Luis Almagro, un excéntrico en la OEA - Gatopardo
Luis Almagro
Reportajes

Un excéntrico en la OEA

Elena Risso
Fotografía de André Chung


Luis Almagro se convirtió en una de las estrellas de la izquierda uruguaya de la mano del presidente Pepe Mujica. Sin embargo, al llegar a la OEA algo cambió: para muchos, subió a un avión siendo como su mentor y se bajó en Washington siendo Trump.

Tiempo de lectura: 23 minutos

Luis Almagro subió al estrado y recibió los mismos aplausos que Paulina Rubio, Maluma, Miguel Bosé, Juan Luis Guerra, Carlos Vives, Maná o Juanes. Con su clásica sonrisa, levantó los brazos en respuesta a los gritos del público. “Señor Almagro, por favor —dijo la presentadora Camila Canabal mientras lo estrechaba entre sus brazos—, quiero en nombre de Venezuela darle un abrazo grandísimo. ¡Muchísimas gracias!”.

Llevaba una gorra deportiva con la bandera venezolana que desentonaba con el traje oscuro, la camisa y los gemelos, pero la ocasión lo ameritaba: era 22 de febrero de 2019 y en el puente Las Tienditas de Cúcuta se realizaba el Venezuela Aid Live, el concierto que buscaba recaudar fondos para ese país del Caribe que desde hace meses enfrenta una crisis humanitaria, con falta de servicios, alimentos y medicamentos.

Con el mismo entusiasmo que bailaban “Oye, mi amor” o “A Dios le pido”, los 300 mil asistentes al recital aclamaron a Luis Almagro, el uruguayo que desde 2015 es secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), aunque él no bailó ni cantó una estrofa. Llegó hasta la ciudad colombiana en la frontera con Venezuela con el autoproclamado presidente de ese país, Juan Guaidó, y otras figuras de la política internacional, pero él fue más protagonista que el resto. “No me iba a quedar con un ridículo ataque de falsa modestia”, admitirá luego Luis Almagro, cuando explica las razones que lo llevaron a subir al escenario. “Amo a los venezolan@s, me siento uno más entre ell@s”, dice semanas después en un correo electrónico desde Washington.

Lo que sucedió aquella tarde en Cúcuta fue atípico, porque un secretario general de la OEA nunca alcanza esa dimensión de estrella pop. Pero Luis Almagro también es singular: usa mochila en lugar de maletín; viaja en transporte público en vez de hacerlo en coche oficial; es vegetariano en uno de los países más consumidores de carne del mundo; y lleva una vida más bohemia de la que se puede imaginar para un jerarca de su rango, inmerso en la grisura de los organismos internacionales.

Creció en el campo; se recibió de abogado pero se dedicó a la diplomacia luego de ingresar por concurso a la Cancillería; vivió en Irán, Alemania y China; y el día que volvió a su país se instaló en una chacra. Deportista, lector de poesía y padre de una familia extensa, Luis Almagro rompe el molde típico del servicio exterior.

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