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La Universidad de Texas abrió al público el archivo de Gabriel García Márquez en una plataforma electrónica con más de 27 mil documentos.
En marzo del 2007 se celebró el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, y en una de las múltiples ceremonias que se hicieron ese fin de semana, Gabriel García Márquez agradeció el enorme tiraje (un millón de ejemplares) de Cien años de soledad que la Real Academia Española editó para la celebración de su cumpleaños ochenta.
“ (…) no se trata ni puede tratarse de un reconocimiento a un escritor. Este milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historias en lengua castellana, y por lo tanto un millón de ejemplares de Cien Años de Soledad no son un millón de homenajes al escritor que hoy recibe, sonrojado, el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay millones de lectores de textos en lengua castellana esperando, hambrientos, de este alimento”, dijo entonces.
¿Qué diría ahora –a cinco meses de cumplir su cuarto aniversario luctuoso– de que cualquier persona que tenga internet, puede acceder a cerca de 30 mil documentos producidos por él a lo largo de su vida? Hambre de ese alimento hay, mucha e insaciable.
En el 2014, el archivo de Gabriel García Márquez fue vendido a la Universidad de Texas, con una cola larguísima quejas y críticas. Pero ahora, el Centro Harry Ransom de esta misma universidad ha digitalizado y puesto a disposición de todo aquel que lo desee (y tenga internet) casi la mitad del contenido de ese archivo.
En la plataforma se encuentran ensayos, manuscritos de diez de sus libros, más de dos mil piezas de correspondencia, el borrador del discurso que dio para recibir el Premio Nobel en 1982, guiones, fotografías, álbumes de recortes. Un banquete para los ávidos lectores e investigadores de Gabo que permite adentrarse a su psicología, a su manera tan extraordinaria de hacer las cosas que lo convirtieron en uno de los mayores exponentes literarios de Latinoamérica y del mundo.
Aunque ya se habían publicado partes de sus obras como el archivo hecho por El Ministerio de Cultura de Colombia, La Gaboteca; una sección especial titulada Fragmentos de obras de García Márquez, de la Biblioteca Nacional de España; la publicación del diario La Vanguardia con la última novela inédita de García Márquez, En agosto nos vemos, (una de las piezas que no se pueden encontrar en el archivo del Centro Harry Ransom); o los fragmentos de Cien años de soledad que se pueden encontrar en muchos medios, sin embargo nunca se había hecho una entrega tan grande y accesible como la de Texas.
Aún hay partes del archivo que solo se podrán ver en la Universidad de Texas como las máquinas de escribir Smith Corona y las computadoras que utilizó, pero 27,500 elementos (la mayoría de 1966 al 2006) están disponibles en el Inventario de documentos.
“En mi rutina de escribir, nada he cambiado desde entonces. Nunca he visto nada distinto que mis dos dedos índices golpeando, una a una y a un buen ritmo, las 28 letras del alfabeto inmodificado que he tenido ante mis ojos durante estos setenta y pico de años”.
Esa rutina, ahora más disponible que nunca –aún las partes que se pensaban imposibles de leer– es un hito en la literatura en todo el mundo, en cualquier lugar que se haya leído alguna vez sobre la familia Buendía o el coronel que sólo tenía una cucharadita de café.
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