Dos años después del estreno de su ópera prima, La sombra del caminante (2004), el director Ciro Guerra se internó en la costa norte de Colombia para preparar una escena de su siguiente trabajo. Durante su estadía, Guerra y su productora Cristina Gallego se entrevistaron con algunos de los pobladores del lugar, quienes nutrieron su proceso creativo con anécdotas e historias que los cineastas colombianos no habían escuchado anteriormente; fragmentos de la historia de su país y su cultura que se habían perdido entre leyendas y rumores.
Aquellos relatos, que oscilaban entre el folclore nato y el realismo mágico, quedaron fuera de su segunda película, Los viajes del viento (2009). Sin embargo, rondaron la cabeza del cineasta por años, esperando el momento para que pudieran desarrollarse en cine. Uno de ellos, la historia de una familia wayúu que manejó el tráfico de marihuana en la región de La Guajira durante la Bonanza marimbera, se convirtió con el tiempo en la trama principal de su cuarto largometraje, Pájaros de verano (2018), que se podrá ver en la sección Competencia Los Cabos del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
"Escuchamos esos relatos y nos pareció una historia increíble y con muchas posibilidades. Sobre todo nos ofrecía la posibilidad de narrar el conflicto del narcotráfico, que tanto ha afectado a nuestros países, desde una perspectiva diferente", comenta Guerra en entrevista con Gatopardo.
En la cinta, estrenada en el pasado Festival de Cine de Cannes, se cuenta la historia de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), la matriarca de una familia wayúu que se ve involucrada en el tráfico de marihuana, justo en el momento en el que el mercado empieza a crecer descontroladamente tras el aumento en la demanda por parte de los consumidores estadounidenses. Con el incremento de la violencia en la zona y el rechazo de su propio clan, quienes los acusaban de perder los valores ancestrales que caracterizan a su pueblo, la familia Pushaina tendrá que hacerse respetar en el naciente negocio del narcotráfico en la Colombia de los años setenta.
Durante los 125 minutos que componen su película, Guerra se interesa por las dinámicas que rigen a la familia, obligada a romper con sus tradicionalismos, al mismo tiempo que relata el surgimiento de una crisis que golpearía a una sociedad destinada a vivir décadas de violencia. En su primer acto, el filme hace un acercamiento a la cultura de los wayúu y otros núcleos tradicionales, en un thriller noir latinoamericano. "Nos pareció fascinante poder hacer una película cuya historia desenmascaraba un misterio y hacerlo desde una sociedad donde las mujeres son tan fuertes, porque son las mujeres las que tienen las riendas de la familia, de la política, del comercio. Es una sociedad matriarcal; eso es algo que no habíamos visto y eso la convertía en la película que queríamos hacer", detalla.
Al hablar en plural, el cineasta también incluye a Cristina Gallego, colaboradora recurrente en más de una tarea a lo largo de su filmografía, quien debuta en la dirección con Pájaros de verano. "Nos dimos cuenta que lo interesante era mostrar nuestra historia desde una óptica femenina. En ese sentido, el paso a la dirección era algo natural, una profundización de lo que veníamos haciendo. Así creamos una visión conjunta, que es la que está plasmada en todos los aspectos de la película".
Además, el filme rescata muchos de los valores visuales y tradicionales de los wayúu, en especial el colorido de su vestimenta y sus escenarios, algo que no suele verse en las películas que entran cómodamente dentro del cine noir. "El color es muy importante para los wayúu y la película tenía que ser fiel a eso, no sólo a los colores y al sentido estético, sino al significado que ellos le dan a cada color; una película de cine negro a cielo abierto", apunta. En ese aspecto, los cineastas se apoyaron en el trabajo del cinefotógrafo David Gallego, quien logró capturar este aspecto de la población retratada sin caer en excesos ni trivialidades.
Aún contando con El abrazo de la serpiente (2015), primera y única cinta colombiana nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, como antecedente directo, Ciro Guerra afirma que, aunque no trabaja pensando exclusivamente en ganar premios, aunque éstos son importantes para difundir su trabajo entre ciertos públicos. "Siento que a nivel artístico no son determinantes, pero para acercar a las personas a tú película funcionan, porque lamentablemente no hemos encontrado otra forma de acercarlos al cine que hacemos", menciona el cineasta. Recientemente, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas inscribió a Pájaros de verano para competir por el Oscar, el Goya y el Ariel el próximo año. Además, la cinta compite en 9 categorías en la próxima ceremonia de los Premios Fénix a lo Mejor del Cine Iberoamericano, con Guerra y Gallego reconocidos en la terna a Mejor Dirección.
Sin embargo, el mayor premio para Guerra es que su película se vea y conecte con otros públicos y el seguir llevando a la pantalla grande las historias que formaron a su país.
"Colombia, en ese sentido, es un país muy rico, muy desconocido inclusive para los mismos colombianos. Nuestras historias son poco exploradas por nuestra narrativa, entonces tocarlas ofrece algo nuevo al espectador, especialmente en un momento en el que el cine se siente tan repetitivo y donde pareciera que lo único que nos queda es hacer las mismas películas una y otra vez. En Latinoamérica tenemos historias que el mundo no conoce o no ha visto y eso nos da una buena oportunidad de renovar la oferta", concluye.
Pájaros de verano se presentará en la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, que se llevará a cabo del 7 al 11 de noviembre. La cinta, programada dentro de la sección Competencia Los Cabos, aspirará al premio principal del festival; We the Animals, La Grande Noirceur, Skate Kitchen, Madeline's Madeline, Lemonade, Genèse, Cómprame un revólver y Bisbee'17 también figuran en la selección.
* * *
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El director Ciro Guerra habla sobre la realización de "Pájaros de Verano", la película noir que representa a Colombia en los Premios Oscar.
Dos años después del estreno de su ópera prima, La sombra del caminante (2004), el director Ciro Guerra se internó en la costa norte de Colombia para preparar una escena de su siguiente trabajo. Durante su estadía, Guerra y su productora Cristina Gallego se entrevistaron con algunos de los pobladores del lugar, quienes nutrieron su proceso creativo con anécdotas e historias que los cineastas colombianos no habían escuchado anteriormente; fragmentos de la historia de su país y su cultura que se habían perdido entre leyendas y rumores.
Aquellos relatos, que oscilaban entre el folclore nato y el realismo mágico, quedaron fuera de su segunda película, Los viajes del viento (2009). Sin embargo, rondaron la cabeza del cineasta por años, esperando el momento para que pudieran desarrollarse en cine. Uno de ellos, la historia de una familia wayúu que manejó el tráfico de marihuana en la región de La Guajira durante la Bonanza marimbera, se convirtió con el tiempo en la trama principal de su cuarto largometraje, Pájaros de verano (2018), que se podrá ver en la sección Competencia Los Cabos del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
"Escuchamos esos relatos y nos pareció una historia increíble y con muchas posibilidades. Sobre todo nos ofrecía la posibilidad de narrar el conflicto del narcotráfico, que tanto ha afectado a nuestros países, desde una perspectiva diferente", comenta Guerra en entrevista con Gatopardo.
En la cinta, estrenada en el pasado Festival de Cine de Cannes, se cuenta la historia de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), la matriarca de una familia wayúu que se ve involucrada en el tráfico de marihuana, justo en el momento en el que el mercado empieza a crecer descontroladamente tras el aumento en la demanda por parte de los consumidores estadounidenses. Con el incremento de la violencia en la zona y el rechazo de su propio clan, quienes los acusaban de perder los valores ancestrales que caracterizan a su pueblo, la familia Pushaina tendrá que hacerse respetar en el naciente negocio del narcotráfico en la Colombia de los años setenta.
Durante los 125 minutos que componen su película, Guerra se interesa por las dinámicas que rigen a la familia, obligada a romper con sus tradicionalismos, al mismo tiempo que relata el surgimiento de una crisis que golpearía a una sociedad destinada a vivir décadas de violencia. En su primer acto, el filme hace un acercamiento a la cultura de los wayúu y otros núcleos tradicionales, en un thriller noir latinoamericano. "Nos pareció fascinante poder hacer una película cuya historia desenmascaraba un misterio y hacerlo desde una sociedad donde las mujeres son tan fuertes, porque son las mujeres las que tienen las riendas de la familia, de la política, del comercio. Es una sociedad matriarcal; eso es algo que no habíamos visto y eso la convertía en la película que queríamos hacer", detalla.
Al hablar en plural, el cineasta también incluye a Cristina Gallego, colaboradora recurrente en más de una tarea a lo largo de su filmografía, quien debuta en la dirección con Pájaros de verano. "Nos dimos cuenta que lo interesante era mostrar nuestra historia desde una óptica femenina. En ese sentido, el paso a la dirección era algo natural, una profundización de lo que veníamos haciendo. Así creamos una visión conjunta, que es la que está plasmada en todos los aspectos de la película".
Además, el filme rescata muchos de los valores visuales y tradicionales de los wayúu, en especial el colorido de su vestimenta y sus escenarios, algo que no suele verse en las películas que entran cómodamente dentro del cine noir. "El color es muy importante para los wayúu y la película tenía que ser fiel a eso, no sólo a los colores y al sentido estético, sino al significado que ellos le dan a cada color; una película de cine negro a cielo abierto", apunta. En ese aspecto, los cineastas se apoyaron en el trabajo del cinefotógrafo David Gallego, quien logró capturar este aspecto de la población retratada sin caer en excesos ni trivialidades.
Aún contando con El abrazo de la serpiente (2015), primera y única cinta colombiana nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, como antecedente directo, Ciro Guerra afirma que, aunque no trabaja pensando exclusivamente en ganar premios, aunque éstos son importantes para difundir su trabajo entre ciertos públicos. "Siento que a nivel artístico no son determinantes, pero para acercar a las personas a tú película funcionan, porque lamentablemente no hemos encontrado otra forma de acercarlos al cine que hacemos", menciona el cineasta. Recientemente, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas inscribió a Pájaros de verano para competir por el Oscar, el Goya y el Ariel el próximo año. Además, la cinta compite en 9 categorías en la próxima ceremonia de los Premios Fénix a lo Mejor del Cine Iberoamericano, con Guerra y Gallego reconocidos en la terna a Mejor Dirección.
Sin embargo, el mayor premio para Guerra es que su película se vea y conecte con otros públicos y el seguir llevando a la pantalla grande las historias que formaron a su país.
"Colombia, en ese sentido, es un país muy rico, muy desconocido inclusive para los mismos colombianos. Nuestras historias son poco exploradas por nuestra narrativa, entonces tocarlas ofrece algo nuevo al espectador, especialmente en un momento en el que el cine se siente tan repetitivo y donde pareciera que lo único que nos queda es hacer las mismas películas una y otra vez. En Latinoamérica tenemos historias que el mundo no conoce o no ha visto y eso nos da una buena oportunidad de renovar la oferta", concluye.
Pájaros de verano se presentará en la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, que se llevará a cabo del 7 al 11 de noviembre. La cinta, programada dentro de la sección Competencia Los Cabos, aspirará al premio principal del festival; We the Animals, La Grande Noirceur, Skate Kitchen, Madeline's Madeline, Lemonade, Genèse, Cómprame un revólver y Bisbee'17 también figuran en la selección.
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El abrazo de la serpiente: Un choque entre dos mundos
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El director Ciro Guerra habla sobre la realización de "Pájaros de Verano", la película noir que representa a Colombia en los Premios Oscar.
Dos años después del estreno de su ópera prima, La sombra del caminante (2004), el director Ciro Guerra se internó en la costa norte de Colombia para preparar una escena de su siguiente trabajo. Durante su estadía, Guerra y su productora Cristina Gallego se entrevistaron con algunos de los pobladores del lugar, quienes nutrieron su proceso creativo con anécdotas e historias que los cineastas colombianos no habían escuchado anteriormente; fragmentos de la historia de su país y su cultura que se habían perdido entre leyendas y rumores.
Aquellos relatos, que oscilaban entre el folclore nato y el realismo mágico, quedaron fuera de su segunda película, Los viajes del viento (2009). Sin embargo, rondaron la cabeza del cineasta por años, esperando el momento para que pudieran desarrollarse en cine. Uno de ellos, la historia de una familia wayúu que manejó el tráfico de marihuana en la región de La Guajira durante la Bonanza marimbera, se convirtió con el tiempo en la trama principal de su cuarto largometraje, Pájaros de verano (2018), que se podrá ver en la sección Competencia Los Cabos del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
"Escuchamos esos relatos y nos pareció una historia increíble y con muchas posibilidades. Sobre todo nos ofrecía la posibilidad de narrar el conflicto del narcotráfico, que tanto ha afectado a nuestros países, desde una perspectiva diferente", comenta Guerra en entrevista con Gatopardo.
En la cinta, estrenada en el pasado Festival de Cine de Cannes, se cuenta la historia de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), la matriarca de una familia wayúu que se ve involucrada en el tráfico de marihuana, justo en el momento en el que el mercado empieza a crecer descontroladamente tras el aumento en la demanda por parte de los consumidores estadounidenses. Con el incremento de la violencia en la zona y el rechazo de su propio clan, quienes los acusaban de perder los valores ancestrales que caracterizan a su pueblo, la familia Pushaina tendrá que hacerse respetar en el naciente negocio del narcotráfico en la Colombia de los años setenta.
Durante los 125 minutos que componen su película, Guerra se interesa por las dinámicas que rigen a la familia, obligada a romper con sus tradicionalismos, al mismo tiempo que relata el surgimiento de una crisis que golpearía a una sociedad destinada a vivir décadas de violencia. En su primer acto, el filme hace un acercamiento a la cultura de los wayúu y otros núcleos tradicionales, en un thriller noir latinoamericano. "Nos pareció fascinante poder hacer una película cuya historia desenmascaraba un misterio y hacerlo desde una sociedad donde las mujeres son tan fuertes, porque son las mujeres las que tienen las riendas de la familia, de la política, del comercio. Es una sociedad matriarcal; eso es algo que no habíamos visto y eso la convertía en la película que queríamos hacer", detalla.
Al hablar en plural, el cineasta también incluye a Cristina Gallego, colaboradora recurrente en más de una tarea a lo largo de su filmografía, quien debuta en la dirección con Pájaros de verano. "Nos dimos cuenta que lo interesante era mostrar nuestra historia desde una óptica femenina. En ese sentido, el paso a la dirección era algo natural, una profundización de lo que veníamos haciendo. Así creamos una visión conjunta, que es la que está plasmada en todos los aspectos de la película".
Además, el filme rescata muchos de los valores visuales y tradicionales de los wayúu, en especial el colorido de su vestimenta y sus escenarios, algo que no suele verse en las películas que entran cómodamente dentro del cine noir. "El color es muy importante para los wayúu y la película tenía que ser fiel a eso, no sólo a los colores y al sentido estético, sino al significado que ellos le dan a cada color; una película de cine negro a cielo abierto", apunta. En ese aspecto, los cineastas se apoyaron en el trabajo del cinefotógrafo David Gallego, quien logró capturar este aspecto de la población retratada sin caer en excesos ni trivialidades.
Aún contando con El abrazo de la serpiente (2015), primera y única cinta colombiana nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, como antecedente directo, Ciro Guerra afirma que, aunque no trabaja pensando exclusivamente en ganar premios, aunque éstos son importantes para difundir su trabajo entre ciertos públicos. "Siento que a nivel artístico no son determinantes, pero para acercar a las personas a tú película funcionan, porque lamentablemente no hemos encontrado otra forma de acercarlos al cine que hacemos", menciona el cineasta. Recientemente, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas inscribió a Pájaros de verano para competir por el Oscar, el Goya y el Ariel el próximo año. Además, la cinta compite en 9 categorías en la próxima ceremonia de los Premios Fénix a lo Mejor del Cine Iberoamericano, con Guerra y Gallego reconocidos en la terna a Mejor Dirección.
Sin embargo, el mayor premio para Guerra es que su película se vea y conecte con otros públicos y el seguir llevando a la pantalla grande las historias que formaron a su país.
"Colombia, en ese sentido, es un país muy rico, muy desconocido inclusive para los mismos colombianos. Nuestras historias son poco exploradas por nuestra narrativa, entonces tocarlas ofrece algo nuevo al espectador, especialmente en un momento en el que el cine se siente tan repetitivo y donde pareciera que lo único que nos queda es hacer las mismas películas una y otra vez. En Latinoamérica tenemos historias que el mundo no conoce o no ha visto y eso nos da una buena oportunidad de renovar la oferta", concluye.
Pájaros de verano se presentará en la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, que se llevará a cabo del 7 al 11 de noviembre. La cinta, programada dentro de la sección Competencia Los Cabos, aspirará al premio principal del festival; We the Animals, La Grande Noirceur, Skate Kitchen, Madeline's Madeline, Lemonade, Genèse, Cómprame un revólver y Bisbee'17 también figuran en la selección.
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Premios Fénix 2018: Pájaros de verano y Zama lideran las nominaciones
El abrazo de la serpiente: Un choque entre dos mundos
Virus Tropical: El contagioso virus de PowerPaola llega al cine colombiano
El director Ciro Guerra habla sobre la realización de "Pájaros de Verano", la película noir que representa a Colombia en los Premios Oscar.
Dos años después del estreno de su ópera prima, La sombra del caminante (2004), el director Ciro Guerra se internó en la costa norte de Colombia para preparar una escena de su siguiente trabajo. Durante su estadía, Guerra y su productora Cristina Gallego se entrevistaron con algunos de los pobladores del lugar, quienes nutrieron su proceso creativo con anécdotas e historias que los cineastas colombianos no habían escuchado anteriormente; fragmentos de la historia de su país y su cultura que se habían perdido entre leyendas y rumores.
Aquellos relatos, que oscilaban entre el folclore nato y el realismo mágico, quedaron fuera de su segunda película, Los viajes del viento (2009). Sin embargo, rondaron la cabeza del cineasta por años, esperando el momento para que pudieran desarrollarse en cine. Uno de ellos, la historia de una familia wayúu que manejó el tráfico de marihuana en la región de La Guajira durante la Bonanza marimbera, se convirtió con el tiempo en la trama principal de su cuarto largometraje, Pájaros de verano (2018), que se podrá ver en la sección Competencia Los Cabos del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
"Escuchamos esos relatos y nos pareció una historia increíble y con muchas posibilidades. Sobre todo nos ofrecía la posibilidad de narrar el conflicto del narcotráfico, que tanto ha afectado a nuestros países, desde una perspectiva diferente", comenta Guerra en entrevista con Gatopardo.
En la cinta, estrenada en el pasado Festival de Cine de Cannes, se cuenta la historia de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), la matriarca de una familia wayúu que se ve involucrada en el tráfico de marihuana, justo en el momento en el que el mercado empieza a crecer descontroladamente tras el aumento en la demanda por parte de los consumidores estadounidenses. Con el incremento de la violencia en la zona y el rechazo de su propio clan, quienes los acusaban de perder los valores ancestrales que caracterizan a su pueblo, la familia Pushaina tendrá que hacerse respetar en el naciente negocio del narcotráfico en la Colombia de los años setenta.
Durante los 125 minutos que componen su película, Guerra se interesa por las dinámicas que rigen a la familia, obligada a romper con sus tradicionalismos, al mismo tiempo que relata el surgimiento de una crisis que golpearía a una sociedad destinada a vivir décadas de violencia. En su primer acto, el filme hace un acercamiento a la cultura de los wayúu y otros núcleos tradicionales, en un thriller noir latinoamericano. "Nos pareció fascinante poder hacer una película cuya historia desenmascaraba un misterio y hacerlo desde una sociedad donde las mujeres son tan fuertes, porque son las mujeres las que tienen las riendas de la familia, de la política, del comercio. Es una sociedad matriarcal; eso es algo que no habíamos visto y eso la convertía en la película que queríamos hacer", detalla.
Al hablar en plural, el cineasta también incluye a Cristina Gallego, colaboradora recurrente en más de una tarea a lo largo de su filmografía, quien debuta en la dirección con Pájaros de verano. "Nos dimos cuenta que lo interesante era mostrar nuestra historia desde una óptica femenina. En ese sentido, el paso a la dirección era algo natural, una profundización de lo que veníamos haciendo. Así creamos una visión conjunta, que es la que está plasmada en todos los aspectos de la película".
Además, el filme rescata muchos de los valores visuales y tradicionales de los wayúu, en especial el colorido de su vestimenta y sus escenarios, algo que no suele verse en las películas que entran cómodamente dentro del cine noir. "El color es muy importante para los wayúu y la película tenía que ser fiel a eso, no sólo a los colores y al sentido estético, sino al significado que ellos le dan a cada color; una película de cine negro a cielo abierto", apunta. En ese aspecto, los cineastas se apoyaron en el trabajo del cinefotógrafo David Gallego, quien logró capturar este aspecto de la población retratada sin caer en excesos ni trivialidades.
Aún contando con El abrazo de la serpiente (2015), primera y única cinta colombiana nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, como antecedente directo, Ciro Guerra afirma que, aunque no trabaja pensando exclusivamente en ganar premios, aunque éstos son importantes para difundir su trabajo entre ciertos públicos. "Siento que a nivel artístico no son determinantes, pero para acercar a las personas a tú película funcionan, porque lamentablemente no hemos encontrado otra forma de acercarlos al cine que hacemos", menciona el cineasta. Recientemente, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas inscribió a Pájaros de verano para competir por el Oscar, el Goya y el Ariel el próximo año. Además, la cinta compite en 9 categorías en la próxima ceremonia de los Premios Fénix a lo Mejor del Cine Iberoamericano, con Guerra y Gallego reconocidos en la terna a Mejor Dirección.
Sin embargo, el mayor premio para Guerra es que su película se vea y conecte con otros públicos y el seguir llevando a la pantalla grande las historias que formaron a su país.
"Colombia, en ese sentido, es un país muy rico, muy desconocido inclusive para los mismos colombianos. Nuestras historias son poco exploradas por nuestra narrativa, entonces tocarlas ofrece algo nuevo al espectador, especialmente en un momento en el que el cine se siente tan repetitivo y donde pareciera que lo único que nos queda es hacer las mismas películas una y otra vez. En Latinoamérica tenemos historias que el mundo no conoce o no ha visto y eso nos da una buena oportunidad de renovar la oferta", concluye.
Pájaros de verano se presentará en la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, que se llevará a cabo del 7 al 11 de noviembre. La cinta, programada dentro de la sección Competencia Los Cabos, aspirará al premio principal del festival; We the Animals, La Grande Noirceur, Skate Kitchen, Madeline's Madeline, Lemonade, Genèse, Cómprame un revólver y Bisbee'17 también figuran en la selección.
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Premios Fénix 2018: Pájaros de verano y Zama lideran las nominaciones
El abrazo de la serpiente: Un choque entre dos mundos
Virus Tropical: El contagioso virus de PowerPaola llega al cine colombiano
El director Ciro Guerra habla sobre la realización de "Pájaros de Verano", la película noir que representa a Colombia en los Premios Oscar.
Dos años después del estreno de su ópera prima, La sombra del caminante (2004), el director Ciro Guerra se internó en la costa norte de Colombia para preparar una escena de su siguiente trabajo. Durante su estadía, Guerra y su productora Cristina Gallego se entrevistaron con algunos de los pobladores del lugar, quienes nutrieron su proceso creativo con anécdotas e historias que los cineastas colombianos no habían escuchado anteriormente; fragmentos de la historia de su país y su cultura que se habían perdido entre leyendas y rumores.
Aquellos relatos, que oscilaban entre el folclore nato y el realismo mágico, quedaron fuera de su segunda película, Los viajes del viento (2009). Sin embargo, rondaron la cabeza del cineasta por años, esperando el momento para que pudieran desarrollarse en cine. Uno de ellos, la historia de una familia wayúu que manejó el tráfico de marihuana en la región de La Guajira durante la Bonanza marimbera, se convirtió con el tiempo en la trama principal de su cuarto largometraje, Pájaros de verano (2018), que se podrá ver en la sección Competencia Los Cabos del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
"Escuchamos esos relatos y nos pareció una historia increíble y con muchas posibilidades. Sobre todo nos ofrecía la posibilidad de narrar el conflicto del narcotráfico, que tanto ha afectado a nuestros países, desde una perspectiva diferente", comenta Guerra en entrevista con Gatopardo.
En la cinta, estrenada en el pasado Festival de Cine de Cannes, se cuenta la historia de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), la matriarca de una familia wayúu que se ve involucrada en el tráfico de marihuana, justo en el momento en el que el mercado empieza a crecer descontroladamente tras el aumento en la demanda por parte de los consumidores estadounidenses. Con el incremento de la violencia en la zona y el rechazo de su propio clan, quienes los acusaban de perder los valores ancestrales que caracterizan a su pueblo, la familia Pushaina tendrá que hacerse respetar en el naciente negocio del narcotráfico en la Colombia de los años setenta.
Durante los 125 minutos que componen su película, Guerra se interesa por las dinámicas que rigen a la familia, obligada a romper con sus tradicionalismos, al mismo tiempo que relata el surgimiento de una crisis que golpearía a una sociedad destinada a vivir décadas de violencia. En su primer acto, el filme hace un acercamiento a la cultura de los wayúu y otros núcleos tradicionales, en un thriller noir latinoamericano. "Nos pareció fascinante poder hacer una película cuya historia desenmascaraba un misterio y hacerlo desde una sociedad donde las mujeres son tan fuertes, porque son las mujeres las que tienen las riendas de la familia, de la política, del comercio. Es una sociedad matriarcal; eso es algo que no habíamos visto y eso la convertía en la película que queríamos hacer", detalla.
Al hablar en plural, el cineasta también incluye a Cristina Gallego, colaboradora recurrente en más de una tarea a lo largo de su filmografía, quien debuta en la dirección con Pájaros de verano. "Nos dimos cuenta que lo interesante era mostrar nuestra historia desde una óptica femenina. En ese sentido, el paso a la dirección era algo natural, una profundización de lo que veníamos haciendo. Así creamos una visión conjunta, que es la que está plasmada en todos los aspectos de la película".
Además, el filme rescata muchos de los valores visuales y tradicionales de los wayúu, en especial el colorido de su vestimenta y sus escenarios, algo que no suele verse en las películas que entran cómodamente dentro del cine noir. "El color es muy importante para los wayúu y la película tenía que ser fiel a eso, no sólo a los colores y al sentido estético, sino al significado que ellos le dan a cada color; una película de cine negro a cielo abierto", apunta. En ese aspecto, los cineastas se apoyaron en el trabajo del cinefotógrafo David Gallego, quien logró capturar este aspecto de la población retratada sin caer en excesos ni trivialidades.
Aún contando con El abrazo de la serpiente (2015), primera y única cinta colombiana nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, como antecedente directo, Ciro Guerra afirma que, aunque no trabaja pensando exclusivamente en ganar premios, aunque éstos son importantes para difundir su trabajo entre ciertos públicos. "Siento que a nivel artístico no son determinantes, pero para acercar a las personas a tú película funcionan, porque lamentablemente no hemos encontrado otra forma de acercarlos al cine que hacemos", menciona el cineasta. Recientemente, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas inscribió a Pájaros de verano para competir por el Oscar, el Goya y el Ariel el próximo año. Además, la cinta compite en 9 categorías en la próxima ceremonia de los Premios Fénix a lo Mejor del Cine Iberoamericano, con Guerra y Gallego reconocidos en la terna a Mejor Dirección.
Sin embargo, el mayor premio para Guerra es que su película se vea y conecte con otros públicos y el seguir llevando a la pantalla grande las historias que formaron a su país.
"Colombia, en ese sentido, es un país muy rico, muy desconocido inclusive para los mismos colombianos. Nuestras historias son poco exploradas por nuestra narrativa, entonces tocarlas ofrece algo nuevo al espectador, especialmente en un momento en el que el cine se siente tan repetitivo y donde pareciera que lo único que nos queda es hacer las mismas películas una y otra vez. En Latinoamérica tenemos historias que el mundo no conoce o no ha visto y eso nos da una buena oportunidad de renovar la oferta", concluye.
Pájaros de verano se presentará en la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, que se llevará a cabo del 7 al 11 de noviembre. La cinta, programada dentro de la sección Competencia Los Cabos, aspirará al premio principal del festival; We the Animals, La Grande Noirceur, Skate Kitchen, Madeline's Madeline, Lemonade, Genèse, Cómprame un revólver y Bisbee'17 también figuran en la selección.
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Premios Fénix 2018: Pájaros de verano y Zama lideran las nominaciones
El abrazo de la serpiente: Un choque entre dos mundos
Virus Tropical: El contagioso virus de PowerPaola llega al cine colombiano
Dos años después del estreno de su ópera prima, La sombra del caminante (2004), el director Ciro Guerra se internó en la costa norte de Colombia para preparar una escena de su siguiente trabajo. Durante su estadía, Guerra y su productora Cristina Gallego se entrevistaron con algunos de los pobladores del lugar, quienes nutrieron su proceso creativo con anécdotas e historias que los cineastas colombianos no habían escuchado anteriormente; fragmentos de la historia de su país y su cultura que se habían perdido entre leyendas y rumores.
Aquellos relatos, que oscilaban entre el folclore nato y el realismo mágico, quedaron fuera de su segunda película, Los viajes del viento (2009). Sin embargo, rondaron la cabeza del cineasta por años, esperando el momento para que pudieran desarrollarse en cine. Uno de ellos, la historia de una familia wayúu que manejó el tráfico de marihuana en la región de La Guajira durante la Bonanza marimbera, se convirtió con el tiempo en la trama principal de su cuarto largometraje, Pájaros de verano (2018), que se podrá ver en la sección Competencia Los Cabos del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
"Escuchamos esos relatos y nos pareció una historia increíble y con muchas posibilidades. Sobre todo nos ofrecía la posibilidad de narrar el conflicto del narcotráfico, que tanto ha afectado a nuestros países, desde una perspectiva diferente", comenta Guerra en entrevista con Gatopardo.
En la cinta, estrenada en el pasado Festival de Cine de Cannes, se cuenta la historia de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), la matriarca de una familia wayúu que se ve involucrada en el tráfico de marihuana, justo en el momento en el que el mercado empieza a crecer descontroladamente tras el aumento en la demanda por parte de los consumidores estadounidenses. Con el incremento de la violencia en la zona y el rechazo de su propio clan, quienes los acusaban de perder los valores ancestrales que caracterizan a su pueblo, la familia Pushaina tendrá que hacerse respetar en el naciente negocio del narcotráfico en la Colombia de los años setenta.
Durante los 125 minutos que componen su película, Guerra se interesa por las dinámicas que rigen a la familia, obligada a romper con sus tradicionalismos, al mismo tiempo que relata el surgimiento de una crisis que golpearía a una sociedad destinada a vivir décadas de violencia. En su primer acto, el filme hace un acercamiento a la cultura de los wayúu y otros núcleos tradicionales, en un thriller noir latinoamericano. "Nos pareció fascinante poder hacer una película cuya historia desenmascaraba un misterio y hacerlo desde una sociedad donde las mujeres son tan fuertes, porque son las mujeres las que tienen las riendas de la familia, de la política, del comercio. Es una sociedad matriarcal; eso es algo que no habíamos visto y eso la convertía en la película que queríamos hacer", detalla.
Al hablar en plural, el cineasta también incluye a Cristina Gallego, colaboradora recurrente en más de una tarea a lo largo de su filmografía, quien debuta en la dirección con Pájaros de verano. "Nos dimos cuenta que lo interesante era mostrar nuestra historia desde una óptica femenina. En ese sentido, el paso a la dirección era algo natural, una profundización de lo que veníamos haciendo. Así creamos una visión conjunta, que es la que está plasmada en todos los aspectos de la película".
Además, el filme rescata muchos de los valores visuales y tradicionales de los wayúu, en especial el colorido de su vestimenta y sus escenarios, algo que no suele verse en las películas que entran cómodamente dentro del cine noir. "El color es muy importante para los wayúu y la película tenía que ser fiel a eso, no sólo a los colores y al sentido estético, sino al significado que ellos le dan a cada color; una película de cine negro a cielo abierto", apunta. En ese aspecto, los cineastas se apoyaron en el trabajo del cinefotógrafo David Gallego, quien logró capturar este aspecto de la población retratada sin caer en excesos ni trivialidades.
Aún contando con El abrazo de la serpiente (2015), primera y única cinta colombiana nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, como antecedente directo, Ciro Guerra afirma que, aunque no trabaja pensando exclusivamente en ganar premios, aunque éstos son importantes para difundir su trabajo entre ciertos públicos. "Siento que a nivel artístico no son determinantes, pero para acercar a las personas a tú película funcionan, porque lamentablemente no hemos encontrado otra forma de acercarlos al cine que hacemos", menciona el cineasta. Recientemente, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas inscribió a Pájaros de verano para competir por el Oscar, el Goya y el Ariel el próximo año. Además, la cinta compite en 9 categorías en la próxima ceremonia de los Premios Fénix a lo Mejor del Cine Iberoamericano, con Guerra y Gallego reconocidos en la terna a Mejor Dirección.
Sin embargo, el mayor premio para Guerra es que su película se vea y conecte con otros públicos y el seguir llevando a la pantalla grande las historias que formaron a su país.
"Colombia, en ese sentido, es un país muy rico, muy desconocido inclusive para los mismos colombianos. Nuestras historias son poco exploradas por nuestra narrativa, entonces tocarlas ofrece algo nuevo al espectador, especialmente en un momento en el que el cine se siente tan repetitivo y donde pareciera que lo único que nos queda es hacer las mismas películas una y otra vez. En Latinoamérica tenemos historias que el mundo no conoce o no ha visto y eso nos da una buena oportunidad de renovar la oferta", concluye.
Pájaros de verano se presentará en la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, que se llevará a cabo del 7 al 11 de noviembre. La cinta, programada dentro de la sección Competencia Los Cabos, aspirará al premio principal del festival; We the Animals, La Grande Noirceur, Skate Kitchen, Madeline's Madeline, Lemonade, Genèse, Cómprame un revólver y Bisbee'17 también figuran en la selección.
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