Efectivamente, a unos metros del de Ángel, el edificio 1C se convirtió rápidamente en escombros. Según los peritajes de Protección Civil, no resistió ni los primeros 30 segundos del movimiento. Dentro de él murieron 9 personas y 18 más fueron rescatadas.
Ese 19 de septiembre una madre angustiada buscaba entre la gente cualquier información sobre sus dos hijos que se habían quedado su departamento. Ella supo al ver el edificio derruido que sus dos niños no habían podido salir, porque cerró con llave la casa y ellos no tenían copia. Alguien le dijo que los habían escuchado gritar entre los escombros. Eso le dio la esperanza de volver a verlos, así que se destruyó la garganta gritando toda esa noche, esperando alguna respuesta de donde surgió el silencio. “Cuando encontraron a los dos niños, aún estaban abrazados. Le dijeron a la madre que sus hijos no habían sentido nada, pues murieron casi instantáneamente.»
***
Mucho antes de esta estampa, grabada en la memoria de los habitantes del Multifamiliar, estos edificios parecían brillar con la tintura mágica del technicolor, como una referencia a un tiempo mejor. Aparecieron en una película llamada Señoritas, dirigida por Fernando Méndez en 1959. La cinta, que más bien pasó desapercibida, muestra los sinsabores de la juventud capitalina de mediados del siglo pasado. Tiene una sinopsis contundente: “Un oportuno terremoto ocurrido en la Ciudad de México resuelve los problemas amorosos de cuatro bellas mujeres».
En la unidad esta película se ha convertido en motivo de charlas «paranormales». Algunos piensan que la película predijo de alguna forma lo que pasó ahí. La realidad siempre supera a la ficción, aunque hay apenas una diferencia sutil entre el melodrama y el drama en cuanto a la futilidad con la que sus protagonistas luchan contra un sistema voraz. Un sistema que ignoró a las necesidades de varias unidades habitacionales —que fueron construidas por el IMSS e ISSSTE tras el sismo de 1985— y que necesitaban reparaciones para soportar cualquier contingencia.
En contraste a la respuesta de las autoridades —en algunos casos eficiente, en otros más tardada o nula— aparecieron mares de voluntarios una vez que las emergencias comenzaron a conocerse. Algunos tomaron fotos y videos de los varios derrumbes que encontraron en la ciudad. Así se enteró Francia Gutiérrez del destino de su edificio.
Ella estaba en San Miguel de Allende ese 19 de septiembre. Allá no sonó la alarma sísmica. Tampoco se cimbró el piso, pero relata que mientras se encontraba en un foro de trabajo, la palabra terremoto inundó el cuarto. “Pensé que se trataba solo del simulacro”, pero los rumores que iban llegando hasta ahí, donde había muchos residentes de la Ciudad de México, la comenzaron a preocupar. Pensó en sus tres hermanos y en su madre, que trabaja en el Centro Histórico. Los contacto a todos para quedarse tranquila, estaban bien. Pero poco después, a través de un video aficionado, vio cómo rescataron el cuerpo de una de sus vecinas entre los escombros de su edificio. Lo reconoció por su color rojo y naranja. Decidió regresar a la ciudad esa misma tarde.
La mujer que rescataron era la vecina que los acogió a ella y a sus hermanos tras el terremoto de 1985. «Aquel terremoto fue más potente y no le hizo nada al edificio, así que pensé que algo más tuvo que haber pasado», dice Francia. “La casa era como un refugio familiar, ahí teníamos todos nuestros recuerdos de la infancia y de la adolescencia. Mis abuelos y mis padres se conocieron ahí, donde también quedaron sus recuerdos. Por ese departamento pasaron tres generaciones y a pesar de que ya teníamos más de 10 años sin vivir ahí, era parte de nuestra identidad. Un miembro más de la familia”.
Cuando llegó al 1C, el paisaje era desolador. Su infancia y su pasado se diluyeron con el sismo. Cuando un bulldozer llegó a recoger los últimos escombros que quedaban en el terreno, los vecinos encontraron entre ladrillos y pedazos de cemento parte de su museo familiar: el álbum de boda de sus padres. Francia Gutiérrez, se convirtió en una de las voceras del movimiento Damnificados Unidos, al que se unieron varios vecinos para exigir la reconstrucción de sus hogares.
Actualmente todo el multifamiliar se encuentra acordonado y bardeado con tablones de madera. Los nueve edificios, vistos así, parecen una pequeña ciudad abandona que aún deja ver los rastros de quienes los habitaron. Se alcanza a ver una habitación pintada de rojo profundo, una más de azul pastel y otra con un poster del grupo One Direction.
***
Ángel nos lleva a su pequeña casa en uno de los campamentos, donde los vecinos damnificados han vivido todo este año. A la asamblea vecinal del 7 de septiembre de este 2018, llegaron representantes de los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y el Comité del 68. Les prometieron marchar con ellos para darle fuerza a lucha. En México, quienes buscan justicia, suelen hacer equipo para ver si así los escuchan. Mientras caminamos, Ángel nos cuenta que a su campamento lo conocen como «Canchas».
Él tomó la decisión de quedarse ahí, porque le era incosteable vivir en otro lado. Su madre se fue a vivir con uno de sus hermanos, pero él y sus dos hijos se quedaron ahí, en una casa de madera que ha adornado acogedoramente con algunas cosas que pudo salvar y otras que ha adquirido en su lucha. Hay un megáfono y un casco, pero también un peluche y algunas fotografías que ha colocado en varias partes del pequeño cuarto. Dice sentado en la cama que, «prefiere no acomodarse demasiado, pues espera que la situación no dure mucho tiempo más».
Ante el clic de la cámara sonríe brevemente, pero luego recapacita y exclama, «No sonrío porque estamos en la lucha. No estamos felices, hay mucho por hacer».
Cuando todo esto acabe Ángel ya no participará en las manifestaciones, ha pasado un año viviendo en ellas. Mientras mira hacia otro lado, imaginando su futuro, dice que se ve «en un sillón, viendo la televisión y comiendo un platito de huevo con frijoles”, eso y no mucho más. «Nadie sabe lo que es vivir así, en un campamento y bañarse a cubetadas, rodeado de hormigas, ratas y otras alimañas”, y luego añade una moraleja mientras pasamos por uno de los tendederos del campamento: «Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, ¿o no hijo?».
Después del sismo vino una tragedia mucho peor, una que muchos ignoran y de la que no hay ningún tipo de estadísticas o datos precisos. Tras el olvido de autoridades y la falta de donaciones, algunos de sus vecinos mayores han muerto. Unos de tristeza, otros de enfermedades que se agravaron por las nuevas condiciones de «vivienda». Ángel lo dice fulminado, pues además de la casa perdió su trabajo, pero aún tiene esperanza de que el nuevo gobierno los ayude en algo. «Espero que con la llegada del nuevo presidente, la Sheinbaum nos ayude en serio», dice.
Durante su campaña a la alcaldía de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum mencionó que lo mejor sería demoler los edificios y construir unos nuevos, pero con más departamentos para financiar el coste del multifamiliar completo. También dijo que una de las alternativas sería dar créditos con largos plazos. Una solución similar propuso Miguel Angel Mancera y José Ramón Amieva.
“Pagar con crédito, ¿cómo? Si ya estamos endeudados con las lavanderías, con la tienditas de la esquina, con la carnicería, con todos”, reacciona Ángel al acordarse. Pero recobra el alivio una vez que le pregunto qué espera de la reconstrucción, a lo que responde: «volver a casa».
***
Francia dice que esa planteada redensificación es una amenaza a la seguridad a los habitantes del multifamiliar y de varios predios que siguen luchando por su reconstrucción. Espera que con las exigencias que han hecho como grupo ese plan se modifique y se prevengan situaciones como la corrupción inmobiliaria que provocó tragedias que pudieron ser evitadas. Lo que ahora le interesa, como a muchos habitantes del la unidad, es que una vez que se ha aceptado reconstruir y reforzar los edificios, “terminen de llegar los recursos para que las cinco constructoras involucradas empiecen a trabajar”. Dicen que reconstrucción podría terminarse en un año, aunque Francia cree que podría ser más tiempo.
Durante la asamblea Francia platica con Trinidad, una secretaría retirada de 56 años. A ella no le tocó el temblor en el Multifamiliar, lo vivió al interior de su departamento ubicado en un sexto piso sobre la avenida Amsterdam, en la colonia Hipódromo Condesa. Pero dice, entre el orgullo y el tedio: «Soy daminificada». Así se presenta. Amable y jugando por ratos con una bufanda multicolor que le cubre el cuello, recuerda y describe la angustia que vivió con su madre mientras veía como el sismo doblaba las paredes de su casa y como adornos, cuadros y vajillas terminaron en el suelo. «Vi la casa moverse como si estuviera construida con naipes», recuerda.
Su edificio no se derrumbó pero colinda con otro, de estilo art decó, que tampoco terminó de caer, pero se recargó sobre el suyo. Los daños en la vivienda de Trinidad son reparables, pero muy caros. Desde entonces vive en casa de una de sus hermanas, esperando regresar algún día a la Condesa. Desde que perdió su hogar encontró en la gente del Multifamiliar Tlalpan una lucha con la que se identificó y junto con ellos grita de tanto en tanto: «Reconstrucción a fondo perdido, sin redensificación».
Trini cuenta que nunca antes había ido a una marcha o manifestación, hasta un día no pudo volver a su casa. «Ahora lo entiendo todo», dice. Tras su retiro encontró en la fotografía una pasión que no ha podido practicar, pues la cámara se quedó en su departamento. A veces toma fotos con el teléfono, lo hace mientras unos hablan en la asamblea de vecinos, y cuenta que espera algún día —ya en su casa— hacer un álbum con todo lo que han significado estos meses de lucha.
Ella no tiene esperanza de ningún gobierno. «Al final de cuentas somos nosotros lo que nos seguiremos moviendo, somos nosotros quienes siempre vamos a ayudar y a empujar al otro. Este sismo me hizo tener esperanza en una generación que consideraba perdida y que vi esos días en las calles con palas y cubetas, ayudando como podían». Trini piensa que la lucha que ganó el Multifamiliar Tlalpan debe replicarse en varias partes como en Xochimilco, en Tláhuac y hasta en la Condesa.
Al pasar de un camión sobre la Calzada de Tlalpan, se cimbra levemente el piso. Ella voltea a la cámara y dice, con el puño en alto, «estamos al pie de la reconstrucción«.