El Urano zarpó el 16 de mayo de 1951 para adentrarse en un mundo prístino cuyas especies marinas rebosaban a orillas del malecón, cuando la ciudad de La Paz tenía apenas unos cientos de habitantes. A bordo, Fernando Jordán, de 26 años, navegó hasta lo que hoy se conoce como la Reserva del Alto Golfo de California y el Delta del Río Coronado, un recorrido de más de mil kilómetros en una región entonces poco explorada. En aquellos días no se hablaba de barcos pescando de manera masiva, tampoco de megaproyectos inmobiliarios o de empresas mineras que afectaran los mantos acuíferos, ni de la defensa del territorio en comunidades cuyos mares tuvieran barreras arrecifales. Mucho menos del cambio climático que ha ocasionado el florecimiento de algas nocivas, el blanqueamiento de corales, el decaimiento de colonias de aves, el colapso de pesquerías y la acidificación de los océanos. En tiempos de Jordan no había otro litoral que se le pareciera; era el “acuario del mundo”, como lo llamó Jacques Cousteau durante su travesía para el documental El legado de Cortés, de 1973.  Lo escrito por Jordán se mantiene hasta el día de hoy como una referencia etnográfica, periodística y científica para los estudiosos del mar. Setenta años después, el periodista Alejandro Melgoza y el fotógrafo Felipe Luna partieron de la Bahía de La Paz, la misma que eligió́ Jordán para su viaje, para documentar cuánto ha cambiado desde entonces. Este pez globo encallado sobre la arena, como tantos otros, es algo de lo encontraron.