El porno pop de Alberto Fuguet
Alejandro Maciel
Fotografía de Lorena Palavencino
Alberto Fuguet hace un homenaje a los mundos eróticos de Manuel Puig, Andrés Caicedo y Mario Vargas Llosa, y una crítica a la industria editorial.
A diferencia de los mundos femeninos de Pedro Almodóvar, uno de sus referentes, Alberto Fuguet ha decidido siempre tener hombres como protagonistas de sus obras. Porque entre las cosas que más disfruta está el aroma de los hombres y sus “pelos”. “Sí, me gustan”, confiesa sin tapujos el escritor, periodista y cineasta chileno, en entrevista para Gatopardo desde Santiago, donde vive.
Éstas y otras filias lo llevaron al mundo homoerótico en 2015, con la novela No ficción, y la película Invierno, que él mismo filmó. Para cerrar el triángulo, Alberto Fuguet vuelve con Sudor (editado por Literatura Random House), una novela arriesgada y casi sin censuras, pues sexo, piernas y muchos olores de cuerpos jóvenes se vuelven protagonistas en una historia sobre el sentido de ser gay y joven en tiempos de Grindr.
Fuguet se recreó en el protagonista, Alf, un hombre de 41 años obsesionado con los encuentros rápidos y feroces con hombres que conoce a través de sus apps de ligue. Pero Sudor es más que una historia de calentura y fugacidad. En realidad, la homosexualidad es sólo un telón de fondo en el que Fuguet marca su distancia con los “adoradores” del Boom latinoamericano. “La meta siempre es escribir algo nuevo y seguir siendo uno”, dice. En 1996, Fuguet publicó McOndo, una especie de respuesta a una declaración de la también chilena Isabel Allende cuando presentó La casa de los espíritus: todos los escritores latinoamericanos están condenados a escribir realismo mágico.
En Sudor, Alberto Fuguet creó dos personajes que guardan similitudes con Carlos Fuentes y su hijo, Carlos Fuentes Lemus, a quienes conoció en 1998 durante una gira de prensa para presentar Retratos en el tiempo, un libro donde el padre escribió textos para acompañar una serie de fotos hechas por el hijo. Entre el revoltijo de personas, en una conferencia de prensa, Fuguet reconoció la figura menuda de Carlitos, un muchacho que no pasaba de los 25, frágil, delicado. “Quedé prendado”, recuerda Fuguet en entrevista.
Fuguet decidió que el no-hijo de Carlos Fuentes fuera gay para imprimirle un tono de sátira a la novela: en un mundo cultural predominantemente conservador, ¿qué pasaría si la imagen del hijo heredero, el poeta maldito frustrado, el chico guapo que decide huir del núcleo del padre, fuera un hombre que busca el placer entre otros hombres? “Se me ocurrió que Rafa Jr. fuera gay para así acercarlo más a mi mundo”, dice Fuguet.
A pesar de las similitudes con los Fuentes, los personajes son pura ficción. Son el resultado de una mezcla de expresidentes, mirreyes y otros escritores como Vargas Llosa y García Márquez. “¿Por qué los usé? No sé, conexión”, responde el escritor.
La novela narra la historia de un tipo perdido que busca intimidad y que se enamoró de los dos chicos incorrectos, dos narcisistas que no creen en el amor ni en los lazos, sólo en las apps y en ellos mismos. Es, también, la caricaturización de una generación de chicos gays que huyen de la vida heteronormativa y que defienden el poder vivir a su manera.
Es una novela irremediablemente actual, y se siente contento con ello. “Fue puro goce, sudé pero bien, la escribí en verano en sitios calurososos como Asunción y Cartagena de Indias y Dallas”, cuenta. “Gocé con los personajes y con la trama y la necesidad de inventar entrevistas y bibiografías. Quedé fascinado escribiendo poemas en inglés. Echo de menos no estar escribiéndola.”
Con este trabajo, Alberto Fuguet reivindica su interés por hacer una literatura personal, que se lea como una novela de 2016. Eso es lo que hace a su literatura tan pop, sin importarle las críticas más tradicionalistas. “Me gustaría ser el que cuida y estira el pop, ser el heredero de Manuel Puig o el hermano menor de Andrés Caicedo”, dice Fuguet. “No me creo el punk pero sí me gusta molestar, joder, hacer las cosas a mi manera.”
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