Sudán, el rinoceronte, ha muerto
Este 19 de marzo, el último rinoceronte blanco macho ha muerto después de años de esfuerzo humano por esquivar la extinción de su subespecie.
Este 19 de marzo se cumplió un augurio provocado por el desenfreno humano, por la falta de respeto, la inconsciencia y la desconexión con el medio ambiente. Este lunes de marzo ha muerto Sudán, el último rinoceronte blanco macho.
En el 2008 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés) declaró que el Rinoceronte Blanco del Norte se encontraba en un estado crítico de peligro de extinción. La especie se había declarado en peligro desde los años ochenta debido al alto valor que tiene el cuerno de este animal en el mercado negro.
De forma natural, los rinocerontes blancos del norte (como se llaman según su clasificación taxonómica) sólo se podían encontrar en la República Democrática del Congo, pero los conflictos bélicos y la caza desenfrenada obligaron a que los defensores del animal tuvieran que cambiarlos de locación en 2009. Ahora sólo quedan Najin, hija de Sudán, y Fatu, nieta, con quienes vivía el macho en la reserva Ol Pejeta, en Kenia.
Llegaron a esta reserva natural después de vivir en el Dvur Kralove Zoo, en República Checa, durante muchos años. Los cuidadores esperaban que, tal vez, viviendo en un ambiente más natural, los animales se reproducirían y la subespecie se podría recuperar. Ahora que Sudán ha muerto la única esperanza que queda para esta subespecie es la fertilización artificial, que nunca se ha hecho en estos animales.
Los cuidadores del rinoceronte sabían que las probabilidades de reproducción natural eran muy remotas, sobre todo por la edad del macho, por lo que comenzaron una campaña para la investigación y desarrollo de la tecnología necesaria para hacer el in-vitro. La reserva Ol Pejeta Conservancy y Tinder lanzaron una campaña que buscaba recaudar nueve millones de dólares. Ahora sólo queda esperar que los avances tecnológicos logren salvar a esta subespecie.
Sudán tenía 45 años, que equivalen a 90 en tiempo humano. Murió a causa de una infección en una de las patas que no pudo sobrellevar por la debilidad física que la vejez impone. Su muerte es un grito a la humanidad que nos recuerda que realmente sí se cumplen las promesas, sí se extinguen los animales y sí estamos dañando la Tierra. Es un llamado a que pongamos atención, a que nos movamos y actuemos, y no permitamos que más animales sigan la suerte de Sudán.
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