Ruta de haciendas de la península de Yucatán
Cuatro días, cuatro magníficas y coloridas haciendas en la península de Yucatán. Visitamos Itzincab, Tamchen, Tixnuc y Cuzumal.
1. Itzincab
Al aterrizar en el aeropuerto de Mérida, me di cuenta de dos cosas: la primera, que la gente no exagera sobre el calor en verano, y la segunda, que no podía esperar el momento para quitarme los pantalones de mezclilla y ponerme cualquier otra cosa que pudiera ayudarme a afrontar el clima con un poquito más de gracia. Este pensamiento pasó a segundo plano cuando Angélica, de Catherwood Travels, nos recibió en la primera parada del viaje: “Bienvenidas a Itzincab”, y de pronto, todas mis preocupaciones y agobios quedaron en el olvido.
Después de conocer las habitaciones, la convivencia grupal inició en uno de los jardines con algunas botanas y aguas frescas, entre ellas, una muy exitosa mezcla parecida al hummus. “Es dip de pepita de calabaza”, y fue así como conocimos a Abril, nuestra guía e integrante honoraria del club exclusivo para chicas (mismo que fundamos al darnos cuenta de que ningún hombre estaba incluido en el viaje). Mientras nos encaminaba al comedor, Abril comenzó a platicarnos acerca de Itzincab, una de las Private Villas & Haciendas más emblemáticas de la colección Catherwood gracias a su encanto colonial que data de principios de 1700. “Aquí los cocineros son locales, entonces van a disfrutar de un menú muy tradicional y hogareño.” Las palabras de Abril se hicieron realidad cuando llegaron a la mesa frijoles, arroz, ensalada fresca (conocida como Xec) y una pechuga de pollo a la yucateca. Para el postre, helado de coco con mango y varias tazas de café que nos dieron la energía necesaria para hacer el recorrido oficial por la enorme propiedad.
Aunque la casa principal y sus 14 habitaciones son bastante agradables, el verdadero encanto de Itzincab radica en sus áreas verdes. Terrazas, albercas, patios, jardines y una antigua pirámide que se pierde entre flores, plantas y árboles extrañísimos que parecen sacados de alguna mente surrealista. No tardamos en escalarla, y como recompensa tuvimos una de las postales más bonitas de todo el viaje: una panorámica de toda la vegetación acompañada del canto de los pájaros y la puesta de sol.
A la mañana siguiente, el desayuno nos esperaba en el jardín de la pirámide: café, jugo, fruta, frijoles y huevo con chaya. Después de nadar en la alberca, decidimos utilizar el poco tiempo libre que nos quedaba para visitar los talleres artesanales que se ubican afuera de la hacienda, y que son parte de la Fundación Haciendas del Mundo Maya, que trabaja de manera directa con Catherwood Travels y las comunidades mayas de la península de Yucatán implementando proyectos de desarrollo económico y social. Los cuatro talleres que visitamos son administrados por una o varias mujeres mayas expertas en una técnica artesanal específica: cuerno de toro, henequén, elaboración de jabones y bordado. Una vez terminadas las compras (casi todas salimos con una buena dotación de jabones de avena y miel), regresamos a la hacienda, cerramos las maletas y nos despedimos de Itzincab.
2. Tamchen
Antes de dirigirnos a Tamchen hicimos escala en Umán bajo la guía de don Humberto Gómez. El principal atractivo de esta pequeña ciudad, ubicada a una hora de Mérida, es el exconvento y parroquia de San Francisco de Asís, construido en el siglo xviii y rodeado por los framboyanes más bonitos y frondosos que he visto. Para comer, don Humberto nos llevó a Las Conchitas, uno de los referentes locales para disfrutar de mariscos y un ambiente relajado. Aquí se confirmó mi teoría de que los mejores lugares para comer un buen coctel de camarón deben tener música tropical a todo volumen, murales de peces y redes decorativas.
Cuando llegamos a Tamchen, Abril nos esperaba para darnos el tour y explicarnos un poco el concepto de las nuevas haciendas de Catherwood. A diferencia de Itzincab, Tamchen, Tixnuc y Cuzumal comparten un estilo mucho más contemporáneo y moderno tanto en la arquitectura como en la decoración de la casa principal, las habitaciones y las áreas comunes de descanso. Una vez terminado el recorrido, nuestra atención se centró en la atractiva alberca principal, así que corrimos a dejar las maletas, nos pusimos el traje de baño y aprovechamos las últimas horas de sol en el agua. Fue más o menos en este punto cuando empezó a correr el rumor de que la cena iba a incluir uno de los platillos estrella de la casa: el pay de aguacate. Intentamos espiar un poco en la cocina, pero el personal se encargó de mantener el secreto muy bien guardado.
El misterio se reveló un par de horas más tarde, cuando, después del arroz, los frijoles y la carne asada, llegó a la mesa un postre color verde adornado con flor de jamaica. La espera valió la pena, el pay era perfecto y todas recibimos doble ración (aunque pude haber robado un refractario completo para mi sola). Cerramos la noche con algunas copas de vino cerca de la alberca, una buena plática y una poderosa serenata a cargo de las ranas de Tamchen.
3. Tixnuc
Justo cuando habíamos olvidado que nuestro viaje coincidía con las épocas de lluvia, una tormenta retrasó nuestros planes. Eventualmente pudimos escapar, y Abril nos recibió en Tixnuc con paraguas en mano y un recorrido veloz por la propiedad, ya que los truenos advertían que la lluvia volvería en cualquier momento. Esta hacienda es la más chica de las tres nuevas adquisiciones de Catherwood, pero esto sólo la hace más acogedora y hogareña. Aquí, la casa principal está separada de las cuatro habitaciones, que son más bien pequeñas villas con alberca privada y una terraza en el segundo piso. El jardín principal tiene una vibra más tropical, en parte por su gran palapa de descanso, y por los pajaritos multicolor que no pararon de cantar a pesar de la lluvia. Por cuestiones climáticas, nuestros planes de observar las estrellas después de cenar se suspendieron, entonces tuvimos que canalizar nuestro entusiasmo en otra actividad: abrir más botellas de vino y compartir más anécdotas de viaje antes de dormir.
4. Cuzumal
La cercanía entre Tixnuc y Cuzumal hizo posible que llegáramos a la última hacienda en bicicleta. Como ya era costumbre, Abril nos recibió, y recordamos una confesión que nos hizo el primer día: “De todas las propiedades Catherwood, Cuzumal es mi favorita”. Había llegado el momento de descubrir por qué.
Esta hacienda te recibe con una imponente fachada de piedra y madera que alberga en su interior a la casa principal y la habitación del patrón. En la parte posterior, tres habitaciones idénticas rodeadas por espejos de agua le dan a Cuzumal una ligera vibra asiática. A lo lejos se asoma la chimenea de la antigua casa de máquinas, que ahora está adaptada como un patio para hacer parrilladas, tener funciones de cine al aire libre o recibir algún tratamiento de spa. Abril dejó para el final del recorrido su parte favorita: el cenote privado. Aunque apenas se están llevando a cabo las exploraciones y excavaciones correspondientes, se espera que en un par de años este descubrimiento natural esté adaptado para nadar.
Al llegar a mi habitación noté un regalo bastante útil de parte de Catherwood Travels: una guía de aves para ilustrar de mejor manera todo lo que habíamos visto en estos días, y en menos de 20 minutos, ya me sentía una experta en esta clase de especies de la península de Yucatán. Fue entonces que “el pajarito bonito de Itzincab” se convirtió en un cuclillo canelo, “el de pechito amarillo de Tixnuc” en un jilguerito dominico y “el pájaro azul de Cuzumal” en un toh maya.
Después del momento educativo de la jornada me preparé para la cena, y con ese sentimiento agridulce que siempre llega al final de cualquier viaje, nos reunimos en el comedor exterior para una última noche de convivencia de chicas. Nos dio mucho gusto que Abril (después de mucho rogarle) decidiera acompañarnos. Al día siguiente, todas madrugamos para poder disfrutar del último ritual de café. La ruta de haciendas de Catherwood Travels había llegado a su fin, y, mientras algunas nadaban y otras terminaban de empacar, yo me adueñé de una hamaca, disfruté del canto de los pajaritos y llegué a la conclusión de que existen muy pocos destinos que te regalen tantos pretextos para querer volver.
*Ésta es una versión del reportaje “Cuatro días, cuatro haciendas”, publicado en la revista Travesías núm. 167.
Ver más en www.revistatravesias.com
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