Allen Ginsberg cambió la cultura norteamericana a través de poemas y actos de resistencia.
En una entrevista en los 90, Allen Ginsberg dijo que él y sus compañeros prepararon un modo de poesía que era idéntica al lenguaje vivo. Su objetivo era seguir la tradición de poetas anteriores como Walt Whitman o William Carlos Williams, donde la preocupación estaba depositada en la sintaxis y cadencia del habla cotidiana. En la misma entrevista acusa a su interlocutor de usar frases y palabras incomprensibles que la gente común no podría entender. Curiosamente, para ser una de las figuras más enigmáticas del siglo XXI, Ginsberg era una persona que gustaba ser comprendido por todos.
Ícono indescifrable, Allen Ginsberg nació el 3 de junio de 1926, en una etapa de Estados Unidos anterior a una profunda crisis económica. Sus padres, un par de artistas y ávidos lectores, le inculcaron una vida rodeada de letras, poesía y cuestionamiento. Su juventud, no obstante, no siempre fue agradable. La madre, Naomi Ginsberg, sufría profundos problemas psicológicos, difíciles de diagnosticar y tratar en esa época. Estos problemas dejaron cicatrices en el joven Ginsberg, que ocuparía estos recuerdos para hacer poemas en el futuro.
La figura de Ginsberg en la cultura norteamericana es imposible de encasillar. A pesar de que su influencia es claramente en el marco de la poesía, a través de ella Allen Ginsberg impactó cientos de áreas en la cultura popular, académica y social: liberación sexual, homosexualidad, uso de drogas, religiones de Asia oriental, conspiraciones, política y varias otras plataformas fueron desnudadas por la incisiva pluma del poeta. Ginsberg gustaba de opinar y expresar sus puntos de vista a través de sus particulares versos y escritos, así como uno que otro ensayo.
Ginsberg pertenecía a una generación que puso de cabeza los principios que regían la vida cultural y social de Estados Unidos. A pesar del sentimiento nacional de alegría por haber salido victoriosos en la Segunda Guerra Mundial, los escritores de la famosa Generación Beat le daban la espalda al optimismo de la posguerra y más bien buscaban otro tipo de éxtasis. Uno que en misma medida convivía con la euforia y la autodestrucción, el sexo y las drogas, el viaje sin rumbo y la vida cotidiana.
Ginsberg fue, junto con Jack Kerouac y William S. Burroughs, uno de los pilares fundacionales de la Generación Beat (término acuñado por el propio Kerouac). Aunque a Allen Ginsberg (y al resto de la generación beat) se les tilda como rebeldes e iconoclastas, esto no es del todo cierto. A pesar del evidente desagrado que Ginsberg evidenciaba por su realidad estadounidense, así como su necesidad constante de protestar y expresarse de formas quizá estridentes, tanto él como varios otros beats en realidad estaban enamorados de los escritores precedentes.
Desde Ralph Waldo Emerson hasta William Carlos Williams, incluyendo especialmente a autores como Walt Whitman o Emily Dickinson, Ginsberg reverenciaba y admiraba ampliamente a la poesía que precedió a su generación. Inclusive, se podría argumentar, Ginsberg trataba de escribir con el estilo que sentaron otros. Tan solo dos de sus obras más conocidas, los poemas Howl y A Supermarket in California, tienen un ritmo similar al Song to myself, el poema más conocido de Walt Whitman. Por su parte, Whitman también es un personaje de A Supermarket in California donde convive con Federico García Lorca en una tienda de California.
Aunque comenzó estudiando leyes en la Universidad de Columbia, Ginsberg pronto abandonó esta profesión para estudiar letras y dedicarse a la literatura, donde destaco rápidamente.
Para los años 50 Ginsberg era un estandarte underground de la poesía y subversión. La creación de Howl lo catapultó no sólo a una inesperada fama nacional, sino también lo hizo una figura clave de la libertad de expresión.
Howl es un poema como no existían en la época: tiene un ritmo poco convencional, no fue escrito con aras intelectuales y tampoco tenía pudor para lenguaje obsceno o descripciones de sexo homosexual. Para un esquema poético donde primaba lo académico, moral y erudito, Howl era una feroz respuesta, al grado que legalmente el poema estuvo cerca de la censura en Estados Unidos.
A su llegada de la imprenta en Londres, oficiales de aduana retuvieron 520 copias del libro y el encargado de la librería que lo iba a vender —llamado Shig Murao— fue arrestado y comenzó un muy publicitado juicio de obscenidad. Murao, Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti (encargado de la publicación) salieron victoriosos cuando el fallo indicó que Howl estaba protegido bajo la primera enmienda de libertad de expresión.
Esto puede parecer algo trivial hoy cuando el internet y las ideas progresistas sobre publicación son más permisivas. Este no era el caso en los 50, una época en la que en Gran Bretaña ser homosexual era un crimen y en Estados Unidos escribir poemas incómodos podía dejarte en prisión. La apertura para la publicación de Howl dejó el terreno abierto para que otros artistas como Henry Miller, William S. Buroughs o hasta Philip Roth pudieran ser leídos y publicados libremente.
Ginsberg evidenció una forma diferente de hacer las cosas, donde los límites de la moral y pertinencia son endebles, y nuevas formas de expresión son posibles. Howl es usualmente interpretado como un poema furiosamente irónico sobre la etapa cultural y artística de Estados Unidos, y aunque esta interpretación no es equivocada sí ignora sus otras virtudes. Howl también es un poema sobre cómo la compasión, la empatía, el amor y la búsqueda espiritual son poderosas fuerzas revolucionarias. No por nada, Allen Ginsberg se volvió una figura medular para la contracultura de los 60, pues sus ideales estaban demasiado cercanos a aquellos que pregonaba la juventud del momento.
La actitud de Allen Ginsberg también da cuenta de esto. Sus amigos y conocidos lo describían como una persona amable, si acaso algo impetuoso, pero con un aura que lo hizo especial. El apasionado personaje Carlo Marx, en la novela On The Road de Jack Kerouac es un fiel reflejo de Ginsberg: intelectual, algo arrogante, pero aferrado a sus ideales y amistades. Ginsberg jamás desaprovechó una oportunidad para evidenciar alguna injusticia, ya sea en el mundo LGBT al cual pertenecía, para protestar en contra a la guerra de Vietnam o para llamar la atención de las víctimas en la guerra civil de Bangladesh.
Hablar de Ginsberg es complicado porque, a pesar de su énfasis poético, Ginsberg en realidad abarcó áreas mucho mayores. Salió de gira con Bob Dylan en los 70, se volvió amigo y colaborador de músicos que van desde Patti Smith hasta Sonic Youth, y el cineasta Jonas Mekas constantemente lo documentaba en sus películas. Éste cineasta también se encargó de grabar sus últimos días, en la tierra como ser vivo y como espíritu, mientras una procesión de monjes budistas despedían su alma de la tierra.
Allen Ginsberg falleció el 5 de abril de 1997. Su último poema se publicó el 30 de marzo, días antes de su fallecimiento. Titulado Cosas que no haré (Nostalgias), este poema es el epitafio tanto literario como biográfico de Ginsberg, donde describe todas las cosas que, a su muerte, ya no visitará, como viajar a China junto a Peter Orlovsky (su pareja desde 1954) o soñar despierto. Sin embargo, el poeta remata con la sentencia “No las haré yo más que en una urna de cenizas”, porque Ginsberg sabía que iba a morir, pero no se iba a ir de la tierra.
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