Tiempo de lectura: 5 minutosMéxico tiene la tasa de prevalencia de sobrepeso y obesidad más alta del mundo: se eleva a poco más del 75% de la población –justo arribita de Chile y Estados Unidos–. Ese porcentaje tan alto representa una anomalía brutal, ya que sólo la mitad de la población adulta de España tiene esas características y qué decir de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, donde esa prevalencia es menor a una tercera parte de su población adulta. Pero, además, sabemos muy poco sobre la discriminación por estas condiciones en el mercado laboral.
En este país estamos acostumbrados a que nos traten según como nos vemos. No es casualidad que del total de la población que reporta haber vivido un acto de discriminación, la mitad haya ocurrido debido a la apariencia física (el tono de piel, el peso o la estatura). Como sociedad, tenemos ciertos prejuicios que afectan y estigmatizan a las personas con sobrepeso y obesidad, que pueden causar actos de discriminación en el mercado laboral y ocasionar diferencias en los caminos que pueden seguir las personas; pocos resultados y logros de vida son tan cruciales como los que se relacionan con el empleo y el salario. Por si fuera poco, no está claro que esos prejuicios afecten por igual a las mujeres y a los hombres.
Para saber más al respecto, se requiere calcular el Índice de Masa Corporal (el IMC es el peso en kilogramos sobre la estatura en metros al cuadrado) de las personas y preguntarles sobre su ingreso laboral; algunas encuestas incluyen esa información, como la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública o la Encuesta Nacional sobre el Nivel de Vida de los Hogares de la Universidad Iberoamericana. A partir de esos datos, podemos dividir a la población en términos de su IMC: menor de 25 (rango de 20 a 25), sobrepeso (entre 25 y 30), obesidad (de 30 a 35) y obesidad severa (al menos 35).* La Gráfica 1 muestra la relación simple entre ingresos laborales al mes para cada uno de esos rangos y por sexo, a partir de la información de la Encuesta Nacional de Salud.
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En cuanto a los resultados, no se observa que los hombres sufran una penalización salarial por sobrepeso u obesidad. Al contrario, se advierte un incremento de 16% en los ingresos al mes entre quienes tienen obesidad en contraste con aquellos cuyo IMC es menor a 25. No sucede lo mismo en el caso de las mujeres. Aquellas que obtienen los mayores ingresos son las que están en el rango más bajo de IMC y las que obtienen los ingresos más bajos son las que están, por lo menos, en el rango de obesidad severa; para ellas, la penalización salarial es de 17%.
A la vez, la brecha de ingresos por género es muy pequeña (alrededor de 6%) para las personas con menor IMC, pero ésta crece sustancialmente para quienes están en el rango de obesidad (cerca de 30%). Por lo tanto, podría decirse que una parte importante de la brecha salarial de género se debe a las diferencias salariales que hay en los rangos de sobrepeso y obesidad, es decir, a este tipo de discriminación.
Una crítica a la relación simple que he descrito es que no se puede saber, a partir de ella, si la obesidad es lo que causa los bajos salarios o si la relación es precisamente la inversa. Los científicos sociales intentamos resolver esta clase de problemas usando métodos estadísticos o diseñando una intervención que nos permita averiguar el sentido de la causalidad. Una intervención de este tipo es diseñar currículums ficticios y enviarlos para aplicar a las vacantes laborales que se publican en internet. La economista Eva González y yo llevamos a cabo un estudio en el que modificamos la fotografía incluida en el CV. Eva misma y su hermano sirvieron como modelos para la fotografía. Tomamos un retrato profesional de ellos y luego la manipulamos para que pareciera que tienen sobrepeso u obesidad.
Debido a que los currículums son idénticos, aunque uno muestre la fotografía con IMC bajo y el otro con IMC alto, las empresas deberían interesarse en la misma proporción por las solicitudes. Por el contrario, si las empresas valoran la apariencia física –en este caso, el peso de los solicitantes–, entonces los currículums con IMC bajo recibirán más llamadas en comparación con los que los muestran con sobrepeso u obesidad. De este modo, el diseño del estudio resuelve el problema de cuál variable es la causa y cuál es el efecto.
La Gráfica 2 incluye los resultados del estudio. El primero es que al hombre no le afectó tener sobrepeso: ambos currículums recibieron el mismo porcentaje de llamadas de empleadores interesados –fue de 21%–, independientemente del rango de IMC. El segundo, y en contraste, es que para ella sí hubo una penalización clara por su sobrepeso, o bien, una prima por no tenerlo. Las mujeres con sobrepeso u obesidad tendrían que aumentar sus envíos de currículums en 38% para recibir las mismas llamadas que las mujeres con el menor rango de IMC.
Los resultados de nuestro estudio sobre esta clase de discriminación son muy similares a los que se han encontrado en otros países: en el caso de los hombres no hay evidencia constante de que su obesidad cause efectos negativos en su participación en el mercado laboral, mientras que para las mujeres sí hay evidencia de este efecto. ¿A qué podría deberse? Posiblemente, a los estereotipos que tenemos sobre cómo “deben ser” y “comportarse” los hombres y las mujeres. En cuanto a ellas, la sociedad valora cierta apariencia física, en este caso, que sean delgadas; se beneficia a aquellas que cumplen con ese y otros criterios y se castiga a las que no los cumplen. Debido a que hay más hombres que mujeres en puestos de mayores ingresos, las preferencias relacionadas con esas valoraciones se vuelven más marcadas en esas secciones del mercado laboral.
El tema es todavía más relevante en la coyuntura de la pandemia de covid. En el reciente reportaje “‘El covid nos trajo discriminación’: Niegan empleo por tener diabetes, hipertensión y obesidad”, escrito por Tania Casasola y publicado en Animal Político, una de sus entrevistadas comentó: “No es posible que por estar gordita pierda un trabajo porque piensen que me voy a enfermar y [que] estaré pidiendo permisos”. Es posible que esta pandemia esté afectando a las personas con sobrepeso y obesidad aún más de lo que muestran los resultados del estudio que presenté en esta ocasión, pues ahora, además del estigma contra la obesidad, se añade la creencia de que quienes tienen esta condición tendrán mayores riesgos de salud. A las mujeres sí se les discrimina en el mercado laboral por su peso y puede ser que la pandemia esté empeorando esta situación.
*Los rangos quedaron definidos en estos términos: menor de 25: [20 a 25); sobrepeso: [25 y 30); obesidad: [30 a 35) y obesidad severa: de 35 en adelante.
Raymundo M. Campos Vázquez es profesor e investigador del Centro de Estudios Económicos en El Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley. Twitter: @rmcamposvazquez; sitio web: http://cee.colmex.mx/raymundo-campos.