Productor de Roma y otros éxitos del cine mexicano
“Nadie quiere ser productor”, sentencia Nicolás Celis con un gesto serio. En una esquina de la habitación hay una pizarra con varios papeles, números de teléfono y un par de referencias a Alfonso Cuarón. Un estante con premios delata la oficina donde trabaja uno de los productores de cine más importantes de México. Celis lleva casi una década cimentando un camino que lo ha llevado de Cuernavaca a Venecia, de producciones en el centro de la Ciudad de México al departamento de La Guajira en Colombia.
Dentro de la industria del cine los reflectores suelen dirigirse a los actores, el director o hasta el cinefotógrafo, pero rara vez se analiza exhaustivamente el trabajo de un productor, aún cuando de ellos depende la realización de una película. En este oficio hay una suerte de aforismo que dice así: cuando el trabajo se hace bien, no debería de notarse.
Al pedirle a Celis una descripción de su trabajo en términos llanos, él responde: “Partiendo de una idea, guión, o escaleta, es hacer que una película suceda”.
“Morelos, cuna de las comisiones de filmaciones”, se titula un artículo de El Sol de Cuernavaca. Esa es la ciudad donde nació y creció Nicolás Celis, y tal vez no sea una vibrante metrópolis cultural, pero tiene una ventaja sobre varias otras ciudades. “Tienen la comisión de filmaciones más vieja de latinoamérica”, explica el productor sobre el organismo creado en 1983. Muchas películas, series y documentales son producidos ahí, y generan en conjunto una derrama económica que incrementa año con año.
Cuando Nicolás Celis era un joven curioso e interesad en el cine, las opciones para acercarse a esa industria eran limitadas. “Por más cerca que esté Cuernavaca de la Ciudad de México, entre ellas hay una barrera muy grande, sobre todo cultural. No había nada muy establecido, ni difusión, ni espacios de exhibición. Todo estaba limitado al Cine Morelos”, recuerda.
Sin ánimos de quedarse ahí, Celis trabajó en lo que poco que encontró a su paso, pero con la mirada fija en la Ciudad de México. Editar videos o asistir a fotógrafos a los que llegó a pagarles por permitirle ayudarles, fueron algunas formas de adquirir experiencia. Su objetivo en ese entonces era llegar a una de las escuelas de cine más cotizadas del país, el Centro de Capacitación Cinematográfica, que admite 15 estudiantes anualmente, de entre 700 candidatos. Nicolás Celis lo intentó dos años seguidos sin éxito.
Sin embargo, se mantuvo en contacto con la institución y en vista de que muy poca gente se interesaba por el área de producción, él solía asumir esas tareas. “Si hubiera dicho ‘jamás cargaré un café’ o ‘no haré un trabajo así’, no hubiera aprendido todos los procesos. La gente del gremio me adoptó un poco por eso”. Él era un joven ansioso de trabajar, dispuesto a someterse a la presión y el estrés de un exigente trabajo que nadie quiere. En cualquier equipo, ese carácter es una valiosa adición.
Pero a pesar de su esfuerzo, Nicolás admite que la suerte ha jugado un rol clave en su éxito. “Es como si me hubiera ganado la lotería”, dice al referirse a una serie de proyectos que abanderó hace ya varios años. Un buen ejemplo es Ver Llover, cortometraje de Elisa Miller, para el que Celis trabajó como gerente de producción. La cinta compitió en el Festival de Cannes de 2006 y ganó —inesperadamente— la Palma de Oro en el certamen, el galardón más alto y cotizado.
Para 2010, Celis ya figuraba como productor. Agua fría de mar, de la costarricense Paz Fábrega, se estrenó en el prestigioso festival de Rotterdam, y Somos lo que hay, del mexicano Jorge Michel Grau, una película de horror social sobre una familia de caníbales en al Ciudad de México, se proyectó en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes. El proyecto llegó a Nicolás gracias al CCC, institución que financia, casi en su totalidad, la ópera prima de un director y fotógrafo de cada generación. A falta de productor, una vez más apareció el nombre de Celis.
Somos lo que hay se estrenó en el Festival de cine de Guadalajara en 2010, y las reseñas fueron deplorables. “Algunos la llamaron la peor película mexicana del año”, recuerda Celis con algo de ironía, pues eso no frenó a la distribuidora mundial Wild Bunch en su intención de llevar la película a Cannes. Eventualmente se fimó un remake estadounidense y actualmente Somos lo que hay es una de las películas mexicanas mejor recordadas en el género de horror.
Los primeros éxitos de Nicolás Celis fueron en el terreno de la ficción, pero su llegada al mundo documental no sólo rompió varios techos de cristal en México, sino también a nivel global. Esta parte su historia está ligada a Tatiana Huezo. En un caso similar a Somos lo que hay, el CCC contactó a Nicolás en busca de un productor para la directora salvadoreña, que estaba a punto de filmar un documental sobre un pueblo arrasado por la guerra civil en su país. “Este fue mi primer documental y a Tatiana no le importó que yo no supiera nada del género”, explica Celis. “Yo creo que lo vio como una fortaleza, porque así no le iba a dar lata”.
El lugar más pequeño ganó premios en festivales como Visions du Rèel y en los Arieles de ese año. El largometraje atrajo los reflectores a la voz autoral de Tatiana Huezo y añadió un triunfo más a la carrera de Celis. Tempestad, su siguiente colaboración, ganó aún más premios y reconocimientos, y catapultó el estilo de Huezo y la producción de Celis al panorama mundial. Tempestad llegó a ser considerada uno de los mejores documentales de la década.
Su colaboración no sólo avanzó la carrera de ambos, sino que también puso al documental mexicano, ya de por sí una comunidad prestigiosa, en niveles de éxito inesperado. Tanto Huezo como Ernesto Pardo, cinefotógrafo de ambos trabajos, fueron invitados a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS), organismo encargado de otorgar los premios Oscar.
El 2018 fue un año clave para Nicolás, con el estreno de dos éxitos más en la cinematografía mundial: Roma y Pájaros de Verano. La magnitud de estos proyectos llevó a Celis a corregir su estilo de vida, obligándolo entre otras cosas a dejar el cigarro. Esos han sido hasta el momento los retos más grandes de su carrera.
“Siempre me ha interesado hacer los productos más riesgosos, por así decirlo, pero es que para mí no son riesgosos”, recuerda Celis, quien constantemente rechaza proyectos proyectos, pero accedió a trabajar con Alfonso Cuarón y Ciro Guerra en la producción de sus películas.
Pájaros de Verano fue un éxito internacional, mientras que Roma fue nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, convirtiéndose en la primera película mexicana en ganarlo. Este largometraje también generó una infinidad de conversaciones dentro y fuera del mundo cinematográfico: disputas por formatos de exhibición (Roma fue distribuida por Netflix), debates en torno a los derechos de las trabajadoras del hogar, un escandaloso incidente que involucró a Ricardo Monreal, entonces jefe de la delegación Cuauhtémoc, donde se filmó buena parte de la cinta; y una que otra controversia sobre los créditos de la película. En medio de ese remolino, Roma se abrió camino en las pantallas del mundo gracias a su franco y nostálgico recuerdo de un México que ya no existe.
“Pensar en Roma no es sólo en taquilla o premios, sino en turismo y muchas otras cosas. Hay gente que viene a la ciudad a caminar por la calle donde se filmó la película y hasta se hacen tours por las locaciones”, dice. Celis habla de esto sin mucha vanidad, como si fuese solo un paso natural, algo que llegó como consecuencia de un arduo trabajo.
Con 33 años y un trabajo nominado a Mejor Película en los Oscares, el futuro de Celis continúa escribiéndose. “Llevo 14 o 15 años rebasado de trabajo”, dice nervioso. El 2020 traerá el primer trabajo de ficción de Tatiana Huezo, titulado Noche de fuego, entre otros proyectos internacionales.
Este productor dice no perseguir tanto el éxito en taquilla o las cifras en general. “Para mí lo importante es apoyar a una persona que sabe lo que quiere y cómo lo quiere hacer. A partir de eso surgen cosas increíbles, viajes espectaculares, y las películas se ven y se venden”.
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