El periodista que cambió el teatro
Celebramos la vida del dramaturgo estadounidense Arthur Miller
Durante sus años de estudiante en la Universidad de Michigan, el joven aspirante a periodista Arthur Miller tuvo un encuentro con la ficción que no sólo cambió el curso de su vida, sino del teatro estadounidense en general. Hoy es considerado como uno de los grandes dramaturgos de la historia.
Sin embargo, el camino hacia las letras de Arthur Asher Miller, nacido el 17 de octubre de 1915 en Harlem, no fue nada sencillo. Su familia perdió gran parte de su patrimonio en la crisis económica de 1929, lo que obligó al neoyorquino a trabajar para poder seguir sus estudios universitarios. «Fui a la Universidad en la tarde por tres semanas, pues yo trabajaba durante el día, pero no lograba mantenerme despierto. Así que decidí que trabajaría por un par de años más para ahorrar lo suficiente para poder ir a la escuela durante el día. Creo que soy un poco mejor manteniéndome despierto por las mañanas», comentó durante una entrevista pública con el profesor Enoch Brater, en 2000.
Miller, un entusiasta de las letras, se mudó a Michigan en 1934, motivado por el plan de estudios de la Universidad de Michigan. Ahí, mientras estudiaba la carrera de periodismo, tuvo sus primeros trabajos como redactor y reportero para el periódico local Michigan Daily. Un día, mientras encontraba inspiración para uno de sus textos, comenzó a escribir la historia de una familia de inmigrantes que atravesaba momentos difíciles mientras esperaba el regreso de su hijo mayor, quien se había mudado para estudiar la Universidad.
Con claras referencias a su propia vida, el texto escrito en menos de 7 días se convertiría en su primera obra, No Villain, con la que recibió el premio Avery Hopwood, un incentivo especial que otorgaba su Universidad a estudiantes que demostraban capacidades extraordinarias en las artes literarias. El reconocimiento a su obra lo hizo replantearse sí el periodismo era lo que realmente buscaba. «Perdí el impulso de hacer periodismo porque tiendo a querer mejorar las historias y eso dejaba a los hechos atrás la mayoría de las veces. Descubrí que realmente no estaba hecho para ser reportero», mencionó a Brater. Así, con 250 dólares más en su bolsillo (la suma del premio en la categoría dramática), Miller abandonó la carrera de periodista y se enfocó en su recién descubierta profesión. El resto, es historia.
Tras su graduación en 1938, ahora titulado como especialista en Letras Inglesas, Miller regresó a Nueva York donde en sus primeros años se ganó la vida como guionista para programas de radio y comerciales. En 1940, Miller comenzó la producción de lo que sería su primera obra en Broadway, Un hombre con mucha suerte (The Man Who Had All the Luck), que finalmente estrenó en 1944, manteniéndose en cartelera sólo por 4 funciones. El fracaso de la pieza obligó al escritor neoyorquino a involucrarse en el mundo editorial, publicando su primera novela, Focus, en 1945.
Tres años después de su desafortunado debut en los escenarios de Broadway, Miller sorprendió a todos con la obra Todos eran mis hijos (All my Sons, 1947), un drama inspirado en una mujer que había denunciado a su padre por haber vendido piezas defectuosas al ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, desatando un problema entre el idealismo de su protagonista y su relación con la familia, divida por las decisiones del padre. La pieza, que se presentó en el Coronet Theatre durante 328 funciones, le valió a Miller su primer Premio Tony —el máximo galardón del teatro estadounidense—, además del reconocimiento de la prensa y la comunidad teatral americana. El dramaturgo Eugene O’Neill, considerado como uno de los máximos representantes del arte dramático en la historia, estableció una amistad con Miller motivado por la admiración que le había causado su pieza. O’Neill, Premio Nobel de Literatura en 1936, se convirtió desde entonces en un amigo y mentor para el joven dramaturgo.
El éxito de Miller continuó en 1949 con el estreno de Muerte de un viajante (Death of a Salesman), cuyo primer acto escribió en un día. El montaje, dirigido por el reconocido cineasta Elia Kazan, atrajo al público teatral de Nueva York con su historia, en la que representaba el fin del sueño americano a manos de un par de personajes que buscaban progresar sin atenerse a ningún principio ético. Con la obra, Miller ganó el Tony a Mejor Autor, el premio del Círculo de Críticos Teatrales de Nueva York y el Pulitzer a Mejor Obra.
Sin embargo, su carrera quedaría parcialmente detenida durante la década de los cincuenta tras ser señalado por la Comisión de Actividades Antiamericanas del Congreso de los Estados Unidos como un difusor del comunismo. Las acusaciones, provenientes de Kazan, quién lo identificó como parte del Partido Comunista (junto a figuras como el actor J. Edward Bromberg y el director polaco Lee Strasberg) impidieron que Miller pudiera abandonar los Estados Unidos para presentar un par de sus obras en Europa y evitaron que se concretara la producción de algunos textos, que eventualmente fueron montados en la década de los setenta. Su experiencia en la llamada ‘cacería de brujas del McCarthismo’ quedó plasmada en la obra Las brujas de Salem (The Crucible, 1953). En ella tomó como inspiración la quema de mujeres acusadas de brujería por el pueblo de Salem, Massachusetts en 1692, para hacer una alegoría con la persecución y represión que el gobierno americano realizó durante los años cincuenta y sesenta. Paradójicamente, en 1969, sus trabajos fueron vetados por el gobierno soviético.
Tras la crisis, Miller estrenó su drama Panorama desde el puente (A View from the Bridge, 1955), quizá la última de sus piezas más reconocidas. Un año más tarde, en 1956, el dramaturgo terminó su primer matrimonio, con la maestra Mary Slattery, e inmediatamente después contrajo nupcias con la actriz Marilyn Monroe, a quien le escribió el filme The Misfits (1960), dirigido por John Huston. Su relación con la famosa rubia terminó en 1961, un año antes de la muerte de la actriz. En su obra Después de la caída (After the Fall, 1964), el autor retrató mediante la ficción, algunos de los enfrentamientos que mantuvo con Monroe y Slattery, a través de los personajes ficticios Quentin, un intelectual judío que se debatía casarse con su tercera novia, después del fracaso de sus matrimonios con sus dos parejas anteriores: Louise, una abnegada mujer conservadora y Maggie, una frágil mujer que se suicida. Curiosamente, Miller conoció a su tercera y última esposa, Inge Morath mientras escribía el texto. Treinta años después, Miller volvería a abordar las problemáticas amorosas de una pareja, en esta ocasión un matrimonio consolidado, en el drama psicológico Cristales rotos (Broken Glass, 1994). En su última obra, Finishing the Picture (2004), el autor recordaría la crisis que vivió su matrimonio durante el rodaje del filme de Huston.
Durante sus últimos años de vida, Miller dedicó sus días a seguir retratando a la sociedad americana, detallando sus vicios, errores y algunas de sus virtudes, así como alzando la voz en contra de injusticias sociales y en pro de los derechos civiles; cualidades dramáticas que lo convirtieron en uno de los autores más importantes del siglo XX. En 1984 recibió el honor principal del Kennedy Center de Nueva York; en 2001, fue condecorado con el Premio Mundial de la Cultura en Memoria de Su Alteza Imperial el príncipe Takamatsu, el máximo premio que la Asociación de Arte de Japón puede entregar a un extranjero y en 2002 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, siendo el primer estadounidense honrado con el premio. Falleció en 2005, a los 89 años, rodeado de su familia y amigos, cerrando con ello un fascículo en la historia del teatro en Estados Unidos y el mundo.
Fotografía de portada: CBS Photo Archive/Getty Images, cortesía de Library of America (LOA)
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