Celebración anual del Orgullo LGBT en Pasto, Colombia. 25 de junio de 2021. Sebastian Maya / Reuters.
Ante la exclusión y la discriminación que padecen, lxs trans de Colombia crearon su marcha, disidente, propia y en una fecha distinta a la del Orgullo LGBT. Sus organizaciones –Lxs Locxs, el Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans y la Red Comunitaria Trans– exponen una amplia agenda por sus derechos de identidad, vivienda, trabajo, además de su lucha contra la impunidad por la violencia.
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El barrio Santa Fe es un enclave, inaugurado a finales de los años treinta, de enormes casas en el centro de Bogotá; fue el lugar de residencia de presidentes en los cuarenta; hospedaje para quienes llegaban en tren desde otras regiones en los cincuenta; ocasional sede de prostíbulos en los sesenta; epicentro de la vida nocturna en los setenta y ochenta; declarado zona de tolerancia para el trabajo sexual y Zona Especial de Servicios de Alto Impacto en 2002. En ese barrio, rodeado de joyas arquitectónicas y una joya él mismo, está hoy la organización trans más importante del país: la Red Comunitaria Trans.
–En el corazón de Bogotá, al lado del teatro Jorge Eliécer Gaitán y del Cementerio Central, hay marginalidad, microtráfico y violencia. El barrio Santa Fe es un rectángulo invisible –dice por teléfono Daniela Maldonado, fundadora de la Red Comunitaria Trans, que desde 2012 vela por los derechos de las personas trans, trabajadoras sexuales, usuarias de drogas, habitantes de la calle y cuando son privadas de la libertad.
El pasado 25 de noviembre, colectivas feministas y transfeministas tomaron el barrio en una marcha de unas ocho mil personas por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Poco después, la dueña del edificio donde desde hace tres años funciona la sede de la Red Comunitaria Trans les dijo que no podía renovar el alquiler debido a las quejas de los vecinos.
–Nosotras nos movemos mucho con la población en el barrio, entonces tuvimos inconvenientes con los vecinos. Constantes acciones de transfobia y discriminación que se recrudecieron con la pandemia, porque las personas que habitaban el edificio nos veían como un foco de contagio por ser mujeres trans, trabajar con mujeres trans trabajadoras sexuales y habitantes de calle. Eso a la gente le molesta. Luego del 25N recogieron firmas y nos echaron, nos pidieron la casa porque nos veían como una amenaza para su salud y su integridad. Y así nos quedamos sin casa –dice Daniela.
Quedarse sin casa significó no tener una cocina comunitaria para aquellas compañeras sin oportunidad de hacer el mercado o cocinar. Ya no pudieron disponer de una bodega para la entrega de canastas básicas conseguidas a través del fondo de emergencia para trabajadoras sexuales, que la red creó a comienzos de la pandemia. Ni un lugar para reunirse. Encontrar una nueva sede ha sido difícil –los alquileres mensuales son caros y en todos piden codeudor–, por lo que la Red Comunitaria Trans inició una campaña de crowdfunding para comprar una casa. Con todo, la falta de una sede no interrumpió la organización de la marcha trans que se realiza este 16 de julio.
En su sexta versión, Yo Marcho Trans es una jornada de movilización y memoria que tiene previsto iniciar a las dos de la tarde con la instalación de una olla comunitaria en el barrio Santa Fe, en la que se prepara un transcocho, el sancocho que ha sido la sensación de la marcha en años anteriores. Allí también habrá una “feria travesti puteril” con proyectos productivos, comida vegana, chocolates canábicos, una línea de ropa interior y pañoletas estampadas para recabar fondos para la nueva casa.
Después emprenderán un recorrido por las principales zonas de trabajo sexual del barrio y se detendrán, a manera de homenaje, en las esquinas donde las mujeres trans han sido asesinadas. De ahí irán a los juzgados de Paloquemao –fuera del barrio Santa Fe– y harán un plantón contra la impunidad judicial que padecen. Según el registro de la propia red, se contabilizan 32 personas trans asesinadas en Colombia en 2020 y 24 en lo que va del 2021. La marcha terminará en la Plaza de La Hoja con performance, música y baile. También habrá otras en las ciudades colombianas de Medellín, Tunja, Ibagué, Arauca, Armenia, Palmira y en Berlín.
Dice Daniela:
–Este es el único evento en Colombia por la memoria de las mujeres trans trabajadoras sexuales asesinadas y es una forma distinta de construir una memoria queer, disidente. Yo Marcho Trans es una jornada de memoria que muestra un barrio como el Santa Fe, donde llegan personas desplazadas por el conflicto armado, aunque mucha gente piense que el conflicto sólo sucede en la ruralidad. En ese escenario las personas trans nos organizamos porque nos unió el miedo y la rabia de ver cómo nos asesinaban y no pasaba nada, que los crímenes quedaban en la impunidad y los casos no eran visibles. En ese territorio de violencia, tan hostil, hacemos memoria y recordamos a nuestras hermanas asesinadas.
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El pasado 28 de junio se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+ con una marcha a la que la Red Comunitaria Trans no asistió. La razón se puede ver en el documental La primavera trans de 2018. Entonces, tras extensas jornadas de creatividad y trabajo, la red y los artistas Tomás Espinosa y Artúr van Balen diseñaron una escultura inflable de 18 metros de largo que representa el cuerpo de una persona trans. Con ella y una carroza, irrumpirían en aquella marcha oficial. En una escena se ve a algunas integrantes de la red corriendo, indignadas, y otras sostienen la escultura que flota altiva: al parecer, una llanta de la carroza no era apta para circular por la ciudad, pero, al tiempo que intentaban solucionar el problema, la carroza fue saqueada.
–Las personas trans no hemos sido reconocidas dentro del movimiento LGBT. Si bien somos las que ponemos las muertas, las personas gays y lesbianas disfrutan de derechos que nosotras no tenemos. Estamos cansadas de un movimiento elegebetuno que es machista, misógino, patriarcal, capitalista y falocéntrico, manejado por hombres que en su mayoría han tenido acceso a capitales educativos y laborales. Por eso decidimos desligarnos del movimiento LGBT –dice Daniela Maldonado–. No nos sentimos reconocidas en esa lucha. Estamos cansadas de: “la trans es bienvenida, pero si está operada, ojalá se vea femenina, que no hable tanto, que no cuestione, que sea una trans de mostrar”. Pero, para ellos, nosotras éramos lo contrario: las guarras, las ñeras, las grillas del barrio Santa Fe. Éramos vistas como delincuentes, ladronas, todo el prejuicio que hay sobre las identidades trans pobres. Además, nuestra lucha está atravesada por otras cosas. Los gays y las lesbianas pelean por casarse o adoptar y nosotras estamos contra formas como el matrimonio, que es también una institución opresora, binaria y patriarcal. Nosotras peleamos porque no nos maten, porque nos dejen existir.
Distintas voceras de organizaciones trans respaldan la postura de la Red Comunitaria Trans. Al sur de Bogotá, en el barrio 20 de julio, está la Fundación Lxs Locxs, una organización de base comunitaria con enfoque de derechos humanos. Su directora Andrea Correa, apodada Coqueta, recuerda:
–La violencia que ejercen los hombres gay y las lesbianas sobre las mujeres trans ha sido terrible. Hace tres años nos sabotearon la marcha. La Red Comunitaria Trans estaba participando con una carroza, tenían todo listo, y a última hora les dijeron que no se podía, sacaron miles de excusas y mientras nos fuimos a pelear se robaron todo. Somos las últimas de la sigla LGBT, nos invisibilizan porque no somos gays adineradas ni profesionales. ¿Cómo no alejarse de eso?
Danne Aro Belmont, directora ejecutiva de la Fundación GAAT (Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans), agrega sobre el nacimiento de la marcha trans disidente:
–Muchas personas con experiencia de vida trans queríamos participar con una apuesta distinta. Se había hecho un cuerpo gigante que era un globo negro para denunciar los homicidios. Cuando a nuestras compañeras se les negó la participación en la marcha LGBT, decidieron hacer el Yo Marcho Trans como respuesta a estas acciones de violencia. Cada año, después de la marcha LGBT, se realiza el evento que es también una denuncia colectiva, a la que la Fundación GAAT decidió unirse.
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Existe otro asunto en el que las organizaciones que trabajan por los derechos de las personas trans en Colombia –muchas en Bogotá y otras, en regiones del país– están de acuerdo: el daño que causó el Pico y Género, la medida tomada por la Alcaldía de Bogotá, replicada en varias ciudades, durante las cuarentenas del año pasado. Se trató de un permiso de circulación para ingresar a lugares públicos como supermercados, bancos y notarías, según el cual las “mujeres” podían movilizarse los días pares y los “hombres” los impares.
–El Pico y Género hizo que nuestras identidades fueran puestas en una palestra, en la que las personas de cualquier tipo de comercio podían discriminar y violentarte debido a la identidad que portabas –dice Danne Aro Belmont de la Fundación GAAT.
–El Distrito [de Bogotá] es lo peor que nos ha pasado. El Pico y Género nos puso en riesgo a las personas trans frente a la policía, que históricamente ha sido uno de los entes más violentos contra las personas trans. Ese decreto en plena pandemia fue superhorrible, nos expuso a que al policía le parecieras lo suficientemente hombre o mujer para poder comprar tu mercado, algo tan básico. La policía se convirtió en la policía del género y te validaba o te invalidaba a raíz de tu identidad –agrega Daniela Maldonado de la Red Comunitaria Trans.
Y Andrea Correa de la Fundación Lxs Locxs:
–La institución más violenta en Colombia es la Policía Nacional. Aquí ya veníamos cagadas con la policía y mire nomás lo que pasó en los tiempos en que estábamos acuarteladas con el tema del Pico y Género. Fue terrible, fue una burla. Eran las violencias más fuertes hacia las mujeres trans, los hombres trans y los géneros no binarios.
Pero el Pico y Género, que terminó retirándose, es sólo una parte de lo que han tenido que afrontar durante una pandemia, en la que la frase “O nos mata el covid o nos mata el hambre” fue una realidad.
–Hay compañeras muy afectadas porque les toca pagar comida en un restaurante y eso es costoso. Y si no tienen suficiente dinero a diario para pagar su comida, pues la están pasando mal en términos de alimentación –dice Daniela Maldonado y recuerda que con el fondo de emergencia para trabajadoras sexuales, gestionado por la Red Comunitaria Trans sin intervención institucional, no sólo ayudaron a compañeras de Bogotá, sino a lo largo del país.
En la costa del Caribe, por ejemplo, una de las zonas donde trabaja la Corporación Caribe Afirmativo, cuyo propósito es transformar los prejuicios y prácticas sociales e institucionales en torno a la diversidad sexual y de género, documentaron, según comenta su director, Wilson Castañeda, 32 homicidios y feminicidios contra personas LGBT en 2020, de los cuales 17 fueron contra personas trans, es decir, el 53%. En 2021 la cifra total llega a 17 hasta ahora, siete contra mujeres trans, el 41%.
–La pandemia dejó a muchas mujeres trans en situación de calle porque fueron expulsadas de las residencias donde vivían y muchas están teniendo amplísimas necesidades alimentarias –explica Castañeda–. En 2020 cubrimos tres casos, uno en Cartagena y dos en Barranquilla, de mujeres trans que murieron de hambre en la calle en la época del toque de queda.
Aunque sin participar, Caribe Afirmativo estará pendiente del desarrollo de la marcha del 16 de julio convocada por la Red Comunitaria Trans. Al respecto, Wilson Castañeda dice que, desde el Caribe y las otras regiones donde la corporación tiene incidencia (los departamentos de Antioquia, Norte de Santander y Nariño), la mayor demanda es frenar los hechos de violencia que ponen en peligro la vida de las personas trans en Colombia.
–Y hay dos demandas subsidiarias: la primera es la urgencia de tener una agenda trans específica. Colombia, al igual que en el resto de Latinoamérica, es un país centralista y donde más avances hay en términos LGBT es en las ciudades del interior. Lo poco que hay en la periferia es en términos generales, con un acento muy gay que no toca las necesidades de las personas trans. En el Caribe requerimos una agenda que se preocupe por el acceso a la salud, al trabajo, a la vivienda y dé garantías de vida digna. La segunda es la validación de los procesos culturales. El Caribe colombiano es rico en expresiones culturales y en ellas las personas trans han tenido una presencia histórica. El Carnaval de Barranquilla, las Fiestas del Mar en Santa Marta, las Fiestas del Caimán en Ciénaga no son solamente celebraciones, sino también espacios de memoria y tradición donde las personas trans han estado presentes.
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Piisciiss es artista, activista y coreógrafe LGBT. Miles de personas le vieron, junto a sus compañeres artistas Neni Nova y Axid, en un video que circuló en redes sociales el pasado 28 de abril, cuando inició el Paro Nacional en Colombia. Ese día, en la colmada Plaza de Bolívar de Bogotá, ante el aplauso de los manifestantes y rodeades del Escuadrón Móvil Antimotines (ESMAD), Piisciiss, Neni Nova y Axid hicieron voguing, una expresión dancística originada en la cultura ballroom en la Nueva York de los años sesenta, en apariencia tan distinta y lejana de Colombia, pero que no sólo encajó a la perfección en el contexto de movilización social en el país, sino que se convirtió en el himno del Paro Nacional.
En entrevista telefónica, Piisciiss recuerda ese 28 de abril:
–Ese performance surgió de la necesidad de movilizarnos. Apoyamos la marcha, no sólo como artistas o personas LGBT sino como ciudadanes. Nos pareció importante mostrar nuestra corporalidad porque en el marco de la protesta, incluso a diario, no ves muchas corporalidades LGBT, queers o trans en la calle, sólo en la noche, en bares y fiestas. Entonces para nosotres es importante que esas corporalidades se sientan libres de salir y expresarse. En la plaza nada estaba planeado, fue algo espontáneo, se dio en ese momento, la misma marcha nos fue llevando, y cuando llegamos ahí nos dejamos inspirar, conectar con lo que estaba pasando y nos convertimos en la cara de la protesta, de la vulnerabilidad y de la resistencia. Fue muy fuerte con esos organismos de la fuerza pública, la imagen del macho y nuestras corporalidades casi desnudas, con el pelo suelto, en tacones, cubiertas de cintas de peligro. Causó impacto y fue bonito.
El 16 de julio Piisciiss, que ha apoyado y difundido el trabajo de la Red Comunitaria Trans, planea salir y quizá bailar en el escenario de la Plaza de La Hoja, pero como parte del colectivo de artistas que se presentan.
–La verdad, no estamos felices. No estamos celebrando ni estamos orgulloses porque aquí hay mucha gente muriendo. Yo Marcho Trans no sólo celebra los tránsitos y el ser trans, sino que busca hacer memoria de las mujeres y hombres trans que han muerto asesinades, de los que han luchado por abrir espacios, de las corporalidades que existen y están en ese llamado de atención por la igualdad.
Piisciiss, Neni Nova y Axid ya habían publicado otro video de voguing que también se hizo viral, en el que aparecen en una estación de autobuses de Transmilenio. Es un performance lleno de cuestionamientos que Piisciiss, dueñe de una agudísima mirada, trazó: la relación de la sociedad colombiana con las figuras femeninas, la hostilidad de los sistemas de transporte hacia las mujeres trans y cisgénero –la palabra Transmileno, con el trans incorporado, le parece fantástica–, los prejuicios frente a las trabajadoras sexuales, el arte queer, dice, asociado usualmente a lo lascivo, incluso la guaracha, el género musical de la canción que acompaña el video, un poco marginal, pero autóctono del país.
–El voguing nació con personas que no podían expresar su sensualidad ni su cuerpo, así que lo plasmaban en movimiento y crearon una danza en torno a esa expresión. Por eso encuentras movimientos que resaltan el cuerpo, enérgicos, femeninos, grandes y liberadores. El voguing tiene una carga emocional y política muy fuerte. Nuestro país es conservador, religioso, moralista, no se habla de temas sexuales ni de corporalidades disidentes. El voguing celebra la diversidad, lo trans, lo femenino que sigue siendo visto como algo malo, pecador, también dentro de la comunidad LGBT.
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En dos de sus informes, 5 derechos en clave trans (2021) y Trans Identifiquémonos (2021), la fundación GAAT evidencia la falta de garantías para el ejercicio de derechos básicos de las personas trans en Colombia. Son cinco, mencionan: movilidad, educación, trabajo, salud y vivienda, y uno más que los atraviesa a todos, el derecho a la identidad.
Por eso dice Danne Aro Belmont:
–Cuando hablamos de los derechos que nos han sido negados o de las barreras que tenemos para acceder a ellos, hay que hablar de un continuum de violencias. Cosas básicas como el derecho a la identidad, o sea empoderarse del cambio de nombre y hacer la corrección del componente de sexo en nuestros documentos. Acceder a la salud sintiéndonos tranquiles con que el médico que nos va a tratar va a responder a nuestras necesidades. Cuando hablábamos del trabajo, muchas personas no saben que nuestro nombre identitario puede aparecer en la hoja de vida y nos niegan una entrevista. El decreto 1227 de 2015 permite que las personas trans podamos hacer la corrección del componente de sexo en nuestros documentos, pero hemos encontrado que, después de seis años, aún existen barreras. Tenemos una política pública LGBT que se instauró hace casi tres años, pero no está en marcha porque no tiene presupuesto, acciones, nada. Hace poco logramos una articulación con la registraduría para que implemente el protocolo del voto trans porque muchas personas trans no votamos. Esas cosas suelen tener un montón de arandelas si eres una persona trans. Estamos caminando sobre trocha. Sabemos que está el camino, pero aún no está pavimentado.
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