Un pensador inquieto y dividido
El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky cumple 90 años.
En 1979, el rotativo estadounidense The New York Times describió al lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky como el intelectual contemporáneo más importante del mundo.
El texto, escrito por Paul Robinson y titulado The Chomsky Problem, justificaba el mote gracias a su relevancia en términos de poder, rango, novedad e influencia de pensamiento. Sin embargo, el texto también agregaba un adjetivo que definiría aún mejor su carrera: Noam Chomsky también es un pensador inquietantemente dividido.
«Por un lado, tiene una gran cantidad de textos académicos lingüísticos revolucionarios y altamente técnicos, que resultan muy difíciles para cualquier otra persona que no sea un lingüista o filósofo profesional; y, por otro lado, un cuerpo igualmente sustancial de escritos políticos accesibles a cualquier persona alfabetizada pero, a menudo, con una mentalidad increíblemente simple», explicaba Robinson en el artículo, publicado en la sección Book Review.
Lo cierto es que, esa dualidad en la forma de escribir de Chomsky (nacido el 7 de diciembre de 1928 en Filadelfia) lo ha convertido, no sólo en un éxito de ventas alrededor del mundo, sino en una de las personalidades cuya opinión siempre ha resultado importante en el panorama político y social mundial.
Desde sus primeros años de estudio, el hijo del lingüista William Chomsky y la profesora Elsie Simonofsky manifestó un genuino interés por la gramática y la lengua. Sus aportaciones a dichas áreas transformarían el campo de la lingüística teórica.
En 1957, con tan sólo 29 años de edad, Chomsky presentó el texto Estructuras sintácticas, una versión modificada y extendida de su tesis doctoral, en la que atacaba los presupuestos centrales del estructuralismo y la psicología conductista que mantenían que la adquisición del lenguaje se producía por medio del aprendizaje y la asociación.
En su obra, el lingüista estadounidense propuso la existencia de un «órgano del lenguaje» que permitía a todo ser humano aprender y utilizar el lenguaje por instinto.
Por si fuera poco, su tesis también comprobaba que los principios generales abstractos de la gramática son universales en la especie humana.
Por último, postuló lo que se conocería como «la Gramática Universal de Chomsky», en la que se aseguraba que el fundamento común de las lenguas humanas es su recursividad, un proceso asociado a la subordinación que habilita a un hablante para introducir oraciones en otras oraciones sin límite, dando como origen el establecimiento de una comunicación compleja. Chomsky también estableció un conjunto de reglas que permiten traducir combinaciones de ideas a combinaciones de un código, a las que llamó «Gramática generativa».
Aunque dichas aportaciones hubieran bastado para garantizarse un lugar en la historia, Noam Chomsky no se detuvo en su área de estudio primaria, pues también mostró un interés por la política y el activismo. En últimas fechas, el estadounidense ha atacado la globalización, la hegemonía del capitalismo moderno, el libre comercio, la religión y el cientificisimo, como se le conoce a la idea que establece que la ciencia lo puede explicar todo.
Sus afirmaciones lo han puesto en el ojo del huracán en más de una ocasión, desatando controversias y desmarcándose de aquellos intelectuales que se han mantenido en un solo rincón de la opinión internacional. Tal y como lo estipulaba The New York Times a finales de los setenta, Noam Chomsky es el intelectual contemporáneo más importante del mundo.
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