Corea del Norte vs Estados Unidos: Nada nuevo bajo el Sol

Corea del Norte vs Estados Unidos: Nada nuevo bajo el Sol

La crisis entre EUA y Corea del Norte podría ser peligrosa, pero no es nueva. ¿Estamos de verdad a punto de una guerra nuclear?

Tiempo de lectura: 9 minutos

What goes around comes around
“El mundo está a punto de una guerra nuclear”. Frases como esta se han escuchado en días recientes por igual en la prensa internacional que en charlas de café. La crisis suena peligrosa —y tal vez lo sea— pero hay algo que ciertamente no es: no es nueva.
La agudización de las diferencias, las confrontaciones verbales, las bravatas y las amenazas de ida y vuelta entre Corea del Norte y Estados Unidos son un fenómeno cíclico. Ofrecen de forma periódica material de primera plana por la crisis mas no por la novedad.

La crisis de nuestros días ya se vio en el pasado reciente —en 2013— y aquella fue a su vez una repetición de la de 2003: los mismos actores, los mismos alegatos, las mismas causas. Tratar de leer lo que ocurre en nuestros días sin referir aquellos episodios es insensato en el mejor de los casos, y estúpido y superficial en el peor.

Con motivo de la crisis de 2013 escribí lo siguiente:

(Nota: sólo se han agregado referencias al año del que se habla en corchetes)

* * *

La crisis actual en la península coreana permite distinguir con precisión algunos de los aspectos más característicos de la política del poder y de las relaciones internacionales en la era del armamento nuclear. Basta una breve revisión de la prensa internacional para hacerse una idea de por qué es tan extendida la visión de que el régimen de Corea del Norte es el responsable de la crisis.

Headlines: Sólo la punta del iceberg
Los días 30 y 31 de marzo [2013], The Washington Post y The Independent en el Reino Unido tuvieron como titulares, respectivamente “North Korea threatens military strikes on U.S., South Korea” y “North Korea crisis: Kim Jong-un threatens ‘all-out nuclear war’.” Una semana después, conforme la crisis escalaba, el mismo día The Guardian en Londres, The Globe and Mail en Toronto y el Huffington Post en los Estados Unidos tuvieron prácticamente el mismo encabezado en sus portadas: “North Korea threatens pre-emptive nuclear strike against US.” Más o menos en la misma línea, el resto de la prensa occidental de amplia circulación enfatizó la amenaza nuclear norcoreana.

La fuerza con la que los medios de comunicación prestaron atención a las amenazas del régimen liderado por Kim Jong Un no se repitió al momento de dar cuenta de las razones de tal bravuconería. Las acusaciones hechas por Pyongyang de provocaciones —recientes y antiguas— tanto por parte de los Estados Unidos como por parte de Corea del Sur —provocaciones que explicarían la actitud norcoreana actual—fueron sencillamente desdeñadas.

No se trata de una cuestión menor. ¿Cuántas de esas notas refirieron como antecedente el hecho de que los Estados Unidos tuvieron estacionadas armas nucleares en Corea del Sur desde 1958 y que a mediados de los años sesenta llegaron a ser casi mil cabezas nucleares?, ¿cuántas de esas notas refirieron que pese a la retirada de las cabezas nucleares en tierra sudcoreana en 1991, el potencial bélico sudcoreano se mantuvo, por vía marítima mediante el envío de submarinos nucleares estadounidenses a la zona y por vía terrestre mediante ICBM (Misiles Balísticos Intercontinentales) controlados por Estados Unidos?, ¿cuántas de esas notas refirieron también el hecho de que todavía en el año 2010 el ministro de defensa sudcoreano solicitó la reinstalación de arsenal nuclear en su territorio (The Guardian. Nov. 22, 2010)?, ¿cuántas de ellas dieron cuenta del movimiento en Japón, por igual en círculos oficiales que no oficiales, para derogar el Artículo 9 de su constitución —y con él, los tres pilares de la desnuclearización del país— que desestabilizarían el equilibrio militar en la región?

Respuesta: ninguna.

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«Smear Leader», fotografía de un sticker representando a Kim Jong-un en Washington, DC. Fotografía de Elvert Barnes / Flickr.

Atacar y defender
Este no es un alegato en defensa de la política nuclear norcoreana en particular, ni un alegato en defensa del régimen de Pyongyang en general. Es, sí, un intento por mostrar que la crisis no salió de la nada, que tiene antecedentes y que existe una corresponsabilidad, tanto por parte de los actores locales (las Coreas) como de actores internacionales (que en conjunto componen el llamado “grupo de los seis”: Estados Unidos, Rusia, China, y Japón), corresponsabilidad y contextualización a las que no se hizo justicia en la mayoría de los recuentos periodísticos, ni en análisis y evaluaciones de parte de comentaristas expertos en prensa, radio y televisión.

Pero existe otro aspecto importante. Pese a que la distinción entre “atacar” y “defender” puede ser obviada con frecuencia en círculos ajenos al militar, en materia de doctrinas castrenses y planes operativos, la distinción hace toda la diferencia. “Defender” y “atacar” no sólo distingue actitudes ante un conflicto por parte de las fuerzas armadas, sino también define las características técnicas de los armamentos y los protocolos de seguridad y reacción: no es lo mismo armamento defensivo que armamento ofensivo y la diferencia es tan grande como lo pueden ser los mandatos de las misiones de paz de las Naciones Unidas dependiendo de si están amparadas en el capítulo VI (“Arreglo pacífico de disputas”) o en el VII (“Acción con respecto a la paz, quebrantamientos a la paz y actos de agresión”) de la Carta de San Francisco.

La agencia oficial de noticias de Corea del Norte (KCNA) había transmitido el 2 de Marzo [2013] un comunicado de prensa comentando la posibilidad de sanciones impulsadas por Corea del Sur en el seno de las Naciones Unidas

“La “sanción” significa una abierta declaración de guerra contra la RPCN.”

Y en otro comunicado —liberado el mismo día, algo más tarde— confirmaba:

“…cualquier provocación para infringir la soberanía o dignidad de la RPCN, por muy pequeña que sea, no escapará a un inmediato ataque físico.”

Dejando de lado el tono presuntuoso y las bravatas retóricas de sus redactores, lo que presentaban los comunicados era un principio defensivo: si nos sancionan, responderemos. Podemos cuestionar —y mucho— la pertinencia de una respuesta militar a una sanción internacional tal y también podemos cuestionar la desmesura tanto de las palabras utilizadas por los voceros oficiales norcoreanos como del nivel de la respuesta nuclear que anunciaban.

El 3 de abril la noticia de que Pyongyang había “autorizado un ataque nuclear contra los Estados Unidos” (La Jornada. Abr. 4, 2013) dio la vuelta al mundo. En el marco de los ensayos nucleares norcoreanos (feb. 12), la realización de ejercicios militares conjuntos entre Corea del Sur y Estados Unidos (mar. 1), el reforzamiento de sanciones por parte del Consejo de Seguridad (mar. 7), la cancelación de la comunicación oficial entre las Coreas (mar. 27) y el subsecuente envío de bombarderos nucleares por parte de los Estados Unidos a la península (mar. 28), entre otros eventos y declaraciones estridentes (“en vistas de la situación actual, es hora de saldar cuentas con los imperialistas estadounidenses”, dijo Kim Jong-Un), provocaron una lectura sombría de las noticias aquél día de abril.

Con aquellos hechos como contexto, se suponía la inminencia de una guerra nuclear. Sin embargo, una lectura más cuidadosa de la información liberada permitía valorar con mayor seguridad la dimensión del peligro nuclear, y explicar también por qué la guerra no llegó.

La guerra que no llegó
Y es que así como podríamos cuestionar la pertinencia de la respuesta y su desmesura, podríamos cuestionar también la seriedad de la amenaza como un todo.

¿Cuestionar la seriedad de la amenaza?, ¿es posible subestimar una declaración de este nivel en esta materia? Tal vez sea insensato hacerlo en otros casos, pero en este la respuesta podría ser sí por tres razones:

1) No es la primera vez que ocurre.
2) Los amenazados así lo hicieron.
3) Más allá de lo que dice la propaganda, existe una cierta lógica —con la que se puede estar de acuerdo o no— detrás del comportamiento diplomático norcoreano.

Con diez años de diferencia, la “crisis” nuclear de marzo del 2013 es una repetición de la que ocurrió en marzo del 2003. En aquél entonces, palabras más palabras menos, Kim Jong Il —padre del actual mandatario norcoreano— dijo al mundo lo mismo que su hijo dice en el presente [2013]: “Si somos sancionados, consideraremos las sanciones un acto de guerra y nuestra respuesta será nuclear.”

En aquellos años [2003], Irak estaba bajo la lupa estadounidense más o menos por la misma acusación que Corea del Norte: desarrollos —reales o supuestos— de armamento de destrucción masiva. A Irak le cayó la desgracia, pero no a Corea del Norte. A reserva de las explicaciones que se puedan ofrecer, aventuramos aquí —como lo hicimos hace diez años (ver mi artículo La diplomacia nuclear y el espejo norcoreano ¿punto de quiebre imperial? En Rebelión, marzo 24, 2003)— una hipótesis: Irak fue atacado porque se tenía la seguridad de que no se podía defender mientras que en el caso de Corea del Norte, la incertidumbre que existe sobre su capacidad real de respuesta a una agresión es suficiente para fines de disuasión. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos sólo ataca países que sabe no pueden defenderse.

Como en 2003, en 2013 los actores centrales son los mismos, las amenazas de sanciones de un lado no han cambiado y las respuestas que recibieron tampoco. Tal vez una de las diferencias en uno y otro caso es más superficial que de fondo. En 2003 —y un poco antes— el régimen de Kim Jong Il estaba desarrollando un programa nuclear con fines pacíficos (eso dijeron) y entonces Estados Unidos prometió prestar asistencia en materia energética si detenían el programa. ¿Qué ocurrió? Corea del Norte detuvo su programa, los Estados Unidos incumplieron su parte y entonces los norcoreanos reanudaron el programa. En 2013 cambió la presentación aunque no tanto la sustancia: Corea del Norte ensayó la puesta en órbita de un satélite, los Estados Unidos vieron en ello un ensayo misilístico más que uno aeroespacial (temor fundado tomando en consideración que Corea del Norte es un importante proveedor de tecnología de misiles a naciones en vías de desarrollo) y por ello llegaron las sanciones de un lado, y con ellas, las bravatas del otro.

El punto es que esta es una obra que ya se había montado, con los mismos actores, en el mismo teatro, con el mismo libreto aunque con diferentes arreglos.

Pero si a las sanciones de los unos se respondió con bravatas de los otros ¿qué siguió después? Más o menos, nada: los Estados Unidos subestimaron la cuestión y lo hicieron prácticamente de inmediato.

Mientras los diarios anunciaban urbi et orbi la amenaza norcoreana en sus ediciones del 30 y 31 de Marzo [2013], el 1 de abril The New York Times publicaba una nota con un título inesperado: “U.S. Sees North Korea Blustering, not Acting”. Traducido al español es algo así como: “EU ve a Corea del Norte Fanfarroneando, no Actuando.” La nota daba cuenta de la posición que tenía la Casa Blanca. La cita del primer párrafo no tiene desperdicio:

“A pesar de los tambores de amenazas belicosas cada vez mayores de parte de Corea del Norte, la Casa Blanca señaló el lunes que no había evidencia de que el líder del país, Kim Jong-Un, estuviese movilizando tropas u otras fuerzas militares para un ataque inminente.”

El despacho recogía una cita de un oficial de la Casa Blanca según la cual “La administración Obama enfatizó la ‘desconexión’ entre la ‘retórica y la acción’ del Sr. Kim”. Y detallaba:

“No estamos viendo cambios en las posiciones de las fuerzas armadas de Corea del Norte, por ejemplo grandes movilizaciones o posicionamiento de fuerzas.”

Estas palabras eran de Jay Carney, secretario de prensa de la Casa Blanca, quien concluyó:

“Lo que significa la desconexión entre retórica y acción, es algo que dejaré para el juicio de los analistas.”

Trump ganador

Chip Somodevilla / Getty Images

Déja vu en Corea
En su libro China (Debate, 2012), Henry Kissinger refiere una escuela de pensamiento estratégico en materia de política exterior china consistente en avanzar hacia donde existe peligro en momentos críticos como respuesta a las amenazas; se avanza lo suficiente como para demostrar temeridad (o coraje, o valentía) ante una amenaza, pero no tanto como para que pueda desencadenar una espiral violenta incontrolable. Con este punto como referente, parecería que los norcoreanos comparten con sus vecinos chinos algo más que la geografía. En mi artículo de 2003 escribí:

“…en Washington se sabe que con Corea del Norte no va a ocurrir nada: los norcoreanos ganaron la partida del chantaje nuclear y ahora los Estados Unidos tendrán que vivir con ello.”

A diez años de distancia [2013] pareciera ser que las reglas del juego entre Corea del Norte y Estados Unidos consistente en enseñarse los dientes no han cambiado, aunque el mundo no acabe de entenderlas.

* * *

Hasta aquí la cita de lo escrito en 2013.

Mismo pasado ¿un futuro diferente?
En 2017 las cosas no han cambiado mucho. En 2003 el detonador de la crisis fue el programa nuclear de uso civil norcoreano y el incumplimiento de promesas de Estados Unidos; en 2013 el detonador fue el lanzamiento satelital de Corea del Norte; y en 2017 la crisis fue detonada por los ensayos balísticos norcoreanos y las sanciones impuestas por Naciones Unidas. En breve: la excusa para la crisis cambia, pero la estructura no.

A grandes rasgos, la crisis actual parece una repetición de lo visto en 2003 primero —e incluso antes— y en 2013 después, y aunque el patrón parece ser el mismo, la conclusión puede ser diferente, pues no existe garantía de los resultados. Pero la argumentación, los antecedentes y algunas de las conclusiones (por ejemplo, que Estados Unidos sólo ataca a los países que tiene la certeza de que no se pueden defender) se mantienen: ¿desnuclearizar Corea del Norte? Buena idea, y de paso, valdría la pena, en aras de la justicia y la equidad, desnuclearizar también a Corea del Sur y desactivar la capacidad nuclear de la Séptima Flota estacionada en Japón y Corea del Sur, o incluso retirarla por completo de Pacífico.

Ese sería un buen comienzo.

Este texto fue escrito el 9 de agosto de 2017, aniversario del bombardeo nuclear estadunidense contra Nagasaki en 1945.

fernando.montiel.t@gmail.com

Fotografía «Smear Leader» de Elvert Barnes / Flickr. Licencia CC BY-2.0.

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