. La suma de materiales a las horas de archivos que Jackson tuvo disponibles para su documental y el software aprendizaje automático de audio (MAL) que utilizó para las nuevas masterizaciones abren la posibilidad de tener una infinidad de grabaciones de The Beatles.
La nueva corriente dominante parece avanzar hacia un entorno donde las IA se encargarán de devolvernos no solo a Lennon, también a Janis Joplin, Jim Morrison y eventualmente al propio McCartney, todos convertidos en imágenes que podremos customizar para enviar felicitaciones o para sustituir la voz de Alexa en las bocinas inteligentes. En un par de años ya no estaremos hablando de las grabaciones lennonianas perfectamente extraídas de viejas cintas sino de conciertos con avatares generados por IA. En el proceso se podrían eliminar varios de los errores o detalles humanos que le dieron forma a la primera década de grabaciones de The Beatles. Aunque la nostalgia invita desear que nuestros ídolos sean eternos, eventualmente podrían entrar en un sistema de consumo rápido, el McDonald's de la música: luce como hamburguesa, sabe a carne, pero en el fondo sabemos que no se compará a lo artesanal de prepararla al carbón.
Las cintas inéditas
Tras la muerte de Lennon, el 8 de diciembre de 1980, las disputas por propiedades intelectuales, regalías, demandas mutuas y acusaciones de quién dividió a la banda se fueron apaciguando. De a poco se abrió la posibilidad de crear la mayor antología del “Cuarteto de Liverpool”.
En 1994, Yoko Ono le entregó algunas cintas inéditas a McCartney cuando Lennon ingresó en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Estas incluían las primeras versiones de “Free as a Bird”, “Real Love” y “Now and Then”. Previo a eso, los tres músicos vivos habían calentado los ánimos de sus seguidores al asegurar que se reunirían para componer música incidental para el proyecto Anthology —un ambicioso compilado de rarezas, caras B y material inédito de toda la carrera del cuarteto— y recibieron fuertes críticas porque prometieron que jamás reemplazarían a uno de los integrantes de la banda para componer. Los críticos musicales se mofaron de la reunión al llamarlos “The Threetles” y, de paso, vertieron su odio por la voz “fantasmal” de Lennon al ser tomada de un casete con sonido de baja calidad; aunque detalles como la guitarra slide de Harrison, el añadido de estribillos junto a McCartney y Starr consiguieron que “Free as a Bird” fuera similar a los temas que compusieron durante la segunda mitad de los sesenta.
En 1995 Harrison se negó a continuar la grabación de “Now and Then”, consideraba que era una basura: “le dije que era una letra de su amigo, John, y él me respondió ‘es jodidamente peor’. Aún así pienso que es una gran canción, entonces le diré algún día a Jeff [Lynne] que la terminemos”, declaró McCartney en una entrevista con Tom Petty. Los rumores acerca del tema resurgieron en 2005, pero una vez más la tecnología de remasterización y grabación limitaron la limpieza del ruido de la cinta. El periodista Rip Rense escribió un artículo para The Washington Post en el que mencionaba que McCartney le había entregado una pista parcialmente terminada a David Kahne —productor de su disco Memory Almost Full (2007)— para trabajarla. Pero nada ocurrió.
McCartney, el romántico eterno
¿Por qué McCartney, el romántico nato, iba a dejar atrás el último regalo de su hermano musical, si Lennon le dedicó la cinta? Y vaya que se insultaron mutuamente en canciones como “Silly Love Songs” y “How do you sleep?”, pero en la letra de “Now and Then” Lennon confesaba la falta que le hacía: “Sé que es verdad es todo gracias a ti y si lo logro es todo gracias a ti. Y de vez en cuando, si debemos empezar de nuevo entonces sabremos con seguridad que yo te amaré”.
Como todos los grandes artistas a McCartney no le bastó que el mito se quedara en aquel lejano 1969 o que la despedida fuera a través del Lennon fantasmal de “Free as a Bird”. Quería traerlo de regreso una vez más para hacer una firme declaración que esta vez el sueño ha terminado. El duro crítico musical Robert Christgau escribió en la década de los setenta que los de Liverpool eran una unidad estética de cuatro individuos muy diferentes que construyeron un todo armonioso. The Beatles funcionaban porque más allá de la simbiosis Lennon-McCartney, los cuatro creaban en lo individual al tiempo que ponían sus egos a interactuar entre sí. Aún en su ocaso, cuando grabaron Abbey Road (1969), la unidad estética del grupo se mantuvo y, durante sus últimos días como banda, volvieron a relacionarse con nosotros, el público al que le decían adiós con la frase que cierra el álbum: “Y al final el amor que recibes es igual al amor que generas”. ¿Había más palabras por decir? Considero que no. La perfecta despedida.
McCartney era el de los experimentos románticos, algunos muy extravagantes. “Now and Then” es su capricho, aunque conservó la secuencia de acordes menores que dotan de solemnidad al tema. Maldito, Paul McCartney, es difícil odiarte cuando las notas de tu bajo responden de manera perfecta a la voz de Lennon. Starr aún es el amo de los compases y lo demuestra en ese toque admirado por bateristas como Dave Grohl. Giles Martin se puso el traje de su padre —George Martin, productor original de la banda— con arreglos de cuerdas donde el staccato que cierra la canción la dota de esa originalidad que no sería alcanzada en los noventa. Sin embargo, la visión obsesiva de McCartney, que casi revienta las grabaciones a finales de los sesenta, aparece en el reciente estreno con sus coros añadidos de viejos temas como “Here, There and Everywhere”, “Eleanor Rigby” y “Because”. Sí, el estreno es lindo, nostálgico, aunque con la balanza cargada hacia el cursi empedernido. McCartney le regala el último vals a su eterno rival y amante musical.
Lo bello de las imperfecciones
The Beatles siempre tuvo un compromiso formal con el pop, incluso en sus discos más experimentales siempre el reto era tener una canción que superara a sus contemporáneos. Cuando McCartney leyó una entrevista en la que Pete Townsend —guitarrista de la banda The Who— aseguraba haber compuesto la canción más pesada de la época, el beatle ideó “Helter Skelter” que cierra Lennon, agotado por las horas de grabación, con el grito “¡tengo ampollas en los dedos!”. Podríamos enseñar a una IA a emular errores como estos, pero ¿alcanzará la visceralidad propia del ser humano?
En el video de Jackson aparecen grabaciones de Harrison realizadas para la sesión de 1995 y archivo en imagen de Lennon. El propio McCartney imitó la forma de tocar el solo de guitarra de Harrison, mientras la batería de Starr no pierde el beat. Con toda esta suma que parece extraer lo mejor de The Beatles, aún se siente ajeno. Hecho de menos las imperfecciones humanas que la IA y las nuevas tecnologías todavía no pueden imitar. Con 81 años a cuestas, la voz de McCartney se escucha agotada y cientos lo hemos podido comprobar en sus recientes presentaciones en la Ciudad de México; en el nuevo sencillo este quizá es el único detalle de humanidad cruda. Más allá de eso se extraña la espontaneidad del conteo de George Martin al fondo de “A Day in the Life”, el feedback con el que abre “I Feel Fine”, cuando McCartney dice “Maldita sea” al equivocarse en “Hey Jude” o el grito de Starr, “¿Qué hacemos, Capitán?”, para iniciar el juego de composición en el estudio.
“Mi padre lo hubiera amado porque él nunca le tuvo miedo a experimentar con la tecnología de grabación. Pienso que es realmente hermoso”, comenta Sean Lennon en el mini documental de “Now and Then”. En lo que respecta a la tecnología, no me queda la menor duda. Pero al componer desde las emociones, tal vez Lennon estaría más preocupado por lanzar un tema que criticara los conflictos actuales. Como grandes artistas populares, The Beatles fueron el mito de una época que hoy no existe más, esa donde nuestros abuelos creyeron inocentemente que la paz universal se alcanzaría con una mezcla de LSD y amor. Algo que suena tan ajeno cuando en pleno 2023 contemplamos en la pantalla de nuestros celulares la desaparición del pueblo palestino de la Franja de Gaza sin que aparezca un idealista como Lennon a gritar: “la guerra acabó”.
Escuchar a Paul McCartney en vivo es cerrar los ojos y dejarse llevar a ese instante donde los “Fabulosos Cuatro” habitan el escenario. La IA aún no es capaz de tal efervescencia. ¿Qué de malo tiene querer despedirse con una última canción? En verdad, nada, es el baile del adiós a los de Liverpool a quienes me gustaría dejar morir en mis recuerdos con el cúmulo de emociones de los buenos inicios y permitir que ese viejito rockero nos entregue un último relato de lo cotidiano, del bálsamo que nos permitió transitar el duelo por la muerte de un ser querido con el suave rasgueo de “Blackbird” o recordar la primera fumada de mariguana que detonó nuestro imaginario, es luchar contra el tráfico para llegar a tiempo al concierto y desgarrar juntos las cuerdas vocales o ser testigo de la pedida de matrimonio de una pareja, también llorar la partida de tu ex o tocar el solo de guitarra en la banda de covers de tu padre y sentirte poseído por el espíritu de Harrison al menos unos segundos porque la vida se trata de disfrutar esos momentos imperfectos.
“Now and Then” también ha sido un pretexto para volver atrás en la memoria, escuchar esas canciones que de tanto sonar en Universal Stereo se volvieron monótonas y redescubrir algunos sonidos ocultos o errores que las dotaron de magia. Es una nueva manera de recordarle a tus hijos las anécdotas de sus abuelos y a quienes han partido de tu vida que si están en la oscuridad, no deben sentir miedo porque siempre tendrán un poco de ayuda de sus amigos. Quizá es tiempo de prepararnos para la gran despedida de Ringo y McCartney de los escenarios terrenales.
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